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miércoles, 9 de diciembre de 2009

DIOS VIENE A SALVAR EN LA HISTORIA Y CON LA COLABORACIÓN DE LOS HOMBRES

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 9 de Diciembre


Introducción: Sentido del Adviento: 

 - Inicio del Año Litúrgico;


¡Qué consuelo da saber que Dios va con nosotros en la historia! Esto es, precisamente, el sentido de este tiempo de Adviento. Al mismo tiempo que se inicia el Año Litúrgico celebramos ese gran acontecimiento: "del Dios con nosotros" como lo anuncio el Profeta Isaías cuando dijo que: una virgen concebiría y daría a luz a un niño que se llamaría así "Emmanuel, Dios con nosotros".
- Historia de la salvación en la historia de los pueblos
Celebramos con este título el Adviento, el advenimiento de Dios a nuestra historia. Dios ha querido tejer la historia de la salvación de los hombres en nuestra propia historia humana. De modo que nuestra historia humana será salvación para los hombres si refleja los proyectos de la historia de la salvación de Dios, y los hombres en la historia del pueblo tienen que saber que la historia no termina con el tiempo, sino que está ya incrustada en la eternidad de Dios y que Dios es, por tanto, el dueño de la historia.
- La Iglesia mantiene el designio de Dios
El tremendo papel de la Iglesia es mantener en la historia de los hombres el proyecto de la historia de Dios. Reflejar esa historia de Dios en los acontecimientos concretos del pueblo para poder aprobar todo aquello que refleje ese proyecto de la salvación de Dios en la historia; y con la santa libertad de Dios, también, rechazar en la historia de los hombres todo aquello que no corresponde al proyecto, al designio de Dios que quiere salvar a la humanidad.
Por eso la Iglesia tiene que mantenerse sin identificación con los proyectos históricos de los hombres, aunque tiene que iluminarlos todos. Pero la liberación que la Iglesia predica tiene que ser desde la perspectiva de la liberación de Dios Nuestro Señor.
Por eso explicaba el Papa Pablo VI -y yo quisiera que todas las comunidades cristianas que nos encontramos esta mañana en la reflexión de este Adviento tuviéramos en cuenta esta orientación necesaria hoy más que nunca.- "Muchos cristianos generosos, sensibles a las cuestiones dramáticas que lleva consigo el problema de la liberación, al querer comprometer a la Iglesia en el esfuerzo de liberación, han sentido con frecuencia la tentación de reducir su misión a las dimensiones de un proyecto puramente temporal, de reducir sus objetivos a una perspectiva antropocéntrica -es decir, que tiene al hombre como centro de la historia- la salvación, de la cual la Iglesia es mensajera y sacramento, a un bienestar material. La actividad de la Iglesia, olvidando toda preocupación espiritual y religiosa, la quisieran reducir a iniciativa de orden político o social. Si ésto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda, su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los diversos sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar de parte de Dios, la liberación. Por eso quisimos subrayar en la misma alocución del Sínodo la necesidad de reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. La evangelización perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige ante todo: el Reino de Dios en su sentido plenamente teológico".
- Se explicita el proyecto de Dios
El adviento, entonces, viene a recordarnos -con la riqueza de sus lecturas que se van haciendo estos domingos- cuál es el proyecto de Dios, cuál es su historia de salvación a la cual tenemos que orientar las fuerzas reivindicadoras, las liberaciones, los esfuerzos humanos de las historias del tiempo de los hombres. Por eso, todos estos cuatro domingos nos van a explicitar el proyecto de Dios.
- Síntesis de la historia de salvación
El domingo pasado -que no tuve la dicha de compartir en esta catedral con Uds. Pero cuya representación llevada por el P. Fabián Amaya ha sido auténticamente la voz de la liturgia y de la Palabra de Dios- nos presentaba la síntesis de la historia de la salvación desde el principio hasta el fin. Al principio, una iniciativa de Dios y una promesa de arrancar de un vástago de David, un hijo en el cual se iba a encarnar el Hijo de Dios. Y el Hijo de David aparecería como el redentor de los hombres.
Ese es el inicio de la historia de la salvación: la promesa y la iniciativa de Dios que en la historia se vale de un hijo de un rey para hacerlo redentor de los hombres. El fin de esta historia nos los presentaba el evangelio el domingo pasado cuando Cristo; frente al templo de Jerusalén, cuenta el fin de ese tiempo y el fin de la historia. Entonces dice: "Verán al Hijo del Hombre que viene con gran poder y majestad". Y la segunda lectura nos presentaba como a ese Hijo de Dios, que viene ya en su fase definitiva de la redención de los hombres, saldrá al encuentro una humanidad santa redimida. Somos nosotros, y tenemos la dicha de haber vivido y desarrollado en nosotros la historia de la salvación.
Juan Bautista signo de los hombres que Dios necesita
El segundo y el tercer domingo de Adviento -o sea, este de hoy y el que viene nos van a presentar, en el símbolo de Juan El Precursor, como Dios se vale de los hombres para que colaboren en la historia de la salvación. Este domingo y el otro domingo serán las condiciones que Dios pide a los hombres para incorporarlos en la historia de la salvación.
- Preparativos inmediatos para el nacimiento de Dios en la Historia.
Y el cuarto domingo, ya en las vísperas de la Navidad, nos presentara los preparativos inmediatos en que María tiene un papel tan preponderante para que ese Rey de la gloria, Señor de la eternidad, se venga a hacer, también, Señor de la historia; nazca en Belén para nuestra historia. Toda la Navidad será celebrar la venida de Dios a hacerse caminante con los hombres en la historia de todos los pueblos. De ahí la importancia de esta temporada, sobre todo, para quienes sentimos el anhelo profundo de la liberación de nuestro pueblo, pero no confundiendo con proyectos de la tierra el gran proyecto de Dios, sino iluminar con ese proyecto de Dios los proyectos redentores de los hombres.
Yo quisiera, queridos hermanos -los que están aquí en la catedral y los que a través de la radio vamos a reflexionar en esta presencia de Dios que quiere valerse de los hombres para salvar al mundo-, que si de veras queremos ser la comunidad cristiana que Cristo quiere organizar en torno de él con su fe, con su amor, con su esperanza, para ser luz del mundo y salvación de los pueblos, nos fijemos bien en las reflexiones que la Palabra de Dios nos sugiere, para que hagamos verdaderamente de nuestras comunidades parroquiales, de nuestras comunidades eclesiales de base, de nuestras reflexiones bíblicas en familia, de nuestro vivir cristiano, verdaderamente la comunidad de Cristo de la cual nos va a hablar hoy San Pablo en la epístola.


DIOS VIENE A SALVAR EN LA HISTORIA Y CON LA COLABORACION DE LOS HOMBRES.

1º Dios viene a salvar en la historia de los hombres.
2º El Precursor, símbolo de la colaboración humana en la historia de la salvación
3º Nuestra Iglesia y nuestra historia.
 

1- DIOS VIENE A SALVAR EN LA HISTORIA

Yo encuentro en las lecturas de hoy dos descripciones sumamente expresiva.
a) El marco histórico-político en que se introduce el ministerio de Juan.
Acaban de escuchar en el evangelio de hoy un marco histórico político: "En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato Gobernador de Judea… Y después describe la situación política de Palestina sometida al Imperio Romano y gobernada por cuatro Tetrarcas -Tetrarquía quiere decir la distribución entre cuatro-. Cuatro reyes gobernaban bajo el Imperio de Roma la tierra en que vivió Jesús.
Y en ese marco histórico político, también una historia eclesiástica: "… bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás…" Aquí está el marco, la historia en que precisamente comienza San Lucas a describirnos la Palabra de Dios. En ese marco:"… vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto". No podía ponerse un prólogo más solemne y más encarnado en la historia del momento precioso en que Dios viene a hacerse un caminante de nuestra historia. Así es siempre: Dios irá trabajando su salvación contando con los emperadores, con los reyes, con los gobernantes, con los sacerdotes del tiempo; son los hombres que van enmarcando en historia de la tierra, el momento de Dios.
- La historia que tejen las intrigas sirve a Dios para tejer su salvación.
En estos cuatro reyes de la Palestina, entre esas intrigas de los palacios, entre aquellas superficialidades de una religión que se ha hecho tan legalista que ya tiene que preguntar cuál es el primer mandamiento para honrar a los hombres víctimas de esas intrigas, de esas subordinaciones, de unos imperios sobre otros pueblos.
Los momentos cambiarán pero el proyecto de Dios será siempre el mismo: salvar a los hombres en la historia. Por eso, la Iglesia encargada de llevar ese proyecto de Dios, no puede identificarse con ningún proyecto histórico. La Iglesia no pudo hacerse aliada del Imperio Romano, ni de Herodes, ni de ningún rey de la tierra, ni de ningún sistema político, ni de ninguna estrategia política humana; los iluminará todos, pero ella se conservará siempre auténticamente la que va anunciando la historia de la salvación: el proyecto de Dios.
b) Una ciudad de la geografa humana, se hace signo de la capital del Reino de Dios.
Es otro rasgo precioso que confirma mi pensamiento: Dios salva en la historia, es la primera lectura de hoy. Baruc, un profeta que recoge los sentimientos religiosos que han dejado como herencia los profetas, recoge aquel momento en que después del cautiverio de Babilonia cuando otro imperio, el de Persia, se ha llevado prisioneros a los hijos de Israel que lloran su cautiverio; los profetas anunciaban el retorno del destierro a Jerusalén.
- Las vicisitudes de un pueblo que vuelve de su destierro, signo de la redención de Dios.
Aquí aparece otra vez la historia de un pueblo humillado en el destierro, pero animado por la historia de la salvación. Precisamente ese destierro va a ser el signo de la necesidad de los hombres para ser salvos; por su fuerza no pueden, vendrá Dios. Este era el anuncio de los profetas. En este tiempo de Adviento cuando se anuncia la salvación en Cristo, se recuerdan estos episodios para ver como Dios va salvando a los hombres en la historia.

- Jerusalén desde que David la hizo sede de su reino, tiene una proyección mesiánica.
Y la bella comparación de la capital de Israel: saqueada, destruida, deshecha, hace soñar con una nueva Jerusalén. Los profetas hablan de la nueva Jerusalén, la que van a encontrar los desterrados cuando vengan. Y en el camino del retorno por el desierto se irá anunciando con una voz -aquella voz de los heraldos que anunciaban el paso del rey-: "Preparad los caminos porque Dios viene conduciendo al pueblo. Enderezad las sendas tortuosas -y como una obra de arquitectura, de ingeniería, haciendo una hermosa carretera, una avenida, describe preciosamente ese retorno en la historia-, Dios ha mandado a bajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios…
Jerusalén, ciudad de esta tierra, la ocupa la Sagrada Revelación de Dios para describirnos las maravillas de su reino y de su redención.
Su nombre será: "Paz en la justicia, Gloria en la piedad".
Hace una invitación a la Capital del reino de Dios simbolizado en Jerusalén: "Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente, a la voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de tí. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real".
¿Ven cómo los acontecimientos de los pueblos los aprovecha la historia de la salvación para sembrar en los hombres la esperanza, el arrepentimiento, el retorno a Dios, la alegría de sentirse acompañados por Dios en la historia? Esta es la enseñanza de este primer pensamiento, queridos hermanos, en este tiempo de adviento. Una gran esperanza de que Dios va con nuestra historia. Dios no nos ha abandonado, Dios va sacando partido hasta de las injusticias de los hombres esperando el retorno para que también la salvación, aquí en El Salvador, puede llamarse con el dulcísimo nombre que la llama la Palabra de Dios hoy: "Paz en la justicia, Gloria en la piedad". Hagamos lo posible, pues, para que nuestra historia salvadoreña sea de verdad una historia de salvación.


2- EL PRECURSOR, SIMBOLO DE LA COLABORACION HUMANA EN LA HISTORIA DE LA SALVACION

a) La persona
En este tiempo de Adviento y, principalmente, en este domingo y en el que viene, cuando la Iglesia nos quiere presentar la figura providencial, maravillosa, de Juan Bautista.
- Anunciado por los profetas
Había sido anunciado por los profetas un heraldo, un ángel que iría anunciando delante de la venida de Cristo, que ya se acercaban los tiempos. Algunos lo confundieron con Elías que había sido arrebatado a los cielos y se creía que iba a venir a anunciar la venida de Dios al mundo.
Pero Cristo interpreta esa tradición y dice: "Elías ya vino" y se refiere a Juan Bautista.
Las lecturas de hoy interpretan ese personaje misterioso de la tradición judía encarnado en Juan el Bautista. Juan es la figura central del Adviento porque él es el ángel, el Precursor, el que va anunciando que Jesús ha venido ya.
b) La misión
El evangelio de hoy de San Lucas -que será el evangelio de todo el año identifica aquella voz que anunció Isaías: "Recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad su senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torció se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios".
- Conversión bautismo
Era la voz de la esperanza pero poniendo condiciones para ese encuentro con Dios, de las cuales vamos hablar más explícitamente el próximo domingo pero ya hoy se insinúan en la predicación y en el bautismo de Juan: "Conviértanse, bautícense". El bautismo era un rito de penitencia. Todo hombre que reconocía sus pecados iba a purificarse, a manifestar de alguna manera su deseo de limpieza espiritual: no más manchas, no más inmundicias morales en el corazón; y así se convertían. Y sólo los que se convierten, verán; el Señor retorna a su pueblo.
c) La comunidad cristiana, contiene la obra del Precursor
De allí que ahora nos interesa que la misión de Juan Bautista se haga presente aquí en El Salvador. Y se hace presente, porque lo hermoso de la liturgia de esta mañana es que nosotros, la comunidad cristiana, somos esa misión profética de Dios anunciando la salvación del Pueblo.
- Pueblo y Pueblo de Dios
Yo quiero insistir, queridos hermanos, en una distinción que debe de estar en nuestro tiempo muy bien clarificada: No es lo mismo decir el pueblo, que decir el Pueblo de Dios. ¿Qué diferencia hay? El pueblo es todo lo que habita la Patria. Todo ese es el pueblo salvadoreño, incluyendo los que no creen, los indiferentes. Todos aquellos, crean o no crean, son el pueblo. Pero cuando decimos el Pueblo de Dios, queremos decir la comunidad cristiana; entre los salvadoreños, aquellos que han recibido el mensaje de Cristo, que se han convertido, y para manifestar esa conversión se han bautizado y están preparando -como decía Juan Bautista- "un pueblo perfecto para la venida del Señor". De allí que el pueblo de Dios es una selección.
No lo decimos con orgullo, ni soberbia porque, talvez, nosotros no somos el Pueblo de Dios cuando no estamos convertidos de verdad. Pueblo de Dios también es, aún fuera de las fronteras de la Iglesia, todos aquellos que no han conocido a Cristo pero han puesto en Dios su esperanza y su confianza. Por eso podemos decir: "no están todos los que son, ni son todos los que están".
- Colaboradores en la obra del Evangelio
De allí la necesidad de que nosotros, en esta mañana, si de veras sentimos que Dios quiere hacer la historia de la salvación con los hombres y mujeres que crean en él y que formen con él la comunidad de amor -como la llama San Pablo hoy-; tenemos que buscar en nosotros la identificación del Precursor, de Juan Bautista, y que San Pablo, en su epístola de esta mañana a los Filipenses, les dice: "Uds. han sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy. "Estos son la comunidad que salva al pueblo: los que han colaborado en la evangelización.
- Que vuestra comunidad de amor crezca
"Testigo me es Dios… Y esta es mi oración -dice San Pablo-: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. "Me alegro mucho de poder decir esta distinción para poder reclamar a todos aquellos que quieren sentir el inmenso honor de llamarse Iglesia, comunidad cristiana, que no basta el título ni la apariencia de reunirse en torno de la Biblia. Que lo que Dios nos pide es algo más profundo: es sentimientos de precursor, conversión de Juan Bautista, identidad de un hombre que en medio de imperios y de reinos, y de sistemas políticos, se mantiene auténticamente el misionero de Cristo.
¡Y vaya si en los tiempos de Juan Bautista no había una gran maraña política! Había grupos políticos como los hay hoy. Había quienes estaban a favor del imperio, quienes estaban contra el imperio; y en la facción de la oposición del imperio había diversos partidos, lo que llamaríamos hoy también, organizaciones políticas populares. Había también brazos armados de esas organizaciones. La historia del tiempo de Jesús es maravillosamente igual a nuestro tiempo. Y Juan Bautista no se hace facción, sino que se hace heraldo del Rey.
A todos -como lo vamos a ver el próximo domingo dirá una palabra de salvación. No hay exclusivismos en su corazón, a todos los llama el Señor para formar su pueblo. Pero, sí, también, es valiente para rechazar aunque se llame rey a aquel que está cometiendo pecado. Y, precisamente, por llamarle la atención a Herodes paga con su cabeza la valentía de reclamar el pecado al mismo rey, pero Juan no se identificó con ninguna facción.
- Como Juan Bautista en su marco histórico-político la comunidad cristiana ilumina con su amor a los pueblos y comunica la salvación, la conversión, el bautismo… sin identificarse sino salvando… trascendiendo desde adentro…
La comunidad cristiana tiene que ser la que crezca en el amor, en la fe, en la palabra de Dios. El Pueblo de Dios tiene que ser en sus comunidades la expresión de este amor que salva. La comunidad está salvando hoy a la Patria en la medida en que es verdadera comunidad cristiana.
Queridos hermanos, queridos sacerdotes, queridos agentes de pastoral, queridas religiosas que trabajan en la pastoral, queridos catequistas, celebradores de la Palabra, ¡cuánta gente trabajando en la Pastoral! ¡Bendito sea Dios! Pero tengamos en cuenta de hacer de verdad la Iglesia; que sea Precursor del Señor, sea de verdad. Que nuestro trabajo de Iglesia se identifica tan íntimamente con Cristo que su amor es el amor de la comunidad, que su iluminación es la iluminación de la comunidad, que pensamos como Cristo piensa y buscamos la liberación de nuestro pueblo desde esa perspectiva: de la historia de la salvación que debe de iluminar todas las salvaciones en la historia.
No hay más que una historia de la salvación y desde ella iluminaremos las salvaciones, las liberaciones, las reivindicaciones de todos los hombres; que serán auténticas en la medida en que se identifiquen o que aspiren, que se orienten a la salvación en Cristo. Y serán espúreas, serán falsas, en la medida que se alejan de los sentimientos de Cristo. Y se alejan de Cristo por el odio, por la venganza, por las parcializaciones, por los radicalismos. No pueden ser salvaciones de Cristo más que aquellas que buscan en la fuerza del Señor la salvación, el bien común del pueblo, y no el bien de una facción popular nada más.
Como Juan Bautista, en el marco político histórico la Iglesia tiene que ser el clamor del Señor, la voz que clama siempre en el desierto: "Preparad los caminos del Señor!" Un llamamiento a todos los corazones para que de veras busquen el encuentro que nos hará felices ya en esta tierra.
Porque quiero también subrayar esto, queridos hermanos: en la medida en que nosotros buscamos esta historia de salvación, estamos siendo también encarnados en la historia de nuestro pueblo.
Se quiere pensar muchas veces que ya ese sentido religioso de la comunidad cristiana nos aleja, nos aliena -como se dice hoy- de las realidades de la tierra. Pero estamos, cabalmente, enseñando esta mañana que Dios quiere salvar en la historia y que cuanto más historia de El Salvador sea la nuestra, más estará Cristo en nuestras propias entrañas. No necesitamos, pues, importar a El Salvador, imperialismos de ninguna clase. Aquí está en nuestro pueblo la salvación de Dios, aquí esta Cristo, es salvadoreño, es historia de nuestro pueblo. Y los que comprendan mejor esta historia comprenderán mejor como quiere Dios liberar y salvar a este pueblo de El Salvador. No tenemos que aprender de otras partes lo que ya tenemos aquí por nuestra fe en nuestro propio pueblo.
 

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