Miércoles 20 de Enero de 2010. 2ª semana del tiempo Ordinario. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. (Ciclo C), Feria. 2ª semana del Salterio. MEMORIA LIBRE DE: SANTOS FRUCTUOSO, EULOGIO Y AUGURIO, mártires, o SAN FABIÁN, papa y mártir, SAN SEBASTIAN, mártir, memoria libre.
LITURGIA DE LA PALABRA.
1Sm 17, 32--51: “Venció David al filisteo con la honda y una piedra”
Salmo143 : “Bendito el Señor, mi Roca”
Mc 3, 1-6: “¿Qué está permitido en sábado?”
Jesús está a punto de realizar una obra de vida y de justicia, en un día neurálgico para la religiosidad adormecida y fanática de algunos grupos judíos. Lo más contradictorio, es que el bien que piensa hacer Jesús, es la prueba que esperan tener los Maestros de la Ley y los Fariseos, para acusarlo y eliminarlo. A pesar de las consecuencias de muerte que acarrea su acción, Jesús no se detiene en su camino de servicio a la humanidad. Jesús quiere liberar la conciencia de la gente de los esquemas inhumanos y viciados de la estructura legalista. Jesús, en cada acción liberadora que comúnmente llamamos milagro, busca por todos los medios hacer un proceso de transformación de la conciencia humana, donde pueda discernir entre un proyecto de muerte orientado por la absolutización de la ley, y un proyecto de vida, de inclusión, de verdad, de respeto solidario, que ofrece el Espíritu a aquellos que se comprometen con la vivencia del Reinado de Dios.
Nuestro compromiso al asumir con radicalidad la vivencia cristiana, es colocarnos del lado de la vida y tomar opción por ella, en especial cuando la misma vida se encuentra amenazada por cualquier estructura.
PRIMERA LECTURA.
1Samuel 17, 32--51
Venció David al filisteo con la honda y una piedra
En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo: "Majestad, no os desaniméis. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo". Pero Saúl le contestó: "No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo". David replicó: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras oso, me librará de las manos de este filisteo". Entonces Saúl le dijo: "Anda con Dios".
Agarró la cayada, escogió cinco cantos de arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo. Este, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le gritó: "¿Soy yo un perro, para que vengas a mi con un palo?" Luego maldijo a David, invocando a sus dioses, y le dijo: "Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo".
Pero David le contestó: "Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y las fieras de la tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor y él os entregará en nuestro poder.
Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección a David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección al filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra, disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y cayó de bruces en tierra. Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada. David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 143
R/.Bendito el Señor, mi Roca.
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea. R.
Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. R.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas; para ti, que das la victoria a los reyes y salvas a David, tu siervo. Defiéndeme de la espada cruel. R.
SEGUNDA LECTURA.
SANTO EVANGELIO.
Marcos 3, 1-6
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
En aquel tiempo entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: "Levántate y ponte ahí en medio". Y a ellos les preguntó: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: "Extiende el brazo". Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA.
1Sm 17, 32--51: “Venció David al filisteo con la honda y una piedra”
Salmo143 : “Bendito el Señor, mi Roca”
Mc 3, 1-6: “¿Qué está permitido en sábado?”
Jesús está a punto de realizar una obra de vida y de justicia, en un día neurálgico para la religiosidad adormecida y fanática de algunos grupos judíos. Lo más contradictorio, es que el bien que piensa hacer Jesús, es la prueba que esperan tener los Maestros de la Ley y los Fariseos, para acusarlo y eliminarlo. A pesar de las consecuencias de muerte que acarrea su acción, Jesús no se detiene en su camino de servicio a la humanidad. Jesús quiere liberar la conciencia de la gente de los esquemas inhumanos y viciados de la estructura legalista. Jesús, en cada acción liberadora que comúnmente llamamos milagro, busca por todos los medios hacer un proceso de transformación de la conciencia humana, donde pueda discernir entre un proyecto de muerte orientado por la absolutización de la ley, y un proyecto de vida, de inclusión, de verdad, de respeto solidario, que ofrece el Espíritu a aquellos que se comprometen con la vivencia del Reinado de Dios.
Nuestro compromiso al asumir con radicalidad la vivencia cristiana, es colocarnos del lado de la vida y tomar opción por ella, en especial cuando la misma vida se encuentra amenazada por cualquier estructura.
PRIMERA LECTURA.
1Samuel 17, 32--51
Venció David al filisteo con la honda y una piedra
En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo: "Majestad, no os desaniméis. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo". Pero Saúl le contestó: "No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo". David replicó: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras oso, me librará de las manos de este filisteo". Entonces Saúl le dijo: "Anda con Dios".
Agarró la cayada, escogió cinco cantos de arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo. Este, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le gritó: "¿Soy yo un perro, para que vengas a mi con un palo?" Luego maldijo a David, invocando a sus dioses, y le dijo: "Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo".
Pero David le contestó: "Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y las fieras de la tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor y él os entregará en nuestro poder.
Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección a David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección al filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra, disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y cayó de bruces en tierra. Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada. David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 143
R/.Bendito el Señor, mi Roca.
Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea. R.
Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. R.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas; para ti, que das la victoria a los reyes y salvas a David, tu siervo. Defiéndeme de la espada cruel. R.
SEGUNDA LECTURA.
SANTO EVANGELIO.
Marcos 3, 1-6
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
En aquel tiempo entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: "Levántate y ponte ahí en medio". Y a ellos les preguntó: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: "Extiende el brazo". Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Palabra del Señor.
Comentario de la Primera lectura: 1 Samuel 17,32-33.37.40-51
El choque entre los que se desafían es interpretado como una confrontación entre el Dios vivo y los dioses impotentes, de suerte que se pueda reconocer con claridad la presencia activa de Dios e invitar a todos al reconocimiento de su esplendor. La perícopa pone de relieve tres elementos: la fe de David, que hace frente a una situación ignominiosa para el pueblo y para la fe en Dios; la impotencia del muchacho, pero también su fe en la Providencia (experimentada ya en muchas ocasiones); el contenido religioso del desafío que se basa en la confrontación entre los dioses y el único Dios verdadero. De este modo, aparece con toda nitidez que una fe auténtica puede hacer frente y solucionar las dificultades más erizadas.
Comentario del salmo 143
La asamblea de Israel entona, agradecida, este himno de acción de gracias a Yavé Él es Rey, y despliega su poder regio sobre su pueblo con la característica de un doble sello identificador: amor y fidelidad. Por eso Israel canta a Yavé, su Rey; se siente amado, protegido y, sobre todo, acompañado en su historia y su caminar. Es consciente de que su experiencia es única; no hay pueblo de la tierra que pueda ensalzar a sus dioses con la fuerza de su propia historia, Israel sí. «Yo te ensalzo, Dios mío, mi Rey, y bendigo tu nombre por siempre jamás. Todos los días te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás... Hablarán del poder de tus terrores, y yo cantaré tu grandeza. Difundirán la memoria de tu inmensa bondad, y aclamarán tu justicia».
La belleza del salmo se asemeja al estruendo solemne provocado por un río que desciende impetuoso por entre las rocas de las montañas. Da la impresión de que Israel clama amorosamente con los mismos gritos con que la naturaleza alaba al Creador. Todo el salmo es una exultación ante las obras de Dios. De hecho, la narración de las maravillosas obras de Yavé se repiten en el himno como si fuese un estribillo: «Una generación pregona tus obras a la otra, proclamando tus hazañas... Que todas tus obras te den gracias, Señor, y que te bendigan tus fieles... El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus obras».
En pleno delirio poético, cuando la aclamación de las obras de Yavé parece que ha alcanzado su culmen, de pronto nos parece ver al salmista como recogido sobre sí mismo y, balbuciendo algo así como un susurro, nos comunica atónito la obra cumbre de Dios: su relación de amor con el hombre-mujer, salidos de sus manos. Si Yavé es bondadoso en y con todas sus obras, su amor se convierte en presencia y cercanía con todo hombre que le invoca, que se acoge a Él en el dolor. Yavé es rey, es creador, y —de ahí viene el asombro del salmista— es también oído abierto que escucha el clamor del hombre: «El Señor es justo en todos sus caminos, y fiel en todas sus obras. El está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan sinceramente».
¿Por qué el salmista puede escribir algo tan bello y profundo? Más aún, ¿cómo es que el pueblo se apropia de la oración poética del autor y hace resonar sus voces llenando el templo de música, fiesta y bendición? Israel puede hacerlo porque, junto a la inspiración del salmista, es testigo de una historia de salvación, de cuidados por parte de Dios; lleva en su seno unas promesas que, más allá del tiempo y del espacio, nunca han dejado de estar en el corazón de Dios. Por ello siempre las ha cumplido, aunque haya tenido que cerrar los ojos ante los pecados de su pueblo.
Lo impresionante de Dios es que no sólo cierra sus ojos ante la infidelidad de Israel, sino que anuncia su salvación y liberación. Sus ojos se recrean, se deleitan hasta el punto de llegar a exclamar: mi pueblo es precioso para mí. «Dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo» (Is 43,4).
Preciosos a los ojos de Dios somos todos los hombres; a fin de cuentas, todos somos obra de sus manos. Preciosos hasta el punto de enviar a su Hijo al mundo, quien se hizo uno como nosotros.
Recordemos aquel día en que los ojos de Jesús se posaron sobre la muchedumbre que había acudido a escucharle. Sintió un doble movimiento en su alma. Por una parte vio que, como ya habían anunciado los profetas, todos los hombres y mujeres eran preciosos a sus ojos; por otra, la tristeza profunda al verlos abatidos y quebrantados como ovejas que no tienen pastor: «Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36).
Ante esta dramática escena, se dijo a sí mismo: yo seré su Pastor, yo los rescataré de su abatimiento, del sin sentido de sus vidas. Sí, yo daré mi vida por ellos; han nacido de las manos de mi Padre para tener vida eterna y no lo saben. Daré mi sangre para que la posean en propiedad, ya que todos ellos son preciosos a mis ojos y a los ojos de mi Padre. «El ladrón no viene más que a robar matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,10-1 1).
Jesucristo es la piedra angular anunciada por los profetas. Piedra sistemáticamente rechazada por el mundo pero sumamente preciosa a los ojos de Dios, su Padre. Inestimable como es a los ojos de su Padre, hace de sus discípulos piedras, también rechazadas por el mal del mundo pero sumamente apreciables a los ojos de Dios. Así lo anuncia gozosamente el apóstol Pablo a los cristianos: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales a Dios por mediación de Jesucristo» (1Pe 2,4-5).
Comentario del Santo Evangelio: Marcos 3,1-6
Se nos da a conocer en este texto la quinta y última controversia de Jesús con sus adversarios. El clima ha degenerado: el Maestro parece indignado y amargado; sus interlocutores se muestran obstinados y rencorosos, hasta proyectar la eliminación física de su adversario.
Por una parte, Jesús lleva a cabo con una fidelidad extrema su ministerio profético, haciendo frente de manera valiente a la situación (vuelve a entrar en la sinagoga, pone al enfermo en el centro de la sala, continúa proponiendo una institución sabática que esté al servicio del hombre); por otra, se rechaza toda incitación a reconsiderar su figura y a plantear la posibilidad de la autenticidad de su mensaje. El drama vivido en esta ocasión se repetirá más veces hasta el final. Hacer bien al hombre le cuesta a Dios la eliminación de su propio Hijo.
La Palabra de Dios nos habla hoy de victoria: la victoria de David sobre el filisteo; la de Jesús sobre la parálisis del hombre y sobre la interpretación opresiva de la Ley por parte de los fariseos. La victoria es el desenlace positivo de una lucha: en los episodios que nos ha presentado la Escritura podemos leer nuestras experiencias personales de lucha.
Es posible que en alguna ocasión nos hayamos encontrado en situaciones que hemos sentido como superiores a nosotros; tal vez, hemos sentido que nos encontrábamos en dificultades que se presentaban como superiores a nuestras fuerzas, frente a las que considerábamos inadecuados los medios que estaban a nuestra disposición. O bien nos hemos sentido en alguna ocasión bloqueados, incapaces de actuar, condenados a la impotencia, reducidos a objetos de la fría conmiseración de los otros.
La Palabra del Señor nos alcanza, precisamente, en situaciones de este tipo y nos invita a atrevemos a lo que a nosotros nos parece imposible: a atrevemos en el nombre del Señor, esto es, contando con su fuerza, con la capacidad que él nos comunica con su Espíritu. Es preciso que nos expongamos tal como somos, con nuestros escasos medios, con nuestros límites, con nuestras parálisis; es preciso que entremos en juego sin esperar ser idóneos para hacerlo. Y pase lo que pase.
Y contra toda previsión razonable, la lucha se convierte en victoria, una victoria que, para nosotros —y tal vez también para los que tenemos cerca—, tiene la forma de la liberación de las presuntas o reales esclavitudes interiores.
Comentario del Santo Evangelio: Marcos 3,1-6, para nuestros Mayores. Curación de un minusválido en sábado.
El gran “pecado” de Jesús. El evangelista sigue ofreciendo la polémica entre Jesús y los fariseos sobre el descanso sabático, como lo había hecho anteriormente sobre el ayuno. Ahora echan en cara a Jesús que “ejerza la medicina” en sábado y, además, en una celebración cultual, en la sinagoga. El ejercicio de la medicina estaba prohibido en sábado a no ser en grave peligro de muerte; en cambio, no tienen escrúpulo en rescatar a una oveja que cae en una zanja (Mt 12,11).
En este caso se trata de un enfermo crónico, cuya curación no es urgente. El problema que subyace es la relación entre la novedad del Evangelio y las viejas instituciones acordes Moisé. Algo que se va poniendo de relieve en las sucesivas discusiones de estos últimos días. Primero fue el gesto de perdonar los pecados al paralítico; después el contacto con los pecadores como el publicano Leví; más tarde la cuestión del ayuno; ayer y hoy, la del sábado.
Toda esta serie de polémicas reflejan también los conflictos de la joven Iglesia con la vieja sinagoga respecto de las mismas cuestiones. Se ventila la vigencia o caducidad (que no desaparición, ya que la Una soporta a la Otra y la otra soporta a la Una) de la ley de Moisés como mediación para la salvación humana. El evangelista, con estos relatos, legitima la actitud de las comunidades cristianas, que se liberan de la primacía de las instituciones y leyes del judaísmo sin olvidar que estamos hablando del mismo Dios de A.T. y del N.T, (“no he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud: Dice Jesús) como tantas veces denuncia Pablo en sus cartas, en que se reflejan sus duros enfrentamientos con los judíos, partidarios de aplicar la ley mosaica a los paganos convertidos a Cristo. Para los fariseos, lo obvio era que el enfermo sufriera las consecuencias del descanso sabático, que no sufriera quebranto la gloria de Dios. Jesús, en cambio, considera que la mejor forma de glorificar a Dios es la ayuda a sus hijos, sobre todo si están en aprietos. Por eso no duda de que la mejor forma de ser fiel al sábado es liberar al paralítico. ¿No es liberar a un desgraciado de las cadenas del mal la mejor forma de celebrar el aniversario de la liberación de Egipto?
Libertad ante la ley. El evangelista quiere demostrar que el mensaje de Jesús va ante todo dirigido al hombre y a la solución de los problemas humanos, más que a la salvaguarda de unas normas y unas estructuras determinadas. Por eso enfrenta abiertamente el modo de actuar de Jesús con las exigencias de la ley “santa e inamovible del sábado”, sin olvidar que en el fondo de la polémica está como móvil primero la envidia y la rabia contra el rabí de Nazaret, cuya vida y mensaje liberador les incomoda y les roba la clientela: “Estaban al acecho para ver si curaba en sábado”. De hecho, después del gesto liberador, planean la forma de desentenderse de él. Son los turbios manejos de los fariseos de siempre, que disfrazan sus envidias y celos bajo la piel de cordero del celo por la ortodoxia dogmática o litúrgica.
Jesús denuncia la inhumanidad de la ley, entendida como lo hacen los fariseos. Con su conducta y enseñanza rompe con la estructura que le impide llegar al hombre. Éste es uno de los rasgos del auténtico cristianismo. Además, en el trasfondo de la mentalidad de los escribas y fariseos hay un error teológico: lo que se le da al hombre se le quita a Dios. ¿Por qué ha de robar Jesús tiempo de culto a Dios para dedicarlo a curar a este hombre de brazo paralizado distorsionando la celebración? El templo y el sábado son para Dios, .y basta. Ya tenemos el otro tiempo, el tiempo profano, para dedicárselo a los demás. Es la religión verticalista y poco horizontal.
El culto más grato. Es célebre la afirmación de san Ireneo: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, como la gloria de los padres es contemplar a sus hijos robustos y felices. La rehabilitación del hombre es el mejor culto a Dios. No es el hombre para el culto, sino el culto para el hombre, para que se libere y crezca como persona.
Jesús censura al sacerdote y al levita, muy rezadores, pero poco compasivos (Lc 10,25-37). “Si al presentar tu ofrenda, te das cuenta de que el hermano tiene algo contra ti, vete a reconciliarte con él primero, y luego vienes a dar culto a Dios” (Mt 5,23-24). La reconciliación es la mejor ofrenda; sin ella, las demás son hipócritas.
Jesús normaliza el culto: No considera profano dejar de cantar salmos para atender al necesitado. Convierte el tiempo y el lugar sagrado, reservado celosamente para Dios, en tiempo y lugar para liberar al hombre, como la mejor de las liturgias. ¿Qué más quieren los padres que, en las reuniones familiares los hijos se ayuden, aunque no fijen la atención en ellos? Para eso los reúnen y no sólo para tenerlos a su lado.
Decía san Vicente de Paúl: “Si estáis atendiendo a un enfermo y os llaman para la oración, no dejéis a Dios por Dios, porque entonces quiere ser servido en el enfermo en el que está encarnado”. De poco sirven unas celebraciones monacales si no hay calor fraterno. Una Eucaristía es verdadera cuando salen todos más cordiales y decididos a vivir la fraternidad. Así eran las de los primeros cristianos: “Partían el pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría” (Hch 2,46-47). La calidad y calidez de nuestras eucaristías es hoy todo un reto para la Iglesia.
Comentario del Santo Evangelio: (Mc 3,1-6), de Joven para Joven. El hombre, en el centro.
Estamos en la sinagoga de Cafarnaún, lugar de oración y también de encuentro y de debates teológicos. La relación con Jesús ya está estropeada por parte de algunos que se relacionan con él de una manera polémica. Falta la serenidad de la relación, la docilidad de la escucha, la obediencia de la fe. El fragmento se resiente desde el comienzo de esta fuerte desavenencia y hace respirar al lector el aire contaminado de la disputa hostil.
Está presente un hombre con una mano atrofiada. Algunos, no bien identificados, aunque, a buen seguro, hostiles a Jesús, «le estaban espiando para ver si lo curaba en sábado y tener así un motivo para acusarle» (v. 2). Se trata de personas prevenidas, prisioneras de las sospechas y envenenadas por los resentimientos. Les falta la libertad de una relación serena, de una escucha virgen de la realidad. Jesús sale enseguida al descubierto, toma la iniciativa y ordena al enfermo que se ponga en medio. La posición espacial remite metafóricamente a la espiritual: el ser humano debe estar en el centro, siempre.
La polémica, que podía permanecer en el ámbito del pensamiento y de las sospechas, sale a la luz. La pregunta de Jesús (v. 4) sirve para plantear el problema de manera correcta y para situar el centro de gravedad de la discusión. Para sus adversarios, el dilema se situaba en la licitud o ilicitud de la curación en sábado. La alternativa —sugiere Jesús, en cambio— no se sitúa entre realizar o no una acción (perspectiva de los adversarios de Jesús), sino entre realizar el bien o el mal, idea reformulada con esta expresión: salvar una vida o destruirla. La pregunta encuentra como respuesta sólo un silencio hostil (v. 5). Los adversarios de Jesús no quieren responder porque, si lo hicieran, deberían orientarse sin sombra de duda hacia el bien, que equivale, en este caso, a salvar la vida. Entrarían en contradicción consigo mismos y se verían obligados a darle la razón a Jesús. Mejor, por consiguiente, guardar silencio.
Marcos estampa la imagen de los adversarios de Jesús en la descripción, extrañamente detallada, de los sentimientos de éste: «Mirándoles con indignación y apenado por la dureza de su corazón» (v. 5). La indignación expresa un contraste clamoroso en la relación entre Jesús y los otros: no tienen nada en común. La tristeza envuelve a Jesús por dentro al ver el efecto devastador de una soberbia obstinación en las personas que no se abren a la evidencia de la realidad porque están mezquinamente empeñadas en aprisionar todo y a todos en sus mortificantes esquemas.
Jesús pasa a la acción y cura al enfermo, mostrando la prioridad del bien y de la salvación de la vida sobre los rígidos esquemas del descanso sabático. Aparentemente, Jesús ha infringido la ley, al contravenir el descanso del sábado. Lo que hace en realidad es ayudar a comprender el espíritu de la ley, a considerarla en su interior y a extraer las debidas aplicaciones. La gloria de Dios —fin último de la observancia de la ley— no entra en competición con el bien del hombre. Colocar al ser humano en el centro del interés significa reconocerle la altísima dignidad de la que ha sido revestido por Dios. Y Dios se siente glorificado cuando se le restituyen al hombre la dignidad y la salud, cuando se le dan amor y futuro. Es el sábado de Dios puesto al servicio del hombre.
La reacción de sus adversarios es brutal, incluso homicida, porque deciden eliminar al incómodo Maestro de Nazaret que altera el orden constituido (v. 6). Para crear esta «asociación para delinquir» inventan nuevas y heterogéneas alianzas, confabulándose los fariseos con los herodianos. Se trata de dos grupos radicalmente distintos por sus planteamientos políticos y su sensibilidad religiosa, dos grupos antagonistas, coaligados, sin embargo, para hacer frente al enemigo común: Jesús. Paradójicamente, el que hace reflorecer la vida en el hombre enfermo debe ser quitado de en medio. Se perfila el drama de la Pasión, aunque una íntima convicción deja ver que el mal no tendrá la última palabra y al final surgirá el canto de victoria de la vida, anticipado ahora con la curación del enfermo.
Cuore matto (corazón loco) era el título de una simpática canción italiana que estuvo de moda hace algunos años. Podría convertirse en el estribillo que fotografía la situación de los adversarios de Jesús y, tal vez, de algunos de nuestros comportamientos. Atentos a la escrupulosa observancia exterior, no caemos en la cuenta de que decapitamos la ley, envileciéndola en su función. La norma, la regla, el código, están en función del crecimiento armónico del ser humano y son una guía, no un fin. Ponerlos en el centro equivale a esclavizar al hombre, despojándole del papel principal que le compete. La ley, precisamente porque no es un absoluto, hay que situarla en la historia, que es el marco en el que vivimos.
Para evitar vernos enredados por lo que es exterior, debemos sentirnos protagonistas y, humildemente, en el centro. Debe estar implicada toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, corazón, sentidos externos e internos. La ley sólo ilumina y orienta si interactúa con toda la persona.
En algunos casos, la ley se convierte en un pretexto o en una cómoda mampara para ocultar sentimientos contaminados que crecen en nuestro corazón. Es preciso ser sinceros con nosotros mismos para distinguir bien si estamos dando valor a la norma o si nos estamos sirviendo de ella para nuestras segundas intenciones. Se trata de mecanismos subterráneos, que no siempre conseguimos ver y descifrar.
Debemos «caldear» la ley y vivirla como pálpito de amor. Jesús es médico y ama la vida; es el esposo que desea el florecimiento total de la esposa. La libera del mal, de todo mal. Nos repite: «Extiende la mano, confíate a mí, yo soy tu salvador y el que te cura».
Elevación Espiritual para este día.
Te muestro un camino espiritual que no necesita fatiga o lucha del cuerpo, aunque exige fatiga del alma, atención del intelecto y pensamiento vigilante, y se sirve del auxilio del temor y del amor de Dios. Con este método podrás poner en fuga fácilmente a toda la falange de los enemigos, como el bienaventurado David —uno solo— mató al gigante de los filisteos mediante la fe y la confianza en Dios.
Si quieres conseguir la victoria y poner en fuga fácilmente a la falange de los filisteos espirituales, entra en ti mismo mediante la oración y la sinergia de Dios, sumérgete en las profundidades del corazón, localiza a estos tres poderosos gigantes del diablo, a saber: el olvido, el descuido y la ignorancia, apoyo de los filisteos espirituales.
Reflexión Espiritual para el día.
En mi clase —cuenta en una carta su autora es Rose, una muchacha ugandesa de diecinueve años, estudiante de uno escuela media superior— se sentaban conmigo en el mismo banco cinco muchachas baganda (la tribu más importante del sur del país, situada en la región de Kampala). Un día decidieron echarme. Llamaron a sus amigas boganda y ocuparon mi sitio. Cuando llegué, empezaron a insultarme diciendo que era buciga y que todos los buciga, los batolo y los balongo (todas ellas tribus del norte) debían volverse a su tierra. Entonces intervino una muchacha del norte: «Si es así, ¿cómo es posible que estemos en el poder? ¿No veis que no habéis conseguido ni siquiera gobernar vuestro propio territorio? Salvo prueba en contrario, el presidente no es baganda» (Obote, que gobernaba por entonces en Uganda, pertenecía, en efecto, a la tribu de los longo, tribu del norte).
Inmediatamente después —prosigue el relato de Rose—, se produjo una agitación en la clase. La muchacho del norte estaba decidido a llegar o las monos y me invitó a que lo acompañara. « ¡Vamos a pegarles!», me dijo. Yo la retuve. «No, no debemos comportarnos como ellas. “Perdónales, porque no saben lo que hacen”. ¿Acaso somos diferentes nosotras de ellas? ¿Es posible que alguna tenga tres ojos y las otras dos? ¿Acaso no somos hijas del mismo Creador?». La invité a que rezara conmigo, a fin de que el Señor cambiara sus corazones. Pasado este episodio, busqué otro sitio, pero después me pregunté: « ¿Por qué no escapó Jesucristo cuando fue insultado por la gente, sino que se quedó con ellos? Yo, sin embargo, estoy huyendo de estas muchachas porque me insultan. ¿Cómo podrán darse cuenta de que las quiero bien?».
Regresé y volví a sentarme detrás de ellas. Dirigí una plegaria en silencio a María y también las muchachas permanecieron tranquilas. Durante el recreo, intenté saludar y hablar con una de ellas. Cuando llegué a casa, le pedí a la Virgen María que cambiara el corazón de mis condiscípulos. Al volver a la escuela, una de ellas, llamada Ángela, se levantó y me preguntó:
« ¿Cómo estás, Rose?». Respondí a su saludo de manera cordial. Las otras estudiantes se quedaron estupefactas al ver que Ángela me saludaba, y me dijeron: «Es posible que esa muchacha quiera darte veneno. No vayas con ella». Yo recé con el corazón y empecé a conversar y a jugar con ellas. Una muchacha se les acercó y dijo: «Por qué jugáis con ella? ¿No sabéis que es una guerrillero?». Yo le respondí que todos éramos criaturas de Dios. Toda la clase se quedó sorprendida al verme jugar con ellas y vernos amigas. Si alguna trae dulces o avellanas, las comparte con las otras, y yo hago lo mismo. Cuando otras estudiantes preguntan el porqué, mis amigas responden: «Lo pasado, pasado. Rose nos ha dicho que todos somos criaturas de Dios, y es verdad» (E. Castelli, La difficile speranza, Milán 1986, pp. 49ss [edición española: Uganda: la difícil esperanza, Encuentro, Madrid 1.987]).
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 1Samuel 17, 32-35. 37. 40-51. Nuestra fuerza es el nombre del Señor.
Más que dos personajes las que se hallan enfrentadas en el combate David-Goliat son dos tesis, dos políticas; la tesis y la política de la fe contra la tesis y la política de la fuerza o técnica humana. Es significativa a este propósito la descripción que hace de Goliat 1Sam 17, 4-7: «Salió de las filas de los filisteos un hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, de Gat, de seis codos y un palmo de estatura; tenía un yelmo de bronce sobre su cabeza y estaba revestido de una coraza de escamas, siendo el peso de la coraza cinco mil siclos de bronce. Tenía en las piernas grebas de bronce y una jabalina de bronce entre los hombros. El asta de su lanza era como enjullo de tejedor y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro”.
Es decir, Goliat representa y personifica la fuerza humana, la técnica. Y nadie mejor que él para simbolizarla, porque los filisteos eran los únicos que dominaban la forja del metal y, por tanto, los únicos que fabricaban armas de este tipo.
David, en cambio, se acerca al filisteo en nombre del Señor. Saúl ordenó que vistieran a David con su propio vestido y le pusieron un casco de bronce en la cabeza, lo cubrieron con una coraza y encima le ciñeron la espada. Pero intentó caminar y no pudo, porque no estaba acostumbrado. Entonces se lo quitaron y se dirigió hacia el filisteo con su atuendo de pastor, mientras pronunciaba estas palabras: Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los Ejércitos (v. 45).
“Unos confían en sus carros, otros en sus caballos. Nosotros invocamos el nombre del Señor nuestro Dios” (Sal 20, 8). Esta política de la confianza en Dios más que en la fuerza y en los medios humanos, es uno de los temas más constantes a lo largo de la Biblia. Coincide con la doctrina de la llamada pobreza espiritual. San Pablo la da una formulación rigurosamente teológica cuando dice: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2Cor 1, 9-10).
El choque entre los que se desafían es interpretado como una confrontación entre el Dios vivo y los dioses impotentes, de suerte que se pueda reconocer con claridad la presencia activa de Dios e invitar a todos al reconocimiento de su esplendor. La perícopa pone de relieve tres elementos: la fe de David, que hace frente a una situación ignominiosa para el pueblo y para la fe en Dios; la impotencia del muchacho, pero también su fe en la Providencia (experimentada ya en muchas ocasiones); el contenido religioso del desafío que se basa en la confrontación entre los dioses y el único Dios verdadero. De este modo, aparece con toda nitidez que una fe auténtica puede hacer frente y solucionar las dificultades más erizadas.
Comentario del salmo 143
La asamblea de Israel entona, agradecida, este himno de acción de gracias a Yavé Él es Rey, y despliega su poder regio sobre su pueblo con la característica de un doble sello identificador: amor y fidelidad. Por eso Israel canta a Yavé, su Rey; se siente amado, protegido y, sobre todo, acompañado en su historia y su caminar. Es consciente de que su experiencia es única; no hay pueblo de la tierra que pueda ensalzar a sus dioses con la fuerza de su propia historia, Israel sí. «Yo te ensalzo, Dios mío, mi Rey, y bendigo tu nombre por siempre jamás. Todos los días te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás... Hablarán del poder de tus terrores, y yo cantaré tu grandeza. Difundirán la memoria de tu inmensa bondad, y aclamarán tu justicia».
La belleza del salmo se asemeja al estruendo solemne provocado por un río que desciende impetuoso por entre las rocas de las montañas. Da la impresión de que Israel clama amorosamente con los mismos gritos con que la naturaleza alaba al Creador. Todo el salmo es una exultación ante las obras de Dios. De hecho, la narración de las maravillosas obras de Yavé se repiten en el himno como si fuese un estribillo: «Una generación pregona tus obras a la otra, proclamando tus hazañas... Que todas tus obras te den gracias, Señor, y que te bendigan tus fieles... El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus obras».
En pleno delirio poético, cuando la aclamación de las obras de Yavé parece que ha alcanzado su culmen, de pronto nos parece ver al salmista como recogido sobre sí mismo y, balbuciendo algo así como un susurro, nos comunica atónito la obra cumbre de Dios: su relación de amor con el hombre-mujer, salidos de sus manos. Si Yavé es bondadoso en y con todas sus obras, su amor se convierte en presencia y cercanía con todo hombre que le invoca, que se acoge a Él en el dolor. Yavé es rey, es creador, y —de ahí viene el asombro del salmista— es también oído abierto que escucha el clamor del hombre: «El Señor es justo en todos sus caminos, y fiel en todas sus obras. El está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan sinceramente».
¿Por qué el salmista puede escribir algo tan bello y profundo? Más aún, ¿cómo es que el pueblo se apropia de la oración poética del autor y hace resonar sus voces llenando el templo de música, fiesta y bendición? Israel puede hacerlo porque, junto a la inspiración del salmista, es testigo de una historia de salvación, de cuidados por parte de Dios; lleva en su seno unas promesas que, más allá del tiempo y del espacio, nunca han dejado de estar en el corazón de Dios. Por ello siempre las ha cumplido, aunque haya tenido que cerrar los ojos ante los pecados de su pueblo.
Lo impresionante de Dios es que no sólo cierra sus ojos ante la infidelidad de Israel, sino que anuncia su salvación y liberación. Sus ojos se recrean, se deleitan hasta el punto de llegar a exclamar: mi pueblo es precioso para mí. «Dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo» (Is 43,4).
Preciosos a los ojos de Dios somos todos los hombres; a fin de cuentas, todos somos obra de sus manos. Preciosos hasta el punto de enviar a su Hijo al mundo, quien se hizo uno como nosotros.
Recordemos aquel día en que los ojos de Jesús se posaron sobre la muchedumbre que había acudido a escucharle. Sintió un doble movimiento en su alma. Por una parte vio que, como ya habían anunciado los profetas, todos los hombres y mujeres eran preciosos a sus ojos; por otra, la tristeza profunda al verlos abatidos y quebrantados como ovejas que no tienen pastor: «Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36).
Ante esta dramática escena, se dijo a sí mismo: yo seré su Pastor, yo los rescataré de su abatimiento, del sin sentido de sus vidas. Sí, yo daré mi vida por ellos; han nacido de las manos de mi Padre para tener vida eterna y no lo saben. Daré mi sangre para que la posean en propiedad, ya que todos ellos son preciosos a mis ojos y a los ojos de mi Padre. «El ladrón no viene más que a robar matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,10-1 1).
Jesucristo es la piedra angular anunciada por los profetas. Piedra sistemáticamente rechazada por el mundo pero sumamente preciosa a los ojos de Dios, su Padre. Inestimable como es a los ojos de su Padre, hace de sus discípulos piedras, también rechazadas por el mal del mundo pero sumamente apreciables a los ojos de Dios. Así lo anuncia gozosamente el apóstol Pablo a los cristianos: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales a Dios por mediación de Jesucristo» (1Pe 2,4-5).
Comentario del Santo Evangelio: Marcos 3,1-6
Se nos da a conocer en este texto la quinta y última controversia de Jesús con sus adversarios. El clima ha degenerado: el Maestro parece indignado y amargado; sus interlocutores se muestran obstinados y rencorosos, hasta proyectar la eliminación física de su adversario.
Por una parte, Jesús lleva a cabo con una fidelidad extrema su ministerio profético, haciendo frente de manera valiente a la situación (vuelve a entrar en la sinagoga, pone al enfermo en el centro de la sala, continúa proponiendo una institución sabática que esté al servicio del hombre); por otra, se rechaza toda incitación a reconsiderar su figura y a plantear la posibilidad de la autenticidad de su mensaje. El drama vivido en esta ocasión se repetirá más veces hasta el final. Hacer bien al hombre le cuesta a Dios la eliminación de su propio Hijo.
La Palabra de Dios nos habla hoy de victoria: la victoria de David sobre el filisteo; la de Jesús sobre la parálisis del hombre y sobre la interpretación opresiva de la Ley por parte de los fariseos. La victoria es el desenlace positivo de una lucha: en los episodios que nos ha presentado la Escritura podemos leer nuestras experiencias personales de lucha.
Es posible que en alguna ocasión nos hayamos encontrado en situaciones que hemos sentido como superiores a nosotros; tal vez, hemos sentido que nos encontrábamos en dificultades que se presentaban como superiores a nuestras fuerzas, frente a las que considerábamos inadecuados los medios que estaban a nuestra disposición. O bien nos hemos sentido en alguna ocasión bloqueados, incapaces de actuar, condenados a la impotencia, reducidos a objetos de la fría conmiseración de los otros.
La Palabra del Señor nos alcanza, precisamente, en situaciones de este tipo y nos invita a atrevemos a lo que a nosotros nos parece imposible: a atrevemos en el nombre del Señor, esto es, contando con su fuerza, con la capacidad que él nos comunica con su Espíritu. Es preciso que nos expongamos tal como somos, con nuestros escasos medios, con nuestros límites, con nuestras parálisis; es preciso que entremos en juego sin esperar ser idóneos para hacerlo. Y pase lo que pase.
Y contra toda previsión razonable, la lucha se convierte en victoria, una victoria que, para nosotros —y tal vez también para los que tenemos cerca—, tiene la forma de la liberación de las presuntas o reales esclavitudes interiores.
Comentario del Santo Evangelio: Marcos 3,1-6, para nuestros Mayores. Curación de un minusválido en sábado.
El gran “pecado” de Jesús. El evangelista sigue ofreciendo la polémica entre Jesús y los fariseos sobre el descanso sabático, como lo había hecho anteriormente sobre el ayuno. Ahora echan en cara a Jesús que “ejerza la medicina” en sábado y, además, en una celebración cultual, en la sinagoga. El ejercicio de la medicina estaba prohibido en sábado a no ser en grave peligro de muerte; en cambio, no tienen escrúpulo en rescatar a una oveja que cae en una zanja (Mt 12,11).
En este caso se trata de un enfermo crónico, cuya curación no es urgente. El problema que subyace es la relación entre la novedad del Evangelio y las viejas instituciones acordes Moisé. Algo que se va poniendo de relieve en las sucesivas discusiones de estos últimos días. Primero fue el gesto de perdonar los pecados al paralítico; después el contacto con los pecadores como el publicano Leví; más tarde la cuestión del ayuno; ayer y hoy, la del sábado.
Toda esta serie de polémicas reflejan también los conflictos de la joven Iglesia con la vieja sinagoga respecto de las mismas cuestiones. Se ventila la vigencia o caducidad (que no desaparición, ya que la Una soporta a la Otra y la otra soporta a la Una) de la ley de Moisés como mediación para la salvación humana. El evangelista, con estos relatos, legitima la actitud de las comunidades cristianas, que se liberan de la primacía de las instituciones y leyes del judaísmo sin olvidar que estamos hablando del mismo Dios de A.T. y del N.T, (“no he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud: Dice Jesús) como tantas veces denuncia Pablo en sus cartas, en que se reflejan sus duros enfrentamientos con los judíos, partidarios de aplicar la ley mosaica a los paganos convertidos a Cristo. Para los fariseos, lo obvio era que el enfermo sufriera las consecuencias del descanso sabático, que no sufriera quebranto la gloria de Dios. Jesús, en cambio, considera que la mejor forma de glorificar a Dios es la ayuda a sus hijos, sobre todo si están en aprietos. Por eso no duda de que la mejor forma de ser fiel al sábado es liberar al paralítico. ¿No es liberar a un desgraciado de las cadenas del mal la mejor forma de celebrar el aniversario de la liberación de Egipto?
Libertad ante la ley. El evangelista quiere demostrar que el mensaje de Jesús va ante todo dirigido al hombre y a la solución de los problemas humanos, más que a la salvaguarda de unas normas y unas estructuras determinadas. Por eso enfrenta abiertamente el modo de actuar de Jesús con las exigencias de la ley “santa e inamovible del sábado”, sin olvidar que en el fondo de la polémica está como móvil primero la envidia y la rabia contra el rabí de Nazaret, cuya vida y mensaje liberador les incomoda y les roba la clientela: “Estaban al acecho para ver si curaba en sábado”. De hecho, después del gesto liberador, planean la forma de desentenderse de él. Son los turbios manejos de los fariseos de siempre, que disfrazan sus envidias y celos bajo la piel de cordero del celo por la ortodoxia dogmática o litúrgica.
Jesús denuncia la inhumanidad de la ley, entendida como lo hacen los fariseos. Con su conducta y enseñanza rompe con la estructura que le impide llegar al hombre. Éste es uno de los rasgos del auténtico cristianismo. Además, en el trasfondo de la mentalidad de los escribas y fariseos hay un error teológico: lo que se le da al hombre se le quita a Dios. ¿Por qué ha de robar Jesús tiempo de culto a Dios para dedicarlo a curar a este hombre de brazo paralizado distorsionando la celebración? El templo y el sábado son para Dios, .y basta. Ya tenemos el otro tiempo, el tiempo profano, para dedicárselo a los demás. Es la religión verticalista y poco horizontal.
El culto más grato. Es célebre la afirmación de san Ireneo: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, como la gloria de los padres es contemplar a sus hijos robustos y felices. La rehabilitación del hombre es el mejor culto a Dios. No es el hombre para el culto, sino el culto para el hombre, para que se libere y crezca como persona.
Jesús censura al sacerdote y al levita, muy rezadores, pero poco compasivos (Lc 10,25-37). “Si al presentar tu ofrenda, te das cuenta de que el hermano tiene algo contra ti, vete a reconciliarte con él primero, y luego vienes a dar culto a Dios” (Mt 5,23-24). La reconciliación es la mejor ofrenda; sin ella, las demás son hipócritas.
Jesús normaliza el culto: No considera profano dejar de cantar salmos para atender al necesitado. Convierte el tiempo y el lugar sagrado, reservado celosamente para Dios, en tiempo y lugar para liberar al hombre, como la mejor de las liturgias. ¿Qué más quieren los padres que, en las reuniones familiares los hijos se ayuden, aunque no fijen la atención en ellos? Para eso los reúnen y no sólo para tenerlos a su lado.
Decía san Vicente de Paúl: “Si estáis atendiendo a un enfermo y os llaman para la oración, no dejéis a Dios por Dios, porque entonces quiere ser servido en el enfermo en el que está encarnado”. De poco sirven unas celebraciones monacales si no hay calor fraterno. Una Eucaristía es verdadera cuando salen todos más cordiales y decididos a vivir la fraternidad. Así eran las de los primeros cristianos: “Partían el pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría” (Hch 2,46-47). La calidad y calidez de nuestras eucaristías es hoy todo un reto para la Iglesia.
Comentario del Santo Evangelio: (Mc 3,1-6), de Joven para Joven. El hombre, en el centro.
Estamos en la sinagoga de Cafarnaún, lugar de oración y también de encuentro y de debates teológicos. La relación con Jesús ya está estropeada por parte de algunos que se relacionan con él de una manera polémica. Falta la serenidad de la relación, la docilidad de la escucha, la obediencia de la fe. El fragmento se resiente desde el comienzo de esta fuerte desavenencia y hace respirar al lector el aire contaminado de la disputa hostil.
Está presente un hombre con una mano atrofiada. Algunos, no bien identificados, aunque, a buen seguro, hostiles a Jesús, «le estaban espiando para ver si lo curaba en sábado y tener así un motivo para acusarle» (v. 2). Se trata de personas prevenidas, prisioneras de las sospechas y envenenadas por los resentimientos. Les falta la libertad de una relación serena, de una escucha virgen de la realidad. Jesús sale enseguida al descubierto, toma la iniciativa y ordena al enfermo que se ponga en medio. La posición espacial remite metafóricamente a la espiritual: el ser humano debe estar en el centro, siempre.
La polémica, que podía permanecer en el ámbito del pensamiento y de las sospechas, sale a la luz. La pregunta de Jesús (v. 4) sirve para plantear el problema de manera correcta y para situar el centro de gravedad de la discusión. Para sus adversarios, el dilema se situaba en la licitud o ilicitud de la curación en sábado. La alternativa —sugiere Jesús, en cambio— no se sitúa entre realizar o no una acción (perspectiva de los adversarios de Jesús), sino entre realizar el bien o el mal, idea reformulada con esta expresión: salvar una vida o destruirla. La pregunta encuentra como respuesta sólo un silencio hostil (v. 5). Los adversarios de Jesús no quieren responder porque, si lo hicieran, deberían orientarse sin sombra de duda hacia el bien, que equivale, en este caso, a salvar la vida. Entrarían en contradicción consigo mismos y se verían obligados a darle la razón a Jesús. Mejor, por consiguiente, guardar silencio.
Marcos estampa la imagen de los adversarios de Jesús en la descripción, extrañamente detallada, de los sentimientos de éste: «Mirándoles con indignación y apenado por la dureza de su corazón» (v. 5). La indignación expresa un contraste clamoroso en la relación entre Jesús y los otros: no tienen nada en común. La tristeza envuelve a Jesús por dentro al ver el efecto devastador de una soberbia obstinación en las personas que no se abren a la evidencia de la realidad porque están mezquinamente empeñadas en aprisionar todo y a todos en sus mortificantes esquemas.
Jesús pasa a la acción y cura al enfermo, mostrando la prioridad del bien y de la salvación de la vida sobre los rígidos esquemas del descanso sabático. Aparentemente, Jesús ha infringido la ley, al contravenir el descanso del sábado. Lo que hace en realidad es ayudar a comprender el espíritu de la ley, a considerarla en su interior y a extraer las debidas aplicaciones. La gloria de Dios —fin último de la observancia de la ley— no entra en competición con el bien del hombre. Colocar al ser humano en el centro del interés significa reconocerle la altísima dignidad de la que ha sido revestido por Dios. Y Dios se siente glorificado cuando se le restituyen al hombre la dignidad y la salud, cuando se le dan amor y futuro. Es el sábado de Dios puesto al servicio del hombre.
La reacción de sus adversarios es brutal, incluso homicida, porque deciden eliminar al incómodo Maestro de Nazaret que altera el orden constituido (v. 6). Para crear esta «asociación para delinquir» inventan nuevas y heterogéneas alianzas, confabulándose los fariseos con los herodianos. Se trata de dos grupos radicalmente distintos por sus planteamientos políticos y su sensibilidad religiosa, dos grupos antagonistas, coaligados, sin embargo, para hacer frente al enemigo común: Jesús. Paradójicamente, el que hace reflorecer la vida en el hombre enfermo debe ser quitado de en medio. Se perfila el drama de la Pasión, aunque una íntima convicción deja ver que el mal no tendrá la última palabra y al final surgirá el canto de victoria de la vida, anticipado ahora con la curación del enfermo.
Cuore matto (corazón loco) era el título de una simpática canción italiana que estuvo de moda hace algunos años. Podría convertirse en el estribillo que fotografía la situación de los adversarios de Jesús y, tal vez, de algunos de nuestros comportamientos. Atentos a la escrupulosa observancia exterior, no caemos en la cuenta de que decapitamos la ley, envileciéndola en su función. La norma, la regla, el código, están en función del crecimiento armónico del ser humano y son una guía, no un fin. Ponerlos en el centro equivale a esclavizar al hombre, despojándole del papel principal que le compete. La ley, precisamente porque no es un absoluto, hay que situarla en la historia, que es el marco en el que vivimos.
Para evitar vernos enredados por lo que es exterior, debemos sentirnos protagonistas y, humildemente, en el centro. Debe estar implicada toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, corazón, sentidos externos e internos. La ley sólo ilumina y orienta si interactúa con toda la persona.
En algunos casos, la ley se convierte en un pretexto o en una cómoda mampara para ocultar sentimientos contaminados que crecen en nuestro corazón. Es preciso ser sinceros con nosotros mismos para distinguir bien si estamos dando valor a la norma o si nos estamos sirviendo de ella para nuestras segundas intenciones. Se trata de mecanismos subterráneos, que no siempre conseguimos ver y descifrar.
Debemos «caldear» la ley y vivirla como pálpito de amor. Jesús es médico y ama la vida; es el esposo que desea el florecimiento total de la esposa. La libera del mal, de todo mal. Nos repite: «Extiende la mano, confíate a mí, yo soy tu salvador y el que te cura».
Elevación Espiritual para este día.
Te muestro un camino espiritual que no necesita fatiga o lucha del cuerpo, aunque exige fatiga del alma, atención del intelecto y pensamiento vigilante, y se sirve del auxilio del temor y del amor de Dios. Con este método podrás poner en fuga fácilmente a toda la falange de los enemigos, como el bienaventurado David —uno solo— mató al gigante de los filisteos mediante la fe y la confianza en Dios.
Si quieres conseguir la victoria y poner en fuga fácilmente a la falange de los filisteos espirituales, entra en ti mismo mediante la oración y la sinergia de Dios, sumérgete en las profundidades del corazón, localiza a estos tres poderosos gigantes del diablo, a saber: el olvido, el descuido y la ignorancia, apoyo de los filisteos espirituales.
Reflexión Espiritual para el día.
En mi clase —cuenta en una carta su autora es Rose, una muchacha ugandesa de diecinueve años, estudiante de uno escuela media superior— se sentaban conmigo en el mismo banco cinco muchachas baganda (la tribu más importante del sur del país, situada en la región de Kampala). Un día decidieron echarme. Llamaron a sus amigas boganda y ocuparon mi sitio. Cuando llegué, empezaron a insultarme diciendo que era buciga y que todos los buciga, los batolo y los balongo (todas ellas tribus del norte) debían volverse a su tierra. Entonces intervino una muchacha del norte: «Si es así, ¿cómo es posible que estemos en el poder? ¿No veis que no habéis conseguido ni siquiera gobernar vuestro propio territorio? Salvo prueba en contrario, el presidente no es baganda» (Obote, que gobernaba por entonces en Uganda, pertenecía, en efecto, a la tribu de los longo, tribu del norte).
Inmediatamente después —prosigue el relato de Rose—, se produjo una agitación en la clase. La muchacho del norte estaba decidido a llegar o las monos y me invitó a que lo acompañara. « ¡Vamos a pegarles!», me dijo. Yo la retuve. «No, no debemos comportarnos como ellas. “Perdónales, porque no saben lo que hacen”. ¿Acaso somos diferentes nosotras de ellas? ¿Es posible que alguna tenga tres ojos y las otras dos? ¿Acaso no somos hijas del mismo Creador?». La invité a que rezara conmigo, a fin de que el Señor cambiara sus corazones. Pasado este episodio, busqué otro sitio, pero después me pregunté: « ¿Por qué no escapó Jesucristo cuando fue insultado por la gente, sino que se quedó con ellos? Yo, sin embargo, estoy huyendo de estas muchachas porque me insultan. ¿Cómo podrán darse cuenta de que las quiero bien?».
Regresé y volví a sentarme detrás de ellas. Dirigí una plegaria en silencio a María y también las muchachas permanecieron tranquilas. Durante el recreo, intenté saludar y hablar con una de ellas. Cuando llegué a casa, le pedí a la Virgen María que cambiara el corazón de mis condiscípulos. Al volver a la escuela, una de ellas, llamada Ángela, se levantó y me preguntó:
« ¿Cómo estás, Rose?». Respondí a su saludo de manera cordial. Las otras estudiantes se quedaron estupefactas al ver que Ángela me saludaba, y me dijeron: «Es posible que esa muchacha quiera darte veneno. No vayas con ella». Yo recé con el corazón y empecé a conversar y a jugar con ellas. Una muchacha se les acercó y dijo: «Por qué jugáis con ella? ¿No sabéis que es una guerrillero?». Yo le respondí que todos éramos criaturas de Dios. Toda la clase se quedó sorprendida al verme jugar con ellas y vernos amigas. Si alguna trae dulces o avellanas, las comparte con las otras, y yo hago lo mismo. Cuando otras estudiantes preguntan el porqué, mis amigas responden: «Lo pasado, pasado. Rose nos ha dicho que todos somos criaturas de Dios, y es verdad» (E. Castelli, La difficile speranza, Milán 1986, pp. 49ss [edición española: Uganda: la difícil esperanza, Encuentro, Madrid 1.987]).
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 1Samuel 17, 32-35. 37. 40-51. Nuestra fuerza es el nombre del Señor.
Más que dos personajes las que se hallan enfrentadas en el combate David-Goliat son dos tesis, dos políticas; la tesis y la política de la fe contra la tesis y la política de la fuerza o técnica humana. Es significativa a este propósito la descripción que hace de Goliat 1Sam 17, 4-7: «Salió de las filas de los filisteos un hombre de las tropas de choque, llamado Goliat, de Gat, de seis codos y un palmo de estatura; tenía un yelmo de bronce sobre su cabeza y estaba revestido de una coraza de escamas, siendo el peso de la coraza cinco mil siclos de bronce. Tenía en las piernas grebas de bronce y una jabalina de bronce entre los hombros. El asta de su lanza era como enjullo de tejedor y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro”.
Es decir, Goliat representa y personifica la fuerza humana, la técnica. Y nadie mejor que él para simbolizarla, porque los filisteos eran los únicos que dominaban la forja del metal y, por tanto, los únicos que fabricaban armas de este tipo.
David, en cambio, se acerca al filisteo en nombre del Señor. Saúl ordenó que vistieran a David con su propio vestido y le pusieron un casco de bronce en la cabeza, lo cubrieron con una coraza y encima le ciñeron la espada. Pero intentó caminar y no pudo, porque no estaba acostumbrado. Entonces se lo quitaron y se dirigió hacia el filisteo con su atuendo de pastor, mientras pronunciaba estas palabras: Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los Ejércitos (v. 45).
“Unos confían en sus carros, otros en sus caballos. Nosotros invocamos el nombre del Señor nuestro Dios” (Sal 20, 8). Esta política de la confianza en Dios más que en la fuerza y en los medios humanos, es uno de los temas más constantes a lo largo de la Biblia. Coincide con la doctrina de la llamada pobreza espiritual. San Pablo la da una formulación rigurosamente teológica cuando dice: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2Cor 1, 9-10).
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