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jueves, 8 de abril de 2010

Lecturas del día 08-04-2010. Ciclo C.

8 DE ABRIL 2010. JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA . (CICLO C). AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. 1ª  semana del Salterio.SS. Dionisio de Corintio ob, Julia Billiart vg, Ágabo N.T.

LITURGIA DE LA PALABRA.

Hch 3,11-26: Mataron al autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos
Salmo 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Lc 24,35-48: Las marcas de la Cruz de Jesús son las marcas de su entrega 

Al comienzo de la historia de la iglesia hubo mucha gente que sólo hablaba de Jesús como Hijo de Dios. Con el paso del tiempo se fue perdiendo el Jesús histórico. Estas reflexiones nunca son inocentes. Si construimos la comunidad cristiana sobre la idea de que Jesús es Dios y nos olvidamos del Hombre Jesús, terminamos haciendo comunidades que no tienen la práctica de Jesús de Nazaret como norma y guía de sus vidas. Jesús no quiere ser adorado como Dios sino seguido en su camino de Hombre. Por eso muestra sus manos y sus pies traspasados por lo clavos. No son cicatrices sino heridas abiertas. A veces hemos transformado la religión en una anestesia. Jesús nos dice: “Vengan miren las marcas que dejan las cruces que cargan los pobres”.

Y desde esa gente marcada por la cruz, Jesús vuelve a decirnos: “¿Tienen algo de comer?”. Después de compartir vendrá la palabra de Dios que nos hará comprender que todo estaba escrito. No porque Jesús fatalmente tenía que ser asesinado, sino porque el proyecto del Padre estaba ya presente en la Historia y necesitaba el compromiso de un Hijo de Dios que lo asumiera amando hasta el extremo. Y ése fue Jesús.

PRIMERA LECTURA.
Hechos 3,11-26
Matasteis al autor de la vida; pero Dios lo resucitó de entre los muertos
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: "Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros.

Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos.

Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados."

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 8
R/.Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¡Señor, dueño nuestro, / ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, / el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, / lo coronaste de gloria y dignidad, / le diste el mando sobre las obras de tus manos, / todo lo sometiste bajo sus pies. R.

Rebaños de ovejas y toros, / y hasta las bestias del campo, / las aves del cielo, los peces del mar, / que trazan sendas por el mar. R.

SEGUNDA LECTURA.

SANTO EVANGELIO.
Lucas 24,35-48
Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo."

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."


Palabra del Señor.

Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 3,11-26
Con este discurso, bastante articulado, pretende convencer Pedro de su error a los que rechazaron a Cristo, ofreciéndoles la posibilidad de arrepentirse. Pedro establece una distinción importante: antes de la resurrección era el tiempo de la ignorancia, el tiempo en que era posible cometer errores. Fue el tiempo que permitió a Dios dar cumplimiento a las profecías. Pero después del hecho clamoroso de la resurrección ya no se admite la ignorancia, porque aquel que fue crucificado por los hombres ha sido resucitado por Dios, y los que lo rechazan merecen ser excluidos del pueblo de Dios, como reincidentes. Por otra parte, el arrepentimiento y la aceptación de Jesús pueden apresurar los tiempos de las bendiciones mesiánicas, cuando Dios, al final del mundo, enviará a Jesús por segunda vez, a fin de que tanto sus enemigos como los incrédulos le reconozcan como Mesías. Ahora está en el cielo, desde su ascensión, hasta la restauración final.

Pedro habla también de Moisés, que había dicho: «El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo». Lucas lee “suscitará” en el sentido de «volver a suscitar» un profeta como Moisés, es decir, Jesús. A éste hay que escuchar. Y el que no lo haga será excluido del pueblo santo. Podemos señalar que mientras Mateo considera a los cristianos como un pueblo nuevo que sustituye al antiguo Israel, Lucas subraya la continuidad del pueblo de Dios a través de los judíos que acogen a Jesús. Pedro afirma, por último, que sus oyentes forman parte del pacto a través del cual serán bendecidas todas las naciones en la descendencia de Abrahán. En suma, con su resurrección, Jesús trae la bendición a los judíos y la oportunidad de la conversión.

Comentario del Salmo 8
Es un himno de alabanza a la grandeza de Dios, que ha hecho del ser humano el centro y el señor de la creación. La ausencia del sol (4) lleva a pensar que la contemplación nocturna del cielo, la luna y las estrellas se encuentra en la base de este himno de alabanza.

Este salmo tiene un comienzo, un cuerpo central y un final bien determinados. El comienzo y el final están compuestos por la expresión: « ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!». El resto (2b-9) constituye el centro o el corazón del salmo. En esta parte central destacan la figura de Dios y sus obras. Estas últimas reducen al silencio a sus adversarios. La visión del cielo, la luna y las estrellas deja extasiado al salmista. Pero la mayor obra de Dios es el ser humano, creado a su imagen y semejanza (Gén 1,26-27).

El texto mezcla la tierra, el cielo (2) y el mar (9). Para el pueblo de la Biblia, estos tres «espacios» representan la totalidad de la creación. Al citar cuatro especies de animales sometidas por el ser humano, nos darnos cuenta de que el texto juega con parejas de contrarios (8-9): animales domésticos (ovejas y bueyes) y animales salvajes (fieras del campo); aves del cielo y peces del mar.

El salmo 8 nos presenta la fascinación de alguien que, al admirar de noche la belleza del firmamento en el que brillar, la luna y las estrellas, se pregunta: “¿Qué es el hombre...?”. El mismo responde a esta pregunta mostrando al ser humano como el punto más elevado de la creación de Dios. En medio de la noche brilla el nombre glorioso de Dios, en primer lugar en los astros del cielo, pero sobre todo en el ser humano, señor de la creación. Sin embargo, este salmo no se compone solamente de fascinación. También hay un conflicto que dio lugar a su composición. De hecho, se habla de «adversarios», «enemigo», «vengador» de Dios. El Señor los reprime por medio del éxtasis de cuantos, como niños de pecho, lo alaban por encima de las posibilidades de sus palabras. Lo alaban con la fascinación que entra por los ojos y embarga todo el ser; lo alaban a través del silencio que ensalzo y da gracias.

¿Quiénes son los adversarios, el enemigo y el que se venga de Dios? Resulta difícil dar una respuesta. Hay quienes piensan en los poderes del caos primitivo de la mitología cananea, en la que se habría inspirado este salmo. Representarían, por tanto, las fuerzas del mal presentes en la historia, El Dios creador las hace callar por medio de la alabanza de las personas que lo reconocen como Señor del universo. Otros estudiosos creen que puede tratarse de los dioses creadores de las religiones de los pueblos vecinos de Israel. Para otros, estos adversarios serían personas concretas que niegan o ponen en duda la existencia de Dios, Dicho de otro modo, personas que, al afirmar que Dios no existe, ocuparían ellas mismas su lugar. En este caso, el salmo 8 les preguntaría, igual que Dios le preguntó a Job: « ¿Acaso habéis hecho vosotros todo esto?» (Job 38-41). Así pues, el salmo 8 habría surgido a causa de este conflicto. La arrogancia le impide al ser humano reconocer que la creación es el espejo de Dios y que él mismo no es Dios, sino alguien creado a su imagen y semejanza. En oposición a los arrogantes, encontramos a los pobres y los sencillos (los niños de pecho) que descubren y aceptan su puesto como criaturas y, al mismo tiempo, alaban al Creador por encima de lo que puedan expresar las palabras humanas. Por eso son capaces de descubrir la mano de Dios en todo lo que existe en la creación, pues esta es la «obra de sus dedos», la más pura artesanía de Dios.

En el corazón del salmo se encuentra la pregunta: « ¿Qué es el hombre...?» (5a). Ante la fascinación que le provoca el universo, el ser humano, único animal racional, pregunta acerca de su propia identidad. Si es tan grande la diferencia entre el Creador y la criatura, ¿cuál es el papel que juega y cuál el puesto que ocupa el hombre en la creación? La respuesta (6-9) es extraordinariamente positiva. Para comprenderlo basta examinar las acciones de Dios en favor del ser humano, caracterizadas en este salmo por los siguientes verbos: se acuerda del ser humano y lo visita (5), lo hizo poco inferior a un dios, lo coronó, lo hizo reinar y lo puso todo bajo sus pies (6-7). Seis acciones que muestran al ser humano como señor y rey de la creación. De hecho, las expresiones «coronar», «hacer reinar», «poner bajo los pies», recuerda el ritual de entronización de los antiguos reyes (véanse los salmos 2 y 110). El hombre es el punto central de la creación y su rey, y recibe gratuitamente de Dios un poder participado que lo convierte en señor de las cosas creadas. El señorío del ser humano se hace presente en el texto al recordar sobre qué o quiénes «reino»: los animales domésticos y salvajes, las aves que vuelan en el cielo y los peces que, misteriosamente, surcan sendas en el silencio y la profundidad de los mares. Dicho brevemente, el ser humano es señor de toda la creación.

Hay dos temas importantes que atraviesan todo este salmo y que nos proporcionan un excelente retrato de Dios: la creación y la alianza. Dios es creador tanto del universo como del ser humano. Cuando ocupa su puesto de criatura en el escenario de la creación, el hombre queda deslumbrado por la belleza del mundo, obra de artesanía de los dedos de Dios; por eso se vuelve como los niños de pecho y exulta y alaba más allá de todo aquello que se puede expresar con palabras. Cuando se pregunta: « ¿Quién soy yo?», descubre que Dios lo ha convertido en su socio y su aliado. El Dios de la Alianza le ha confiado la administración de toda su obra. El Señor lo ha convertido en señor.

Son muchas las conexiones de este salmo con el Nuevo Testamento y la actividad de Jesús, al margen de la cita literal de Mt 21,15-16. Desde la clave del «himno de alabanza», podemos profundizar en la actitud de Jesús en Mt 11,25 o, con Pablo, reconocer que Dios elige lo que es locura para el mundo con la intención de confundir a los que se consideran sabios (1Cor 1,27- 28). 0, también, podemos ahondar en los himnos de alabanza del Nuevo Testamento (por ejemplo, Ef. 1,3-14). La parábola de Lc 12,35-48 puede leerse desde esta perspectiva: el mundo es la casa de Dios, y el ser humano es el administrador de esta inmensa casa.

Los himnos de alabanza —como lo indica la misma expresión— suponen que quienes los van a entonar están, de hecho, dispuestos a alabar a Dios por su intervención en el mundo y en la historia. El salmo 8 es muy apropiado para estos momentos: cuando queremos alabar a Dios por la creación y, sobre todo, por haber hecho al ser humano a su imagen y semejanza; cuando queremos rezar en compañía de la danza mágica del cosmos o en sintonía con todos los seres, criaturas de Dios como nosotros; cuando el medio ambiente forma parte de nuestros sueños, objetivos y preocupaciones; cuando buscamos una respuesta a la pregunta: “¿Qué es el ser humano?”.

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 24,35-48. 

El tema del fragmento evangélico, que completa el relato de la aparición a los dos discípulos de Emaús, subraya las pruebas sobre la realidad de la resurrección de Jesús. También la primera comunidad cristiana pasó por dificultades para penetrar en el misterio del Señor resucitado, y las superó empleando una doble prueba. La prueba real y material del contacto físico de los discípulos con Jesús, poniendo de relieve la corporalidad del Cristo pascual: «Ved mis manos y mis pies; soy yo en persona. Tocadme y convenceos» (v. 39), así como la iniciativa del Señor de comer algo ante los suyos: « ¿Tenéis algo de comer?» (v. 41). La otra prueba es la espiritual, basada en la comprensión de la Palabra en las Escrituras: «Estaba escrito» (vv. 46s).

Lucas precisa que la historia de Israel adquiere su sentido y se comprende sólo si culmina en el acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret muerto y resucitado. Y, por otra parte, nos enseña que sólo cuando los hombres se abren a la conversión y experimentan el perdón de Dios pueden comprender del todo el triunfo de la pascua del Señor. La salvación está abierta a todos, y la Iglesia tiene la tarea de anunciar la realidad física de la pascua del Señor y su valor como nuevo inicio de la historia humana, a través de la acogida del perdón de Dios. La resurrección de Jesús es el dato cierto sobre el que se asienta la fe de los creyentes y la historia de los hombres.

Habla Pedro de la segunda venida de Jesús como Mesías, y la presenta como la que nos trae los «los tiempos de la consolación», «los tiempos de la restauración de todas las cosas». Propone una visión amplia y solemne de la historia de Israel, una historia que es un camino hacia los días de Jesús, el consolador de Israel y el restaurador de todas las cosas. Todo concurre a preparar este gran día de la bendición mesiánica sobre todas las cosas, a partir de Israel y hasta “todas las familias de la tierra”, incluso a toda la creación. La respiración de la Iglesia ya es universal desde el comienzo, e incluye toda la realidad redimida por la cruz de Cristo.

Pedro extiende la mirada al futuro de Dios con el optimismo de quien sabe que la resurrección es el hecho decisivo, aunque también con la conciencia de que habrá un acto final, donde el misterio salvífico de la resurrección será revelado en plenitud y extendido a todos los pueblos y a toda la creación. Se enuncia ya aquí el ya y el todavía no de la historia cristiana: ésta se mueve entre el «ya» de la pascua y el «todavía no» de la reconstrucción definitiva de todas las cosas. Entre ambos límites se sitúa el tiempo oportuno para la conversión, para hacernos dignos de las bendiciones mesiánicas, las ya realizadas y las que vendrán.

Comentario del Santo Evangelio: Lc 24,35-48, El aval de la Escritura. “Esto es mi cuerpo”.
Los destinatarios para los que Lucas escribe su evangelio están formados en la filosofía griega que concibe al hombre como compuesto de alma y cuerpo. Los griegos admitían cierto tipo de inmortalidad para el alma, pero no admitían la resurrección de los cuerpos. Cuando Pablo expone esta teoría en el Areópago todos se ríen de él (Hch 17,22). El relato tiene una finalidad apologética.

El pasaje evangélico puede calificarse de “las pruebas de la resurrección”. Jesús, con quien testifican los apóstoles que se han encontrado después de su muerte, ¿no será un fantasma, el espíritu de un muerto? ¿No será el fenómeno psicológico de la ilusión? Es evidente que los apóstoles no tienen fe (Lc 24,38.41): no han podido “inventar” la resurrección. Ellos mismos toman primeramente al Resucitado por un espíritu aparecido, un fantasma: ¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué dudáis? Palpadme; un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Otro tanto le dice a Tomás (Jn 20,29). Pero ni con esta prueba se convencen; les pide comida para terminar de convencerles de su corporeidad.

La resurrección es un hecho real y no una simple supervivencia espiritual de Jesús, que insiste en que es el mismo que conocieron antes de la pasión. Hay unidad entre el Jesús histórico y el Cristo Para la reflexión, la oración y el compromiso resucitado. Lo que ha cambiado es su modo de existencia, puesto que ahora no está sometido a las leyes físico-naturales y supera las categorías de espacio y tiempo.

“Aparecer” no significa llegar de lejos, sino simplemente dejarse ver... El rabí muerto en la cruz vive entre nosotros para siempre (Mt 28,20) y confirma con señales el mensaje evangélico (Mc 16,20). Éste es el significado que da Pedro a la curación del paralítico; por eso interpela a los testigos: “¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? Ha sido por el poder de Jesús a quien vosotros crucificasteis, pero a quien Dios exaltó” (Hch 3,12-1 3). Es más, se ha convertido en alimento y bebida de los suyos. En la Eucaristía no sólo nos dice “tocad”, sino “tomad y comed”, “tomad y bebed”, porque esto es mi cuerpo y mi sangre (Mt 26,26-29).

“Así estaba escrito” Por si el contacto visual resultaba insuficiente, Jesús añade otra prueba de su identidad mesiánica: es la lectura cristológica del Antiguo Testamento. A los que se escandalizaron en la pasión les explica el sentido de las Escrituras: “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras porque así estaba escrito: “El Mesías padecerá, resucitará, y en su nombre se predicará la conversión”. Es exactamente lo mismo que había hecho con los de Emaús: ¿No tenía el Mesías que padecer todo eso para entrar en su gloria? “Y comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura” (Lc 24,26-27). Este mismo tono tienen los discursos de Pedro; en el que dirige con motivo de la curación del paralítico cita la profecía de Moisés refiriéndola a Cristo: “El Señor os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo”, y a través de Cristo llegará la bendición a todas las gentes (Hch 3,22.25).

Todo ello significa la continuidad entre el Dios de nuestros padres y los acontecimientos actuales, e invita a leer la historia como Historia de Salvación que culmina en Cristo, y después de la venida del Espíritu, en la constitución de la comunidad mesiánica reunida en torno a él. Hay, pues, una admirable continuidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento con nuestros tiempos: el plan de Dios es unitario, histórico y dinámico.

Esto es lo que necesita apremiantemente la gran mayoría de los cristianos actuales, muy poco ilustrados en cuanto a lo bíblico, lo que conlleva un gran empobrecimiento en la vivencia del cristianismo. Hemos olvidado que la vivencia de la fe es, sobre todo, una historia de salvación a nivel personal y colectivo: intervenciones divinas que reclaman una respuesta al amor incansable del Padre, el Hijo y el Espíritu. Lucas lo presenta así magistralmente en el libro de los Hechos. Todo lo contempla desde la perspectiva de la fe en la actuación del Resucitado y de su Espíritu: el anuncio misionero, los signos y señales (los milagros), el testimonio de fraternidad, la comunión de vida, el martirio, los carismas personales para la vida y la misión de la comunidad. ¿Sabemos descubrir la acción del Espíritu en el devenir humano, en la vida de nuestra comunidad y familia, en nuestra vida personal? ¿Vivimos todo bajo la clave paulina de que “Dios ordena todas las cosas para bien de los que le aman”? (Rm 8,28).

“Vosotros sois mis testigos”. El relato de hoy tiene el mismo esquema de los otros relatos pascuales. Jesús “se aparece” a los discípulos reunidos en comunidad, o a alguno/a, pero siempre en función de la comunidad. Con su presencia comunica paz (“paz a vosotros”) y confía una misión: “Seréis mis testigos”.

Generalmente decimos que Jesús “se apareció” a los discípulos, pero esta expresión no es tan correcta ni tan feliz, a pesar de que alguna vez la emplean los evangelistas. No se trata propiamente de una “aparición” como si un fantasma llegara de pronto ante el estupor de los presentes. Es, más bien, descubrir por parte nuestra la presencia permanente de Cristo allí donde estamos reunidos en comunidad. A cada hermano lo podemos ver, tomar de la mano, descubrirlo cerca de nosotros, darle el saludo de la paz, preguntarle qué necesita, darle de comer, compartir su alegría o su tristeza... Pues en esos gestos tan normales y humanos reconocemos la presencia de “nuestro” Señor.

Cada Eucaristía ha de ser una “aparición” del Resucitado, una experiencia de encuentro de él con nuestra comunidad, con cada uno de nosotros. Después de haberle reconocido con los ojos de la fe en la fuerza de la Palabra y en la fracción del Pan, hemos de salir a ser sus testigos con nuestro compromiso ejemplar. Todos los que se encuentran de verdad con el Señor, salen radiantes del encuentro, Irradian bondad, se entregan, de modo que los demás descubren en ellos algo extraño.


Comentario del Santo Evangelio: Luc 24 36-49, de Joven para Joven. Aparición a los apóstoles.
La aparición misma no es descrita: Jesús se encuentra de repente en medio de sus discípulos. El saludo de paz que Jesús ofrece corresponde al que los discípulos deben dirigir al entrar en una casa (cf. Lc 10,5). Los discípulos no reconocen a Jesús; muchas veces, ellos, presas del temor, creen ver un fantasma. Con esto, Lucas sigue la típica cuestión que se plantea un lector griego, ya que, según la concepción griega, con la muerte el alma se separa del cuerpo; ésta tiene entonces más bien una forma espiritual. La confesión cristiana de Jesús como el resucitado sobrepasa la representación de una vida posterior del alma en el más allá: presupone la resurrección corporal.

Las palabras de Jesús sirven como muestra de su resurrección corporal. La indicación de las manos y los pies no permite la duda: el Resucitado es el Crucificado. Los discípulos pueden observarlo e incluso tocarlo: él tiene carne y huesos.

Los discípulos sólo pueden asombrarse. La resurrección de Jesús es un acontecimiento que, en última instancia, sólo puede ser comprendido desde la fe, que se sustrae a las pruebas físico-biológicas de la demostrabilidad.

Jesús pide algo de comer como demostración de su resurrección. Él comió un trozo de pez asado ante los ojos de los discípulos; indudablemente, ellos le habían visto comer pescado; por eso, este gesto puede tomarse como señal para el lector de que Jesús estaba ofreciendo a los discípulos allí presentes una señal para identificarlo. Algunos comentaristas ven en el pez un símbolo del bautismo y la eucaristía (cf. Lc 9,16), y así lo entendió la Iglesia primitiva. Lo está claro es la pedagogía de Dios, su condescendencia con el hombre en la persona de Jesús. Como Lucas escribía para griegos y éstos consideraban absurda la idea de la resurrección, insiste en la realidad física del cuerpo de Jesús resucitado.

El siguiente discurso es introducido por el propio Jesús: “Éstas son las palabras...”. Esta formulación coincide con Dt 1,1, y con esto Lucas caracteriza lo que sigue como legado del Resucitado a sus discípulos. Esto se podría relacionar con todo el discurso de Jesús hasta la conclusión del v. 49. El legado de Jesús comprende tres aspectos:

1. Su pasión y su muerte corresponden a lo que dice la Escritura, que para Lucas tiene una gran firmeza. El v. 44 cita expresamente la Ley de Moisés, los Profetas y los salmos como sus componentes esenciales. No se indica nada acerca de los pasajes de las Sagradas Escrituras concretos; la Escritura, como un todo, remite a Jesús como el Cristo, y lo nuevo es leerla aquí a partir de él.

2. De ello son testigos los discípulos: su ser testimonial no se limita con esto a la resurrección como un acontecimiento puntual, sino que incluye en primer lugar el reconocimiento de Jesús, que anuncia el Reino de Dios con palabras y obras (cf. también Hch 1,8.21-23). Su vida y obra abren para los discípulos el sentido de la Escritura.

3. Como Jesús, también los discípulos reciben la fuerza del Espíritu (cf. Lc 3,21-22), y en esa fuerza llegan a ser sus testigos. Lucas desarrolla esto en el segundo volumen de su obra, en los Hechos de los apóstoles.
a) La narración guarda silencio acerca de cómo los discípulos asumieron el encuentro con el Resucitado. Los lectores deben ocupar ese lugar: ellos son exhortados a confesar a Jesús como el Resucitado.

b) La pregunta acerca de si Jesús está resucitado de verdad corporalmente, inquieta también hoy a muchos cristianos. La presentación de una vida futura del alma o de un nuevo nacimiento resulta atractiva para la lógica humana observadora. Se plantean estas preguntas: ¿Cómo toman en serio los lectores la resurrección corporal de Jesús, incluso aunque ésta rebasa su imaginación? ¿Qué significa “resurrección del cuerpo” para la práctica concreta de la fe? ¿Cómo se las arreglan los lectores con el hecho de que la resurrección del cuerpo se sustrae a la imaginación de ellos?

Elevación Espiritual para este día.
La santa Iglesia soporta la adversidad de esta vida con el fin de que la gracia divina la lleve a los premios eternos. Desprecia la muerte de la carne porque tiene fijada la mirada en la gloria de la resurrección. Los males que sufre son pasajeros; los bienes que espera, eternos. No alberga la menor duda sobre estos bienes porque posee ya, como fiel testimonio, la gloria de su Redentor.

Ve en espíritu su resurrección y refuerza vigorosamente su esperanza. Alimenta la segura esperanza de que lo que ve ya realizado en su cabeza se realizará también en su cuerpo. No debe dudar de su propia resurrección, porque posee ya en el cielo, como testigo fiel, a aquel que resucitó de entre los muertos. Por eso, cuando el pueblo creyente padece la adversidad, cuando pasa por la dura prueba de las tribulaciones, debe elevar el espíritu a la esperanza de la gloria futura y, confiando en la resurrección de su Redentor, debe decir: « Tengo en el cielo mi testigo, mi defensor habita en lo alto» (Jb 16,19).

Reflexión Espiritual para el día.
Esperar la segunda venida de Cristo y esperar la resurrección son una sola y misma cosa. La segunda venida es la venida de Cristo resucitado, que resucita nuestros cuerpos mortales con él en la gloria de Dios. La resurrección de Jesús y la nuestra son fundamentales para nuestra fe. Nuestra resurrección está tan íntimamente ligada a la resurrección de Jesús como el hecho de ser predilectos de Dios está ligado al hecho de que Jesús es su amado. Pablo se muestra absolutamente claro en este punto. Dice, en efecto: «Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe» (1 Cor 1 5,1 3s).

¿Esperamos de verdad que Cristo resucitado nos eleve con él a la vida eterna con Dios? De la perspectiva de resurrección de Jesús y de la nuestra toman su vida y la nuestra su pleno significado. No hemos de ser compadecidos, porque, como seguidores de Jesús, podemos mirar mucho más allá de los límites de nuestra breve vida sobre la tierra y confiar en que nada de lo que vivamos hoy en nuestro cuerpo se perderá.

El Rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia.
"Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19).
"Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre" (Juan 10:17-18).

"Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella" (Hechos 2:24).

"Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos" (Hechos 3:15).

"A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos" (Hechos 2:32).
"Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos" (Hechos 3:15).

"Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano (Hechos 4:10).

"El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero" (Hechos 5:30).

"A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase" (Hechos 10:40).
Pero Dios lo resucitó de la tumba (Hechos 13:30).

"La cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy" (Hechos 13:33).

"Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David" (Hechos 13:34).

"Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción" (Hechos 13:37).
"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hechos 17:30-31).

"Sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro" (Romanos 4:24).

"Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva" (Romanos 6:4).

"Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Romanos 8:11).
"Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:9).

"Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder" (1 Corintios 6:14).
"Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan" (1 Corintios 15:15).

"sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros" (2 Corintios 4:14).

"Pablo, apóstol no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos" (Gálatas 1:1).

"La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales" (Efesios 1:20).

"Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos" (Colosenses 2:12).

"Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera" (1 Tesalonicenses 1:10).

"Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir" (Heb. 11:19)

"Mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios" (1 Pedro 1:21).

"Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu" (1 Pedro 3:18)
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