19 de abril 2010. LUNES DE LA III SEMANA DE PASCUA, Feria. (Ciclo C). 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOTELANO Y SACERDOTAL. SS.León IX pp, Jorge de Antioquí ob, Marta vg mr.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Hch 6,8-15: No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
Salmo 118:: Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Jn 6,22-29: Trabajen por el alimento que les da dignidad
Qué fácil hubiera sido seguirte, Jesús, si te dejabas coronar rey. La gente quería que le dieras de comer de una manera fácil y asistencialista. Pero, entonces, cómo se hubiera degradado y corrompido el pueblo, como se degradan y corrompen nuestros pueblos en manos de gobiernos populistas.
Pero Jesús es un líder exigente. Por eso desenmascara la actitud de quienes lo quieren hacer rey para sacar provecho sin esfuerzos, y les dice: “Trabajen por el pan que los hace fuertes, los llena de dignidad, les da identidad y coraje para ser dueños de sus destinos”. Ese es el pan del reino. No es la vida de ultratumba. Es la vida nueva que comienza ya desde ahora si aceptamos los principios del evangelio. Jesús exige a sus discípulas y discípulos que no se hagan mendigos de líderes que les dan pan y los manipulan.
Jesús nos dice también hoy: Trabajen por un proyecto igualitario, de hermandad, donde todos/as gocen de los bienes que el Padre creó para sus hijas e hijos. Jesús quiere que creamos en El y en ese proyecto de sociedad nuevo que es el sueño de Dios. Y con el Espíritu que soñó ese sueño, el Padre lo selló a Jesús.
PRIMERA LECTURA.
Hechos 6,8-15
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Indujeron a unos que asegurasen: "Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios." Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, agarraron a Esteban por sorpresa y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían: "Este individuo no para de hablar contra el templo y la Ley. Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará las tradiciones que recibimos de Moisés." Todos los miembros del Sanedrín miraron a Esteban, y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 118
R/.Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, / tu siervo medita tus leyes; / tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros. R.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste: / enséñame tus leyes; / instrúyeme en el camino de tus decretos, / y meditaré tus maravillas. R.
Apártame del camino falso, / y dame la gracia de tu voluntad; / escogí el camino verdadero, / deseé tus mandamientos. R.
SEGUNDA LECTURA.
SANTO EVANGELIO.
Juan 6,22-29
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les contestó: "Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado."
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Hch 6,8-15: No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
Salmo 118:: Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Jn 6,22-29: Trabajen por el alimento que les da dignidad
Qué fácil hubiera sido seguirte, Jesús, si te dejabas coronar rey. La gente quería que le dieras de comer de una manera fácil y asistencialista. Pero, entonces, cómo se hubiera degradado y corrompido el pueblo, como se degradan y corrompen nuestros pueblos en manos de gobiernos populistas.
Pero Jesús es un líder exigente. Por eso desenmascara la actitud de quienes lo quieren hacer rey para sacar provecho sin esfuerzos, y les dice: “Trabajen por el pan que los hace fuertes, los llena de dignidad, les da identidad y coraje para ser dueños de sus destinos”. Ese es el pan del reino. No es la vida de ultratumba. Es la vida nueva que comienza ya desde ahora si aceptamos los principios del evangelio. Jesús exige a sus discípulas y discípulos que no se hagan mendigos de líderes que les dan pan y los manipulan.
Jesús nos dice también hoy: Trabajen por un proyecto igualitario, de hermandad, donde todos/as gocen de los bienes que el Padre creó para sus hijas e hijos. Jesús quiere que creamos en El y en ese proyecto de sociedad nuevo que es el sueño de Dios. Y con el Espíritu que soñó ese sueño, el Padre lo selló a Jesús.
PRIMERA LECTURA.
Hechos 6,8-15
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Indujeron a unos que asegurasen: "Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios." Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, agarraron a Esteban por sorpresa y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían: "Este individuo no para de hablar contra el templo y la Ley. Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá el templo y cambiará las tradiciones que recibimos de Moisés." Todos los miembros del Sanedrín miraron a Esteban, y su rostro les pareció el de un ángel.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 118
R/.Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, / tu siervo medita tus leyes; / tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros. R.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste: / enséñame tus leyes; / instrúyeme en el camino de tus decretos, / y meditaré tus maravillas. R.
Apártame del camino falso, / y dame la gracia de tu voluntad; / escogí el camino verdadero, / deseé tus mandamientos. R.
SEGUNDA LECTURA.
SANTO EVANGELIO.
Juan 6,22-29
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una lancha y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús les contestó: "Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado."
Palabra del Señor.
Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6,8-15
Entra Esteban en escena. Se le presenta con las mismas características que los apóstoles: «Lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios». Las palabras de Esteban están unidas a la «sabiduría» y al Espíritu»: Esteban, como los apóstoles, está completamente inmerso en el plan de Dios, lo conoce, recibe la fuerza del Espíritu para atestiguarlo y anunciarlo. Posee una personalidad humana de gran relieve y de espesor «espiritual». Su predicación provoca de inmediato un conflicto y, paradójicamente, con los judíos más abiertos. Lucas alude a la sinagoga llamada «de los libertos», es decir, los descendientes de aquellos que, llevados a Roma como esclavos por Pompeyo (63 a. C.), habían sido liberados y se habían instalado en un barrio de la ciudad. En torno a ellos se reunían, probablemente, judíos de diferente procedencia. Pues bien, también para ellos era la predicación de Esteban demasiado radical: Esteban ataca al templo y las tradiciones mosaicas. En consecuencia, las acusaciones que se le dirigen no carecen de fundamento por completo.
Los ojos que se fijan en él con hostilidad están obligados a vislumbrar en ellos, no obstante, un esplendor particular, el de un ángel que expresa la presencia de Dios, algo semejante al rostro de Moisés cuando bajó, resplandeciente, del Sinaí tras haber encontrado a Dios. Lucas presenta otro rasgo de Esteban: es un testigo escogido por Dios para dar a conocer su voluntad.
Comentario del Salmo 118
Aunque incluya muchas peticiones, este salmo —el más largo de todo el Salterio— es un salmo sapiencial. De hecho, comienza hablando de la felicidad («Dichosos...»), al igual que el salmo 1.
Es un salmo alfabético y está organizado en bloques de ocho versículos. Todos los versículos de cada bloque comienzan con la misma letra, hasta completar, por orden, el alfabeto hebreo (los demás salmos alfabéticos son: 9-10; 25; 34; 37; 111; 112; 145). En el que nos ocupa, tenemos un total de veintidós bloques (uno por cada letra). En todos ellos, el tema principal es la Ley. Todos y cada uno de los ciento setenta y seis versículos que lo componen, contiene alguna referencia a la Ley (en cada bloque hay siete u ocho de estas referencias). La Ley se designa con distintos nombres: palabra, promesa, normas, voluntad, decretos, preceptos, mandatos y mandamientos, verdad, sentencias, leyes. Resulta complicado exponer con claridad las características de cada bloque, pues los mismos temas aparecen y desaparecen con frecuencia. En muchos de estos bloques hay una súplica insistente; en otros se acentúa más la confianza. Vamos a intentar exponer, a grandes rasgos, el rasgo que caracteriza a cada uno de ellos.
1-8: Felicidad. El salmo comienza con la proclamación de una bienaventuranza: « ¡Dichosos los de camino intachable!… ¡Dichosos los que guardan sus preceptos!» (1a.2a). Este es uno de los rasgos principales de los salmos sapienciales: que muestran dónde se encuentra la felicidad y en qué consiste.
9-16: Camino. Esta es la palabra que más se repite (9a.14a.15b). El ser humano alcanza la dicha y la felicidad cuando sigue el camino de los preceptos y los decretos del Señor. El autor del salmo pretende ofrecer una regla de oro a los jóvenes (9a).
17-24: «Haz bien a tu siervo» petición). Comienza la súplica propiamente dicha. El salmista expone los motivos por los que suplica: es un extranjero en la tierra 19a), está rodeado de «soberbios», «malditos» (21) y «príncipes» que se reúnen contra él para difamarlo (23a). El motivo de la calumnia o la difamación aparecerá en otras ocasiones.
25-32: «Reanímame» petición). Sigue el tema del bloque anterior. El siervo del Señor cuenta algo más de su situación: su garganta está pegada al polvo (25a) y su alma se deshace de tristeza (28a). Se menciona el «camino de la mentira» (29a), en oposición con respecto al segundo bloque (9-16), y se alude al conflicto de intereses que parece existir entre el salmista y los malvados que se dedican a calumniarlo.
33-40: «Muéstrame el camino» y «dame vida» (petición). Continúa la súplica y se repiten los temas de los bloques anteriores. Ha crecido la tensión social, pues ahora el salmista terne el «ultraje» de sus enemigos (39).
41-48: Petición y promesa. Sigue el tema del «ultraje» (42), pero el justo promete cumplir una serie de acciones si el Señor le envía su amor y su salvación, tal como había prometido (41). El salmista promete tres cosas: cumplir siempre la voluntad de Dios (44), andar por el camino de sus preceptos (45) y proclamarlos con valentía delante de los reyes (46).
49-56: Confianza y consuelo en el conflicto. El autor del salmo se siente consolado y lleno de confianza gracias a la promesa del Señor (50), Habla brevemente de su situación: está en la miseria (50a), se siente peregrino (54b) y se enfurece a causa de los malvados que abandonan la voluntad del Señor (53). Se hace mención de la noche (55a), momento para recordar el nombre del Señor.
57.64: Aplacar al Señor de todo corazón (58a). La persona que compuso este salmo cree en una nueva forma de aplacar al Señor, no ya con sacrificios, sino practicando su voluntad. Y esto en un contexto de conflicto, pues se mencionan los «lazos de los malvados» (61a). Esta persona asegura que se despierta a medianoche para dar gracias a Dios (62a).
65-72: Experiencia del sufrimiento. El sufrimiento, entendido como una prueba enviada por Dios, da resultados positivos en la vida de esta persona (67.7 1). De este modo, el Señor ha sido bueno con su siervo (65 a). El sufrimiento le ha hecho madurar y volverse sabio (71).
73-80: Confianza en el Dios creador. Las manos del Señor han modelado y formado la vida del salmista. Todo lo que le sucede va en este mismo sentido. El seguirá dejándose modelar cada vez más, a pesar de la presencia de los «soberbios» que levantan calumnias contra él (78); su vida, además, servirá de punto de ejemplo para los que temen al Señor (79a).
81-88: Aguardando la salvación. El salmista vuelve a hablar de su situación. Se compara a sí mismo con un odre que se va resecando a causa del humo (83 a) y teme que su vida se acabe enseguida (84a). La situación es grave. ¿Quién triunfará? Habla de sus «perseguidores» (84b) y de los «soberbios» que lo persiguen sin razón (86). Esto explica la súplica.
89-96: La palabra del Señor es Para siempre (89a). Los temas de la estabilidad de la palabra y de la fidelidad del Señor dominan en este bloque. El salmista habla de su miseria (92h) y de los malvados que esperan su ruina (95). Las cosas del Señor son para siempre, mientras que toda perfección es limitada (96a).
97-104: Amar la voluntad del Señor le vuelve a uno más sabio. La persona que compuso este salmo no es muy mayor (100a), pero sí que es más sabia (98a.99a) y sagaz (lO0a) que sus maestros y ancianos. El motivo es claro: es que él ama la voluntad del Señor (97a). Existe el peligro del «mal camino» (101 a. 104h), pero es un individuo juicioso, sabe discernir dónde se encuentra y rechazarlo.
105-112: La mediación de la palabra. Es significativa la imagen de la lámpara que ilumina el camino en medio de la oscuridad de la noche. Así es la palabra (105). El salmista explica en qué consisten las tinieblas»: son el «peligro» en que vive constantemente (1 09a), pues los malvados han tendido lazos para atraparlo (110a). Pero él confía en la palabra y formula sus promesas (100a).
113-120: El conflicto. Este bloque insiste en el conflicto que ha tenido cine afrontar el siervo del Señor. Habla de «los de corazón dividido» (113a), de los «perversos» que lo rodean (115a), de la gente cine se desvía de las leyes del Señor (118a) y de los «malvados de la tierra» (119a).
121-128: «No me entregues...» (Petición). Abrumado por las tensiones, el salmista eleva su súplica a Dios para que no lo entregue a los «opresores» (121b) y «soberbios» (122b), pues han violado la voluntad del Señor (126b) y andan por el camino de la mentira (128b).
129-136: «Rescátame» (petición). Las sentencias del Señor son «maravillosas» (129a). Lo maravilloso, en e1 Antiguo Testamento, siempre está asociado a la liberación. Por eso el salmista hace siete peticiones (132-135). Habla de su situación: vive en la opresión (134a) y su llanto es abundante (136a).
137-144: «El Señor es justo» (una constatación) (137a.142a.144a). Pero la persona que está suplicando está rodeada de «adversarios» (139b), se siente pequeña y despreciable (14 la), angustiada y oprimida (143a).
145-152: « ¡Señor, respóndeme! (petición). Es de madrugada (147a); el salmista no ha podido conciliar el sueño y clama de todo corazón (145a) a causa de los «infames que le persiguen» (150a).
153.460: « ¡Dame vida!» (Petición) (154b, 156h, 159b). La petición es fuerte e insistente. Se hace mención de los «malvados» (155a), de sus numerosos perseguidores y opresores» (157a) y de los «traidores» (158a).
161-168: «Mi corazón teme tus palabras» (confianza) (161 h), Continúa el conflicto con la aparición de los «príncipes» perseguidores (161a); no obstante, el clima es de confianza y de alabanza. Ya es de día (164a).
169-176: ¡Que mi clamor llegue a tu presencia, Señor! (petición final) (169a.170a). El salmista se siente extraviado (176) y, aun así, eleva su súplica.
Este salmo surge y no se hace mención del templo ni se habla de sacrificios o de sacerdotes. Toda la atención se fija en la Ley como única norma de sabiduría y como único criterio para la vida en medio de una sociedad conflictiva. La ley lo es todo, abarca toda la vida del salmista, que sin ser aún anciano, ya es sabio; le invade de noche (55,62.147) y le ocupa de día (164). Vive en tierra extraña (19a) y como peregrino (54b). Se siente pequeño y despreciable, oprimido y perseguido, extraviado, pero sigue confiando y, por eso, suplica a Dios.
La Faz de Dios. En todos y cada uno de los versículos de este salmo se habla de la Ley, resultado de la alianza entre Dios y su pueblo. Se menciona al Señor veinticuatro veces (12 más 12). En este salmo, la Ley es sinónimo de vida. En tiempos de Jesús, la Ley ya no era fuente de vida (Jn 19,7).
Comentario del Santo Evangelio: Juan 6,22-29.
Tras la multiplicación de los panes, alude el evangelista a la búsqueda de Jesús por parte de la muchedumbre. Lo encuentran en Cafarnaún y le dirigen al Maestro una pregunta sólo para satisfacer su propia curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25). Jesús no responde la pregunta, sino que revela más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que la han impulsado a buscarlo, y con ello desenmascara la mentalidad demasiado material de las personas (v. 26). En realidad, toda esa gente sigue a Jesús por el pan material, sin comprender el signo realizado por el Profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de responder y de amar.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia entre el pan material y corruptible y «el permanente, el que da la vida eterna» (v. 27). Jesús invita a la gente a superar el estrecho horizonte en que vive y a pasar al de la fe y al del Espíritu, al que sólo su persona (la de Jesús) les puede introducir. El posee el sello de Dios, que es el Espíritu y el dinamismo divino del amor.
Los interlocutores de Jesús le preguntan ahora: « ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (v. 28). Una nueva equivocación. La muchedumbre piensa que Dios exige la observación de nuevos preceptos y de otras obras. Pero lo que Jesús exige de ellos es una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, a saber: «Que creáis en aquel que él ha enviado» (v. 29). Sólo tienen que cumplir una sola cosa: dejarse implicar por Dios y adherirse con fe a la persona de Jesús. Es la apertura a la fe lo que ofrece un pan inagotable y lo que da la vida para siempre al hombre que acepta ser liberado de las tinieblas.
Esteban es el primer apóstol de los helenistas. Suyo fue el primer intento de inculturación, constituido por un decidido distanciamiento respecto al judaísmo tradicional. Pero no consiguió su objetivo en algunos de los suyos. También hay conservadores entre los procedentes de la diáspora, quizás incluso más que entre los propios judíos palestinenses.
Probablemente se debiera a la necesidad de defender su propia identidad. La primera aproximación al mundo judío de lengua y cultura griega es rechazada también por los notables. Esteban sigue así el destino de Jesús: es rechazado. Al parecer, el precio que hay que pagar para abrir nuevos caminos es ser incomprendido, malentendido, rechazado, calumniado y condenado. Sin embargo, también es verdad que del martirio de Esteban proceden frutos muy copiosos precisamente a partir de los griegos: y no sólo de los judíos de lengua griega, sino de toda la cultura griega.
Esteban es un provocador, y, por eso, se mete él mismo en el camino del martirio, como sucede en toda sociedad intolerante. Ahora bien, su provocación procede de una sabiduría superior, es fruto de una peculiar comprensión del plan de Dios. Este plan preveía que el Evangelio fuera anunciado no sólo en Jerusalén, sino «hasta los confines de la tierra». El Espíritu se sirve del carácter entusiasta y “belicoso” de Esteban para agitar el ambiente: Esteban pierde, pero la causa del Evangelio recorrerá el mundo.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 6,22-29, para nuestros Mayores. El trabajo que Dios quiere.
La luna, el dedo y el idiota. La muchedumbre saciada con pan y pescado quedó entusiasmada por el nuevo profeta; lo quiere proclamar rey. Jesús, al darse cuenta, se escabulle y desaparece. Cuando la gente se percata de ello, se embarca inmediatamente y cruza el lago para dirigirse a Cafarnaún, donde sospecha que se encuentra. Efectivamente, allí lo encuentran.
Al encontrarlo, le reprochan que se haya escapado de aquella manera. Le preguntan: “Maestro, “¿cuándo has venido aquí?”. Jesús no se llama a engaño; se da cuenta de que todo aquel entusiasmo es puro interés; lo siguen ardorosamente, pero es porque creen que tiene el poder mágico de llenarles el estómago y de solucionarles la cuestión económica. Lo confunden con un mesías político-social. Jesús se lo echa en cara con toda claridad: “Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”.
No habían entendido nada. La multiplicación de los panes era un signo de su proyecto de formar un nuevo pueblo en el que todos se sentaran como hermanos a la misma mesa para compartir; el pan y los peces eran un signo que señalaba los bienes del Reino, y ellos habían quedado prendidos en el signo sin pasar al significado. Les había pasado lo que certeramente expresa el dicho oriental: “Cuando el dedo señala la luna, el idiota mira el dedo”. Se habían quedado mirando el signo, la señal, sin mirar a Aquél a quien señalaba.
La tentación de instrumentalizar a Dios. Aquella multitud seguía al maestro de Nazaret por interés. Le seguían con el mismo espíritu rastrero de los hebreos a Moisés en la peregrinación por el desierto. Cuando empezó a faltar el alimento y la bebida, se rebelaron contra él. Es la tentación que acecha siempre a toda persona o grupo religioso: la instrumentalización de Dios, de lo divino, con fines terrenos. La sufrió el mismo Jesús: “Di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4,3); si tienes poderes celestiales, utilízalos para proveer de bienes terrenos.
Esta tentación nos acosa a los cristianos de todos los tiempos. Sin duda que también a nosotros tiene Jesús algo que reprocharnos en este sentido, porque se instrumentaliza a Dios, a Cristo, los sacramentos, no sólo para conseguir el “pan y los peces” de los bienes materiales y mundanos, sino para buscar la seguridad y los consuelos. Santa Teresa denunciaba que había muchos que “buscaban más los consuelos de Dios que al Dios de los consuelos”.
Hay “cristianos”, faltos de formación, que confunden el cristianismo con una sociedad de seguros. A uno le inscriben en el bautismo, luego paga su cuota semanal de la misa, la cuota de la ayuda económica a la Iglesia, la cuota de las confesiones y comuniones, y con ello cree tener derecho a guardaespaldas celestiales, a que le libren de enfermedades, desgracias, sufrimientos y a que se le recompense con ciertas ventajas materiales y, por supuesto, con el cielo. Y cuando el seguro no funciona, el asegurado protesta contra Dios; incluso algunos llegan a borrarse de la compañía de seguros. Lo toman como un castigo injusto por parte de Dios. Al multiplicarse los medios y remedios humanos, parece que Dios, el cristianismo y la religión ya no son útiles, y entonces, de forma casi inconsciente, se prescinde… Dios ya apenas si resulta rentable. Son las muchedumbres desilusionadas de hoy que sólo esperaban de Él panes y peces. A veces se vuelve a Él ocasionalmente cuando la necesidad aprieta.
Es encomiable que entremos en relación con Dios sin buscar ningún favor terreno suyo, ni siquiera la intención de ir pagando a plazos una vivienda en la maravillosa urbanización del cielo, ni por evitar un pecado mortal, sino gratuitamente para encontrarnos con el Padre y con Cristo en el Espíritu, para celebrar nuestra fraternidad, para alabar, bendecir, dar gracias y reconfortamos para seguir alegres y animosos la lucha de cada día.
Instrumentalizar a Dios. En este intento nuestro de instrumentalizarlo todo y a todos, intentamos instrumentalizar a Dios, aunque sea de forma inconsciente. Más que servir “a” Dios, con frecuencia buscamos servirnos “de” Dios. Con nuestros ritos, cumplimientos y promesas buscamos congraciarnos con Él para que se avenga a nuestros proyectos, como si Dios fuera venable. Es el Dios como recurso, el Dios que nos acordamos cuando las cosas no salen a nuestro gusto y del que tanto y tan bien habló el gran teólogo y mártir Bonhóffer.
Como suele suceder, la muchedumbre alimentada abundantemente por Jesús quería un dios de uso y consumo, que sirviese a sus intereses y necesidades, un dios comercial que oferta y distribuye sus dones a merced de la demanda. Éste es el dios de una fe supersticiosa y de una religión natural propias de quienes quieren encerrar a Dios en los límites de los ritos y de las leyes cultuales, que buscan servirse de la divinidad en vez de servirla y adorarla.
En cambio, modelo de relación gratuita es, por supuesto, Jesús: “Yo no he venido para hacer mi voluntad, sino la de mi Padre” (Jn 5,30; Jn 4,34); “yo busco lo que le agrada” (Jn 9,4; Lc 22,42). Ya sabemos cuál fue la recompensa que recibió en la tierra por este servicio incondicional: la muerte en cruz como un delincuente.
Modelo también de relación gratuita con Dios es María: “He aquí la esclava del Señor, para lo que sea, para lo que guste” (Lc 1 ,28.38). Ésta es la relación de todos los santos con Dios. Ora místicamente Teresa de Jesús: “Vuestra soy, para Vos nací: ¿qué mandáis hacer de mí?”. Es la disponibilidad y la búsqueda del agrado de Dios.
Mientras los cristianos de religiosidad mediocre, interesada, buscan servirse “de” Dios, los cristianos generosos, de religiosidad oblativa, buscan servir “a” Dios. Ésta es precisamente la vivencia religiosa que salva, porque descentra al hombre de sí mismo, le convierte en servidor, le empuja a amar y a entregar la vida (Jn 12,25).
Comentario del Santo Evangelio Jn 6, 22-29 (6, 24-35), de Joven para Joven. El pan imperecedero.
El evangelio de Juan es esencialmente teológico, Tenemos la impresión de que los hechos narrados son simplemente «funcionales», en tanto han sido recogidos en el evangelio en cuanto sirven para destacar una enseñanza. El evangelista se preocuparía muy poco o nada de lo realmente ocurrido.
Esta impresión responde a la realidad, pero sólo de un modo parcial. Porque, además del aspecto apuntado, en múltiples ocasiones, siempre que puede, a veces incluso forzando la narración, introduce acotaciones y glosas, cuya única finalidad obedece a que el lector se tome en serio la narración, que no ha sido inventada, sino que fue arrancada de la realidad.
En esta sección encontramos una de esas notas que persiguen esta finalidad. La gente se había dado cuenta de que allí no había más que una barca y que Jesús no había subido a ella cuando embarcaron los discípulos. ¿Por dónde, entonces, había cruzado el lago?
La reacción deja gente ante la multiplicación de los panes fue, verdaderamente decepcionante. Sigue a Jesús, es cierto. Pero lo sigue casi por mera curiosidad: Maestro, ¿cómo has llegado hasta aquí? O, teniendo en cuenta la respuesta de Jesús, por puro egoísmo: una comida gratuita que los sació. De cualquier forma un seguimiento ineficaz de Cristo.
Esta reacción de la muchedumbre, tal como aquí aparece recogida, se armoniza difícilmente con el entusiasmo que había provocado aquel hecho sensacional de la multiplicación de los panes (recuérdese lo dicho a propósito de los vv. 14-15 de este mismo cap.).
Precisamente de lo que se trata es de centrar la reacción de la muchedumbre en la dirección que Jesús quería provocar. Ni la simple curiosidad o el egoísmo interesado por el pan material, ni el sensacionalismo orientado hacia el dominio terreno, coronando a Jesús como rey para que sacudiese el yugo del dominio extranjero. Reacciones igualmente erróneas.
La reacción verdadera debe orientarse hacia la búsqueda del pan imperecedero. El hecho de Jesús había sido un «signo». No pretendía, en su sentido último, satisfacer el hambre material. Interpretarlo así equivaldría a empobrecerlo sustancialmente. El signo apuntaba hacia algo más importante y que la gente no había comprendido.
Desde el punto de vista teológico, toda la escena se halla orientada hacia la eucaristía. Una pista clara tenemos en él v. 23, donde se habla del pan, singular, no de los panes, y además se utiliza el verbo eujaristeo para expresar la acción de gracias.
En todo caso, estamos ante alusiones, todo lo intencionadas que queramos; pero, en definitiva, alusiones. Será necesario hablar con más claridad. Y así se hará en el discurso posterior que explicará sin rodeos y con toda la profundidad posible el sentido del signo realizado.
Jesús habla de un pan imperecedero. Era corriente entre los maestros religiosos ofrecer una doble posibilidad de elección) el pan que alimenta la vida físico-terrena, y el pan que garantiza la posesión de la vida eterna: un pan consistente en la vida obediente, según Dios, que tendría como consecuencia un juicio favorable en el último día y como premio la vida eterna. Esta es la razón por la que aparece aquí el Hijo del hombre (Dan 7), figura misteriosa que se halla asociada al juicio final Este Hijo del hombre ha venido al mundo con el sello de la aprobación de Dios.
Para centrar más la discusión en la dirección intentada se introduce el tema de las obras, que es preciso realizar. ¿Cuál es la obra de Dios que debemos hacer? Jesús responde: vuestra obra es la fe, la aceptación de Aquél a quien el Padre ha enviado.
Si el Hijo del hombre ha hecho su aparición con el sello de la autenticidad divina, la obra que Dios pide del hombre es la fe. Resulta sorprendente que la gente pregunte por las «obras» que es necesario realizar y Jesús conteste «las obras son la fe…». La obra que el hombre debe realizar es la sumisión o aceptación, que suena a menos pasivo, de la obra de Dios en Cristo.
Elevación Espiritual para este día.
La Iglesia tiene a gala, y es mandamiento del Salvador, que no pensemos sólo en nosotros mismos, sino también en el prójimo. Considera la dignidad a la que se eleva el que se toma seriamente a pecho la salvación de su hermano. Este hombre, en la medida en que ello es posible al hombre, imita al mismo Dios. En efecto, escucha lo que nos dice por boca de su profeta: “Quien haga de un injusto un justo, será como mi boca”. A saber: quien se aplica a salvar a su hermano caído en la negligencia e intenta arrancarlo del lazo del diablo, en cuanto es posible al hombre, imita a Dios.
¿Existe acaso alguna acción que pueda compararse a ésta? Esta es la más grande entre todas las obras buenas. Es la cumbre de toda virtud. Y es natural que así sea. Porque si Cristo derramó su sangre por nuestra salvación, ¿no es justo que cada uno de nosotros ofrezca, por lo menos, el aliento de su palabra y eche una mano a quien por negligencia ha caído en los lazos del diablo?
Reflexión Espiritual para el día.
Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en nuestra libertad personal, un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables?
Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros hombres libres (cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 1 2,25) que nos hace semejantes a Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo.
El rostro y los pasajes de los personajes de la Sagrada Biblia: Hch 6 8-15 (6, 8-10; 7, [54-69]).
Hasta el momento presente han sido los apóstoles quienes han polarizado toda la atención de Lucas. Como si no hubiese habido nadie más que actuase en nombre de Jesús y entrase en conflicto con el judaísmo a causa del evangelio. El centro de interés se desplaza ahora de los apóstoles al grupo de los siete. Entre ellos destaca Esteban, que es presentado con los mismos rasgos y características de los apóstoles: predica, realiza milagros, está lleno de gracia y poder, es decir, particularmente favorecido por la asistencia divina gracias a la cual puede llevar a cabo la predicación del evangelio y los hechos extraordinarios que la acompañaban.
Su predicación provoca un conflicto. Se repite el caso de los apóstoles, La novedad, en el caso de Esteban, es que su conflicto nació de la confrontación de su pensamiento con los judíos más abiertos, los procedentes de la Diáspora, entre los que llevaba a cabo su misión. Esteban resulta excesivamente abierto y radical incluso para estos judíos «progresistas». La presentación de Lucas es global. ¿Habla simultáneamente de una, dos o cinco sinagogas?
Libertos son los hombres libres, Se refiere a aquellos judíos que, a raíz de la invasión de Palestina por Pompeyo el año 63 antes de Cristo, fueron deportados de la tierra santa y vivieron en esclavitud. Con el tiempo adquirieron de nuevo la libertad, bien fuese comprándola mediante un rescate bien fuese por concesión o premio por sus servicios leales. Estas gentes eran conocidas con el nombre latino «libertini», que Lucas conserva en su relato. Al regresar a la patria, constituyeron su propia sinagoga, en la que se reunían los que habían vivido en circunstancias similares. La inteligencia y comprensión mutuas resultaban más fáciles. Es muy posible que esta sinagoga agrupase judíos de procedencia diversa. En esta hipótesis, los restantes nombres mencionados por Lucas designarían los judíos de la procedencia indicada, que se reunirían en la sinagoga de los libertos. Pero también es posible que cada nombre responda a una sinagoga distinta. En esta cuestión la imprecisión de Lucas no puede ser precisada por datos procedentes de otras fuentes.
La predicación de Esteban es considerada como excesivamente radical e insostenible desde la ortodoxia judía, incluso en esta facción más abierta del judaísmo. Lo denuncian y llevan ante el Sanedrín. En la acusación de Esteban, Lucas ha seguido el mismo esquema de la acusación a Jesús. El protomártir sigue muy de cerca las huellas del Maestro. Tanto en el proceso contra Jesús como en el que ahora se sigue contra Esteban son buscados falsos testigos. A ambos se les acusa de actitud y palabras blasfemas contra la Ley y el templo. Constatamos la misma actitud hostil de los dirigentes judíos, que excitan a la muchedumbre contra los acusados. Son llevados al mismo tribunal, el Sanedrín, que les condenará por los mismos motivos. Se dice que Esteban predica que Jesús destruiría aquel lugar, el templo (Mc 14, 58; Jn 2, 19ss). Se le acusa de una actitud hostil a la Ley y a las costumbres transmitidas por Moisés. Se hace referencia a la actitud de Jesús frente a la Ley y, sobre todo, a las prácticas rituales judías sobre temas de pureza-impureza de alimentos, días...
Terminada la acusación, precisa Lucas de todos que quedaron mirándolo’: Puede referirse a la mirada escrutadora de quien espera la respuesta a los cargos que le han sido hechos al acusado. Más probablemente se refiere a la mirada airada contra aquél que pone en tela de juicio lo que ellos consideraban como más sagrado. Era un peligro para la seguridad nacional y contra la misma identidad del ser judío como tal. Añade Lucas que veían su rostro como el de un ángel. Se refiere al resplandor o reflejo de la gloria de Dios, dé Dios que se manifiesta a través de sus testigos elegidos para darse a conocer. Como en el caso de Moisés (Ex 34, 29ss) o en el de Jesús (Mt 17, 2).
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hechos de los Apóstoles 6, 8- 15. Esteban... lleno de gracia y de fuerza.
Esteban es uno de esos primeros «diáconos», elegidos por los apóstoles para el servicio de las mesas, durante las comidas comunitarias que reunían a los cristianos. «Diácono» — «servidor» en griego.
El Concilio Vaticano II restableció esa tradición que se había perdido: el diaconado es de nuevo un sacramento permanente dado a cristianos para significar que la Iglesia entera es «servicio».
Unos de la sinagoga discutían con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Esteban es el hombre de la discusión audaz. No teme predicar a Cristo aún fuera del círculo de los primeros cristianos: se dirige especialmente a esos «Judíos de lengua griega», originarios, como él, del extranjero.
Esteban es un hombre fogoso, planta cara a sus adversarios. Porque conoce bien al mundo griego, cuya lengua habla, sabe que el universo no se reduce a Jerusalén: por todas partes hay hombres que esperan la salvación. Comprende que la Iglesia no ha de quedar reducida a un gheto en medio del mundo judío. Mientras Pedro y Juan, como hemos visto, continúan yendo regularmente al Templo para orar, ¡él, Esteban, ataca!
«Hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios... No para de hablar en contra de este lugar santo y de la Ley... Le hemos oído decir que Jesús, el Nazareno destruiría este lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido...»
Está muy claro. Se le acusa de subversión. Es un innovador. Cambia nuestros usos.
Se capta, aquí, en lo vivo, el paso del judaísmo al cristianismo. En efecto Esteban no hace sino repetir las palabras subversivas de Jesús: « ¡destruid este Templo y en tres días lo edificaré de nuevo!». Ha comprendido que el verdadero templo de Dios, el lugar donde Dios habita, no es esa construcción de piedra en el centro de la única ciudad de Jerusalén —sería muy poco— sino el pueblo de Dios en su totalidad: donde quiera que haya un creyente, allí hay un templo donde Dios habita. Jesús decía también: «Iremos a él y estableceremos en él nuestra morada.»
Esteban ha comprendido también que lo que salva al hombre no es la Ley de Moisés, sino la Fe en Cristo.
¡De ese modo proclama esas cosas en Jerusalén!
Hasta el punto que les resultará insoportable y lo arrestarán. Por su causa, la comunidad cristiana será perseguida y expulsada de la ciudad. ¡Pero poco importa! gracias a su audacia misionera la Iglesia se verá por fin obligada a dirigirse al mundo y salir a predicar a los gentiles.
Lo prendieron y lo condujeron al Sanhedrín.
Miradle pues arrestado, también.
Y un proceso clamoroso comienza.
La sabiduría... y el Espíritu.., le hacían hablar.
El diácono es el hombre de la Palabra de Dios, bajo la influencia del Espíritu.
También nosotros estamos encargados de anunciar la Palabra. ¿Cuál es nuestra audacia? ¿Qué riesgos aceptamos? ¿Tenemos ese mismo anhelo misionero? ¿Somos capaces de decir las «palabras de Jesús» aún en el caso de que vayan contra nuestros prejuicios y hábitos? ¿Incluso si nos aportan disgustos?
Entra Esteban en escena. Se le presenta con las mismas características que los apóstoles: «Lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios». Las palabras de Esteban están unidas a la «sabiduría» y al Espíritu»: Esteban, como los apóstoles, está completamente inmerso en el plan de Dios, lo conoce, recibe la fuerza del Espíritu para atestiguarlo y anunciarlo. Posee una personalidad humana de gran relieve y de espesor «espiritual». Su predicación provoca de inmediato un conflicto y, paradójicamente, con los judíos más abiertos. Lucas alude a la sinagoga llamada «de los libertos», es decir, los descendientes de aquellos que, llevados a Roma como esclavos por Pompeyo (63 a. C.), habían sido liberados y se habían instalado en un barrio de la ciudad. En torno a ellos se reunían, probablemente, judíos de diferente procedencia. Pues bien, también para ellos era la predicación de Esteban demasiado radical: Esteban ataca al templo y las tradiciones mosaicas. En consecuencia, las acusaciones que se le dirigen no carecen de fundamento por completo.
Los ojos que se fijan en él con hostilidad están obligados a vislumbrar en ellos, no obstante, un esplendor particular, el de un ángel que expresa la presencia de Dios, algo semejante al rostro de Moisés cuando bajó, resplandeciente, del Sinaí tras haber encontrado a Dios. Lucas presenta otro rasgo de Esteban: es un testigo escogido por Dios para dar a conocer su voluntad.
Comentario del Salmo 118
Aunque incluya muchas peticiones, este salmo —el más largo de todo el Salterio— es un salmo sapiencial. De hecho, comienza hablando de la felicidad («Dichosos...»), al igual que el salmo 1.
Es un salmo alfabético y está organizado en bloques de ocho versículos. Todos los versículos de cada bloque comienzan con la misma letra, hasta completar, por orden, el alfabeto hebreo (los demás salmos alfabéticos son: 9-10; 25; 34; 37; 111; 112; 145). En el que nos ocupa, tenemos un total de veintidós bloques (uno por cada letra). En todos ellos, el tema principal es la Ley. Todos y cada uno de los ciento setenta y seis versículos que lo componen, contiene alguna referencia a la Ley (en cada bloque hay siete u ocho de estas referencias). La Ley se designa con distintos nombres: palabra, promesa, normas, voluntad, decretos, preceptos, mandatos y mandamientos, verdad, sentencias, leyes. Resulta complicado exponer con claridad las características de cada bloque, pues los mismos temas aparecen y desaparecen con frecuencia. En muchos de estos bloques hay una súplica insistente; en otros se acentúa más la confianza. Vamos a intentar exponer, a grandes rasgos, el rasgo que caracteriza a cada uno de ellos.
1-8: Felicidad. El salmo comienza con la proclamación de una bienaventuranza: « ¡Dichosos los de camino intachable!… ¡Dichosos los que guardan sus preceptos!» (1a.2a). Este es uno de los rasgos principales de los salmos sapienciales: que muestran dónde se encuentra la felicidad y en qué consiste.
9-16: Camino. Esta es la palabra que más se repite (9a.14a.15b). El ser humano alcanza la dicha y la felicidad cuando sigue el camino de los preceptos y los decretos del Señor. El autor del salmo pretende ofrecer una regla de oro a los jóvenes (9a).
17-24: «Haz bien a tu siervo» petición). Comienza la súplica propiamente dicha. El salmista expone los motivos por los que suplica: es un extranjero en la tierra 19a), está rodeado de «soberbios», «malditos» (21) y «príncipes» que se reúnen contra él para difamarlo (23a). El motivo de la calumnia o la difamación aparecerá en otras ocasiones.
25-32: «Reanímame» petición). Sigue el tema del bloque anterior. El siervo del Señor cuenta algo más de su situación: su garganta está pegada al polvo (25a) y su alma se deshace de tristeza (28a). Se menciona el «camino de la mentira» (29a), en oposición con respecto al segundo bloque (9-16), y se alude al conflicto de intereses que parece existir entre el salmista y los malvados que se dedican a calumniarlo.
33-40: «Muéstrame el camino» y «dame vida» (petición). Continúa la súplica y se repiten los temas de los bloques anteriores. Ha crecido la tensión social, pues ahora el salmista terne el «ultraje» de sus enemigos (39).
41-48: Petición y promesa. Sigue el tema del «ultraje» (42), pero el justo promete cumplir una serie de acciones si el Señor le envía su amor y su salvación, tal como había prometido (41). El salmista promete tres cosas: cumplir siempre la voluntad de Dios (44), andar por el camino de sus preceptos (45) y proclamarlos con valentía delante de los reyes (46).
49-56: Confianza y consuelo en el conflicto. El autor del salmo se siente consolado y lleno de confianza gracias a la promesa del Señor (50), Habla brevemente de su situación: está en la miseria (50a), se siente peregrino (54b) y se enfurece a causa de los malvados que abandonan la voluntad del Señor (53). Se hace mención de la noche (55a), momento para recordar el nombre del Señor.
57.64: Aplacar al Señor de todo corazón (58a). La persona que compuso este salmo cree en una nueva forma de aplacar al Señor, no ya con sacrificios, sino practicando su voluntad. Y esto en un contexto de conflicto, pues se mencionan los «lazos de los malvados» (61a). Esta persona asegura que se despierta a medianoche para dar gracias a Dios (62a).
65-72: Experiencia del sufrimiento. El sufrimiento, entendido como una prueba enviada por Dios, da resultados positivos en la vida de esta persona (67.7 1). De este modo, el Señor ha sido bueno con su siervo (65 a). El sufrimiento le ha hecho madurar y volverse sabio (71).
73-80: Confianza en el Dios creador. Las manos del Señor han modelado y formado la vida del salmista. Todo lo que le sucede va en este mismo sentido. El seguirá dejándose modelar cada vez más, a pesar de la presencia de los «soberbios» que levantan calumnias contra él (78); su vida, además, servirá de punto de ejemplo para los que temen al Señor (79a).
81-88: Aguardando la salvación. El salmista vuelve a hablar de su situación. Se compara a sí mismo con un odre que se va resecando a causa del humo (83 a) y teme que su vida se acabe enseguida (84a). La situación es grave. ¿Quién triunfará? Habla de sus «perseguidores» (84b) y de los «soberbios» que lo persiguen sin razón (86). Esto explica la súplica.
89-96: La palabra del Señor es Para siempre (89a). Los temas de la estabilidad de la palabra y de la fidelidad del Señor dominan en este bloque. El salmista habla de su miseria (92h) y de los malvados que esperan su ruina (95). Las cosas del Señor son para siempre, mientras que toda perfección es limitada (96a).
97-104: Amar la voluntad del Señor le vuelve a uno más sabio. La persona que compuso este salmo no es muy mayor (100a), pero sí que es más sabia (98a.99a) y sagaz (lO0a) que sus maestros y ancianos. El motivo es claro: es que él ama la voluntad del Señor (97a). Existe el peligro del «mal camino» (101 a. 104h), pero es un individuo juicioso, sabe discernir dónde se encuentra y rechazarlo.
105-112: La mediación de la palabra. Es significativa la imagen de la lámpara que ilumina el camino en medio de la oscuridad de la noche. Así es la palabra (105). El salmista explica en qué consisten las tinieblas»: son el «peligro» en que vive constantemente (1 09a), pues los malvados han tendido lazos para atraparlo (110a). Pero él confía en la palabra y formula sus promesas (100a).
113-120: El conflicto. Este bloque insiste en el conflicto que ha tenido cine afrontar el siervo del Señor. Habla de «los de corazón dividido» (113a), de los «perversos» que lo rodean (115a), de la gente cine se desvía de las leyes del Señor (118a) y de los «malvados de la tierra» (119a).
121-128: «No me entregues...» (Petición). Abrumado por las tensiones, el salmista eleva su súplica a Dios para que no lo entregue a los «opresores» (121b) y «soberbios» (122b), pues han violado la voluntad del Señor (126b) y andan por el camino de la mentira (128b).
129-136: «Rescátame» (petición). Las sentencias del Señor son «maravillosas» (129a). Lo maravilloso, en e1 Antiguo Testamento, siempre está asociado a la liberación. Por eso el salmista hace siete peticiones (132-135). Habla de su situación: vive en la opresión (134a) y su llanto es abundante (136a).
137-144: «El Señor es justo» (una constatación) (137a.142a.144a). Pero la persona que está suplicando está rodeada de «adversarios» (139b), se siente pequeña y despreciable (14 la), angustiada y oprimida (143a).
145-152: « ¡Señor, respóndeme! (petición). Es de madrugada (147a); el salmista no ha podido conciliar el sueño y clama de todo corazón (145a) a causa de los «infames que le persiguen» (150a).
153.460: « ¡Dame vida!» (Petición) (154b, 156h, 159b). La petición es fuerte e insistente. Se hace mención de los «malvados» (155a), de sus numerosos perseguidores y opresores» (157a) y de los «traidores» (158a).
161-168: «Mi corazón teme tus palabras» (confianza) (161 h), Continúa el conflicto con la aparición de los «príncipes» perseguidores (161a); no obstante, el clima es de confianza y de alabanza. Ya es de día (164a).
169-176: ¡Que mi clamor llegue a tu presencia, Señor! (petición final) (169a.170a). El salmista se siente extraviado (176) y, aun así, eleva su súplica.
Este salmo surge y no se hace mención del templo ni se habla de sacrificios o de sacerdotes. Toda la atención se fija en la Ley como única norma de sabiduría y como único criterio para la vida en medio de una sociedad conflictiva. La ley lo es todo, abarca toda la vida del salmista, que sin ser aún anciano, ya es sabio; le invade de noche (55,62.147) y le ocupa de día (164). Vive en tierra extraña (19a) y como peregrino (54b). Se siente pequeño y despreciable, oprimido y perseguido, extraviado, pero sigue confiando y, por eso, suplica a Dios.
La Faz de Dios. En todos y cada uno de los versículos de este salmo se habla de la Ley, resultado de la alianza entre Dios y su pueblo. Se menciona al Señor veinticuatro veces (12 más 12). En este salmo, la Ley es sinónimo de vida. En tiempos de Jesús, la Ley ya no era fuente de vida (Jn 19,7).
Comentario del Santo Evangelio: Juan 6,22-29.
Tras la multiplicación de los panes, alude el evangelista a la búsqueda de Jesús por parte de la muchedumbre. Lo encuentran en Cafarnaún y le dirigen al Maestro una pregunta sólo para satisfacer su propia curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v. 25). Jesús no responde la pregunta, sino que revela más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que la han impulsado a buscarlo, y con ello desenmascara la mentalidad demasiado material de las personas (v. 26). En realidad, toda esa gente sigue a Jesús por el pan material, sin comprender el signo realizado por el Profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de responder y de amar.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia entre el pan material y corruptible y «el permanente, el que da la vida eterna» (v. 27). Jesús invita a la gente a superar el estrecho horizonte en que vive y a pasar al de la fe y al del Espíritu, al que sólo su persona (la de Jesús) les puede introducir. El posee el sello de Dios, que es el Espíritu y el dinamismo divino del amor.
Los interlocutores de Jesús le preguntan ahora: « ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (v. 28). Una nueva equivocación. La muchedumbre piensa que Dios exige la observación de nuevos preceptos y de otras obras. Pero lo que Jesús exige de ellos es una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, a saber: «Que creáis en aquel que él ha enviado» (v. 29). Sólo tienen que cumplir una sola cosa: dejarse implicar por Dios y adherirse con fe a la persona de Jesús. Es la apertura a la fe lo que ofrece un pan inagotable y lo que da la vida para siempre al hombre que acepta ser liberado de las tinieblas.
Esteban es el primer apóstol de los helenistas. Suyo fue el primer intento de inculturación, constituido por un decidido distanciamiento respecto al judaísmo tradicional. Pero no consiguió su objetivo en algunos de los suyos. También hay conservadores entre los procedentes de la diáspora, quizás incluso más que entre los propios judíos palestinenses.
Probablemente se debiera a la necesidad de defender su propia identidad. La primera aproximación al mundo judío de lengua y cultura griega es rechazada también por los notables. Esteban sigue así el destino de Jesús: es rechazado. Al parecer, el precio que hay que pagar para abrir nuevos caminos es ser incomprendido, malentendido, rechazado, calumniado y condenado. Sin embargo, también es verdad que del martirio de Esteban proceden frutos muy copiosos precisamente a partir de los griegos: y no sólo de los judíos de lengua griega, sino de toda la cultura griega.
Esteban es un provocador, y, por eso, se mete él mismo en el camino del martirio, como sucede en toda sociedad intolerante. Ahora bien, su provocación procede de una sabiduría superior, es fruto de una peculiar comprensión del plan de Dios. Este plan preveía que el Evangelio fuera anunciado no sólo en Jerusalén, sino «hasta los confines de la tierra». El Espíritu se sirve del carácter entusiasta y “belicoso” de Esteban para agitar el ambiente: Esteban pierde, pero la causa del Evangelio recorrerá el mundo.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 6,22-29, para nuestros Mayores. El trabajo que Dios quiere.
La luna, el dedo y el idiota. La muchedumbre saciada con pan y pescado quedó entusiasmada por el nuevo profeta; lo quiere proclamar rey. Jesús, al darse cuenta, se escabulle y desaparece. Cuando la gente se percata de ello, se embarca inmediatamente y cruza el lago para dirigirse a Cafarnaún, donde sospecha que se encuentra. Efectivamente, allí lo encuentran.
Al encontrarlo, le reprochan que se haya escapado de aquella manera. Le preguntan: “Maestro, “¿cuándo has venido aquí?”. Jesús no se llama a engaño; se da cuenta de que todo aquel entusiasmo es puro interés; lo siguen ardorosamente, pero es porque creen que tiene el poder mágico de llenarles el estómago y de solucionarles la cuestión económica. Lo confunden con un mesías político-social. Jesús se lo echa en cara con toda claridad: “Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”.
No habían entendido nada. La multiplicación de los panes era un signo de su proyecto de formar un nuevo pueblo en el que todos se sentaran como hermanos a la misma mesa para compartir; el pan y los peces eran un signo que señalaba los bienes del Reino, y ellos habían quedado prendidos en el signo sin pasar al significado. Les había pasado lo que certeramente expresa el dicho oriental: “Cuando el dedo señala la luna, el idiota mira el dedo”. Se habían quedado mirando el signo, la señal, sin mirar a Aquél a quien señalaba.
La tentación de instrumentalizar a Dios. Aquella multitud seguía al maestro de Nazaret por interés. Le seguían con el mismo espíritu rastrero de los hebreos a Moisés en la peregrinación por el desierto. Cuando empezó a faltar el alimento y la bebida, se rebelaron contra él. Es la tentación que acecha siempre a toda persona o grupo religioso: la instrumentalización de Dios, de lo divino, con fines terrenos. La sufrió el mismo Jesús: “Di que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4,3); si tienes poderes celestiales, utilízalos para proveer de bienes terrenos.
Esta tentación nos acosa a los cristianos de todos los tiempos. Sin duda que también a nosotros tiene Jesús algo que reprocharnos en este sentido, porque se instrumentaliza a Dios, a Cristo, los sacramentos, no sólo para conseguir el “pan y los peces” de los bienes materiales y mundanos, sino para buscar la seguridad y los consuelos. Santa Teresa denunciaba que había muchos que “buscaban más los consuelos de Dios que al Dios de los consuelos”.
Hay “cristianos”, faltos de formación, que confunden el cristianismo con una sociedad de seguros. A uno le inscriben en el bautismo, luego paga su cuota semanal de la misa, la cuota de la ayuda económica a la Iglesia, la cuota de las confesiones y comuniones, y con ello cree tener derecho a guardaespaldas celestiales, a que le libren de enfermedades, desgracias, sufrimientos y a que se le recompense con ciertas ventajas materiales y, por supuesto, con el cielo. Y cuando el seguro no funciona, el asegurado protesta contra Dios; incluso algunos llegan a borrarse de la compañía de seguros. Lo toman como un castigo injusto por parte de Dios. Al multiplicarse los medios y remedios humanos, parece que Dios, el cristianismo y la religión ya no son útiles, y entonces, de forma casi inconsciente, se prescinde… Dios ya apenas si resulta rentable. Son las muchedumbres desilusionadas de hoy que sólo esperaban de Él panes y peces. A veces se vuelve a Él ocasionalmente cuando la necesidad aprieta.
Es encomiable que entremos en relación con Dios sin buscar ningún favor terreno suyo, ni siquiera la intención de ir pagando a plazos una vivienda en la maravillosa urbanización del cielo, ni por evitar un pecado mortal, sino gratuitamente para encontrarnos con el Padre y con Cristo en el Espíritu, para celebrar nuestra fraternidad, para alabar, bendecir, dar gracias y reconfortamos para seguir alegres y animosos la lucha de cada día.
Instrumentalizar a Dios. En este intento nuestro de instrumentalizarlo todo y a todos, intentamos instrumentalizar a Dios, aunque sea de forma inconsciente. Más que servir “a” Dios, con frecuencia buscamos servirnos “de” Dios. Con nuestros ritos, cumplimientos y promesas buscamos congraciarnos con Él para que se avenga a nuestros proyectos, como si Dios fuera venable. Es el Dios como recurso, el Dios que nos acordamos cuando las cosas no salen a nuestro gusto y del que tanto y tan bien habló el gran teólogo y mártir Bonhóffer.
Como suele suceder, la muchedumbre alimentada abundantemente por Jesús quería un dios de uso y consumo, que sirviese a sus intereses y necesidades, un dios comercial que oferta y distribuye sus dones a merced de la demanda. Éste es el dios de una fe supersticiosa y de una religión natural propias de quienes quieren encerrar a Dios en los límites de los ritos y de las leyes cultuales, que buscan servirse de la divinidad en vez de servirla y adorarla.
En cambio, modelo de relación gratuita es, por supuesto, Jesús: “Yo no he venido para hacer mi voluntad, sino la de mi Padre” (Jn 5,30; Jn 4,34); “yo busco lo que le agrada” (Jn 9,4; Lc 22,42). Ya sabemos cuál fue la recompensa que recibió en la tierra por este servicio incondicional: la muerte en cruz como un delincuente.
Modelo también de relación gratuita con Dios es María: “He aquí la esclava del Señor, para lo que sea, para lo que guste” (Lc 1 ,28.38). Ésta es la relación de todos los santos con Dios. Ora místicamente Teresa de Jesús: “Vuestra soy, para Vos nací: ¿qué mandáis hacer de mí?”. Es la disponibilidad y la búsqueda del agrado de Dios.
Mientras los cristianos de religiosidad mediocre, interesada, buscan servirse “de” Dios, los cristianos generosos, de religiosidad oblativa, buscan servir “a” Dios. Ésta es precisamente la vivencia religiosa que salva, porque descentra al hombre de sí mismo, le convierte en servidor, le empuja a amar y a entregar la vida (Jn 12,25).
Comentario del Santo Evangelio Jn 6, 22-29 (6, 24-35), de Joven para Joven. El pan imperecedero.
El evangelio de Juan es esencialmente teológico, Tenemos la impresión de que los hechos narrados son simplemente «funcionales», en tanto han sido recogidos en el evangelio en cuanto sirven para destacar una enseñanza. El evangelista se preocuparía muy poco o nada de lo realmente ocurrido.
Esta impresión responde a la realidad, pero sólo de un modo parcial. Porque, además del aspecto apuntado, en múltiples ocasiones, siempre que puede, a veces incluso forzando la narración, introduce acotaciones y glosas, cuya única finalidad obedece a que el lector se tome en serio la narración, que no ha sido inventada, sino que fue arrancada de la realidad.
En esta sección encontramos una de esas notas que persiguen esta finalidad. La gente se había dado cuenta de que allí no había más que una barca y que Jesús no había subido a ella cuando embarcaron los discípulos. ¿Por dónde, entonces, había cruzado el lago?
La reacción deja gente ante la multiplicación de los panes fue, verdaderamente decepcionante. Sigue a Jesús, es cierto. Pero lo sigue casi por mera curiosidad: Maestro, ¿cómo has llegado hasta aquí? O, teniendo en cuenta la respuesta de Jesús, por puro egoísmo: una comida gratuita que los sació. De cualquier forma un seguimiento ineficaz de Cristo.
Esta reacción de la muchedumbre, tal como aquí aparece recogida, se armoniza difícilmente con el entusiasmo que había provocado aquel hecho sensacional de la multiplicación de los panes (recuérdese lo dicho a propósito de los vv. 14-15 de este mismo cap.).
Precisamente de lo que se trata es de centrar la reacción de la muchedumbre en la dirección que Jesús quería provocar. Ni la simple curiosidad o el egoísmo interesado por el pan material, ni el sensacionalismo orientado hacia el dominio terreno, coronando a Jesús como rey para que sacudiese el yugo del dominio extranjero. Reacciones igualmente erróneas.
La reacción verdadera debe orientarse hacia la búsqueda del pan imperecedero. El hecho de Jesús había sido un «signo». No pretendía, en su sentido último, satisfacer el hambre material. Interpretarlo así equivaldría a empobrecerlo sustancialmente. El signo apuntaba hacia algo más importante y que la gente no había comprendido.
Desde el punto de vista teológico, toda la escena se halla orientada hacia la eucaristía. Una pista clara tenemos en él v. 23, donde se habla del pan, singular, no de los panes, y además se utiliza el verbo eujaristeo para expresar la acción de gracias.
En todo caso, estamos ante alusiones, todo lo intencionadas que queramos; pero, en definitiva, alusiones. Será necesario hablar con más claridad. Y así se hará en el discurso posterior que explicará sin rodeos y con toda la profundidad posible el sentido del signo realizado.
Jesús habla de un pan imperecedero. Era corriente entre los maestros religiosos ofrecer una doble posibilidad de elección) el pan que alimenta la vida físico-terrena, y el pan que garantiza la posesión de la vida eterna: un pan consistente en la vida obediente, según Dios, que tendría como consecuencia un juicio favorable en el último día y como premio la vida eterna. Esta es la razón por la que aparece aquí el Hijo del hombre (Dan 7), figura misteriosa que se halla asociada al juicio final Este Hijo del hombre ha venido al mundo con el sello de la aprobación de Dios.
Para centrar más la discusión en la dirección intentada se introduce el tema de las obras, que es preciso realizar. ¿Cuál es la obra de Dios que debemos hacer? Jesús responde: vuestra obra es la fe, la aceptación de Aquél a quien el Padre ha enviado.
Si el Hijo del hombre ha hecho su aparición con el sello de la autenticidad divina, la obra que Dios pide del hombre es la fe. Resulta sorprendente que la gente pregunte por las «obras» que es necesario realizar y Jesús conteste «las obras son la fe…». La obra que el hombre debe realizar es la sumisión o aceptación, que suena a menos pasivo, de la obra de Dios en Cristo.
Elevación Espiritual para este día.
La Iglesia tiene a gala, y es mandamiento del Salvador, que no pensemos sólo en nosotros mismos, sino también en el prójimo. Considera la dignidad a la que se eleva el que se toma seriamente a pecho la salvación de su hermano. Este hombre, en la medida en que ello es posible al hombre, imita al mismo Dios. En efecto, escucha lo que nos dice por boca de su profeta: “Quien haga de un injusto un justo, será como mi boca”. A saber: quien se aplica a salvar a su hermano caído en la negligencia e intenta arrancarlo del lazo del diablo, en cuanto es posible al hombre, imita a Dios.
¿Existe acaso alguna acción que pueda compararse a ésta? Esta es la más grande entre todas las obras buenas. Es la cumbre de toda virtud. Y es natural que así sea. Porque si Cristo derramó su sangre por nuestra salvación, ¿no es justo que cada uno de nosotros ofrezca, por lo menos, el aliento de su palabra y eche una mano a quien por negligencia ha caído en los lazos del diablo?
Reflexión Espiritual para el día.
Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en nuestra libertad personal, un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables?
Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros hombres libres (cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 1 2,25) que nos hace semejantes a Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo.
El rostro y los pasajes de los personajes de la Sagrada Biblia: Hch 6 8-15 (6, 8-10; 7, [54-69]).
Hasta el momento presente han sido los apóstoles quienes han polarizado toda la atención de Lucas. Como si no hubiese habido nadie más que actuase en nombre de Jesús y entrase en conflicto con el judaísmo a causa del evangelio. El centro de interés se desplaza ahora de los apóstoles al grupo de los siete. Entre ellos destaca Esteban, que es presentado con los mismos rasgos y características de los apóstoles: predica, realiza milagros, está lleno de gracia y poder, es decir, particularmente favorecido por la asistencia divina gracias a la cual puede llevar a cabo la predicación del evangelio y los hechos extraordinarios que la acompañaban.
Su predicación provoca un conflicto. Se repite el caso de los apóstoles, La novedad, en el caso de Esteban, es que su conflicto nació de la confrontación de su pensamiento con los judíos más abiertos, los procedentes de la Diáspora, entre los que llevaba a cabo su misión. Esteban resulta excesivamente abierto y radical incluso para estos judíos «progresistas». La presentación de Lucas es global. ¿Habla simultáneamente de una, dos o cinco sinagogas?
Libertos son los hombres libres, Se refiere a aquellos judíos que, a raíz de la invasión de Palestina por Pompeyo el año 63 antes de Cristo, fueron deportados de la tierra santa y vivieron en esclavitud. Con el tiempo adquirieron de nuevo la libertad, bien fuese comprándola mediante un rescate bien fuese por concesión o premio por sus servicios leales. Estas gentes eran conocidas con el nombre latino «libertini», que Lucas conserva en su relato. Al regresar a la patria, constituyeron su propia sinagoga, en la que se reunían los que habían vivido en circunstancias similares. La inteligencia y comprensión mutuas resultaban más fáciles. Es muy posible que esta sinagoga agrupase judíos de procedencia diversa. En esta hipótesis, los restantes nombres mencionados por Lucas designarían los judíos de la procedencia indicada, que se reunirían en la sinagoga de los libertos. Pero también es posible que cada nombre responda a una sinagoga distinta. En esta cuestión la imprecisión de Lucas no puede ser precisada por datos procedentes de otras fuentes.
La predicación de Esteban es considerada como excesivamente radical e insostenible desde la ortodoxia judía, incluso en esta facción más abierta del judaísmo. Lo denuncian y llevan ante el Sanedrín. En la acusación de Esteban, Lucas ha seguido el mismo esquema de la acusación a Jesús. El protomártir sigue muy de cerca las huellas del Maestro. Tanto en el proceso contra Jesús como en el que ahora se sigue contra Esteban son buscados falsos testigos. A ambos se les acusa de actitud y palabras blasfemas contra la Ley y el templo. Constatamos la misma actitud hostil de los dirigentes judíos, que excitan a la muchedumbre contra los acusados. Son llevados al mismo tribunal, el Sanedrín, que les condenará por los mismos motivos. Se dice que Esteban predica que Jesús destruiría aquel lugar, el templo (Mc 14, 58; Jn 2, 19ss). Se le acusa de una actitud hostil a la Ley y a las costumbres transmitidas por Moisés. Se hace referencia a la actitud de Jesús frente a la Ley y, sobre todo, a las prácticas rituales judías sobre temas de pureza-impureza de alimentos, días...
Terminada la acusación, precisa Lucas de todos que quedaron mirándolo’: Puede referirse a la mirada escrutadora de quien espera la respuesta a los cargos que le han sido hechos al acusado. Más probablemente se refiere a la mirada airada contra aquél que pone en tela de juicio lo que ellos consideraban como más sagrado. Era un peligro para la seguridad nacional y contra la misma identidad del ser judío como tal. Añade Lucas que veían su rostro como el de un ángel. Se refiere al resplandor o reflejo de la gloria de Dios, dé Dios que se manifiesta a través de sus testigos elegidos para darse a conocer. Como en el caso de Moisés (Ex 34, 29ss) o en el de Jesús (Mt 17, 2).
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hechos de los Apóstoles 6, 8- 15. Esteban... lleno de gracia y de fuerza.
Esteban es uno de esos primeros «diáconos», elegidos por los apóstoles para el servicio de las mesas, durante las comidas comunitarias que reunían a los cristianos. «Diácono» — «servidor» en griego.
El Concilio Vaticano II restableció esa tradición que se había perdido: el diaconado es de nuevo un sacramento permanente dado a cristianos para significar que la Iglesia entera es «servicio».
Unos de la sinagoga discutían con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Esteban es el hombre de la discusión audaz. No teme predicar a Cristo aún fuera del círculo de los primeros cristianos: se dirige especialmente a esos «Judíos de lengua griega», originarios, como él, del extranjero.
Esteban es un hombre fogoso, planta cara a sus adversarios. Porque conoce bien al mundo griego, cuya lengua habla, sabe que el universo no se reduce a Jerusalén: por todas partes hay hombres que esperan la salvación. Comprende que la Iglesia no ha de quedar reducida a un gheto en medio del mundo judío. Mientras Pedro y Juan, como hemos visto, continúan yendo regularmente al Templo para orar, ¡él, Esteban, ataca!
«Hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios... No para de hablar en contra de este lugar santo y de la Ley... Le hemos oído decir que Jesús, el Nazareno destruiría este lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido...»
Está muy claro. Se le acusa de subversión. Es un innovador. Cambia nuestros usos.
Se capta, aquí, en lo vivo, el paso del judaísmo al cristianismo. En efecto Esteban no hace sino repetir las palabras subversivas de Jesús: « ¡destruid este Templo y en tres días lo edificaré de nuevo!». Ha comprendido que el verdadero templo de Dios, el lugar donde Dios habita, no es esa construcción de piedra en el centro de la única ciudad de Jerusalén —sería muy poco— sino el pueblo de Dios en su totalidad: donde quiera que haya un creyente, allí hay un templo donde Dios habita. Jesús decía también: «Iremos a él y estableceremos en él nuestra morada.»
Esteban ha comprendido también que lo que salva al hombre no es la Ley de Moisés, sino la Fe en Cristo.
¡De ese modo proclama esas cosas en Jerusalén!
Hasta el punto que les resultará insoportable y lo arrestarán. Por su causa, la comunidad cristiana será perseguida y expulsada de la ciudad. ¡Pero poco importa! gracias a su audacia misionera la Iglesia se verá por fin obligada a dirigirse al mundo y salir a predicar a los gentiles.
Lo prendieron y lo condujeron al Sanhedrín.
Miradle pues arrestado, también.
Y un proceso clamoroso comienza.
La sabiduría... y el Espíritu.., le hacían hablar.
El diácono es el hombre de la Palabra de Dios, bajo la influencia del Espíritu.
También nosotros estamos encargados de anunciar la Palabra. ¿Cuál es nuestra audacia? ¿Qué riesgos aceptamos? ¿Tenemos ese mismo anhelo misionero? ¿Somos capaces de decir las «palabras de Jesús» aún en el caso de que vayan contra nuestros prejuicios y hábitos? ¿Incluso si nos aportan disgustos?
Copyright © Reflexiones Católicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario