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jueves, 6 de mayo de 2010

Lecturas del día 06-05-2010.Ciclo C.

6 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA. JUEVES DE LA V SEMANA DE PASCUA. Feria. ( Ciclo C). 1º semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Benita vg, Domingo Savio cf, Mariano y Santiago mrs, Lucio Cireneo Nuevo Testamento.
LITURGIA DE LA PALABRA

Hch 15,7-21. Ami parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten en Dios
Salmo 95 R/. Contad las maravillas del Señor a todas las nacioanes.
Jn 15,9-11. Permaneced en mi amor, para que vuestras alegrías llegue a plenitud.

En continuidad al texto de ayer Jesús introduce una clave fundamental que debe amalgamar las uniones entre Jesús y sus discípulos (la vid y los sarmientos): el amor. El mismo amor que el Padre tiene por el Hijo, el Hijo lo tiene por sus discípulos y discípulas. Ese mismo amor debe circular en la comunidad. El amor de Jesús no es simple romanticismo ni sentimiento volátil. Es un amor que brota de una opción radical por el proyecto de Dios que es vida digna y abundante para todos y todas. Ese amor-opción no es tal si no se traduce en obras concretas que transformen las realidades del mundo en el otro mundo posible querido por Dios. Este amor resume todos los mandamientos del Padre y nos exige amar como el Hijo: sin medida. Amar a Dios comprometiendo la propia vida en su causa y amar a los hermanos siendo instrumento de liberación, de integración, de paz y justicia.

Amar como aman el Padre y el Hijo es fuente de verdadera alegría, la que brota del corazón de aquellos y aquellas que en medio de los compromisos y la lucha no pierden la capacidad de hacer fiesta por la presencia permanente de Jesús entre su pueblo

PRIMERA LECTURA.
Hechos 15,7-21
A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios 

En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: "Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús."

Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo: "Escuchadme, hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas: "Después volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles que llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo." Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado."

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 95
R/.Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 

Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor, toda la tierra; / cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria. / Contad a los pueblos su gloria, / sus maravillas a todas las naciones. R.

Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente." R.

SANTO EVANGELIO.
Juan 15,9-11
Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."

Palabra del Señor.

Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15,7-21
En la asamblea de Jerusalén están presentes dos preocupaciones: salvaguardar la universalidad del Evangelio y, al mismo tiempo, mantener la unidad de la Iglesia. La apertura al mundo pagano, es decir, la toma de conciencia de la universalidad del Evangelio, no da origen a dos Iglesias, sino a una única Iglesia con connotaciones pluralistas. Corresponde a Pedro la tarea de defender la opción de Antioquía. Y lo hace partiendo de su propia experiencia, apoyando plenamente la línea de Pablo, usando incluso su típico lenguaje teológico: “Creemos que nos salvamos por la gracia” (v. 11). En consecuencia, no se habla de imponer el peso de la circuncisión o cualquier otro fardo insoportable.

El problema de la convivencia de las dos culturas, formas, mentalidades, tradiciones, fue planteado por Santiago, portador de las instancias de la tradición. No se opone a Pedro, pero sugiere algunas observancias rituales importantes para los judíos, que permitirán una convivencia que no ofenda la sensibilidad de los que proceden del judaísmo. Se trata de normas de pureza legal tomadas del Levítico. Para Santiago, las comunidades de los cristianos judíos y paganos son diferentes, pero deben vivir sin altercados: por eso es preciso dar normas prudentes.

Entre el discurso de Pedro, el último en Hechos de los Apóstoles, y el de Santiago se ha intercalado el testimonio de los hechos por parte de Bernabé y Pablo, y todo el conjunto viene después de «una larga discusión» (v. 7). Ambos discursos podrían ser considerados como conclusión y resumen de un paciente «proceso de discernimiento comunitario» en el que han sido expuestos, escuchados y discutidos a fondo todos los hechos y todos los argumentos. De este modo, queda salvada la libertad del Evangelio y, también, la unidad de la Iglesia. Es un método que se considera cada vez más como ejemplar y que se presagia como el normal en las distintas decisiones eclesiales.

Comentario del Salmo 95
Este salmo pertenece a la familia de los himnos: tiene muchas semejanzas con los himnos de alabanza, pero se considera un salmo de la realeza del Señor por incluir la expresión « ¡El Señor es Rey!». Esta constituye el eje de todo el salmo. Por eso tiene tantas invitaciones a la alabanza.

Este salmo está organizado en tres partes: 1-6; 7-10; 11-13. La primera (1-6) presenta una serie de invitaciones a cantar, bendecir, proclamar y anunciar. Se dirigen a la «tierra entera», pero esta expresión se refiere, sin duda, a la tierra de Israel. El destinatario de todas estas invitaciones es, pues, el pueblo de Dios. Este salmo invita a cantar al Señor un cántico nuevo. En qué ha de consistir esta «novedad» se nos indica en la segunda parte: se trata de la realeza universal de Dios. Después de las invitaciones a cantar, bendecir, proclamar y anunciar a todos los pueblos, se presenta el primero de los motivos, introducido por un «porque...». El Señor está por encima de todos los dioses. Se hace una crítica devastadora de las divinidades de las naciones: son pura apariencia, mientras que el Señor ha creado el cielo, y podrá celebrarlo. Aparece una especie de procesión simbólica en honor del Señor: precediéndolo, marchan Majestad y Esplendor y, en el templo de Jerusalén, Fuerza y Belleza están ya montando guardia. En la tercera parte se dice que el Señor viene para gobernar la tierra. El salino se limita a mostrar el inicio de esta solemne procesión de venida...

La segunda parte también presenta diversas invitaciones: a aclamar, a entrar en los atrios del templo llevando ofrendas para adorar. La tierra, a la que en la primera parte se invita a cantar, debe ahora temblar en la presencia del Señor. Estos imperativos se dirigen a las familias de los pueblos, esto es, se trata de una invitación internacional que tiene por objeto que las naciones proclamen en todas partes la gran novedad del salmo (el «porque...» de la segunda parte): « ¡El Señor es Rey!». Se indican las consecuencias del gobierno del Señor: el mundo no vacilará nunca; el salmo señala también la principal característica del gobierno de Dios: la rectitud con que rige a todos los pueblos.

En la tercera parte (11-13) aparecen nuevamente las invitaciones o deseos de que suceda algo. Ahora se invita a hacer fiesta, con alegría, al cielo, a la tierra, al mar (dimensión vertical), a los campos y los árboles del bosque (dimensión horizontal) con todo lo que contienen toda la creación está llamada a aclamar y celebrar: el cielo tiene que alegrarse; la tierra, que ya ha sido invitada a cantar y a temblar, ahora tiene que exultar; el mar tiene que retumbar, pero no con amenazas ni infundiendo terror, sino corno expresión de la fiesta, junto con todas sus criaturas; los campos, con todo lo que en ellos existe, están llamados a aclamar, y los bosques frondosos gritarán de alegría ante el Señor. A continuación viene el «porque...» de la tercera parte: el Señor viene para gobernar la tierra y el mundo. Se indican dos nuevas características del gobierno del Señor: la justicia y la fidelidad.

Este salmo expresa la superación de un conflicto religioso entre las naciones. El Señor se ha convertido en el Dios de los pueblos, en rey universal, creador de todas las cosas, es aquel que gobierna a los pueblos con rectitud, con justicia y fidelidad. La superación del conflicto se describe de este modo: “¡Porque el Señor es grande y digno de alabanza, más terrible que todos los dioses!” Pues los dioses de los pueblos son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo».

El salmo no oculta la alegría que causa la realeza universal de Dios. Basta fijarse en el ambiente de fiesta y en los destinatarios de cada una de sus planes: Israel, las familias de los pueblos, toda la creación. Todo está orientado hacia el centro: la declaración de que el Señor es Rey de todo y de todos. Israel proclama, las naciones traen ofrendas, la naturaleza exulta. En el texto hebreo, la palabra «todos» aparece siete veces. Es un detalle más que viene a confirmar lo que estamos diciendo. El ambiente de este salmo es de pura alegría, fiesta, danza, canto. La razón es la siguiente: el Señor Rey viene para gobernar la tierra con rectitud, con justicia y con fidelidad. El mundo entero está invitado a celebrar este acontecimiento maravilloso.

El tema de la realeza universal del Señor es propio del período posexílico (a partir del 538 a.C.), cuando ya no había reyes que gobernaran al pueblo de Dios, Podemos, pues, percibir aquí una ligera crítica al sistema de los reyes, causante de la desgracia del pueblo (exilio en Babilonia).

El salmo insiste en el nombre del Señor, que merece un cántico nuevo, ¿Por qué? Porque es el creador, el liberador (las «maravillas» del v. 3b recuerdan la salida de Egipto) y, sobre todo, porque es el Rey universal. En tres ocasiones se habla de su gobierno, y tres son las características de su administración universal: la rectitud, la justicia y la fidelidad. Podemos afirmar que se trata del Dios aliado de la humanidad, soberano del universo y de la historia. Esto es lo que debe proclamar Israel, poniendo al descubierto a cuantos pretendan ocupar el lugar de Dios; se invita a las naciones a adorarlo y dar testimonio de él; la creación entera está invitada a celebrar una gran fiesta (11-12).

Como ya hemos visto a propósito de otros salmos de este mismo tipo, el tema de la realeza de Jesús está presente en todos los evangelios. Mateo nos muestra cómo Jesús practica una nueva justicia para todos; esta nueva justicia inaugura el reinado de Dios en la historia, Los contactos de Jesús con los no judíos ponen de manifiesto que su Reino no tiene fronteras y que su proyecto consiste en un mundo lleno de justicia y de vida para todos (Jn 10,10).

Comentario del Santo Evangelio: Juan 15,9-11
¿Cuál es el fundamento del amor de Jesús por los suyos? El texto responde a esta pregunta. Todo tiene su origen en el amor que media entre el Padre y el Hijo. A esta comunión hemos de reconducir todas las iniciativas que Dios ha realizado en su designio de salvación para la humanidad: «Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor» (v. 9). Ahora bien, el amor que Jesús alimenta por los suyos requiere una pronta y generosa respuesta. Ésta se verifica en la observación de los mandamientos de Jesús, en la permanencia en su amor, y tiene como modelo su ejemplo de vida en la obediencia radical al Padre hasta el sacrificio supremo de la misma.

Las palabras de Jesús siguen una lógica sencilla: el Padre ha amado al Hijo, y éste, al venir a los hombres, ha permanecido unido con él en el amor por medio de la actitud constante de un “SÍ” generoso y obediente al Padre. Lo mismo ha de tener lugar en la relación entre Jesús y los discípulos. Estos han sido llamados a practicar, con fidelidad, lo que Jesús ha realizado a lo largo de su vida. Su respuesta debe ser el testimonio sincero del amor de Jesús por los suyos, permaneciendo profundamente unidos en su amor. El Señor pide a los suyos no tanto que le amen como que se dejen amar y acepten el amor que desde el Padre, a través de Jesús, desciende sobre ellos. Les pide que le amen dejándole a él la iniciativa, sin poner obstáculos a su venida. Les pide que acojan su don, que es plenitud de vida. Para permanecer en su amor es preciso cumplir una condición: observar los mandamientos según el modelo que tienen en Jesús.

«Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo y vuestro gozo sea completo» (v. 11): todos y cada uno de los discípulos están invitados a dejarse poseer por la alegría de Jesús, tras haberse dejado poseer por el amor de Dios. Mi existencia como discípulo consiste en dejar sitio a este amor divino, que es un amor «descendente», un amor que mueve al Padre a «entregar a su Hijo Único» (Jn 3,16), un amor que mueve al Hijo a entregarse a sí mismo, un amor que mueve a los discípulos a hacer otro tanto, un amor que garantiza la “felicidad” del discípulo.

Cuando Jesús habla de las más que exigentes condiciones de este amor, dice claramente que son posibles porque este nuevo modo de amar procede de Dios. Es el amor mismo de Dios el que obra en mí, en ti, en todos los discípulos. Y no sólo eso, sino que recibiremos de Jesús «su» felicidad, la alegría que procede de haber amado como Dios ama, a través del impulso y de la imitación de Jesús. Se trata de algo que nada tiene que ver con el moralismo: aquí nos encontramos en la cima de la mística, de la mística de la acción, que implica la entrega de uno mismo e incluye ser poseídos del todo por el amor de Dios.

Comentario del Santo Evangelio: Jn 15, 9-17 (15, 9-12/15, 9-14/15, 12-16/15, 12-17 [13, 34-35; 1 15, 10-13), Permaneced en mi amor.
Esta pequeña sección se centra en el mandamiento del amor. Mandamiento del amor que únicamente es posible partiendo de arriba. El evangelista recoge así este pensamiento: El Padre ha tenido la iniciativa en este movimiento de amor, enviando por amor, a su Hijo por y para los hombres. El Hijo acepta esta misión y lleva esta corriente de amor hasta los hombres. Sólo así el movimiento puede comenzar el recorrido inverso: del hombre a Cristo y a través de Cristo al Padre. Este círculo del amor y de la respuesta en la obediencia, que lo garantiza, constituye el núcleo esencial de la fe cristiana y del verdadero discipulado.

Los creyentes deben amarse mutuamente. El acento en Juan se pone en el amor mutuo, no porque no piense o excluya el amor a los enemigos (Mt 5, 44), sino porqué el amor mutuo de los cristianos se halla en peculiar relación con el amor existente entre las personas divinas. Y este amor se expresa en la capacidad de entrega, en el auto-sacrificio. Antes que a los discípulos se les haya exigido este amor «sacrificial», Cristo ha dado ejemplo entregando su vida por ellos.

Dar la vida por los amigos. Es la prueba suprema del amor. Lo sorprendente es que Jesús llame a los creyentes, a los discípulos, sus amigos. La amistad suele definirse normalmente en términos de igualdad de mutua ventaja e interés. ¿En qué sentido podía decirse que sus discípulos son amigos de Jesús? La respuesta solamente podría darse partiendo de una nueva definición de la amistad. Jesús no tiene intereses comunes con sus discípulos, él no gana nada con su amistad. Él es su Señor. Lo natural sería considerar a los cristianos como discípulos o como siervos. Pero, ahora, les llama amigos, por la única razón que les ha elegido para que sean sus amigos y les ha amado hasta el extremo (13, 1). Amor y amistad. Son las palabras que hablan elocuentemente de las relaciones entre Jesús y sus discípulos.

La iniciativa de la elección ha partido de Jesús. Toda iniciativa en este camino arranca siempre de Dios. Y como es la iniciativa del amor, en ella debe verse envuelta la relación mutua. Con ello se reitera el mandamiento del amor mutuo.

Comentario del Santo Evangelio: Jn 15,9-11, de Joven para Joven. “Permaneced en mi amor”.
Alegría en plenitud. Hemos de sentirnos destinatarios de este mensaje consolador de Jesús. Juan se lo recuerda a los cristianos de sus comunidades para alentarles en la persecución que sufren. Jesús, al pronunciar su mensaje, tenía presentes a todos sus seguidores, como oró no sólo por sus contemporáneos, sino “también por los que van a creer en mí mediante su mensaje” (Jn 17,20).

Jesús promete el don de la alegría: “Os hablo para que mi alegría llegue en vosotros a su plenitud”. Juan asegura en su primera carta que escribe “para que vuestra alegría sea completa” (1 Jn 1,4). Realmente es una consecuencia de la aceptación de la Buena Noticia. Si ésta no conllevara alegría, o no sería “Buena” Noticia o no habría sido entendida. Por eso la alegría no es algo opcional para el cristiano.

Es conocida la frase de santa Teresa: “Un santo triste es un triste santo”. Es explicable también el reto de Nietzsche: “Para que yo creyera los cristianos habrían de tener más cara de redimidos”. Un amigo increyente afirmaba: “La novela que me contáis es demasiado rosa como para ser verdadera. Pero, además, es que ni vosotros mismos os la creéis; si la creyerais, iríais vendiendo alegría, y no la veo por ninguna parte”. Pablo recomendaba a los filipenses: “Estad siempre alegres; os lo repito: estad alegres” (Flp 4,4).

La alegría de Jesús no es la bullanguera del mundo, sino la alegría honda de quien se siente centrado, con un sentido grandioso de la vida y querido por Dios. Es la alegría de los apóstoles Pedro y Juan, “contentos del castigo de los treinta y nueve azotes, por haber padecido aquel ultraje por el Señor” (Hch 5,41). Él nos quiere plenamente alegres. Y nos señala el motivo: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” (Jn 15,9).

Fe viva en el amor de Dios. Es necesario hacer un profundo “acto de fe” en el amor del Señor, porque es una realidad impalpable. No lo podemos percibir a través de gestos visibles como ocurre en el amor del hermano o en el amor del amigo; se disfraza de las expresiones de afecto de los demás. La experiencia de ser amados es una “gracia” que hay que pedir, porque es una experiencia de fundación, la raíz de la conversión y el secreto de la verdadera alegría. Y hay que creer en ese amor a pesar de que no somos un Pablo o una Madre Teresa de Calcuta.

Como tenemos la experiencia limitada del amor, creemos que Dios sigue esa medida. ¿Que somos pecadores? También lo fue Pedro y el Señor le reiteró su amistad. Cuando nos sintamos amados así, gratuitamente, siendo pecadores, nos sentiremos definitivamente fascinados, prendados y prendidos de Jesús. Lo que fascinó a Zaqueo fue que aquel rabí tan bueno e intachable le amara porque sí, por pura bondad, a él, un proscrito de la sociedad y un perdido (Lc 19,1-1 0).

La consigna del amor únicamente es posible partiendo de arriba. El evangelista recoge así este pensamiento: El Padre ha tenido la iniciativa en este movimiento de amor, enviando, por amor, a su Hijo por y para los hombres. El Hijo acepta esta misión y lleva esta corriente de amor hasta los hombres. Sólo así el movimiento puede comenzar el recorrido inverso: del hombre a Cristo y a través de Cristo al Padre. Este círculo del amor constituye el núcleo esencial de la fe cristiana y del verdadero discipulado. Jesús pide a los suyos no tanto que le amen, como que se dejen amar y acepten el amor que desde el Padre, a través de él, desciende sobre ellos. Les pide que acepten su don, que es plenitud de vida. Si Jesús dice que nos ama “como el Padre le ama a él”, mucho nos quiere...

“¡Qué santo eres, Francisco!”, le aclama el campesino Paolo a Francisco de Asís. “Si otros hubieran recibido lo que yo, serían más santos”, replica él. “¡Quién pudiera ser santo!”, exclama Paolo. “Lo puedes ser”, le contesta el poverello. “¿Cómo?”, le pregunta Paolo. “Creyendo que Dios te ama”, le responde Francisco. “¿Aunque sea un gran pecador?”. “Sí, aunque seas un gran pecador. Pero, mira, tienes que creerlo de verdad”, le repite con énfasis Francisco de Asís.

“Si guardáis mis mandamientos” El Señor nos ama, seamos buenos, mediocres o malos, le correspondamos o no, le seamos fieles o le traicionemos. Pero, la condición para que nosotros alcancemos la experiencia de ese amor es que tratemos de identificamos con él, que entremos en comunión espiritual con él, que amemos lo que él ama, que luchemos por lo que él luchó. Jesús lo expresa diciendo que si guardamos sus mandamientos, permaneceremos en su amor.

Los amigos tratan de complacerse. Lo que Jesús quiere es que cumplamos su voluntad, y entonces tendremos la experiencia del amor correspondido, que es la amistad. En el amor de Dios y al prójimo hay circularidad. La experiencia de sentirse amado por Dios impulsa al amor a los que son sus hijos, y el amor a sus hijos conlleva una ulterior experiencia de Dios. “Si guardáis mis mandamientos”. Más que de mandamientos, hay que hablar, sobre todo de “mandamiento” del amor al otro (Jn 13,34). Los creyentes deben amarse mutuamente. El acento en Juan se pone en el amor mutuo, no porque no piense o excluya el amor a los enemigos (Mt 5,44), sino porque el amor mutuo de los cristianos se halla en peculiar relación con el amor existente entre las divinas Personas. Y este amor se expresa en entrega.

Cristo ha dado ejemplo entregando su vida. Jesús dice lo que dice todo amigo: que no todo el que le dirige muchas alabanzas y protestas de amistad es el verdadero amigo, sino el que lo demuestra con gestos de entrega. “Obras son amores y no buenas razones”, dice magistralmente santa Teresa.

Elevación Espiritual para este día.
No habría aprendido yo a amar al Señor si él no me hubiera amado.
¿Quién puede comprender el amor, sino quien es amado?
Yo amo al Amado,
a él ama mi alma:
allí donde está su reposo,
allí estoy yo también.
Y no seré un extraño,
porque no hay envidia junto al Señor altísimo, porque quien se une al Inmortal también será inmortal,
y quien se complace en la vida
viviente será.
Que permanezca tu paz conmigo, Señor, en los frutos de tu amor.
Enséñame el canto de tu verdad, de suerte que venga a mí como fruto la alabanza, abre en mí la cítara de tu Espíritu Santo para que te alabe, Señor, con toda melodía. Prorrumpo en un himno al Señor porque soy suyo y can taré la canción consagrada a él porque mi corazón está lleno de él (de las Odas de Salomón).

Reflexión Espiritual para el día. 
Uno de los más célebres músicos del mundo, que tocaba el laúd a la perfección, se volvió en breve tiempo tan gravemente sordo que perdió el oído por completo; sin embargo, continuó cantando y manejando su laúd con una maravillosa delicadeza. Ahora bien, como no podía experimentar placer alguno con su canto y su sonido, puesto que, falto de oído, no percibía su dulzura y su belleza, cantaba y tocaba únicamente para contentar a un príncipe, a quien tenía gran deseo de complacer, porque le estaba agradecidísimo, ya que había sido criado en su casa hasta la juventud. Por eso sentía una inexpresable alegría al complacerle, y cuando el príncipe le hacía señales de que le agradaba su canto, la alegría le ponía fuera de sí. Pero sucedía, en ocasiones, que el príncipe, para poner a prueba el amor de su amable músico, le ordenaba cantar y se iba de inmediato a cazar, dejándole solo; pero el deseo de obedecer los deseos de su señor le hacía continuar el canto con toda la atención, como si su príncipe estuviera presente, aunque verdaderamente no le produjera ningún gusto cantar, ya que no experimentaba el placer de la melodía, del que le privaba la sordera, ni podía gozar de la dulzura de las composiciones por él ejecutadas: «Mi corazón está dispuesto, oh Dios, mi corazón está dispuesto; quiero cantar y entonar himnos. Despierta, alma mía; despertad, cítara y arpa, quiero despertar a la aurora» (Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, IX, 9).

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hechos, 15, 7-21. Santiago: La discusión conciliar continúa.
Después de una larga discusión —sobre la necesidad de las observaciones judías en orden a la salvación— se levantó Pedro y dijo...

Imagino la escena. La discusión es viva. Las diversas posturas son violentas. Cada uno está convencido de que la suya es la buena, la que asegura la fe y el porvenir de la Iglesia.
Acaba la discusión, ¡Pedro se levanta!
Aparece claramente como el jefe del Colegio Apostólico.
Recordemos que Jesús lo eligió; y que Jesús confió a Pedro ese papel: ser el garante de la fe de sus hermanos (Lucas 22, 32). Ayuda, Señor, a tu Iglesia, hoy también a aceptar plenamente
— tanto la discusión franca y libre de búsqueda donde todos expongan su opinión.
— como la autoridad y jerarquía del Papa, que zanja definitivamente la cuestión...

«Dios me ha escogido entre vosotros para que de mi boca oigan los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y abracen la fe...»

Pedro alude aquí a la conversión del Centurión romano, «Cornelio» (Hechos 10). El discurso de Pedro es breve como un decreto de Concilio, Cierra el debate. Toma partido por Pablo y Bernabé: La Iglesia es para el mundo... la puerta de la Iglesia está abierta de par en par a los Gentiles.

Dios no hizo distinción alguna entre los gentiles y nosotros... ¿Por qué pues ahora tentáis a Dios, queriendo imponer sobre los discípulos un yugo que ni vuestros padres ni nosotros podemos sobrellevar? Por otra parte, es por la gracia del Señor Jesús que creemos salvarnos exactamente como ellos...

¡Gracias, Señor, de esta decisión importante para la Iglesia! Todos los hombres son iguales. Todos son hijos tuyos ya sean judíos o gentiles, blancos o negros, de tales o cuales costumbres. ¡Dios no hace distinción alguna! Sólo la fe y la gracia, nos salvan.
Te doy gracias, Señor, por los motivos que Pedro utiliza para zanjar el debate en favor de la apertura a los gentiles:
una sola referencia, Dios.
“Dios me eligió entre vosotros...
“Dios que conoce los corazones dio testimonio en su favor...
“Dios no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros... « ¿Dios purificó sus corazones por la fe...
“Por qué tentáis a Dios queriendo imponer las costumbres mosaicas a los gentiles?»

Cuando Pablo y Bernabé terminaron de hablar tomó la Palabra Santiago y dijo...

La discusión conciliar continúa. Porque si el problema teórico está zanjado, lo que ahora se trata es de «la convivencia». No queda todo regulado por la decisión del Concilio.

Santiago es el representante cualificado de la «tendencia opuesta»: es obispo de Jerusalén...los judíos son mayoritarios en su comunidad..., cree conveniente mantener algunas costumbres judías. ¡Está de acuerdo con que se abandone la «circuncisión»! Pero propone que se pida a los gentiles que adopten algunas prácticas de la Ley de Moisés, las que parecen más importantes. Con el fin de asegurar una fraternidad real entre todos, Santiago propone que los «cristianos venidos del paganismo» se abstengan, no obstante, de aquello que más repugna a los «cristianos venidos del judaísmo». Es un compromiso. La delicadeza hacia los demás pasa delante de los derechos personales. ¡Ayúdanos, Señor, a encontrar puntos de conciliación! Que tu Iglesia sea «diálogo». Ayúdame, Señor, a escuchar los puntos de vista de los demás, sobre todo cuando no piensan como yo. 
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