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sábado, 8 de mayo de 2010

Lecturas del día 08-05-2010. Ciclo C.

8 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA. SÁBADO DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA, FERIA. ( Ciclo C). 6 semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. NUESTRA SEÑORA DE LUJAN DEL TORO. SS. Víctor mr, Eladio ob, Arsenio di.
LITURGIA DE LA PALABRA

Hch 16,1-10. Ven a Macedonia y ayúdanos.
Salmo 99.R/. Aclama al Señor, tierra entera.
Jn 15,18-21. No soís del mundo, sino que yo os he escogido sacámdoos del mundo.
El mundo, en el Evangelio de Juan, representa a los sistemas de poder imperantes, a todas las fuerzas inmanentes opuestas a Jesús y su proyecto. Sus dirigentes se niegan a reconocerlo, han creado una imagen falsa de Dios y por eso se oponen a la imagen verdadera. No pueden soportar al Dios que está a favor de la humanidad y la libera. La coherencia entre el mensaje y la praxis de los discípulos y el Maestro les acarreará consecuencias previsibles. Los discípulos deben prepararse para correr la misma suerte que Jesús. Es una evidencia de que realmente han asumido su causa con radicalidad.

La comunidad que busque continuar la misión de Jesús será sospechada, vigilada y paulatinamente excluida. Los discípulos deberán aprender a construir una alternativa desde los márgenes de la historia. Así unirán utopía con camino y buscarán hacer realidad el sueño de Dios con medios coherentes y posicionados desde los preferidos del Padre.

No será fácil la aceptación del Evangelio por parte del mundo. Es más, la condescendencia del mundo será signo de la flojera en el testimonio y la falta de fidelidad en nuestro anuncio misionero y profético.

PRIMERA LECTURA.
Hechos 16,1-10
Ven a Macedonia y ayúdanos 

En aquellos días, Pablo fue a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de un griego y de una judía creyente. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso llevárselo y lo circuncidó, por consideración a los judíos de la región, pues todos sabían que su padre era griego.

Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las Iglesias se robustecían en la fe y crecían en numero de día en día. Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Troas. Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: "Ven a Macedonia y ayúdanos." Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 99
R/.Aclama al Señor, tierra entera. 

Aclama al Señor, tierra entera, / servid al Señor con alegría, / entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios: / que él nos hizo y somos suyos, / su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

El Señor es bueno, / su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las edades. R.

SANTO EVANGELIO.
Juan 15,18-21
No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra." Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió."

Palabra del Señor.

Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 16,1-10
Lucas pasa ahora a narrar los acontecimientos misioneros de Pablo: él será el protagonista de la tercera parte de los Hechos de los Apóstoles. El fragmento de hoy presenta el segundo viaje misionero, ya avanzado. Entre tanto ha tenido lugar la separación de Bernabé, a causa —según Lucas— de una diferente valoración de la persona de Juan Marcos. Pablo elige como nuevo compañero a un discípulo suyo al que siempre le unirá un gran cariño: Timoteo. Haciendo gala de una gran elasticidad pastoral, especialmente en vistas a la acción entre los judíos, Pablo lo hizo circuncidar, aunque no viera para ello ninguna necesidad doctrinal. Pablo se hace en verdad «todo para todos» por el Evangelio.

Es significativo el hecho de que el Espíritu hace prácticamente las veces de guía, corrigiendo la ruta de los misioneros. Lucas quiere subrayar que el protagonista y el director de la evangelización es el Espíritu Santo, que tiene sus planes, a menudo diferentes a los de los hombres. Es el Espíritu quien impulsa a Pablo a pasar a Europa, en vez de adentrarse en las regiones de Asia menor.

Hay un misterio en la llamada a los pueblos y las naciones que escapa por completo a la mirada humana. Baste con una sencilla reflexión: el programador de la evangelización es con toda claridad el Espíritu Santo; no se trata de una acción organizada por los hombres, aunque estén llenos de fe y de celo. En la acción de Pablo no había demasiada organización, sino una gran disponibilidad a la acción del Espíritu. ¿No hace esto hoy actual y digno de atención este dicho, que podría parecer sólo un eslogan: «Menos organización y más Espíritu»?

Comentario del Salmo 99
Es un himno de alabanza en el que se invita a toda la tierra y, en particular, al pueblo de Dios, a aclamar y celebrar al Señor, el único Dios.

Tiene dos pequeñas partes muy parecidas entre sí: lb-3; 4-5. Cada una de ellas empieza con las invitaciones en imperativo (lb-3a; 4) y sigue con la exposición de motivos (3b; 5). En total, tenemos siete invitaciones, la cuarta de las cuales («Sabed que sólo el Señor es Dios», (3a) constituye el eje de todas ellas y si motor del salmo.

La primera parte (1b-3) presenta cuatro invitaciones dirigida a la «tierra entera» (1b); estas invitaciones vienen formuladas mediante verbos en imperativo, como si se tratara de órdenes: «aclamad al Señor» (1b), «servid al Señor», «llegaos hasta él» (2), «sabed que...» (3a). El motivo es el siguiente: «El nos hizo y le pertenecemos, somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (3b). Se presenta al pueblo mediante la imagen del rebaño. El salmo no desarrolla la imagen del Dios pastor, El ambiente que predomina es de alegría: «con alegría», «con gritos de júbilo» (2). El motivo sigue siendo el mismo: la toma de conciencia de que no hay más que un solo Dios, que es el Señor. Toda la tierra está invitada a festejar (« ¡aclamad!», (1b), a comprometerse en el servicio de este único Dios («servid») y a acercarse a él («llegaos hasta él»), para tomar conciencia de que sólo hay un Dios, creador de todos y pastor que conduce a la humanidad en su conjunto como a un solo rebaño (3).

La segunda parte (4-5) añade tres peticiones más, dirigidas probablemente al pueblo de Dios en procesión. Sumadas a las cuatro de la primera parte, hacen un total de siete. También se expresan aquí con verbos en imperativo: «entrad», «dadle gracias» y «bendecid» (4). El centro de estas tres invitaciones es «dar gracias». Estamos, por tanto, en el comienzo de una celebración de acción de gracias. ¿Por qué se celebra y se dan gracias? La respuesta viene inmediatamente. El ambiente en que nos movemos es el mismo que en la primera parte: «dando gracias» y «con cánticos de alabanza» (4). Se habla de «puertas» y de «atrios», lo que da la impresión de que se trata de una procesión. El pueblo está entrando en el templo de Jerusalén (la procesión recuerda vagamente a un pastor en camino con su rebaño), para celebrar y bendecir el nombre del Señor. El motivo, por tanto, es el siguiente: «El Señor es bueno: su amor es para siempre y su fidelidad de generación en generación» (5). Según algunos investigadores, el versículo 5 sería una especie de estribillo que cantaría el pueblo durante la procesión. En este estribillo se destacan dos cosas. En primer lugar, la bondad del nombre del Señor.

En segundo lugar, el binomio «amor + fidelidad». Estas son las condiciones del compromiso del Señor en la Alianza con su pueblo. Será un Dios fiel y amoroso. Por todo esto se dan gracias y se bendice por siempre.

El eje de este salmo viene constituido por la toma de conciencia de que existe un solo Dios para todo el universo: «Sabed que sólo el Señor es Dios» (3a). En el trasfondo de esta afirmación tenemos una crítica contra los dioses de las naciones o bien la superación de un conflicto religioso al respecto. Durante mucho tiempo, Israel creyó que los ídolos de las naciones existían realmente. Sólo en la época del exilio en Babilonia llegó al convencimiento de que existía sólo un Dios, creador y guía de toda la humanidad por los caminos de la vida.

No obstante, la invitación con que arranca el salmo se dirige a la «tierra entera», dejando así abierta la tensión: ¿Reconocerá o no todo el mundo lo que ha hecho este Dios? ¿Se acercará a él, lo servirá y celebrará, bendiciendo su nombre, que es bueno, y su amor fiel, que es eterno?

El contexto inmediato de este salmo es el de una celebración en el templo, precedida por una procesión que va aproximándose a sus puertas y atrios (4). El ambiente de fiesta y alegría, inundado por el deseo de una fraternidad universal, guía los pasos y orienta el corazón de cuantos se acercan a dar gracias y bendecir al Dios creador, bueno y eternamente fiel.

Del mismo modo que hay una relación de pertenencia recíproca entre las ovejas de un rebaño y su pastor, existe una estrecha relación de amistad entre el Señor y su pueblo («somos su pueblo»). Esto nos sitúa de lleno en el corazón de la Alianza. Al margen de esto, el salmo que nos ocupa supera la estrecha visión de un Dios que sólo pacta con Israel. Y lo hace invitando a la «tierra entera» a aclamar, servir y reconocer que el Señor es el único Dios. Israel, al vivir la experiencia de la Alianza con Dios, se convierte en una especie de «hermano mayor» de todos los pueblos, indicándoles el camino que conduce al encuentro con el Dios verdadero. La experiencia de Israel sirve de luz para las naciones, elemento este que se destaca en diversos textos del Antiguo Testamento.

Además, se presenta al Señor como el creador que establece un vínculo estrecho e indestructible con todas las criaturas. Pero el horizonte no puede ser más amplio, carece de límites: el Señor lo ha hecho todo, ha creado a todos, y no sólo al pueblo de Israel. Aquí también entra en escena el papel pedagógico del pueblo de Dios que, celebrando su experiencia de un único Dios creador, ilumina el camino de todos los pueblos hacia el encuentro con Dios.

Finalmente, tenemos que resaltar la bondad del nombre del Señor. ¿En qué consiste esta bondad? ¿Cómo la ha experimentado Israel y cómo podrá experimentarla la «tierra entera»? La respuesta reside en las dos características del Dios que sella su alianza: el amor y la fidelidad. O, si se prefiere, el amor fiel, un amor que, además, es para siempre.

Según el evangelio de Juan, Jesús es el amor fiel del Padre (Jn 1,17), aliado de toda la humanidad en la búsqueda de la vida un (10,10). Creyó y enseñó a creer en un único Dios (Mc 12,29-30), mostrando que la principal característica de Dios es la de ser Padre de todos («Padre nuestro», cf. Mt 6,7-13). Las acciones de Jesús (sus milagros) ponen de manifiesto su bondad y la bondad del que lo había enviado, sin discriminar a nadie por razones de raza, sexo o condición social. Trató a todos como hijos e hijas de Dios. Mostró que servir a Dios es servir a todos para que tuvieran vida. Reaccionó enérgicamente contra un culto vacío, estéril y que no estaba comprometido con la práctica de la justicia.

Podemos rezar este salmo cuando queremos dar gracias y bendecir a Dios en unión con todo el mundo, con toda la creación, con un espíritu de fraternidad universal; cuando queremos fortalecer nuestra fe en un único Dios, que da la vida a todos y que conduce a la humanidad por los caminos de la vida; cuando queremos que nuestras celebraciones estén determinadas por la vida y no por el ritual o la rutina; cuando sentimos la necesidad de celebrar el buen nombre del Señor, su amor y su fidelidad que nunca se agotan...

Comentario del Santo Evangelio: Juan 15,18-21
La perícopa contiene una advertencia de Jesús dirigida a sus discípulos sobre el odio y el rechazo del mundo que tendrán enfrente. Si la nota distintiva de la comunidad cristiana es el amor, ahora el Maestro presenta a los suyos lo que caracteriza al mundo que les rechaza: el odio (v. 18). El Señor advierte y explica ese odio del mundo y emite un juicio sobre el mismo.

El odio del mundo hacia la comunidad cristiana es consecuencia lógica de una opción de vida: los seguidores del Evangelio no pertenecen al mundo, y éste no puede aceptar a quien se opone a sus principios y opciones. Los creyentes, en virtud de su opción de vida a favor de Cristo, son considerados como extraños y enemigos. Su vida es una continua acusación contra las obras perversas del mundo y un reproche elocuente contra los malvados. Por eso es odiado y rechazado el hombre de fe.

Pero ¿cómo se manifiesta el odio del mundo contra los discípulos? Mediante las persecuciones que han de padecer los creyentes por el nombre de Cristo. No son en verdad estas pruebas las que deben desanimar a los discípulos ni en su camino de fe ni en su misión de evangelización. También su Señor experimentó la incomprensión y el rechazo hasta la muerte (v. 20). Es más, la persecución y el sufrimiento son una de las condiciones de la gloria que toda la comunidad cristiana debe compartir con su Salvador. La suerte de los discípulos es idéntica a la de Cristo: si éste ha sido per seguido también lo serán sus discípulos; si éste fue escuchado, también lo serán los suyos (vv. 20s).

Si pretendes vivir según tus convicciones de fe, no debe sorprenderte encontrar a tu alrededor la indiferencia o la hostilidad. No debe deprimirte que los medios de comunicación social se rían a menudo de manera sutil del estilo de vida cristiano, o que cuando expreses tus convicciones te vean como un anticuado, o que la gente te considere como alguien que pertenece a una era pasada, a una época de la que ya nos hemos despedido. Que no te abata el desaliento: eso es señal de que eres fiel a Cristo perseguido y a su Palabra de cruz. No debes entrar en crisis porque muchos no piensen en esa cruz como los seguidores de Jesús.

Una de las características de la fe es su perenne carácter inactual. Esa característica hemos de buscarla en su dimensión oblativa, que consiste en la llamada a la cruz, al sacrificio, al saber amar, a la justicia pagada con la propia piel. No debes, por tanto, «aguar» tu testimonio, ni bajar el grado de las exigencias de la Palabra, ni envolver con el silencio lo que es más comprometedor e impopular. Hay silencios que parecen excesivamente prudentes, que son expresión de temor ante los contragolpes de la opinión pública, que expresan preocupación por la hostilidad de quienes pueden hacernos daño.

Comentario del Santo Evangelio: Jn 15,18-21, para nuestros Mayores. Odio del mundo. No se puede ser cristiano impunemente.
Juan escribe su evangelio y sobre todo el Apocalipsis para dar ánimo a las comunidades cristianas y recordarles que las persecuciones habían sido proféticamente anunciadas por el Maestro y forman parte de la comunidad de destino con él: “No es el siervo más que el amo; si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20). Jesús nos recuerda: “Allí donde yo estoy, quiero que estéis también vosotros... Voy a prepararos un lugar” (Jn 14,3). Pero esto supone afrontar, como él, la persecución correspondiente.

Es llamativa la coincidencia de todos los escritos neotestamentanos a la hora de pronosticar y comprobar la persecución a los cristianos. Pablo escribe a los tesalonicenses, de cuya población tuvo que huir después de haber sido lapidado: “Todo el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido” (1 Ts 3,4; cf. 2 Tm 3,12). Y Pedro: “Si os escarnecen por ser cristianos, dichosos vosotros... Vuestros hermanos en el mundo entero están pasando por idénticos sufrimientos” (1 P 4,14-1 6; 5,9); lo sabe por propia experiencia (Hch 5,41). Es verdad. Quien ha sufrido algo por la causa de Jesús o por sus hermanos es “bienaventurado” (Mt 5,10), porque tiene la garantía de haber dado al Señor una prueba fehaciente de su amor.

¿Cómo podremos saberlo si no? La razón por la que todo profeta (y todos los cristianos lo somos) sufre persecución o acoso es porque molesta, y molesta porque acusa. Su sola presencia constituye un reproche, inquieta. Afirma el libro de la Sabiduría: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones; nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende... es un reproche para los nuestros; lleva una vida distinta de los demás” (Sb 2,12-15). Afirma Jesús: “Por eso detestan la luz, porque sus obras son malas” (Jn 3,20). “Vosotros sois la luz” (Mt 5,14); si nuestros resplandores molestan a algunos, tratarán de eliminarnos, por lo menos con el descrédito.

La persecución, signo de fidelidad. Jesús nos invita a ser la sal que escuece en las heridas. Afirma Bernanos: “Cristo nos pidió que fuéramos la sal de la tierra, no azúcar, y mucho menos sacarina. Y no digáis que la sal escuece. Lo sé. Lo mismo que sé que el día que no escozamos y empecemos a caer simpáticos al mundo será porque empezamos a dejar de ser cristianos”. No hay ni habrá comunidad, sacerdote ni seglar, que zamarree a las personas de su entorno que no sufra incomprensión; sé de bastantes personas y comunidades en las que se cumple esta profecía. La persecución es signo de fidelidad al Señor. “Si pertenecierais al mundo, el mundo os querría como cosa suya, pero como no le pertenecéis, os odia” (Jn 15,19). Si no tenemos contrariedades es porque estamos tan de acuerdo con los falsos valores y el estilo de vida de los que nos rodean, que no “molestamos”.

Ahora bien, no hay que confundir la persecución con la manía persecutoria. Los líderes sectarios previenen a sus adeptos y crean en ellos conciencia de mártires por las contrariedades que sufrirán por parte de “los hijos de las tinieblas”. Y se sienten felices de poder padecer por la secta y el líder. Pero las contrariedades que sufren se las ganan a pulso con su fanatismo, sus agresiones a la libertad de las personas o sus egoísmos grupales. También a veces los “cristianos” sufren persecución, pero más por sus rarezas, sus actitudes fanáticas, sus errores, sus incoherencias con la fe, que por la misma fe. Machovech, una figura destacada del comunismo, que conocía a Jesucristo, testificaba en contra de los cristianos: “No os criticamos por ser discípulos de Jesús, sino porque no lo sois, porque no os parecéis a vuestro maestro”. A veces podemos ser perseguidos, criticados como personas y como grupo cristiano, no por lo que tenemos de cristianos, sino por nuestras deformaciones del Evangelio, por lo que nos falta de humanos. Sería muy cómodo achacar las críticas sólo a la malevolencia, al rechazo a la Iglesia, a la mala voluntad. Estas críticas pueden ser una llamada de Dios a la revisión de vida y a la conversión. Pueden criticarnos con la misma sinceridad con que nosotros lo hacemos con las sectas.

Los perseguidores. Todo perseguido por razón de su fe o su honradez tiene ante sí dos clases de testigos: las gentes sencillas y de buen corazón que le quieren, le acompañan, están con él, le apoyan, y están también los que, en el fondo, saben que tiene razón, están a veces a su lado, pero le dejan sólo por miedo a pagar las consecuencias como “cómplices” por parte de los enemigos declarados y los perseguidores descarados. Es el caso de Pedro que se acoquinó a pesar de su admiración por el Amigo.

A Jesús y a la primera comunidad cristiana de Jerusalén les ocurrió que “tenían el favor del pueblo” y la persecución de los dirigentes. También le ocurrió a Pablo, a Mons. Romero y a otros muchos... Son personas sencillas y sinceras que no tienen nada que perder y mucho que ganar con el mensaje del profeta. Por otro lado están los dirigentes, los ricos, los privilegiados, los amos de la situación, que se sienten amenazados por el mensaje del profeta; sienten amenazado su poder, su dinero, su prestigio, su comodidad, y por eso desencadenan la persecución. Pero ésta con sus dificultades sólo intimidan al hombre que confía en su propia resistencia psicológica, no a quien confía en la fuerza del Espíritu.

Animados por la confianza en el Señor, diremos como Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13), además de no olvidar: “Sostengo que los sufrimientos del tiempo presente son nada comparado con la gloria que nos espera” (Rm 8,18).

Comentario del Santo Evangelio: Jn15, 18-21. 26—16, 4(15, 18-21. 26-27/15, 18-21/15, 26—-16, 4). El odio del mundo.
La sección precedente se ocupó del amor entre Jesús y sus discípulos y del mutuo amor entre los creyentes, el pequeño grupo unido con él por el amor, la obediencia y la oración. Pero estos discípulos viven en el mundo. Ya tenemos el punto de apoyo para el contraste. Lo contrarío del amor —de lo que ha hablado anteriormente es el odio.

Jesús ha hablado de la vida de los discípulos, es decir, de la Iglesia (aunque está palabra nunca es utilizada en el cuarto evangelio); lo opuesto a la Iglesia, en el pensamiento joánico, es el mundo. Los discípulos son amigos de Jesús, son amados por Jesús; son odiados por el mundo. Los discípulos lo conocen y conocen al Padre; el mundo no.

Prácticamente la primera experiencia de la Iglesia fue la persecución Los cristianos fueron perseguidos, primero por los judíos y después por los gentiles. El evangelista, utilizando las palabras de Jesús, afirma que la persecución y el odio son normales en el cristiano, ¿Razón? Porque no son del mundo, no le pertenece El mundo sólo ama a lo «suyo». Ahora bien, los cristianos son de Cristo. Están por encima del mundo, dan testimonio contra él de sus pecados; con su género de vida condenan la conducta del mundo. ¿Cómo podría amarlos el mundo? Téngase en cuenta que la separación entre la Iglesia y el mundo no tiene un sentido o significado social sino teológico.

Pero hay más. El siervo no es más que su señor, No puede correr mejor suerte La persecución y el odio del mundo eran considerados en la época como algo inevitable. Era una herencia que llegó a los cristianos desde el judaísmo. Esta era la forma judía de considerar la historia. La persecución y el odio formaban parte de la necesaria intensificación del mal, que era una especie de preludio del juicio último.

Desde esta perspectiva judía se comprende por qué el siervo no puede correr mejor suerte que su señor. Jesús vivió entre la animosidad y la persecución; murió crucificado. ¿Qué puede esperar el discípulo, que es heredero de su palabra, de su mensaje, y anunciador de aquello mismo que a Jesús le llevó a la muerte?

Sin embargo, no todos rechazan y odian a Jesús. Así ocurrió ya cuando vivió entre los hombres. Muchos lo amaron. Y lo amaron por razón del testimonio que dio a favor del Bautista y, en cierto sentido, por el testimonio de Jesús mismo. Ahora se afirma que es necesario que siga el testimonio para que continúe el amor. Por esta razón se introduce en la sección el tema del abogado (ver el comentario a 14, 15-21).

El Paráclito, el abogado, dará testimonio. Él traerá a la memoria de los discípulos, profundizándolas e interpretándolas, las palabras de Jesús (14, 26) y así los transformará a ellos en verdaderos testigos. La presencia del Espíritu añadirá a sus experiencias personales de testigos oculares la plena inteligencia de lo que presenciaron. Así su testimonio adquirirá todo el valor que se requiere en la persona del testificante: el pleno conocimiento de la causa a favor de la cual da testimonio.

Los Sinópticos recogen profecías concretas de Jesús sobre las persecuciones y tribulaciones por las que la Iglesia tiene que ‘pasar. Juan únicamente menciona estas dos. «Os expulsarán de la sinagoga». Es la actitud definitiva del judaísmo frente al cristianismo sobre el que había lanzado la sentencia de excomunión. Esto tuvo lugar no antes del año 70: excomunión de la sinagoga, del judaísmo oficial, para todo aquél que reconociese en Jesús al Mesías de la fe cristiana. Este acontecimiento posterior se prevee ahora.

«El que os quite la vida creerá que presta un servicio a Dios». Los judíos creían que, en determinadas circunstancias, era un grave deber religioso castigar la blasfemia con la muerte. Y, naturalmente a los cristianos los consideraban como blasfemos (ver Flp 3, 6). Eran los males inminentes que caían sobre un judío que se hubiese convertido a la fe cristiana. Era la amenaza constante que pesaba sobre los judíos que hablaban griego, en las comunidades judías en las que residían, y que se convirtiesen al cristianismo y precisamente por haberse convertido.

Elevación Espiritual para este día.
El mundo que Dios reconcilia con él en la persona de Cristo, que ha sido salvado por medio de Cristo, y al que le han sido perdonados todos los pecados por los méritos de Cristo, ha sido elegido entre el mundo de los enemigos, de los condenados, de los corruptos. También los discípulos estaban en el mundo y fueron elegidos para que dejaran de formar parte del mismo. Fueron elegidos no por sus méritos, porque no habían hecho antes ninguna obra buena; tampoco por su naturaleza, porque ésta en virtud del libre albedrío había sido contaminada por el pecado en su mismo origen; fueron elegidos por una concesión gratuita, es decir por una auténtica gracia.

En efecto, el que del mundo eligió al mundo no encontró ya buenos a los que eligió, sino que los hizo buenos al elegirlos. Pero si eso es obra de la gracia, no lo es de las obras, pues de otro modo la gracia ya no sería gracia.

Reflexión Espiritual para el día.
Una de las cosas que debemos a nuestro Señor es no tener nunca miedo. Tener miedo es hacerle una doble injuria: en primer lugar, es olvidar que él está con nosotros, que nos ama y que es omnipotente; en segundo lugar, porque no nos configuramos con su voluntad: configuramos nuestra voluntad con la suya, todo lo que nos ocurra, dado que es querido y permitido por él, nos dejará alegres y no tendremos ni inquietudes ni temores. Tengamos, pues, esa fe que expulsa todo miedo; tengamos a nuestro lado, frente a nosotros y en nosotros, a nuestro Señor Jesucristo, Dios nuestro, que nos ama infinitamente, que es omnipotente, que sabe lo que es bueno para nosotros, que nos dice que busquemos el Reino de los Cielos y que el resto nos será dado por añadidura.

Caminemos seguros con esta bendita y omnipotente compañía por el camino de lo más perfecto, y estemos seguros de que no nos ocurrirá nada de lo que no podamos extraer el mayor bien para su gloria, para nuestra santificación y para la de los otros. Y que todo lo que nos ocurra será querido y permitido por él y, en consecuencia, lejos de toda sombra de temor, sólo hemos de decir: «Bendito sea Dios por todo lo que nos ocurra», y sólo hemos de rogarle que ordene todas las cosas, no según nuestras ideas, sino para su mayor gloria.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 16, 1-10. Pablo y Timoteo.
Desde que Pablo aparece en escena, Bernabé ha sido siempre su compañero inseparable. Ahora han roto y cada uno va por su lado. Lucas atribuye esta ruptura a una discusión surgida entre ellos a causa de Juan Marcos, a quien Bernabé quiere incorporar al equipo misionero y a quien Pablo rechaza (15, 37-40). Fue entonces cuando Pablo toma como compañero de viaje a Timoteo. Y la noticia más destacada y sorprendente es que Pablo circuncidó a Timoteo. Esta acción tiene todos los aspectos de una claudicación de Pablo a sus principios. Él predicaba exactamente lo contrario de lo que ahora hace. Recuérdese el problema que motivó el concilio de Jerusalén.

¿Por qué circuncidó Pablo a Timoteo? La solución a este interrogante no es fácil. Apuntemos las posibles razones que pudo tener Pablo para realizar una acción que, aparentemente al menos, va en contra de sus convicciones más profundas. En primer lugar, en el caso de Timoteo, la circuncisión no es considerada como medio necesaria para la salud sino como un recurso para evitar dificultades en su misión (v. 3). Esto es cierto, pero no lo es menos que ni Pablo ni nadie podía prescindir del significado religioso de la circuncisión. No es admisible, por tanto, pensar únicamente en las razones prácticas mencionadas.

¿Le circuncidó para ganarse a los judíos, siguiendo el principio de hacerse todo para todos para ganarles a todos? (1Cor 9, 20). Es cierto que este principio fue orientador de toda su vida de apostolado, pero no lo es menos que Pablo, frente a la Ley, no conoce otra actitud que la de la libertad cristiana. Lo que Pablo y Bernabé han querido garantizar en su misión a los gentiles ha sido la libertad del evangelio, que implicaba necesariamente la no obligatoriedad de la circuncisión. ¿Qué sentido podía tener ahora, al comienzo de la misión, circuncidar a uno de sus compañeros?

Probablemente la solución haya que verla en el sentido siguiente: Timoteo, por ser hijo de una mujer judía, tenía que haber cumplido la Ley. El hecho de que no estuviese circuncidado suponía un judaísmo «emancipado», independiente y autónomo y, en todo caso, desobediente. Ahora bien, lo que Pablo quería era judíos cristianos, no judíos desenraizados del judaísmo. Por otra parte, como Timoteo ya era cristiano, estaba bautizado y había roto con su pasado. Aquí, efectivamente, la circuncisión no añadía nada nuevo y por ello podía obedecer muy bien a razones prácticas. Además, a Lucas le interesa mucho acentuar que Pablo actúa en conformidad y armonía con la Iglesia de Jerusalén. Y esto se vería comprometido al tomar como compañero de misión a una persona de buena reputación, pero con una historia reprobable dentro del judaísmo. Timoteo no se hallaba en la misma situación que los gentiles convertidos y la decisión de Jerusalén difícilmente podía aplicarse a su caso. Su circuncisión significaba, en definitiva, la sanación radical de un vicio anterior que le enraizaba en el judaísmo.

Esta historia de Timoteo y la afirmación de que comunicaban o enseñaban «los decretos de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén» quieren poner de relieve que la misión a los gentiles se está llevando a cabo en pleno acuerdo con el cristianismo judío de la Iglesia de Jerusalén. Lucas presenta así la misión apostólica de Pablo en plena armonía con toda la actividad de la Iglesia.

La intención de Pablo había sido hacer una especie de visita pastoral (15, 36), pero esta visita pastoral se convirtió en un gran viaje misionero. La trayectoria lógica de la misión llevada a cabo pedía que encauzasen ahora su actividad misional a las grandes ciudades greco-romanas de la provincia de Asia, como Éfeso y Pérgamo. Efectivamente se dirigían allá, pero, cuando ya estaban cerca, «el Espíritu Santo se lo prohibió» y encaminaron sus pasos hacia el Asia Menor. Y una visión les obliga a pasar a Macedonia. Lo más importante de toda la narración —lo que pretende acentuar Lucas— es que la misión se lleva a cabo por el impulso y bajo la guía del Espíritu Santo. Es importante resaltar que Lucas define este Espíritu como el Espíritu de Jesús (vv. 6-7). Ya había acentuado este aspecto en su evangelio al presentarnos a Jesús lleno de Espíritu y toda su actividad impulsada por él. Ahora pone de relieve la presencia del Señor exaltado en la Iglesia y su actuación en ella a través del impulso directo del Espíritu.

En esta perícopa aparece uno de los célebres «pasajes nosotros». El narrador elige la primera persona del plural: «Procuramos pasar...» ¿A qué obedece este cambio de persona en el relato? ¿Intervino personalmente Lucas en aquellos acontecimientos que son narrados en la primera persona del plural, como se ha dicho frecuentemente? Hoy se considera esta posibilidad como poco probable. ¿Utilizó Lucas un diario de viaje que lo describía así? Probablemente sí. Pero tal vez sea más probable que el «nosotros» tenga aquí la misma finalidad que los signos y milagros narrados en otras ocasiones: atestiguar la voluntad divina. Sería un medio literario de gran fuerza para expresar el acatamiento de la voluntad de Dios.
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