13 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.JUEVES DE LA VI SEMANA DE PASCUA, Feria. NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA., Memoria libre. ( Ciclo C). 2ª semana del Salterio. 6ª semana de Pascua.AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Pedro Nolasco pb, Pedro Regalado pb, Inés de Poitiers ab.
LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 18,1-8. Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga
Salmo 97. R/. El Señor revela a las naciones su victoria.
Juan 16,19-20. Estaréis tristies, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
(En algunos países se celebra hoy la fiesta de la Ascensión del Señor. En este Servicio bíblico nos atenemos a la práctica de la mayor parte de los países, que es celebrarla el próximo domingo. Quien necesite hoy el comentario bíblico del día de la ascensión, lo encontrará más adelante, en el próximo domingo).
Los discípulos están confusos ante la afirmación de Jesús, aparentemente contradictoria, de no verlo y de volverlo a ver. Suele interpretarse esta afirmación como la manifestación del conocimiento exacto por parte de Jesús de todo lo que habría de sucederle respecto de su muerte y resurrección, y de cómo los discípulos lo volverían a ver resucitado.
Pero las palabras de Jesús anticipan una unión más permanente que la establecida en las apariciones después de la resurrección. “Ver” a Jesús es la clave de la espiritualidad y la fuente de la alegría de los discípulos y discípulas. Se refiere a la experiencia constante de su presencia en ellos y ellas, experiencia mediada por la presencia del Espíritu Santo en sus vidas.
Jesús también advierte la tristeza, en los llantos y lamentos de sus discípulos, ante la alegría del mundo; pero ésta es, en realidad, la alegría falsa y cruel del mundo al arrebatar a Jesús, al darle muerte. En contraste, la alegría de los discípulos es duradera. Al haber compartido el dolor de la muerte con Jesús, comparten también la alegría de su resurrección. Entonces “la tristeza se convertirá en gozo”, por tratarse de una alegría que surge triunfante del dolor.
PRIMERA LECTURA.
Hechos 18,1-8
Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga
En aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila, judío natural del Ponto, y a su mujer Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma. Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a trabajar en su casa; eran tejedores de lona. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, sosteniendo ante los judíos que Jesús es el Mesías.
Como ellos se oponían y respondían con insultos, Pablo se sacudió la ropa y les dijo: "Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo culpa. En adelante me voy con los gentiles." Se marcho de allí y se fue a casa de Ticio Justo, hombre temeroso de Dios, que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios que escuchaban creían y se bautizaban. Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 97
R/.El Señor revela a las naciones su victoria.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
SANTO EVANGELIO.
Juan 16,16-20
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver." Comentaron entonces algunos discípulos: "¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?" Y se preguntaban: "¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice." Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: "¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría."
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 18,1-8. Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga
Salmo 97. R/. El Señor revela a las naciones su victoria.
Juan 16,19-20. Estaréis tristies, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
(En algunos países se celebra hoy la fiesta de la Ascensión del Señor. En este Servicio bíblico nos atenemos a la práctica de la mayor parte de los países, que es celebrarla el próximo domingo. Quien necesite hoy el comentario bíblico del día de la ascensión, lo encontrará más adelante, en el próximo domingo).
Los discípulos están confusos ante la afirmación de Jesús, aparentemente contradictoria, de no verlo y de volverlo a ver. Suele interpretarse esta afirmación como la manifestación del conocimiento exacto por parte de Jesús de todo lo que habría de sucederle respecto de su muerte y resurrección, y de cómo los discípulos lo volverían a ver resucitado.
Pero las palabras de Jesús anticipan una unión más permanente que la establecida en las apariciones después de la resurrección. “Ver” a Jesús es la clave de la espiritualidad y la fuente de la alegría de los discípulos y discípulas. Se refiere a la experiencia constante de su presencia en ellos y ellas, experiencia mediada por la presencia del Espíritu Santo en sus vidas.
Jesús también advierte la tristeza, en los llantos y lamentos de sus discípulos, ante la alegría del mundo; pero ésta es, en realidad, la alegría falsa y cruel del mundo al arrebatar a Jesús, al darle muerte. En contraste, la alegría de los discípulos es duradera. Al haber compartido el dolor de la muerte con Jesús, comparten también la alegría de su resurrección. Entonces “la tristeza se convertirá en gozo”, por tratarse de una alegría que surge triunfante del dolor.
PRIMERA LECTURA.
Hechos 18,1-8
Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga
En aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila, judío natural del Ponto, y a su mujer Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma. Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a trabajar en su casa; eran tejedores de lona. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, sosteniendo ante los judíos que Jesús es el Mesías.
Como ellos se oponían y respondían con insultos, Pablo se sacudió la ropa y les dijo: "Vosotros sois responsables de lo que os ocurra, yo no tengo culpa. En adelante me voy con los gentiles." Se marcho de allí y se fue a casa de Ticio Justo, hombre temeroso de Dios, que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios que escuchaban creían y se bautizaban. Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 97
R/.El Señor revela a las naciones su victoria.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.
SANTO EVANGELIO.
Juan 16,16-20
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver." Comentaron entonces algunos discípulos: "¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?" Y se preguntaban: "¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice." Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: "¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría."
Palabra del Señor.
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 18,1-8
Se trata de un fragmento de crónica que nos ofrece útiles indicaciones para comprender la vida cotidiana de Pablo y de los primeros evangelizadores. Nos hace saber que Pablo tenía un oficio, un trabajo manual, y lo ejercía, cosa poco conveniente para un hombre culto, dedicado a la Palabra, entre los atenienses, pero común entre los rabinos, que encontraban en el trabajo ocasiones de encuentro y, por consiguiente, de enseñanza. Pablo se aloja y trabaja con una pareja de judíos expulsados de Roma por Claudio. Información útil para la datación de este período: el decreto imperial remonta, efectivamente, a los años 49-50.
La llegada de ayudantes permitió a Pablo dedicarse de manera exclusiva a la predicación. Lucas lleva buen cuidado en decir que Pablo parte siempre de los judíos: sólo tras el enésimo rechazo, esta vez más bien violento, declara que se dirigirá “en adelante” a los paganos. Ya lo había dicho en Antioquía de Pisidia (Hch 13,46s), y lo dirá asimismo más adelante. Se nota la preocupación del autor por explicar los motivos del paso a los paganos. Tampoco aquí hay sólo espinas, porque, frente a la oposición judía, se convierte nada menos que el jefe de la sinagoga con toda su familia. Y empieza una abundante cosecha también entre los paganos.
Una observación: no hay síntomas de un cambio de «estrategia evangélica», como si, tras el escaso éxito en Atenas, Pablo hubiera decidido no cambiar nada en su predicación, ni respecto al contenido ni respecto al lenguaje. El paso de Atenas a Corinto está presentado aquí más como una opción ulterior en favor de los paganos, que como un cambio de método, como si Pablo estuviera replanteándose su estrategia misionera.
Comentario del Salmo 97
Las expresiones «el Señor rey» (6b) y «viene para gobernar la tierra. Gobernará el mundo...» (9) caracterizan este texto como un salmo de la realeza del Señor.
Tiene dos partes (1b-3 y 4-9), en cada una de las cuales podernos hacer dos divisiones: la primera presenta una invitación y la segunda, introducida por la conjunción «porque...», la exposición de los motivos de estas invitaciones. La primera invitación, ciertamente dirigida al pueblo de Dios, es: «Cantad al Señor un cántico nuevo» (1b). ¿Por qué hay que cantar y por qué ha de ser nuevo el cántico? Los motivos comienzan con el primero de los «porque...». Se enumeran cinco razones: porque el Señor ha hecho maravillas, porque ha obtenido la victoria con su diestra y con su santo brazo (1b), porque ha dado a conocer su victoria, ha revelado a las naciones su justicia (2) y se ha acordado de su amor fiel para con su pueblo (3). El término «victoria» aparece en tres ocasiones; se trata de la victoria del Señor sobre las naciones, en favor de Israel.
Si la primera invitación es muy breve, la segunda, en cambio, es más bien larga (4-9a) y se dirige a toda la creación: a la tierra (4), al pueblo congregado para celebrar (5-6), al mar, al mundo y sus habitantes (7), a los ríos y a los montes (8). Se invita al pueblo a celebrar acompañándose de instrumentos: el arpa, la trompeta y la corneta (5-6). A todo esto vienen a sumarse el estruendo del mar, el aplauso de los ríos y los gritos de alegría de los montes. Cada elemento de la creación da gracias y alaba a su manera. ¿Por qué? La razón es una sola: porque el Señor «viene para gobernar la tierra. Gobernará el mundo con justicia y los pueblos con rectitud» (9b). Si antes se decía que el Señor es rey (6b), ahora se celebra de manera festiva el comienzo de su gobierno sobre la tierra, el mundo y las naciones (tres elementos). Su gobierno está caracterizado por la justicia y la rectitud.
Se observa una evolución de la primera parte a la segunda o bien, si se quiere, podemos decir que la segunda es consecuencia de la primera. De hecho, la victoria del Señor sobre las naciones a causa de su amor y fidelidad para con Israel tiene como consecuencia su gobierno sobre todo el universo (la tierra, el mundo y las naciones). El reino de Dios va implantándose por medio de la justicia y la rectitud.
Este himno celebra la superación de un conflicto entre el Señor e Israel, por un lado, y las naciones, por el otro. El amor de Dios por su pueblo y la fidelidad que le profesa le han llevado a hacerle justicia, derrotando a las naciones (2-3a), de manera que se ha conocido esta victoria hasta los confines de la tierra (3b). El salmo clasifica este hecho entre las «maravillas» del Señor (1b). ¿De qué se trata? El término «maravilla» es muy importante en todo el Antiguo Testamento, hasta el punto de convertirse en algo característico y exclusivo de Dios, Sólo él hace maravillas, que consisten nada más y nada menos que en sus grandes gestos de liberación en favor de Israel. Por eso Israel (y, en este salmo, toda la creación) puede cantar un cántico nuevo, La novedad reside en el hecho extraordinario que ha llevado a cabo la diestra victoriosa de Dios, su santo brazo (1b). La liberación de Egipto fue una de esas maravillas. Pero nuestro salmo no se está refiriendo a esta gesta. Se trata, probablemente, de un himno que celebra la segunda gran liberación de Israel, a saber, el regreso de Babilonia tras el exilio. El Señor venció a las naciones, acordándose de su amor y su fidelidad en favor de la casa de Israel (3a).
La «maravilla», sin embargo, no se limita a la vuelta de los exiliados a Judá. También se trata de una victoria del Señor sobre las naciones y sus ídolos, convirtiéndose en el único Dios capaz de gobernar el mundo con justicia y los pueblos con rectitud. La salida de Babilonia tras el exilio llevó a los judíos a este convencimiento: sólo existe un Dios, y sólo él está comprometido con la justicia y la rectitud para todos. De este modo, se justifica su victoria sobre las naciones (2), hecho que le confiere un título único, el título de Rey universal: sólo él es capaz de gobernar con justicia y con rectitud. Por tanto, merece este título y también el reconocimiento de todas las cosas creadas y de todos los pueblos. El no los domina ni los oprime. Por el contrario, los gobierna con justicia y con rectitud.
El rostro con que aparece Dios en este salmo es muy parecido al rostro de Dios que nos presentan los salmos 96 y 97. Principalmente, destacan siete acciones del Señor: ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le han dado la victoria, ha dado a conocer su victoria, ha revelado su justicia, se acordó de su amor y su fidelidad, viene para gobernar y gobernará. Las cinco primeras nos hablan de acciones del pasado, la sexta anuncia una acción presente y la última señala hacia el futuro. La primera de estas acciones («ha hecho maravillas») es la puerta de entrada: estamos ante el Señor, Dios liberador, el mismo que liberó en los tiempos pasados (cf. el éxodo). La expresión «amor y fidelidad» (3a) recuerda que este Dios es aquel con el que Israel ha sellado la Alianza. Pero también es el aliado de todos los pueblos y de todo el universo en lo que respecta a la justicia y la rectitud. Es un Dios ligado a la historia y comprometido con la justicia. Su gobierno hará que se instaure el Reino.
En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta anunciando la proximidad del Reino (Mc 1,15; Mt 4,17). Para Mateo, el Reino se irá construyendo en la medida en que se implante una nueva justicia, superior a la de los fariseos y los doctores de la Ley (Mt 1,15; 5,20; 6,33).
A los cuatro evangelios les gusta presentar a Jesús como Mesías, el Ungido del Padre para la implantación del Reino, que dará lugar a una nueva sociedad y una nueva historia. No obstante, conviene recordar que Jesús decepcionó a todos en cuanto a las expectativas que se tenía acerca de este Reino. La justicia y la rectitud fueron sus principales características. Según los evangelistas, el trono del Rey Jesús es la cruz. Y en su resurrección, Dios manifestó su justicia a las naciones, haciendo maravillas, de modo que los confines de la tierra pudieran celebrar la victoria de nuestro Dios. (Véase, también, lo que se ha dicho a propósito de los salmos 96 y 97).
Conviene rezar este salmo cuando queremos celebrar la justicia del Señor y las victorias del pueblo de Dios en su lucha por la justicia; cuando queremos que toda la creación sea expresión de alabanza a Dios por sus maravillas; cuando queremos reflexionar sobre el reino de Dios, sobre la fraternidad universal y sobre la conciencia y condición de ciudadanos, cuya puerta de entrada se llama «justicia»; también cuando celebramos la resurrección de Jesús.
Comentario del Santo Evangelio: Juan 16,16-20.
Jesús consuela a los suyos de la tristeza por su partida. Les asegura que esa tristeza durará poco: «Dentro de poco dejaréis de yerme, pero dentro de otro poco volveréis a verme» (v. 16). ¿Qué significan estas enigmáticas afirmaciones de Jesús? Se refiere a los dos tiempos a los que Jesús está a punto de dar cumplimiento. El primero se refiere a su vida terrena, que está a punto de acabar; el segundo se refiere a su vida gloriosa, inaugurada con la resurrección. Su retorno posterior no se limita a las apariciones pascuales, sino que se prolonga en el corazón de los creyentes mediante su presencia en ellos.
Las palabras del Maestro no son comprendidas por los discípulos, que se plantean varias preguntas (vv. 17s). Jesús, que conoce a los suyos por dentro y los acontecimientos que les esperan, intenta remover, a partir de las preguntas que le plantean, su tristeza, infundiéndoles la confianza en él con una nueva revelación: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo”(v. 20).
La comunidad cristiana tendrá que hacer frente a todo un cúmulo de pruebas. Especialmente cuando le sea arrebatado el Esposo. Con su muerte, experimentará el llanto, la aflicción y el desconcierto, mientras que el mundo se sentirá alegre pensando que ha extirpado el mal. Estos momentos serán, para la comunidad, momentos de duda, de oscuridad y de silencio de Dios. Pero la historia se tomará su revancha y, cuando esto llegue, la comunidad de los discípulos experimentará el gozo. Jesús no habla de sus sufrimientos —y tenía motivos para ello—, sino que piensa en los suyos más que en él, como el buen pastor en su rebaño.
El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a la consecución de valores efímeros, como un saber puesto al servicio de intereses materiales; de una carrera social, científica; de la fama; de la rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al extremo. Con estas cosas suele gozar el mundo.
El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está cerca en todo momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una inversión ventajosa y un honor grande; que lo único necesario es no perderle a él, sentir su proximidad, estar seguros de caminar hacia su posesión.
Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más inmediato, aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no decepciona. A veces ambos gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del discípulo debe estar orientado siempre hacia el «todavía no», hacia el decisivo «dentro de otro poco volveréis a verme», cuando el gozo, frecuentemente querido y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16,16-20, para nuestros Mayores. Jesús anuncia su pronto retorno.
Bienaventurados los que creen sin ver. En este pasaje evangélico Jesús anuncia a sus discípulos su inminente partida y su pronto retorno, que cambiará su tristeza en alegría. No les dice adiós, sino ¡hasta luego!: “Dentro de un poco ya no me veréis; dentro de otro poco me veréis, porque voy al Padre”.
Las diversas interpretaciones dadas al texto no son excluyentes, sino complementarias: Jesús desaparecerá a los ojos de los suyos en su muerte, pero volverán a “verlo” con los ojos del espíritu, con la fe, en los reencuentros pascuales, experiencia sobrenatural reservada a algunos privilegiados a lo largo de la historia; y le “veremos” en el encuentro final, en el cara a cara, que también será “pronto”, porque para Dios mil años son como un día (2 P 3,8). Ya el encuentro con el Señor en la noche clara de la fe es causa de alegría y aliento, que acrecienta la esperanza de comunión gloriosa con él después de compartir sus fatigas en la construcción de su Reino.
Jesús vive y actúa en nosotros a través de sus mediaciones. Nosotros somos también su mediación. C. Carretto escribe: “Dichosa tú que has creído”, le dice Isabel a María, de la que los evangelistas no dicen que haya recibido ninguna aparición de su Hijo resucitado. Tú no tenías necesidad de ver para creer. Tú creías en tu Hijo resucitado y te bastaba. Creer en la resurrección de Jesús significa creer sin ver. También yo quiero creer sin ver; como tú. No quiero ya sentir la necesidad de ver; mejor, no la pido ya”.
En la fe se da el encuentro con Dios. En la esperanza está su abrazo vital. En la caridad está la experiencia de Dios. La fe es oscura. La esperanza es dolorosa. La caridad está crucificada, Fe es creer que Jesús camina con nosotros en la noche. Él mismo proclama la dicha de creer sin haber visto (Jn 20,29). Los hechos demostraron que convenía que Jesús desapareciera a los ojos de sus discípulos.
¿Adónde te escondiste? No se trata de ausencia, sino de unos nuevos modos de presencia, reales, pero sólo perceptibles por la fe. Es una presencia en la noche, como amigos que no pueden verse, pero que se saben juntos realmente. Los resplandores de la fe lo dejan entrever; escuchamos su voz y sentimos su aliento a través de signos reveladores. Sabemos que Jesús tiene varios modos de presencia entre nosotros: Cuando nos reunimos en su nombre (Mt 18,20), en el corazón de toda persona honrada (Jn 14,24), en su Palabra (Lc 8,19-21), bajo los signos de pan y vino consagrados (Mt 28,20).
Y la fe crece cuando se ejercita a lo largo del día: “Yo sé, Señor, que me acompañas, pero aumenta mi fe”. Es lo que en la ascética se llama vivir en la presencia del Señor. Es una gracia que hay que pedir constantemente: verlo con los ojos de la fe.
Muchos cristianos, los místicos también, sufren noches del espíritu en las que parece que el Señor está dormido o ausente, sobre todo cuando aprieta el dolor, la tentación, las dudas... H. Cámara comenta: “En Río de Janeiro, en lo alto del Corcovado, hay una enorme estatua de Cristo que suele estar oculta por las nubes. Yo suelo pensar: “Señor, hay hermanos que sufren tanto que tienen la sensación de que has desaparecido de sus vidas. Yo sé que estás ahí, pero ellos no pueden descubrirte”. La Eucaristía es momento propicio para reconocer por la fe la presencia del Señor: “Es el sacramento de nuestra fe”.
Un poco y me veréis. Es el encontrarse cara a cara en la vida más allá de la muerte. Pablo, pendiente de la sentencia de Roma, que podría ser de muerte, escribe a los filipenses: “Por una parte, deseo morir y estar con Cristo; esto es para mí lo más apetecible; pero, por otra, deseo quedarme con vosotros para ayudaros a crecer en la fe” (Flp 1,23). “Para mí, vivir es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1,21). Da la razón en la carta primera a los corintios: “Porque ahora vemos confusamente en un espejo (los espejos eran de bronce pulido y se veía muy confusamente), mientras que entonces veremos cara a cara” (1 Co 13,12).
Son conocidos los versos encendidos de Teresa de Jesús: “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Tanto le atraía el encuentro con su Amado. También es conocido el verso de Juan de la Cruz: “Rompe la tela de este dulce encuentro”.
“Dentro de poco me veréis”. Hay que gozar de la alegría de la esperanza (Rm 12,12). ¡Qué pena si sólo al final del camino nos damos cuenta de que él va con nosotros! Abramos los ojos de la fe para “verle” antes de que sea tarde...
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16, 16-20, de Joven para Joven. Un poco y no me veréis.
Un poco y no me veréis. Otro poco y me veréis. Las Frases son, al menos, ambiguas. Puede entenderse, y a primera vista así debe hacerse, de los acontecimientos que se avecinan: muerte-resurrección-apariciones. Jesús desapareció de entre ellos y, en la Pascua, volvió a encontrarse con ellos. Esta sería la interpretación normal. Podría también referirse a la Ascensión y su retorno al final de los tiempos.
El lector del evangelio debe saber que con esta frase ambigua se hace referencia a la muerte-resurrección de Cristo, su glorificación por el Padre, la venida del Espíritu y el nuevo orden de cosas creado por todo el acontecimiento de Jesús: el creyente se sentirá unido con el Padre y el Hijo.
El evangelista Juan recurre al fenómeno de la incomprensión de, los discípulos para provocar una aclaración ulterior de las palabras ambiguas de Jesús.
El contenido o significado de la frase «un poco y no me veréis… » en los evangelios sinópticos se halla expresado con mayor claridad Jesús ha anunciado que el Hijo del hombre será arrestado, maltratado y muerto y, al tercer día, resucitará (Mc 9, 9 y demás predicciones y anuncios de la pasión).
La frase «dentro de poco» formaba parte del vocabulario corriente de cualquier maestro judío que estuviese convencido de tener cierta visión del futuro. Todo aquél que creyese que el mundo tiende hacia una consumación —es la fe judía, de la que participan igualmente los cristianos y que Dios intervendría, no tardando, de una manera definitiva en la historia, al ser preguntado por el cuándo de todo esto respondía con la frase «dentro de poco».
Es una frase que tiene raíces en el Antiguo Testamento —así hablaban los profetas hebreos- y en el Nuevo aparece también en el Apocalipsis: que estuvieron callados un «poco de tiempo.» (Ap 6, 1). Jesús, dentro de todo este contexto, está afirmando lo que espera a todos sus seguidores para un futuro no lejano, Se refiere al tiempo inmediatamente anterior al juicio último; ese tiempo intermedio que va desde su pasión hasta su regreso al final de los tiempos.
La referencia, tanto a este tiempo intermedio como al tiempo final, necesariamente lleva consigo una oscuridad para los oyentes o lectores ¿Quién puede penetrar ese futuro? No obstante, los seguidores íntimos de Jesús se creían en el derecho de saber cómo serían esas cosas. No le preguntan pero afirman, como sorprendidos su desconocimiento: «no sabemos qué significa» ni lo que quiere decir.
De algo que todo el mundo estaba plenamente convencido era que ese período estaría caracterizado por violencias y tribulaciones intensas. Las alegrías de la «edad futura» estarán precedidas por sufrimientos tremendos, sin precedentes La imagen de los dolores de la mujer al dar a luz estaba indicada para describir este período de tribulaciones. Los sufrimientos serían tales que no habría precedentes, serían experimentados de forma repentina y breve. Pero, en todo caso, estarían mitigados por la alegría que vendría a continuación.
El misterioso «dentro de Poco»… hubiese sido comprendido por los discípulos si hubiesen sabido lo que significaba el «ir al Padre». En todo caso se afirma que este misterio de incomprensión tiene sus raíces en la incomprensión del misterio de Jesús. Partiendo de quién lo envía, cuál es la misión que lleva a cabo, cuál es el futuro que anuncia... la incomprensión cesaría.
Elevación Espiritual para este día.
La promesa del Señor, “dentro de otro poco volveréis a yerme”, se dirige a toda la Iglesia. El Señor no tardará en cumplir su promesa: un poco más y le veremos, allá arriba, donde ya no tendremos ninguna necesidad de dirigirle ninguna oración, de exponerle ninguna petición, porque ya no nos quedará nada que desear, nada escondido que queramos conocer. Este breve intervalo de tiempo nos parece largo a nosotros porque todavía debe transcurrir, pero cuando haya acabado nos daremos cuenta de lo breve que ha sido. Que nuestra alegría, por tanto, sea muy diferente a la que experimenta el mundo.
Que tampoco durante el trabajoso parto de este deseo nuestro permanezca nuestra tristeza completamente sin alegría, porque, como dice el Apóstol, debemos mostrarnos «alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación».
Reflexión Espiritual para el día.
La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.
Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza. Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección bosada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hch 18, 1-8. El viaje de Pablo a Atenas.
No se menciona expresamente el motivo por el cual Pablo sale de Atenas. Dada la escasa acogida que halló en Atenas (Hch 17,15-16), es de suponer que no tuvo éxito con una predicación ulterior; por eso se marcha a Corinto. Esta ciudad es la capital y el puerto más grande de la provincia griega de Acaya, que abarca la Grecia clásica, con la península del Peloponeso y Ática, con la región montañosa y la gran llanura de Tesalónica. Así, desde el centro espiritual de Grecia, Pablo se dirige al centro político.
El evangelista habla de Áquila y Priscila como de una pareja “judía”; Pablo, en cambio, los nombra como judeo-cristianos (Rom 16,3; 1 Cor 16,19). Si Pablo se une a ellos sin tratar de convertirlos antes, “judío” equivale aquí a judeocristiano. La observación de que Áquila y Priscila provienen de la provincia del Ponto alude al principio del segundo viaje de misión de Pablo, que quería ir a la provincia de Bitinia, en el norte de Asia Menor (Hch 16,7). Al oriente quedan los límites de la provincia del Ponto. Se entiende ahora lo que significa que el Espíritu de Jesús lo impidió. El Evangelio no llegó al norte, la costa del mar Negro, hasta después de Pablo (1 Pe 1,1), y precisamente por medio de Áquila.
Como motivo para la llegada de Áquila y Priscila a Corinto se aduce el destierro de los judeo-cristianos de Roma por parte de Claudio. Suetonio escribe: “Desterró a los judíos de Roma porque ellos, acosados por Cresto, eran constantemente causa de intranquilidad”. “Cresto” designa a “Cristo”. El biógrafo romano Suetonio (primera mitad del siglo II d.c.) conocía el cristianismo sólo de oídas. Por eso supone que Cristo había vivido en Roma y provocaba allí revueltas. Esto deja suponer que entre los judíos cristianos y los ortodoxos había surgido una discordia acerca de la fe en Cristo.
Se trata de un fragmento de crónica que nos ofrece útiles indicaciones para comprender la vida cotidiana de Pablo y de los primeros evangelizadores. Nos hace saber que Pablo tenía un oficio, un trabajo manual, y lo ejercía, cosa poco conveniente para un hombre culto, dedicado a la Palabra, entre los atenienses, pero común entre los rabinos, que encontraban en el trabajo ocasiones de encuentro y, por consiguiente, de enseñanza. Pablo se aloja y trabaja con una pareja de judíos expulsados de Roma por Claudio. Información útil para la datación de este período: el decreto imperial remonta, efectivamente, a los años 49-50.
La llegada de ayudantes permitió a Pablo dedicarse de manera exclusiva a la predicación. Lucas lleva buen cuidado en decir que Pablo parte siempre de los judíos: sólo tras el enésimo rechazo, esta vez más bien violento, declara que se dirigirá “en adelante” a los paganos. Ya lo había dicho en Antioquía de Pisidia (Hch 13,46s), y lo dirá asimismo más adelante. Se nota la preocupación del autor por explicar los motivos del paso a los paganos. Tampoco aquí hay sólo espinas, porque, frente a la oposición judía, se convierte nada menos que el jefe de la sinagoga con toda su familia. Y empieza una abundante cosecha también entre los paganos.
Una observación: no hay síntomas de un cambio de «estrategia evangélica», como si, tras el escaso éxito en Atenas, Pablo hubiera decidido no cambiar nada en su predicación, ni respecto al contenido ni respecto al lenguaje. El paso de Atenas a Corinto está presentado aquí más como una opción ulterior en favor de los paganos, que como un cambio de método, como si Pablo estuviera replanteándose su estrategia misionera.
Comentario del Salmo 97
Las expresiones «el Señor rey» (6b) y «viene para gobernar la tierra. Gobernará el mundo...» (9) caracterizan este texto como un salmo de la realeza del Señor.
Tiene dos partes (1b-3 y 4-9), en cada una de las cuales podernos hacer dos divisiones: la primera presenta una invitación y la segunda, introducida por la conjunción «porque...», la exposición de los motivos de estas invitaciones. La primera invitación, ciertamente dirigida al pueblo de Dios, es: «Cantad al Señor un cántico nuevo» (1b). ¿Por qué hay que cantar y por qué ha de ser nuevo el cántico? Los motivos comienzan con el primero de los «porque...». Se enumeran cinco razones: porque el Señor ha hecho maravillas, porque ha obtenido la victoria con su diestra y con su santo brazo (1b), porque ha dado a conocer su victoria, ha revelado a las naciones su justicia (2) y se ha acordado de su amor fiel para con su pueblo (3). El término «victoria» aparece en tres ocasiones; se trata de la victoria del Señor sobre las naciones, en favor de Israel.
Si la primera invitación es muy breve, la segunda, en cambio, es más bien larga (4-9a) y se dirige a toda la creación: a la tierra (4), al pueblo congregado para celebrar (5-6), al mar, al mundo y sus habitantes (7), a los ríos y a los montes (8). Se invita al pueblo a celebrar acompañándose de instrumentos: el arpa, la trompeta y la corneta (5-6). A todo esto vienen a sumarse el estruendo del mar, el aplauso de los ríos y los gritos de alegría de los montes. Cada elemento de la creación da gracias y alaba a su manera. ¿Por qué? La razón es una sola: porque el Señor «viene para gobernar la tierra. Gobernará el mundo con justicia y los pueblos con rectitud» (9b). Si antes se decía que el Señor es rey (6b), ahora se celebra de manera festiva el comienzo de su gobierno sobre la tierra, el mundo y las naciones (tres elementos). Su gobierno está caracterizado por la justicia y la rectitud.
Se observa una evolución de la primera parte a la segunda o bien, si se quiere, podemos decir que la segunda es consecuencia de la primera. De hecho, la victoria del Señor sobre las naciones a causa de su amor y fidelidad para con Israel tiene como consecuencia su gobierno sobre todo el universo (la tierra, el mundo y las naciones). El reino de Dios va implantándose por medio de la justicia y la rectitud.
Este himno celebra la superación de un conflicto entre el Señor e Israel, por un lado, y las naciones, por el otro. El amor de Dios por su pueblo y la fidelidad que le profesa le han llevado a hacerle justicia, derrotando a las naciones (2-3a), de manera que se ha conocido esta victoria hasta los confines de la tierra (3b). El salmo clasifica este hecho entre las «maravillas» del Señor (1b). ¿De qué se trata? El término «maravilla» es muy importante en todo el Antiguo Testamento, hasta el punto de convertirse en algo característico y exclusivo de Dios, Sólo él hace maravillas, que consisten nada más y nada menos que en sus grandes gestos de liberación en favor de Israel. Por eso Israel (y, en este salmo, toda la creación) puede cantar un cántico nuevo, La novedad reside en el hecho extraordinario que ha llevado a cabo la diestra victoriosa de Dios, su santo brazo (1b). La liberación de Egipto fue una de esas maravillas. Pero nuestro salmo no se está refiriendo a esta gesta. Se trata, probablemente, de un himno que celebra la segunda gran liberación de Israel, a saber, el regreso de Babilonia tras el exilio. El Señor venció a las naciones, acordándose de su amor y su fidelidad en favor de la casa de Israel (3a).
La «maravilla», sin embargo, no se limita a la vuelta de los exiliados a Judá. También se trata de una victoria del Señor sobre las naciones y sus ídolos, convirtiéndose en el único Dios capaz de gobernar el mundo con justicia y los pueblos con rectitud. La salida de Babilonia tras el exilio llevó a los judíos a este convencimiento: sólo existe un Dios, y sólo él está comprometido con la justicia y la rectitud para todos. De este modo, se justifica su victoria sobre las naciones (2), hecho que le confiere un título único, el título de Rey universal: sólo él es capaz de gobernar con justicia y con rectitud. Por tanto, merece este título y también el reconocimiento de todas las cosas creadas y de todos los pueblos. El no los domina ni los oprime. Por el contrario, los gobierna con justicia y con rectitud.
El rostro con que aparece Dios en este salmo es muy parecido al rostro de Dios que nos presentan los salmos 96 y 97. Principalmente, destacan siete acciones del Señor: ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le han dado la victoria, ha dado a conocer su victoria, ha revelado su justicia, se acordó de su amor y su fidelidad, viene para gobernar y gobernará. Las cinco primeras nos hablan de acciones del pasado, la sexta anuncia una acción presente y la última señala hacia el futuro. La primera de estas acciones («ha hecho maravillas») es la puerta de entrada: estamos ante el Señor, Dios liberador, el mismo que liberó en los tiempos pasados (cf. el éxodo). La expresión «amor y fidelidad» (3a) recuerda que este Dios es aquel con el que Israel ha sellado la Alianza. Pero también es el aliado de todos los pueblos y de todo el universo en lo que respecta a la justicia y la rectitud. Es un Dios ligado a la historia y comprometido con la justicia. Su gobierno hará que se instaure el Reino.
En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta anunciando la proximidad del Reino (Mc 1,15; Mt 4,17). Para Mateo, el Reino se irá construyendo en la medida en que se implante una nueva justicia, superior a la de los fariseos y los doctores de la Ley (Mt 1,15; 5,20; 6,33).
A los cuatro evangelios les gusta presentar a Jesús como Mesías, el Ungido del Padre para la implantación del Reino, que dará lugar a una nueva sociedad y una nueva historia. No obstante, conviene recordar que Jesús decepcionó a todos en cuanto a las expectativas que se tenía acerca de este Reino. La justicia y la rectitud fueron sus principales características. Según los evangelistas, el trono del Rey Jesús es la cruz. Y en su resurrección, Dios manifestó su justicia a las naciones, haciendo maravillas, de modo que los confines de la tierra pudieran celebrar la victoria de nuestro Dios. (Véase, también, lo que se ha dicho a propósito de los salmos 96 y 97).
Conviene rezar este salmo cuando queremos celebrar la justicia del Señor y las victorias del pueblo de Dios en su lucha por la justicia; cuando queremos que toda la creación sea expresión de alabanza a Dios por sus maravillas; cuando queremos reflexionar sobre el reino de Dios, sobre la fraternidad universal y sobre la conciencia y condición de ciudadanos, cuya puerta de entrada se llama «justicia»; también cuando celebramos la resurrección de Jesús.
Comentario del Santo Evangelio: Juan 16,16-20.
Jesús consuela a los suyos de la tristeza por su partida. Les asegura que esa tristeza durará poco: «Dentro de poco dejaréis de yerme, pero dentro de otro poco volveréis a verme» (v. 16). ¿Qué significan estas enigmáticas afirmaciones de Jesús? Se refiere a los dos tiempos a los que Jesús está a punto de dar cumplimiento. El primero se refiere a su vida terrena, que está a punto de acabar; el segundo se refiere a su vida gloriosa, inaugurada con la resurrección. Su retorno posterior no se limita a las apariciones pascuales, sino que se prolonga en el corazón de los creyentes mediante su presencia en ellos.
Las palabras del Maestro no son comprendidas por los discípulos, que se plantean varias preguntas (vv. 17s). Jesús, que conoce a los suyos por dentro y los acontecimientos que les esperan, intenta remover, a partir de las preguntas que le plantean, su tristeza, infundiéndoles la confianza en él con una nueva revelación: “Vuestra tristeza se convertirá en gozo”(v. 20).
La comunidad cristiana tendrá que hacer frente a todo un cúmulo de pruebas. Especialmente cuando le sea arrebatado el Esposo. Con su muerte, experimentará el llanto, la aflicción y el desconcierto, mientras que el mundo se sentirá alegre pensando que ha extirpado el mal. Estos momentos serán, para la comunidad, momentos de duda, de oscuridad y de silencio de Dios. Pero la historia se tomará su revancha y, cuando esto llegue, la comunidad de los discípulos experimentará el gozo. Jesús no habla de sus sufrimientos —y tenía motivos para ello—, sino que piensa en los suyos más que en él, como el buen pastor en su rebaño.
El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a la consecución de valores efímeros, como un saber puesto al servicio de intereses materiales; de una carrera social, científica; de la fama; de la rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al extremo. Con estas cosas suele gozar el mundo.
El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está cerca en todo momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una inversión ventajosa y un honor grande; que lo único necesario es no perderle a él, sentir su proximidad, estar seguros de caminar hacia su posesión.
Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más inmediato, aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no decepciona. A veces ambos gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del discípulo debe estar orientado siempre hacia el «todavía no», hacia el decisivo «dentro de otro poco volveréis a verme», cuando el gozo, frecuentemente querido y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16,16-20, para nuestros Mayores. Jesús anuncia su pronto retorno.
Bienaventurados los que creen sin ver. En este pasaje evangélico Jesús anuncia a sus discípulos su inminente partida y su pronto retorno, que cambiará su tristeza en alegría. No les dice adiós, sino ¡hasta luego!: “Dentro de un poco ya no me veréis; dentro de otro poco me veréis, porque voy al Padre”.
Las diversas interpretaciones dadas al texto no son excluyentes, sino complementarias: Jesús desaparecerá a los ojos de los suyos en su muerte, pero volverán a “verlo” con los ojos del espíritu, con la fe, en los reencuentros pascuales, experiencia sobrenatural reservada a algunos privilegiados a lo largo de la historia; y le “veremos” en el encuentro final, en el cara a cara, que también será “pronto”, porque para Dios mil años son como un día (2 P 3,8). Ya el encuentro con el Señor en la noche clara de la fe es causa de alegría y aliento, que acrecienta la esperanza de comunión gloriosa con él después de compartir sus fatigas en la construcción de su Reino.
Jesús vive y actúa en nosotros a través de sus mediaciones. Nosotros somos también su mediación. C. Carretto escribe: “Dichosa tú que has creído”, le dice Isabel a María, de la que los evangelistas no dicen que haya recibido ninguna aparición de su Hijo resucitado. Tú no tenías necesidad de ver para creer. Tú creías en tu Hijo resucitado y te bastaba. Creer en la resurrección de Jesús significa creer sin ver. También yo quiero creer sin ver; como tú. No quiero ya sentir la necesidad de ver; mejor, no la pido ya”.
En la fe se da el encuentro con Dios. En la esperanza está su abrazo vital. En la caridad está la experiencia de Dios. La fe es oscura. La esperanza es dolorosa. La caridad está crucificada, Fe es creer que Jesús camina con nosotros en la noche. Él mismo proclama la dicha de creer sin haber visto (Jn 20,29). Los hechos demostraron que convenía que Jesús desapareciera a los ojos de sus discípulos.
¿Adónde te escondiste? No se trata de ausencia, sino de unos nuevos modos de presencia, reales, pero sólo perceptibles por la fe. Es una presencia en la noche, como amigos que no pueden verse, pero que se saben juntos realmente. Los resplandores de la fe lo dejan entrever; escuchamos su voz y sentimos su aliento a través de signos reveladores. Sabemos que Jesús tiene varios modos de presencia entre nosotros: Cuando nos reunimos en su nombre (Mt 18,20), en el corazón de toda persona honrada (Jn 14,24), en su Palabra (Lc 8,19-21), bajo los signos de pan y vino consagrados (Mt 28,20).
Y la fe crece cuando se ejercita a lo largo del día: “Yo sé, Señor, que me acompañas, pero aumenta mi fe”. Es lo que en la ascética se llama vivir en la presencia del Señor. Es una gracia que hay que pedir constantemente: verlo con los ojos de la fe.
Muchos cristianos, los místicos también, sufren noches del espíritu en las que parece que el Señor está dormido o ausente, sobre todo cuando aprieta el dolor, la tentación, las dudas... H. Cámara comenta: “En Río de Janeiro, en lo alto del Corcovado, hay una enorme estatua de Cristo que suele estar oculta por las nubes. Yo suelo pensar: “Señor, hay hermanos que sufren tanto que tienen la sensación de que has desaparecido de sus vidas. Yo sé que estás ahí, pero ellos no pueden descubrirte”. La Eucaristía es momento propicio para reconocer por la fe la presencia del Señor: “Es el sacramento de nuestra fe”.
Un poco y me veréis. Es el encontrarse cara a cara en la vida más allá de la muerte. Pablo, pendiente de la sentencia de Roma, que podría ser de muerte, escribe a los filipenses: “Por una parte, deseo morir y estar con Cristo; esto es para mí lo más apetecible; pero, por otra, deseo quedarme con vosotros para ayudaros a crecer en la fe” (Flp 1,23). “Para mí, vivir es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1,21). Da la razón en la carta primera a los corintios: “Porque ahora vemos confusamente en un espejo (los espejos eran de bronce pulido y se veía muy confusamente), mientras que entonces veremos cara a cara” (1 Co 13,12).
Son conocidos los versos encendidos de Teresa de Jesús: “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Tanto le atraía el encuentro con su Amado. También es conocido el verso de Juan de la Cruz: “Rompe la tela de este dulce encuentro”.
“Dentro de poco me veréis”. Hay que gozar de la alegría de la esperanza (Rm 12,12). ¡Qué pena si sólo al final del camino nos damos cuenta de que él va con nosotros! Abramos los ojos de la fe para “verle” antes de que sea tarde...
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16, 16-20, de Joven para Joven. Un poco y no me veréis.
Un poco y no me veréis. Otro poco y me veréis. Las Frases son, al menos, ambiguas. Puede entenderse, y a primera vista así debe hacerse, de los acontecimientos que se avecinan: muerte-resurrección-apariciones. Jesús desapareció de entre ellos y, en la Pascua, volvió a encontrarse con ellos. Esta sería la interpretación normal. Podría también referirse a la Ascensión y su retorno al final de los tiempos.
El lector del evangelio debe saber que con esta frase ambigua se hace referencia a la muerte-resurrección de Cristo, su glorificación por el Padre, la venida del Espíritu y el nuevo orden de cosas creado por todo el acontecimiento de Jesús: el creyente se sentirá unido con el Padre y el Hijo.
El evangelista Juan recurre al fenómeno de la incomprensión de, los discípulos para provocar una aclaración ulterior de las palabras ambiguas de Jesús.
El contenido o significado de la frase «un poco y no me veréis… » en los evangelios sinópticos se halla expresado con mayor claridad Jesús ha anunciado que el Hijo del hombre será arrestado, maltratado y muerto y, al tercer día, resucitará (Mc 9, 9 y demás predicciones y anuncios de la pasión).
La frase «dentro de poco» formaba parte del vocabulario corriente de cualquier maestro judío que estuviese convencido de tener cierta visión del futuro. Todo aquél que creyese que el mundo tiende hacia una consumación —es la fe judía, de la que participan igualmente los cristianos y que Dios intervendría, no tardando, de una manera definitiva en la historia, al ser preguntado por el cuándo de todo esto respondía con la frase «dentro de poco».
Es una frase que tiene raíces en el Antiguo Testamento —así hablaban los profetas hebreos- y en el Nuevo aparece también en el Apocalipsis: que estuvieron callados un «poco de tiempo.» (Ap 6, 1). Jesús, dentro de todo este contexto, está afirmando lo que espera a todos sus seguidores para un futuro no lejano, Se refiere al tiempo inmediatamente anterior al juicio último; ese tiempo intermedio que va desde su pasión hasta su regreso al final de los tiempos.
La referencia, tanto a este tiempo intermedio como al tiempo final, necesariamente lleva consigo una oscuridad para los oyentes o lectores ¿Quién puede penetrar ese futuro? No obstante, los seguidores íntimos de Jesús se creían en el derecho de saber cómo serían esas cosas. No le preguntan pero afirman, como sorprendidos su desconocimiento: «no sabemos qué significa» ni lo que quiere decir.
De algo que todo el mundo estaba plenamente convencido era que ese período estaría caracterizado por violencias y tribulaciones intensas. Las alegrías de la «edad futura» estarán precedidas por sufrimientos tremendos, sin precedentes La imagen de los dolores de la mujer al dar a luz estaba indicada para describir este período de tribulaciones. Los sufrimientos serían tales que no habría precedentes, serían experimentados de forma repentina y breve. Pero, en todo caso, estarían mitigados por la alegría que vendría a continuación.
El misterioso «dentro de Poco»… hubiese sido comprendido por los discípulos si hubiesen sabido lo que significaba el «ir al Padre». En todo caso se afirma que este misterio de incomprensión tiene sus raíces en la incomprensión del misterio de Jesús. Partiendo de quién lo envía, cuál es la misión que lleva a cabo, cuál es el futuro que anuncia... la incomprensión cesaría.
Elevación Espiritual para este día.
La promesa del Señor, “dentro de otro poco volveréis a yerme”, se dirige a toda la Iglesia. El Señor no tardará en cumplir su promesa: un poco más y le veremos, allá arriba, donde ya no tendremos ninguna necesidad de dirigirle ninguna oración, de exponerle ninguna petición, porque ya no nos quedará nada que desear, nada escondido que queramos conocer. Este breve intervalo de tiempo nos parece largo a nosotros porque todavía debe transcurrir, pero cuando haya acabado nos daremos cuenta de lo breve que ha sido. Que nuestra alegría, por tanto, sea muy diferente a la que experimenta el mundo.
Que tampoco durante el trabajoso parto de este deseo nuestro permanezca nuestra tristeza completamente sin alegría, porque, como dice el Apóstol, debemos mostrarnos «alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación».
Reflexión Espiritual para el día.
La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.
Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza. Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección bosada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hch 18, 1-8. El viaje de Pablo a Atenas.
No se menciona expresamente el motivo por el cual Pablo sale de Atenas. Dada la escasa acogida que halló en Atenas (Hch 17,15-16), es de suponer que no tuvo éxito con una predicación ulterior; por eso se marcha a Corinto. Esta ciudad es la capital y el puerto más grande de la provincia griega de Acaya, que abarca la Grecia clásica, con la península del Peloponeso y Ática, con la región montañosa y la gran llanura de Tesalónica. Así, desde el centro espiritual de Grecia, Pablo se dirige al centro político.
El evangelista habla de Áquila y Priscila como de una pareja “judía”; Pablo, en cambio, los nombra como judeo-cristianos (Rom 16,3; 1 Cor 16,19). Si Pablo se une a ellos sin tratar de convertirlos antes, “judío” equivale aquí a judeocristiano. La observación de que Áquila y Priscila provienen de la provincia del Ponto alude al principio del segundo viaje de misión de Pablo, que quería ir a la provincia de Bitinia, en el norte de Asia Menor (Hch 16,7). Al oriente quedan los límites de la provincia del Ponto. Se entiende ahora lo que significa que el Espíritu de Jesús lo impidió. El Evangelio no llegó al norte, la costa del mar Negro, hasta después de Pablo (1 Pe 1,1), y precisamente por medio de Áquila.
Como motivo para la llegada de Áquila y Priscila a Corinto se aduce el destierro de los judeo-cristianos de Roma por parte de Claudio. Suetonio escribe: “Desterró a los judíos de Roma porque ellos, acosados por Cresto, eran constantemente causa de intranquilidad”. “Cresto” designa a “Cristo”. El biógrafo romano Suetonio (primera mitad del siglo II d.c.) conocía el cristianismo sólo de oídas. Por eso supone que Cristo había vivido en Roma y provocaba allí revueltas. Esto deja suponer que entre los judíos cristianos y los ortodoxos había surgido una discordia acerca de la fe en Cristo.
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