18 de Junio 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. VIERNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Feria. (CIiclo C). 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO .SS. Marcos y Marcelino mres, Ciriaco y Paula mres, Gregorio Barbarigo ob.
LITURGIA DE LA PALABRA.
2R 11,1-4.-18.20. Ungió a Joás, y todos aclamaron: ¡Viva el rey!
Sal 131 R/. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado viver en ella.
Mt 6. 19-23. Donde está tu tesoro, alli está tu corazón.
Mateo nos propone no acumular, no tener más de lo que en verdad necesitamos. No se trata de vivir miserablemente, pues Dios no quiere eso para nosotros, al contrario todos tenemos derecho a vivir dignamente y con todas las comodidades que nos proporciona nuestro tiempo. La critica va dirigida hacia quienes además de tener de sobra, acumulan, esconden, guardan; aquellos viven en la oscuridad, pues no tienen la capacidad de darse cuenta que existen muchas personas que apenas pueden sobrevivir con lo poco que poseen, esos son los que tienen el ojo enfermo, están llenos de oscuridad pues son incapaces de conmoverse con los necesitados del mundo, aquel que tiene de sobra sólo se preocupa de atesorar, amontonar y acumular su riqueza, y estará siempre pensando en no perder aquellos bienes. En cambio aquel que tiene el ojo sano, no atesora dinero ni bienes, puede tener mucho o poco materialmente hablando, sin embargo siempre está atento para quien le necesita, dispuesto a ayudar y compartir con otros. Este si tiene luz, porque puede ver al prójimo e iluminarlo, su verdadero tesoro está escondido en los rincones de su corazón, porque su verdadero tesoro no está en Poseer sino en SER.
PRIMERA LECTURA.
2Reyes 11, 1-4. 9-18. 20
Ungió a Joás, y todos aclamaron: ¡Viva el rey!
En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo habla muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey.
Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo.
Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: "¡Viva el rey!" Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo.
Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: "¡Traición, traición!"
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: "Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis."
Pues no quería que la matasen en el templo.
La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar.
El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 131
R/.El Señor ha elegido a Sión, / ha deseado vivir en ella.
El Señor ha jurado a David / una promesa que no retractará: / "A uno de tu linaje / pondré sobre tu trono." R.
"Si tus hijos guardan mi alianza / y los mandatos que les enseño, / también sus hijos, por siempre, / se sentarán sobre tu trono." R.
Porque el Señor ha elegido a Sión, / ha deseado vivir en ella: / "Esta es mi mansión por siempre, / aquí viviré porque la deseo." R.
"Haré germinar el vigor de David, / enciendo una lámpara para mi Ungido. / A sus enemigos los vestiré de ignominia, / sobre él brillará mi diadema." R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 6, 19-23
Donde está tu tesoro, allí está tu corazón
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA.
2R 11,1-4.-18.20. Ungió a Joás, y todos aclamaron: ¡Viva el rey!
Sal 131 R/. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado viver en ella.
Mt 6. 19-23. Donde está tu tesoro, alli está tu corazón.
Mateo nos propone no acumular, no tener más de lo que en verdad necesitamos. No se trata de vivir miserablemente, pues Dios no quiere eso para nosotros, al contrario todos tenemos derecho a vivir dignamente y con todas las comodidades que nos proporciona nuestro tiempo. La critica va dirigida hacia quienes además de tener de sobra, acumulan, esconden, guardan; aquellos viven en la oscuridad, pues no tienen la capacidad de darse cuenta que existen muchas personas que apenas pueden sobrevivir con lo poco que poseen, esos son los que tienen el ojo enfermo, están llenos de oscuridad pues son incapaces de conmoverse con los necesitados del mundo, aquel que tiene de sobra sólo se preocupa de atesorar, amontonar y acumular su riqueza, y estará siempre pensando en no perder aquellos bienes. En cambio aquel que tiene el ojo sano, no atesora dinero ni bienes, puede tener mucho o poco materialmente hablando, sin embargo siempre está atento para quien le necesita, dispuesto a ayudar y compartir con otros. Este si tiene luz, porque puede ver al prójimo e iluminarlo, su verdadero tesoro está escondido en los rincones de su corazón, porque su verdadero tesoro no está en Poseer sino en SER.
PRIMERA LECTURA.
2Reyes 11, 1-4. 9-18. 20
Ungió a Joás, y todos aclamaron: ¡Viva el rey!
En aquellos días, cuando Atalía, madre del rey Ocozías, vio que su hijo habla muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo durante seis años, mientras en el país reinaba Atalía.
El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los Carios y de la escolta; los llamó a su presencia, en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey.
Los centuriones hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo.
Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando: "¡Viva el rey!" Atalía oyó el clamor de la tropa y se fue hacia la gente, al templo.
Pero, cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó: "¡Traición, traición!"
El sacerdote Yehoyadá ordenó a los centuriones que mandaban las fuerzas: "Sacadla del atrio. Al que la siga lo matáis."
Pues no quería que la matasen en el templo.
La fueron empujando con las manos y, cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron.
Yehoyadá selló el pacto entre el Señor y el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal; lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matan, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar.
El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado en el palacio.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 131
R/.El Señor ha elegido a Sión, / ha deseado vivir en ella.
El Señor ha jurado a David / una promesa que no retractará: / "A uno de tu linaje / pondré sobre tu trono." R.
"Si tus hijos guardan mi alianza / y los mandatos que les enseño, / también sus hijos, por siempre, / se sentarán sobre tu trono." R.
Porque el Señor ha elegido a Sión, / ha deseado vivir en ella: / "Esta es mi mansión por siempre, / aquí viviré porque la deseo." R.
"Haré germinar el vigor de David, / enciendo una lámpara para mi Ungido. / A sus enemigos los vestiré de ignominia, / sobre él brillará mi diadema." R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 6, 19-23
Donde está tu tesoro, allí está tu corazón
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"
Palabra del Señor.
Comentario de la Primera Lectura: 2 Reyes 11,1-4.9-18.20a
La liturgia, omitiendo una amplia sección (2 Re 3-10) donde se habla de los reinados de Jorán (852-841) y de Jehú (841-814), que desarraigó el culto a Baal en Israel y cuya unción real ya había sido anunciada por Elías (1 Re 19,16), y donde se ilustra la actividad de Eliseo, la liturgia, decíamos, nos propone algunos pasajes adecuados para llevar a cabo una lectura teológica de la historia de Israel.
Desde el reino del Norte nos trasladamos al reino del Sur. Aquí Atalía, descendiente de Jezabel y mujer del rey Jorán (muertos ambos por Jehú a causa de sus perversiones), muerto su hijo Ocozías (841), heredero legítimo al trono, se apodera del Reino de Judá y elimina a la dinastía real superviviente. Ahora bien, Josebá, hija del rey Jorán y esposa del sumo sacerdote Yoyadá (2 Cr 22,11), cogió furtivamente a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió en el templo, de suerte que siete años después, y gracias a una estudiada conjura (vv. 5-8, omitidos por la liturgia), éste fue proclamado rey (835-796) e instalado en el trono (v. 19, omitido por la liturgia).
La oposición a Atalía se debió a la línea baalista mantenida por la reina, en flagrante contradicción con la alianza yahvista, mientras que la iniciativa de la casta sacerdotal desbarata el peligro, destruye el templo de Baal levantando en el corazón de Jerusalén, elimina de la escena Atalía y permite la renovación de la alianza. Se trata de un acontecimiento que se repetirá en los momentos cruciales de la historia de Israel (cf. 2 Re 23).
Comentario del Salmo 131
En el salmo 131 encontramos una mezcla de varios tipos. Se le considera un salmo real, pues, además de mencionar en cuatro ocasiones al rey David (una en cada una de sus partes), se habla del «mesías» (10.17) sucesor de David en el trono de Judá. Y puesto que el rey de Judá tiene su sede en Jerusalén (Sión), este salmo dedica una buena parte (13-18) a la capital, centro del poder político y religioso del pueblo de Dios. Por tanto, también es un cántico de Sión. Además de lo dicho, este salmo se compuso tomando como base una fiesta o procesión, por lo que también se le puede considerar como un salmo litúrgico (puede compararse con Sal 15; 24, 134). En e conjunto del Salterio, fue transformado en «cántico de las subidas» (Sal 120-134), sirviendo de oración para las peregrinaciones. Es el más largo de estos quince “salmos graduales”.
Existen diversas propuestas de organización de este salmo. Una de ellas consiste en dividirlo en cuatro partes: 1b-5; 6-10; 11- 12; 13-18. Este salmo parece ser un diálogo entre dos grupos (o coros), pero no siempre resulta posible determinar claramente dónde interviene cada grupo. En la primera parte (lb-5), un grupo se dirige al Señor; pidiéndole que se acuerde de David, de sus fatigas, de su juramento y de los votos que hizo a Dios, al que se llama «El Fuerte de Jacob» (1b-2). Todo este salmo está inspirado en el texto de 2Sam 7. Aquí se recuerdan los planes de David después de encontrar el área de la Alianza y de llevarla hasta la recién conquistada ciudad de Jerusalén (2Sam 6), localidad que se convertiría en sede del poder político y religioso Los esfuerzos de David por encontrar un lugar para el Señor y una morada para el Fuerte de Jacob (5) son intensos. El rey se niega a hacer cuatro cosas en tanto no haya alcanzado su objetivo: no entrará en su casa, no se acostará en su lecho, no dormirá, no cerrará los ojos (3-4). Se nos dice que, sin descanso, David se esforzó en la búsqueda de un lugar en que custodiar el arca, símbolo de la presencia del Dios de la Alianza en medio del pueblo. En realidad, quien construyó la «morado» (templo) para el arca y para el Señor fue su hijo Salomón.
En la segunda parte (6-10), intervienen otras personas, que hablan en plural (6-7) e, inmediatamente, exponen sus peticiones al Señor (8-10). Estas personas recuerdan, más o menos, lo que se narra en 2Sam 6, el hallazgo del área y su traslado a Jerusalén. La mención de Éfrata es importante, pues se trata de la región de Belén, ciudad natal del rey David. Las personas que hablan, evidentemente, están en Jerusalén tomando parte en una procesión (tal vez llevando el arca). Por eso se animan a sí mismas, diciendo: «Entremos en su morada y postrémonos ante el estrado de sus pies» (7). La morada es el templo, y el estrado, el arca. El pueblo va a entrar y a postrarse. Por eso le pide al Señor que se levante para entrar en su mansión con el arca (8). Tenemos noticia de cómo los sacerdotes transportaban el arca sirviéndose de unos varales. En este preciso instante empiezan a llevar el arca hacia el interior del templo. Los sacerdotes que cargan con ella van vestidos de gala, y el pueblo hace fiesta (9). La segunda parte concluye con una petición dirigida al Señor hecha en nombre de David: que Dios no rechace al rey de Judá —mesías— (10). Esto demuestra que el salmo surgió en un tiempo en que la monarquía estaba en crisis.
Si en la primera parte teníamos el juramento y el voto de David al Fuerte de Jacob, en la tercera
(11-12) tenemos el juramento y la promesa del Señor a David. Se recuerda 2Sam 7, la promesa de una dinastía, a condición de que los descendientes de David guarden la alianza y cumplan los preceptos del Señor. Es muy probable que nos encontremos ante una situación de crisis: los reyes de Judá habían violado la alianza y no se habían mantenido fieles al Señor. Un aspecto importante en todo el salmo, pero sobre todo aquí, es el siguiente: el rey de Judá es el mediador de la alianza entre Dios y el pueblo.
La última parte (13-18) centra su atención en Sión (Jerusalén) como residencia, mansión y morada del Señor. Alguien habla en nombre de Dios (14-18) haciéndole afirmar que ha escogido Sión para habitar en ella, Como consecuencia de lo cual, tenemos las siguientes bendiciones: 1. no faltará la comida (2. los indigentes se hartarán de pan (15b); 3. Dios vestirá a los sacerdotes de gala (compárese con 9 a.); 4. Los fieles exultarán de alegría (16b; compárese con 9b); 5. El vigor de David germinará, es decir, su dinastía será renovada (17a) 6, se encenderá una lámpara para el mesías, el heredero del trono (17b); 7. Los enemigos del rey serán vestidos de ignominia (l8a compárese con 9a 16ª); la corona del Señor brillará sobre la cabeza del mesías (18b).
Son varios los motivos, algunos de los cuales ya han sido trata dos anteriormente. Estamos en Jerusalén, durante la celebración de una fiesta, en medio de la procesión. Está presente el arca, que va a ser entronizada en el templo. La monarquía está en crisis, el rey tiene enemigos (18a) y en la ciudad de Jerusalén hay pobres y falta la comida (15). Aun así, el pueblo celebra las promesas del Señor y sigue alimentando la esperanza en el rey mediador de la alianza, en la ciudad-sede del poder político y religioso y en el templo como casa, mansión y morada del Señor. Alguien, en nombre de Dios, asegura que el Señor seguirá bendiciendo todas estas cosas. Y por eso el pueblo exulta de alegría.
Dios aparece como «el Señor» seis veces y dos como «el Fuerte de Jacob». Esta última expresión recuerda la época de los patriarcas y el período anterior a la monarquía, y muestra que el Dios de los patriarcas y de las tribus (el Fuerte de Jacob), el Dios del Éxodo (Yavé, «el Señor») y el Dios aliado del rey David y sus descendientes es siempre el mismo Dios de La alianza que camina con su pueblo. Este salmo no tiene en cuenta los movimientos que se oponían a la monarquía y a la centralización del culto en Sión.
Para ver las repercusiones de este salmo en las palabras y acciones de Jesús, conviene retomar lo que se ha dicho hasta el momento a propósito de los salmos reales, de los cánticos de Sión y de los salmos litúrgicos. Evidentemente, para los primeros cristianos, el mesías de este salmo encontró su pleno cumplimiento en Jesús.
Este salmo se presta para las ocasiones que hemos mencionado a propósito de los salmos reales (poder político, fe-política), de los cánticos de Sión (ciudad, conciencia ciudadana) y de los salmos de tipo litúrgico (celebraciones). Además, se sugiere la posibilidad de rezarlo con provecho en las peregrinaciones...
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 6,19-23.
«La totalidad de la enseñanza de Cristo», afirma el místico alemán Jakob Bóhme, «no es otra cosa que la explicación del modo en que el hombre podría encender en él el divino mundo luminoso. Dado que éste se enciende de modo que la luz de Dios brille en el espíritu de las almas, todo el cuerpo posee la luz».
El principio de la recompensa evoca el «tesoro en el cielo» (cf. Tob 4,9; Eclo 29,11), «la mejor parte» que se asegura María (Lc 10,42), «las cosas de arriba» (Col 3,1) y las «riquezas mejores y más duraderas» (Heb 10,34) de que hablan los escritos paulinos, y brinda una regla infalible para el discernimiento: pregunta a tu corazón para saber cuál es tu tesoro. La continuidad del discurso es interrumpida por el dicho del Señor sobre la lámpara (cf. Lc 11,34-36).
La lámpara es el símbolo del ojo interior o espiritual, del que se transparenta la luz de la fe que esclarece la mente y suscita el impulso del amor en la voluntad. De modo más general, la lámpara es el símbolo del alma que irradia su luz a través del cuerpo. La antítesis se produce entre el ojo sano (Prov 22,9) y el enfermo —al pie de la letra entre el ojo «sencillo» y el «malo». El Nuevo Testamento (2 Cor 1,2; 11,3; Ef. 6,5; Col 3,22; Sant 1,5) vuelve con frecuencia sobre la sencillez (que es falta de duplicidad, según el significado literal del término). También condena con frecuencia al «ojo malo» (Mc 7,22; cf. Mt 20,15). Por último, para la antítesis luz-tinieblas, véase Jn 1,9; 3,19-21; 8,12; 12,46; Rom 13,12;2Cor6,14; Ef. 5,8ss; 1 Tes 5,5. La contraposición entre «hijos de la luz» e «hijos de las tinieblas» era uno de los aspectos cualificativos de la enseñanza en la comunidad de Qumrán.
El “sermón del monte” está atravesado por una continua y martilleante referencia al Reino. Debemos buscar el Reino de Dios (Mt 6,10.33), las cosas buenas (Mt 7,11), «tesoros en el cielo» (Mt 6,20) que consisten en los bienes eternos e incorruptibles. Para saber discernir de qué bienes se trata, necesitamos ese «ojo interior dotado de recta intención que dirige las acciones humanas» (Nicolás de Lira). Es indispensable el ojo sencillo: «unus et purus», unificado y puro, como se lee en la Glosa medieval. «La lámpara» que hace desaparecer las tinieblas «es la fe» (Cromacio de Aquileya).
Profundizo en esta palabra por medio de la meditación del símbolo cristiano por excelencia de la luz: el cirio pascual y las velas encendidas sobre el altar para la misa. Por encima de los significados más inmediatos, siguiendo la estela de la mística judía le asocio una llamada a mi persona y a sus dimensiones destinadas a «jerarquizarse». El cuerpo es comparable al cirio, desde el cual brota «la luz inferior, oscura, en contacto con la mecha de la que depende su misma existencia: se trata de los sentidos que son afectados por la dimensión física. Cuando la luz oscura está bien consolidada en la mecha, se convierte en asiento para la luz blanca, superior», la esfera intelectivo-volitiva. « Cuando ambas están bien consolidadas, entonces es la luz blanca la que se convierte en asiento para la luz inaprensible, invisible e incognoscible irradiada por la luz blanca. Sólo entonces se vuelve la luz completa y perfecta»: se trata de la luz del Espíritu Santo (Zohar).
Comentario del Santo Evangelio: Mt 6, 19-23, para nuestros Mayores. El tesoro y la luz.
¿Condenaba Jesús la posesión privada? Esta sería la primera impresión al escuchar sus palabras. Sin embargo, es preciso abordar este problema en el conjunto del evangelio. Jesús permitía a sus discípulos la posesión de casa y campos (Mc 10, 29-30). Las mujeres que le atendían tenían sus posesiones (Lc 8, 3; 10, 38), y el caso de Leví (Mc 2, 15) y de Zaqueo (Lc 19, 8) nos orientan en la misma dirección. El joven rico es caso aparte (Mc 10, 21).
Para comprender las palabras de Jesús debe partirse de la contraposición entre el tesoro en la tierra y en el cielo. Quien obra la justicia, hace el bien, da limosna... tiene un tesoro en el cielo. Era una convicción generalizada en tiempos de Jesús. Es preciso tener en cuenta esta mentalidad; la afirmación de Jesús, no obstante, tiene una mayor profundidad: toda posesión terrena es pasajera e insegura (al hablar de tesoros se refiere a vestidos más o menos preciosos, alfombras, algún objeto de metal.., escondido detrás de la pared de barro, que los ladrones podían perforar).
¿Cuál es y cómo se obtiene el tesoro en el cielo? No se dice expresamente, pero puede deducirse de la afirmación siguiente: «donde está tu tesoro allí está tu corazón». El corazón no es sólo la sede de la afectividad, Sino todo el hombre en sus apetencias y deseos más íntimos y profundos. Cuando el corazón está orientado al cielo, está orientado a Dios. Ese es el tesoro permanente y seguro.
Llamar al ojo la lámpara del cuerpo arranca de la naturaleza misma de las cosas. El ojo es como la lámpara o la luz que nos permite ver. ¿Qué significa el «ojo sano» y el «ojo enfermo»? Comencemos por descubrir el sentido primero de la imagen: si el ojo está sano, vemos bien; si el ojo está enfermo, nos vemos rodeados de tinieblas. ¿Para qué aplica Jesús la imagen? Si tu ojo, tu mirada, está puesta en Dios, que es la luz y fuente de toda luz, se iluminará el misterio de la oscuridad humana. Si no lo tienes puesto en Dios, vivirás en tinieblas, dentro del misterio de tu propia oscuridad.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 6,19-23, de Joven para Joven. Dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
El gran Maestro de la vida. Un compañero nos contaba su conversión. Volvía a casa de madrugada y un tanto “iluminado”. Despertaba a su hermano que dormía en la misma habitación. Éste era uno de los días que llegaba tambaleándose. El hermano le dijo: “¿No te da pena de ti mismo, que estás destrozando tu vida y buscándote problemas?”. “Alumbrado” como estaba, aquellas palabras, que al principio parecieron resbalarle, se le clavaron en el corazón. A la mañana siguiente reaccionó y se dijo: “Se acabó”. Y empezó una nueva vida que, al fin, ha culminado en la vida religiosa y el sacerdocio.
Hemos de dar gracias al Señor Jesús, el gran Maestro sabio, que nos ilumina con estas consignas tan orientadoras. Son las llamadas del Hermano mayor que previene al hermano menor de dejarse arrastrar por pandillas que le rodean y le invitan al consumismo, a poner el sentido de la vida en divertirse, beber, juergas trasnochadoras, destrozando la vida de hoy y de mañana.
Jesús ofrece estas consignas de sabiduría divina recogidas en el sermón del monte. Estamos en su desarrollo. La consigna de hoy es una llamada al sentido común, a poner el corazón en los verdaderos valores sin dejarnos fascinar por la bisutería de la vida. El dijo de sí: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
Lo que importa es “ser”. Escribe Pablo: “Desnudos hemos salido del seno de nuestra madre y desnudos volveremos a la tierra... Por eso, con tal de tener qué comer y vestir, estemos contentos (1 Tm 6,7-8). La muerte nos despojará de todos los bienes perecederos: popularidad, bienes económicos, privilegios... Alguien dice que muchos hombres son como los perros de caza: jadean, corren, se deshacen por conseguir la caza y, cuando la han conseguido, el amo se la arranca de los dientes. La muerte arranca la caza de los bienes temporales y sociales que tanto trabajo han costado.
“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, porque sus obras los acompañan” (Ap14, 13). Sólo nos acompañarán las buenas obras que hemos realizado. “Atesorad tesoros que los ladrones no roban ni el orín corroe”. Al hablar Jesús de tesoros, se refiere a vestidos más o menos preciosos, alfombras, algún objeto de metal... escondido detrás de la pared de barro, que los ladrones podían robar por el sistema del butrón. Como alguien ha dicho muy sabiamente: “Tendremos lo que hemos dado”. Un proverbio hindú dice: “Tendrás en tus manos muertas lo que hayas dado con tus manos vivas”. Antonio Machado afirma certeramente de los que mueren: “Vive el que vivió y lleva el que dejó”.
Deberíamos dar a manos llenas. “Más vale dar que recibir” (Hch 20,35). Tendremos todo lo que hemos dado con amor, lo que hemos realizado con ojos limpios, con intención generosa, con espíritu de servicio. Lo que no se realiza desde el amor, no sirve para nada (1 Co 13,1-3). En la otra vida sólo “seremos”, no “tendremos”. Pero ya en esta vida, ¿de qué nos serviría “tener” mucho si no “somos” nada? Es tanto como ser una persona enana, y engañarse poniéndose unos tacones altos o unos zancos, que le hacen creer que es un gigante cuando en realidad es un enano.
Lo decisivo no es “tener”, sino “ser”. Y uno “es” en la medida en que tiene capacidad de amar, goza de libertad, es abierto, amistoso, compasivo, comprensivo, solidario. Esto es lo que importa. Éstos son los tesoros imperecederos que no roba ni el ladrón de la muerte, ni el orín del tiempo, ni devalúa la inflación. Al revés, “los bienes de la dignidad humana, de la unión fraterna, de la libertad y todos los demás bienes que son fruto de nuestro trabajo y esfuerzo volveremos a encontrarlos iluminados y transfigurados”.
La ilusión del consumo. Tal vez hoy, a diferencia de nuestros abuelos y gracias a las jubilaciones, la manía dominante no es la de acumular para asegurarse la vejez y el porvenir de los hijos, sino la de consumir. El gran error de hoy está en pensar que la felicidad se confunde con el consumir en todos los campos de la vida. Creen muchos que empachándose de cosas y asegurándose un buen futuro económico y social, ya tienen la felicidad garantizada.
El consumismo es una auténtica fiebre contagiosa y epidémica que nos tienta a todos. Muchos, insatisfechos y vacíos por dentro, creen que van a calmar sus ansiedades consumiendo objetos sin limitación de ningún tipo. De momento sí, como el que ahoga momentáneamente las penas en alcohol: viajes turísticos, fiestas, compras, logros económicos, sueños de posesión ejecutados... Todo esto produce una euforia momentánea, como la fiesta frenética. Pero, pasados los primeros momentos de euforia, se vuelve a la misma insatisfacción y al mismo estado de ansiedad.
Nuestro espíritu está hecho para gozos y alegrías más profundos. La verdadera felicidad está en el disfrute de los verdaderos valores humanos: convivir en paz, con la familia, tener la conciencia tranquila, sentirse útil, disfrutar de las bellezas y de la vida cotidiana... Estos valores humanos, psicológicos y estéticos, son, al mismo tiempo, divinos. Su disfrute es gustar ya los aperitivos de la gloria. Hemos de saber disfrutar de las grandes alegrías del espíritu.
Elevación Espiritual para este día.
Quien tiene los ojos enfermos ve muchas luces de manera confusa; el ojo sencillo y puro ve las cosas nítidas y puras. Interpretemos todo esto en sentido espiritual. Pues bien, del mismo modo que el cuerpo está todo él en tinieblas cuando el ojo no es puro y sencillo, también el alma, cuando ha perdido su luminosidad, mantendrá en las tinieblas todas sus facultades.
Por consiguiente, si la luz que hay en ti se vuelve tinieblas, ¡qué grandes serán esas tinieblas! Si la inteligencia, que es luz, se oscurece por la oscuridad del alma, piensa un poco cuán densas serán las tinieblas que la rodean (Jerónimo, Comentario al evangelio de Mateo).
El ojo purificado y que se ha vuelto sereno se mostrará hábil e idóneo para percibir y para expresar, lógicamente, su luz interior. Éste es el ojo del corazón. Y tiene un ojo semejante quien establece el fin de sus propias obras buenas, a fin de que sean buenas de verdad no para intentar que sean agradables a los hombres, sino que, aunque se dé cuenta de que son agradables, las referirá más bien a su salvación y a la gloria de Dios, no a su propia ostentación.
Reflexión Espiritual para el día.
La vida del discípulo se acredita en el hecho de que nada se interponga entre Cristo y él, ni la ley, ni la piedad personal, ni el mundo. El seguidor no mira más que a Cristo. No ve a Cristo y al mundo. No entra en este género de reflexiones, sino que sigue sólo a Cristo en todo. Su ojo es sencillo. Descansa completamente en la luz que le viene de Cristo; en él no hay ni tinieblas ni equívocos. Igual que el ojo debe ser simple, claro y puro, para que el cuerpo permanezca en la luz, igual que el pie y la mano sólo reciben la luz del ojo, igual que el pie vacila y la mano se equivoca cuando el ojo está enfermo, igual que el cuerpo entero se sumerge en las tinieblas cuando el ojo se apaga, lo mismo le ocurre al discípulo, que sólo se encuentra en la luz cuando mira simplemente a Cristo, y no a esto o aquello; es preciso, pues, que el corazón del discípulo sólo se dirija a Cristo. Si el ojo ve algo distinto de lo real, se engaña todo el cuerpo. Si el corazón se apega a las apariencias del mundo, a la criatura más que al Creador, el discípulo está perdido. Son los bienes de este mundo los que quieren apartar de Jesús al corazón del discípulo.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20. Atentado contra el yahvismo
Hija de la fenicia Jezabel, la esposa de Ajab y la promotora del baalismo en el reino del norte, Atalía siguió las huellas de la madre y llevó a cabo en Judá una política antiyahvista y probaalista. Más aún, en la matanza de toda la estirpe real parece descubrirse la intención de destronar la dinastía davídica para colocar posiblemente en su lugar alguna familia fenicia.
En otras palabras, los dos temas teológicos subyacentes a toda la historia de Atalía, son el peligro en que se encuentran el yahvismo y la dinastía davídica y cómo ambos se salvan por la iniciativa del sumo sacerdote y el personal del templo. Este matiz clerical y cultualista se halla mucho más acentuado en la versión del Cronista
(2Cr 22, 9—23, 3 1).
Ambos temas son el objeto de la doble alianza que viene a coronar el relato: una alianza entre Yavé, el rey y el pueblo, y otra, entre el rey y el pueblo. El pueblo jura de nuevo lealtad al rey, con lo cual se afianza la dinastía davídica, y pueblo y rey juran fidelidad a Yavé, lo cual constituye una solemne profesión de yahvismo.
Desde su establecimiento (2Sam 7, 12-16), la dinastía davídica tenía el refrendo de Yavé y el episodio de Atalía demuestra cómo Dios mantiene su palabra y su fidelidad.
Algunos autores creen que había una renovación anual de la alianza, bien como fiesta independiente o más probablemente como parte de alguna de las otras fiestas. No pasa de ser una hipótesis. Lo que sí es cierto es que en momentos de emergencia, cuando el yahvismo atravesaba alguna grave crisis, el pueblo se reunía en asamblea para renovar sus compromisos con Dios. Son típicos éste que recoge nuestro texto y la renovación de la alianza presidida por Josías (2Re 23). +
La liturgia, omitiendo una amplia sección (2 Re 3-10) donde se habla de los reinados de Jorán (852-841) y de Jehú (841-814), que desarraigó el culto a Baal en Israel y cuya unción real ya había sido anunciada por Elías (1 Re 19,16), y donde se ilustra la actividad de Eliseo, la liturgia, decíamos, nos propone algunos pasajes adecuados para llevar a cabo una lectura teológica de la historia de Israel.
Desde el reino del Norte nos trasladamos al reino del Sur. Aquí Atalía, descendiente de Jezabel y mujer del rey Jorán (muertos ambos por Jehú a causa de sus perversiones), muerto su hijo Ocozías (841), heredero legítimo al trono, se apodera del Reino de Judá y elimina a la dinastía real superviviente. Ahora bien, Josebá, hija del rey Jorán y esposa del sumo sacerdote Yoyadá (2 Cr 22,11), cogió furtivamente a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió en el templo, de suerte que siete años después, y gracias a una estudiada conjura (vv. 5-8, omitidos por la liturgia), éste fue proclamado rey (835-796) e instalado en el trono (v. 19, omitido por la liturgia).
La oposición a Atalía se debió a la línea baalista mantenida por la reina, en flagrante contradicción con la alianza yahvista, mientras que la iniciativa de la casta sacerdotal desbarata el peligro, destruye el templo de Baal levantando en el corazón de Jerusalén, elimina de la escena Atalía y permite la renovación de la alianza. Se trata de un acontecimiento que se repetirá en los momentos cruciales de la historia de Israel (cf. 2 Re 23).
Comentario del Salmo 131
En el salmo 131 encontramos una mezcla de varios tipos. Se le considera un salmo real, pues, además de mencionar en cuatro ocasiones al rey David (una en cada una de sus partes), se habla del «mesías» (10.17) sucesor de David en el trono de Judá. Y puesto que el rey de Judá tiene su sede en Jerusalén (Sión), este salmo dedica una buena parte (13-18) a la capital, centro del poder político y religioso del pueblo de Dios. Por tanto, también es un cántico de Sión. Además de lo dicho, este salmo se compuso tomando como base una fiesta o procesión, por lo que también se le puede considerar como un salmo litúrgico (puede compararse con Sal 15; 24, 134). En e conjunto del Salterio, fue transformado en «cántico de las subidas» (Sal 120-134), sirviendo de oración para las peregrinaciones. Es el más largo de estos quince “salmos graduales”.
Existen diversas propuestas de organización de este salmo. Una de ellas consiste en dividirlo en cuatro partes: 1b-5; 6-10; 11- 12; 13-18. Este salmo parece ser un diálogo entre dos grupos (o coros), pero no siempre resulta posible determinar claramente dónde interviene cada grupo. En la primera parte (lb-5), un grupo se dirige al Señor; pidiéndole que se acuerde de David, de sus fatigas, de su juramento y de los votos que hizo a Dios, al que se llama «El Fuerte de Jacob» (1b-2). Todo este salmo está inspirado en el texto de 2Sam 7. Aquí se recuerdan los planes de David después de encontrar el área de la Alianza y de llevarla hasta la recién conquistada ciudad de Jerusalén (2Sam 6), localidad que se convertiría en sede del poder político y religioso Los esfuerzos de David por encontrar un lugar para el Señor y una morada para el Fuerte de Jacob (5) son intensos. El rey se niega a hacer cuatro cosas en tanto no haya alcanzado su objetivo: no entrará en su casa, no se acostará en su lecho, no dormirá, no cerrará los ojos (3-4). Se nos dice que, sin descanso, David se esforzó en la búsqueda de un lugar en que custodiar el arca, símbolo de la presencia del Dios de la Alianza en medio del pueblo. En realidad, quien construyó la «morado» (templo) para el arca y para el Señor fue su hijo Salomón.
En la segunda parte (6-10), intervienen otras personas, que hablan en plural (6-7) e, inmediatamente, exponen sus peticiones al Señor (8-10). Estas personas recuerdan, más o menos, lo que se narra en 2Sam 6, el hallazgo del área y su traslado a Jerusalén. La mención de Éfrata es importante, pues se trata de la región de Belén, ciudad natal del rey David. Las personas que hablan, evidentemente, están en Jerusalén tomando parte en una procesión (tal vez llevando el arca). Por eso se animan a sí mismas, diciendo: «Entremos en su morada y postrémonos ante el estrado de sus pies» (7). La morada es el templo, y el estrado, el arca. El pueblo va a entrar y a postrarse. Por eso le pide al Señor que se levante para entrar en su mansión con el arca (8). Tenemos noticia de cómo los sacerdotes transportaban el arca sirviéndose de unos varales. En este preciso instante empiezan a llevar el arca hacia el interior del templo. Los sacerdotes que cargan con ella van vestidos de gala, y el pueblo hace fiesta (9). La segunda parte concluye con una petición dirigida al Señor hecha en nombre de David: que Dios no rechace al rey de Judá —mesías— (10). Esto demuestra que el salmo surgió en un tiempo en que la monarquía estaba en crisis.
Si en la primera parte teníamos el juramento y el voto de David al Fuerte de Jacob, en la tercera
(11-12) tenemos el juramento y la promesa del Señor a David. Se recuerda 2Sam 7, la promesa de una dinastía, a condición de que los descendientes de David guarden la alianza y cumplan los preceptos del Señor. Es muy probable que nos encontremos ante una situación de crisis: los reyes de Judá habían violado la alianza y no se habían mantenido fieles al Señor. Un aspecto importante en todo el salmo, pero sobre todo aquí, es el siguiente: el rey de Judá es el mediador de la alianza entre Dios y el pueblo.
La última parte (13-18) centra su atención en Sión (Jerusalén) como residencia, mansión y morada del Señor. Alguien habla en nombre de Dios (14-18) haciéndole afirmar que ha escogido Sión para habitar en ella, Como consecuencia de lo cual, tenemos las siguientes bendiciones: 1. no faltará la comida (2. los indigentes se hartarán de pan (15b); 3. Dios vestirá a los sacerdotes de gala (compárese con 9 a.); 4. Los fieles exultarán de alegría (16b; compárese con 9b); 5. El vigor de David germinará, es decir, su dinastía será renovada (17a) 6, se encenderá una lámpara para el mesías, el heredero del trono (17b); 7. Los enemigos del rey serán vestidos de ignominia (l8a compárese con 9a 16ª); la corona del Señor brillará sobre la cabeza del mesías (18b).
Son varios los motivos, algunos de los cuales ya han sido trata dos anteriormente. Estamos en Jerusalén, durante la celebración de una fiesta, en medio de la procesión. Está presente el arca, que va a ser entronizada en el templo. La monarquía está en crisis, el rey tiene enemigos (18a) y en la ciudad de Jerusalén hay pobres y falta la comida (15). Aun así, el pueblo celebra las promesas del Señor y sigue alimentando la esperanza en el rey mediador de la alianza, en la ciudad-sede del poder político y religioso y en el templo como casa, mansión y morada del Señor. Alguien, en nombre de Dios, asegura que el Señor seguirá bendiciendo todas estas cosas. Y por eso el pueblo exulta de alegría.
Dios aparece como «el Señor» seis veces y dos como «el Fuerte de Jacob». Esta última expresión recuerda la época de los patriarcas y el período anterior a la monarquía, y muestra que el Dios de los patriarcas y de las tribus (el Fuerte de Jacob), el Dios del Éxodo (Yavé, «el Señor») y el Dios aliado del rey David y sus descendientes es siempre el mismo Dios de La alianza que camina con su pueblo. Este salmo no tiene en cuenta los movimientos que se oponían a la monarquía y a la centralización del culto en Sión.
Para ver las repercusiones de este salmo en las palabras y acciones de Jesús, conviene retomar lo que se ha dicho hasta el momento a propósito de los salmos reales, de los cánticos de Sión y de los salmos litúrgicos. Evidentemente, para los primeros cristianos, el mesías de este salmo encontró su pleno cumplimiento en Jesús.
Este salmo se presta para las ocasiones que hemos mencionado a propósito de los salmos reales (poder político, fe-política), de los cánticos de Sión (ciudad, conciencia ciudadana) y de los salmos de tipo litúrgico (celebraciones). Además, se sugiere la posibilidad de rezarlo con provecho en las peregrinaciones...
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 6,19-23.
«La totalidad de la enseñanza de Cristo», afirma el místico alemán Jakob Bóhme, «no es otra cosa que la explicación del modo en que el hombre podría encender en él el divino mundo luminoso. Dado que éste se enciende de modo que la luz de Dios brille en el espíritu de las almas, todo el cuerpo posee la luz».
El principio de la recompensa evoca el «tesoro en el cielo» (cf. Tob 4,9; Eclo 29,11), «la mejor parte» que se asegura María (Lc 10,42), «las cosas de arriba» (Col 3,1) y las «riquezas mejores y más duraderas» (Heb 10,34) de que hablan los escritos paulinos, y brinda una regla infalible para el discernimiento: pregunta a tu corazón para saber cuál es tu tesoro. La continuidad del discurso es interrumpida por el dicho del Señor sobre la lámpara (cf. Lc 11,34-36).
La lámpara es el símbolo del ojo interior o espiritual, del que se transparenta la luz de la fe que esclarece la mente y suscita el impulso del amor en la voluntad. De modo más general, la lámpara es el símbolo del alma que irradia su luz a través del cuerpo. La antítesis se produce entre el ojo sano (Prov 22,9) y el enfermo —al pie de la letra entre el ojo «sencillo» y el «malo». El Nuevo Testamento (2 Cor 1,2; 11,3; Ef. 6,5; Col 3,22; Sant 1,5) vuelve con frecuencia sobre la sencillez (que es falta de duplicidad, según el significado literal del término). También condena con frecuencia al «ojo malo» (Mc 7,22; cf. Mt 20,15). Por último, para la antítesis luz-tinieblas, véase Jn 1,9; 3,19-21; 8,12; 12,46; Rom 13,12;2Cor6,14; Ef. 5,8ss; 1 Tes 5,5. La contraposición entre «hijos de la luz» e «hijos de las tinieblas» era uno de los aspectos cualificativos de la enseñanza en la comunidad de Qumrán.
El “sermón del monte” está atravesado por una continua y martilleante referencia al Reino. Debemos buscar el Reino de Dios (Mt 6,10.33), las cosas buenas (Mt 7,11), «tesoros en el cielo» (Mt 6,20) que consisten en los bienes eternos e incorruptibles. Para saber discernir de qué bienes se trata, necesitamos ese «ojo interior dotado de recta intención que dirige las acciones humanas» (Nicolás de Lira). Es indispensable el ojo sencillo: «unus et purus», unificado y puro, como se lee en la Glosa medieval. «La lámpara» que hace desaparecer las tinieblas «es la fe» (Cromacio de Aquileya).
Profundizo en esta palabra por medio de la meditación del símbolo cristiano por excelencia de la luz: el cirio pascual y las velas encendidas sobre el altar para la misa. Por encima de los significados más inmediatos, siguiendo la estela de la mística judía le asocio una llamada a mi persona y a sus dimensiones destinadas a «jerarquizarse». El cuerpo es comparable al cirio, desde el cual brota «la luz inferior, oscura, en contacto con la mecha de la que depende su misma existencia: se trata de los sentidos que son afectados por la dimensión física. Cuando la luz oscura está bien consolidada en la mecha, se convierte en asiento para la luz blanca, superior», la esfera intelectivo-volitiva. « Cuando ambas están bien consolidadas, entonces es la luz blanca la que se convierte en asiento para la luz inaprensible, invisible e incognoscible irradiada por la luz blanca. Sólo entonces se vuelve la luz completa y perfecta»: se trata de la luz del Espíritu Santo (Zohar).
Comentario del Santo Evangelio: Mt 6, 19-23, para nuestros Mayores. El tesoro y la luz.
¿Condenaba Jesús la posesión privada? Esta sería la primera impresión al escuchar sus palabras. Sin embargo, es preciso abordar este problema en el conjunto del evangelio. Jesús permitía a sus discípulos la posesión de casa y campos (Mc 10, 29-30). Las mujeres que le atendían tenían sus posesiones (Lc 8, 3; 10, 38), y el caso de Leví (Mc 2, 15) y de Zaqueo (Lc 19, 8) nos orientan en la misma dirección. El joven rico es caso aparte (Mc 10, 21).
Para comprender las palabras de Jesús debe partirse de la contraposición entre el tesoro en la tierra y en el cielo. Quien obra la justicia, hace el bien, da limosna... tiene un tesoro en el cielo. Era una convicción generalizada en tiempos de Jesús. Es preciso tener en cuenta esta mentalidad; la afirmación de Jesús, no obstante, tiene una mayor profundidad: toda posesión terrena es pasajera e insegura (al hablar de tesoros se refiere a vestidos más o menos preciosos, alfombras, algún objeto de metal.., escondido detrás de la pared de barro, que los ladrones podían perforar).
¿Cuál es y cómo se obtiene el tesoro en el cielo? No se dice expresamente, pero puede deducirse de la afirmación siguiente: «donde está tu tesoro allí está tu corazón». El corazón no es sólo la sede de la afectividad, Sino todo el hombre en sus apetencias y deseos más íntimos y profundos. Cuando el corazón está orientado al cielo, está orientado a Dios. Ese es el tesoro permanente y seguro.
Llamar al ojo la lámpara del cuerpo arranca de la naturaleza misma de las cosas. El ojo es como la lámpara o la luz que nos permite ver. ¿Qué significa el «ojo sano» y el «ojo enfermo»? Comencemos por descubrir el sentido primero de la imagen: si el ojo está sano, vemos bien; si el ojo está enfermo, nos vemos rodeados de tinieblas. ¿Para qué aplica Jesús la imagen? Si tu ojo, tu mirada, está puesta en Dios, que es la luz y fuente de toda luz, se iluminará el misterio de la oscuridad humana. Si no lo tienes puesto en Dios, vivirás en tinieblas, dentro del misterio de tu propia oscuridad.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 6,19-23, de Joven para Joven. Dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
El gran Maestro de la vida. Un compañero nos contaba su conversión. Volvía a casa de madrugada y un tanto “iluminado”. Despertaba a su hermano que dormía en la misma habitación. Éste era uno de los días que llegaba tambaleándose. El hermano le dijo: “¿No te da pena de ti mismo, que estás destrozando tu vida y buscándote problemas?”. “Alumbrado” como estaba, aquellas palabras, que al principio parecieron resbalarle, se le clavaron en el corazón. A la mañana siguiente reaccionó y se dijo: “Se acabó”. Y empezó una nueva vida que, al fin, ha culminado en la vida religiosa y el sacerdocio.
Hemos de dar gracias al Señor Jesús, el gran Maestro sabio, que nos ilumina con estas consignas tan orientadoras. Son las llamadas del Hermano mayor que previene al hermano menor de dejarse arrastrar por pandillas que le rodean y le invitan al consumismo, a poner el sentido de la vida en divertirse, beber, juergas trasnochadoras, destrozando la vida de hoy y de mañana.
Jesús ofrece estas consignas de sabiduría divina recogidas en el sermón del monte. Estamos en su desarrollo. La consigna de hoy es una llamada al sentido común, a poner el corazón en los verdaderos valores sin dejarnos fascinar por la bisutería de la vida. El dijo de sí: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
Lo que importa es “ser”. Escribe Pablo: “Desnudos hemos salido del seno de nuestra madre y desnudos volveremos a la tierra... Por eso, con tal de tener qué comer y vestir, estemos contentos (1 Tm 6,7-8). La muerte nos despojará de todos los bienes perecederos: popularidad, bienes económicos, privilegios... Alguien dice que muchos hombres son como los perros de caza: jadean, corren, se deshacen por conseguir la caza y, cuando la han conseguido, el amo se la arranca de los dientes. La muerte arranca la caza de los bienes temporales y sociales que tanto trabajo han costado.
“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, porque sus obras los acompañan” (Ap14, 13). Sólo nos acompañarán las buenas obras que hemos realizado. “Atesorad tesoros que los ladrones no roban ni el orín corroe”. Al hablar Jesús de tesoros, se refiere a vestidos más o menos preciosos, alfombras, algún objeto de metal... escondido detrás de la pared de barro, que los ladrones podían robar por el sistema del butrón. Como alguien ha dicho muy sabiamente: “Tendremos lo que hemos dado”. Un proverbio hindú dice: “Tendrás en tus manos muertas lo que hayas dado con tus manos vivas”. Antonio Machado afirma certeramente de los que mueren: “Vive el que vivió y lleva el que dejó”.
Deberíamos dar a manos llenas. “Más vale dar que recibir” (Hch 20,35). Tendremos todo lo que hemos dado con amor, lo que hemos realizado con ojos limpios, con intención generosa, con espíritu de servicio. Lo que no se realiza desde el amor, no sirve para nada (1 Co 13,1-3). En la otra vida sólo “seremos”, no “tendremos”. Pero ya en esta vida, ¿de qué nos serviría “tener” mucho si no “somos” nada? Es tanto como ser una persona enana, y engañarse poniéndose unos tacones altos o unos zancos, que le hacen creer que es un gigante cuando en realidad es un enano.
Lo decisivo no es “tener”, sino “ser”. Y uno “es” en la medida en que tiene capacidad de amar, goza de libertad, es abierto, amistoso, compasivo, comprensivo, solidario. Esto es lo que importa. Éstos son los tesoros imperecederos que no roba ni el ladrón de la muerte, ni el orín del tiempo, ni devalúa la inflación. Al revés, “los bienes de la dignidad humana, de la unión fraterna, de la libertad y todos los demás bienes que son fruto de nuestro trabajo y esfuerzo volveremos a encontrarlos iluminados y transfigurados”.
La ilusión del consumo. Tal vez hoy, a diferencia de nuestros abuelos y gracias a las jubilaciones, la manía dominante no es la de acumular para asegurarse la vejez y el porvenir de los hijos, sino la de consumir. El gran error de hoy está en pensar que la felicidad se confunde con el consumir en todos los campos de la vida. Creen muchos que empachándose de cosas y asegurándose un buen futuro económico y social, ya tienen la felicidad garantizada.
El consumismo es una auténtica fiebre contagiosa y epidémica que nos tienta a todos. Muchos, insatisfechos y vacíos por dentro, creen que van a calmar sus ansiedades consumiendo objetos sin limitación de ningún tipo. De momento sí, como el que ahoga momentáneamente las penas en alcohol: viajes turísticos, fiestas, compras, logros económicos, sueños de posesión ejecutados... Todo esto produce una euforia momentánea, como la fiesta frenética. Pero, pasados los primeros momentos de euforia, se vuelve a la misma insatisfacción y al mismo estado de ansiedad.
Nuestro espíritu está hecho para gozos y alegrías más profundos. La verdadera felicidad está en el disfrute de los verdaderos valores humanos: convivir en paz, con la familia, tener la conciencia tranquila, sentirse útil, disfrutar de las bellezas y de la vida cotidiana... Estos valores humanos, psicológicos y estéticos, son, al mismo tiempo, divinos. Su disfrute es gustar ya los aperitivos de la gloria. Hemos de saber disfrutar de las grandes alegrías del espíritu.
Elevación Espiritual para este día.
Quien tiene los ojos enfermos ve muchas luces de manera confusa; el ojo sencillo y puro ve las cosas nítidas y puras. Interpretemos todo esto en sentido espiritual. Pues bien, del mismo modo que el cuerpo está todo él en tinieblas cuando el ojo no es puro y sencillo, también el alma, cuando ha perdido su luminosidad, mantendrá en las tinieblas todas sus facultades.
Por consiguiente, si la luz que hay en ti se vuelve tinieblas, ¡qué grandes serán esas tinieblas! Si la inteligencia, que es luz, se oscurece por la oscuridad del alma, piensa un poco cuán densas serán las tinieblas que la rodean (Jerónimo, Comentario al evangelio de Mateo).
El ojo purificado y que se ha vuelto sereno se mostrará hábil e idóneo para percibir y para expresar, lógicamente, su luz interior. Éste es el ojo del corazón. Y tiene un ojo semejante quien establece el fin de sus propias obras buenas, a fin de que sean buenas de verdad no para intentar que sean agradables a los hombres, sino que, aunque se dé cuenta de que son agradables, las referirá más bien a su salvación y a la gloria de Dios, no a su propia ostentación.
Reflexión Espiritual para el día.
La vida del discípulo se acredita en el hecho de que nada se interponga entre Cristo y él, ni la ley, ni la piedad personal, ni el mundo. El seguidor no mira más que a Cristo. No ve a Cristo y al mundo. No entra en este género de reflexiones, sino que sigue sólo a Cristo en todo. Su ojo es sencillo. Descansa completamente en la luz que le viene de Cristo; en él no hay ni tinieblas ni equívocos. Igual que el ojo debe ser simple, claro y puro, para que el cuerpo permanezca en la luz, igual que el pie y la mano sólo reciben la luz del ojo, igual que el pie vacila y la mano se equivoca cuando el ojo está enfermo, igual que el cuerpo entero se sumerge en las tinieblas cuando el ojo se apaga, lo mismo le ocurre al discípulo, que sólo se encuentra en la luz cuando mira simplemente a Cristo, y no a esto o aquello; es preciso, pues, que el corazón del discípulo sólo se dirija a Cristo. Si el ojo ve algo distinto de lo real, se engaña todo el cuerpo. Si el corazón se apega a las apariencias del mundo, a la criatura más que al Creador, el discípulo está perdido. Son los bienes de este mundo los que quieren apartar de Jesús al corazón del discípulo.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20. Atentado contra el yahvismo
Hija de la fenicia Jezabel, la esposa de Ajab y la promotora del baalismo en el reino del norte, Atalía siguió las huellas de la madre y llevó a cabo en Judá una política antiyahvista y probaalista. Más aún, en la matanza de toda la estirpe real parece descubrirse la intención de destronar la dinastía davídica para colocar posiblemente en su lugar alguna familia fenicia.
En otras palabras, los dos temas teológicos subyacentes a toda la historia de Atalía, son el peligro en que se encuentran el yahvismo y la dinastía davídica y cómo ambos se salvan por la iniciativa del sumo sacerdote y el personal del templo. Este matiz clerical y cultualista se halla mucho más acentuado en la versión del Cronista
(2Cr 22, 9—23, 3 1).
Ambos temas son el objeto de la doble alianza que viene a coronar el relato: una alianza entre Yavé, el rey y el pueblo, y otra, entre el rey y el pueblo. El pueblo jura de nuevo lealtad al rey, con lo cual se afianza la dinastía davídica, y pueblo y rey juran fidelidad a Yavé, lo cual constituye una solemne profesión de yahvismo.
Desde su establecimiento (2Sam 7, 12-16), la dinastía davídica tenía el refrendo de Yavé y el episodio de Atalía demuestra cómo Dios mantiene su palabra y su fidelidad.
Algunos autores creen que había una renovación anual de la alianza, bien como fiesta independiente o más probablemente como parte de alguna de las otras fiestas. No pasa de ser una hipótesis. Lo que sí es cierto es que en momentos de emergencia, cuando el yahvismo atravesaba alguna grave crisis, el pueblo se reunía en asamblea para renovar sus compromisos con Dios. Son típicos éste que recoge nuestro texto y la renovación de la alianza presidida por Josías (2Re 23). +
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