30 de Junio 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS. MIÉRCOLES XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Feria, o SANTOS PROTOMÁRTIRES DE LA IGLESIA ROMANA. Memoria libre. (CIiclo C). 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Marcial ob, Ladislao re, Adolfo ob.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Am 5, 14-15. 21-24. Retirad de mi presencia el estruendo del canto; fluya la justicia como arroyo perenne.
Sal 49 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Mt 8, 28-34. ¿has venido a atormentar a los demonios antes de tiempo?.
Este texto a menudo complica, Jesús sabe que aquel camino es peligroso, era guarida de asaltantes y ladrones, gente mala que se aprovechaba de los viajeros que transitaban por el lugar. Dos hombres de aquellos le salen al encuentro, lo enfrentan, pero se dan cuenta que Jesús no les teme, les habla, les invita a cambiar, y eso los desconcierta y perturba, ya que no lo pueden asustar, por ello los demonios, los malos pensamientos que habitan a estos dos hombres, le piden a Jesús que les permita irse a los cerdos, que luego se lanzan al acantilado y se ahogan. Según la Ley de los judíos, los cerdos eran animales impuros que el pueblo no podía comer, pues los contaminaba, de ahí entendemos por qué lo malo, pide meterse en lo malo, las aguas del acantilado según su creencia, era donde habitaba el mal, en las aguas de abajo. Pero, ¿ por qué la gente que presencia esto, le pide a Jesús que se vaya de la región?, suponemos que se debe a que como no seguían las costumbres judías por ser paganos, vivían de la crianza y venta de cerdos, entonces aunque admirados con Jesús, prefieren su propio negocio.
PRIMERA LECTURA.
Amós 5, 14-15. 21-24
Retirad de mi presencia el estruendo del canto; fluya la justicia como arroyo perenne
Buscad el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como deseáis. Odiad el mal, amad el bien, defended la justicia en el tribunal. Quizá se apiade el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José.
"Detesto y rehúso vuestras fiestas -oráculo del Señor-, no quiero oler vuestras ofrendas. Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones, no me agradarán; no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de gracias.
Retirad de mi presencia el estruendo del canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como el agua el juicio, la justicia como arroyo perenne."
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 49
R/.Al que sigue buen camino / le haré ver la salvación de Dios.
"Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; / Israel, voy a dar testimonio contra ti; / -yo, Dios, tu Dios-." R.
"No te reprocho tus sacrificios, / pues siempre están tus holocaustos ante mí. / Pero no aceptaré un becerro de tu casa, / ni un cabrito de tus rebaños." R.
"Pues las fieras de la selva son mías, / y hay miles de bestias en mis montes; / conozco todos los pájaros del cielo, / tengo a mano cuanto se agita en los campos." R.
"Si tuviera hambre, no te lo diría: / pues el orbe y cuanto lo llena es mío. / ¿Comeré yo carne de toros, / beberé sangre de cabritos?" R.
"¿Por qué recitas mis preceptos / y tienes siempre en la boca mi alianza, / tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis mandatos?" R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 8, 28-34
¿Has venido a atormentar a los demonios antes de tiempo?
En aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?"
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: "Si nos echas, mándanos a la piara". Jesús les dijo: "Id". Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Am 5, 14-15. 21-24. Retirad de mi presencia el estruendo del canto; fluya la justicia como arroyo perenne.
Sal 49 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Mt 8, 28-34. ¿has venido a atormentar a los demonios antes de tiempo?.
Este texto a menudo complica, Jesús sabe que aquel camino es peligroso, era guarida de asaltantes y ladrones, gente mala que se aprovechaba de los viajeros que transitaban por el lugar. Dos hombres de aquellos le salen al encuentro, lo enfrentan, pero se dan cuenta que Jesús no les teme, les habla, les invita a cambiar, y eso los desconcierta y perturba, ya que no lo pueden asustar, por ello los demonios, los malos pensamientos que habitan a estos dos hombres, le piden a Jesús que les permita irse a los cerdos, que luego se lanzan al acantilado y se ahogan. Según la Ley de los judíos, los cerdos eran animales impuros que el pueblo no podía comer, pues los contaminaba, de ahí entendemos por qué lo malo, pide meterse en lo malo, las aguas del acantilado según su creencia, era donde habitaba el mal, en las aguas de abajo. Pero, ¿ por qué la gente que presencia esto, le pide a Jesús que se vaya de la región?, suponemos que se debe a que como no seguían las costumbres judías por ser paganos, vivían de la crianza y venta de cerdos, entonces aunque admirados con Jesús, prefieren su propio negocio.
PRIMERA LECTURA.
Amós 5, 14-15. 21-24
Retirad de mi presencia el estruendo del canto; fluya la justicia como arroyo perenne
Buscad el bien y no el mal, y viviréis, y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como deseáis. Odiad el mal, amad el bien, defended la justicia en el tribunal. Quizá se apiade el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José.
"Detesto y rehúso vuestras fiestas -oráculo del Señor-, no quiero oler vuestras ofrendas. Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones, no me agradarán; no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de gracias.
Retirad de mi presencia el estruendo del canto, no quiero escuchar el son de la cítara; fluya como el agua el juicio, la justicia como arroyo perenne."
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 49
R/.Al que sigue buen camino / le haré ver la salvación de Dios.
"Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; / Israel, voy a dar testimonio contra ti; / -yo, Dios, tu Dios-." R.
"No te reprocho tus sacrificios, / pues siempre están tus holocaustos ante mí. / Pero no aceptaré un becerro de tu casa, / ni un cabrito de tus rebaños." R.
"Pues las fieras de la selva son mías, / y hay miles de bestias en mis montes; / conozco todos los pájaros del cielo, / tengo a mano cuanto se agita en los campos." R.
"Si tuviera hambre, no te lo diría: / pues el orbe y cuanto lo llena es mío. / ¿Comeré yo carne de toros, / beberé sangre de cabritos?" R.
"¿Por qué recitas mis preceptos / y tienes siempre en la boca mi alianza, / tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis mandatos?" R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 8, 28-34
¿Has venido a atormentar a los demonios antes de tiempo?
En aquel tiempo llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?"
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: "Si nos echas, mándanos a la piara". Jesús les dijo: "Id". Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Palabra del Señor.
Comentario de La Primera Lectura: Amós 5,14-15.21-24.
El texto de hoy pone en primer plano la tensión entre justicia y culto. La alianza entre Dios y su pueblo requiere una respuesta adecuada y responsable por parte de Israel. «Buscad el bien y no el mal»: este imperativo de justicia, destinado a vivir en compañía del Señor, no es en absoluto contradictorio con respecto a los actos de culto, a los holocaustos, a las ofrendas. Ahora bien, dado que son éstos por excelencia los ámbitos de la celebración de la relación con Dios, no pueden dejar de tener en modo alguna relación con su verdad. Más aún, se transforman de inmediato en mentira y en hipocresía, y lo hacen mucho más que cualquier otro de los actos del hombre, que son de por sí siempre ambiguos.
El culto, precisamente por su falta de ambigüedad estructural, está sometido a un riesgo mucho mayor. Detestar, no aceptar, apartar el culto ofrecido por Israel, es el único medio de que dispone el Señor para volver a llevar a Israel a la correlación originaria entre culto y justicia, entre sacrificio y misericordia, no a su contraposición.
Comentario del Salmo 49
Es un salmo de denuncia profética. Un profeta ve lo que está sucediendo, no se calla y proclama su denuncia en nombre de Dios. En este tipo de salmos se suele emplear un lenguaje duro, típico de los profetas vinculados a causas populares. Estos profetas estaban normalmente ligados a grupos populares de la periferia y del campo, convirtiéndose en sus portavoces.
Este salmo presenta el desarrollo de un juicio, con su juez, sus oyentes, los testigos, el acusado y la acusación (falta la sentencia). Consta de tres partes —1-6; 7-21; 22-23—, que pueden, a su vez, dividirse en unidades menores.
En la primera parte (1-6), tenemos la apertura solemne de la sesión del juicio. El Juez se llama «el Señor», y es presentado de forma espectacular; precedido por un fuego devorador y rodeado por una violenta tempestad (3). Es el Dios de la Alianza sellada en el monte Sinaí. El fuego y la tempestad en muchas ocasiones son, en la Biblia, elementos teofánicos (es decir; signos de la manifestación de Dios). La tierra entera está convocada a este juicio (4a; véase Dt 30,19). ¿Qué es lo que va a suceder? El juicio del pueblo de Dios (4b), de aquellos que sellaron con él una alianza (5). Dios mismo (cielo) va a juzgar y a proclamar una sentencia (6); en este proceso, el Señor va a ser declarado inocente y el pueblo, la otra parte de la alianza, culpable. Tenemos que recordar, desde ahora, que no se pronuncia la sentencia. En el fondo, Dios espera la conversión de su socio en el pacto.
En la segunda parte (7-21), el Señor acusa. Se dirige a su pueblo, contra el que va a dar testimonio (7). ¿En qué consiste su acusación? Tiene dos partes; 8-16 y 17-21. En la primera (8-16) Dios no tiene nada que objetar a propósito de los sacrificios y del culto que se celebran en el templo. Por lo visto, funcionan a las mil maravillas, pero Dios, el compañero de la Alianza, está descontento. Este salmo reconoce que Dios, el Señor de todo y de todos, no necesita sacrificios ni se alimenta de ellos. ¿Qué es lo que espera, entonces, de su pueblo? «Ofrece a Dios un sacrificio de confesión, y cumple tus votos al Altísimo. Invócame en el día de la angustia: yo te libraré y tú me darás gloria» (14-15).
La segunda parte de la acusación (16-21) es más concreta, y muestra por qué el socio del pueblo en la Alianza ha convocado un juicio y hace su acusación. Está indignado porque las relaciones sociales están totalmente corrompidas. Se dirige al malvado (16a) y hace desfilar delante de él una serie de transgresiones contra la fraternidad: violación de la propiedad (robo, 18a), de la integridad familiar (adulterio, l8b) y de la vida fraterna (calumnias o falsos testimonios en los tribunales, 20). Se incumplen tres mandamientos, lo que rompe la Alianza. Es inútil querer disimular las injusticias por medio de sacrificios y celebraciones. Dios se siente herido cuando perjudicamos al hermano. Por eso no se calla, acusa y se lo echa todo en cara (21). Nótese que no se mencionan los mandamientos referentes a Dios: no tener otros dioses, etc. Sólo se recuerdan los tres mandamientos que hablan de las relaciones interpersonales.
La tercera parte (22-23) es una especie de conclusión caracterizada por el deseo de conversión o por una invitación abierta a convertirse. A estas alturas cabría esperar la sentencia. Pero quien espera es Dios, el compañero de la Alianza que ha sido lesionado por la violencia ejercida contra el hermano. No olvidarse de Dios significa restablecer la justicia (22a), y al que sigue el buen camino, Dios le hará ver la salvación (23).
Este salmo nació en el seno de los grupos proféticos descontentos con la falsedad del culto (véase, por ejemplo, Is 58; Am 7,10- 17). En el templo, hermosas celebraciones, muchos sacrificios...; en las relaciones sociales, injusticias, violencia, explotación. Uno de estos profetas tuvo la valentía de denunciar estas cosas, asumiendo el riesgo que ello suponía, en el lugar en que se producían: e1 templo de Jerusalén. Y está tan seguro de lo que dice, que llega incluso a afirmar que quien acusa no es él, sino el Señor. Esto vale sobre todo para Israel pero, en cierto modo, todo el inundo está llamado a reflexionar (1). La naturaleza entera participa de este proceso.
La Alianza entre Dios e Israel tenía como objetivo construir una sociedad fraterna. Y los mandamientos eran los instrumentos y herramientas para su construcción. El culto representaba la celebración festiva en que se conmemoraban las conquistas en el campo de la justicia, la libertad y la fraternidad. Cuando la sociedad engendra opresión, injusticia y muerte, ya no queda nada que conmemorar o festejar. Y el mayor de los crímenes consistiría en echarle las culpas a Dios. Este salmo declara inocente a Dios y responsabiliza al pueblo de la situación. Pretender engañar a Dios con sacrificios y celebraciones es tanto como querer cubrir el sol con un cedazo. Dios no se deja sobornar y sus siervos, los profetas, tampoco.
Este salmo, por tanto, presenta el conflicto existente entre un culto sin justicia y el culto con justicia, muy en la línea de los profetas auténticos.
Es evidente que detrás de este salmo está el Dios de la Alabanza. Este Dios se siente ofendido cuando hay injusticias, lo que indica que es el aliado de los débiles, de los humildes y de los tratados injustamente; pone de manifiesto que la injusticia rompe la Alianza y, en estas circunstancias, es inútil tratar de sobornarlo con sacrificios o pretender cargarle con la responsabilidad. Dios no se deja corromper. El culto que se le tributa, si no viene acompañado por la práctica de la justicia, es falso e inútil. No obstan te como compañero de la Alianza, espera que Israel, su aliado, lo entienda y cumpla con su misión histórica.
Dios no pide nada para sí. Si queremos agradarle, el mejor camino es la práctica de la justicia y de la fraternidad.
Con sus palabras y acciones, Jesús asume este salmo en su integridad. Denuncia y acusa (Mt 23), anuncia el final del templo Qn 2, 13-22), espera y tiene paciencia (Lc 13,6-9). Su actividad (está fuertemente unida a la práctica de la justicia. En este sentido conviene recordar sus primeras palabras en el evangelio de Mateo (3,15: «Conviene que se cumpla así toda justicia») y leer todo este evangelio desde la clave de la justicia del Reino. No olvidemos que el poder religioso, representado por el Sanedrín.
La denuncia profética marca el tono de este salmo y sugiere las circunstancias en que podemos rezarlo con provecho: en situaciones de injusticia y en las ocasiones en que luchamos por el cambio; cuando nos viene la tentación de hacer a Dios responsable de la exploración y la opresión de los débiles a manos de los poderosos; cuando soñamos con una sociedad fraterna y sin discriminaciones; cuando no nos agrada el vacío de determinadas celebraciones y encuentros litúrgicos y queremos llenarlos de vida; cuando creernos que Dios pide muchas cosas para sí...
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 8,28-34
La imposibilidad de llegar a Dios a causa de la oposición por parte de las fuerzas del mal encuentra en Jesús un «nuevo camino». La imagen de los «sepulcros», la fuerza de Jesús respecto a los demonios y su «debilidad», casi dócil, respecto a los hombres, convierten esta escena en el claro reflejo de una meditación sobre la pasión, con todos los claroscuros del poder de Cristo Señor, así como del duro y espantado rechazo por parte de los hombres. Singularmente eficaz es la reacción de rechazo de la muchedumbre, de «toda la ciudad», que lo aleja de su propio territorio. La expresión «antes del tiempo» expresa de manera adecuada esta relación entre la escena y la pasión (el tiempo del cumplimiento), cuando Jesús —aunque expulsado fuera del territorio de la Ciudad Santa— vencerá sobre la fuerza negativa de la muerte, sobre la dispersión de la Iglesia, y conseguirá abrir el paso para «pasar por aquel camino». El es el Señor, a quien «ha sido dado todo poder en la tierra» (Mt 28,18), aunque aparece como tal sólo en el misterio insondable de la cruz.
La escucha de la Palabra de su Señor guía al hombre para «buscar el bien y no el mal». La obra del hombre responde a la Palabra de Dios. Ahora bien, tales correspondencias se vuelven arriesgadas cuando están inscritas en la acción misma del hombre. El acto de culto, la fiesta, el holocausto, el sacrificio, el don, se vuelven entonces detestables y merecen el rechazo. Cuando pier
den la correspondencia con Dios y se convierten en autoseguridad para el hombre, hasta las mejores expresiones de la religión pierden su alma. El discurrir el derecho y la justicia como agua y «como río inagotable» constituyen la figura de la liberación del hombre a la que se refiere los actos del culto. El cristiano tiene su nuevo culto «en el Señor Jesús», en su cuerpo y en su sangre, en el sacrificio puro de su cumplimiento de la voluntad del Padre, que los hombres no comprenden y rechazan.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 8,28-34, para nuestros Mayores. Curación de dos endemoniados.
Contexto del texto. Mateo pone una gradación en los milagros de Jesús en la zona del lago. Primero libera de la enfermedad en las curaciones; después ibera de las fuerzas del mal y del poder de la muerte dominando la tempestad; hoy muestra a Jesús como liberador del mal interior del hombre, del mal espíritu que lo esclaviza.
Jesús está en Gerasa, territorio pagano adonde ha ido a anunciar la Buena Noticia y llevar la salvación, porque en Israel es impensable un rebaño de cerdos, animal impuro y prohibido. El relato contiene rasgos legendarios, con los que la tradición oral ha ido revistiendo el acontecimiento. Está entretejido a base de historia, mitología y teología.
Mateo presenta a dos locos tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Los denomina “endemoniados”, pero no significa que necesariamente sufrieran una posesión diabólica. Lo más probable es que, por los datos que ofrece, se refiera a enfermos mentales: esquizofrénicos furiosos. Los judíos, al desconocer el origen de las enfermedades psíquicas, creían que eran fruto de la posesión diabólica. Jesús se acomoda a esa creencia popular. Mateo sigue en el relato a Marcos (5,1ss), pero con algunas diferencias que saltan a la vista. Mateo habla de dos “posesos”, en lugar de uno, como indica Marcos con más verosimilitud. Los duplicados son una táctica de Mateo; por ejemplo, los dos ciegos de Jericó (Mt 20,30) y los dos ciegos de Betsaida (Mt 9,27). Según su mentalidad, la más judía de los evangelistas, se atiene de esta manera a la norma mosaica de los dos testigos para que tuviera validez el testimonio.
Los demonios salieron. Los demonios echan en cara a Jesús que los atormente y que lo haga no sólo en Israel, sino también en territorio pagano, que consideran de su dominio... Se quejan, además, de que los ataque “antes de tiempo”. Según la mitología judía, los demonios que andaban sueltos, serían atados al fin de los tiempos (Ap 20,2-3). Mateo insinúa que la hora de la victoria será la “hora” del sufrimiento en la que el “príncipe de este mundo” será definitivamente vencido. Con las palabras: “¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?” expresan la realidad evangélica más profunda: con Jesús ha llegado ese fin de los tiempos en el que Dios había de intervenir de una manera especial en favor de los hombres.
Han comenzado los tiempos últimos, la fase escatológica; vivimos en ella. Esperamos únicamente su culminación. Los demonios que se sienten vencidos, le piden que “no los mande al abismo” (Lc 8,31), sino a la piara de cerdos, el símbolo máximo de impureza para los judíos; éste era el ámbito más adecuado para ellos. Pero hasta los puercos los rechazan. Ya no hay lugar para los demonios en un mundo en el que ha entrado el poder salvífico de Dios. Por eso se lanzan al mar como repulsa. Se lanzan y se ahogan, con lo que quedan definitivamente encadenados, ya que el mar es la morada de los monstruos, el símbolo del infierno.
Pero resulta patente que Jesús no ha vencido definitivamente las fuerzas del mal, porque muchos, como los gerasenos, prescinden de él en el ámbito de sus vidas. Los hombres seguimos, en mayor o menor medida, “poseídos” por las fuerzas del mal, por el pecado, que con frecuencia nos dominan. Y es que Jesús sólo puede vencerlas en cada persona y en la sociedad, cuando le invocamos y estamos dispuestos a colaborar en su acción contra ellas. ¡Qué más locos furioso que los que practican la violencia, los que viven en un clima de agresividad permanente! ¿No somos también nosotros un poco “posesos” de pequeñas locuras, de nuestro mal genio, de la agresividad, de la sexualidad, del hedonismo o del consumo que nos dominan? Cuando, como dice Pablo, “no hago el bien que deseo, sino el mal que detesto” (Rm 7,15), ¿no sufrimos una especie de posesión del pecado que nos domina? (Rm 6,14). San Agustín describe patéticamente su lucha contra las pasiones por las que se sentía esclavizado. Proporcionalmente es lo que nos sucede a todos. En esta lucha exclama Pablo: “¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de pecado?”. Y se responde: “Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor” (Rm 7,24-25). Así es como, gracias a la liberación de Jesús, tantos y tantos se sienten “criaturas nuevas” (2 Co 5,17), como los liberados de Gerasa.
Le rogaron que se marchara. Mateo consigna que “el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y le rogaron que se marchará de su país”. ¿Por qué los vecinos, que han contemplado el poder liberador de Jesús, tratan de alejarlo de allí? Es que ha sido la causa de la muerte de sus cerdos, “es un peligro para su negocio”. Les importan más los cerdos que las personas. Detrás de este desenlace que suena a fracaso, está en la mente del evangelista la constatación de las dificultades y fracasos que encuentran los evangelizadores entre los paganos. Pablo cuenta sus numerosas odiseas provocadas por judíos y paganos que ven amenazados sus intereses comerciales por la fe en Jesús (Hch 19,24-26). Previene a Timoteo: “Va a llegar el momento en el que la gente no va a soportar la doctrina sana; se rodearán de maestros que les halaguen los oídos; se harán sordos a la verdad” (2 Tm 4,3).
Cuando se rehúye la palabra, el libro, el grupo cristiano, la voz interpelante que puede liberarnos de los “demonios familiares”, y se prefieren las prédicas tranquilizadoras, ¿no se está diciendo al Señor que se vaya? Cuando se huye muy “racionalmente” de la presencia y los mensajes “turbadores” de personas evangélicas, y se prefiere descansar en un cristianismo rutinario, que permite “servir a Dios y a nuestros ídolos” (Mt 6,24), ¿no se está diciendo a Jesús que se vaya, que por nada del mundo queremos que se nos arruinen nuestros pequeños intereses, que se prefiere la fugaz satisfacción de los ídolos a la alegría del servicio al Señor en libertad? Seguramente que a Jesús le vinieron ganas de llorar como lo hizo sobre Jerusalén por haber desperdiciado esta oportunidad, porque tambien los habitantes de esta ciudad eran "poosesos" de sus intereses mezquinos.
Comentario del Santo Evangelio:(Mt 8,28-34). De Joven para Joven. Los dos endemoniados de Gerasa.
Tras bajar de la montaña, Jesús realiza algunos milagros que suscitan estupor y santo temor: «Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen? (v. 27). Con el transcurso del tiempo su poder salvífico se hace cada vez más manifiesto. Mateo había señalado precedentemente que, llegada la noche, le llevaron muchos endemoniados y él expulsó a los espíritus con su palabra (cf. 8,16). Ahora encontramos el relato explícito de un exorcismo. Jesús ha pasado ahora a la otra orilla (vv. 18.28); en consecuencia, desafía a Satanás en tierra pagana, o sea, en su propio territorio, allí donde el maligno manda. De inmediato le salen al encuentro dos endemoniados relegados a los sepulcros, lugar en el que —como en el desierto— el enemigo de la vida parece triunfar de manera indiscutible. Son los mismos demonios, molestos señores de dos hombres, los que gritan la verdadera identidad de Jesús: « ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios —así le increpan—? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?» (v. 29). Reconocen la autoridad de Jesús y saben también que les queda poco tiempo (cf. Ap 12,12): con la instauración del Reino de Dios serán precipitados, efectivamente, en el abismo del fuego eterno. Jesús no se deja atemorizar en absoluto por sus estrépitos; al expulsarlos con la fuerza de su palabra, muestra claramente que el Reino de Dios está ya presente y empieza a difundirse (cf. Mt 4,17).
La escena está dominada por un fuerte contraste: Jesús está solo y contra él están muchos demonios, como deja entender el hecho de que, tras ser expulsados, piden —por consiguiente, sólo pueden hacerlo con un permiso explícito— poder entrar en una piara de cerdos, animales considerados tradicionalmente como inmundos. El poder de Jesús es tal que con su sola palabra se precipitan inmediata y definitivamente en el lago de abajo.
La perícopa presenta, a continuación, un último cuadro: toda la ciudad sale en cortejo al encuentro de Jesús, aunque para conjurarle a que se aleje de allí. Mateo no señala nada. No hay ningún comentario que amortigüe el desconcertante rechazo. Jesús se va de allí, solo.
Dejémonos guiar por el evangelista Mateo para mantener fija la mirada del corazón en Jesús, Señor de la vida, que baja hoy en campo abierto contra Satanás, que ha convertido los sepulcros en su reino, la violencia homicida y la rabia feroz en sus armas para vejar a dos pobres hombres. Estos salen al encuentro de Jesús, y él los libera, concediendo al maligno trasladarse a una piara de cerdos, para precipitarse después en el abismo. En efecto, allí donde se encuentra Cristo, no hay espacio para el mal. Esta es la «buena noticia» que vuelve a dar al hombre la esperanza de la salvación. Sin embargo, tal como dice Juan en el prólogo de su evangelio, el Verbo no fue recibido —más aún, fue obstaculizado—, y no sólo por los paganos, sino a menudo también por los que le reconocían como Hijo de Dios.
Jesús —nos enseña este pasaje del evangelio— es objeto de rechazo cada vez que, como sucede a los gerasenos, le salen al encuentro atraídos por su fama pero no se abren a la alegría de la liberación que él obra en sus hermanos y que querría obrar también en cada uno de nosotros. Por ella hay que pagar, en efecto, un precio, y no siempre estamos dispuestos a pagarlo. Los gerasenos se encuentran precisamente en esta situación. El camino de su territorio —el camino de la salvación— puede ser recorrido de nuevo sin miedo, pero no son capaces de alegrarse de ello; piensan que es mejor vivir entre peligros mortales, con tal de no arriesgarse a sufrir pérdidas económicas. A sus ojos, la vida vale no por lo que es, sino por lo que se posee para gozarla en medio de la abundancia de riquezas puramente materiales.
He aquí la lógica perversa: es mejor no tomar ni siquiera en consideración el soberano poder de ese Jesús que es el Hijo de Dios venido a liberar a los hombres. Es mejor alejarle del horizonte, pedirle amablemente que se vaya; es mejor que orar al Padre con las palabras que el mismo Jesús nos enseñó: “Líbranos del mal” (Mt 6,13b). Jesús no se detiene para hacer plegar nuestra mala voluntad. Por esta vez nos deja solos con nuestra mezquina torpeza, pero volverá a persuadirnos. Sin embargo, no lo hará con su poder, sino con la debilidad de un amor crucificado. ¿Sabremos acogerlo al menos entonces?
Elevación Espiritual para este día.
El Señor Jesucristo, con esto de haberse hecho carne, abrió a la esperanza la carne nuestra. Porque tomó lo que ya conocíamos en esta tierra, donde tanto abunda: el nacer y el morir. Abundaba eso: el nacer y el morir; el resucitar y vivir eternamente no lo había acá. Halló aquí viles mercaderías terrestres, y trajo consigo los peregrinos géneros celestes. Ahora, si el morir te causa espanto, ama la resurrección. Hizo de su tribulación socorro para ti, porque tu salud no valía para nada. Aprendamos, por tanto, hermanos, a conocer y amar esa Salud, que no es de este mundo, es decir, la Salud eterna, y vivamos en este mundo como peregrinos.
Reflexión Espiritual para el día.
La cuestión de saber qué es el cristianismo y quién es Cristo para nosotros hoy, me preocupa constantemente. El tiempo en que se podía decir todo a los hombres, por medio de palabras teológicas o piadosas, ha pasado, lo mismo que el tiempo de la espiritualidad y de la conciencia, es decir, el tiempo de la religión en general. Vamos al encuentro de una época totalmente irreligiosa; los hombres, tal como son, simplemente ya no pueden seguir siendo religiosos; incluso los que se declaran honestamente religiosos no practican en modo alguno su religión; por consiguiente, es probable que entiendan el término en un sentido completamente diferente.
Si la religión es sólo un vestido del cristianismo —y este vestido ha asumido también aspectos muy distintos en diferentes tiempos—, ¿qué será un cristianismo no religioso? ¿Qué significado tienen el culto y la oración en la irreligiosidad? ¿Adquiere tal vez una nueva importancia en este punto la disciplina del arcano o, bien, la distinción entre penúltimo y último? Debemos restablecer una disciplina del arcano que proteja de la profanación los misterios de la fe cristiana.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Amós 5, 14-15. 21-24. La fuerza de un «quizá»
Lo mismo que la elección y sus privilegios eran condicionales, así también ahora el merecido juicio condenatorio de Yavé para con Israel está condicionado a su respuesta. Les está hablando por su profeta, les advierte del gran peligro que corren de continuar obstinados en su malicia..., pero «si buscan al Señor, vivirán» (5, 6).
La primera parte de esta lectura (14-15) es la explanación concreta del principio enunciado. Buscar a Dios es, no se puede decir con más sencillez respetando sus conciencias, «odiar al mal, amar el bien y defender la justicia en el tribunal». Parece un preludio de la doctrina de Cristo cuando sintetice Antiguo y Nuevo Testamento en la ley del amor a Dios y al prójimo. Para ellos la razón de aquel «viviréis» estaba en que «Dios estará con vosotros», porque es la presencia vivificante de Yavé el principio de toda existencia. Si buscan a Dios, si viven... «Quizá... se apiade de los supervivientes de José». Es el «quizá» que hace de la salvación una obra exclusiva de Yavé.
Esta última expresión, «supervivientes», es el término técnico para representar el “cresto”. No pocos han querido arrancar esta perla de su contexto para ponerla en manos tardías. Aunque ello en nada disminuiría su valor inspirado, el intento ha quedado fallido hasta el momento, ya que su forma literaria, su tono exhortativo y la naturaleza condicional de la esperanza, «quizá» hablan elocuentemente en favor de Amós como autor de dicha expresión. Por supuesto que el término no tiene aún ni remotamente el sentido y alcance que adquirirá posteriormente en la literatura profética; pero la continuidad de un resto en medio de los castigos de Yavé a su pueblo era la consecuencia obligada del principio de fidelidad divina a la elección, Alianza y Promesas. La historia de salvación tenía que continuar. Aunque sólo sea “un trozo de oreja”, algo tiene que salvarse.
Una nueva objeción nació por parte del auditorio. ¿Es que no cuenta ante Yavé la pomposidad del culto que le ofrecernos? La respuesta es tajante: “detesto y rehúso.., no quiero.., no aceptaré... retirad.., no quiero”. Así hablaba Yavé por su profeta emitiendo el juicio valorativo sobre todo aquel culto litúrgico. Repulsión total. No porque fuera malo en sí, lo prescribía la Ley y era, por tanto, expresa voluntad de Yavé, sino por el modo cómo se realizaba. Se condena no el culto ritual, sino la vacía religiosidad formalística. Cristo mismo, -en Jn 4, 21-24, atacará el culto puramente externo.
La verdadera exigencia de Yavé, la verdadera religión es «el juicio y la justicia fluyendo como arroyo perenne», es el amor al prójimo sin el cual no puede existir el amor a Dios, ni, en consecuencia, la más elemental religión. El juicio, la justicia, la justificación son términos pregnantes de contenido en el Antiguo Testamento y que suponen toda una postura con Dios y con los hombres. Esta es la auténtica y Única religión de ayer, de hoy y de siempre.
El culto, precisamente por su falta de ambigüedad estructural, está sometido a un riesgo mucho mayor. Detestar, no aceptar, apartar el culto ofrecido por Israel, es el único medio de que dispone el Señor para volver a llevar a Israel a la correlación originaria entre culto y justicia, entre sacrificio y misericordia, no a su contraposición.
Comentario del Salmo 49
Es un salmo de denuncia profética. Un profeta ve lo que está sucediendo, no se calla y proclama su denuncia en nombre de Dios. En este tipo de salmos se suele emplear un lenguaje duro, típico de los profetas vinculados a causas populares. Estos profetas estaban normalmente ligados a grupos populares de la periferia y del campo, convirtiéndose en sus portavoces.
Este salmo presenta el desarrollo de un juicio, con su juez, sus oyentes, los testigos, el acusado y la acusación (falta la sentencia). Consta de tres partes —1-6; 7-21; 22-23—, que pueden, a su vez, dividirse en unidades menores.
En la primera parte (1-6), tenemos la apertura solemne de la sesión del juicio. El Juez se llama «el Señor», y es presentado de forma espectacular; precedido por un fuego devorador y rodeado por una violenta tempestad (3). Es el Dios de la Alianza sellada en el monte Sinaí. El fuego y la tempestad en muchas ocasiones son, en la Biblia, elementos teofánicos (es decir; signos de la manifestación de Dios). La tierra entera está convocada a este juicio (4a; véase Dt 30,19). ¿Qué es lo que va a suceder? El juicio del pueblo de Dios (4b), de aquellos que sellaron con él una alianza (5). Dios mismo (cielo) va a juzgar y a proclamar una sentencia (6); en este proceso, el Señor va a ser declarado inocente y el pueblo, la otra parte de la alianza, culpable. Tenemos que recordar, desde ahora, que no se pronuncia la sentencia. En el fondo, Dios espera la conversión de su socio en el pacto.
En la segunda parte (7-21), el Señor acusa. Se dirige a su pueblo, contra el que va a dar testimonio (7). ¿En qué consiste su acusación? Tiene dos partes; 8-16 y 17-21. En la primera (8-16) Dios no tiene nada que objetar a propósito de los sacrificios y del culto que se celebran en el templo. Por lo visto, funcionan a las mil maravillas, pero Dios, el compañero de la Alianza, está descontento. Este salmo reconoce que Dios, el Señor de todo y de todos, no necesita sacrificios ni se alimenta de ellos. ¿Qué es lo que espera, entonces, de su pueblo? «Ofrece a Dios un sacrificio de confesión, y cumple tus votos al Altísimo. Invócame en el día de la angustia: yo te libraré y tú me darás gloria» (14-15).
La segunda parte de la acusación (16-21) es más concreta, y muestra por qué el socio del pueblo en la Alianza ha convocado un juicio y hace su acusación. Está indignado porque las relaciones sociales están totalmente corrompidas. Se dirige al malvado (16a) y hace desfilar delante de él una serie de transgresiones contra la fraternidad: violación de la propiedad (robo, 18a), de la integridad familiar (adulterio, l8b) y de la vida fraterna (calumnias o falsos testimonios en los tribunales, 20). Se incumplen tres mandamientos, lo que rompe la Alianza. Es inútil querer disimular las injusticias por medio de sacrificios y celebraciones. Dios se siente herido cuando perjudicamos al hermano. Por eso no se calla, acusa y se lo echa todo en cara (21). Nótese que no se mencionan los mandamientos referentes a Dios: no tener otros dioses, etc. Sólo se recuerdan los tres mandamientos que hablan de las relaciones interpersonales.
La tercera parte (22-23) es una especie de conclusión caracterizada por el deseo de conversión o por una invitación abierta a convertirse. A estas alturas cabría esperar la sentencia. Pero quien espera es Dios, el compañero de la Alianza que ha sido lesionado por la violencia ejercida contra el hermano. No olvidarse de Dios significa restablecer la justicia (22a), y al que sigue el buen camino, Dios le hará ver la salvación (23).
Este salmo nació en el seno de los grupos proféticos descontentos con la falsedad del culto (véase, por ejemplo, Is 58; Am 7,10- 17). En el templo, hermosas celebraciones, muchos sacrificios...; en las relaciones sociales, injusticias, violencia, explotación. Uno de estos profetas tuvo la valentía de denunciar estas cosas, asumiendo el riesgo que ello suponía, en el lugar en que se producían: e1 templo de Jerusalén. Y está tan seguro de lo que dice, que llega incluso a afirmar que quien acusa no es él, sino el Señor. Esto vale sobre todo para Israel pero, en cierto modo, todo el inundo está llamado a reflexionar (1). La naturaleza entera participa de este proceso.
La Alianza entre Dios e Israel tenía como objetivo construir una sociedad fraterna. Y los mandamientos eran los instrumentos y herramientas para su construcción. El culto representaba la celebración festiva en que se conmemoraban las conquistas en el campo de la justicia, la libertad y la fraternidad. Cuando la sociedad engendra opresión, injusticia y muerte, ya no queda nada que conmemorar o festejar. Y el mayor de los crímenes consistiría en echarle las culpas a Dios. Este salmo declara inocente a Dios y responsabiliza al pueblo de la situación. Pretender engañar a Dios con sacrificios y celebraciones es tanto como querer cubrir el sol con un cedazo. Dios no se deja sobornar y sus siervos, los profetas, tampoco.
Este salmo, por tanto, presenta el conflicto existente entre un culto sin justicia y el culto con justicia, muy en la línea de los profetas auténticos.
Es evidente que detrás de este salmo está el Dios de la Alabanza. Este Dios se siente ofendido cuando hay injusticias, lo que indica que es el aliado de los débiles, de los humildes y de los tratados injustamente; pone de manifiesto que la injusticia rompe la Alianza y, en estas circunstancias, es inútil tratar de sobornarlo con sacrificios o pretender cargarle con la responsabilidad. Dios no se deja corromper. El culto que se le tributa, si no viene acompañado por la práctica de la justicia, es falso e inútil. No obstan te como compañero de la Alianza, espera que Israel, su aliado, lo entienda y cumpla con su misión histórica.
Dios no pide nada para sí. Si queremos agradarle, el mejor camino es la práctica de la justicia y de la fraternidad.
Con sus palabras y acciones, Jesús asume este salmo en su integridad. Denuncia y acusa (Mt 23), anuncia el final del templo Qn 2, 13-22), espera y tiene paciencia (Lc 13,6-9). Su actividad (está fuertemente unida a la práctica de la justicia. En este sentido conviene recordar sus primeras palabras en el evangelio de Mateo (3,15: «Conviene que se cumpla así toda justicia») y leer todo este evangelio desde la clave de la justicia del Reino. No olvidemos que el poder religioso, representado por el Sanedrín.
La denuncia profética marca el tono de este salmo y sugiere las circunstancias en que podemos rezarlo con provecho: en situaciones de injusticia y en las ocasiones en que luchamos por el cambio; cuando nos viene la tentación de hacer a Dios responsable de la exploración y la opresión de los débiles a manos de los poderosos; cuando soñamos con una sociedad fraterna y sin discriminaciones; cuando no nos agrada el vacío de determinadas celebraciones y encuentros litúrgicos y queremos llenarlos de vida; cuando creernos que Dios pide muchas cosas para sí...
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 8,28-34
La imposibilidad de llegar a Dios a causa de la oposición por parte de las fuerzas del mal encuentra en Jesús un «nuevo camino». La imagen de los «sepulcros», la fuerza de Jesús respecto a los demonios y su «debilidad», casi dócil, respecto a los hombres, convierten esta escena en el claro reflejo de una meditación sobre la pasión, con todos los claroscuros del poder de Cristo Señor, así como del duro y espantado rechazo por parte de los hombres. Singularmente eficaz es la reacción de rechazo de la muchedumbre, de «toda la ciudad», que lo aleja de su propio territorio. La expresión «antes del tiempo» expresa de manera adecuada esta relación entre la escena y la pasión (el tiempo del cumplimiento), cuando Jesús —aunque expulsado fuera del territorio de la Ciudad Santa— vencerá sobre la fuerza negativa de la muerte, sobre la dispersión de la Iglesia, y conseguirá abrir el paso para «pasar por aquel camino». El es el Señor, a quien «ha sido dado todo poder en la tierra» (Mt 28,18), aunque aparece como tal sólo en el misterio insondable de la cruz.
La escucha de la Palabra de su Señor guía al hombre para «buscar el bien y no el mal». La obra del hombre responde a la Palabra de Dios. Ahora bien, tales correspondencias se vuelven arriesgadas cuando están inscritas en la acción misma del hombre. El acto de culto, la fiesta, el holocausto, el sacrificio, el don, se vuelven entonces detestables y merecen el rechazo. Cuando pier
den la correspondencia con Dios y se convierten en autoseguridad para el hombre, hasta las mejores expresiones de la religión pierden su alma. El discurrir el derecho y la justicia como agua y «como río inagotable» constituyen la figura de la liberación del hombre a la que se refiere los actos del culto. El cristiano tiene su nuevo culto «en el Señor Jesús», en su cuerpo y en su sangre, en el sacrificio puro de su cumplimiento de la voluntad del Padre, que los hombres no comprenden y rechazan.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 8,28-34, para nuestros Mayores. Curación de dos endemoniados.
Contexto del texto. Mateo pone una gradación en los milagros de Jesús en la zona del lago. Primero libera de la enfermedad en las curaciones; después ibera de las fuerzas del mal y del poder de la muerte dominando la tempestad; hoy muestra a Jesús como liberador del mal interior del hombre, del mal espíritu que lo esclaviza.
Jesús está en Gerasa, territorio pagano adonde ha ido a anunciar la Buena Noticia y llevar la salvación, porque en Israel es impensable un rebaño de cerdos, animal impuro y prohibido. El relato contiene rasgos legendarios, con los que la tradición oral ha ido revistiendo el acontecimiento. Está entretejido a base de historia, mitología y teología.
Mateo presenta a dos locos tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Los denomina “endemoniados”, pero no significa que necesariamente sufrieran una posesión diabólica. Lo más probable es que, por los datos que ofrece, se refiera a enfermos mentales: esquizofrénicos furiosos. Los judíos, al desconocer el origen de las enfermedades psíquicas, creían que eran fruto de la posesión diabólica. Jesús se acomoda a esa creencia popular. Mateo sigue en el relato a Marcos (5,1ss), pero con algunas diferencias que saltan a la vista. Mateo habla de dos “posesos”, en lugar de uno, como indica Marcos con más verosimilitud. Los duplicados son una táctica de Mateo; por ejemplo, los dos ciegos de Jericó (Mt 20,30) y los dos ciegos de Betsaida (Mt 9,27). Según su mentalidad, la más judía de los evangelistas, se atiene de esta manera a la norma mosaica de los dos testigos para que tuviera validez el testimonio.
Los demonios salieron. Los demonios echan en cara a Jesús que los atormente y que lo haga no sólo en Israel, sino también en territorio pagano, que consideran de su dominio... Se quejan, además, de que los ataque “antes de tiempo”. Según la mitología judía, los demonios que andaban sueltos, serían atados al fin de los tiempos (Ap 20,2-3). Mateo insinúa que la hora de la victoria será la “hora” del sufrimiento en la que el “príncipe de este mundo” será definitivamente vencido. Con las palabras: “¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?” expresan la realidad evangélica más profunda: con Jesús ha llegado ese fin de los tiempos en el que Dios había de intervenir de una manera especial en favor de los hombres.
Han comenzado los tiempos últimos, la fase escatológica; vivimos en ella. Esperamos únicamente su culminación. Los demonios que se sienten vencidos, le piden que “no los mande al abismo” (Lc 8,31), sino a la piara de cerdos, el símbolo máximo de impureza para los judíos; éste era el ámbito más adecuado para ellos. Pero hasta los puercos los rechazan. Ya no hay lugar para los demonios en un mundo en el que ha entrado el poder salvífico de Dios. Por eso se lanzan al mar como repulsa. Se lanzan y se ahogan, con lo que quedan definitivamente encadenados, ya que el mar es la morada de los monstruos, el símbolo del infierno.
Pero resulta patente que Jesús no ha vencido definitivamente las fuerzas del mal, porque muchos, como los gerasenos, prescinden de él en el ámbito de sus vidas. Los hombres seguimos, en mayor o menor medida, “poseídos” por las fuerzas del mal, por el pecado, que con frecuencia nos dominan. Y es que Jesús sólo puede vencerlas en cada persona y en la sociedad, cuando le invocamos y estamos dispuestos a colaborar en su acción contra ellas. ¡Qué más locos furioso que los que practican la violencia, los que viven en un clima de agresividad permanente! ¿No somos también nosotros un poco “posesos” de pequeñas locuras, de nuestro mal genio, de la agresividad, de la sexualidad, del hedonismo o del consumo que nos dominan? Cuando, como dice Pablo, “no hago el bien que deseo, sino el mal que detesto” (Rm 7,15), ¿no sufrimos una especie de posesión del pecado que nos domina? (Rm 6,14). San Agustín describe patéticamente su lucha contra las pasiones por las que se sentía esclavizado. Proporcionalmente es lo que nos sucede a todos. En esta lucha exclama Pablo: “¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de pecado?”. Y se responde: “Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor” (Rm 7,24-25). Así es como, gracias a la liberación de Jesús, tantos y tantos se sienten “criaturas nuevas” (2 Co 5,17), como los liberados de Gerasa.
Le rogaron que se marchara. Mateo consigna que “el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y le rogaron que se marchará de su país”. ¿Por qué los vecinos, que han contemplado el poder liberador de Jesús, tratan de alejarlo de allí? Es que ha sido la causa de la muerte de sus cerdos, “es un peligro para su negocio”. Les importan más los cerdos que las personas. Detrás de este desenlace que suena a fracaso, está en la mente del evangelista la constatación de las dificultades y fracasos que encuentran los evangelizadores entre los paganos. Pablo cuenta sus numerosas odiseas provocadas por judíos y paganos que ven amenazados sus intereses comerciales por la fe en Jesús (Hch 19,24-26). Previene a Timoteo: “Va a llegar el momento en el que la gente no va a soportar la doctrina sana; se rodearán de maestros que les halaguen los oídos; se harán sordos a la verdad” (2 Tm 4,3).
Cuando se rehúye la palabra, el libro, el grupo cristiano, la voz interpelante que puede liberarnos de los “demonios familiares”, y se prefieren las prédicas tranquilizadoras, ¿no se está diciendo al Señor que se vaya? Cuando se huye muy “racionalmente” de la presencia y los mensajes “turbadores” de personas evangélicas, y se prefiere descansar en un cristianismo rutinario, que permite “servir a Dios y a nuestros ídolos” (Mt 6,24), ¿no se está diciendo a Jesús que se vaya, que por nada del mundo queremos que se nos arruinen nuestros pequeños intereses, que se prefiere la fugaz satisfacción de los ídolos a la alegría del servicio al Señor en libertad? Seguramente que a Jesús le vinieron ganas de llorar como lo hizo sobre Jerusalén por haber desperdiciado esta oportunidad, porque tambien los habitantes de esta ciudad eran "poosesos" de sus intereses mezquinos.
Comentario del Santo Evangelio:(Mt 8,28-34). De Joven para Joven. Los dos endemoniados de Gerasa.
Tras bajar de la montaña, Jesús realiza algunos milagros que suscitan estupor y santo temor: «Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen? (v. 27). Con el transcurso del tiempo su poder salvífico se hace cada vez más manifiesto. Mateo había señalado precedentemente que, llegada la noche, le llevaron muchos endemoniados y él expulsó a los espíritus con su palabra (cf. 8,16). Ahora encontramos el relato explícito de un exorcismo. Jesús ha pasado ahora a la otra orilla (vv. 18.28); en consecuencia, desafía a Satanás en tierra pagana, o sea, en su propio territorio, allí donde el maligno manda. De inmediato le salen al encuentro dos endemoniados relegados a los sepulcros, lugar en el que —como en el desierto— el enemigo de la vida parece triunfar de manera indiscutible. Son los mismos demonios, molestos señores de dos hombres, los que gritan la verdadera identidad de Jesús: « ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios —así le increpan—? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?» (v. 29). Reconocen la autoridad de Jesús y saben también que les queda poco tiempo (cf. Ap 12,12): con la instauración del Reino de Dios serán precipitados, efectivamente, en el abismo del fuego eterno. Jesús no se deja atemorizar en absoluto por sus estrépitos; al expulsarlos con la fuerza de su palabra, muestra claramente que el Reino de Dios está ya presente y empieza a difundirse (cf. Mt 4,17).
La escena está dominada por un fuerte contraste: Jesús está solo y contra él están muchos demonios, como deja entender el hecho de que, tras ser expulsados, piden —por consiguiente, sólo pueden hacerlo con un permiso explícito— poder entrar en una piara de cerdos, animales considerados tradicionalmente como inmundos. El poder de Jesús es tal que con su sola palabra se precipitan inmediata y definitivamente en el lago de abajo.
La perícopa presenta, a continuación, un último cuadro: toda la ciudad sale en cortejo al encuentro de Jesús, aunque para conjurarle a que se aleje de allí. Mateo no señala nada. No hay ningún comentario que amortigüe el desconcertante rechazo. Jesús se va de allí, solo.
Dejémonos guiar por el evangelista Mateo para mantener fija la mirada del corazón en Jesús, Señor de la vida, que baja hoy en campo abierto contra Satanás, que ha convertido los sepulcros en su reino, la violencia homicida y la rabia feroz en sus armas para vejar a dos pobres hombres. Estos salen al encuentro de Jesús, y él los libera, concediendo al maligno trasladarse a una piara de cerdos, para precipitarse después en el abismo. En efecto, allí donde se encuentra Cristo, no hay espacio para el mal. Esta es la «buena noticia» que vuelve a dar al hombre la esperanza de la salvación. Sin embargo, tal como dice Juan en el prólogo de su evangelio, el Verbo no fue recibido —más aún, fue obstaculizado—, y no sólo por los paganos, sino a menudo también por los que le reconocían como Hijo de Dios.
Jesús —nos enseña este pasaje del evangelio— es objeto de rechazo cada vez que, como sucede a los gerasenos, le salen al encuentro atraídos por su fama pero no se abren a la alegría de la liberación que él obra en sus hermanos y que querría obrar también en cada uno de nosotros. Por ella hay que pagar, en efecto, un precio, y no siempre estamos dispuestos a pagarlo. Los gerasenos se encuentran precisamente en esta situación. El camino de su territorio —el camino de la salvación— puede ser recorrido de nuevo sin miedo, pero no son capaces de alegrarse de ello; piensan que es mejor vivir entre peligros mortales, con tal de no arriesgarse a sufrir pérdidas económicas. A sus ojos, la vida vale no por lo que es, sino por lo que se posee para gozarla en medio de la abundancia de riquezas puramente materiales.
He aquí la lógica perversa: es mejor no tomar ni siquiera en consideración el soberano poder de ese Jesús que es el Hijo de Dios venido a liberar a los hombres. Es mejor alejarle del horizonte, pedirle amablemente que se vaya; es mejor que orar al Padre con las palabras que el mismo Jesús nos enseñó: “Líbranos del mal” (Mt 6,13b). Jesús no se detiene para hacer plegar nuestra mala voluntad. Por esta vez nos deja solos con nuestra mezquina torpeza, pero volverá a persuadirnos. Sin embargo, no lo hará con su poder, sino con la debilidad de un amor crucificado. ¿Sabremos acogerlo al menos entonces?
Elevación Espiritual para este día.
El Señor Jesucristo, con esto de haberse hecho carne, abrió a la esperanza la carne nuestra. Porque tomó lo que ya conocíamos en esta tierra, donde tanto abunda: el nacer y el morir. Abundaba eso: el nacer y el morir; el resucitar y vivir eternamente no lo había acá. Halló aquí viles mercaderías terrestres, y trajo consigo los peregrinos géneros celestes. Ahora, si el morir te causa espanto, ama la resurrección. Hizo de su tribulación socorro para ti, porque tu salud no valía para nada. Aprendamos, por tanto, hermanos, a conocer y amar esa Salud, que no es de este mundo, es decir, la Salud eterna, y vivamos en este mundo como peregrinos.
Reflexión Espiritual para el día.
La cuestión de saber qué es el cristianismo y quién es Cristo para nosotros hoy, me preocupa constantemente. El tiempo en que se podía decir todo a los hombres, por medio de palabras teológicas o piadosas, ha pasado, lo mismo que el tiempo de la espiritualidad y de la conciencia, es decir, el tiempo de la religión en general. Vamos al encuentro de una época totalmente irreligiosa; los hombres, tal como son, simplemente ya no pueden seguir siendo religiosos; incluso los que se declaran honestamente religiosos no practican en modo alguno su religión; por consiguiente, es probable que entiendan el término en un sentido completamente diferente.
Si la religión es sólo un vestido del cristianismo —y este vestido ha asumido también aspectos muy distintos en diferentes tiempos—, ¿qué será un cristianismo no religioso? ¿Qué significado tienen el culto y la oración en la irreligiosidad? ¿Adquiere tal vez una nueva importancia en este punto la disciplina del arcano o, bien, la distinción entre penúltimo y último? Debemos restablecer una disciplina del arcano que proteja de la profanación los misterios de la fe cristiana.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Amós 5, 14-15. 21-24. La fuerza de un «quizá»
Lo mismo que la elección y sus privilegios eran condicionales, así también ahora el merecido juicio condenatorio de Yavé para con Israel está condicionado a su respuesta. Les está hablando por su profeta, les advierte del gran peligro que corren de continuar obstinados en su malicia..., pero «si buscan al Señor, vivirán» (5, 6).
La primera parte de esta lectura (14-15) es la explanación concreta del principio enunciado. Buscar a Dios es, no se puede decir con más sencillez respetando sus conciencias, «odiar al mal, amar el bien y defender la justicia en el tribunal». Parece un preludio de la doctrina de Cristo cuando sintetice Antiguo y Nuevo Testamento en la ley del amor a Dios y al prójimo. Para ellos la razón de aquel «viviréis» estaba en que «Dios estará con vosotros», porque es la presencia vivificante de Yavé el principio de toda existencia. Si buscan a Dios, si viven... «Quizá... se apiade de los supervivientes de José». Es el «quizá» que hace de la salvación una obra exclusiva de Yavé.
Esta última expresión, «supervivientes», es el término técnico para representar el “cresto”. No pocos han querido arrancar esta perla de su contexto para ponerla en manos tardías. Aunque ello en nada disminuiría su valor inspirado, el intento ha quedado fallido hasta el momento, ya que su forma literaria, su tono exhortativo y la naturaleza condicional de la esperanza, «quizá» hablan elocuentemente en favor de Amós como autor de dicha expresión. Por supuesto que el término no tiene aún ni remotamente el sentido y alcance que adquirirá posteriormente en la literatura profética; pero la continuidad de un resto en medio de los castigos de Yavé a su pueblo era la consecuencia obligada del principio de fidelidad divina a la elección, Alianza y Promesas. La historia de salvación tenía que continuar. Aunque sólo sea “un trozo de oreja”, algo tiene que salvarse.
Una nueva objeción nació por parte del auditorio. ¿Es que no cuenta ante Yavé la pomposidad del culto que le ofrecernos? La respuesta es tajante: “detesto y rehúso.., no quiero.., no aceptaré... retirad.., no quiero”. Así hablaba Yavé por su profeta emitiendo el juicio valorativo sobre todo aquel culto litúrgico. Repulsión total. No porque fuera malo en sí, lo prescribía la Ley y era, por tanto, expresa voluntad de Yavé, sino por el modo cómo se realizaba. Se condena no el culto ritual, sino la vacía religiosidad formalística. Cristo mismo, -en Jn 4, 21-24, atacará el culto puramente externo.
La verdadera exigencia de Yavé, la verdadera religión es «el juicio y la justicia fluyendo como arroyo perenne», es el amor al prójimo sin el cual no puede existir el amor a Dios, ni, en consecuencia, la más elemental religión. El juicio, la justicia, la justificación son términos pregnantes de contenido en el Antiguo Testamento y que suponen toda una postura con Dios y con los hombres. Esta es la auténtica y Única religión de ayer, de hoy y de siempre.
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