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viernes, 2 de julio de 2010

Lecturas del día 02-07-2010

Viernes 2 de julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. VIERNES. XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.(CIiclo C). 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Bernardino Realino pb, Liberato y comp mres, Monegunda er.


LITURGIA DE LA PALABRA.

Am 8, 4-6. 9-12: “No hambre de pan, sino de oír la Palabra”
Salmo 118: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Mt 9, 9-13: No tienen necesidad de médico los sanos
Los rabinos incluían a los publicanos en la misma categoría que a los asesinos, los ladrones y los impuros, y aprobaban el mentirles para escapar a los impuestos, tales personas eran consideradas incapaces de pertenecer al Reino mesiánico y a menudo se asociaban con pecadores y gentiles. Pero Jesús ofrece a Mateo esta simple invitación: Sígueme a la que responde de inmediato con gozo. Esto no fue meramente un llamamiento al discipulado, sino una invitación a entrar en el Reino. Algunos fariseos se asombran ante los discípulos de que su maestro coma con pecadores. Jesús declara entonces, que ha venido para los enfermos y los pecadores y no para los sanos y justos. Jesús piensa sin duda en aquellos que se creen justos que son incapaces de entender que la misericordia divina trasciende la pobreza del hombre. Jesús opone entonces una religión reducida a la justicia del hombre, a una religión basada sobre la misericordia divina.

La actitud de los fariseos nos recuerda, a la actitud del hijo mayor celoso de la bondad del Padre hacia el hijo menor (Lc. 15,11-32) Ahora Jesús ha inaugurado un tiempo nuevo, donde todos pueden acceder a participar del Reino, el único requerimiento que hace Jesús es la conversión, cambio de vida, de esta forma todos participan de la misericordia divina, y la comunidad debe saber acoger a aquel que se convierte y celebrar con alegría este acontecimiento.

PRIMERA  LECTURA.
Amós 8, 4-6. 9-12
Enviaré hambre, no de pan, sino de escuchar la palabra del Señor
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?" Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.

Aquel día -oráculo del Señor- haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo.

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 118
R/.No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Dichoso el que, guardando sus preceptos, / lo busca de todo corazón. R.

Te busco de todo corazón, / no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.

Mi alma se consume, deseando / continuamente tus mandamientos. R.

Escogí el camino verdadero, / deseé tus mandamientos. R.

Mira cómo ansío tus decretos: / dame vida con tu justicia. R.

Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos. R.

SANTO EVANGELIO
Mateo 9, 9-13
No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: "¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

Palabra del Señor.


 Comentario de la Primera lectura: Amós 8,4-6.9-12. Enviaré hambre, no de pan , sino de escuchar la Palabra del Señor.
La primera parte del fragmento del profeta dibuja el cuadro de las «prioridades» de aquellos que, pecando, aplastan al pobre y tratan de eliminar a los humildes. Mediante un discurso directo —como para referir sus propios pensamientos— se retrata toda una mentalidad, toda una orientación de vida. Es central aquí la revuelta contra la medida mensual y semanal del tiempo, que obstaculiza su comercio y se convierte asimismo en oportunidad de fraude.

La segunda parte elabora la reacción del Señor a esta infidelidad con la alianza concluida con él. La puesta del sol a mediodía constituye el gran signo del «día del Señor», en que dominará el duelo y en el que, no obstante, la «pena» más grave será la «extinción de la profecía», la de una insaciable hambre y sed de la Palabra de Dios. La retirada de Dios del mundo, como la luz de la tierra, será el desenlace de los que errarán sin meta, «buscando la Palabra del Señor, y no la encontrarán» (v. 12b).

Comentario del Salmo 118. No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del Dios.
Aunque incluya muchas peticiones, este salmo —el más largo de todo el Salterio— es un salmo sapiencial. De hecho, comienza hablando de la felicidad («Dichosos...»), al igual que el salmo 1.

Es un salmo alfabético y está organizado en bloques de ocho versículos. Todos los versículos de cada bloque comienzan con la misma letra, hasta completar, por orden, el alfabeto hebreo (los demás salmos alfabéticos son: 9-10; 25; 34; 37; 111; 112; 145). En el que nos ocupa, tenemos un total de veintidós bloques (uno por cada letra). En todos ellos, el tema principal es la Ley. Todos y cada uno de los ciento setenta y seis versículos que lo componen, contiene alguna referencia a la Ley (en cada bloque hay siete u ocho de estas referencias). La Ley se designa con distintos nombres: palabra, promesa, normas, voluntad, decretos, preceptos, mandatos y mandamientos, verdad, sentencias, leyes. Resulta complicado exponer con claridad las características de cada bloque, pues los mismos temas aparecen y desaparecen con frecuencia. En muchos de estos bloques hay una súplica insistente; en otros se acentúa más la confianza. Vamos a intentar exponer, a grandes rasgos, el rasgo que caracteriza a cada uno de ellos.

1-8: Felicidad. El salmo comienza con la proclamación de una bienaventuranza: « ¡Dichosos los de camino intachable!… ¡Dichosos los que guardan sus preceptos!» (la.2a). Este es uno de los rasgos principales de los salmos sapienciales: que muestran dónde se encuentra la felicidad y en qué consiste.

9-16: Camino. Esta es la palabra que más se repite (9a.14a.15b). El ser humano alcanza la dicha y la felicidad cuando sigue el camino de los preceptos y los decretos del Señor. El autor del salmo pretende ofrecer una regla de oro a los jóvenes (9a).

17-24: «Haz bien a tu siervo» petición). Comienza la súplica propiamente dicha. El salmista expone los motivos por los que suplica: es un extranjero en la tierra 19a), está rodeado de «soberbios», «malditos» (21) y «príncipes» que se reúnen contra él para difamarlo (23a). El motivo de la calumnia o la difamación aparecerá en otras ocasiones.

25-32: «Reanímame» petición). Sigue el tema del bloque anterior. El siervo del Señor cuenta algo más de su situación: su garganta está pegada al polvo (25a) y su alma se deshace de tristeza (28a). Se menciona el «camino de la mentira» (29a), en oposición con respecto al segundo bloque (9-16), y se alude al conflicto de intereses que parece existir entre el salmista y los malvados que se dedican a calumniarlo.

33-40: «Muéstrame el camino» y «dame vida» (petición). Continúa la súplica y se repiten los temas de los bloques anteriores. Ha crecido la tensión social, pues ahora el salmista terne el «ultraje» de sus enemigos (39).

41-48: Petición y promesa. Sigue el tema del «ultraje» (42), pero el justo promete cumplir una serie de acciones si el Señor le envía su amor y su salvación, tal como había prometido (41). El salmista promete tres cosas: cumplir siempre la voluntad de Dios (44), andar por el camino de sus preceptos (45) y proclamarlos con valentía delante de los reyes (46).

49-56: Confianza y consuelo en el conflicto. El autor del salmo se siente consolado y lleno de confianza gracias a la promesa del Señor (50), Habla brevemente de su situación: está en la miseria (50a), se siente peregrino (54b) y se enfurece a causa de los malvados que abandonan la voluntad del Señor (53). Se hace mención de la noche (55a), momento para recordar el nombre del Señor.

57.64: Aplacar al Señor de todo corazón (58a). La persona que compuso este salmo cree en una nueva forma de aplacar al Señor, no ya con sacrificios, sino practicando su voluntad. Y esto en un contexto de conflicto, pues se mencionan los «lazos de los malvados» (61a). Esta persona asegura que se despierta a medianoche para dar gracias a Dios (62a).

65-72: Experiencia del sufrimiento. El sufrimiento, entendido como una prueba enviada por Dios, da resultados positivos en la vida de esta persona (67.7 1). De este modo, el Señor ha sido bueno con su siervo (65 a). El sufrimiento le ha hecho madurar y volverse sabio (71).

73-80: Confianza en el Dios creador. Las manos del Señor han modelado y formado la vida del salmista. Todo lo que le sucede va en este mismo sentido. El seguirá dejándose modelar cada vez más, a pesar de la presencia de los «soberbios» que levantan calumnias contra él (78); su vida, además, servirá de punto de ejemplo para los que temen al Señor (79a).

81-88: Aguardando la salvación. El salmista vuelve a hablar de su situación. Se compara a sí mismo con un odre que se va resecando a causa del humo (83 a) y teme que su vida se acabe enseguida (84a). La situación es grave. ¿Quién triunfará? Habla de sus «perseguidores» (84b) y de los «soberbios» que lo persiguen sin razón (86). Esto explica la súplica.

89-96: La palabra del Señor es Para siempre (89a). Los temas de la estabilidad de la palabra y de la fidelidad del Señor dominan en este bloque. El salmista habla de su miseria (92h) y de los malvados que esperan su ruina (95). Las cosas del Señor son para siempre, mientras que toda perfección es limitada (96a).

97-104: Amar la voluntad del Señor le vuelve a uno más sabio. La persona que compuso este salmo no es muy mayor (100a), pero sí que es más sabia (98a.99a) y sagaz (lO0a) que sus maestros y ancianos. El motivo es claro: es que él ama la voluntad del Señor (97a). Existe el peligro del «mal camino» (101 a. 104h), pero es un individuo juicioso, sabe discernir dónde se encuentra y rechazarlo.

105-112: La mediación de la palabra. Es significativa la imagen de la lámpara que ilumina el camino en medio de la oscuridad de la noche. Así es la palabra (105). El salmista explica en qué consisten las tinieblas»: son el «peligro» en que vive constantemente (1 09a), pues los malvados han tendido lazos para atraparlo (110a). Pero él confía en la palabra y formula sus promesas (l00a).

113-120: El conflicto. Este bloque insiste en el conflicto que ha tenido cine afrontar el siervo del Señor. Habla de «los de corazón dividido» (113a), de los «perversos» que lo rodean (1 15a), de la gente cine se desvía de las leyes del Señor (118a) y de los «malvados de la tierra» (119a).

121-128: «No me entregues...» (Petición). Abrumado por las tensiones, el salmista eleva su súplica a Dios para que no lo entregue a los «opresores» (121b) y «soberbios» (122b), pues han violado la voluntad del Señor (126b) y andan por el camino de la mentira (128b).

129-136: «Rescátame» (petición). Las sentencias del Señor son «maravillosas» (129a). Lo maravilloso, en e1 Antiguo Testamento, siempre está asociado a la liberación. Por eso el salmista hace siete peticiones (132-135). Habla de su situación: vive en la opresión (134a) y su llanto es abundante (136a).

137-144: «El Señor es justo» (una constatación) (137a.142a.144a). Pero la persona que está suplicando está rodeada de «adversarios» (139b), se siente pequeña y despreciable (14 la), angustiada y oprimida (143a).

145-152: « ¡Señor, respóndeme! (petición). Es de madrugada (147a); el salmista no ha podido conciliar el sueño y clama de todo corazón (145a) a causa de los «infames que le persiguen» (150a).

153.460: « ¡Dame vida!» (Petición) (154b, 156h, 159b). La petición es fuerte e insistente. Se hace mención de los «malvados» (155a), de sus numerosos perseguidores y opresores» (157a) y de los «traidores» (158a).

161-168: «Mi corazón teme tus palabras» (confianza) (161 h), Continúa el conflicto con la aparición de los «príncipes» perseguidores (161a); no obstante, el clima es de confianza y de alabanza. Ya es de día (164a).

169-176: ¡Que mi clamor llegue a tu presencia, Señor! (petición final) (169a.170a). El salmista se siente extraviado (176) y, aun así, eleva su súplica.

Este salmo surge y no se hace mención del templo ni se habla de sacrificios o de sacerdotes. Toda la atención se fija en la Ley como única norma de sabiduría y corno único criterio para la vida en medio de una sociedad conflictiva. La ley lo es todo, abarca toda la vida del salmista, que sin ser aún anciano, ya es sabio; le invade de noche (55,62.147) y le ocupa de día (164). Vive en tierra extraña (19a) y como peregrino (54b). Se siente pequeño y despreciable, oprimido y perseguido, extraviado, pero sigue confiando y, por eso, suplica a Dios.

La Faz de Dios. En todos y cada uno de los versículos de este salmo se habla de la Ley, resultado de la alianza entre Dios y su pueblo. Se menciona al Señor veinticuatro veces (12 más 12). En este salmo, la Ley es sinónimo de vida. En tiempos de Jesús, la Ley ya no era fuente de vida (Jn 19,7).

Comentario del Santo Evangelio: Mateo 9,9-13. No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios.
La probable unificación de dos relatos originariamente diferentes asume en el evangelio de Mateo la fuerza de una catequesis sobre el pecado y sobre la reconciliación. El primero se centra en la vocación del pecador-recaudador Mateo, llamado por Jesús (esto es ya algo sorprendente), que se determina a seguirle (lo que es aún más inconcebible). El segundo confirma esta relación entre Jesús y los pecadores en la modalidad de la comida. Jesús anuncia la misericordia, que es el elemento eminente que se encuentra por encima incluso de algo que se observaba con mayor asiduidad en el plano religioso, precisamente el sacrificio. La interpretación de la cita de Oseas: «Misericordia quiero y no sacrificios» no debe ser exacerbada y radicalizada, puesto que corresponde asimismo, desde el punto de vista literario, a una superioridad que se expresa en forma de contraposición: para expresar el primado de la misericordia sobre el sacrificio, se niega el segundo con la primera.

Tener hambre y sed no de pan y agua, sino de la Palabra del Señor constituye la gran experiencia de los profetas, y también del profeta que hay en cada cristiano, «No sólo de pan vive el hombre», dice Jesús cuando es tentado en el desierto. La verdadera tentación para el hombre es la pérdida de la percepción del hambre de la Palabra que le hace vivir, por encima del hambre del pan que lo alimenta. Sin embargo, el castigo sobre Israel procede de un pecado que podríamos definir como «reducción del tiempo» (el novilunio, el sábado) para cálculos oportunistas y personales, como ocasión para concluir negocios, para obtener beneficios inmediatos. « Convertiré en duelo vuestras fiestas, y en lamentaciones vuestros cánticos»: no tiene que hacer gran cosa el Señor para infligir este castigo. El hombre obtiene por sí mismo su propio castigo. Pierde el sentido del tiempo como amor y misericordia y lo recupera, sin embargo, en la «comida con los pecadores», en el compartir la necesidad de perdón que le abre a la salvación y a la dicha.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 9, 9-13, para nuestros Mayores. El médico y los enfermos
Esta perícopa se divide claramente en dos partes: la vocación de Mateo y la disputa originada por la conducta de Jesús por su compañía con los pecadores y publicanos. La vocación de Mateo se nos narra en función de la escena siguiente. Es presentada por el evangelista con dos pinceladas que recogen lo esencial: Mateo estaba sentado a la mesa de los impuestos, es decir, que era publicano, y su obediencia sin discusión a la palabra de Jesús, que le mandaba seguirlo.

Es evidente que la narración del evangelista sobre la vocación de Mateo no se halla determinada por un interés histórico sobre el personaje en cuestión. De lo contrario nos hubiese ofrecido una serie de detalles que son imprescindibles a la hora de presentar a una persona que debe ser conocida porque ofrece un innegable interés para el lector. Se dice que era «publicano». Decir «publicano» equivalía a decir que era pecador, proscrito por la sociedad judía, de las personas que se habían vendido a Roma y que, por lo mismo, eran señaladas con el dedo cuando pasaban por la calle. Lo que hoy llamaríamos un pecador público. La opinión popular judía consideraba como oficios «pecaminosos» a aquéllos que, de una manera o de otra, denotasen deslealtad o algo semejante para con su pueblo.

El centro del interés del evangelista está en la palabra exigente de Jesús: «Sígueme». Exigencia indiscutible e inapelable de la palabra del Maestro. Jesús llama con el mismo tono imperativo que lo hacía Yavé en el Antiguo Testamento. Y eso que Mateo no tenía los presupuestos psicológicos, en los que tanto insistimos hoy nosotros. Tenía, más bien, los presupuestos contrarios. Aparece así la razón determinante de la elección que Dios hizo de su pueblo o determinadas personas destinadas a cumplir una misión especial. Siempre a lo largo de la Biblia es la misma ley, la ley del amor, sin méritos previos que la justifiquen. Junto a este imperativo de exigencia, destaca la respuesta más generosa dada en plena libertad y obediencia. La obediencia de la fe.

El «escándalo farisaico» se produjo al ver a Jesús sentado a la mesa con los publicanos. ¿Qué pretensiones podía tener un Maestro que frecuentaba aquellas compañías peligrosas? Así presentaron el caso los fariseos a los discípulos del Maestro, de cuya conducta se dudaba. La respuesta de Jesús resulta desconcertante. Desde ella podríamos argumentar así: puesto que Dios, y también Jesús, se preocupa más por el pecador que por el justo, seamos pecadores... Es posible que algunos pensasen así, puesto que esta manera de discurrir es mencionada también por el apóstol Pablo (Rom 6, 1), Este raciocinio es absurdo. No tenemos aquí un canto al pecado ni una glorificación del pecador. Jesús quiere liberar, perdonar, al pecador. Pero no quiere considerarlo como un enemigo (como lo hacían los teólogos de su época). Por tanto, en lugar de excomulgarlo despectivamente de la Sociedad de los hombres y de la amistad de Dios, lo que hace es tenderle un cable invitador para reintegrarlo tanto en la sociedad de los hombres como en la amistad de Dios.

Jesús se dirige a los pecadores, no porque desprecie o aprecie menos a los justos, sino porque aquéllos se hallan en mayor necesidad. Aunque, tal vez sea necesario recordar que, de hecho, fueron precisamente los que se consideraban como justos —los que se apoyaban en su propia justicia, la que viene de la ley (Fil 3, 6)— los que le rechazaron, los que no reconocieron la necesidad que, también ellos, tenían del redentor, los enfermos inconscientes que creían no tener necesidad de médico. Termina Jesús con una cita del profeta Oseas (Os 6, 6), que se había hecho clásica en orden a acentuar la superioridad de los actos de generosidad y compasión sobre los sacrificios ofrecidos en el templo.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 9,9-13, de Joven para Joven La vocación del publicano Mateo.
El nuevo rostro de Dios. Tres elementos componen la perícopa: El llamamiento a Mateo, el gran banquete (Lc 5,29) y la disputa con los escribas y fariseos por la compañía de Jesús con pecadores y publicanos. Es evidente que el protagonista Mateo no ofrece el relato por su interés histórico para informar sobre el personaje; no lo habría hecho tan esquemático. Ofrece un relato teológico en el que presenta la imagen de un Dios Padre-Madre, cuyo rostro es el mismo Jesús, totalmente contrapuesto al de los escribas y fariseos y, posteriormente, al de muchos cristianos a lo largo de los siglos.

Para captar el mensaje en toda su hondura, es necesario saber que Mateo era un funcionario al servicio de una potencia extranjera de ocupación, oficialmente un pecador, odioso desde el punto de vista político y vitando desde el punto de vista religioso. Los abusos de los publicanos, “ladrones oficiales”, eran conocidos, pues ahí estaba su ganancia. Tenían que pagar un canon al Imperio por el puesto; por lo demás, les dejaban las manos libres para cobrar a su antojo. Su presencia, según la moral puritana, debía ser evitada, como la de un leproso o la de una mujer pública. Era un reprobado social.

La actitud de Jesús ante Mateo y ante todos los pecadores, en contraposición a la de los escribas y fariseos, es profundamente respetuosa. No espera, como los “piadosos” de su entorno, a que cambien para amarlos y acercarse a ellos, para compartir mesa, ofrecerles su amistad e invitarles a formar parte de sus íntimos. Más bien se relaciona con ellos para que cambien. Con una lógica elemental y con ironía, al decir de los escrituristas, Jesús sentencia: “El médico no está para los sanos, sino para los enfermos”. El sello y la firma de la amistad que Jesús ofrece a Mateo y a sus compañeros es el banquete que comparte con ellos, que en aquella cultura es el sello de una alianza que crea lazos casi familiares.

Sensible a los pecadores. Jesús, con su acogida y amistad con los pecadores, revela el verdadero rostro de Dios Padre-Madre, que nos gana siempre la delantera en el amor (Mt 5,45). En nuestra relación con el Señor no hemos de olvidar jamás que Dios Trinidad ama a los pecadores. M. Quoist ha dicho muy teológicamente: “Dios no es alguien al que hay que amar, sino Alguien por quien hay que dejarse amar”. Esta convicción es el punto de arranque de una espiritualidad verdaderamente evangélica, que implica una actitud de profunda humildad y de profunda gratitud.

“¿Qué es lo que tengo que hacer para ser un cristiano de verdad?”, pregunta el campesino Paolo a Francisco de Asís. “Creer que Dios te ama”, le responde el poverello. “¿Aunque sea un blasfemo y un perdido?”, pregunta Paolo. “Aunque seas un blasfemo y un perdido”, repite Francisco. Y añade: “Pero ten en cuenta que tienes que creerlo de verdad”. Sabía perfectamente que no es fácil creerlo en serio.

Éste es el mensaje nuclear que grita el relato de hoy. El amor gratuito e incondicional de Dios Padre-Madre ha de impulsarnos a amar a los alejados, a los pecadores, no “a pesar de”, sino precisamente “porque” son pecadores, como lo hace Jesús: son los hermanos “pródigos”, los más necesitados, los enfermos que necesitan del médico. Los amamos por el bien de ellos ya que anhelan, sin saberlo, la Buena Noticia, el encuentro con el Señor, como le ocurrió a Mateo, Zaqueo, Pablo y otros muchos...

Los alejados y pecadores, conscientes de su miseria, están más abiertos a la acción del Espíritu que los escribas y fariseos de todos los tiempos, que no se convierten porque creen que no tienen nada importante que cambiar en sus vidas anémicas. Hemos de acercarnos como Jesús a estas “malas compañías” por el bien de la comunidad cristiana, que los necesita. ¡Cuánto hubiéramos perdido sin la conversión de Mateo, Pablo, Francisco de Asís, L. Bloy, V. Messori¡… Los convertidos son transfusiones de sangre vigorosa para las comunidades.

Hay que reconocer que es más lo que se habla que lo que se hace con respecto al acercamiento a los alejados. Muchas declaraciones, eso sí, pero pocos hechos. H. Cámara se quejaba de que le criticaran por hacerlo: “Que nadie se irrite al verme con los considerados “pecadores”. Mí puerta y mi corazón estarán abiertos a todos, absolutamente a todos”. Esto es lo que dice Jesús en el relato de hoy.

¡Esto hay que celebrarlo! El banquete es un regalo mutuo entre Jesús y Mateo. Jesús le honra con su presencia, signo de su amistad. Y es un regalo de Mateo que quiere celebrar la nueva amistad y la nueva vida que ha iniciado. Es mucho lo que deja, a lo que renuncia. Es un hombre rico. Pero entiende que seguir al rabí de Nazaret es una gran ganancia. Ha vendido todo para comprar el tesoro del Reino (Mt 13,44). No sólo no se lamenta de lo que deja, sino que es tal su alegría por la dicha lograda, que necesita celebrarlo por todo lo alto y compartir su alegría con los compañeros.

Esta comida de Jesús con los pecadores es símbolo del gran banquete del Reino, abierto a todos. También a nosotros, pecadores, nos perdona y nos sienta a su mesa. Aquí somos invitados no a comer suculentos manjares corporales, sino los increíbles manjares del Reino: su palabra, su cuerpo y sangre, signos supremos de su amistad.

Elevación Espiritual para este día.
Si deseamos interpretar más a fondo este episodio, diremos que Mateo no sólo ofrece al Señor de la tierra un banquete material en su casa, sino que le prepara un banquete mucho más agradable en su morada interior gracias a la fe y al amor, según lo que el mismo Cristo ha dicho: «Mira que estoy llamando a la puerta. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). El Señor está en la puerta y llama cuando infunde en nuestro corazón la llamada de su voluntad, tanto a través de la palabra de un doctor como por inspiración directa. Entra para sentarse a la mesa, él con nosotros y nosotros con él.

Reflexión Espiritual para el día.
El hambre es mi lugar nativo en la tierra de las pasiones. Hambre de comunión, hambre de rectitud; comunión basada en la rectitud, y rectitud alcanzada a través de la comunión. Sólo la vida podrá responder a las preguntas planteadas por la vida. Esta hambre se sacia sólo plasmando la vida de modo que mi individualidad sea un puente hacia los otros, una piedra en el edificio de la rectitud. No nos hemos de temer a nosotros mismos, sino vivir nuestra propia individualidad de manera acabada, buscando el bien. No hemos de seguir a los otros para adquirir la comunión, no hemos de erigir las convenciones en leyes en vez de vivir la rectitud. Libre y responsable. Sólo uno fue creado así, y si nos traiciona, su contribución faltará eternamente.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Amós 8, 4-6; 9-12. ¡Dios calla! ¡No se escuchaba a los profetas… ya no los hay!
Escuchad esto los que aplastáis al pobre y queréis suprimir los humildes del país, porque decís: « ¿Cuándo pasará la fiesta del novilunio para poder vender el grano? ¿Cuándo acabará el Sábado para poder dar salida al trigo?»
El novilunio como el sábado interrumpía las transacciones comerciales. (Levítico 23, 24; Éxodo 20, 8) Y vemos que en todas las épocas los fieles han intentado mantener tranquila su conciencia observando los preceptos rituales, absteniéndose de trabajar los días de fiesta religiosa... ¡pero conservando su afán de ganancia!
Esta «fachada» de piedad no puede engañar a Dios. Ninguna religión debe camuflar la explotación de los pobres.
¡Achicaremos las medidas, aumentaremos el peso con el fraude en las balanzas. Podremos comprar por poco dinero al desgraciado, y al pobre por un par de sandalias. Venderemos incluso los desperdicios del trigo!
Dios oye el grito de los desgraciados.
Dios ve el «alza de los precios» y el baile de las etiquetas y Dios sabe que son los más pobres los que más sufren. Concédenos, Señor, concede a todos los hombres el sentido de la más estricta conciencia profesional.
Ayúdanos a encarnar nuestra religión en los actos más concretos de la vida cotidiana para defender a los más desprovistos. Ayuda nuestras Iglesias a comprometerse más claramente frente a las injusticias económicas que sumen en la desesperación del hambre a más de la mitad del universo.
En aquel día —Oráculo del Señor Dios— haré ponerse el sol, a mediodía, cubriré la tierra de tinieblas en pleno día. Trocaré en duelo vuestras fiestas... Todas serán arrasadas... Y su final un día de amargura. El «día de Dios», es el día en que será castigada toda injusticia. La explotación de los pobres tendrá un fin. Ese «día del Señor» va acompañado de signos cósmicos
—temblores del suelo, eclipses de sol—, imágenes fantásticas estereotipadas que se encontrarán desde ahora en todos los apocalipsis.
Entonces las ilusiones de los ricos se esfumarán, como el humo.
¿No hay ya, desde ahora, una especie de maldición que como una gangrena ataca a los países más avanzados? La droga, la polución, la criminalidad, la anestesia de las conciencias. La injusticia lleva en sí misma su propio castigo.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, sana nuestras sociedades. Haznos lúcidos, Señor, para que sepamos ver el mal que corroe a la humanidad.
He aquí que vienen días —Palabra del Señor Dios— en que yo enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. Vagarán de mar a mar; irán y vendrán del norte a levante buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán.
Esta es la mayor desgracia, hombres que por fin despiertan de su letargo y que se ponen, por fin a buscar un sentido a su vida, hombres en quienes el «hambre de Dios» ha penetrado... pero que se encuentran cara al vacío del ateísmo. Una sociedad que ha evacuado a Dios y que se encuentra frente a la nada. Cansado de hablar sin ser escuchado, ¡Dios calla! ¡No se escuchaba a los profetas... ya no los hay!
¡Señor, continúa hablándonos! Continúa enviándonos a tus profetas.
Danos hambre de Ti… el hambre y la sed de tu palabra. +

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