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miércoles, 7 de julio de 2010

Lecturas del día 07-07-2010

7 de julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. MIÉRCOLES XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.(CIiclo C) 2ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Fermín ob, Odón ob, Edilburga ab. Beato Benedicto XI pp. 

LITURGIA DE LA PALABRA

Os 10, 1-3. 7-8. 12: Es tiempo de consultar al Señor
Salmo 104: Busquen continuamente el rostro del Señor.
Mt 10, 1-7: Id a las ovejas descarriadas de Israel
Nos es más fácil sacar a un lado a Dios en nuestros momentos de éxito y prosperidad que en aquéllos de dolor y tribulación. Inclusive nos es más fácil olvidarnos de su amor y misericordia que recurrir a ellos. El profeta Oseas nos revela cómo, a pesar del éxito, de la autosuficiencia del pueblo de Israel, de su obstinación en sus ídolos y propósitos, Dios no se aparta de él. La fidelidad de Dios es puesta constantemente a prueba, pero es definitivamente inquebrantable. En él no hay contradicción; por ello, cuando el pueblo experimenta la aflicción, el dolor de la persecución y el abandono de sus “amigos”, descubre en su experiencia cómo Dios en ningún momento se apartó de él.
Este misterio del amor de Dios por la humanidad adquiere matices de misión en la persona de Jesús, quien envía a los Doce, a sus discípulos más cercanos, con la misión de llevar a otros esta Buena Noticia que de primera mano estaban ellos viviendo. Jesús constituye con sus discípulos y con el envío que hace de ellos a los confines del mundo un nuevo pueblo de Dios, destinado a formar y reflejar el reino que se construye en justicia, misericordia y caridad.

PRIMERA LECTURA.
Oseas 10, 1-3. 7-8. 12
Es tiempo de consultar al Señor
Israel era una viña frondosa, y daba fruto: cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares; cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos erigía. Tiene el corazón dividido, ahora lo expiará: él mismo destruirá sus altares, abatirá sus estelas. Ahora dicen: "No tenemos rey, no respetamos al Señor, ¿qué podrá hacernos el rey?"

Desaparece Samaria, y su rey, como espuma sobre la superficie del agua. Son destruidos los altozanos de los ídolos, el pecado de Israel. Cardos y abrojos crecen sobre sus altares; gritan a los montes: "Cubridnos", a los collados: "Caed sobre nosotros." Sembrad justicia y cosecharéis misericordia. Roturad un campo, que es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia.

Palabra de Dios


Salmo responsorial: 104
R/.Buscad continuamente el rostro del Señor.

Cantadle al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas; / gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor. R.

Recurrid al Señor y a su poder, / buscad continuamente su rostro. / Recordad las maravillas que hizo, / sus prodigios, las sentencias de su boca. R.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; / hijos de Jacob, su elegido! / El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra. R. 


SANTO EVANGELIO
Mateo 10, 1-7
Id a las ovejas descarriadas de Israel
En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el Alfeo y Tadeo; Simón el fanático y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce les envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca". 

Palabra del Señor

Comentario de la Primera Lectura: Os 10, 1-3. 7-8.12. Es tiempo de consultar al Señor
Este texto de Oseas figura entre los más importantes de todo el Primer Testamento en orden a la revelación de la naturaleza del Dios-Amor Si en el capítulo 2 el símbolo-lenguaje que se nos revela es el de un Dios esposo, aquí cambia el registro. El amor de Dios es el de un padre tiernísimo que recuerda a su hijo los días lejanos en que, arrancándolo de la esclavitud de Egipto, lo llevó suavemente de la mano. El pueblo había ido continuamente por el camino de la idolatría, pero Dios estaba siempre para volverlo a coger en brazos, para expresarle su amor con los lazos de bondad que, tocando las fibras más secretas de la humana sed de ser amados, hubieran debido persuadirle sobre la fuerza, la fidelidad y la misericordia de este amor de Dios por el hombre. «La delicada interioridad del amor de Dios y, al mismo tiempo, su fuerza apasionada no han sido percibidas ni representadas por ningún otro profeta como por Oseas».

Existe en estos versículos una voluntad de salvación por parte de Dios que supera con mucho la indignación por el alienante ir a la deriva del hombre. Y todo el texto (en el que vuelve bastantes veces el verbo judío que significa «amor») subraya la absoluta prioridad del amor de Dios al hombre. El amor del hombre a Dios, en la Biblia, viene después, y aparece aquí con una cierta vacilación, corno para expresar la impotencia del «corazón incircunciso», del “corazón endurecido”, que sólo cuando lo alcanza y penetra el Espíritu puede convertirse en «corazón de carne», capaz, por tanto, de amar a Dios y, en él, a los hermanos (cf.: Ez 36,26ss). 

Comentario del Salmo 104. Busquen continuamente el rostro del Señor.

En los versículos iniciales tenemos los rasgos típicos de un himno de alabanza. No obstante, no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un salmo histórico. Como el salmo 76 y el 106, esta cuenta parte de la historia del pueblo de Dios, desde su formación hasta la conquista de la Tierra Prometida.

El salmo consta de introducción (1-7) y cuerpo (8-45). La introducción presenta las características de un himno de alabanza. Podemos contabilizar un total de diez invitaciones en imperativo dirigidas al pueblo: «dad gracias», «invocad», “anunciad” (1), «cantad», «recitad» (2), «gloriaos» y «alégrese» (3), «buscad» —dos veces— (4) y «recordad» (5). Los instrumentos musicales (2) acompañan esta manifestación de alabanza. Se mencionan siete acciones del Señor: «hazañas» (1), «maravillas» (2), «fuerza» (4), «maravillas», «prodigios», «sentencias» (5) y «gobierno» (7). «El Señor», designando a Dios, aparece cinco veces (la.3b.4a.7a). Además se habla de su «nombre» (1a), de su «nombre santo» (3a), de su «rostro» (4b) y de su «boca» (5b). Todo esto (acciones, nombre propio y partes del cuerpo) irán cobrando sentido a medida que se vaya desarrollando el salmo. El pueblo de Dios, al que se dirigen estas diez invitaciones, es llamado «descendencia de Abrahán, hijos de Jacob», a los que se califica respectivamente como «siervo» y «elegido» del Señor (6). Al margen de todo esto, la introducción especifica quién es este Dios y qué es lo que hace (7): es el aliado de Israel («nuestro Dios») y Señor de toda la tierra.

El cuerpo del salmo (8-42) explica y desarrolla lo que se ha dicho en la introducción. Es una especie de profesión de fe de Israel. Este bloque puede dividirse en cinco partes que se corresponden con distintos momentos o fases de la historia del pueblo: la época de los patriarcas (8-15), los tiempos de José (16- 22), la esclavitud en Egipto (23-36), éxodo y desierto (37-43) y entrega de la tierra (44-45).

La época de los patriarcas (8-15) se caracteriza por la alianza que conlleva la promesa de la tierra. La palabra «alianza» aparece tres veces (8.9.10), y se afirma que fue establecida con Abrahán, Isaac (9) y Jacob (también llamado Israel, y. 10). La alianza garantiza la conquista de la tierra. En este período, el pueblo era poco numeroso y aún se podía contar (12). Todavía no se había cumplido la promesa que el Señor le hiciera a Abrahán de que se convertiría en un pueblo tan numeroso como la arena de la playa (compárense los versículos 12 y 24).

Estamos en los días de las andanzas de los patriarcas: Abrahán —y después Isaac— bajó a Egipto; Jacob emigré a casa de su tío... Días de andanzas y de peligros. El Génesis, a partir del capítulo 12, se ocupa de estas cuestiones. Este salmo asegura que el Señor no permitió nunca que nadie oprimiera a los patriarcas, castigando a reyes para protegerlos (14). Resulta interesante señalar que a los patriarcas se les llama «ungidos» y «profetas» (15).

A continuación, tenemos la época de José (16-22) cuya historia se narra a partir de Gén 37. El Faraón nombré a José «señor de su casa» y «administrador de todos sus bienes» (21). De modo y manera que, por su causa, todo el pueblo de Dios emigró a Egipto.

El tiempo de la estancia en Egipto (23-36) se caracteriza por la esclavitud de un pueblo numeroso. Surgen las figuras de Moisés y Aarón (26), que realizan «signos», lo que tradicionalmente conocemos como «las plagas de Egipto». En el libro del éxodo, las plagas son diez. En este salmo sólo aparecen siete y se ven como pruebas que demuestran que el Señor defiende a su aliado y mantiene las promesas; son las siguientes: las tinieblas (28), el agua convertida en sangre (29), las ranas (30), los mosquitos (31), el granizo (32-33), las langostas (34-35) y la muerte de los primogénitos (36).

Del tiempo de la salida de Egipto y de la marcha por el desierto (37-43) se recogen los recuerdos más hermosos: el pueblo salió rico (37), de día lo protegía la nube y, de noche, el fuego (39), comieron las codornices y el maná, y bebieron el agua que brotó de la roca (40-41), es decir, dispusieron de comida y de bebida a capricho. No se menciona nada negativo, pues este salmo tiene una orientación positiva y rezuma optimismo. Se recuerda la promesa hecha a Abrahán (42) y la alegría con que el pueblo salió de Egipto (43).

El último período (44-45) se ocupa del cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas, a saber, que tomarían posesión de la tierra: «Les dio las tierras de las naciones y se adueñaron del trabajo de los pueblos» (44). No obstante, hay un estrecho compromiso que se expresa en las cláusulas de la alianza (45 a).

Para el pueblo de Dios, contar la historia significa beber en la fuente de la experiencia vital de los antepasados. El que bebe de esa agua es más feliz y ve cómo se incrementa su vida. Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿Acaso esto ha sido siempre así? Parece que no. Este salmo habría surgido para reavivar la memoria histórica de las hazañas del Señor y de los compromisos del pueblo de la alianza. Expresiones como «entre los pueblos» y «él gobierna toda la tierra» (7b) permiten suponer que este salmo surgió en una época en que el pueblo de Dios ya había perdido la tierra (época del exilio en Babilonia o posterior). Así pues, podemos entender que el cuerpo del salmo comience con la promesa de la tierra (11) y termine mostrando su toma de posesión (44), en una época en la que la tierra está en manos de pueblos extranjeros Este salmo, por tanto, pretendería sacudir las conciencias, para que el pueblo se preguntara: ¿Por qué hemos perdido la tierra? La respuesta parece tener que ver con el cumplimiento (o, más bien, incumplimiento) de lo que se dice al final del salmo: «Para que guardaran sus decretos y cumplieran sus leyes» (45 a). Este salmo, por tanto, oculta un terrible conflicto: la pérdida de la tierra, de la libertad y de la vida...

El pueblo había perdido la tierra. ¿Quién tiene la culpa? El salmo 105, al contrario que el salmo 106, con su visión pesimista, se muestra e4raordinariamente optimista. ¿Por qué? Porque focaliza las acciones de Dios. El siempre se ha mantenido fiel a la alianza y a las promesas hechas a los patriarcas. Si el pueblo ha perdido la tierra, la culpa es sólo suya, y no de Dios. El ha obrado siempre correctamente, todo lo ha hecho bien. Basta mirar sus siete acciones en la introducción, Conviene, por otro lado, examinar el cuerpo del salmo e ir anotando las innumerables acciones que el Señor hizo en favor de su pueblo. El se ha mostrado, siempre y constantemente, como el aliado fiel. Si el pueblo presta atención a las invitaciones que se le dirigen en la introducción, descubrirá el rostro del Dios de la alianza y volverá a poseer la tierra, porque Dios es fiel.

Jesús es presentado como fiel reflejo del Padre (Jn 1,17-18). El pertenece a la historia del pueblo de Dios y también es su culminación (Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Lucas, en su Evangelio, lo presenta como aquel que inaugura una sociedad y una historia nuevas. Mateo, por su parte, quiso presentarlo como un nuevo Moisés, como aquel que da lugar a un nuevo éxodo de vida y de libertad para todos (Mt 2, 13ss).

Conviene rezar este salmo en compañía de otras personas, pues la historia de un pueblo siempre se hace en comunidad con otros; este salmo es para cuando queremos «orar» nuestra historia en clave positiva, reconociendo la fidelidad de Dios, a pesar de nuestra flaqueza. Este salmo nos anima a rezar en sintonía con los que luchan por la tierra. Después de rezarlo, podemos continuar nuestra oración trayendo a ella la historia de cada uno, de las comunidades, del pueblo...

Comentario del Santo Evangelio: Mt 10, 1-7. Id a las ovejas descarriadas de Israel.

El texto retoma el anuncio: «El Reino de Dios está cerca». Tanto Juan el Bautista (Mt 3,2) como Jesús (4,17) lo proclamaron desde el principio. El que cree que el Reino es el Señor y se convierte, viviendo como él quiere, se convierte en «signo» de su presencia y, como dice inmediatamente después el texto, puede realizar curaciones, volver a dar la vida, tornar posición contra Satanás y sus estrategias de mal (v. 8). Lo que importa es la conciencia de estar inundados de continuo por energías divinas: la gracia que nosotros no hemos merecido, pero que Jesús la mereció por nosotros con su pasión, muerte y resurrección. Esta absoluta gratuidad es la apuesta de la persona que cree y de la comunidad edificada sobre el Evangelio. Puesto que gratuitamente recibimos todo de Dios, podemos proyectar nuestra existencia a través del don de la gratuidad. Aun viviendo en una sociedad y en sus estructuras, se hace posible así tomar distancia respecto a lo que, en estas estructuras, da un carácter absoluto al valor del dinero, de la ropa, de cualquier otro bien material.

También el discípulo trabaja en este mundo y sabe que tiene derecho al alimento (v. 10; cf. Lc 10,7), a la recompensa, pero se contenta con lo necesario. El excedente de la ganancia no es, por tanto, para ser acumulado, sino para la gratuidad del don. El evangelizador se quedará en casa de quien sea digno de recibirlo (v. 11). Y quien pida ser hospedado llevará, como signo distintivo, la paz. Precisamente esta paz mesiánica (Lc 10, 5) recoge el saludo con el que hay que anunciarse: "La paz esté con vosotros" será el signo distintivo. Quien la acoge, acoge en el hermano el Reino de Dios y todas sus promesas de bendición. Quien no la acoge, se excluye de todo esto. Por eso tiene sentido «sacudirse el polvo», gesto que hacían los que, al entrar en Israel, dejaban detrás la tierra de los infieles. Del mismo modo que Sodoma y Gomorra, que se hundieron por no haber acogido a los enviados de Dios (cf. Gn 19,24ss), así también se hundirá quien no acoja al hermano y, por tanto, el Reino.

La vida, sobre todo en nuestros días, está repleta de tensiones y de agobios que tienden a triturar las jornadas, a disipar y a empobrecer el espíritu. ¿El antídoto? Percibirme, precisamente hoy —no mañana, ni pasado mañana—, en mi debilidad, como el niño que el tiernísimo Abbá del cielo alza hasta sus mejillas con una fuerza y una ternura infinitas. Creo, estoy seguro por la fe, que él me saca de los diferentes Egiptos que son las distintas esclavitudes en que se ha enredado mi “obrar,” un «obrar» frenético sin acordarme de Dios.

El drama de muchos cristianos es realizar sólo intelectualmente que el Señor cuida de nosotros. De ahí el desaliento, el sentido de angustia e incluso de traición cuando tropiezan con la prueba, con el dolor, con las dificultades de la vida. Ahora bien, el hecho de que Dios sea «Dios y no hombre», si lo creo hasta el fondo en mi corazón, pacífica y ordena la existencia de raíz. De esta certeza de que hay un Dios, cuya identidad es amor (cf. 1 Jn 4,16), que nos ama y se preocupa por nosotros, brota ese estilo del que habla Jesús en el evangelio. Soy amado gratuitamente, me siento colmado de diligentes cuidados. En consecuencia, el lema de la gratuidad es mi referencia a los hermanos, anunciando precisamente ese Reino de Dios que es la luz, el sentido y la alegría de mi vivir Esta riqueza, absolutamente gratuita, es la que estoy llamado a entregar Y, precisamente dentro de este círculo de gratuidad, vivir se convierte en el aliento de la gran expectativa: «Vuelve raudo, Señor, como la luz difundida sobre la ola, que brilla con destellos inesperados».

Comentario del Santo Evangelio: Mt 10, 1-7, para nuestros Mayores. Misión de los discípulos 

La sección que comentamos comienza hablando de los doce discípulos como si se tratase de algo perfectamente conocido y que no necesita ninguna aclaración, aunque en realidad, no han sido mencionados hasta ahora en el evangelio. Pero la Iglesia a la que se dirige Mateo conocía perfectamente esta institución de los Doce; por eso se hace innecesaria toda explicación. La intención de Mateo al presentar a los Doce resulta bien clara teniendo en cuenta su mentalidad y tendencias, Ha presentado ya, en repetidas ocasiones, a Jesús como el nuevo Moisés. Un nuevo Moisés que funda un nuevo pueblo de Dios. Ahora bien, el antiguo pueblo de Dios constaba de doce tribus; el nuevo pueblo de Dios tiene las mismas características de universalidad que se hallan simbolizadas en el número doce. Jesús, nuevo Moisés, funda el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

En la lista de los Doce —aparte del lugar privilegiado de Pedro, nombrado siempre el primero y en Mateo con mayor énfasis que en los otros Sinópticos— hay nombres en los que unánimemente coincide la tradición, como en Santiago, Juan, Andrés, Judas el traidor… En otros encontramos variantes incluso en el nombre. Esto quiere decir que, en su mayoría, los apóstoles no fueron personalidades tan destacadas que su nombre llegase a hacerse célebre en todas las Iglesias, que habían nacido ya cuando nuestro evangelio fue puesto por escrito, más allá de las fronteras judías. En su mayoría desarrollaron su actividad en Jerusalén o en el país judío. Posteriormente nacería la leyenda para llenar esta laguna. Lo importan te de los Doce, lo que la Iglesia acentuó desde primera hora, es que Jesús la había fundado sobre aquellos doce a los que él llamó apóstoles, es decir, enviados especiales para una misión bien concreta.

El encargo de misión se resume en la continuación de la obra de Jesús: les da sus mismos poderes y les encarga que prediquen el evangelio: proximidad-presencia del Reino. La imagen que Mateo nos ofrece aquí de estos apóstoles es la correspondiente a la del maestro en relación con los discípulos.

Esta sección nos ofrece una de las afirmaciones más escandalosas del evangelio de Mateo: «No toméis el camino de los gentiles ¿Cómo es posible, sobre todo en un evangelio tan dominado por el universalismo de la salud —desde la narración de los Magos hasta el mandamiento de «Id por el mundo entero...» — que haya quedado este rasgo de particularismo rabioso y precisamente en labios de Jesús? Las explicaciones han sido muchas y, tal vez por eso, ninguna haya sido satisfactoria. La limitación a la casa de Israel tuvo lugar durante el ministerio terreno de Jesús; después de la resurrección se romperían las fronteras. Sería una explicación. Otra iría en la línea siguiente: la misión a los gentiles era mucho más fácil; el evangelio había encontrado entre ellos una actitud de abertura, mientras que en el mundo judío era de rechazo. Era necesario, por tanto, insistir en la urgencia de evangelización a los judíos que, por razones de dificultad, eran abandonados. Una tercera explicación que exponemos con modestia, precisamente por ser nuestra, explicaría la frase del modo siguiente: a) en la primitiva Iglesia hubo dos tendencias, una particularista —que insistía en los privilegios judíos— y otra universalista—que propugnaba el destino universal y absoluto del evangelio—; b) la tendencia particularista debía estar justificada por las palabras de Jesús; en consecuencia, c) esta tendencia inventó estas palabras y las puso en labios de Jesús. Mateo, como buen cronista, lo encontró en la tradición y lo transmitió tal y como a él le había llegado. ¿Es válida esta tercera explicación?

Comentario del Santo Evangelio: Mt 10,1-7, de Joven para Joven. Buscad primero las ovejas descarriadas de Israel. 

Los grandes hombres intentan formar personas que puedan sustituirlos. Pero no pueden darles un poder eterno.
El famoso científico Pasteur pasaba sus vacaciones en un pueblo francés. Por las tardes jugaba al ajedrez con el párroco, pero el sábado el sacerdote no podía jugar porque debía preparar la homilía para la misa dominical. Un día, preguntó a Pasteur: ¿Cómo explicaría usted a nuestra gente el origen divino de la Iglesia? El científico lo pensó y después dijo: Diría a la gente: tomad doce jóvenes de vuestro país, enseñadles durante dos años todo lo que sabéis, después mandadlos, uno a Nueva York, otro a Londres, un tercero a Sídney un cuarto a Sudáfrica y así sucesivamente. Después de dos mil años id a ver si se sabe aún algo de ellos.

Humanamente hablando, los doce apóstoles no estaban en mejor situación; sin embargo, sus nombres se recuerdan aún hoy. Se han convertido en las columnas de la Iglesia, porque el poder de Cristo estaba con ellos, según su promesa: « Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos» (Mt 28,20).

San Ignacio de Loyola recomienda meditar sobre la propia incapacidad para realizar nuestra vocación.

En la vida profana la vocación es una elección, con mucho de exámenes, para descubrir lo que conviene hacer y lo que se es capaz de hacer. Sin embargo, Dios, cuando llama, El mismo da las capacidades necesarias para realizar aquello a lo que se es enviado. Es un don puro, desinteresado, como la primera vocación y la creación de la nada. «Dios formó al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo de vida» (Gn 2,7). Algo parecido se verifica en cada vocación al servicio divino: el hombre, por su parte, no puede ofrecer a Dios más que el polvo de la tierra.

El alma del apostolado proviene de la inspiración divina, del Espíritu Santo. «Por la gracia de Dios soy lo que soy», escribe san Pablo (1 Co 15, 10). Por eso, incluso los grandes apóstoles de la humanidad, que han convertido a pueblos enteros y cambiado el curso de la historia, no tenían dificultad para conservar la humildad. Se consideraban grandes pecadores, temían no estar a la altura de su vocación y sentían que llevaban, como dice san Pablo, la gracia preciosa de Dios en vasijas de barro, siempre en peligro de romperse (2Co 4,7).

Según san Agustín, la humildad cristiana se parece a un árbol: cuanto más profundas son las raíces, más grande crece. Cuando doy mérito a otro por un trabajo, me disminuyo a mí mismo y mi valor. Sin embargo, cuando 1o atribuyo el mérito a Dios, esto aumenta la gracia de Dios hacia mí. Confieso que es Él quien actúa en mí, es decir, soy un hombre de Dios. La palabra «apóstol» expresa, precisamente, esto. El término viene del griego y significa embajador. Ciertamente, no disminuye el valor de un embajador si este actúa fiel y honestamente según las directivas de su patria; por el contrario, aparecerá más válido e importante.

Los humildes siervos de Dios experimentan que servir a Dios significa reinar, como dice el evangelio. Sabemos muy poco de la suerte de los doce apóstoles dispersos por el mundo, pero sus efigies han sido pintadas o esculpidas en las columnas de las iglesias. Sobre las columnas de apoyo, el edificio se puede alzar cada vez más; y así siguen haciendo sus sucesores.

Elevación Espiritual para este día.

En lo más profundo de sí misma, advierte el alma un movimiento que la atrae hacia Dios. Este le dice, de manera imperceptible, que todo irá bien con tal de que le deje hacer y no viva de otra cosa que de su fe auténtica en medio de un abandono total.

«Ciertamente —dice Jacob— el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía» (Gn 28,16). ¿Buscas a Dios, querida alma? Has de saber que está en todas partes. Todo te lo anuncia, todo te lo da. Incluso ahora ha pasado junto a ti, a tu alrededor, dentro, a través. Mora en ti y tú lo buscas. ¡Cuidado! Buscas la idea de Dios en su sustancia, buscas la perfección, y ésta se encuentra en todo lo que te sale al encuentro. Tus mismas acciones —si las haces por Dios y con Dios—, tus sufrimientos, tus atracciones: todo es enigma bajo el que Dios elige entregarse a ti. El no necesita tus ideas sublimes para habitar en ti.

Reflexión Espiritual para el día.

El amor a lo bello sigue siendo un anhelo fundamental no sólo de la vida monástica, sino de la vida cristiana en general. Dostoievski decía incluso que la belleza podría salvar el mundo, y yo estoy convencido de ello. Ahora bien, ¿dónde se encuentra esta belleza? ¿Dónde puede germinar?

La condición esencial para que florezca la belleza y connote las obras creadas por los cristianos es la pobreza: allí donde está la pobreza, no la miseria, allí donde está la sencillez, esto es, la capacidad de reconducir las cosas a lo esencial, forzosamente acabamos por reconducir las cosas a su armonía, y, entonces, todas las criaturas manifiestan su fuerza sinfónica, su consonancia natural, y crean por sí solas el ambiente que es la obra de arte. Dionisio el Areopagita recuerda que ninguna de las cosas que existen están privadas por completo de belleza, puesto que dice la Escritura que todas las cosas eran muy bellas cuando fueron creadas. De ahí que sea preciso descubrir de nuevo y hacer resaltar esta belleza, convirtiéndonos y convirtiendo las cosas a la unidad y la simplicidad deificante.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Oseas 10, 1-3; 7-8; 12. El Señor demolerá sus altares, romperá sus ídolos.

Israel era una vid frondosa que producía mucho fruto. Por primera vez el pueblo elegido es comparado a una «viña» que ha de dar mucho fruto. Ese tema será desarrollado en (Salmo 79, 9, Isaías 5, 1, Jeremías 2, 21; 11-17; Ezequiel 17, 6) Jesús utilizará esa imagen tradicional. (Mateo 21, 33; 20, 1; Juan 15, 1)
¿Soy yo una buena viña para Dios?
Pero, cuanto más aumentaba su fruto, más aumentaba los altares. Cuanto mejor era su país, mejores y más lujosos hacían los ídolos.
Era Dios quien daba la prosperidad y la felicidad. Pero ellos iban a dar gracias a los Baales.
¿No hacemos también esto nosotros cuando sacamos un mal provecho de nuestros éxitos? ¿Sabemos ser agradecidos por nuestros éxitos y nuestras expansiones?
Su corazón es doble.
Fingen permanecer fieles al verdadero Dios, pero de hecho su corazón está en los cultos sensuales de los Baales.
En verdad, Señor, mi corazón es también doble. Me atrae el bien, pero mi corazón va hacia los materialismos fáciles. San Pablo confesará que hay «dos hombres en él, uno que se complace en la ley de Dios, otro que le empuja al pecado.» (Romanos 7, 14-25)
Mas ahora van a espiar. El Señor demolerá sus altares, romperá sus ídolos. Dirán: No tenemos rey porque no hemos temido al Señor... ¡Samaria se ha acabado! Su rey es como espuma sobre el agua... El castigo toma la forma de un final de civilización: el poder político pierde toda su fuerza en la relajación general y la sociedad se destruye a sí misma antes de perecer por los golpes de los vecinos. Oseas pudo haber constatado ya los primeros síntomas de ello en la inestabilidad del poder. A la muerte de Joroboam comienza la carrera por el poder. Zacarías, su hijo, es asesinado a los seis meses de reinado. Shalum ha de pedir ayuda a Asiria para asentar su autoridad. Pequahya cae bajo los golpes de uno de sus oficiales después de sólo un año de reinado. Crece la anarquía. La nación se disgrega. Pronto morirá Samaria bajo los golpes de Asiria, en 722. Y el profeta interpreta toda esa historia: “¡Se ha acabado Samaria! su rey no es más que espuma...”
Espinas y cardos crecerán sobre los altares. Dirán entonces a los montes: «Cubridnos» y a las colinas: «Caed sobre nosotros»
Cuán emocionante es ver a Jesús citar ese pasaje de Oseas (Lucas 23, 30) para decir, él también, que los hombres, ante la amplitud de la catástrofe, no tendrán ninguna «razón de vivir» y desearán la muerte. En esto para, finalmente, el «furor de vivir» sin freno ni ley. De hecho, en las civilizaciones llamadas «avanzadas» es donde progresa el número de suicidios.
Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, entonces será el tiempo de buscar al Señor, hasta que venga a lloveros justicia.
Las amenazas de los profetas, nunca son solamente amenazas. Siempre se abre una esperanza de conversión, en un futuro mucho mejor, si los hombres quieren colaborar en ello...
Gracias, Señor. ¡Danos la valentía de «sembrar la justicia», para que Tú, por tu parte, «lluevas justicia»! 
 
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