viernes, 30 de julio de 2010

Lecturas del día 30-07-2010

30 de Julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. VIERNES XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Feria, o SAN PEDRO CRISÓLOGO, obispo y doctor, Memoria libre (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Abdón y Senén mrs, Julita mr. Beatos Braulio y Com mrs, José María Muro y com mrs.

LITURGIA DE LA PALABRA

Jr 26, 1-9: El pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor
Salmo 68 R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor.
Mt 13, 54-58: ¿No es el hijo del carpintero? 

Este pasaje narra el regreso de Jesús a su patria a su ciudad natal, pero los suyos no comprenden ni entienden las palabras de Jesús, nadie entendía que aquel Jesús, un vecino del mismo pueblo exhibiera tanta sabiduría. El desconcierto de los paisanos de Jesús, los lleva a no aceptar su mensaje, creen conocer y saber su origen, pero en realidad lo único que consiguen es el alejamiento del propio Jesús. He aquí el gran misterio de la ceguera. Veían lo admirable de su sabiduría y la realidad de sus milagros (v. 54) y en vez de alegrarse y seguirlo o al menos escucharle, se escandalizaban. Y claro está, como tenían que justificarse a sí mismos, sus parientes decían que era loco, y los grandes maestros enseñaban que estaba endemoniado. Por esto es que Él hablaba en parábolas (vv. 10 - 17), para que no entendieran sino los simples y los pequeños que se convertirían. Los otros no habrían podido oír la verdad sin enfurecerse, como sucedió cuando entendieron la parábola de los viñadores. Por eso es Jesús "signo de contradicción" y lo serán también sus discípulos. El camino de seguimiento a Jesús no es un camino de reconocimientos de triunfalismos, de aplausos, es un camino que comporta sus dificultades y sus renuncias, pero finalmente será un camino que lleva a la vida, y la vida plena de la que habla Jesús que la comenzamos a vivir cuando manifestamos abiertamente nuestro compromiso frente al llamado que Jesús nos hace, es la fe la que se necesita justamente porque Jesús no obra ningún milagro en su patria. Es importante resaltar en este relato al actitud de Jesús El continua su camino, es un camino de obediencia absoluta al Padre la misión de Jesús tiene que continuar a pesar de todos los obstáculos, el reino de Dios tiene que seguir siendo anunciado y nada ni nadie lo podrá detener. Este anuncio y la invitación son aceptados como lo indica el evangelio de Mateo los humildes y sencillos aquellos reciben con alegría el mensaje de Jesús.

PRIMERA LECTURA.
Jeremías 26, 1-9
El pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor
Al comienzo del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra del Señor a Jeremías: Así dice el Señor: Ponte en el atrio del templo y di a todos los ciudadanos de Judá que entran en el templo para adorar, las palabras que yo te mande decirles; no dejes ni una sola.

A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y me arrepiento del mal que medito hacerles a causa de sus malas acciones. Les dirás: "Así dice el Señor: Si no me obedecéis, cumpliendo la ley que os di en vuestra presencia, y escuchando las palabras de mis siervos, los profetas, que os enviaba sin cesar (y vosotros no escuchabais), entonces trataré a este templo como al de Silo, a esta ciudad la haré fórmula de maldición para todos los pueblos de la tierra.""

Los profetas, los sacerdotes y el pueblo oyeron a Jeremías decir estas palabras, en el templo del Señor.

Y, cuando terminó Jeremías de decir cuanto el Señor le había mandado decir al pueblo, lo agarraron los sacerdotes y los profetas y el pueblo, diciendo: Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo será como el de Silo, y esta ciudad quedará en ruinas, deshabitada?"

Y el pueblo se juntó contra Jeremías en el templo del Señor.

Palabra de Dios
Salmo responsorial: 68
R/ .Que me escuche tu gran bondad, Señor.

Más que los pelos de mi cabeza / son los que me odian sin razón; / más duros que mis huesos, / los que me atacan injustamente. / ¿Es que voy a devolver / lo que no he robado? R.

Por ti he aguantado afrentas, / la vergüenza cubrió mi rostro. / Soy un extraño para mis hermanos, / un extranjero para los hijos de mi madre; / porque me devora el celo de tu templo, / y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R.

Pero mi oración se dirige a ti, / Dios mío, el día de tu favor; / que me escuche tu gran bondad, / que tu fidelidad me ayude. R.

SANTO EVANGELIO.
Mateo 13, 54-58
¿No es el hijo del carpintero? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?
En aquel tiempo fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?".Y aquello les resultaba escandaloso.

Jesús les dijo: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta". Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Palabra del Señor

Comentario de la Primera Lectura: Jr 26,1-9. El pueblo se junto contra Jeremías en el templo del Señor.
Este fragmento abre una nueva sección del libro de Jeremías (capítulos 26—29), que se distingue de la precedente (capítulos 1—23). En la que ahora comienza, se narran en prosa las circunstancias relativas a los mensajes del profeta. Concretamente, el capítulo 26 presenta el contexto de las palabras pronunciadas por el profeta en la entrada del templo y recogidas en el capítulo 7. Durante el reinado del impío Joaquín, cine había frustrado las esperanzas de reforma religiosa suscitadas por su padre, Josías, pronuncia Jeremías el duro discurso del que aquí se nos ofrece una síntesis. El Señor envía al profeta al templo, presumiblemente con ocasión de una fiesta religiosa que atrae a muchas personas a Jerusalén (v. 2), a proclamar unas palabras importantes, unas palabras que deberá pronunciar sin omitir nada: está en juego la conversión del pueblo o su castigo (v. 3). Jeremías llama a todos a la responsabilidad respecto a la Palabra del Señor, cuya escucha constituye el punto de partida para convertirse. Precisamente con este fin ha sido enviando Dios, a lo largo de toda la historia de Israel, a los profetas, hombres de la Palabra (v. 5). Ahora bien, quien no sigue las advertencias de los profetas y no se comporta en conformidad con la Palabra del Señor no puede pretender encontrar la salvación sólo por el hecho de frecuentar el templo. La actitud asumida respecto a la Palabra es discriminadora: si escucharla y obedecerla es vivir, no escucharla y no obedecerla es morir. En este caso, el pueblo depositario de la bendición será maldito en virtud de su elección (v. 6).

Comentario del Salmo 68. Que me escuche tu gran bondad, Señor. 
Es un salmo de acción de gracias colectiva, El pueblo se encuentra congregado (tal vez después de la vuelta del exilio en Babilonia y la reconstrucción del templo) y celebra, con acción de gracias, la presencia de Dios a lo largo de todo el camino recorrido, recordando la gran peregrinación del pasado, esto es, la época en la que Dios caminaba al frente de su pueblo durante la conquista de la Tierra Prometida.

No resulta fácil exponer el modo en que se organiza este salmo. Existen diversas propuestas. Además, las traducciones no siempre coinciden entre sí. Nosotros vamos a dividirlo en seis partes: 2-4; 5-11; 12-19; 20-24; 25-34; 35-36. La primera (2-4) comienza diciendo que Dios se levanta. No se sabe a qué época se refiere. Tal vez a los tiempos de la esclavitud en Egipto. El hecho de que Dios se levante tiene dos consecuencias: enemigos, adversarios y malvados huyen, del mismo modo que se disipa el humo y se derrite la cera, mientras que los justos exultan y se alegran. Destacamos estas dos imágenes: la de la inconsistencia del humo en el aire y la de la cera en presencia del fuego (3).

La segunda parte (5-11) presenta el tema fundamental que recorre todo el salmo: la marcha del Señor, que avanza hasta llegar al santuario (el templo de Jerusalén). El es el jefe de la marcha del pueblo rumbo a la conquista de la Tierra Prometida. Aquí encontramos algunos de los títulos de Dios que no podemos olvidar: «Padre de huérfanos, protector de viudas» (6), el que da una casa (tierra) a los marginados, que libera a los cautivos y los enriquece (7a). La marcha del Señor por el desierto hace que tiemble la tierra y que se disuelvan los cielos. Es una expresión simbólica que habla de la reacción de la naturaleza ante el Dios de la Alianza. La marcha prosigue, presentando ahora a Dios como pastor que guía a su humilde rebaño (Israel) hacia la toma de posesión de la tierra.

La tercera parte (12-19) habla de la tierra, un tema que ya ha comenzado antes, Dios dispersaba a los reyes de Canaán, mientras que el pueblo descansaba. Se compara al pueblo con las ovejas que descansan en los apriscos y con palomas que baten sus alas plateadas, destilando oro de sus plumas (14). Los anteriores dueños de la tierra salen huyendo atemorizados ante la presencia del Señor, y las mujeres se reparten el botín, hartándose y enriqueciéndose (13). Vuelve, entonces, el tema de la marcha de Dios. El Señor camina desde el Sinaí, lugar de la Alianza, al santuario, lugar de su morada, como un héroe victorioso. Las montañas de Basán, altas y escarpadas, envidian inútilmente el monte Sión, que Dios ha elegido como morada en medio de su pueblo.

La cuarta parte (20-24) es una breve «bendición» de Dios por sus acciones: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, a los enemigos les aplasta la cabeza, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y permite vengarse del enemigo (24). Se trata de siete acciones en favor de su pueblo.

La quinta parte (25-34) retorna el tema central, la marcha victoriosa de Dios hacia el santuario. Es una marcha en el presente (momento en el que surge este salmo) y del pasado (época de las tribus en el desierto). Se pide que, al igual que en tiempos pasados, Dios reprimo, también en el presente, a los enemigos de Israel (31a), para que paguen tributo a Dios. Es interesante señalar que se quiere el fin de las guerras (31b) y que también los pueblos no judíos vayan en procesión al encuentro del Dios de Israel (32-34). Estamos, por tanto, después del exilio (cf. Sal 67), una época en la que se ve a Dios como Señor de todos los pueblos y naciones.

La última parte (35-36) presenta el objetivo que pretende alcanzar este salmo: que todos los pueblos reconozcan al Dios de Israel, quien, desde el santuario, meta definitiva de su marcha en la historia, impone reverencia y da fuerza y poder a su pueblo.

Con toda seguridad, este salmo habría surgido, una vez concluido el exilio en Babilonia, de las celebraciones del pueblo de Dios. En ellas se daba gracias por la presencia de Dios en el caminar de su pueblo, desde la época del éxodo (casi mil años antes), hasta el momento en que nació este salmo. De todo ello nacía una clara certeza: en todos los conflictos que hubo de afrontar Israel, allí estaba Dios, a su lado, llevando sus cargas, salvándolo, liberándolo, defendiéndolo, etc. La gran marcha del Señor había sido una marcha de liberación, hasta instalarse en el templo, su morada. A los enemigos del pueblo se les trata como enemigos de Dios, lo que viene a indicar que el Señor es un Dios que toma partido. Pero también se advierte una progresión en este salmo: mientras que, en la época de la conquista, los reyes salían huyendo y Dios aplastaba la cabeza de sus enemigos (13.22), al final se invita a los reyes de la tierra a cantar a Dios, a tocar para él. Así pues, ha habido un cambio en la visión de las cosas. Se trata de la superación de un nuevo conflicto «teológico» o «religioso».

Para los judíos que tuvieron que reconstruir su identidad nacional después del exilio en Babilonia, el templo adquirió una importancia fundamental. Se puede afirmar que, en ese período, la desaparición del templo hubiera supuesto la desaparición del judaísmo. De ahí la importancia del «santuario» y de la marcha que, hacia él, emprende Dios en este salmo.

Son muchos los elementos de este salmo que configuran el retrato de Dios. Indicarnos algunos de ellos. En primer lugar; nótese la variedad de nombres que recibe: «Dios», «Señor» (en ocasiones, detrás de este «Señor» está su nombre propio, Yavé), «Todopoderoso», «Dios del Sinaí», «Dios de Israel»... Son nombres que pretenden abarcar toda la historia del pueblo. Dios siempre está presente en su curso. En segundo lugar, algunas expresiones que identifican al Señor: «Padre de huérfanos, protector de viudas», aquel que da una casa (tierra) a los marginados, que libera y enriquece a los cautivos (6-7 a), pastor que conduce a su humilde rebaño hacia la conquista de la tierra (11.14). A continuación, las siete acciones descritas en 20-24: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, aplasto la cabeza de los enemigos, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y posibilito vengarse del enemigo (24). El motivo de la marcha hacia el santuario lo presenta como el «Dios-con-nosotros» que camina al frente de su pueblo (8), presidiéndolo y conduciéndolo hacia la conquista de la libertad y de la vida. Además, pone en movimiento una «peregrinación» de pueblos y de reyes que vienen a su encuentro, pues él es Señor de todos, para que reconozcan «la fuerza de Dios» (35a).

Comentario del Santo Evangelio: Mt 13, 54-58. ¿No es el hijo del carpintero? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?
Terminado el «sermón en parábolas», recoge Mateo otro material narrativo, cuyo variado contenido marca la progresiva separación entre Jesús e Israel y manifiesta la formación específica dada al grupo de los discípulos (cf. Mt 13,54—17,27).

El episodio que abre la sección, y que constituye el fragmento litúrgico de hoy, narra el rechazo que opusieron a Jesús sus paisanos. Del estupor inicial producido por su enseñanza (v. 54) se pasa a la pregunta fundamental sobre la identidad del Nazareno. Los fariseos habían respondido a ella declarándolo afiliado al bando del príncipe de los demonios, por cuya autoridad habría hecho los milagros (cf. 12,24). Los habitantes de Nazaret, sin embargo, no dan respuesta alguna. El conocimiento que tienen de su paisano y de su familia se con vierte en un obstáculo para creer que sea él el Mesías: no es posible que un hombre de la condición de Jesús tenga «esa sabiduría y esos poderes milagrosos» (v.55ss). Jesús constata a través de su propia experiencia la verdad del dicho proverbial que reza: “Nadie es profeta en su tierra” (cf. v. 57). La suerte de su mensaje y de su misma persona no es diferente a la reservada a los profetas del Antiguo Testamento y de todos los tiempos: rechazo, burla, desprecio, persecución; a menudo, también muerte violenta. Y dado que los milagros suponen la fe, que es lo único que permite comprender su verdadero significado, la incredulidad de los habitantes de Nazaret se convierte en un impedimento para que Jesús pueda hacerlos (v. 58).

La fe es acogida y adhesión total a la persona de Jesús No es posible aceptar a Jesús en parte, sólo en aquellos aspectos que puedan parecernos más agradables y comprensibles. Si aceptar a Jesús y la Palabra del Padre que él nos comunica lanza por los aires nuestras ideas y proyectos, incluso religiosos, si descubrimos que Jesús es diferente de la imagen que nos habíamos hecho de él, entonces se nos presenta la ocasión de convertirnos, es decir, de abandonar nuestros puntos de vista y dirigir nuestra mirada sobre Jesús tal como es, disuadiéndonos de nuestros razonamientos. Si esto nos incomoda demasiado y nos mofamos de quien nos invita a no camuflar el rostro de Dios, difícilmente podremos ver los signos de su presencia vivificante entre nosotros.

La invitación a escuchar a los profetas va rebotando a lo largo de los siglos y llega hasta nosotros. En Jesús se ha pronunciado la Palabra de Dios de manera total, y desde hace dos mil años nunca han faltado en la Iglesia hombres y mujeres que con su vida, sus escritos y su predicación han reavivado entre sus contemporáneos la conciencia de la belleza y las exigencias del Evangelio. También hoy están presentes entre nosotros, pero ¿los escuchamos?

Señor siempre sorprendente, que remueves mis certezas construidas a la medida de mi tranquilo vivir.

Oh Dios, a quien tengo miedo de entregarme y cuya falta me consume; Dios de mi mediocridad y de mi nostalgia del absoluto; Dios que caminaste en Jesús entre nosotros y exaltaste nuestra vida, haz que te conozca, porque, Oh Señor de mi vida, creo en ti.

Comentario el Santo Evangelio: Mt 13, 54-58, para nuestros mayores. En Nazaret desconfían de Jesús. 
El profeta sólo es despreciado en su patria. El profeta, como dice la palabra de derivación griega, es quien habla en lugar de otro. En el Antiguo Testamento, Moisés baja del monte Sinaí donde ha hablado con el Señor (Ex 24,3), y los profetas hablan en nombre de Dios: «Así dice el Señor» (Jr 2,5).

Es natural preguntarse si es verdad que han recibido esta misión de Dios.

Psicológicamente, es difícil creer que una persona que vemos siempre en la vida cotidiana haya recibido una misión divina. Y, sin embargo, la esencia del cristianismo está en la fe en que Dios entra también en esta vida, en los acontecimientos banales de todos los días y que podemos percibir la voz divina en las palabras de la gente que encontramos. Nadie afirma: «Así dice el Señor» y, sin embargo, en cada voz está escondida la voz de la Providencia divina. Pero la oye sólo quien busca a Dios y a su palabra.

¿No es este el hijo del carpintero? Una persona prudente no se cree todo lo que le dicen, sino sólo lo que ve con sus propios ojos. Pero ¿qué vemos realmente con nuestros ojos? Sólo la superficie, el lado externo de las cosas y de los hombres. Los habitantes de Nazaret veían a Jesús con los ojos y, por tanto, no como Hijo de Dios, sino como el niño crecido en la familia del carpintero José. Con los ojos del cuerpo y con la experiencia de la vida cotidiana ni siquiera se descubren los misterios de la naturaleza y menos aún la interioridad del hombre y la profundidad de su existencia en Dios. Los santos veían en el alma de los demás, pero ni siquiera esta visión era completa. San Serafin de Sarov se sorprendía de poder leer el corazón de los demás, conocidos sólo para Dios, como un libro abierto; pero era una virtud que le pesaba y suplicaba a Dios para que le inspirase más bien qué responder a los hombres que le pedían consejo.

Si perdemos el sentido de la sacralidad del misterio de todo hombre, comenzaremos a juzgar a la gente por su aspecto externo, perderemos de vista los horizontes divinos y nos obligaremos a vivir en los espacios angostos de la vida cotidiana.

Y estaban escandalizados de él. Causa gran impresión la primera vez que se visita una ciudad artística, o se va a la ópera, o se encuentra a un personaje famoso. La segunda y tercera vez la impresión es ya más débil. Lo que encontramos todos los días, aunque se trate de encuentros sentimentales, termina siendo como un vestido usado, se convierte en cotidiano. También las cosas y personas sagradas están sometidas a este desgaste psicológico. Por eso, no debemos sorprendernos de que incluso la comunión eucarística diaria termine por hacerse sin particular emoción o devoción. Incluso cuando nos confesamos con sinceridad nos parece repetir mecánicamente los defectos habituales, como por costumbre. ¿Dónde está el entusiasmo? Con el tiempo y la frecuencia diaria terminamos viendo sólo los defectos y las debilidades de todos y de todo: El latín dice: cotidiana vilescunt. Un dicho francés recuerda que no hay héroe para su ayudante de cámara. Visto de cerca, nadie es un gran hombre.

Es así y no debemos maravillarnos. Es señal de que necesitamos ajustar continuamente nuestro juicio sobre las personas y nuestra relación con ellas. Debemos llevar a la memoria lo que hay de bello y de bueno en cada uno y que, desgraciadamente, olvidamos fácilmente.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 13, 54-58, de Joven para Joven. El profeta solo es despreciado en su patria. 
El profeta, como dice la palabra de derivación griega, es quien habla en lugar de otro. En el Antiguo Testamento, Moisés baja del monte Sinaí donde ha hablado con el Señor (Ex 24,3), y los profetas hablan en nombre de Dios: «Así dice el Señor» (Jr 2,5).

Es natural preguntarse si es verdad que han recibido esta misión de Dios. Psicológicamente, es difícil creer que una persona que vemos siempre en la vida cotidiana haya recibido una misión divina. Y, sin embargo, la esencia del cristianismo está en la fe en que Dio entra también en esta vida, en los acontecimientos banales de todos los días y que podemos percibir la voz divina en las palabras de la gente que encontramos. Nadie afirma: «Así dice el Señor» y, sin embargo, en cada voz está escondida la voz de la Providencia divina. Pero la oye sólo quien busca a Dios y a su palabra.

¿No es este e hijo de carpintero? Una persona prudente no se cree todo lo que le dicen, sino sólo lo que ve con sus propios ojos. Pero ¿qué vemos realmente con nuestros ojos? Sólo la superficie, el lado externo de las cosas y de los hombres. Los habitantes de Nazaret veían a Jesús con los ojos y, por tanto, no como Hijo de Dios, sino como el niño crecido en la familia del carpintero José. Con los ojos del cuerpo y con la experiencia de la vida cotidiana ni siquiera se descubren los misterios de la naturaleza y menos aún la interioridad del hombre y la profundidad de su existencia en Dios. Los santos veían en el alma de los demás, pero ni siquiera esta visión era completa. San Serafín de Sarov se sorprendía de poder leer el corazón de los demás, conocidos sólo para Dios, como un libro abierto; pero era una virtud que le pesaba y suplicaba a Dios para que le inspirase más bien qué responder a los hombres que le pedían consejo.

Si perdemos el sentido de la sacralidad del misterio de todo hombre, comenzaremos a juzgar a la gente por su aspecto externo, perderemos de vista los horizontes divina y nos obligaremos a vivir en los espacios angostos de la vida cotidiana.

Y estaban escandalizados de él de. Causa gran impresión la primera vez que se visita una ciudad artística, o se va a la ópera, o se encuentra a un personaje famoso. La segunda y tercera vez la impresión es ya más débil. Lo que encontramos todos los días, aunque se trate de encuentros sentimentales, termina siendo como un vestido usado, se convierte en cotidiano. También las cosas y personas sagradas están sometidas a este desgaste psicológico. Por eso, no debemos sorprendernos de que incluso la comunión eucarística diaria termine por hacerse sin particular emoción o devoción. Incluso cuando nos confesamos con sinceridad nos parece repetir mecánicamente los defectos habituales, como por costumbre, ¿Dónde está el entusiasmo? Con el tiempo y la frecuencia diaria terminamos viendo sólo los defectos y las debilidades de todos y de todo: El latín dice: cotidiana vilescunt. Un dicho francés recuerda que no hay héroe para su ayudante de cámara. Visto de cerca, nadie es un gran hombre.

Es así y no debemos maravillarnos. Es señal de que necesitamos ajustar continuamente nuestro juicio sobre las personas y nuestra relación con ellas. Debemos llevar a la memoria lo que hay de bello y de bueno en cada uno y que, desgraciadamente, olvidamos fácilmente.

Elevación Espiritual para este día. 
Bajó de los cielos a la tierra por causa de la humanidad que sufre; se revistió de nuestra humanidad en el seno de la Virgen y nació como hombre. Él fue quien nos sacó de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al Reino eterno. Fue perseguido en David y deshonrado en los profetas. Fue él quien se encarnó en el seno de la Virgen, fue colgado en la cruz, sepultado en la tierra y, resucitado de entre los muertos, subió a las alturas de los cielos.

Reflexión Espiritual para el día.
¿Decir en veinte renglones quién es Jesucristo? Para los cristianos, Jesús es Dios. —Aunque no para todos: la divinidad de Cristo ha dividido desde siempre a la cristiandad. — Pocos dogmas como éste han sido defendidos o combatidos con tanta fogosidad. — La imagen de Cristo se refleja siempre en la conciencia de cada uno según sus propios conocimientos.

Para los judíos, durante los siglos de su exilio, el Crucificado ha sido también el Crucificador. En nombre de Cristo se han promulgado leyes antisemitas, en nombre de Cristo ha sido discriminado, perseguido, expulsado, asesinado con excesiva frecuencia Israel a ruegos de muchas Inquisiciones. Jesús: un vínculo de unión entre Israel y los gentiles, que une y separa en igual medida, Justo, sabio, profeta: un “loco” entre los “locos” de Israel, en la medida en que toda verdadera profecía confina con la locura que condena nuestra sensatez. Un judío «central», decía Martin Buber. Un judío único, como todos y cada uno podemos constatar. Único por su esplendor y por la contradicción que ha introducido —como una levadura— en el corazón de las naciones. Un misterio —así prefieren definirlo los teólogos cristianos, a los que responden con el silencio los teólogos judíos—. Pero veinte líneas son incluso demasiadas para hablar de un misterio. O bien, en ese caso, es que el que lo intenta no sabe de lo que está hablando.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías 26, 1-9. Quizá oigan y se torne cada cual de su mal camino.
Al principio del reinado de Yoaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida a Jeremías esta palabra del Señor: «Párate en el patio del templo... A toda la gente dirás:... trataré este templo como hice con Silo y haré que Jerusalén sea maldecida por todas las naciones de la tierra...»
De nuevo, una amenaza contra el culto formalista del Templo.
Jeremías está arrestado por el mismo motivo que Jesús:
por haber anunciado la ruina del Templo.
¡Se necesitaba valentía para decir esas cosas!...
Quizá oigan y se torne cada cual de su mal camino:
entonces me arrepentiré del mal que estoy pensando hacerles por la perversidad de sus obras.
La intención última de Dios no es nunca la amenaza. «Quiero la conversión y no el castigo» dirá Ezequiel (33, 11) Y Jesús irá más lejos diciendo: «hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.» (Lucas 15, 7- 10) Señor, te doy gracias por esta posibilidad que me ofreces de cambiar mi vida. Que no la emplee para quedarme voluntariamente en mi mal.
¿Quizá «oirán»?...
Si no me «escucháis» estando atentos a las palabras de mis siervos los profetas...
Todavía el tema de la escucha, de la atención. A menudo hoy, se oye decir: «no encuentro tiempo para la oración». Es verdad que un cierto tipo de oración de escucha no puede hacerse más que en un cierto silencio y que para ello es necesario ponerse en determinadas condiciones favorables.
Danos, Señor, la energía de ponernos en esas condiciones, de saber dejar una ocupación, si es preciso, para «estar a la escucha»..., como nos ponemos de veras a la escucha de alguien que amamos o que respetamos.
Los profetas que persistió en enviaros y que no escucháis.
¡Oh, sí, Señor, persiste!
Sé más perseverante que yo. Sigue hablándome aun cuando yo no sepa escucharte. Quizá algún día tu voz llegará a superar la algarabía de mi alma.
Sacerdotes, profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías pronunciar esas palabras en el Templo del Señor. Y cuando Jeremías terminó de pronunciar todo lo que el Señor le había ordenado decir a todo el pueblo, sacerdotes y profetas le prendieron diciendo: « ¡Vas a morir! ¿Por qué has hecho esta profecía?...» Y todo el mundo se juntó en torno a Jeremías, en el Templo del Señor.
Se quiere hacer callar a este profeta molesto, como se hará callar a Juan Bautista, como se hará callar a Jesús. Señor, ¿por qué tus amigos, tus portavoces, son rechazados tan a menudo?
La fe verdadera es a menudo una prueba. Jeremías la vivió como una prueba. Anunciaba a sus contemporáneos la ruina de todas sus seguridades: «no creáis que el Templo es una protección infalible». Y él mismo, personalmente, veía desmoronarse toda seguridad ante la coalición de las autoridades que querían matarle. Todo hace pensar que murió, de hecho, mártir, realizando ¡por adelantado! algo de la Pasión de Jesús.
Señor, ayúdanos a vivir nuestra fe en la desnudez de las pruebas, en la inseguridad de las revisiones, en la noche de las dudas. +

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