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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Lecturas del día 08-09-2010


8 de Septiembre 2010, MIÉRCOLES DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LA SAGRADA BIBLIA.  FIESTA DE LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA. NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA. NUESTRA SEÑORA DEL PINO, NUESTRA SEÑORA DE LOS LLANOS. NUESTRA SEÑORA DEL CORO. NUESTRA SEÑORA DE LA VICTORIA. NUESTRA SEÑORA DE NURIA. NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE. SS. Fausto mr, Sergio pp, Beato  Federico Ozanam cf.

LITURGIA DE LA PALABRA

Miqueas 5,1-4a . El tiempo en que la madre dé a luz
Salmo responsorial: 12. Desbordo de gozo con el Señor.
Mateo 1,1-16.18-23.  La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo

PRIMERA LECTURA.
Miqueas 5,1-4a
El tiempo en que la madre dé a luz
Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz."

Salmo responsorial: 12 .
R/.Desbordo de gozo con el Señor.
Porque yo confío en tu misericordia:  alegra mi corazón con tu auxilio. R.

Y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. R.


SANTO EVANGELIO.
Mateo 1,1-16.18-23
La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo 

[Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.

David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abías, Abías a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatán, Joatán a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amós, Amos a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.

Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquín, Eliaquín a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.]

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios con nosotros"."


Palabra del Señor.


Comentario de la Primera Lectura. Mi  5, 1-4ª; 7. El tiempo en que la madre dé a luz.
Este oráculo del profeta Miqueas sobre Belén de Efrata es muy conocido en la tradición cristiana por el uso que hacen de él Mateo (2,5-6) y Juan (7,42). Basándose en este oráculo, la tradición judía -consignada por ambos evangelistas- veía en la villa de Belén de Judá el lugar de nacimiento del Mesías esperado. Sin embargo, Jesús, cuando manda a sus oponentes judíos que escruten las Escrituras para ver qué dicen de él, nunca hace una referencia directa a este texto de Miqueas ni a su nacimiento en Belén. En cambio, acepta que lo consideren nacido en Nazaret (cf. Jn 1,45-46; 19,19).

Miqueas predice que de Belén de Efrata saldrá «el jefe de Israel» (5,1). Con él llegará a Israel la paz (v 4). Aunque no sea posible señalar el momento histórico en que se cumplen los tiempos mesiánicos del profeta, ni su posibilidad en el futuro el texto nos traslada a la visión de un mundo nuevo, diferente, en el que el Israel histórico se transforma en otro Israel, el de la esperanza. Las palabras de Miqueas rezuman la seguridad de la victoria que se conseguirá como obra de la potencia de Yavé y de la majestad de su nombre (v 3).

Miqueas describe la misión universal de su pueblo, cuya grandeza no tiene más soporte que su Dios, no la esperanza en el hombre ni la confianza en los mortales (v 6). El anuncio de la victoria sobre la terrible Asiria no hace sino confirmar este convencimiento del profeta sobre la permanencia del «resto de Jacob» (6-7).

La historia y la grandeza del nuevo Israel, del resto de Jacob en medio de todos los pueblos, bajo la guía firme y salvadora del Mesías -que instaura la paz en todas partes- no se puede describir. No obstante, el profeta Miqueas «ve» que se «desarrollan» con todo esplendor en el «más allá» de lo que nosotros llamamos historia real.

Miqueas es un campesino de Moreset, un pueblo situado a unos 35 km, al suroeste de Jerusalén, que vive y actúa entre los años 750 y 700 a.C., la misma época que Isaías. Ha tenido que huir de su pueblo a causa de la invasión asiria, y se ha refugiado en la capital. Y allí, escandalizado por la dramática situación de injusticia social y la proliferación de cultos paganos, lanza sus oráculos de destrucción mezclados con anuncios de una nueva situación en la que se cumplirán las promesas de Dios mediante una monarquía digna de sus orígenes davídicos. El oráculo que hoy leemos es la culminación de estos anuncios de futuro.

Del nuevo rey se destaca: 1) sus orígenes humildes, como humildes fueron los orígenes de David, significados en la aldea de Belén; 2) su continuidad con la dinastía davídica, que gobierna al pueblo "desde tiempo inmemorial"; 3) serán el final del tiempo actual de abandono y dispersión: el pueblo entero, incluso el Reino del Norte destruido, será nuevamente reunido; 4) en él se manifestará la obra de Dios, que a través de este rey velará por su pueblo; 5) el objetivo es que el pueblo pueda vivir en paz, liberado de las angustias que ahora sufre: por eso este rey tiene como nombre la misma paz.

Este rey que el profeta anuncia lo imagina para un tiempo muy cercano: los dos versículos que siguen al texto de hoy hablan de que este rey liberará al pueblo del asedio de los asirios.

Pero ciertamente que un anuncio como éste no se realizó plenamente bajo ningún rey; el Mesías que aquí se dibuja va mucho más allá de la institución monárquica israelita. El salmo (79) es probablemente una plegaria al retorno del exilio pidiendo la ayuda de Dios para la reconstrucción del pueblo. "El hombre que tú fortaleciste" podría referirse a alguno de los caudillos de la reconstrucción, Zorobabel o Esdras.

Comentario Salmo 12 . Desbordo de gozo con el Señor. 
Es un salmo de súplica individual, En su parte central, contiene dos peticiones, como si fueran órdenes dadas a Dios: “¡Respóndeme!”, «Ilumina» (4). Además de esto, al principio se repite cuatro veces la pregunta “¿Hasta cuándo?” (2-3), lo que pone de manifiesto que la persona está viviendo una situación dramática

Este salmo tiene tres partes, formadas por los versículos 2-3; 4- 5; 6. En la primera (2—3), aparece insistentemente la pregunta: “¿Hasta cuándo?”, dirigida a Dios. El salmista pregunta hasta cuándo seguirá olvidándolo el Señor, hasta cuándo va a esconderle su rostro (2). Además, considerando su propia situación, le pregunta —imaginando que Dios lo ha olvidado y rechazado— hasta cuándo va a tener que padecer un sufrimiento y tristeza continuos (3a). Finalmente, quiere saber hasta cuándo va a triunfar su enemigo sobre él (3b). En esta primera parte, aparecen los tres personajes del drama: el Señor; es justo y su enemigo.

La segunda parte (4-5) contiene la súplica propiamente dicha. El justo le pide a Dios que responda y que tome medidas, pues la situación es muy grave. De hecho, se menciona la posibilidad de la muerte (4). Es evidente que no se trata de una muerte natural, sino de la muerte provocada por el enemigo (los «opresores» del v. 5) que, finalmente, va a alcanzar su objetivo: la muerte del justo y su propia victoria.

En la tercera parte (6) el justo habla de su confianza en la misericordia de Dios. Tal vez el Señor haya respondido a sus peticiones. O, quién sabe, debido a su gran confianza en que será escuchado, inmediatamente después de la súplica añade una acción de gracias por la salvación que va a recibir.

Tratándose de una súplica, este salmo revela un fuerte conflicto entre el justo y los malvados, entre el justo y los injustos, a los que se llama dos veces «mi enemigo» (3.5) y una «mis opresores» (5) A simple vista, puede darnos la impresión de que se trata de un conflicto aislado entre dos personas, pero no es así. El plural «opresores» indica que se trata del enfrentamiento entre dos grupos: uno comprometido con la justicia y representado por el «justo», y otro comprometido con la injusticia y representado por el «enemigo» y los «opresores».

¿Quién es más fuerte en este conflicto? Indudablemente, los injustos. La vida del justo corre constantemente peligro. De hecho, le pide al Señor que ilumine sus ojos —es decir, que asumo su defensa— para no hallar la muerte a causa de la persecución de los malvados. Es difícil entrar en más detalles. No obstante, el término «opresores», además de mostrar que se trata de un grupo, sugiere la existencia de persecución, de una situación de angustia y dificultad, de modo que el justo corre constantemente el riesgo de morir a manos de sus opresores. Estos, por lo que todo parece indicar, sólo descansarán cuando hayan matado al justo (4). Entonces podrán decir: «le he vencido», y se alegrarán con la muerte de quien luchó por la justicia (5). Por eso, este salmo comienza con la machacona pregunta: “¿Hasta cuándo?”, y más aún; «¿Para siempre?» (2).

¿Y los demás? Todo permite suponer que, tanto en este salmo, como en otros, tenemos el retrato de una sociedad marcada por la impunidad y el miedo. Los malvados han creado un ambiente de intimidación y de terror, de modo que casi nadie se atreve a levantar la voz o hacer nada pues, quien tiene la osadía de decir o hacer algo, pone su vida en peligro. El justo corre ese riesgo y grita, confiando en Dios y en su misericordia. El Señor es su última esperanza. Si no responde, ciertamente los opresores lo matarán.

Si en este salmo tenemos tres referencias a los adversarios del justo, también tenemos tres veces el nombre propio de Dios: “Yavé” (el Señor) al principio (2), en medio (4) y al final (6), lo que indica que está muy presente, a pesar de su aparente indiferencia o «ausencia» descritas en la primera parte (2-3). El justo se dirige a él diciendo «mi Dios», signo de intimidad y de compromiso mutuo. De hecho, el nombre propio de Dios —“Yavé” (el Señor)— y la expresión «mi Dios» nos llevan a pensar en el éxodo, la portentosa intervención del Dios liberador, que rescató a su pueblo de la esclavitud en Egipto y selló con él una alianza. Desde entonces, Dios llama a Israel «mi pueblo», e Israel se dirige al Señor llamándolo «mi Dios». Se trata, una vez más, del Dios del éxodo y de la Alianza. Sin esta clave de lectura, este salmo no se sostiene.

Por eso el justo se atreve a clamar, sabiendo que su súplica no quedará frustrada. Por esta misma razón, llama la atención de Dios y le da órdenes: “¡Atiéndeme!, Señor, mi Dios! ¡Respóndeme! Ilumina mis ojos para que no me duerma en la muerte” (4). También por este motivo, se dirige a él con esta atrevida pregunta: « ¿Hasta cuándo?».

El justo tiene la impresión de que el Señor lo ha olvidado y rechazado (le esconde su rostro). Pero su confianza tiene unas profundas raíces, tal como muestra al final del salmo (6). ¿Qué es lo que habría sucedido? ¿Habría escuchado el Señor el amor del justo y lo habría liberado? ¿O es que el justo, al haber depositado en Dios tanta confianza, concluye su súplica celebrando ya la intervención divina, aunque todavía no se haya manifestado? No lo sabemos. En cualquier caso, este final pone de manifiesto la fuerza que nace de la confianza de quien tiene al Señor como aliado.

Este salmo tiene repercusiones en el Nuevo Testamento y en la de Jesús. Basta examinar las situaciones de súplica con que se encontró y cómo dio respuesta a estas situaciones, sobre todo en casos extremos, como la muerte de alguien (Mc 5,21-24.35-43; Lc 7,1 1-17; Jn 11,1-44).

Es un salmo de súplica. Cuando miramos a nuestro alrededor y vemos tanta injusticia y tanta miseria, también nosotros podemos dirigirnos a Dios en nuestras oraciones para preguntarle:«¿Hasta cuándo?». Esta pregunta pone al descubierto una serie de situaciones de ausencia de vida que pueden convertirse en motivos inspiradores de nuestra oración. Podemos rezar este salmo solidarizándonos con las personas perseguidas por causa de la justicia, con aquellos cuya muerte ha sido ya decidida. Es un salmo para cuando tenemos la sensación de que Dios está ausente o que se muestra indiferente ante los males que vemos a nuestro alrededor.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 1, 1-16.18-23. La criatura que hay en ella viene del espíritu Santo.
El exordio del evangelio según Mateo representa una especie de consulta del registro civil sobre Jesús: es como una letanía de nacimientos. Más o menos, todos los antepasados han sido protagonistas en una etapa de la historia; en el nacimiento y en la vida de muchos de ellos resultó determinante la intervención del Señor.

Al final de la lista, el evangelista —discípulo de Cristo sumiso a la cultura judía— sitúa a José, esposo de María, «de la cual nació Jesús, llamado Mesías» (y. 1 6). José no huyo ninguna presencia, sino sólo proximidad y continuidad, en el acontecimiento de la encarnación, revelado como misterio entre la Virgen y el Espíritu Santo. También José recibió este anuncio. También él fue madurando en la fe la comprensión del nacimiento de aquel que fue engendrado en María, su esposa, por el Espíritu Santo y estaba destinado a salvar al pueblo de sus pecados (v. 21). También él secundó la Palabra divina, obediente, silencioso, activo.

La meditación en la fiesta del nacimiento de María se enriquece de ideas. Sólo los apócrifos se basan en la narración del nacimiento de la Madre del Salvador, empalagados de fantasías emocionadas y de hechos inverosímiles utilizables, no obstante, en el ámbito de las simbologías y como interpretaciones. En las lecturas bíblicas no se concentra la atención directamente en María, dado que faltan las fuentes relativas a su nacimiento. Por consiguiente, la meditación sobre su nacimiento tiene que pasar al menos por una afirmación central en ellas, a saber: la importancia del nacimiento.

Semejante observación podría parecer una obviedad; sin embargo, nos introduce en la búsqueda del sentido profundo, más allá de la crónica, de una existencia desde la perspectiva de la fe en Dios y desde la confianza en la nueva criatura entrada en el mundo humano.

El punto fuerte en el descubrimiento de la importancia de un nacimiento está en el descubrimiento de que Dios es el protagonista de ese nacimiento y del destino de esa persona. La presencia determinante e indispensable de Dios como protagonista se encuentra, en con secuencia y por analogía, también en el nacimiento y en la vida de María. El oráculo de Miqueas (el leccionario propone Miq 5,2-5 como primera lectura alternativa) se refiere a una maternidad, esto es, a la fuente de un nacimiento proyectado por Dios: la cita de éste en Mt 2,6 denota una convicción mesiánica, traducida por el evangelista en una convicción cristológica y contextualmente mariológica.La relectura de otro oráculo (ls 7,14) por parte del mismo evangelista señala en la virgen parturienta María a la madre designada por el mismo Dios y envuelta en el abismo místico de la comunión con el Espíritu Santo, el «Señor que da la vida». La importancia del nacimiento de María se deduce también a través de la prefiguración de ella en aquellos que fueron llamados por Dios según su designio, conocidos desde siempre, predestinados, justificados (la singular redención anticipada de la inmaculada), glorificados.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 1, 1-16. 18-23, para nuestros Mayores. Cristo e la revelaci.on de la plenitud.
Hemos dividido el capítulo primero del evangelio de Mateo en las dos partes indicadas en el título. La primera recoge una genealogía fatigosa y, aparentemente al menos, innecesario. A primera vista parece ser simplemente una lista de nombres de los ancestrales de Cristo sin ningún contenido teológico ni poder alguno de interpelación. ¿Por qué la antepone Mateo a su evangelio?

Sabemos, y nos lo ha recordado el Vaticano II que Cristo es la plenitud de la revelación. El hecho de ser la plenitud de la revelación lo coloca inevitablemente en relación con la preparación de la misma, con todo el Antiguo Testamento. Mateo presenta su árbol genealógico para demostrarlo. Por eso, inmediatamente después de mencionar su nombre —nótese que es mencionado el nombre completo, «Jesucristo», que equivale a una fórmula de fe, Jesús es el Cristo, el Ungido, el Mesías— añade «hijo de David, hijo de Abraham». La genealogía nos introduce así tanto en el terreno de la historia como en el de la teología. Mateo quiere presentarnos al protagonista de su evangelio y, una vez que nos ha dicho su nombre, Jesucristo, con todo lo que significa -—Jesús es el Cristo— se apresura a demostrar su afirmación.

El Mesías debería descender de David. Pues bien, Jesús desciende de David. Precisamente por eso divide la genealogía en tres partes compuestas cada una de catorce nombres. El centro de la misma lo ocupa David, por la razón que hemos apuntado. La genealogía, por otra par te, tiene mucho de artificial. Lo demuestra el simple hecho de colocar catorce nombres en cada una de las fases en que divide la prehistoria de Cristo. El número catorce, por ser el doble del siete, indica perfección y plenitud. Aquí significaría la perfección y providencia especial de Dios en la disposición de toda la historia salvífica anterior, que culmina en Cristo.

La razón apuntada anteriormente explica también la mención de Abraham. El origen de Cristo coincide y se remonta al principio mismo de Israel. Por la misma razón son mencionados, en la primera parte de la genealogía, Judá y sus hermanos, es decir, todo Israel. En la tercera parte se resume la historia de Israel, a partir del destierro babilónico, por idéntica razón: quiere abarcar toda la historia de Israel: su origen, los momentos más importantes y la coronación o plenitud, que es Jesús.

El fin teológico de la genealogía permite a nuestro autor jugar con alguno de los nombres. Nosotros debemos descubrir su juego. Al mencionar al rey Asa, Mateo escribe Asaf, que, según el Salterio (Sal 73, 1; 75, 1...), compuso varios Salmos, y en lugar de Amón, otro de los reyes de Israel, nuestro evangelista escribe Amós, que fue uno de los célebres profetas del pueblo de Israel. ¿No querrá decirnos Mateo, con este pequeño juego, que también los Salmos y profetas alcanzan su plenitud en Cristo?

La segunda parte del capítulo presenta el nacimiento de Cristo como algo absolutamente milagroso. María concibió a Jesús sin concurso de varón, por obra del Espíritu Santo. Y al mencionar al Espíritu Santo o al Espíritu de Dios, Mateo —como cualquier escritor judío— piensa en el poder creador de Dios. Afirmado el hecho —concepción milagrosa de Jesús—, Mateo se detiene con cierta amplitud en exponer las consecuencias del mismo. La primera es el natural desconcierto de José. María y José estaban desposados. Según la ley judía, esto quería decir que el contrato de matrimonio había sido sellado seria y firmemente. Únicamente faltaba la ceremonia de la boda, que culminaba llevando a la novia a vivir en la misma casa del novio. La ley judía no consideraba pecado serio la relación sexual habida entre los novios-desposados en el tiempo intermedio entre desposorios y casamiento. Más aún, en caso de que naciese un hijo en ese tiempo intermedio, era considerado por la ley como hijo legítimo.

Teniendo en cuenta la ley y costumbres judías, el estado de María únicamente creaba problema a José. ¿Por qué? Creemos que él estaba al corriente de lo ocurrido No vemos ninguna razón para que Maria, su esposa, no le hubiese informado de todo. Entonces, ¿por qué la duda? La duda de José no fue acerca de la culpabilidad o inocencia de María, sino sobre el papel que él personalmente tenía que jugar en todo aquello. Una intervención sobrenatural —aparece el motivo del ángel— se lo aclara: deberá poner el nombre al niño, es decir; deberá ser su padre legal (era el padre quien imponía el nombre) y entonces, conocido su papel en aquel matrimonio, cesa su turbación, desconcierto o duda.

El anuncio del ángel a José es un resumen completo del Nuevo Testamento: Jesús salvará al pueblo de sus pecados. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la expresión «perdón de los pecados» no significa el perdón de una falta concreta sino que es el resumen de toda la acción salvadora de Dios. Quiere decir esto que, con la aparición de Jesús, ha sido superada la separación entre Dios y el hombre. Porque él es “el Dios con nosotros”, para nuestra salvación, Decir Jesús o salvador es exactamente lo mismo. El nacimiento de Jesús, su vida y actividad fue —y es— Dios con nosotros. Como lo había anunciado el profeta Isaías

Comentario del Santo Evangelio: Mt 1,1-16.18-23. de Joven para Joven. Genealogía del Mesias, hijo de Davida, hijo de Abrán. 
El evangelio según Mateo se abre con un título solemne: «Genealogía de Jesús, Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán», seguido de un largísimo elenco de nombres de elevado significado teológico. El verbo que domina el pasaje es “engendrar”, que, en su sentido más profundo, significa “crear por Dios”, “crear en nombre de Dios”. En efecto, las genealogías ejercen en las Escrituras el papel de interpretar la historia a partir de su fundamento, de la vida transmitida como bendición divina.

Entre las distintas genealogías bíblicas sólo hay una introducida de manera semejante a la de Mateo: se trata del “Libro de la generación de Adán”, o sea, del «primer hombre», que, hecho a imagen y semejanza de Dios, engendra hijos comunicándoles esta misma semejanza (cf. Gn 5,1-32), Mateo, por consiguiente, recorre el río de las generaciones para indicar que la cadena de la transmisión de la vida a través de la carne y de la sangre se detiene en Jesucristo: con él comienza una nueva creación, obra del Espíritu (v. 18; cf. Jn 1 ,12s). Este cambio decisivo está indicado por el mismo verbo “engendrar» empleado en forma pasiva (v. 16).

En el texto aparece también la mención insólita de cuatro mujeres —además de María—, de las que tres son de origen extranjero y vivieron la maternidad en condiciones irregulares; se confirma así el aspecto universal de la Buena Noticia, implícito ya en el v. 1, así como su absoluta gratuidad. Allí, en efecto, se definió a Jesús como Mesías, hijo de David (por consiguiente, corno el Mesías esperado por Israel), hijo de Abrahán (por consiguiente, como el verdadero hijo de la promesa), heredero de la bendición para todas las naciones.

Mateo atribuye un significado particular a la subdivisión de las generaciones en tres series de catorce (dos veces siete, número que indica la perfección), hasta el punto de hacer que salgan las cuentas sólo con un cierto artificio. El evangelista quiere demostrar que en Jesús ha llegado la plenitud ele los tiempos, el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo y a todas las gentes.

El comienzo de] evangelio según Mateo nos sorprende con su larga serie de nombres, en su mayoría desconocidos: nos encontramos frente a una cultura muy diferente de la nuestra y sentimos la tentación de tomar nuestras distancias. Con todo, si sentimos en nuestro corazón el deseo de entrar en la “Buena Nueva”, entonces la genealogía, como la corriente de un río, nos empuja siempre más allá, hacia las profundidades del misterio de Dios, que no desdeña entrar él mismo en la historia humana para convertirla en una historia sagrada. Mientras los nombres se suceden, el verbo engendrar sigue igual, como para decir que los hombres pasan,

Reflexión Espiritual para este día
¿De dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fueron hechos el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti la Palabra se hace carne recibiendo la carne, sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y une con la carne, y tu acoges en tu ser inmaculado al Verbo divino hecho hombre. Al ser concebido te encontró virgen, y, una vez nacido, te deja virgen. Te otorga la fecundidad, sin privarte de la integridad. ¿De dónde te ha venido? ¿Quizá parezca insolente interrogar así a una virgen y pulsar inoportuna mente con estas mis palabras a sus castos oídos? Mas veo que ella, llena de rubor, me responde y me alecciona: « ¿me preguntas de dónde me ha venido todo esto? Me ruborizo al responder acerca de mí bien; escucha el saludo del ángel y reconoce en mí tu salvación. Cree a quien yo he creído. Me preguntas de dónde me ha venido eso. Que el ángel te dé la respuesta». Dime, ángel, ¿de dónde le ha venido eso a María? Ya lo dije cuando la saludé: Salve, llena de gracia (Lc 1,28).

Elevación Espiritual para este día.
Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín, tu marido, viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer, Ana, concebirá en su seno.

Y Joaquín salió y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin mácula, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el consejo de los ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo.

Y he aquí que Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su casa, lo vio venir y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello, diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones, porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día.

Y los meses de Ana se cumplieron y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña y la llamó María.

Y cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el gran sacerdote recibió a la niña y, abrazándola, la bendijo y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por el concedida a los hijos de Israel.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: Riesgos del profeta.
En el cumplimiento de su misión, el profeta está expuesto a ciertos riesgos que, cuando cae en ellos, lo convierten de verdadero en falso. E. Jacob enumera cuatro: la presión del poder, la tradición inmovilista, dejarse llevar por la gente y buscar el triunfo personal.

Por lo que se refiere a la presión del poder, los ejemplos son numerosos, pero se lee uno en Am 7,10-15, que vale por toda una disertación. En este texto se contraponen dos clases de profetismo: el de Amós, que no se pliega a las presiones del sacerdote de Betel respaldado por el rey, sino que se mantiene fiel a la misión que Dios le ha confiado (verdadero profetismo); y un profetismo profesional burocrático, que convive pacíficamente con Amasías y Jeroboán II, porque se somete servilmente a los intereses del poder constituido (falso profetismo). En la misma línea de Amós están Natán y Elías, que se enfrentan con David y Ajab, así como todos los verdaderos profetas, que denuncian los abusos de las clases dominantes.

El profetismo profesional clerical y cortesano, no sólo se pliega al poder constituido por servilismo, sino que se deja llevar, a su vez, por una tradición inmovilista, que lo conduce a la rutina y cierra sus oídos a la voz de Dios. Esta es la postura de un profetismo romo, sin imaginación ni creatividad, que repetía siempre los mismos tópicos. El ejemplo más significativo lo presenta Jr 28, donde se describe el enfrentamiento entre los profetas Jeremías y Ananías a propósito del retorno de los desterrados. Ananías representa “la ideo- logia política intemporal y abstracta, mientras que Jeremías busca la salvación concreta del hombre de carne y hueso”. “Ananías personifica al patriota inmovilista, bloqueado por axiomas teológicos. Jeremías, en cambio, es el humilde partero de una sociedad nueva, atenta a los signos de los tiempos”.

La tentación de dejarse llevar por la gente, confundiendo la voz del pueblo con la voz de Dios, la sufrió incluso el propio Jesús, el profeta por antonomasia. Cuando el pueblo, enfervorizado por la multiplicación de los panes, quiso arrebatarlo y proclamarlo rey, Jesús se sintió sin duda halagado, pero esquivó el peligro y se refugió en la oración (Jn 6,15). En el Antiguo Testamento son bien conocidos los llamados “profetas-paz”, denunciados por Miqueas, Jeremías y Ezequiel, porque profetizan paz y bonanza de manera mecánica y rutinaria, sin prestar atención a la voz de Dios y a la coyuntura histórica, llevados simplemente por el deseo de halagar los oídos de la gente (Jr 14, 13-16; Miq 3,5-8; Ez 13; 1 Re 22).

Una de las acusaciones que se hace a los falsos profetas es que emplean el ministerio como plataforma para medrar y mejorar su posición personal y social. Amós y Miqueas acusan a los falsos profetas de obrar por interés ya que a quienes los agasajan con regalos y donativos les anuncian bienes y venturas; a los que no les dan nada, males y desventuras (Am 7,12; Miq 3,5-8). El sacerdote de Bétel, Amasias, confunde a Amós con los profetas profesionales que hacen del ministerio un medio de vida. Pero Amós deja bien claro que él no es de esos, que él no es un mercenario ni un asalariado sino un profeta de vocación; su profesión es la de agricultor y de ella vive (Am 7, 10-15). +


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