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sábado, 26 de diciembre de 2009

Día 26-12-2009


26 de Diciembre 2009. SÁBADO. FIESTA DE SAN ESTEBAN PROTOMÁRTIR. (CicloC) SS. Dionisio pp, Zenón ob, Zósimo pp.

LITURGIA DE LA PALABRA.

Hch 6,8-10; 7, 54-60: “Veo el cielo abierto”
Sal 30: A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Mt 10,17-22: “El Espíritu de su Padre hablará por ustedes” 

El evangelista Mateo nos pone en perspectiva de lo que significa seguir a Jesús. Nos muestra cuáles son las exigencias y riesgos con los que tiene que contar un auténtico discípulo de Cristo. Es obvio que la comunidad mateana estaba pasando por situaciones de sufrimientos y persecuciones, situación que también tuvo que pasar Jesús. Recordemos que los cristianos fueron expulsados por los judíos en el año 70, por el hecho de anunciar la Buena Nueva de Jesucristo. Tuvieron que comparecer ante tribunales, fueron maltratados y ultrajados. Pero no todo es dolor, sufrimientos y contradicciones; también hay un mensaje de aliento y esperanza para todos aquéllos que se arriesguen asumir este camino liberador: ¡no se preocupen por lo que van a decir! Esa confianza fue la que tuvo el santo que celebramos en este día, san Esteban, quien fue el primer mártir del cristianismo. Anunció incansablemente el Evangelio, fue apresado y lo llevaron ante el Sanedrín para interrogarlo. Fue calumniado y posteriormente apedreado por los judíos. Hombres como Esteban que, sin importar las consecuencias, no se cansan de anunciar la justicia, la verdad, el amor y misericordia de Dios, es lo que necesita nuestro mundo, tan lleno de injusticias, guerras, hambre, cobardías, inconsecuencias…

PRIMERA LECTURA.
Hechos 6,8-10;7,54-60
Veo el cielo abierto

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios." Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: "Señor Jesús, recibe mi espíritu." Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado." Y, con estas palabras, expiró. 

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 30
R/.A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame. R.

A tus manos encomiendo mi espíritu: / tú, el Dios leal, me librarás. / Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. / Te has fijado en mi aflicción. R.

Líbrame de los enemigos que me persiguen; / haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia. R. 

SEGUNDA LECTURA.

SANTO EVANGELIO.
Mateo 10,17-22
No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará."

Palabra del Señor.



Comentario de Primera lectura: Hechos 6,8-10; 7,54-60.

Esta página de los Hechos narra la muerte de Esteban, primer mártir de la Iglesia. Hombre de fe y de Espíritu Santo, fue elegido diácono para el servicio de la comunidad cristiana, a fin de que la comunión de vida fuese visible incluso en la distribución de los bienes (cf. Hch 6,1-6). Lleno de dones carismáticos, de sabiduría contemplativa en la predicación y de fuerza evangélica en la evangelización, fue intrépido testigo de Cristo resucitado con la fuerza de su Espíritu (vv 8-10). La parte final del valiente discurso de Esteban, hecho ante los ancianos y los jefes del pueblo, y la sucesiva narración de su martirio (vv. 54-60) son un magnífico ejemplo de catequesis bíblica. El discurso, en efecto, concluye por una parte con la profesión de fe en Jesús, hecha por Esteban y, por otra, con la falsa acusación de los jefes contra él por haber pecado contra la Ley de Moisés y el templo y, por tanto, con la decisión de su condena a muerte. La lapidación del protomártir Esteban es narrada por Lucas según el modelo de la muerte de Jesús, porque también él murió confiándose al Señor y perdonando a sus verdugos (cf. vv. 59-60; Lc 23,34-46). El testimonio de Esteban no es otro sino que la vida de Cristo continúa en la vida de la Iglesia por la disponibilidad al Espíritu, la predicación, la coherencia evangélica y la muerte misma. Es preciso estar abiertos al paso del Espíritu por la propia existencia para comprender los tiempos nuevos que Jesús ha inaugurado, porque ahora su persona es la plenitud de la ley que ninguna persecución podrá eliminar jamás.

Comentario del Salmo 30. 

Este es un salmo de súplica individual, en el que se mezclan elementos de acción de gracias (8-9; 22-25). Alguien está atravesando una gran dificultad y, por eso, clama al Señor. Según Lc 24,46, Jesús habría rezado en la cruz este salmo o parte de él, ya que este Evangelio pone en su boca, como sus últimas palabras, la frase que encontrarnos en la: «En tus manos encomiendo mi espíritu».

El hecho de incluir elementos de acción de gracias hace más difícil establecer una clara división. No obstante, podernos distinguir tres partes: 2-9; 10-19; 20-25. En la primera (2-9), se concentran casi todas las peticiones urgentes que esta persona le dirige al Señor a causa de la dramática situación en que se encuentra. Tenernos siete de estas peticiones: «sálvame», «inclina tu oído», «ven aprisa», «sé tú mi roca», «guíame», «sácame», «rescátame». El salmista hace estas peticiones basado en la confianza que ha depositado en el Señor, considerado como último recurso. De hecho, se presenta a Dios como «roca fuerte», fortaleza», «roca y baluarte» y «el que rescata», Algunos versículos presentan ya la acción de gracias (8-9) por el rescate llevado a cabo. Tal vez se hayan añadido más tarde.

La segunda parte (10-19) comienza con una súplica («ten piedad», v. 10), que se extiende bastante a la hora de describir la desastrosa situación en que se encuentra el salmista: está arrasado física y psicológicamente y por eso todos lo rechazan como a un cacharro inútil, como a algo repugnante (10-13). Describe con detalle las acciones de sus adversarios, que pretenden darle el golpe de gracia (14). Vuelve la confianza en el Señor (15-16a) y, a causa de ello, surgen nuevas peticiones («líbrame», «haz brillar», «sálvame», 16b-17). La persona pide un cambio de destino y sigue con la descripción de las acciones criminales de sus enemigos (18-19).

En la tercera parte (20-25), ya no encontramos súplica, sino acción de gracias al Señor (20-22) y una catequesis dirigida a los fieles (23-25), es decir a los justos, quienes, hasta este momento, parecían ausentes y acobardados ante tanta opresión e injusticia. Es la resurrección de la lucha por la justicia.

Como los demás salmos de súplica, también este revela un terrible conflicto social entre una persona justa y un grupo de personas injustas. El enfrentamiento es desigual: uno contra muchos, ¿Es que sólo había un justo? Claro que no, pero los demás estaban asustados y permanecían callados, con miedo a morir a la mínima reacción.

¿Cuál es la situación del justo? Este salmo lo describe como alguien que ha caído en la red que le han tendido los malvados (5). Ha caído en las manos de su enemigo (9), que le oprime y le causa dolor (10), dejándolo sumido en la tristeza y entre gemidos (11), sin fuerzas para reaccionar (11). El justo llama «opresores» a sus enemigos (12), y, a causa de la opresión que padece, es rechazado por vecinos y amigos (12), se le considera ya como si estuviera muerto (13), como un caso perdido. El salmo lo presenta también como perseguido por los enemigos (16) y lo califica como «justo» (19).

¿Y los enemigos? Aparte de lo que se dice de ellos al exponer cómo se siente y cómo se encuentra el justo, este salmo los presenta como adoradores de ídolos vanos (7), como enemigos (16), malvados (18), mentirosos (19), responsables de intrigas (21).

Así pues, podemos reconstruir el marco social que dio origen a este salmo. Un justo trató, él solo, de oponerse a la injusticia generalizada (idolatría) presente en la sociedad. Los malvados injustos reaccionaron con violencia, intimidando a los demás justos, que se ocultan acobardados. El justo lleno de valor hace frente a las consecuencias de su valentía. Los malvados, sirviéndose de calumnias e intrigas, tratan de capturar al justo, que acaba en sus manos, cayendo en la trampa que le han tendido. Estando solo, el justo no tiene a quién recurrir. Se siente perdido. Sus amigos y vecinos le han dado la espalda. Se siente como muerto, como un caso perdido. Físicamente debilitado (cf. el vigor que se le debilita y los huesos que se le consumen del y psicológicamente derrumbado (se siente como un ser repugnante para sus vecinos y un espanto para sus antiguos amigos, v. 12), escucha los cuchicheos de los enemigos que traman su muerte. ¿Qué puede hacer? Todos lo han abandonado: justos, amigos, vecinos, conocidos... Entonces clama al Señor pues ya no le queda nadie a quién recurrir. Así nació este salmo: a partir del tremendo conflicto entre justicia e injusticia, con la aparente y fácil victoria de los injustos, que tienen al justo en sus manos y quieren matarlo.

Una vez más, Dios es visto y experimentado como el amigo y aliado fiel que no falla en los momentos de angustia. ¿Por qué tiene tanta confianza esta persona y clama a Dios? Porque sabe que, en el pasado, el Señor escuchó el clamor de los israelitas, se solidarizó con ellos, bajó y los liberó de la trampa de muerte que les había tendido el Faraón. El Señor es el aliado que hace justicia (2).

En este salmo, el Señor recibe algunos títulos significativos, que imprimen vivos colores al retrato de Dios: «roca» (3), «fortaleza» (3), «baluarte» (4). Se trata de términos vinculados con la idea de defensa y protección (contexto militar). El Señor se presenta también como «mi Dios» (15), expresión profundamente unida a la idea de Alianza; además de lo dicho, hay referencias a Dios como «refugio de acogida» (20), como alguien que «esconde» (21) y «oculta en su tienda» (21).

En el Nuevo Testamento, Jesús fue todo esto para los excluidos y los que sufrían: enfermos, leprosos, muertos, personas que necesitaban recuperar su dignidad. Además, según Lucas, este salmo es un retrato del mismo Jesús, víctima de las maquinaciones e intrigas de los poderosos. Abandonado por todos, entrega su espíritu al Padre, depositando en él toda su confianza.

Tratándose de un salmo de súplica individual, podemos rezarlo cuando nos encontremos en una situación próxima o parecida a la de la persona que lo compuso, o bien, podemos rezarlo en solidaridad con tantas y tantas personas que viven circunstancias de opresión y exclusión semejante a las que nos describe el salmo. Desde el punto de vista personal, es conveniente rezarlo cuando tenemos la sensación de haber sido abandonados; cuando nos sentimos físicamente debilitados y psicológicamente arrasados; cuando el dolor nos consume los ojos, la garganta y las entrañas; cuando nos sentimos víctimas de las intrigas humanas...

Si no vivimos una situación semejante, puede ser bueno rezarlo en comunión con tantos excluidos como hay en la sociedad, con los perseguidos por causa de la justicia, con aquellos cuya muerte ha sido ya fijada. Además, los versículos 12-14 nos invitan a pensar en la situación de los enfermos terminales, de los enfermos de sida y de otros que viven un drama existencial irreversible.

Comentario del Santo Evangelio: Mateo 10,17-22

El evangelio de Mateo se coloca en el contexto de las persecuciones y refiere algunas enseñanzas de Jesús a sus discípulos acerca de las pruebas que la Iglesia deberá sufrir en el curso de su historia. Jesús expone esta situación con tanta claridad y tanto detalle concreto, que parece estar describiendo la Iglesia primitiva después de los años 70, que debió afrontar diversas pruebas internas y externas en su vida y fácilmente hubiera podido caer en el desaliento y haber perdido la fe en Él. Jesús provee así a la continuidad de su obra en el tiempo y en el espacio, anticipando acontecimientos y signos que la comunidad cristiana deberá afrontar en el mundo, para ayudar a sus discípulos a superar el escándalo de la cruz, que permanece siempre como verdadero obstáculo en el camino de fe de todo creyente.

La palabra repetida por Jesús en el texto —«no os preocupéis» y «no tengáis miedo» (vv. 19.26.28.31) — son el alivio del Señor al miedo de los suyos, real impedimento al alegre anuncio del evangelio que, por el contrario, debe ser proclamado con entusiasmo y muestras de alegría. Ante los reyes y en los tribunales es «el Espíritu del Padre» el que hablará por vosotros (v. 20). También el odio de parientes y amigos «a causa del nombre» de Jesús (v. 22) será recompensado porque el Padre lo ve y concederá a los suyos la salvación y la verdadera vida.

¿Cuál es el sentido cristiano del sufrimiento y de la muerte del texto bíblico que considera la liturgia de hoy? La respuesta a interrogantes tan fundamentales de la vida humana se encuentra sólo en el dejarse iluminar totalmente por la enseñanza y el testimonio vividos por Jesús. «Humanamente hablando, la muerte es el fin de todo» escribe S. Kierkegaard, «y humanamente hablando hay esperanza sólo mientras hay vida». Pero para el cristiano el sufrimiento y la muerte no son en modo alguno el fin de todo; son solamente pequeños acontecimientos comprendidos en el todo que es la vida eterna. En el sentido cristiano, pues, hay infinitamente más esperanza en la muerte que hablando en un mundo meramente humano, en el que no sólo hay vida, sino una vida en plena salud y fuerza física».

La muerte de Esteban o de tantos primeros testigos de la fe cristiana no tendrá la última palabra sobre la vida de estos discípulos de Jesús, porque Cristo es el Señor de la vida y de la muerte. La resurrección de Jesús muestra la verdadera gloria, como única realidad de la verdadera vida, hacia la que se encamina todo creyente. Esta prevé, sin embargo, que la gloria de Jesús y de cada uno de sus discípulos pasa justamente a través del Gólgota y la muerte en cruz. El sufrimiento y la muerte de Jesús y de todo discípulo suyo ofrecen un signo que habla a la fe. El plan de Dios es más grande que el pequeño y estrecho del hombre. El amor de Dios supera con mucho el interés particular de cada uno de sus hijos. Sólo Jesús, signo del amor de Dios a los hombres es capaz de liberar al hombre de la muerte y de hacer brotar en el corazón del discípulo la fe como respuesta radical a la salvación ofrecida por Dios, crean a tu corazón traspasado con una mirada interior y contemplativa que los introduzca en el misterio de la salvación.

Nosotros, como el primer mártir Esteban y tras él todos los mártires y los santos, queremos hacernos partícipes de la experiencia y de la fe del primer testigo, que ha visto durante su martirio tu gloria, aquella gloria que el Padre te ha reservado por tu dócil obediencia hasta la cruz. También para nosotros esta mirada hacia el cielo debe hacerse contemplación de fe, experiencia interior, posesión permanente. Esto quiere ser también un compromiso para celebrar contigo la obra del Padre y de penetrar en la contemplación tu vida divina con un testimonio de fe y de amor.

Sabemos que el único remedio válido contra el miedo es la fe. Señor, tú has pedido a tus discípulos superar el grave momento del dolor y de la prueba, no tanto acogiéndose con la mente a tus palabras, cuanto creyéndote a ti con el corazón y con la vida entera, a ti que comunicas la palabra del Padre, la única que salva y elimina toda turbación. No hay, pues, verdadera fe en Dios sin fe en ti, porque Dios se ha revelado como tu Padre y tú nos has revelado su rostro luminoso.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 10, 16-23 (10, 17-22/10, 17-23/10, 22-25a), para nuestros Mayores. Persecuciones.

¿Profecía o experiencia? Probablemente ambas cosas. Jesús anunció a sus discípulos que correrían su misma suerte, que beberían su mismo cáliz. Desde este punto de vista, las palabras de Jesús serían profecía, amonestación para el futuro, cuando él haya desaparecido de entre ellos. Sería el primer nivel del texto. Ocurre frecuentemente en los textos bíblicos la existencia de distintos niveles de profundidad. El primero, el del hecho narrado y el acontecimiento ocurrido. El segundo, mayor nivel de profundidad, es el de la experiencia posterior que ha descubierto toda la dimensión del primer nivel.

Nuestro texto recoge la palabra-amonestación de Jesús para sus discípulos, primer nivel; pero, además, recoge la experiencia amarga de la Iglesia naciente, segundo nivel. Cuando escribe Mateo, los cristianos habían tenido todas estas experiencias: habían sido perseguidos, encarcelados, llevados a los tribunales... (si seguimos las huellas del apóstol Pablo encontraremos en ellas una ilustración práctica, personal, de cuanto, en teoría, se dice en nuestro texto: entregado a los tribunales, odiado a muerte por los judíos, teniendo que huir de una ciudad a otra... Y por supuesto que no fue él sólo. El es como la personificación de la suerte de los discípulos de Jesús en aquella hora primera. Y tal vez en todo momento).

Cuando escribe Mateo había surgido ya el odio en el seno de las familias. ¿Por qué? Hacia el año 70 fue dado el decreto del judaísmo oficial por el cual se excomulgaba de la Sinagoga a todos aquéllos que confesasen que Jesús era el Mesías. Ahí tenemos la causa de las disensiones familiares: unos estaban a favor de Jesús, otros en contra; unos pertenecían a la Iglesia, otros a la Sinagoga; la excomunión mencionada había separado y enemistado a padres, hermanos, hijos...

Las palabras de Jesús aconsejan prudencia. Manda no desafiar al martirio por el prurito de ser mártir. Las ovejas huyen de los lobos. Es necesario recurrir a la astucia de la serpiente (Gén 3, 1) y a la prudencia proverbial de la paloma. Prudencia ante los hombres. Cuando el evangelio habla de los hombres, se refiere, de modo general, a los impíos, los alejados de Dios, hombres enemigos de Dios y de aquéllos que no creen en él (8, 27; 10, 32). Los hombres que no pueden comprender los caminos de Dios (16, 23).

Serán llevados a los tribunales y juzgados en cuanto mensajeros y anunciadores de la palabra de Dios (el libro de los Hechos nos ofrece una buena ilustración práctica de ello en la persona de Pedro y Juan, y de los apóstoles en general). La palabra de Dios es llevada al tribunal de los hombres. Y como es Dios —su palabra— el encartado en el pleito, él se defenderá, dará a los discípulos la palabra oportuna para su defensa (remitimos de nuevo a la ilustración práctica del libro de los Hechos: los apóstoles, en su defensa, hacen callar a los doctores y autoridades judías con sorpresa para ellos, teniendo en cuenta que eran «hombres sin letras»).

La frase final resulta la más difícil: el Hijo del hombre vendrá antes de que hayáis terminado de recorrer las ciudades de Israel. La frase hacía alusión al tiempo último, el del juicio final. De ahí la afirmación de que Jesús se equivocó en este punto. El texto resulta muy oscuro. Tal vez, para una aclaración genérica del problema, baste afirmar lo siguiente: la primera misión fue dirigida a los judíos. Era necesario salvar su privilegio «cronológico»; al rechazarla, la Iglesia se dirigió a los gentiles, que aceptaron el evangelio; pero esto no significaba que la misión a Israel había terminado. Queda siempre una esperanza de que el rechazo de Israel no sea definitivo; queda la esperanza de que se convierta y acepte lo que entonces rechazó. Mateo estaría moviéndose en la misma línea de Pablo (Rom 11), pero expresaría sus esperanzas con un lenguaje distinto.

Comentario del Santo Evangelio: Lc Mt 10,17-11,1, de Joven para Joven. Exigencias radicales de la misión.

El discurso apostólico continúa tomando en consideración la eventualidad de la persecución, connatural a la misma misión. Ante Jesús se impone, en efecto, una opción clara (vv. 32s) y su seguimiento exige un desprendimiento radical de los afectos más queridos (vv. 37-39). En consecuencia, es preciso que los discípulos, con la ayuda del Espíritu del Padre, estén preparados para hacer frente al odio, a las humillaciones y a la violencia, sabiendo transformar las circunstancias más desfavorables en ocasiones para un testimonio eficaz (vv. 17-22). Precisamente cuando los vínculos naturales más fuertes revelan toda su precariedad (v. 21), el enviado experimenta que pertenece a una familia sobrenatural en la que el Padre no deja de socorrer, velar y proteger a los hermanos de su Hijo (vv. 25.29-31). Esta certeza debe sostener la perseverancia y la franqueza de los discípulos enviados a anunciar a todos lo que han escuchado de viva voz del Maestro de manera reservada. El único temor de los enviados debe ser renegar de Cristo; en efecto, el que permanece unido a él estrecha un vínculo vital con él, porque no tiene motivo para temer la condena de los hombres ni la muerte del cuerpo: el verdadero juicio que amenaza a todos es el de Dios (v. 28). En consecuencia, es preciso llevar a cabo una opción decidida y clarividente que, superando los limitados horizontes del tiempo presente, sea capaz de dirigirse al Eterno, presente en el tiempo, es decir, a Cristo. Es él quien da la justa medida y su justo peso a los vínculos afectivos; por él es preciso que estemos dispuestos a sacrificarlo todo, incluso a nosotros mismos, seguros de que él sabrá dar la vida en plenitud a quien esté dispuesto a perderla cada día por el camino de su seguimiento. Con todo, el anuncio del Evangelio no está destinado, inevitablemente, al fracaso: la conclusión del discurso apostólico presenta el caso en que se acoge al misionero. También aquí nos invita Cristo a ser capaces de mirar más allá de las apariencias: según un antiguo adagio, «el enviado de un hombre es como él mismo»; por eso, ni el más pequeño gesto de caridad dirigido a un discípulo quedará sin recompensa ante Dios.

Esta página del evangelio nos recuerda que la verdadera perspectiva de la vida cristiana es la martyría, es decir, el testimonio. Los mártires son testigos luminosos de Cristo hasta el sacrificio de la vida por su causa; ahora bien, todo discípulo de Jesús está llamado a dar ese testimonio, a ese sacrificio incruento de sí mismo que se consuma en lo secreto de una conciencia dispuesta a toda renuncia por fidelidad al Señor y a su Palabra. Tal vez nos parezca que no tenemos madera de héroes y pensemos que a nosotros no se nos pedirá tanto. Olvidamos así que la inmensa multitud de los mártires de todos los tiempos cuenta con niños, ancianos, muchachos, gente común y «sin madera», precisamente como nosotros. Sin embargo, en la hora de la prueba, estos hermanos nuestros fueron capaces de proclamar con los hechos que el amor del Señor es la realidad más preciosa, por la que vale la pena sacrificar hasta la vida. Es posible que se nos dispense de este tipo de pruebas, pero de todos modos debemos asumir la lucha contra una mentalidad antievangélica que intenta dominar con insidias también a los creyentes. A diario se nos presentan infinitas ocasiones para dar testimonio de Cristo y del Evangelio: unas veces basta con declinar una invitación o poner de manifiesto el contenido poco edificante de una propuesta para hacernos impopulares entre los amigos. Cuando, más tarde, motivamos con sencillez nuestra propia decisión, corremos el riesgo de convertirnos en el hazmerreír de la compañía. «Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres...»: esta opción tiene siempre un precio y ha de ser renovada a diario, a toda costa, pues quien haya realizado su propia vida siguiendo los criterios del éxito, del placer y del poder, la perderá, mientras que quien haya perdido su propia vida por Jesús, la encontrará.

Elevación Espiritual para este día.

San Esteban, bienaventurado Esteban, Esteban bueno, fuerte soldado de Dios, primero de la serie de sus mártires: he sabido y creo y abrazo con alegría el hecho de que tú, todavía en esta tierra hayas tenido santidad tan luminosa que tu rostro venerable resplandecía como el de los ángeles. En efecto, cuando tus enemigos se encarnizaban contra ti, tú, de rodillas, exclamaste en un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado».

Hombre dichoso, ¡cuanta esperanza das a tus amigos pecadores al escuchar que te has preocupado tanto de enemigos arrogantes! «Señor no les tengas en cuenta este pecado». ¿Cómo responderá cuando es invocado aquel que, provocado respondía de esa manera? ¿Qué bondad sabrá usar con los humildes ahora que es ensalzado, aquel que socorría de ese modo a los soberbios cuando era humillado? Anda, dime, bienaventurado Esteban, ¿qué cosa te caldeaba el corazón para derramar al exterior tantas bondades juntas? No hay duda de que estabas colmado de todas, adornado de todas, iluminado por todas.

Te suplico, caritativo Esteban, ruega para que mi alma endurecida se llene de caridad generosa. Haz que mi alma insensible, por don de Aquel que la ha creado, arda en el fuego de la caridad «Señor, no les tomes en cuenta éste pecado» (Hch 7,60).

Reflexión Espiritual para el día. 

Desde ahora ningún honor del mundo o de la iglesia me puede tentar. Llevo conmigo la confusión de cuanto el Santo Padre ha querido hacer por mí enviándome a París. Tener un alto cargo en la jerarquía o no tenerlo me es del todo indiferente. Esto me da una paz grande. Y me deja más libre para el cumplimiento de mi deber, a toda costa y a todo riesgo. Es bueno que esté ‘preparado a alguna gran mortificación o humillación. Este será el signó de mi predestinación.

Quiera el cielo que signifique el inicio de mi verdadera santificación, como ha ocurrido con almas más selectas, que recibieron en los últimos años de su vida el toque de la gracia que los hizo santos auténticos. La idea del martirio me da miedo. Temo por mi resistencia al dolor físico. Sin embargo, podría dar a Jesús el testimonio de sangre, ¡oh que gracia y que honor para mí!

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hch 6, 8-15 (6, 8-10; 7, [54-69]). Acusación de Esteban. 

Hasta el momento presente han sido los apóstoles quienes han polarizado toda la atención de Lucas. Como si no hubiese habido nadie más que actuase en nombre de Jesús y entrase en conflicto con el judaísmo a causa del evangelio. El centro de interés se desplaza ahora de los apóstoles al grupo de los siete. Entre ellos destaca Esteban, que es presentado con los mismos rasgos y características de los apóstoles: predica, realiza milagros, está lleno de gracia y poder, es decir, particularmente favorecido por la asistencia divina gracias a la cual puede llevar a cabo la predicación del evangelio y los hechos extraordinarios que la acompañaban.

Su predicación provoca un conflicto. Se repite el caso de los apóstoles. La novedad, en el caso de Esteban, es que su conflicto nació de la confrontación de su pensamiento con los judíos más abiertos, los procedentes de la Diáspora, entre los que llevaba a cabo su misión. Esteban resulta excesivamente abierto y radical incluso para estos judíos «progresistas». La presentación de Lucas es global. ¿Habla simultáneamente de una, dos o cinco sinagogas?

Libertos son los hombres libres. Se refiere a aquellos judíos que, a raíz de la invasión de Palestina por Pompeyo el año 63 antes de Cristo, fueron deportados de la tierra santa y vivieron en esclavitud. Con el tiempo adquirieron de nuevo la libertad, bien fuese comprándola mediante un rescate bien fuese por concesión o premio por sus servicios leales. Estas gentes eran conocidas con el nombre latino “libertini”, que Lucas conserva en su relato. Al regresar a la patria, constituyeron su propia sinagoga, en la que se reunían los que habían vivido en circunstancias similares. La inteligencia y comprensión mutuas resultaban más fáciles. Es muy posible que esta sinagoga agrupase judíos de procedencia diversa. En esta hipótesis, los restantes nombres mencionados por Lucas designarían los judíos de la procedencia indicada, que se reunirían en la sinagoga de los libertos. Pero también es posible que cada nombre responda a una sinagoga distinta. En esta cuestión la imprecisión de Lucas no puede ser precisada por datos procedentes de otras fuentes.

La predicación de Esteban es considerada como excesivamente radical e insostenible desde la ortodoxia judía , incluso en esta facción más abierta del judaísmo. Lo denuncian y llevan ante el Sanedrín. En la acusación de Esteban, Lucas ha seguido el mismo esquema de la acusación a Jesús. El protomártir sigue muy de cerca las huellas del Maestro. Tanto en el proceso contra Jesús como en el que ahora se sigue contra Esteban son buscados falsos testigos. A ambos se les acusa de actitud y palabras blasfemas contra la Ley y el templo. Constatamos la misma actitud hostil de los dirigentes judíos, que excitan a la muchedumbre contra los acusados. Son llevados al mismo tribunal, el Sanedrín, que les condenará por los mismos motivos. Se dice que Esteban predica que Jesús destruiría aquel lugar, el templo (Mc 14, 58; Jn 2, 19ss). Se le acusa de una actitud hostil a la Ley y a las costumbres transmitidas por Moisés. Se hace referencia a la actitud de Jesús frente a la Ley y, sobre todo, a las prácticas rituales judías sobre temas de pureza-impureza de alimentos, días...

Terminada la acusación, precisa Lucas de todos que quedaron mirándolo. Puede referirse a la mirada escrutadora de quien espera la respuesta a los cargos que le han sido hechos al acusado. Más probablemente se refiere a la mirada airada contra aquél que pone en tela de juicio lo que ellos consideraban como más sagrado. Era un peligro para la seguridad nacional y contra la misma identidad del ser judío como tal. Añade Lucas que veían su rostro como el de un ángel. Se refiere al resplandor o reflejo de la gloria de Dios, de Dios que se manifiesta a través de sus testigos elegidos para darse a conocer. Como en el caso de Moisés (Ex 34, 29ss) o en el de Jesús (Mt 17, 2)
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