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miércoles, 10 de febrero de 2010

Día 10-02-2010. Ciclo C.

Miércoles 10 de febrero de 2010. 5ª semana del tiempo ordinario. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. (Ciclo C). SANTA ESCOLÁSTICA, virgen, Memoria obligatoria. SS. Silvano ob, Guillermo er. Beatos Luis Stepinac ob, Eusebia Palomino vg.
LITURGIA DE LA PALABRA.
1Re 10,1-10: “En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón”
Salmo: 36: “La boca del justo expone la sabiduría”
Mc 7,14-23: “Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre” 
Los fariseos eran un grupo de personas muy piadosas, conocedoras y practicantes de la ley. Eran laicos que creían en la resurrección, aceptaban el Pentateuco y lo complementaban con las tradiciones rabínicas, sobre todo en las cosas puras o impuras, sagradas o profanas; condicionaban el encuentro con Dios a la práctica de la ley. Jesús polemizó mucho con ellos y los primeros cristianos debieron arreglárselas muy bien para sacar a flote lo mejor que les había enseñado Jesús; por eso los evangelios insisten en la polémica.
En la polémica que comenzábamos ayer, encontramos un Jesús que critica a los fariseos y defiende a sus discípulos, enseñándonos, de paso, lo que es la religión auténtica. Los fariseos se escandalizan inicialmente con los discípulos de Jesús porque estos no guardan las normas rituales, luego lo harán con Jesús porque su doctrina y conducta dan prioridad al corazón sobre las apariencias. Ya veremos en qué terminarán estas discusiones. Jesús será condenado a muerte por su postura tan libre y los primeros cristianos serán echados de la sinagoga.
El evangelio termina con una lista de trece maldades que salen todas ellas del corazón y que nos recuerdan la fragilidad humana enriquecida por la libertad que predica Jesús. Esa lista la debemos revisar porque también hoy podemos tener este peligro en la vivencia de nuestra religión.
PRIMERA LECTURA.
1Reyes 10,1-10
La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón 
En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón y fue a desafiarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de Salomón y le propuso todo lo que pensaba. Salomón resolvió todas sus consultas; no hubo una cuestión tan oscura que el rey no pudiera resolver.
Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, toda la corte sentada a la mesa, los camareros con sus uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey: "¡Es verdad lo que me contaron en mi país de ti y tu sabiduría! Yo no quería creerlo; pero ahora que he venido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me habían dicho ni la mitad. En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído. ¡Dichosa tu gente, dichosos los cortesanos que están siempre en tu presencia, aprendiendo de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia!"
La reina regaló al rey cuatro mil quilos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca llegaron tantos perfumes como los que la reina de Sabá regaló al rey Salomón.
Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 36
R/.La boca del justo expone la sabiduría. 
Encomienda tu camino al Señor, / confía en él, y él actuará: / hará tu justicia como el amanecer, / tu derecho como el mediodía. R.
La boca del justo expone la sabiduría, / su lengua explica el derecho; / porque lleva en el corazón la ley de su Dios, / y sus pasos no vacilan. R.
El Señor es quien salva a los justos, / él es su alcázar en el peligro; / el Señor los protege y los libra, / los libra de los malvados y los salva / porque se acogen a él. R.

SANTO EVANGELIO.
Marcos 7,14-23
Lo que sale de dentro es lo que hace impuro el hombre 
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga."
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. El les dijo: "¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina." Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: "Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro."
Palabra del Señor.

Comentario de la Primera lectura: 1 Reyes 10,1-10. Este fragmento nos presenta el marco conclusivo de la primera parte del primer libro de los Reyes, en donde se narra la historia del rey Salomón. Se trata de la descripción del esplendor, de la riqueza y de la estabilidad que alcanzó el reino con Salomón, tal como se nos había anticipado algunos capítulos antes: « Salomón sucedió a su padre, David, en el trono, y su reino se consolidó firmemente» (1 Re 2,12).
En estos versículos se pone de relieve la floreciente actividad comercial entre Israel y los pueblos del Oriente Próximo, y a este respecto resulta significativo que sea precisamente una «desconocida» reina de Sabá, probablemente la regente de alguna de las lejanas tribus sabeas que se habían establecido en el norte de Arabia, la que emprendiera un viaje tan largo, hasta Jerusalén, para conocer a Salomón. La sabiduría de la que habla el texto, según la mentalidad de todo el Oriente antiguo, es la del buen gobierno, de acuerdo al cual la primera cualidad que debe tener un rey es la de ser justo. Salomón la ha pedido y Dios se la ha concedido (cf. 3,5-15; 5,9-14), de suerte que la reina de Sabá puede exclamar: « ¡Feliz tu gente, felices tus servidores, que están siempre a tu lado y escuchan tu sabiduría!» (v. 8).
La imagen del gran movimiento de las tribus sabeas hacia Jerusalén vuelve en los libros de los profetas (cf. Is 60,6): Sabá representa a los pueblos que se convierten y vienen al verdadero Dios, tal como canta también el salmista: «Que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan presentes; que los monarcas de Arabia y de Sabá le hagan regalos» (Sal 72,10). Por último, en el Nuevo Testamento, Mateo utiliza esta referencia como llamada a la fe en Jesucristo. Se trata de una llamada dirigida a todos: a las jóvenes comunidades cristianas, aunque de manera especial a los judíos. Estos últimos, al revés que los paganos, rechazan la salvación traída por Jesús y no reconocen que «aquí hay uno que es más importante que Salomón» (Mt 12,42).

Comentario del Salmo 36 Es un salmo sapiencial. Reflexiona sobre uno de los grandes temas que aborda este tipo de salmos, a saber, el del sentido de la vida y la búsqueda de la felicidad. Ante la gente, se abren dos posibles caminos: el camino de la vida y el camino de la muerte, el de la justicia y el de la injusticia. ¿Cuál de los dos caminos hace feliz? Sin lugar a dudas, el camino de la justicia que conduce a la vida. Este salmo nació de la experiencia acumulada a lo largo de la vida por parte de una persona anciana; quiere transmitir una enseñanza, razón por la que este es un salmo sapiencial: «Fui joven y ya soy viejo, pero nunca he visto un justo abandonado, ni a su descendencia mendigando pan».
Es un salmo alfabético (cf Sal 9-10; 25; 34). En el texto original, cada una de sus estrofas comienza con una letra del alfabeto hebreo (las traducciones de que disponemos no conservan este detalle). Al margen de esto, podemos distinguir tres momentos importantes: 1-9; 10-33; 34-40. El sentido general del primero de ellos (1-9), compuesto principalmente por consejos, consiste en no irritarse a causa de la prosperidad de los malvados, pues se trata de algo pasajero. En lugar de irritarse, lo mejor es confiar en el Señor y hacer el bien. Los malvados desaparecerán. Tenemos aquí una imagen llena de energía: los injustos son tan frágiles como el césped: enseguida se secan.
El segundo momento (10-33) muestra, entre otras cosas, el conflicto que existe entre malvados e injustos. Los malvados desenvainan la espada y tensan el arco para matar al pobre y al indigente (14-15). El justo es fuente de bendición, mientras que el malvado no sobrevive. Todo lo contrario. Se marchita como la belleza de los prados verdes y se disipa como el humo (20). La belleza que se marchita y el humo que se deshace son dos vigorosas imágenes que caracterizan la fragilidad de los malvados.
En el tercer momento (34-40), el sabio que compuso este salmo presenta una nueva serie de consejos para disfrutar de una vida feliz. Vuelve el motivo de la confianza en el Señor, que libra a los justos de los malvados y los impíos, a los que se compara con un cedro frondoso que, de repente, deja de existir (35), mientras que la persona honrada, recta y pacífica (37) disfrutará de un futuro de felicidad.
El conflicto entre los malvados y los justos está constantemente presente. Vale la pena leer de corrido el salmo y tomar nota de cómo se les llama a los primeros: «malvados» e «injustos» (1), “los que triunfan” «el hombre que maneja intrigas» (7), «malvados» (9.10.12.13.l4.16.17.20.21.28.32.34.35.38.40), «asesinos» (14) y “enemigos del Señor” (20), malhechores (28), «impíos» (38). Por otro lado, tenemos a los justos: «los que esperan en el Señor” (9), «pobres» (11.14), «justos» (12.16.17.21.25.29.30.32.39.40.), «indigentes» y «hombres rectos» (14.37), «perfectos» (18), «fieles» (28), «honrados» y «hombres pacíficos» (37).
A cada paso encontramos una situación de tensión entre dos proyectos de sociedad: uno basado en la injusticia y en la desigualdad (la situación que se encuentra como trasfondo del salmo) y otro basado en la justicia y en la igualdad (presente en la lucha de los justos y del Señor su aliado).
El meollo de este conflicto es la cuestión de la tierra y de una descendencia que la cultive: “Porque los malvados serán excluidos, pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra” (9) «Los que el Señor bendice poseerán la tierra, y los que maldice serán excluidos» (22); «Confía en el Señor y sigue su camino; te ensalzará para que poseas la tierra» (34).
Así pues, este salmo pone al descubierto la existencia de un conflicto a causa de la tierra y, con toda claridad, toma partido a favor de los que han sido desposeídos de ella. El enfrentamiento es terrible: «Los malvados desenvainan la espada y tensan el arco para matar al pobre y al indigente, para asesinar al hombre recto» (14). Todo lleva a pensar que este conflicto dura desde hace tiempo, pues desde el punto de vista económico, los sin tierra son pobres (11.14) e indigentes (14).
En su defensa de los que no tienen tierra, este salmo pone de manifiesto la debilidad de los asesinos. Emplea imágenes de gran fuerza tomadas de la vida en el campo: los malvados son como la hierba: se secan enseguida, se agostan como el césped (2); los enemigos del Señor se marchitarán como la belleza de los prados (20); aparentan ser fuertes como un cedro frondoso (35), pero desaparecen en un instante (36). Los sin tierra, en cambio, que tienen al Señor como aliado, dispondrán de la tierra (11.22.29.34), tendrán descendencia (26.27) y una herencia que permanece para siempre (18). No se avergonzarán en tiempos de sequía, y en tiempos de hambre quedarán saciados (19).
En la Tierra Prometida, que todos debían compartir, el latifundismo fue imponiéndose cada vez más. Unos pocos, por medio de una violencia brutal, matan y se adueñan de la tierra. El Señor, Dios de la Alianza, siente como propias las ofensas que se infligen a los sin tierra. Por eso asume su defensa, restableciendo la justicia y eliminando para siempre las injusticias. Si no hubiera tenido fe en el Dios amigo y aliado, este sabio no habría compuesto el salmo que nos ocupa. El Dios de este salmo es un Dios que toma claramente partido. Se pone del lado de los desposeídos y afligidos por la pérdida de la tierra. Establece con ellos una alianza y les garantiza que no perderán la herencia (la tierra).
En el Nuevo Testamento, Jesús también tomó una postura clara que no deja lugar a dudas. Dijo que el reino de los cielos es de los pobres en el espíritu que son perseguidos a causa de la justicia (Mt 5,3.10). Estas personas son el vivo retrato de cómo eran las comunidades de Mateo y del pueblo en general en tiempos de Jesús: la pérdida de la tierra los afligía. Jesús, en el Sermón de la Montaña, asegura que los tristes serán consolados y que los desposeídos (los mansos) poseerán la tierra (5,4-5). Los sin tierra de tiempos de Jesús vivían afligidos y doblegados (“amansados”) por las ambiciones de los latifundistas. Jesús afirma que el Reino, entre otras cosas, significa tierra para todos.
Leído en clave sapiencial, se nos invita a rezar este salmo cuando queremos recuperar el camino de la vida y de la felicidad. Desde la clave de la lucha por la tierra, este salmo invita a la solidaridad: no sólo con los desposeídos y afligidos por la pérdida de la tierra, sino con todos los que se encuentran, a causa de la ambición de los poderosos, por debajo del umbral mínimo en cuanto a la dignidad humana. Por medio de este salmo, podemos con vertimos en portavoces de estos grupos ante Dios y aumentar nuestro conocimiento de sus planes pata la humanidad.

Comentario del Santo Evangelio: Marcos 7,14-23. Estamos en plena discusión con los fariseos sobre «la tradición de los antiguos». La palabra y la atención se dirigen ahora de nuevo a la gente común, al pueblo: volvemos a encontrar, en efecto, a Jesús adoctrinando a la gente y, en un segundo momento, se dirige aparte a los discípulos. Toda la argumentación gira en torno a cuestiones legales muy delicadas para la mentalidad del piadoso judío observante. El tema está relacionado con la cuestión de lo puro y de lo impuro, con una referencia particular a los alimentos. Se trata de una cuestión central para la tradición judía, hasta el punto que constituye uno de los problemas más candentes por los que habían pasado las primeras comunidades de los creyentes. Podemos subdividir el texto en tres escenas: la enseñanza de Jesús a la gente (vv. 14-16); el dicho de Jesús (v. 15); la enseñanza a los discípulos (vv. 17-23): la verdadera impureza, el corazón, el catálogo de vicios.
El tema central de toda la perícopa es el comportamiento de los hombres respecto a las exigencias del Reino de Dios. Los fariseos reclaman la pureza a propósito de las abluciones, y Jesús responde tomando en consideración el problema más general de la impureza atribuida por la Ley a ciertos alimentos. Traslada el problema y lo sitúa en su centro: el corazón del hombre. Los últimos versículos, por último, constituyen un catálogo de vicios que podemos encontrar, ampliamente documentados, en toda la literatura paulina. Y es precisamente el eco de san Pablo lo que resuena entre líneas: «No os acomodéis a los criterios de este mundo; al contrario, transformaos, renovad vuestro interior» (Rom 12,2). «Renunciad a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias engañosas. De este modo, os renováis espiritualmente y os revestís del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa» (Ef. 4,22-24).
«Nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo. Lo que sale de dentro es lo que contamina al hombre.» Estamos frente a un nuevo principio de la moral cristiana: todo lo que hago es puro en la medida en que está en relación con la persona del Señor Jesús. San Pablo habría dicho: “Lo que hagáis, hacedlo con el mayor empeño, buscando agradar al Señor y no a los hombres” (Col 3,23ss). Se trata de una invitación explícita: «Escuchadme todos y entended esto».
El hombre, de una manera casi subversiva, queda puesto frente a sí mismo, frente a las actitudes y deseos de su corazón; en una palabra, frente a las intenciones profundas que motivan sus opciones y sus decisiones. Queda colocado de nuevo en la posición justa: bajo la mirada de Dios. Frente a su Señor no puede esconderse, aunque puede no conocerse a fondo.
Por eso hay aquí, ante todo, una invitación a «comprender», una invitación que tiene que ver, principalmente, con el conocimiento de nosotros mismos. Una invitación a recibir como don de Dios una comprensión más profunda de la realidad. Es la invitación a derribar la pretensión farisaica presente en nosotros y que nos lleva a intentar poseer y administrar el misterio de Dios; la invitación a dejarnos más bien investir y transformar por la desconcertante novedad que es Dios cuanto entra en nuestra vida.
La Palabra de Dios que nos alcanza nos sitúa en un principio nuevo de obediencia: «Escuchadme todos», poniendo así el principio de la escucha como criterio de juicio y de discernimiento. Escucha de la historia contemporánea y de la Iglesia; escucha de los más débiles e indefensos en la sociedad y en la comunidad; escucha de las verdaderas necesidades del hombre; escucha del grito de los que sufren y de los oprimidos; escucha de la Palabra de Dios que es Cristo, presencia resucitada y viva en medio de nosotros; escucha como raíz del seguimiento de Cristo-Verdad, que supera los esquemas que cada uno de nosotros es muy capaz de construir y justificar y que nos llama a ser sus verdaderos discípulos en la escuela de la Verdad por el camino de la interioridad.

Comentario del Santo Evangelio: (Mc 7,14-23, para nuestros Mayores.

Comentario del Santo Evangelio: Mc 7,14-23, de Joven para Joven. Lo que sale de dentro, del corazón.


Elevación Espiritual para el día. 
No salgas fuera de ti, vuelve a ti mismo: la verdad habita en el hombre interior. Y si encontraras que tu naturaleza es mutable, pasa también por encima de ti mismo. Obremos de manera que nuestra religión no consista en vacías representaciones. Cualquier cosa, en efecto, con tal de que sea verdadera, es mejor que todo lo que pueda ser imaginado por el albedrío. Obremos de suerte que nuestra religión no consista en el culto a las obras humanas, que no consista en el culto a animales, que no consista en el culto a los muertos, ni a los demonios, ni a los cuerpos etéreos y celestes, ni siquiera a la misma perfecta y sabia alma racional.
La religión, por consiguiente, nos une al Dios único y omnipotente. El es el principio al que volvemos, la forma que seguimos y la gracia por la que somos reconciliados.

Reflexión Espiritual para el día. Desde que el Señor insertó en el mundo como fermento «incomodador» el principio del amor fraterno, se ha introducido en las estructuras sociales una levadura de permanente revolución. Ahora, en ocasiones —incluso a menudo—, sucede esto: hasta los cristianos nos adherimos a ciertos valores relativos como si fueran absolutos y no nos damos cuenta de que esos valores, que eran considerados como absolutos antes de Cristo, no pueden ser considerados ya como tales después de la venida de Cristo. Bajo la acción fermentadora —aunque invisible— del amor, han sido purificados de una manera gradual; se ha resquebrajado la corteza que esconde su núcleo sustancial; de un modo lento, aunque indefectible, han sido colocados en su verdadero sitio en la jerarquía de los valores. Aparece aquel incómodo precepto del amor fraterno: esclavos y libres son iguales; el orden está subordinado al amor; la patria está ordenada a la amplia familia humana y sus intereses han de ser subordinados a los de la familia colectiva de las naciones; la potestad familiar ha de ser transformada en su raíz; la personalidad de cada uno —hombre y mujer, adulto o pequeño, esclavo o libre— ha de ser respetada como sagrada, como reflejo de la misma personalidad divina. Todo se desbarajusta, todo se revoluciona, todo se tambalea: los perezosos y los temerosos hacen sonar la alarma, pero el amor procede de manera inexorable en su obra «corrosiva»: donde es posible se corrige, donde no lo es se abate. ¡Qué extraño es este Cristo! ¿Cuáles son los límites de la autoridad? ¿Cuáles los del amor familiar y los del amor patrio? ¿Cuáles los del orden? ¿Cuál es la única dirección en la que es lícito decir que alguien puede inmolarse por un ideal? ¿Cuándo puede decirse de verdad que una acción es heroica y virtuosa? Entre qué límites tiene fundamento la propiedad? La respuesta de Cristo es inflexiblemente sencilla: todo define y califica el amor al otro: al otro en cuanto tal, prescindiendo de cualquier esquema en el que este pueda encontrarse encasillado. Libre o esclavo, bárbaro o escita, rico o pobre, etc.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: 1 Reyes 10, 1-10. La reina de Saba visita a Salomón. Las leyendas de Etiopía hacen descender a su emperador de la reina de Saba, que habría concebido del rey Salomón durante su visita a Jerusalén. De ahí que uno de sus títulos sea «León de Judá». Esta famosa visita ha sido muy fecunda en la tradición legendaria tanto judía como musulmana.
El relato mismo de la Biblia tiene no pocos motivos legendarios. En todo caso refleja realidades históricas: la fama de Salomón como rey sabio y la amplia red comercial que había logrado establecer en todo el Medio Oriente. La posición geográfica de Palestina en los confines de tres continentes y su situación estratégica entre Oriente y Occidente la habían convertido en nudo de comunicaciones comerciales. De ahí que la visita de la reina de Saba, si bien adornada por la imaginación popular, esté destinada sin duda a perpetuar el recuerdo de algunas de estas misiones comerciales venidas a Jerusalén.
Más que referencia a un país concreto, Saba tiene valor de símbolo. Simboliza los confines meridionales, lo mismo que Tarsis simbolizaba los extremos de Occidente. Por eso, cuando el Sal 72, 10 dice: «Los reyes de Tarsis y las islas traerán tributos; los reyes de Saba y de Seba pagarán impuestos», lo que se quiere indicar son las amplias fronteras del reino de Israel y luego del reino mesiánico. La sabiduría que Salomón exhibe en presencia de su ilustre huésped no es el arte de gobernar de 1Re 3 ni tampoco el saber enciclopédico de 1Re 5, sino más bien el ingenio y la maestría en la interpretación de oráculos y enigmas. 
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