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jueves, 11 de febrero de 2010

Día 11-02-2010. Ciclo C.

Jueves 11 de febrero de 2010. JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. 5ª semana del tiempo ordinario. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. ( Ciclo C). (FE) o NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, Memoria libre. SS. Pedro Maldonado pb mr, Sotera vg mr, Pascual I pp.
LITURGIA DE LA PALABRA.
1Re 11,4-13: “Salomón hizo lo que el Señor reprueba; no siguió plenamente al Señor como su padre David”
Salmo 105: “Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo”
Mc 7,24-30: Curación de la hija de la sirofenicia 
La protagonista de hoy en el evangelio es una síntesis de todas las marginaciones posibles. Ante todo es mujer, desde el punto de vista religioso es pagana, no aparece un hombre que la represente, es extranjera y tiene una hija enferma, solo le faltó decirnos que también era pobre y viuda. Todo un reto para hacer una lectura desde los marginados.
Y en ese contexto nos encontramos con un Jesús, que si lo analizamos bien, nos aparece un poco extraño. Está buscando privacidad para aislarse de la multitud, solo quiere trabajar primero por los suyos, los de su pueblo y además es grosero en el trato con la mujer, no se amilana para comparar a los que no son judíos con los perros, podríamos decir que se le salió el complejo de superioridad. Vemos a un Jesús muy humano, casi “limitadamente humano” en esta historia.
Pero la respuesta astuta de esta mujer deja a Jesús sin otra opción que concederle el milagro que solicitaba para su hija. La mujer acepta la respuesta de Jesús pero la discute reivindicando el derecho que tienen los perrillos de comer, por lo menos, las migajas. Ella se conforma con las migajas.
Esta mujer humilde denuncia de una manera sutil los prejuicios del mismo Jesús y reclama sus derechos. Lo hace con su palabra, porque no se queda callada ante la negativa de Jesús y con su fe. Esta mujer evangelizó y le enseño a Jesús una lección: la situación social no puede ser obstáculo para hacer el bien a quien lo necesita. Y Jesús aprendió y fue capaz de cambiar, hizo su proceso de cambio y conversión. También en esto tenemos a Jesús como modelo.

PRIMERA LECTURA.
1Reyes 11,4-13
Por haber sido infiel al pacto, de voy a arrancar el reino de las manos; pero dejaré a tu hijo una tribu, en consideración
a David 
Cuando el rey Salomón llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras dioses extranjeros; su corazón ya no perteneció por entero al Señor como el corazón de David, su padre. Salomón siguió a Astarté, diosa de los fenicios, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo lo que el Señor reprueba; no siguió plenamente al Señor como su padre David. Entonces construyó una ermita a Camós, ídolo de Moab, en el monte que se alza frente a Jerusalén, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo otro tanto para sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y sacrificaban en honor de sus dioses.
El Señor se encolerizó contra Salomón, porque había desviado su corazón del Señor Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y que precisamente le había prohibido seguir a dioses extranjeros; pero Salomón no cumplió esta orden. Entonces el Señor le dijo: "Por haberte portado así conmigo, siendo infiel al pacto y a los mandatos que te di, te voy a arrancar el reino de las manos para dárselo a un siervo tuyo. No lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre David; se lo arrancaré de la mano a tu hijo. Y ni siquiera le arrancaré todo el reino; dejaré a tu hijo una tribu, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad elegida."
Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 105
R/.Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Dichosos los que respetan el derecho / y practican siempre la justicia. / Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, / visítame con tu salvación. R.
Emparentaron con los gentiles, / imitaron sus costumbres; / adoraron sus ídolos / y cayeron en sus lazos. R.
Inmolaron a los demonios / sus hijos y sus hijas. / La ira del Señor se encendió contra su pueblo, / y aborreció su heredad. R.

SANTO EVANGELIO.
Marcos 7,24-30
Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños 
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: "Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos." Pero ella replicó: "Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños." Él le contestó: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija." Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Palabra del Señor


Comentario de la Primera Lectura: 1 Reyes 11, 4-13. El motivo por el que en tiempos de Salomón estaban prohibidos en Israel los matrimonios con mujeres extranjeras era evitar el pecado de la idolatría. En él cayó Salomón. En la vejez, subraya el texto, y siguiendo a los ídolos de sus numerosas mujeres, construyó altares para adorar a todas las divinidades de los pueblos vecinos. Se menciona incluso el monte donde construyó estos altozanos, el monte situado frente a Jerusalén, llamado “de los escándalos”. Salomón había apartado su corazón del Señor, Dios de Israel, y el Señor se indignó contra él. La consecuencia de la infidelidad al Dios único fue la división del reino.
Es útil tener en cuenta el hecho de que estos pasajes del primer libro de los Reyes son textos tardíos, pues fueron escritos en la época del exilio o después, cuando la situación de gran sufrimiento en que se encontraba hacía vivir a Israel un replanteamiento en clave teológica de toda la historia del pueblo. Era acuciadora la pregunta sobre el porqué del exilio, de la dispersión del reino y de la vejación que sufría, acuciadora como el deseo de revivir la unidad y la paz del reino davídico. Este deseo se funda en la certeza de que, a pesar de la infidelidad del hombre —la Biblia no esconde, en efecto, los defectos y pecados de Salomón, como tampoco escondió los de David, su padre—, Dios permanece fiel a su alianza y a su promesa de paz.

Comentario del Santo Evangelio: Marcos 7,24-30. Una vez que se fue de la llanura de Genesaret, donde había curado a muchos y donde se había desarrollado la disputa con los fariseos, prosigue Jesús su viaje fuera de Galilea, en territorio pagano, y allí realiza dos curaciones: la de la hija de una mujer pagana y la de un sordomudo. Estamos en la región de Tiro, en la costa mediterránea. Se adelanta una mujer. Es una cananea, sinónimo de idólatra, y, por si fuera poco, de origen griego, es decir, pagana. ¡Un verdadero golpe de escena!
Pero Jesús no se esconde de esta mujer. En el diálogo que ambos mantienen abra toda la tensión entre el papel preeminente de Israel en la historia de la salvación, una tensión que se expresa con la metáfora de los «hijo» y de los «perros», y el universalismo de la salvación, anunciado en la respuesta de la mujer, que con una confesión de fe, única en Marcos, reconoce a Jesús como «Señor-Kyrios». La tensión se resuelve con la liberación de la hija de esta mujer del espíritu inmundo. El contexto en el que nos encontramos todavía es el de la magna «sección de los panes», que abarca los capítulos 6,30—8, 10.
Volvemos a encontrar, en efecto, una referencia explícita al tema del «pan» en las réplicas (vv. 27 y 28) entre Jesús y la mujer, donde se habla del «pan de los hijos» y de las migajas que comen los perrillos. Por otra parte, el episodio está en estricta continuidad con la disputa con el legalismo judío, pero aquí se dirige la atención hacia el mundo y la cultura paganos (hemos de tener en cuenta que Marcos escribe para una comunidad cristiana griega). No se trata de un relato de milagros ni de un apotegma, sino de un fragmento que se inserta en el ardor de la controversia mantenida con los judíos y destinada a confirmar el hecho de que, en Cristo, el concepto de puro-impuro ha quedado anulado, que la Buena Noticia, la salvación obrada por él, es para todos los hombres.
Precisamente con esta mujer, extranjera en tierra extranjera, es con quien se identifica la Iglesia, misionera y católica. En una palabra, universal. Frente a este evangelio se descubre que la catolicidad de la Iglesia no es un hecho institucional, como estamos acostumbrados a pensar, sino que tiene que ver profundamente con su esencia, con su llamada y con su misión. En efecto, la Iglesia, extranjera entre los extranjeros, pobre entre los pobres, prosigue la obra de la encarnación a través de los cristianos.
De igual modo que Cristo ha asumido en sí mismo toda la humanidad, así también la Iglesia se inserta y se somete profundamente, casi suplicante, al esfuerzo de la humanidad que tiende a su plenitud, al movimiento del espíritu humano que tiende a Cristo. Se trata de una inversión o conversión que constituye la catolicidad de la Iglesia, para que todo el esfuerzo humano converja en ella hacia su punto de atracción y de comprensión. Y lo haga con un movimiento de inclusión, de integración, de asimilación de la humanidad a la humanidad de Cristo.
La «católica» es esa mujer extranjera del evangelio que busca a Cristo en tierra extranjera, que no permite que siga siendo desconocido, que se sitúa frente a la verdad de sí misma, humilde entre los humildes, no se defiende, hasta ser capaz de reírse de ella misma, y descubre al mundo la verdad que Cristo le revela sobre sí misma: «Sí, Señor». Implora para todos que las migajas, los elementos parciales de la humanidad, su hija —herida, enferma, desconcertada, confusa—, sean reorientadas, recompuestas, asumidas, integradas, curadas, ensalzadas, entregadas de nuevo a la plenitud de Cristo.

Comentario del Santo Evangelio: Mc 7,24-30, para nuestros Mayores. Una sirofenicia intercede por su hija. Contexto bíblico. El pueblo judío, en su gran mayoría, había incurrido en el fanatismo de creer que ellos y sólo ellos tenían el monopolio de la salvación. Los paganos eran “inmundos” y el trato con ellos era contagioso; por eso no se podía ni entrar en su casa. Esta actitud refleja el reparo que, con suave ironía, pone Jesús a la cananea: “El pan es para los hijos, no para los perros”. La palabra perro era el calificativo insultante con que designaban los judíos a los paganos. A algunos cristianos venidos del judaísmo les costaba despojarse de esta actitud y admitir la igualdad absoluta de todos los hombres y el amor incondicional de Dios hacia todos los humanos, como hijos suyos que son.
El milagro acontece en la región fenicia de Tiro (hoy Líbano). La familia del relato es pagana. Marcos sitúa el milagro en la “sección de los panes”, en la que recoge la acción salvadora de Jesús entre los
paganos. La intención del relato es, pues, reafirmar la actitud universalista de las comunidades cristianas apoyándose en la actitud abierta y universal de Jesús. El no sólo multiplica los panes en beneficio de los judíos, sino que verifica otra multiplicación en territorio pagano, para indicar que también ellos tienen derecho a los bienes del Reino.
Pero los primeros destinatarios eran los judíos, predestinados a acoger al Mesías y su salvación, y llevarla a las naciones de la tierra. Por eso, en un primer momento, Jesús envía a sus discípulos “a las ovejas extraviadas de Israel”, sin penetrar todavía en territorio pagano (Mt 10,6). Pablo, en Antioquia de Pisidia, al ver que los judíos, “llenos de envidia, se oponían”, les increpa: “Era menester anunciaros primero a vosotros el mensaje de Dios; pero como lo rechazáis, sabed que vamos a dedicarnos a los paganos” (Hch 13,45-46).
Repito que el proyecto de Jesús es anunciar la Buena Noticia en círculos cada vez más amplios hasta llegar a los confines del mundo: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo” (Hch 1,8). Es exactamente lo que hace Pablo: comienza por los lugares más inmediatos hasta llegar al “finis terrae” (Rm 15,19-24).
La fe que hace milagros. Frente a los guías religiosos, con una abigarrada práctica religiosa, pero que no creen, Jesús propone a una pagana como modelo de fe. Presumen de hijos de Abrahán, pero lo son únicamente los hombres de fe. La Escritura, previendo que Dios rehabilitaría a los paganos por la fe, le adelantó a Abrahán: “Por ti serán benditas todas las naciones”. Así que son las personas de fe las que reciben la bendición con Abrahán el creyente (Gá 3,7-9).
Lo de menos es tener su herencia biológica. Ciertamente, la cananea demuestra una fe a toda prueba, a pesar de la aparente y reiterada negativa de Jesús; el duelo que él desencadena para probarla, pone de manifiesto su firmeza. Jesús la elogia: “Mujer, qué grande es tu fe” (Mt 15,28). Esto es lo que pone de relieve el relato: Que lo decisivo es tener la fe de esta mujer. Es el mismo mensaje de la curación del hijo del centurión: “Ni en Israel he encontrado tanta fe” (Mt 8,10).
No es la condición de la persona lo que determina la cercanía de Dios, sino su fe profunda en Él. Hay algunos seglares que dicen: “Rece, Padre, por nosotros, usted que está más cerca de Dios. A usted Dios le hace más caso”. La eficacia de la oración no depende del estado que se tiene, sino de la fe. Lo que constituye a una persona en hijo de Dios, hermano y discípulo de Cristo, no son los vínculos institucionales con la Iglesia ni la práctica religiosa, ni el asentimiento pasivo a la letanía de dogmas (“fe muerta” St 2,17), sino la adhesión comprometida a Cristo, que impulsa a su seguimiento y se hace invocación: la oración es la fe en ejercicio.
Pablo afirma: “Lo que vale es una fe que se traduce en amor” (Gá 5,6). Y Santiago asegura: “La fe, si no tiene obras, está muerta” (St 2,17). A semejanza de lo que ocurría con respecto a la cananea que, estando al margen de la sinagoga, tenía sin embargo más fe que los escribas y fariseos, encuentra el Señor más fe en personas que no pertenecen a la Iglesia institucional que en algunos cristianos de nombre y herencia. Más vale ser un buen pagano que un mal cristiano. Jesús mismo recrimina a los apóstoles, judíos piadosos, ser “hombres de poca fe” (Mt 8,26).
Cristo, un derecho de todos. Hay un mensaje evidente en el relato evangélico: la salvación mesiánica no es exclusiva del pueblo judío, sino que también los extranjeros tienen derecho a sentarse en la mesa de los hijos de Dios. De la misma manera que María adelantó la “hora” de los milagros, la cananea adelantó con su plegaria ardiente la “hora” de la evangelización de los paganos.
Marcos recuerda con este relato la urgencia misionera de los cristianos de ir a los nuevos paganos, de cruzar la “frontera”. Actualmente ésta no es geográfica ni étnica, sino ideológica y social. El mundo “pagano” de hoy son los jóvenes, los intelectuales, los obreros, los elementos más dinámicos de la sociedad. Nos contentamos con compartir nuestras “convicciones religiosas” con “los de casa”; nos asusta la intemperie, el diálogo con quienes cuestionan nuestra religiosidad; preferimos, en el tema religioso, intercambiar ideas y comentarios con familiares, vecinos, compañeros que piensan como nosotros, “son de los nuestros” en sentido religioso, antes que adentramos en “tierra de paganos” para proclamar la Buena Noticia y sembrar en tierras sin roturar. Sin embargo, como porfiaba la cananea, tienen derecho a los manjares del Reino, a Cristo, porque vino para todos y es un derecho absolutamente de todos.

Comentario del Santo Evangelio: Mc 7, 24-30, de Joven para Joven. En la Iglesia no hay extranjeros. El episodio está situado en el exterior, en el territorio pagano de Tiro y Sidón, como preludio de la misión universal de la Iglesia. El relato está dominado por el diálogo de Jesús con la mujer pagana. Algunas de sus palabras y expresiones, que podrían chocar con la sensibilidad del lector moderno por su dureza y falta de cortesía, expresan en realidad un paso gradual y son, a fin de cuentas, la atestación de la estima por un mundo que antes había sido dejado al margen y queda rehabilitado ahora. El esquema del relato es el típico del milagro: la situación de necesidad y la petición dirigida a Jesús (vv. 24-26); la acreditación de la presencia de la fe, necesaria para que tenga lugar el milagro (vv. 27s); la palabra dotada de autoridad que lleva a cabo el milagro, así como la verificación del mismo (v 29s).
Aunque Jesús se encuentra en el exterior, su fama le ha precedido: no puede permanecer en el anonimato. Se presenta una mujer que asume un papel protagonista. Le pide que intervenga en favor de su hijita, poseída por el demonio. La petición de la mujer expresa su angustia materna, pero también su gran confianza en Jesús. En contra de ella, sin embargo, según la mentalidad de la época, juegan los factores étnicos, culturales y religiosos: se trata de una mujer y, por consiguiente, no es normal que se dirija a un maestro; además, es de nacionalidad pagana.
Su petición expresa una audacia que roza los límites de la insolencia. Las palabras de Jesús parecen avalar este mundo de prejuicios y de injusticia (v. 27): en sus palabras, «hijos» hace referencia al pueblo elegido, y «perrillos», a los paganos. Jesús emplea un diminutivo de tipo cariñoso, mientras que los judíos acostumbraban a emplear el pesado y despreciativo término de «perros». Ahora bien, Jesús emplea, sobre todo, una técnica de refinada psicología: debe hacer progresar una mentalidad sin crear confusión. Una aceptación plena e inmediata de la petición no habría permitido sacar a la luz los verdaderos sentimientos de la mujer; ésta no habría quedado preparada para una acogida tout court. A continuación, era menester ayudar a los discípulos y a los otros judíos para dar un paso adelante hacia una digna y justa apertura. Jesús adopta el criterio de la gradualidad.

El término «perrillos» era ya un mensaje codificado de que algo estaba cambiando, de que Jesús era un judío diferente a los otros. La mujer se aferra a esta anda y —humildemente, pero también con decisión— reacciona con estas palabras: «Es cierto, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas de los niños» (v. 28), y se dirige al rabí con el título solemne de «Señor», expresión de su fe. Jesús queda conquistado por las palabras y por la actitud de la mujer, y cumple su deseo. Le asegura que su hija ha quedado libre del demonio (v. 29). Jesús empieza a derribar así las barreras que separan dos mundos: el judío y el pagano. Los paganos quedan admitidos al banquete. Aquí da la impresión de que deben contentarse con las migajas, pero muy pronto, con la segunda multiplicación de los panes (cf. 8,1-9), se convertirán en comensales con todas las de la ley.
Una mujer, no judía, que no exhibe ningún derecho, pero que adepta recibir también las migajas, es decir, que la admitan a participar del don salvífico que corresponde en primer lugar al antiguo pueblo de Dios, una mujer —decíamos— muestra que el corazón es el espacio decisivo del encuentro con Dios. El título de crédito no es la pertenencia étnica, cultural o religiosa, sino la capacidad de relacionarse con él, aceptando las etapas del crecimiento.
Un desaire o una incomprensión constituyen muchas veces motivo para una ruptura definitiva. Olvidamos que nos pueden servir de tests no elaborados por la ciencia estadística, pero sí preparados por la vida. Cada día se nos pone a prueba para verificar nuestro grado de madurez, de relación con Dios y con los otros. Y si pudiéramos ver el resultado de las votaciones, tal vez deberíamos avergonzarnos. De boquilla todos estamos abiertos y disponibles, firmamos tratados internacionales, suscribimos las declaraciones de dignidad común y de igualdad de todos los hombres. La práctica va con frecuencia por otros derroteros, que permanecen eternamente paralelos, sin cruzarse nunca.
Debemos redescubrir la alegría de ser hermanos, de sentirnos miembros de una misma familia. Estamos unidos a los otros, porque Jesús murió y resucitó por todos, haciéndonos a todos hermanos universales. Este pensamiento teológico, aplicado a la vida, debería estimularnos a crear relaciones menos conflictivas y, sobre todo, a construir un mundo de entendimiento.

Elevación Espiritual para el día. En cierto lugar, dice [el Señor]: Otras ovejas tengo fuera del redil este; conviene traerlas a mí, para que sea uno solo el rebaño, y el pastor uno solo. Al número de estas últimas pertenecía la cananea; por ello no se la despreciaba: se la dejaba para más adelante. La cosa parece evidente en la respuesta dada a la mujer: No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perros. Tú eres un perro, una gentil; adoras a los ídolos, ¿y hay causa más ordinaria en los perros que lamer las piedras? No está, pues, bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros. Si ella, oyendo estas palabras, se hubiera retirado, perro habría venido y perro se habría ido; pero siguió llamando y fue trocada de perro en hombre. Insistió en pedir y aun tomó pie de aquella especie de ultraje para sacar a la luz su gran humildad y seguir implorando misericordia. Ni se turbó ni se quemó de oírse llamar perro cuando pedía un favor e imploraba misericordia; antes bien, dijo: Es verdad, Señor; me llamaste perro, y lo soy de cuerpo entero; tal es mi nombre, lo dice la misma Verdad; mas no por ello se me debe rechazar el beneficio. Perra soy de arriba abajo, mas también los perros comen las migajas caídas de la mesa de su dueño. Lo que yo deseo es una gracia insignificante, poquita cosa: no me subo a la mesa; me contento con las migas.

Reflexión Espiritual para el día. Lo que dijeron Justino y Clemente de Grecia puede ser aplicado muy bien a la India. El Logos preparaba de una manera misteriosa el camino para su propia venida, y el Espíritu Santo estimulaba desde el interior la búsqueda de los más puros entre los sabios griegos. El Logos y el Espíritu Santo siguen obrando aún, de un modo análogo, en las profundidades del alma india. Por desdicha, la sabiduría india está contaminada (afectada) por errores y no parece que haya encontrado su propio equilibrio. Algo así ocurría con la sabiduría griega antes de que Grecia hubiera encontrado humildemente el mensaje pascual de Cristo resucitado. El hombre, fuera de la única revelación y de la única Iglesia, se muestra siempre y en todas partes incapaz de discernir entre la verdad y el error, entre el bien y el mal. Ahora bien, una vez cristianizada, Grecia rechaza sus ancestrales errores y, bautizada en la sangre de sus mártires, se vuelve maestra del mundo en filosofía, teología y mística. Del mismo modo, nosotros, confiando en la indefectible dirección de la Iglesia, esperamos que la India, una vez bautizada en la profundidad de su «búsqueda del Brahmán», que dura ya muchos siglos, rechazará sus propias tendencias panteístas y, descubriendo en el esplendor del Espíritu la verdadera mística, engendrará para bien de la humanidad y de la Iglesia, y, en definitiva, para gloria de Dios, galaxias incomparables de santos y de doctores.

El rostro y pasajes de los personajes de la Sagrada Biblia. 1 Reye 11, 4-13. Las sombras del reino. En vez de vivir pendientes de la fe en Yavé, los reyes buscaban el apoyo en un ejército fuerte y en la política de alianzas.
En el caso concreto de Salomón, la política de alianza se llevó a cabo, en buena parte, a base de combinaciones matrimoniales. Este hecho y el amplio harén del suntuoso rey trajeron a Jerusalén buen número de mujeres extranjeras, que exigían templos paganos para seguir dando culto a sus respectivos dioses. Estos santuarios eran frecuentados por las esposas del rey y sus correspondientes séquitos, y también por las colonias permanentes de paso, que estos países extranjeros tenían en la ciudad santa. El propio Salomón, por complacer a sus mujeres, debía frecuentar, a veces, los lugares idolátricos y posiblemente con él otros dignatarios de la Corte y gentes del pueblo. En una palabra, la idolatría se veía favorecida desde el poder.
De la gravedad de los hechos hablan bien claro los textos del Deuteronomio, que, aunque escritos posteriormente, no por eso son menos significativos: “Cuando Yavé tu Dios te haya introducido en la tierra donde vas a entrar para tomar posesión de ella y haya arrojado delante de ti a naciones numerosas... No harás alianza con ellas, no les tendrás compasión. No emparentarás con ellas, no darás tu hija a su hijo ni tomarás su hija para tu hijo. Porque tu hijo se apartaría de mi seguimiento, serviría a otros dioses y la ira de Yavé se encendería contra vosotros y se apresuraría a destruiros... Así haréis con ellos: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, cortaréis sus cipos y prenderéis fuego a sus ídolos. Porque tú eres pueblo consagrado a Yavé tu Dios” (Dt 7, 1-6).
Refiriéndose a los reyes y teniendo presente, sin duda, propio rey Salomón, el Deuteronomio se expresa en éstos términos: «Si cuando llegues a la tierra que Yavé tu Dios te da, cuando la conquistes y habites en ella, dices: quisiera poner un Rey sobre mí como todas las naciones del alrededor, deberás poner sobre ti un rey elegido por Yavé... No ha de tener muchas mujeres, cosa que podría descarriar su corazón...» (Dt 17, 14-20). 
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