Miércoles  de Ceniza
Hoy empezamos la Cuaresma a través de la  imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La  ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni  posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras  cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el  cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para  nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La  Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el  inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza  a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.
Jesucristo nos habla en el Evangelio  de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que  hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna,  hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a  nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a  nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en  nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te  recompensará.”
Es Dios en nuestro corazón quien nos va a  recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo  que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que  ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para  nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que  cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos  imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad  delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su  Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?
La  Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos  precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana,  estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?
La  señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para  nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que  tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de  preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero  ¿cae sobre nuestro corazón?
Esta pregunta se convierte en un  impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a  encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.
Este  es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy  empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de  salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro  corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos  dice: quita  todo  y quédate  con lo que vale, con lo fundamental;  quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo  secreto, sólo Él te va a recompensar.
La Cuaresma es un camino  que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y  de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a  entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién  estamos buscando.
Este es le sentido de la ceniza en la cabeza;  no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si  nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando  es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar,  para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.
El  camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo  que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con  los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos  impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos.  ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos  dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?
Este  es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos:  purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de  nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como  es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre  física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá  verdaderamente en un camino hacia Dios.
Este ha de ser el  dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las  mortificaciones propias  de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias  y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que  tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el  hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que  tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en  cada instante de nuestra alma.
Que éste sea el fin de nuestro  camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos  con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa  interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros  comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra  existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la  ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras  almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.
 Preguntas o comentarios al autor
P. Cipriano Sánchez LC
Miércoles de Ceniza La Cuaresma comienza con el  Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. 
Imposición de la ceniza Significado y sugerencias  para recibirla. 
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