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viernes, 2 de abril de 2010

LA VIRGEN DE LA SOLEDAD Badajoz


La aparición de la Soledad no sigue el esquema clásico pastoril. No sucede aquí como en muchos lugares, en donde la leyenda y la tradición se entremezclan. Los elegidos fueron hombres, fervientes católicos que se hallaban en Badajoz. El nombre del protagonista humano fue: D. Francisco Tutavila y de Tufo, quien propuso el culto de la Virgen.
Concretamente el 1660, el Capitán General de la plaza militar y Duque de San Germán, reunió en su palacio a algunos caballeros, militares y políticos, quienes deciden encargar una imagen de la Soledad a Barcelona. No encontrando el imaginero deseado, a instancia del promotor lo encuentran en Nápoles. Pronto se construyó su propia ermita. “Se consiguió muy pronto la construcción de casa y Ermita dentro de sus muros de que se dio la más verdadera afectuosa y cordial posesión a su Dueña legitima la Santísima Virgen de la Soleda, que no debió llamarse tal desde aquel momento por la asistencia y continuada Corte que la hacen sus tiernos devotos”.
En s. XVII es centro mariano de gran devoción en Badajoz, a pesar de las continuas guerras fronterizas con Portugal. Ntra. Sra. De Bótoa y Ntra. Sra. De las Virtudes y Buen Suceso, que se habían incorporado recientemente a la devoción popular pacense, declinan en Ella el patronazgo sobre la ciudad.
Aparte de los méritos personales, D. Francisco fue un ferviente devoto de la Virgen, proveniente de viejos Cristianos y no de judíos, moros o conversos.
Otras obras testimoniales prestigien su fe, siendo insigne bienhechor de la Capilla Mayor del colegio de la Compañía de Jesús y del camarín de la Virgen y dorado del retablo del Convento de Santa Ana. Al mismo tiempo su esposa bordó, con sus propias manos, un vestido de terciopelo de color verde y oro enriquecido con una tiara de perlas auténticas para la Señora.
¿Quién era este hombre que vivió con ese amor a la Virgen?
Nacido en Nápoles el 1608, de familia noble, como aparece en el expediente de ingreso en la Orden de Santiago: “Caballero napolitano que guardaba todos los honores, prerrogativas y preeminencias del Sergio del Porto”.
Fueron sus padres Octavio de Tutavila y Porcia del Tufo, ambos napolitanos. Los Tutavilas eran Duques de Sassone, Duques de la Oliva y Duques de Calabritis. Los Tufos tuvieron los títulos de Duques San Cipriano, y Marquesados de San Juan de Celsito, del Tufo, de Martino y de San Cipriano. La abuela paterna del Ducado de San Germán.
La ilustre ascendencia y nobleza del Duque de San Germán le obliga a abandonar su ciudad para rendir a sus Monarcas los servicios que le dictaba su amor a la Patria. No sabemos hasta cuando permaneció en su ciudad natal, pero desde 1623 a los quince años comienza su carrera militar.
Concretamente, el 26 de agosto de 1650 el Rey le concede para sí y sus herederos y sucesores en perpetuo y en feudo la jurisdicción de las primeras y segundas causas criminales de la ciudad de S. Germán en el Reino de Nápoles con el oficio de Maestre y el de Asesor de las causas mixtas y de las segundas civiles que le estaban concedidas por su vida y otras dos con el título de Duque que tenía en tierra de Sazón quedando ejército sobre la dicha tierra.
De su estancia en Badajoz consta desde el 6 de abril del 1649 sus probanzas de pretendiente al Hábito de Santiago, siendo Consejero de Su Majestad, Maestre de Campo General, Gobernador General de las armas del Ejército y provincia de Extremadura. Pronto conseguirá tal alta dignidad, cuando el Sr. Conde de Peñaranda manda que se le expida el título de caballero de la Orden santiaguista al Duque de S. Germán, Maestre de guerra y gobernador del ejército de Extremadura el 22 de septiembre de 1653.
En aquellos tiempos las guerras fronterizas con Portugal ocuparon su quehacer militar. No obstante, fue el promotor de la devoción a la Virgen de la Soledad.
El Rey Felipe IV en un despacho firmado en Aranjuez el 26 de abril el 1664 le nombra virrey y capitán general de Navarra al vacar la plaza por traslado del Marqués de San Román al reino de Valencia. Su traslado se realizó muy pronto. El 23 de mayo siguiente se posesionaba en Pamplona ante D. Alonso de Llanos y Valdés, regente del Consejo real de dicho reino, permaneciendo hasta el año 1668. Hoy la puerta pamplonica de la Taconera exhiben sus escudos de arma, flanqueando a uno de las armas reales de Carlos II.
En noviembre del 1667 fue sustituido en el virreinato de Pamplona por D. Diego Caballero de Illescas y Cabeza de Vaca, sin que en la célula real correspondiente se haga mención de su nuevo destino, si es que lo tuvo.
Finalmente, luchó contra los franceses en Cataluña y en el Rosellón.
Le había sucedido en Extremadura el infante Juan de Austria (II), aquel gran soldado del que dijo un ilustre historiador que “se le puede llamar el último de los españoles, porque en la triste época de la decadencia después de él se extinguió el espíritu guerrero y las tradiciones militares y políticas del siglo de Carlos V”.

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