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miércoles, 21 de abril de 2010

Lecturas del día 21-04-2010. Ciclo C.

21 de abril 2010. MIERCOLES DE LA III SEMANA DE PASCUA, Feria o Memoria Libre SAN ANSELMO, obispo y doctor. (Ciclo C).  3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Anatasio ob, Conrado

LITURGIA DE LA PALABRA.

Hch 8,1b-8: Iban difundiendo el Evangelio
Salmo 65: Aclamen al Señor, tierra entera.
Jn 6,35-40: Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre.
o hay algo que funciona mal en nuestro mundo o hay algo que no se entiende en este evangelio que estamos meditando. Somos millones de cristianos/as que hemos venido a Jesús, que nos alimentamos de su Pan y su Palabra y cada vez se agranda más la brecha entre ricos y pobres. En Haití hay gente que come tabletas de arcilla con sal y aceite para sobrevivir. Y hay millones de hermanos/as en el mundo que no tienen ni comida ni agua potable. Entonces tenemos que preguntarnos: ¿Hemos ido a Jesús para seguirlo o hemos falsificado su mensaje y lo hemos transformado en un ídolo que no da vida? Si El bajó del cielo para hacer la voluntad del Padre, ¿la voluntad de quién estamos haciendo nosotros/as que celebramos pascuas multitudinarias y congresos vibrantes de cantos y aleluyas y al mismo tiempo no se notan los cambios urgentes y posibles en favor de la vida?

¿Nos estamos alimentando del pan de Jesús o del pan del imperio, del consumismo egoísta, del insensible individualismo insolidario?.

Necesitamos volver a darle a nuestras eucaristías su sentido original: comulgar con la persona y el proyecto de Jesús para que vuelvan a ser pan de Vida.

PRIMERA LECTURA.
Hechos 8,1b-8
Al ir de un lugar para otro, iban difundiendo el Evangelio
Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo se ensañaba con la Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres.

Al ir de un lugar para otro, los prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 65
R/.Aclamad al Señor, tierra entera.
Aclamad al Señor, tierra entera; / tocad en honor de su nombre, / cantad himnos a su gloria. / Decid a Dios: "¡Qué terribles son tus obras!" R.

Que se postre ante ti la tierra entera, / que toquen en tu honor, / que toquen para tu nombre. / Venid a ver las obras de Dios, / sus temibles proezas en favor de los hombres. R.

Transformó el mar en tierra firme, / a pie atravesaron el río. / AIegrémonos con Dios, / que con su poder gobierna enteramente. R.

SANTO EVANGELIO.
Juan 6,35-40
Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día."

Palabra del Señor.


Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 8,1b-8 
Nos encontramos aquí en presencia de otro giro decisivo en la historia de la frágil comunidad cristiana: Su difusión fuera de los muros de Jerusalén. Se pasa de la persecución a la dispersión y de la dispersión a la difusión de la Palabra. Son los helenistas, los seguidores de Esteban, quienes reciben los golpes. Tienen que huir y dispersarse por las regiones de Judea y Samaría. Con ello inician la carrera de la Palabra por el mundo, «hasta los confines de la tierra».

Está también el contraste entre el «gran duelo» por la muerte de Esteban y la «gran alegría» por la acción de Felipe, otro de los Siete. Saulo «se ensañaba contra la Iglesia», pero ésta se expande precisamente entre los que están al margen del judaísmo: la salida de Jerusalén es un hecho no sólo geográfico, sino también cultural. Cristo es predicado también a los samaritanos. El fragmento da la impresión de que se ha producido un nuevo Pentecostés, una nueva primavera de la Iglesia, después de la que tuvo lugar en Jerusalén y antes de la que se produjo entre los paganos. El conjunto va acompañado de poderosos gestos de liberación: es un mundo que se renueva al contacto con la difusión de la Palabra.

Comentario del Salmo 65
Es un salmo de acción de gracias colectiva. Se invita a la tierra (1b) y a los pueblos (8a) a dar gracias por «las obras de Dios, sus temibles acciones en favor de los hombres» (5).

Tiene dos partes: 1b-12 y 13-20, cada una de las cuales puede, a su vez, dividirse en unidades menores. En la primera parte (1b12), se invita a la tierra y al pueblo a aclamar (1-4): «aclamad», «tocad», «cantad himnos» (1b-2). Esta invitación se abre a otras personas (3-4). Tras la invitación, como es costumbre en este tipo de salmos, aparecen los motivos por los que hay que dar gracias a Dios. La razón se encuentra en sus obras pasadas (5): el paso del mar Rojo y del río Jordán (6), momentos importantes que precedieron a la entrada en la Tierra Prometida y su conquista. Aparecen dos motivos más: Dios gobierna con su poder para siempre (7a), y vigila a las naciones, para que no se subleven (7b) contra el pueblo de Dios. Tal vez este último motivo esté relacionado con las conquistas de Josué o, quién sabe, con las de un rey guerrero, como David.

En esta primera parte, tenemos además una segunda invitación a la alabanza dirigida a los «pueblos» (8). Y las razones son diversas. Dios mantiene vivo a su pueblo y no permite que tropiecen sus pies (9), lo puso a prueba en medio del conflicto, refinándolo igual que se refina la plata (10). Hizo caer a su pueblo en la trampa del enemigo (11a), arrojando sobre sus hombros una carga pesada (11b). Un mortal cabalgó sobre el cuello del pueblo (12a), pero Dios lo liberó de todo ello, inspirando así la acción de gracias (12c). Detrás de todas estas cosas tenemos algunas imágenes y comparaciones. Los enemigos de Israel son presentados como cazadores que esconden lazos (9b) y trampas (11a); como jinetes que convierten al pueblo en un animal de carga (12a). A Dios se le presenta como un fundidor que refina la plata mediante el fuego (10). Se trata de referencias a situaciones pasadas de la vida de Israel, una época de derrota militar y de esclavitud, época en que los vencidos tenían que cargar, literalmente, sobre sus hombros a sus vencedores.

Este salmo supone la existencia de un gran número de personas reunidas en el templo de Jerusalén para dar gracias a Dios por la superación de terribles conflictos, algunos del pasado remoto del pueblo de Dios (7-9), otros más cercanos en el tiempo (10-12), así como por la superación del conflicto de un individuo cuyo último recurso fue clamar a Dios (16-19). Los salmos de acción de gracias nacieron en el templo; una vez proclamados los favores obtenidos, se ofrecían sacrificios (13-15), terminando, en ocasiones, con una fiesta de confraternización entre amigos.

Los conflictos superados de que se habla en este salmo van desde la época del éxodo hasta el momento en que se compuso el salmo. Dios actúa en medio de los conflictos en favor de los hombres (5). Así sucedió en el paso del mar Rojo, en el paso del Jordán (6) y en tiempos de la conquista de la Tierra (7). Estos hechos marcaron profundamente la vida del pueblo de Dios, de modo que, cuando atravesaba situaciones semejantes, aprendió a confiar. Esto es de lo que se habla en 10-12. El contexto puede que sea el exilio en Babilonia. El salmo describe con crudeza lo sucedido, atribuyéndole a Dios la responsabilidad de los sufrimientos del pueblo. Este último ha sido purificado al fuego como la plata (10), ha caído en la trampa del enemigo (11a), que cabalgó sobre él (12a).
Este versículo puede aludir al hecho de que los vencidos tenían que llevar a cuestas a sus vencedores o, tal vez, recuerde el gesto que llevaban a cabo los vencedores, poniendo el pie derecho sobre el cuello de los vencidos. Es como si hubieran tenido que enfrentarse con un «incendio» o con una «inundación» (12b). Pero todo esto fue superado.

De la descripción de la superación de los conflictos internacionales, se pasa a la superación de un conflicto de menor envergadura (16-19). No se habla de enemigos, lo que indica que puede tratarse de un conflicto tanto personal, como social. Pero el hecho de que el salmista afirme que no tenía malas intenciones (18) permite sospechar que se trata de la superación de un conflicto social.

La segunda parte (13-20) parece haber constituido un salmo distinto, pues presenta la situación de una persona, y no de todo el pueblo. Al igual que la primera parte, también esta puede dividirse en unidades menores. Hay una introducción (13-15), un conflicto superado (16-19) y una conclusión (20). En la introducción (13-15), alguien afirma estar entrando en el templo con holocaustos en abundancia, cumpliendo de este modo las promesas que había hecho en los momentos de conflicto y de angustia (14). Por el templo circulan numerosos fieles y peregrinos, que muestran interés en saber por qué esta persona obra de este modo. El salmista, entonces, convoca a los que temen a Dios para que escuchen lo que el Señor había hecho por él. Ahora tiene lugar la catequesis (16-19). La vida de una persona siempre está abierta a nuevas experiencias. No sabemos exactamente qué es lo que había sucedido. El salmista declara su inocencia (18), dice que había dirigido a Dios un grito suplicante (17a.19b), que había ensalzado a Dios (17b) y que este le escuchó (19). La conclusión (20) es una bendición dirigida a Dios por su fidelidad en el amor y por acoger la súplica.

Este salmo supone la existencia de un gran número de personas reunidas en el templo de Jerusalén para dar gracias a Dios por la superación de terribles conflictos, algunos del pasado remoto del pueblo de Dios (7-9), otros más cercanos en el tiempo (10-12), así como por la superación del conflicto de un individuo cuyo último recurso fue clamar a Dios (16-19). Los salmos de acción de gracias nacieron en el templo; una vez proclamados los favores obtenidos, se ofrecían sacrificios (13-15), terminando, en ocasiones, con una fiesta de confraternización entre amigos.

Los conflictos superados de que se habla en este salmo van desde la época del éxodo hasta el momento en que se compuso el salmo. Dios actúa en medio de los conflictos en favor de los hombres (5). Así sucedió en el paso del mar Rojo, en el paso del Jordán (6) y en tiempos de la conquista de la Tierra (7). Estos hechos marcaron profundamente la vida del pueblo de Dios, de modo que, cuando atravesaba situaciones semejantes, aprendió a confiar. Esto es de lo que se habla en 10-12. El contexto puede que sea el exilio en Babilonia. El salmo describe con crudeza lo sucedido, atribuyéndole a Dios la responsabilidad de los sufrimientos del pueblo. Este último ha sido purificado al fuego como la plata (10), ha caído en la trampa del enemigo (11a), que cabalgó sobre él (12a).

Este versículo puede aludir al hecho de que los vencidos tenían que llevar a cuestas a sus vencedores o, tal vez, recuerde el gesto que llevaban a cabo los vencedores, poniendo el pie derecho sobre el cuello de los vencidos. Es como si hubieran tenido que enfrentarse con un «incendio» o con una «inundación» (12b). Pero todo esto fue superado.

De la descripción de la superación de los conflictos internacionales, se pasa a la superación de un conflicto de menor envergadura (16-19). No se habla de enemigos, lo que indica que puede tratarse de un conflicto tanto personal, como social. Pero el hecho de que el salmista afirme que no tenía malas intenciones (18) permite sospechar que se trata de la superación de un conflicto social.

Desde que empieza hasta que acaba, este salmo habla del Dios aliado de una persona (13-19) y de un pueblo (9-12); es más, podríamos decir que se trata de un Dios aliado de toda la tierra (1b) y de toda la humanidad (8). Aliado en la defensa y en la promoción de la vida. Donde la vida corre peligro, allí está Dios, liberando e introduciendo en la tierra de la libertad (6), preservando la Tierra Prometida (7), permitiéndole al pueblo recobrar el aliento (12) sin rechazar la súplica del inocente (20), escuchando y atendiendo los gritos de súplica (19). Como ya se ha indicado, la salida de Egipto (paso del mar Rojo) y la entrada en la Tierra Prometida (paso del Jordán) constituyen el punto de partida de muchas y nuevas experiencias de la acción liberadora de Dios en la vida de la gente: «Venid a ver las obras de Dios, sus temibles acciones en favor de los hombres» (5).

A lo largo de su vida, Jesús siguió realizando las obras del Padre (Jn 5,17), lo que viene a significar que no hay ruptura entre el primero y el segundo. «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9). Según Lc 7,16, en Jesús Dios visita al pueblo que sufre. Pero, en realidad, son pocos los que se acuerdan de dar gracias por la presencia y la visita de Dios en la vida de la gente (Lc 17,11-19).

Tratándose de una acción de gracias colectiva, conviene rezarlo en compañía de otras personas, compartiendo las cosas buenas que recibimos de Dios, Se presta para las ocasiones en las que desearnos recordar lo que Dios ha hecho en nuestro favor o en favor de otras personas o grupos; podemos rezarlo cuando Dios nos permite recobrar el aliento; cuando no rechaza nuestras súplicas; cuando nos escucha y atiende a nuestros gritos de súplica...

Comentario del Santo Evangelio: Juan 6,35-40 
La muchedumbre ha visto y escuchado la Palabra de Jesús en el fragmento precedente, pero no ha reconocido en él al Hijo de Dios bajado del cielo, como el maná del desierto. Entonces denuncia Jesús, con amargura, esta difundida incredulidad de los judíos (v. 36), a pesar de que la iniciativa amorosa del Padre se sirva de la obra del Hijo para darles la salvación y la vida (cf. Jn 3,14s; 4,14.50; 5,21.25s).

La Iglesia primitiva era consciente de este conflicto con la Sinagoga y, a través del evangelista, expresa su profundo vínculo con el Maestro, subrayando que el designio de Dios se realiza mediante la acogida que todo creyente reserva a Jesús. El ha tomado carne humana no para hacer su propia voluntad, sino la de aquel que le ha enviado. El plan de Dios es un plan de salvación, y el Padre, confiándolo al Hijo, proclama que los hombres se salvan en Jesús, sin que se pierda ninguno. Más aún, aquellos que han sido confiados por el Padre al Hijo, quiere que los «resucite en el último día» (v. 39). La expresión «último día» tiene un significado preciso en Juan: es el día en que termina la creación del hombre y tiene lugar la muerte de Jesús, es el día del triunfo final del Hijo sobre la muerte; en él, todos podrán probar «el agua del Espíritu» que será entregada a la humanidad. En ese día, Jesús dará cumplimiento a su misión mediante la resurrección y dará la vida definitiva. Esta última tiene su comienzo aquí en la fe, y su plena realización en la resurrección al final de los tiempos. Los que crean en Jesús, Hijo de Dios, no experimentarán la muerte, sino que disfrutarán de una vida inmortal.

El fragmento de los Hechos de los Apóstoles pone claramente de manifiesto que una de las causas de la difusión del Evangelio a través del mundo es la persecución. Son objeto de la misma los irreductibles, los «extremistas» compañeros de Esteban, los que no aceptaban componendas con el judaísmo. Los apóstoles se libran por ahora, posiblemente porque todavía confían en encontrar una solución a los delicados problemas planteados con la tradición judía. La persecución le ha ayudado a la Iglesia a no dormirse y a encontrar o reencontrar sus propias raíces misioneras. Estas han sido después el secreto de su perenne juventud. La Revolución francesa, por poner un solo ejemplo, supuso una fuerte prueba para la Iglesia, pero le hizo salir de la tormenta más delgada y más dispuesta a reemprender su itinerario misionero por el mundo.

Cuando existe el peligro de instalarnos cómodamente en un lugar, cuando existe la tentación de considerarnos integrados en un contexto social, cuando estamos demasiado tranquilos, entonces es cuando interviene el Espíritu para dar la alarma a través de diversas pruebas, la más terrible de las cuales —aunque quizás también la más eficaz— es la persecución. Esta última da frutos cuando la Iglesia está viva, como en el caso de la comunidad de Jerusalén. La Palabra se difunde para que los que están dispersos queden impregnados de la novedad cristiana, de la sorprendente realidad de la salvación en la que se sentían implicados y corresponsables. Por eso puede proceder del duelo la alegría, de la diáspora el crecimiento, de la muerte de Esteban la multiplicación de los apóstoles.

Comentario del Santo Evangelio: Jn 6,35-40, para nuestros Mayores. El que cree, tiene vida eterna.
“El que viene a mí no pasará hambre” El discurso del Pan de vida tiene dos partes muy claras: una que habla de la fe en Jesús, y otra de la Eucaristía. En la primera afirma: “Yo soy el Pan de vida”; en la segunda dirá: “Yo daré el Pan de vida”. Ambas están íntimamente relacionadas y forman parte de la catequesis acerca del pan.

Estamos en la primera parte de la catequesis: “Yo soy el pan de vida”. He aquí la gran afirmación de Jesús que invita a la fe en él. Se percibe claramente que éste es el mensaje por los verbos que emplea:“el que viene a mí”, “el que cree en mí”, “el que ve al Hijo y cree en él”... Aquí se llama Pan a Cristo no en el sentido directamente eucarístico, sino más bien metafórico; a una humanidad hambrienta Dios le envía a su Hijo como el verdadero Pan que le saciará. También se lo envía como la Luz y Agua viva.

Posteriormente la catequesis pasará a una perspectiva más claramente eucarística, al hacer referencia a los verbos “comer” y “beber”. El efecto de creer en Jesús es claro y directo: el que cree en él “no pasará hambre”, “no se perderá”, “lo resucitaré en el último día”, “tendrá vida eterna”.

Leonardo Mondadori, el gran empresario editorial, testimonia su experiencia: “El Evangelio” es realmente el libro de instrucciones para el hombre. Jesucristo es de verdad la respuesta a todos nuestros interrogantes; sólo quien lo sigue se realiza plenamente”. Resumiendo su experiencia, decía con mucho énfasis: “Al encontrarme con Cristo he pasado del vacío a la alegría”. Éste es, justamente, el mensaje de esta catequesis del cuarto evangelio.

Cristianos sin Cristo. Pablo afirma categóricamente: “Nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, Jesucristo” (1 Co 3,11). Él es la piedra angular (Hch 4,11). Jesús no lo puede decir con mayor claridad y precisión. No viene a señalar caminos, ni a decir verdades, ni a guiarnos a ninguna fuente de vida: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Lo importante y urgente es sentirse vitalmente “religados” con él, como los sarmientos a la vid.

Es muy significativo que los últimos Papas y el Concilio Vaticano II hayan proferido enérgicamente la consigna del “retorno a Cristo” y el “encuentro con Cristo”. Pablo VI afirmaba: “La Iglesia se renovará cuando fije su mirada en Jesús de Nazaret, viva pendiente de sus labios y tenga prendado su corazón en él”. Y es que, desgraciadamente, la persona de Jesús se ha perdido para muchos cristianos masivos entre un complicado montaje religioso de creencias, ritos, ceremonias religiosas.

La práctica religiosa no es signo inequívoco de fe viva en Jesús. Se puede practicar y, sin embargo, no tener verdadera fe en él, sino en los ritos y estructuras, o tenerla muy mortecina.

Me confesaba un médico joven con respecto a sí mismo: “Mira, hace sólo tres años que descubrí, gracias a un libro que me recomendaste, que Jesucristo es de verdad mi amigo, mi hermano, mi liberador, el espejo en el que debo mirarme. Antes lo único que hacía eran prácticas religiosas, y estaba convencido de ser un cristiano auténtico, hasta el día en que el Señor me quitó las cataratas y me di cuenta de que era un pobre ciego, un esclavo que necesitaba de él. Todo esto ha sido para mí como un nuevo nacimiento”. Jesús es para él “el Pan de vida”.

Al encuentro con Cristo. Juan Pablo II urgía tercamente una nueva evangelización: “Es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados. Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe. Se repiten los gestos y signos de la fe, especialmente en las prácticas de culto, pero no se corresponden con una acogida real del contenido de la fe, con una adhesión a la persona de Jesús”. Por eso repetía: “No temáis a Cristo” y exhortaba fogosamente a acercarse a los evangelios para adquirir “la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús” (Flp 3,8).

El cristianismo difiere sustancialmente de otras religiones o movimientos. El cristianismo es Cristo. Y ser cristiano es mantener una relación personal con él. Está vivo entre nosotros y por eso podemos vivir envueltos en una amistad íntima y entrañable con él, ya que sabemos que es nuestro compañero de trabajo, de camino, de vida (Mt 28,20). La fe en él es, al mismo tiempo, un don y una tarea. Don: “Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae” (Jn 6,44). Tarea: porque Dios sólo revela los misterios a los sencillos, humildes y limpios de corazón” (Mt 11,25); para ello hay que cultivarla, formarse y alimentarla con la escucha de la Palabra, la lectura de libros formativos, con la oración, hay que compartirla y celebrarla en comunidad fraterna, y mantenerla con la coherencia en el actuar. La fe es una hoguera, una amistad, que hay que alimentar constantemente para que no se apague. Qué ardientemente lo experimentó san Agustín, tan vital: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Gusté de ti, y siento hambre y sed de ti”.

Comentario del Santo Evangelio Jn: 6 35-40, de Joven para Joven. El pan de vida. 
Te alimentó con el maná... para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto procede de la boca de Yavé (Deut 8, 3). Al mencionar el maná en este texto del Deuteronomio, se pone de relieve una contraposición entre el alimento ordinario, «perecedero», y el que procede de la boca de Yavé, «imperecedero». Muy probablemente en las palabras de Jesús está subyacente esta contraposición.

En el libro de la Sabiduría el maná es interpretado como «pan de ángeles, pan preparado del cielo, que tenía en sí todo sabor y se acomodaba a todos los gustos»; la «producción de los frutos alimenta al hombre menos que la palabra de Dios, que conserva a los que creen en él» (Sab 16, 20, 26). Filón de Alejandría alegorizó el maná refiriéndolo a la sabiduría.

Todo esto nos habla de una preparación para el simbolismo utilizado por Jesús. Se utiliza el pan o el maná para describir su propia revelación y el significado de su persona. Como la gente no entendió todo este simbolismo, tenemos ya la razón para pasar al discurso sobre el pan de vida.

Lo fundamental es venir a Jesús. Pero esta venida no se encuentra pura y simplemente al alcance del hombre. El «obrar la obra de Dios», la fe en el que Dios ha enviado, no depende únicamente de una elección que pueda hacerse entre el hacer dicha obra o no hacerla. Antes de que venga el hombre, debe venir Dios. La acción del hombre será siempre respuesta. Jesús vino del cielo para cumplir la voluntad del Padre. Todo lo que el Padre le da vendrá a él. Y aquéllos que vengan a él recibirán la vida eterna y serán resucitados en el Último día.

La auténtica venida a Jesús es la de la fe. La fe es don, es decir, la posibilidad de la fe depende del regalo de Dios. Es gracia. Pero al mismo tiempo es tarea y quehacer humanos; responsabilidad ineludible de decisión (ver 5, 40). La responsabilidad personal se acentúa diciendo “vosotros me habéis visto y no me creéis” (v. 36). De lo contrario nadie podría ser juzgado. Estamos ante la gran paradoja.

Yo soy el pan de vida. La afirmación de Jesús es de tipo sapiencial. Jesús se comunica como lo hacía la Sabiduría. En el «Yo soy el pan de vida», se presenta Jesús como el revelador de la verdad, el maestro divino que ha venido para alimentar a los hombres. Jesús es la personificación de la revelación o la revelación personificada. Así trasciende, con mucho, toda la preparación de que hablamos al principio.

Hemos dicho que las afirmaciones de Jesús son de tipo sapiencial, un pan que debe ser «comido» por la fe. ¿No existe otra intención en el evangelista al recoger estas afirmaciones de Jesús? Creemos que existen suficientes puntos de apoyo para pensar que, indirecta pero intencionadamente, tiene muy delante el tema eucarístico.

La misma escena de la multiplicación de los panes da base para ello.

En el verso 23 que es transición del discurso sobre el pan de la vida, habla del pan, en singular, no de los panes, y la acción de gracias es descrita con el verbo eucarístico.

En el discurso Jesús se identifica con el pan de la vida, cosa que no hace con el agua de la vida. Afirma «Yo soy el pan de vida»; no dice, sin embargo, «Yo soy el agua de vida», aunque pudiera deducirse del texto que ése sea su pensamiento.

La mención del hambre y de la sed, en el v. 35, resulta extraña en un discurso sobre el pan, donde no se menciona el agua para nada.

La mención del maná trae una inevitable evocación eucarística (ver también al respecto 1Cor 10, 1-4).

Habla también Jesús de una resurrección que tendrá lugar el último día. ¿No contradice esta afirmación la presentación que el cuarto evangelio hace de la vida como algo actual, ya a disposición del creyente? En modo alguno; porque la realización de la eucaristía en una vida eterna aquí y ahora y la reafirmación de una escatología futurista son compatibles. Las dos son compatibles e intentadas directamente por el evangelista.

Elevación Espiritual para este día.
Jesús invitaba con sus palabras a los judíos a que tuvieran fe, mientras ellos buscaban signos para creer. Sabían que habían sido saciados con cinco panes, pero preferían el maná del cielo a aquel otro alimento. Sin embargo, el Señor decía que era muy superior a Moisés: éste no se había atrevido nunca a prometer el alimento «permanente, el que da la vida eterna» (cf. Jn 6,27). En consecuencia, Jesús prometía algo más que Moisés. Este prometía llenar el estómago aquí en la tierra, aunque de un alimento que perece; Jesús prometía el «alimento permanente».

El verdadero pan es el que da la vida al mundo. El maná era símbolo de este alimento, y todas esas cosas —dice el Señor a los judíos— eran signos que hacían referencia a mí. Os habéis apegado a los signos que se referían a mí, y me rechazáis a mí, que soy aquel a quien se referían los signos. No fue, por tanto, Moisés el que dio el pan del cielo: es Dios quien lo da (cf. Jn 6,32). Ahora bien, ¿qué pan? ¿Acaso el maná? No, no el maná, sino el pan del que era signo el maná, o sea, el mismo Señor Jesús. Porque “el pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo” (Jn 6,33)
Reflexión Espiritual para este día.

Existe una compenetración entre el sufrimiento —llamémoslo cruz, una palabra que lo resume y transfigura— y el compromiso apostólico, esto es, la construcción de la Iglesia. No es posible ser apóstol sin cargar con la cruz. Y si hoy se ofrece el deber y el honor del apostolado a todos los cristianos de manera indistinta, para que la vida cristiana se revele hoy tal cual es y debe ser, es señal de que ha sonado la hora para todo el pueblo de Dios: todos nosotros debemos ser apóstoles, todos nosotros debemos cargar con la cruz.

Para construir la Iglesia es preciso esforzarse, es preciso sufrir. Esta conclusión desconcierta ciertas concepciones erróneas de la vida cristiana presentada balo el aspecto de la facilidad, de la comodidad, del interés temporal y personal, cuando su rostro tiene que estar siempre marcado por el signo de la cruz, por el signo del sacrificio soportado y realizado por amor: amor a Cristo y a Dios, amor al prójimo, cercano o alejado. Y no es ésta una visión pesimista del cristianismo, sino una visión realista. La Iglesia debe ser un pueblo de fuertes, un pueblo de testigos animosos, un pueblo que sabe sufrir por su fe y por su difusión en el mundo, en silencio, de modo gratuito y con amor.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hechos 8, 1-8 Por Judea y Samaria, se dispersaron los apóstoles. 
El día de la muerte de Esteban, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén.
Todos, a excepción de los Apóstoles se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.

Esta frase tan sencilla expresa sin embargo el comienzo de la gran «expansión» misionera del evangelio. ¡La ha provocado la persecución! El movimiento está en marcha: el evangelio no queda encerrado en el lugar de su nacimiento, Jerusalén, ni en su medio primitivo, el mundo judío ¡No! La Iglesia no será una simple prolongación del judaísmo, con sus estrechas tentaciones nacionalistas... La Iglesia, tal como Jesús la ha querido, llevará el evangelio hasta los «confines de la tierra». El evangelio está destinado a todas las naciones y debe ser proclamado en todas las lenguas: se realizaba ya el simbolismo del milagro de Pentecostés.

Señor, una vez más, agranda nuestros corazones a las dimensiones de tu proyecto universal. Que el evangelio sea proclamado. Que no sea «conservado» celosa y exclusivamente por los que creen «poseerlo» en propiedad. Concede a todos los cristianos de todos los tiempos no considerarse jamás como unos poseedores privilegiados…sino como responsables.

En el día del Juicio, Señor, Tú me pedirás cuenta de ese evangelio que he «guardado» sin haberlo «difundido».

Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicó de Cristo. Como los demás, Felipe, otro diácono, —como Esteban— ha huido. Su camino pasa por Samaría. Recordemos que los Judíos despreciaban a los Samaritanos, ese pueblo bastardo, mezclado con gentiles y un tanto herético. (Juan 4, 9; 8, 48).

Jesús había roto ya ese estrecho cerco al convertir a una Samaritana. Y les había anunciado: «Los campos blanquean ya para la siega...» eran promesa de cosechas abundantes en el mundo pagano. (Juan 4, 35-4 0)

La multitud unánime escuchada con atención las palabras de Felipe.
Efectivamente, Felipe «ha predicado a Jesús» y, contrariamente a lo que podía pensarse, su predicación obtiene un gran éxito en ese mundo nuevo que no está enfundado en sus propias certezas y apriorismos.

Libéranos, Señor, de nuestros a priori. Que nuestras ideas sobre Dios no nos impidan ver lo que Tú quieres que vayamos descubriendo.

«Las palabras de Felipe». La Palabra de Dios se transmite por palabras de hombres. Yo también he de repetir la Palabra divina a mi manera, con mi temperamento personal, con palabras de mi época y de mi ambiente. El problema del lenguaje es uno de los grandes problemas de la transmisión de la buena nueva. Para decir las cosas eternas, hay que encontrar las palabras de hoy... que correspondan a la cultura de los hombres de hoy.

¡Y hubo una gran alegría en aquella ciudad!
«La alegría». Signo evangélico. Cuando la Palabra de Dios es anunciada en «palabras de hombres», esto provoca una gran alegría.

¡Ah Señor!, te ruego por tu Iglesia, que sea siempre una fuente de alegría, un lugar festivo, de una fiesta interior... el pueblo de los salvados, el pueblo de los salvadores; ¡que emane de los cristianos y de sus asambleas ese algo que da ganas de llegar a serlo! ¡Que tengan rostros de salvados! 
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