La devoción del pueblo murciano por Ntra. Sra. de la Fuensanta es muy antigua, surgiendo a partir de la aparición de la Virgen en el monte conocido como El Hondoyuelo. Cuenta la leyenda que en esta sierra, situada a unos 5 kilómetros de la capital y ya considerada como enclave sagrado por las primeras civilizaciones que habitaron la zona, María había hecho brotar la "fuente santa" que dió nombre a la advocación. El pequeño manantial aún hoy riega aquel paraje y desde el siglo XV consta la existencia de una ermita en honor a la Virgen coronando el lugar.
La historia de cómo La Fuensanta ha pasado a convertirse en una de las más importantes devociones del Levante español comienza el 17 de enero de 1694. En esa fecha, tras una larga sequía que azotaba toda la zona, se acuerda bajar la imagen de la Virgen por vez primera hasta Murcia. Con aquella romería se imploraba la lluvia necesaria para los cultivos, relatando las crónicas de la época que, al finalizar la rogativa, llovió copiosamente e incluso llegó a nevar. Por entonces se tenía como patrona de la ciudad a Santa María de la Arrixaca, venerada desde la Reconquista en la iglesia conventual de San Andrés. Pero el milagro del agua se repitió en las sucesivas romerías y la Virgen de la Fuensanta rivalizó pronto en popularidad con La Arrixaca, llegando a ser nombrada como nueva patrona de la Ciudad y su Huerta en 1731.
Muchos milagros han sido atribuidos a su intercesión desde entonces y no todos relacionados con la lluvia, con lo que la devoción ha venido creciendo hasta nuestros días. Prueba de ello fue la Coronación Canónica de la imagen el 24 de abril de 1927, realizada con gran solemnidad en Murcia ante una enfervorizada muchedumbre. El 27 de mayo de 1808 le fue otorgado el rango militar de "Generala del Reino" a raíz de la invasión napoleónica, apelativo con el que muchas veces se refieren a Ella sus fieles. También ha recibido la Medalla de Oro por parte de diversos estamentos y asociaciones tanto de la capital como de la Región, entre ellas las de la Ciudad de Murcia y la del Cabildo Superior de Cofradías.
El Santuario de la Virgen es hoy uno de los más visitados del país, no sólo como lugar de peregrinación sino también por la belleza del enclave. Sobre la ermita primitiva, decrita en antiguos documentos como "entre iglesia y mezquita", empieza a construirse a finales del XVII un nuevo templo más acorde con el gran poder de convocatoria que estaba adquiriendo La Fuensanta. Se trata de un edificio de estilo barroco, enriqueciéndose en épocas posteriores y sufriendo una importante restauración tras la Guerra Civil. En el interior de la iglesia se encuentra la venerada talla de la patrona, una escultura de origen gótico y retocada en el siglo XVIII por el imaginero Roque López, atribuyéndose el Niño a Francisco Salzillo. La hermosura de la imagen es indiscutible, cuyo aspecto se embellece con lujosos ropajes, joyas y coronas regaladas por los fieles, siendo el color tostado de su cara el que ha motivado que sea cariñosamente conocida con el sobrenombre de "La Morenica". También encontramos en el templo importantes frescos del pintor Pedro Flores alusivos a la advocación, así como una hermosa colección de relieves sobre temas evangélicos marianos realizados por el escultor Juan González Moreno. El Santuario está custodiado por un monasterio de religiosas benedictinas, constituyendo ambos desde su encumbrado emplazamiento el mejor mirador sobre Murcia y toda la Vega del Segura.
La difusión del culto a Ntra. Sra. de la Fuensanta desde su proclamación como patrona, ha venido ligada a la celebración de traslados periódicos de la efigie desde el Santuario hasta la Catedral de la ciudad y viceversa. Tanto en las romerías como en los demás actos protagonizados por la Virgen, la antigua Hermandad de Caballeros de la Fuensanta es la encargada de custodiar la venerada imagen. Estos traslados no tienen una fecha fija asignada en el calendario, sino que sólo han de cumplir con la antigua costumbre de que «un jueves la traen y un martes se la llevan»; es decir, que siempre se realiza el trayecto del monte a la ciudad un jueves, y el retorno un martes. Actualmente, dos son las ocasiones establecidas para llevar a La Fuensanta a Murcia: una con la llegada de la Cuaresma, alargando su permanencia en la Catedral hasta la finalización de las Fiestas de Primavera (periodo festivo de la capital que tiene lugar tras la Semana Santa); y otra en septiembre con motivo de su festividad (que se conmemora el domingo siguiente al día 8 de dicho mes), dando lugar a la celebración de la Feria.
Durante su estancia en la ciudad, diversos actos protagonizados por la Virgen merecen especial reseña. Dos de ellos tienen lugar durante las mecionadas Fiestas de Primavera, como son la ofrenda floral que se le tributa a las puertas de la Catedral y la solemne procesión con la imagen por las calles del casco antiguo. Otro es la celebración de su onomástica, en septiembre, con una Misa Pontifical y Procesión Claustral en el interior del templo catedralicio. Pero sin lugar a dudas, es durante las romerías cuando el sentimiento de los fieles hacia "La Morenica" se hace más latente y, entre todas ellas, destaca la celebrada el martes siguiente a su festividad. Ésta es la más tradicional y multitudinaria, congregando a más de medio millón de romeros llegados de todo el sureste español para acompañar a la Virgen en su regreso al Santuario.
Los alrededores de la Catedral, que permanece abierta toda la noche del lunes al martes, empiezan a llenarse de fieles que esperan la salida de la Virgen mientras grupos folklóricos bailan y cantan en honor de la patrona. También las inmediaciones del Santuario se colman con los primeros romeros, que pasan la noche en el monte en un ambiente fraternal y lleno de tipismo. Al amanecer y tras una misa de despedida, Ntra. Sra. de la Fuensanta sale finalmente del templo catedralicio para emprender el camino arropada por la muchedumbre. El trono de plata navega lentamente por un río de romeros, sucediéndose las tradicionales "lluvias de pétalos" con que los murcianos tributan a su patrona desde los balcones del recorrido. Entrada la tarde y después de dejar atrás la ciudad atravesando el paisaje huertano, La Fuensanta llega al pié de su sierra, donde ya sólo restan las llamadas "Siete Cuestas" que la separan del Santuario; esas rampas son ascendidas por muchos romeros de rodillas, otros descalzos, en señal de promesa. Todo el monte es un clamor al paso de "La Morenica", que tras una lenta subida alcanza finalmente la atalaya de la iglesia. Y desde las puertas del Santuario, la Virgen es vuelta a la ciudad y al pueblo que abarrota el lugar en señal de despedida, entrando después a su templo acompañada de vítores que resuenan por toda la serranía.
Fotos y texto aportados por Jayzaran.
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