15 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA. SÁBADO. SAN ISIDRO LABRADOR, labrador, Memoria obligatoria. ( Ciclo C). 2ª semana del Salterio. 6ª semana de Pascua. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Juana de Lestonanac rl, Indalecio, Torcuato y Eufrasio obs mrs.
LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 18, 23-28. Apolo demostraba con la escritura que Jesús es el Mesías.
Salmo 46. R/. Dios es el rey del mundo.
Jn 16,23b-28. ElPadre os quiero, porque vosotros me queréis y creéis.
Aquí nos encontramos ante la oración querida por Dios. Jesús manifiesta que todo lo que se pida al Padre, en nombre suyo, será dado.
También agrega que llegará un momento en que pedirán en su nombre, pero no necesitará llamar la atención sobre nadie que esté necesitado. Inaugura los tiempos de comunión-comunicación inmediata con el Padre.
Dado el grado de amor y unión entre Jesús y el Padre, al amar a Jesús y reconocer que vino de parte del Padre, entraremos en esa comunión, sólo será necesario amar como Jesús lo ha hecho. El amor gratuito del Padre se derrama y vivifica a todos y todas los que asumen la causa del Hijo, permaneciendo fieles a su mandamiento y misión a favor del proyecto del Reino.
Entonces, el desafío será amar comunitariamente, pidiendo al Dios Padre y Madre, asumiendo nuestras propias limitaciones, y trabajando sin cesar por el Proyecto de Justicia y Paz para todos los pueblos y nuestra casa común, la Tierra.
PRIMERA LECTURA
Hechos 18,23-28
Apolo demostraba con la Escritura que Jesús es el Mesías
Pasado algún tiempo en Antioquía, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia, animando a los discípulos. Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor, y era muy entusiasta; aunque no conocía más que el bautismo de Juan, exponía la vida de Jesús con mucha exactitud.
Apolo se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Su presencia, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías.
Salmo responsorial: 46
R/.Dios es el rey del mundo.
Pueblos todos, batid palmas, / aclamad a Dios con gritos de júbilo; / porque el Señor es sublime y terrible, / emperador de toda la tierra. R.
Porque Dios es el rey del mundo: / tocad con maestría. / Dios reina sobre las naciones, / Dios se sienta en su trono sagrado. R.
Los príncipes de los gentiles se reúnen / con el pueblo del Dios de Abrahán; / porque de Dios son los grandes de la tierra, / y él es excelso. R.
SANTO EVANGELIO.
Juan 16,23b-28
El Padre os quiere, porque vosotros me queréis y creéis
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre."
Palabra del Señor.
LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 18, 23-28. Apolo demostraba con la escritura que Jesús es el Mesías.
Salmo 46. R/. Dios es el rey del mundo.
Jn 16,23b-28. ElPadre os quiero, porque vosotros me queréis y creéis.
Aquí nos encontramos ante la oración querida por Dios. Jesús manifiesta que todo lo que se pida al Padre, en nombre suyo, será dado.
También agrega que llegará un momento en que pedirán en su nombre, pero no necesitará llamar la atención sobre nadie que esté necesitado. Inaugura los tiempos de comunión-comunicación inmediata con el Padre.
Dado el grado de amor y unión entre Jesús y el Padre, al amar a Jesús y reconocer que vino de parte del Padre, entraremos en esa comunión, sólo será necesario amar como Jesús lo ha hecho. El amor gratuito del Padre se derrama y vivifica a todos y todas los que asumen la causa del Hijo, permaneciendo fieles a su mandamiento y misión a favor del proyecto del Reino.
Entonces, el desafío será amar comunitariamente, pidiendo al Dios Padre y Madre, asumiendo nuestras propias limitaciones, y trabajando sin cesar por el Proyecto de Justicia y Paz para todos los pueblos y nuestra casa común, la Tierra.
PRIMERA LECTURA
Hechos 18,23-28
Apolo demostraba con la Escritura que Jesús es el Mesías
Pasado algún tiempo en Antioquía, emprendió Pablo otro viaje y recorrió Galacia y Frigia, animando a los discípulos. Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en la Escritura. Lo habían instruido en el camino del Señor, y era muy entusiasta; aunque no conocía más que el bautismo de Juan, exponía la vida de Jesús con mucha exactitud.
Apolo se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Su presencia, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías.
Salmo responsorial: 46
R/.Dios es el rey del mundo.
Pueblos todos, batid palmas, / aclamad a Dios con gritos de júbilo; / porque el Señor es sublime y terrible, / emperador de toda la tierra. R.
Porque Dios es el rey del mundo: / tocad con maestría. / Dios reina sobre las naciones, / Dios se sienta en su trono sagrado. R.
Los príncipes de los gentiles se reúnen / con el pueblo del Dios de Abrahán; / porque de Dios son los grandes de la tierra, / y él es excelso. R.
SANTO EVANGELIO.
Juan 16,23b-28
El Padre os quiere, porque vosotros me queréis y creéis
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre."
Palabra del Señor.
Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 18,23-28.
Pablo empieza a viajar de nuevo desde Antioquía, que se ha convertido en el punto de partida y de referencia para la misión a los paganos, como lo era Jerusalén para los judíos cristianos. Sin embargo, la atención se dirige ahora a Éfeso, otra ciudad importante, donde se habían detenido Priscila y Aquila (nótese la precedencia otorgada a la mujer). Y aquí, en ausencia de Pablo, conocen a Apolo, un notable predicador, teólogo y misionero, que enseña exactamente lo que se refería a Jesús, aunque de manera incompleta, dado que sólo conocía el bautismo de Juan.
Pablo empieza a viajar de nuevo desde Antioquía, que se ha convertido en el punto de partida y de referencia para la misión a los paganos, como lo era Jerusalén para los judíos cristianos. Sin embargo, la atención se dirige ahora a Éfeso, otra ciudad importante, donde se habían detenido Priscila y Aquila (nótese la precedencia otorgada a la mujer). Y aquí, en ausencia de Pablo, conocen a Apolo, un notable predicador, teólogo y misionero, que enseña exactamente lo que se refería a Jesús, aunque de manera incompleta, dado que sólo conocía el bautismo de Juan.
Frente a estas afirmaciones debemos confesar que conocemos bastante poco sobre la situación de las comunidades primitivas, sobre los circuitos de comunicación de la fe, sobre la geografía de la difusión, sobre las corrientes de pensamiento o sobre los grupos ligados a los distintos personajes. Apolo, que viene de Egipto, a donde ya ha llegado la Buena Noticia, ¿ha sido convertido por los discípulos de Juan que conocieron a Jesús? La vida de las primeras Iglesias debió de ser muy viva, y lo que se presenta en los Hechos de los Apóstoles es sólo una pequeña parte, una muestra, de la gran empresa de la evangelización, aunque una parte autorizada —ciertamente— por estar centrada en las dos columnas que son Pedro y Pablo; con todo, debe andar muy lejos de proporcionar un cuadro completo de la situación. Al mismo tiempo que tenían lugar los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles, un gran número de misioneros, aptos y entusiastas como Apolo, recorrían el mundo.
También es digna de destacar la tarea de los laicos, que se permiten «corregir» a muchas personalidades, proporcionando una contribución de no poca monta al arraigo del nuevo «camino del Señor» en Grecia, gracias a la cultura y a la dialéctica de un Apolo «puesto al día». Toda la Iglesia participa en la empresa de la evangelización, cada uno con sus límites, aunque con el apoyo y la aportación fraterna de todos. Es verdaderamente maravillosa esta Iglesia fraterna, que parece tener en la cima de sus preocupaciones la difusión del Evangelio en todos los ámbitos.
Comentario del Salmo 46.
Este es el primer salmo que canta y celebra la realeza del Señor. Menciona en cuatro ocasiones que el Señor es rey (3.7.8.9), no sólo de Israel, sino de toda la tierra (3.8.9). La palabra Dios aparece siete veces. Con frecuencia, este número significa totalidad. Dios, por tanto, es el rey de toda la tierra.
Este salmo ha llegado hasta nosotros muy bien estructurado y organizado, lo que indica que fue importante en la historia y en las fiestas del pueblo de Dios. Tiene dos partes (2-6 y 7-10) bien armonizadas entre sí. Los temas y elementos de la primera combinan con los temas y elementos de la segunda. Podemos comparar las dos partes del salmo con las dos filas de una procesión, que discurren en paralelo. Primera fila: 2.3.4.5.6; segunda:
7,89.10a.10b. Al frente de cada una de ellas van las invitaciones (2 y 7); en la primera (2), a batir palmas, a aclamar a Dios con gritos de júbilo; y, en la segunda (7), a tocar instrumentos (la invitación tocad se repite cuatro veces).
Detrás de las invitaciones vienen los motivos (3 y 8): ¿Por qué habría que hacer lo que se pide? Los motivos son varios, pero todos ellos van encabezados por este: «Porque el Señor Altísimo es terrible» (3a) y es «el gran rey sobre toda la tierra» (3b y 8a).
A continuación, vienen las consecuencias de la realeza universal de Dios (4 y 9): la realeza del Señor se lleva a cabo mediante las acciones de Israel, que conquista a otros pueblos y los domina. Dios pone los pueblos bajo los pies de los israelitas (4). De este modo, el Señor reina sobre las naciones y se sienta en su trono sagrado (9).
A continuación vienen otras consecuencias (5 y 10a). Conquistando naciones, el pueblo de Dios toma posesión de la tierra prometida en heredad, tierra que es el orgullo del pueblo, al que se llama «Jacob» (5). En lugar de rebelarse, los jefes de los pueblos dominados se alían con el pueblo del Dios de Abrahán (10a), pues la promesa que se le hizo a este patriarca, fue esta: que se convertiría en padre de pueblos numerosos. Por su medio, los pueblos dominados sellan una alianza con el Señor y aceptan su realeza sobre todo el mundo.
La procesión termina mostrando la subida de Dios (6 y 10b). ¿Cómo sube Dios? Entre las aclamaciones y los aplausos del pueblo, acompañados de toques de trompeta, es decir, del toque de cuernos de carnero que, desde la época de la conquista, daban la señal que convocaba para el ataque a los ejércitos del pueblo de Dios (6). El Señor sube como jefe de los grandes de la tierra, y sube hasta el punto más alto (10b), como rey universal.
Las procesiones nos recuerdan celebraciones populares. Este salmo nació en el contexto de las celebraciones en torno a la realeza del Señor. El pueblo participaba en ellas activamente, acompañando con palmas (2a), gritos de júbilo y aclamaciones (2b.6a) la música que interpretaban correctamente los instrumentos (7.8b) y el toque de las trompetas (6b). Nuestras fiestas populares también suelen ser muy alegres, con procesiones festivas, danzas, palmas, instrumentos y aclamaciones.
En el trasfondo de este salmo podemos intuir una procesión. Dios asciende, no sólo simbólicamente, sino también en sentido real. Tal vez la marcha ascendiera a los lugares más altos de la ciudad de Jerusalén (templo), aclamando los participantes a Dios como rey de toda la tierra.
El salmo habla de naciones sometidas y de pueblos puestos bajo los pies de los israelitas (4); habla de conflictos a propósito de la herencia (la tierra prometida, 5) y de los jefes de Estado que se someten al pueblo de Dios, cumpliéndose así la promesa hecha a Abrahán (10a), padre de Israel, de que se convertiría en padre de naciones (Gén 12,3; 17,5-6), Se pensaba que Dios iba a convertirse en rey universal por medio de las armas y las conquistas militares de su pueblo, favoreciendo de este modo un imperialismo que contaba con las bendiciones del mismo Dios. Este tipo de mentalidad es contraria a la que hoy conocemos como autodeterminación de los pueblos , entregando su vida. Podemos rezar este salmo cuando queremos que todos conozcan el proyecto de Dios, Cuando soñamos con la libertad de los pueblos. Cuando queremos que nuestras celebraciones sean más vivas. Cuando necesitamos sentir la presencia de Dios en nuestro caminar.
Otros salmos que celebran la realeza del Señor: 93; 96; 97; 98; 99.
Los salmos de la realeza del Señor, así como los que hablan de la persona del rey, están cargados de una ideología que favorece la dominación y el imperialismo. Con toda su buena voluntad, el salmo 47 pretende hacer reinar a Dios por medio de los ejércitos, las armas y las conquistas de Israel. Todo esto no deja de ser ambiguo y peligroso. Israel pretende mostrar que el Señor es el único Dios (Dt 6,4-5), pero lo logra con la fuerza de las armas. Cuanto mayor sea el número de las conquistas, más se manifiesta Dios como aliado y rey de toda la tierra. Así es como pensaba este salmo.
El Señor Altísimo y terrible es el gran rey sobre toda la tierra (3), porque la espada de Israel es terrible y somete por la fuerza a los pueblos y las naciones (4). Desde la distancia en que nos encontramos, podemos preguntarnos si la explotación y las muertes que se producen en esas circunstancias también engrandecen la realeza del Señor. También podemos preguntarnos si vale la pena celebrar a un Dios como este.
Mirando a Jesús, el salmo 47 cobra tintes nuevos y adquiere un rumbo diferente. Jesús cambió por completo el sentido de la realeza, dando una nueva orientación al ejercicio del poder. El es rey universal, pero su ascensión fue a la cruz, para dar vida a todos (Jn 10,10). Desde la cruz atrae a todos hacia sí, como rey universal (Jn 12,32). Como el grano de trigo que muere para dar fruto (Jn 12,24), resucita y vuelve al Padre, convirtiéndose en camino para la humanidad que busca la vida Un 14,6).
Los cuatro evangelios presentan a Jesús como Rey, sobre todo en los relatos de la pasión (la liturgia reza este salmo en la fiesta de la Ascensión). Pero su realeza no se identifica con la que propone este salmo. El pueblo de Dios tiene, ciertamente, una misión histórica indispensable: hacer que todos acepten a Dios y a Jesús como lo absoluto de la vida. Pero los métodos y caminos para lograrlo no pueden ser los que se proponen en el salmo 47.
Comentario del Santo Evangelio: Juan 16,23-28.
El fragmento subraya el tema de la oración. La nueva era predicha por el Señor a los suyos consistirá en la comprensión de la relación recíproca que existe entre el Padre y el Hijo y en la manifestación de Jesús con el don de la oración eficaz, porque él es el único camino para la oración dirigida a Dios. Los discípulos no estaban acostumbrados a orar en el nombre de Jesús (v. 24). Ahora, sin embargo, por medio del Espíritu Santo enviado por el Padre, se ha inaugurado un tiempo nuevo en el que se pueden dirigir al Padre en el nombre de Jesús, porque su Señor, en virtud de su paso al Padre, se ha convertido en el verdadero mediador entre Dios y el hombre.
En consecuencia, Jesús, prosiguiendo el diálogo con sus discípulos, realiza una constatación sobre el pasado y, a continuación, proyecta una mirada sobre el futuro. Por lo que se refiere al pasado, que abarca toda su vida terrena, afirma que se ha servido de palabras y de imágenes que encerraban un significado profundo que ellos nos comprendían con frecuencia. Por lo que se refiere al futuro, desde el acontecimiento de la pascua en adelante, sus palabras dejarán de tener velos y llegarán al fondo de sus corazones (v. 25). En efecto, con la venida del Espíritu después de la pascua se inicia la nueva era en la que Jesús hablará abiertamente y todos podrán comprender la verdad sobre el Padre y lo que él pretende hacer conocer a los hombres.
En la oración es donde los discípulos conocerán la íntima relación que existe entre Jesús y el Padre, y la de éstos con ellos. A continuación serán escuchados, porque existirá un entendimiento perfecto en el amor y en la fe con Cristo, con el que serán casi una sola cosa. Más aún, serán escuchados porque son amados por el mismo Padre a causa de su fe en el misterio de la encarnación del Hijo (vv. 26s). La Palabra de Jesús es una palabra de vida que merece ser custodiada en el corazón.
La comunión de los discípulos con Jesús y con su misión les garantiza que el Padre escuchará su oración como escucha la del Hijo. Del mismo modo que las obras y las palabras de Jesús no son suyas, sino del Padre, tampoco las obras y las palabras de los discípulos son suyas, sino de Jesús, presente dentro de ellos: la omnipotencia de Jesús es la omnipotencia de los discípulos.
El gran mensaje contenido en esta página de Juan me provoca: ¿por qué obtengo tan poco? ¿Por qué soy tan poco eficaz? ¿Por qué mi alegría es tan raramente plena? Y aún: ¿por qué el misterio de la unión del Hijo con el Padre me atrae sólo de una manera débil? ¿Por qué siento tan pocas veces la omnipotencia de Dios en mi acción? ¿Y si estas preguntas estuvieran concadenadas? ¿No estarán por casualidad mis ojos demasiado vueltos a la realidad de este mundo y demasiado poco al misterio de Dios, al amor del Padre al Hijo y del Hijo a los discípulos? La mirada al mundo, aunque necesaria, no me ayuda ciertamente a salvarlo, a no ser que lo mire con los ojos y con el corazón del Padre, que ha dado al Hijo para la salvación del mundo y quiere implicarme en esta aventura decisiva, porque es una aventura que tiene que ver con la eternidad. El ojo de Dios me ayudaría a ver las necesidades —con frecuencia ocultas— de la gente, a encontrar el remedio «divino» y no sólo humano que debemos ofrecerles, la alegría plena que hemos de presentar, el amor que lo rescata todo. ¿Y si mi problema fundamental fuera la débil contemplación?
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16, 23-28, para nuestros Mayores. Pedir en su nombre.
La revelación se hace cada vez más clara. El misterio de Jesús, de su persona y su obra, se hace cada vez más asequible. Pero se supone la luz de la resurrección proyectada sobre su actuación anterior. Se supone igualmente la reflexión cristiana, a la luz del Espíritu, que llevará a los discípulos a la verdad completa (ver el comentario a 16, 12-15).
Por otra parte, Jesús habla con mayor claridad, sin parábolas, y garantiza a sus discípulos que su oración será oída. Se describe un nuevo estado o una situación nueva en la cual el hombre se siente particularmente próximo a Dios. Una proximidad con Dios, que, según la creencia de la época, sería característica del mundo futuro. El cuarto evangelio, según la trayectoria de toda la obra, afirma que aquello que se esperaba para el futuro es ya una realidad en el momento presente.
La frase misteriosa, «dentro de un poco me veréis», refleja dos cosas: el motivo del abandono en que quedan los discípulos, por la partida de Jesús, y el motivo de la alegría por su nueva presencia. Presencia de un ausente o ausencia de un presente. La tristeza y la alegría son experiencias simultáneas en la vida del cristiano.
El evangelista está utilizando las categorías de la época. Según ellas, los días o tiempos anteriores al final, al tiempo último, se caracterizarían por una visión parcial, un conocimiento imperfecto de lo que había de venir. Era hablar como “en figuras”, como dicen los apóstoles. Cuando llegase el tiempo último desaparecería toda oscuridad, se verían las cosas como son. En el vocabulario paulino se expresa así: «Ahora vemos por un espejo y oscuramente, pero entonces veremos cara a cara» (1Cor 12, 13).
En esta sección se dice que ese tiempo último ha llegado ya. Los discípulos comprenden. Las figuras o el sentido profundo al que apuntaban los signos realizados por Jesús han sido descubiertos.
Jesús había hablado repetidas veces de «ir al Padre». Los discípulos no habían entendido lo que quería decir. Ahora, de repente, caen en la cuenta de su significado. Como si la verdad completa les hubiese sido descubierta. Como si la perfección del conocimiento y la claridad de la visión, que ellos creían que se daría únicamente en el Cielo, estuviese ya a su disposición aquí y ahora.
Ha llegado el tiempo en que se realiza una auténtica comunión con Dios. El hombre se siente tan próximo a él, que tiene la seguridad de que su oración es escuchada. Y ello no porque aparezca Jesús como intercesor para lograr esa comunión: no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado.
El Padre, Jesús y los discípulos, los creyentes, la Iglesia, constituyen una unidad de amor. No Porque el amor de Dios se haga depender del amor que los creyentes profesan a Cristo. El evangelista vuelve a recordar el tema tratado en 15, 13ss, donde Jesús y sus discípulos son vistos como formando un círculo de amor.
Salí del Padre y vine al mundo... Se habla, con toda claridad posible, del origen y destino de Jesús. Lenguaje metafórico del movimiento: «salir de, venir de arriba, ir hacia», utilizado para designar a Jesús y su misión. Lenguaje inadecuado en orden a expresar la realidad. Jesús nunca ha abandonado al Padre; siempre ha estado con el Padre y el Padre con él. Por otra parte tampoco abandona el mundo, porque vuelve a los discípulos, aunque sea de un modo diverso (ver 14, 18ss).
Comentario del Santo Evangelio: Jn 16,23-28, de Joven para Joven. “Pedid en mi nombre”.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Nuestro Dios es el de la historia de la salvación, el Dios Amor. Si “Dios es Amor” (1 Jn 4,8), tiene que ser Comunión, Familia; de otro modo, ¿cómo el “Amor” iba a amar, si antes de la creación del mundo no podría amar a nadie ni a nada, sino a sí mismo?
Dios es un eterno e infinito proceso de amor. Es Padre, Hijo y Espíritu. Las tres personas son protagonistas de la historia de la salvación: “Tanto amó el Padre al mundo que le dio a su Hijo único para alumbrar vida eterna” (Jn 3,16). Tanto amó el Hijo al mundo que “puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14) y se hizo uno de nosotros (Hb 4,15); todo ello “por obra y gracia del Espíritu Santo” (Lc 1,35).
Si en algo insisten Jesús y el Nuevo Testamento es en imbuirnos de una espiritualidad trinitaria. Y si en algo insisten muchos cristianos es en “creer en un solo Dios” y en un Dios “solo”, solitario. Jesús nos ha revelado a la Trinidad, no primordialmente para que sepamos quién es, sino para que sepamos lo que hemos de ser nosotros.
Se nos dijo en el bautismo: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Estas palabras no son un mero formulismo, sino la expresión de un misterio que nos afecta. La Familia divina es nuestra familia. Las palabras sacramentales nos proclaman hijos del Padre porque el Hijo nos acepta como hermanos (Hb 2,11; Jn 20,17) y templos del Espíritu; Él es la fuerza que nos impulsa poniendo fuego y vigor en el corazón. “Si alguno me ama, vendremos a él y en él pondremos nuestra morada” (Jn 14,23).
La Trinidad no es un simple sujeto de devoción, sino la orientación envolvente de toda la espiritualidad. En la última cena Jesús pronuncia estas afirmaciones sorprendentes: “Te pido que sean uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros” (Jn 17,21). No se puede decir nada más grandioso sobre nuestra comunión con Dios-Familia, de la que formamos parte nada menos que como hijos, hermanos y su morada (1 Co 6,19).
Vivir como Dios. Esto nos sumerge en un misterio asombroso, porque toda la Familia divina se implica en nuestra vida y nos implica en su dinamismo, en su eterno e infinito proceso de amor; y, por ello, nuestra vida se diviniza. El Padre nos envuelve en el amor con que ama al Hijo; el Hijo ama y sirve al Padre en los otros hermanos, en nosotros y por nosotros con el impulso del Espíritu. Nuestro quehacer humano se vuelve vida divina, ya que en él están implicadas las tres divinas Personas. De este modo, el corazón del hombre y la comunidad son un cielo.
Los hombres, por nuestra parte, estamos llamados a ser iconos de la Familia divina. El hecho de formar parte de la Familia divina no es sólo un titulo meramente honorífico; tiene hondas implicaciones vivenciales, y ha de determinar nuestro modo de vivir.
Es lamentable que para muchos cristianos la fe en la Trinidad sea un dogma casi inútil. Si hemos de ser y de vivir a imagen del Dios-Amor- Familia, el amor ha de ser el determinante último de nuestra vida: “Todo el que ama ha nacido de Dios (es su hijo) y conoce a Dios” (1 Jn 4,7). Ese amor ha de ser de comunión. Dios es uno en la diversidad y eso hemos de ser nosotros (Jn 17,21-23). Lucas propone a la comunidad de Jerusalén como icono de la Trinidad: “Tenían un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Sólo podemos ser “icono” fiel de la Trinidad y de la comunidad de Jesús, viviendo en comunión fraterna.
Encuentro familiar. Las funciones que se atribuyen a Cristo, desde los paradigmas humanos, pueden dar una imagen inexacta de la Familia divina. Se le denomina “mediador”, “abogado”, “intercesor”... Jesús sería, según esto, el Hermano mayor que convence, “ablanda el rigor del Padre”. Frente a ello Jesús asegura que el Padre nos quiere (Lc 11,10-12). “Si entregó a su propio Hijo por nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo?” (Rm 8,31).
La oración es nuestro encuentro más solemne con la Familia divina. En ella vivimos expresa y conscientemente nuestra comunión con el Padre-Madre, el Hijo y el Espíritu. El lugar de la oración, sobre todo, el de la Eucaristía, es un cielo. El Espíritu es el que impulsa nuestra oración, “ora en nosotros con gemidos inenarrables” (Rm 8,26); suscita en nosotros sentimientos filiales y, en consecuencia, fraternos, y nos impulsa a exclamar: “¡Abbá!” (Rm 8,15). El Hijo “vive intercediendo por nosotros” (Hb 7,25). Podemos imaginarlo orando como lo hizo en su última cena (Jn 17,11.18.21). Jesús nos invita a orar “en su nombre”.
Pero orar “por” Cristo no se reduce a emplear la fórmula: “Por nuestro Señor Jesucristo . Dirigirse al Padre “por” Cristo es orar desde la humildad, sentirse identificados con él, vitalmente unidos a él, sentirnos amados en él, porque somos “uno” con él y formamos un cuerpo con él (Ef. 5,30).
Jesús invitó inútilmente a los apóstoles a orar con él; ahora hemos de ser nosotros los que le pidamos que ore “con” nosotros; él ha garantizado su presencia cuando se reúnen dos o más (Mt 18,20). Él está a nuestro lado haciendo suya nuestra plegaria, siempre que oremos “como” él, con sus mismas disposiciones interiores. Hemos de orar, incluso, con sus oraciones, sobre todo con el padrenuestro, rezado con sus mismos sentimientos, motivaciones, intencionalidad y calor. Orar con Jesús y con la Familia divina ha de significar para nosotros la alegría completa.
Elevación Espiritual para este día.
«Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa» (Jn 16,24). Esta alegría plena no es la de los sentidos carnales, sino la alegría espiritual; y cuando sea tan grande que nada pueda añadirse a ella, será evidentemente completa. Así pues, cualquier cosa que pidamos y que tenga como fin la consecución de esta alegría plena es precisamente lo que debemos pedir en el nombre de Cristo, si comprendemos de manera justa el sentido de la gracia divina y si el objeto de nuestras oraciones es la verdadera felicidad en la vida eterna. Cualquier otra cosa que pidamos no tiene valor alguno, no porque sea inexistente por completo, sino porque, frente a un bien tan grande como la vida eterna, cualquier otra cosa que podamos desear fuera de ella es menos que nada.
Reflexión Espiritual para el día.
En el clima de secularización en que vivimos, los líderes cristianos se sienten cada vez menos necesarios y cada vez más marginados. Muchos empiezan a preguntarse si no habrá llegado el momento de abandonar el sacerdocio; a menudo responden que «sí» y se marchan, buscan otra ocupación y unen sus esfuerzos a los de sus contemporáneos para contribuir de manera eficaz a mejorar el mundo. Con todo, no hemos de olvidar que existe otra situación completamente distinta. Por debajo de las grandes conquistas de nuestro tiempo se esconde una fuerte impresión de desesperación. Si, por un lado, la eficiencia y el control son las grandes aspiraciones de nuestra sociedad, por otro hay millones de personas que, en este mundo orientado al éxito, tienen el corazón oprimido por la soledad, la falta de amistad y solidaridad, las relaciones rotas, el aburrimiento, la depresión y un profundo sentido de inutilidad. Es aquí donde se hace evidente la necesidad de un nuevo liderazgo cristiano.
El verdadero líder del futuro será aquel que se atreva a reivindicar su propia extrañeza en el mundo contemporáneo como una vocación divina que le hace expresar una profunda solidaridad con la angustia que se esconde bato el esplendor del éxito y le hace llevar la luz de Jesús
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hechos 18, 22-28. Pablo regresa de Éfeso.
Procedente de Éfeso, Pablo desembarcó en Cesarea, subió a saludar la Iglesia de Jerusalén y bajó a Antioquía... Luego, recorrió Galacia y Frigia.
En esta época, la comunión y la unidad de la Iglesia, no la hacen, ante todo, unas reglas jurídicas, sino una intensa «comunicación de experiencias y de oraciones». Cada «iglesia» está en comunicación con las demás. En todas ellas se proclama la misma Palabra y la misma Fe.
Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Éfeso.
Así se extiende el evangelio: por un viajero que se desplaza por asuntos de su oficio.
Mi trabajo, ¿es para mí ocasión de ser tu testigo, Señor?
Era un hombre elocuente, versado en las Escrituras; y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba lo referente a Jesús, si bien conocía solamente el bautismo de Juan.
En esa Iglesia primitiva no existen todavía las distinciones que ahora nos son familiares. Apolo no ha esperado a tener la verdad total para hablar de Jesús. ¡Sólo conoce una parte, se quedó en lo del bautismo de Juan Bautista! Pero da a conocer lo que sabe.
También para mí el descubrimiento de Jesucristo es sin duda muy imperfecto. Ayúdame, Señor, a hablar de Ti lo mejor que pueda, con mis propias palabras. Ayúdame, Señor, a saber reconocerte en las palabras y en la vida de aquellos que te conocen aún imperfectamente.
Habiéndolo oído, Priscila y Aquila lo tomaron consigo y le expusieron más exactamente el «camino» que lleva a Dios.
Un hogar cristiano, unos laicos cristianos se encargan de Apolo para ayudarle a avanzar en su fe.
¡Descubrir el «camino que conduce a Dios»!
Señor, pon cerca de los que andan buscando, a laicos cristianos capaces de prestar ese servicio: ser un punto de referencia en el camino que conduce hasta Ti
¿Hay a mí alrededor quienes andan buscando? ¿Les prestó atención? ¿Cómo es mi plegaria?
Queriendo Apolo ir a Grecia, los hermanos le animaron a ello y escribieron a los discípulos para que le hicieran una buena acogida.
Decididamente, ¡la labor apostólica marcha! Y se pone de relieve la importancia de la «acogida». Un grupo no es verdaderamente cristiano si no permanece «abierto». Una comunidad cristiana no es un Club, reservado al que «presenta el carnet de socio».
Corinto dará acogida a un cristiano procedente de Alejandría y de Éfeso.
¿Cómo son acogidos los extraños en nuestras comunidades?
Una vez allí, fue de gran provecho a los creyentes, con el auxilio de la gracia, porque demostraba por las Escrituras que Jesús era el Mesías, el Cristo.
Llegará a tener tanto éxito en Corinto, que provocará incluso clanes en torno a su nombre: «yo, soy de Apolo... yo, soy de Pablo...».
Por el momento, san Lucas se regocija de la elocuencia de Apolo. Y da gracias a Dios por la calidad de sus sermones.
Señor, ayúdanos a poner nuestras dotes personales al servicio del evangelio y de nuestros hermanos.
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