21 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA. VIERNES DE LA VII SEMANA DE PASCUA, Feria o SAN CRISTOBAL MAGALLANES, presbítero, y compañeros, mártires, Memoria libre. (Ciclo C). 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Eugenio de Mazenod ob. Beato Jacinto Maria Colmier pb.
LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 25, 13-21. Un difunto llamado Jesús. que Pablo sostiene que está vivo.
Salmo 1o2. R/.. El ,Señor puso en el cielo su trono.
Jn 21. 15-19. Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.
En este pasaje Juan se puede ver la rehabilitación de la autoridad de Pedro. La triple pregunta de Jesús y la triple respuesta de Pedro muestran una contrapartida simbólica de su triple negación. Su arrepentimiento está implícito en la insistencia en que ama a Jesús y en la angustia que le produce la triple pregunta. La intención directa de la triple pregunta y respuesta no es mostrar que Jesús dude de Pedro, sino que Pedro ama profundamente a Jesús.
El mandato de apacentar al rebaño incluye dos actividades del apostolado de Pedro: la dirección de la primitiva Iglesia de Jerusalén y la predicación misionera. Juan (cap 10) no insiste en la posición superior del pastor, sino más bien en el conocimiento que lo une con las ovejas y en su entrega total al rebaño hasta dar la vida por él. Jesús es el buen pastor al que el Padre ha dado el rebaño, Pedro debe cuidarlo; se refiere a las relaciones de Pedro con la iglesia en conjunto, no a las relaciones de Pedro con los demás discípulos en el terreno de la autoridad. La muerte de Pedro, soslayada en el v 18, será la prueba de la sinceridad de su triple profesión de amor a Jesús, pues “No hay amor más grande…” (15,13)
PRIMERA LECTURA.
Hechos 25,13-21
Un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo
En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días. Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: "Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en prisión hasta que pueda remitirlo al César."
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 102
R/.El Señor puso en el cielo su trono.
Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice, alma mía, al Señor, / y no olvides sus beneficios. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus fieles; / como dista el oriente del ocaso, / así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
El Señor puso en el cielo su trono, / su soberanía gobierna el universo. / Bendecid al Señor, ángeles suyos, / poderosos ejecutores de sus órdenes. R.
SANTO EVANGELIO
Juan 21,15-19
Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: 102
R/.El Señor puso en el cielo su trono.
Bendice, alma mía, al Señor, / y todo mi ser a su santo nombre. / Bendice, alma mía, al Señor, / y no olvides sus beneficios. R.
Como se levanta el cielo sobre la tierra, / se levanta su bondad sobre sus fieles; / como dista el oriente del ocaso, / así aleja de nosotros nuestros delitos. R.
El Señor puso en el cielo su trono, / su soberanía gobierna el universo. / Bendecid al Señor, ángeles suyos, / poderosos ejecutores de sus órdenes. R.
SANTO EVANGELIO
Juan 21,15-19
Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."
Palabra del Señor.
Comentario de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 25,13-21
Han pasado dos años y Pablo sigue prisionero. Pero también ha llegado Festo, un magistrado mucho más honesto y solícito que el anterior. La lectura presenta una de las muchas vicisitudes por las que pasa el prisionero Pablo, que no pierde ocasión para anunciar lo que, para él, es lo más importante, incluso ante el rey y los príncipes, por muy indignos y poco ejemplares que sean, como la incestuosa pareja formada por Agripa y Berenice. El procurador Festo había comprendido bien el núcleo de la cuestión: lo que separaba a los judíos de Pablo no era una doctrina, sino un hecho, mejor aún: el testimonio sobre el hecho de la resurrección de Jesús.
Lucas parece un admirador del sistema jurídico romano e incluso saca a la luz algunos de sus principios rectores. Y pone de manifiesto la prontitud para explotar en favor del Evangelio este admirado ordenamiento jurídico. Pablo podrá ir a Roma gracias a su apelación al César. Irá como prisionero, es verdad, pero irá a Roma. Es interesante leer la continuación del relato, donde se presenta el encuentro de Pablo con la extraña pareja y con el representante del Imperio romano: también ellos están interesados en el asunto de Jesús y convierten la resurrección en tema de conversación. El valor de Pablo, que no teme exponerse, obliga a todo tipo de personas a ponerse frente al hecho de la resurrección, que ahora se ha convertido en el motivo fundador del nuevo camino de salvación.
Lucas parece un admirador del sistema jurídico romano e incluso saca a la luz algunos de sus principios rectores. Y pone de manifiesto la prontitud para explotar en favor del Evangelio este admirado ordenamiento jurídico. Pablo podrá ir a Roma gracias a su apelación al César. Irá como prisionero, es verdad, pero irá a Roma. Es interesante leer la continuación del relato, donde se presenta el encuentro de Pablo con la extraña pareja y con el representante del Imperio romano: también ellos están interesados en el asunto de Jesús y convierten la resurrección en tema de conversación. El valor de Pablo, que no teme exponerse, obliga a todo tipo de personas a ponerse frente al hecho de la resurrección, que ahora se ha convertido en el motivo fundador del nuevo camino de salvación.
Comentario del Salmo 102
Este salmo es un himno de alabanza. Se alaba al Señor con todas las fuerzas y se le da gracias por todos los beneficios que ha concedido a una persona (1b-2) y a todo el pueblo (7-19). El salmista bendice a Dios e invita a todas las realidades creadas a que hagan lo mismo.
Existen diferentes propuestas, pero nos limitamos a presentar sólo una de ellas. Este salmo comienza (1b-2) y termina (20-22) invitando a bendecir. Al principio y al final del salmo se encuentra la misma expresión: « ¡Bendice, alma mía, al Señor!». Además de estas dos invitaciones al principio y al final, se pueden distinguir dos partes: 3-6 y 7-19.
El salmista se dirige a sí mismo, esto es, a su propia alma, la primera de las invitaciones: se anima a sí mismo a bendecir al Señor con todas sus fuerzas y sin olvidar ninguno de sus beneficios, ¿De qué beneficios se trata? Se enumeran en la primera parte (3-6) y se refieren a acciones de Dios, a sus gestos de liberación: perdona sus culpas, cura sus enfermedades (3), arranca su vida de las garras de la muerte, coronándola de amor y de compasión (4), sacia de bienes los años que vive el salmista (5), hace justicia y defiende a los oprimidos (6). Tenemos, en total, siete acciones liberadoras que tienen como sujeto al Señor. El centro de estas acciones consiste en coronar la vida del salmista de amor y de compasión (4b).
Dejando a un lado el enfoque personal, el salmista pasa ahora a contemplar, sin olvidarse de nada, todos los beneficios que el Señor ha llevado a cabo en la historia del pueblo. Estamos en la segunda parte (7-19). Hemos pasado, por tanto, de la dimensión personal al ámbito colectivo y social. La síntesis de la segunda parte podría sonar así: a lo largo de la historia del pueblo, Dios se ha mostrado lleno de «amor y misericordia» (el eje de las siete acciones anteriores). El término «amor» aparece en tres ocasiones (8b.11b.17a) y este amor es para «cuantos lo temen» (expresión que también aparece tres veces. ¿Cómo se manifiestan el amor y la compasión del Señor en el camino del pueblo? El salmo lo desarrolla con detenimiento: revelando sus caminos (7), con su lentitud para la cólera y su riqueza en amor (8), sin acusar perpetuamente ni guardar rencor por siempre (9), no tratando al pueblo conforme a sus errores (10), manifestando su amor (11), alejando las transgresiones (12) y mostrándose un padre compasivo (13). La razón de todo ello es la siguiente: él ha sido quien nos ha creado y sabe que somos frágiles (14).
El tema de la fragilidad humana (que ya se ha tratado en el salmo anterior) aparece de manera destacada. La vida de la gente se compara con la hierba del campo: hermosa, pero frágil y pasajera (15-16). Todo lo contrario, e1 amor del Señor sin principio ni fin para cuantos lo temen y cumplen sus mandamientos (17-18).
La exhortación final (20-22) es de amplias dimensiones y de ámbito cósmico, Incluye cuatro invitaciones. Todas las criaturas están invitadas a bendecir al Señor, su amor y su compasión: los ángeles, que obedecen sus órdenes (20), los astros, que cumplen su voluntad (21), todas las cosas creadas (22a) y el mismo salmista. (22b).
Este salmo es una alabanza por la superación de un conflicto. La alabanza se prolonga con la contemplación de la historia del pueblo de Dios, al que el Señor ha revelado su amor y su compasión, y se abre al infinito. De hecho, partiendo de la alabanza personal se llega a la alabanza cósmica (20-22).
¿Qué es lo que habría provocado esta alabanza? Existen diversas posibilidades. El salmista siente que sus pecados son perdonados (3a) y, más adelante, contempla el perdón del Señor para cuantos lo temen (10.12). Puede que se haya curado de una enfermedad (3b) y, después, hace una sutil mención de las debilidades y enfermedades del pueblo (14-16). Tal vez haya estado en peligro de muerte (4a); una vez curado, siente que el amor y la compasión del Señor representan la cima de su vida (4b). Una vez recuperado de su enfermedad, vive rebosante de salud y colmado de bienes (5). El versículo 5, puede dar la impresión de que este salmo fue compuesto por un «viejo enjuto», lleno de fuerza juvenil (el águila es símbolo de fuerza y de vitalidad). Tal vez haya padecido la injusticia y la opresión. Ha clamado al Señor y él lo ha escuchado, haciéndole justicia (6).
En la invitación inicial (2), el salmista le pide a su alma que no olvide ninguno de los beneficios del Señor. Tal vez este individuo haya recibido de Dios todas estas cosas. De ahí la gran magnitud y la dimensión universal de esta invitación a la alabanza.
Las siete acciones del Señor que se mencionan en la primera parte (3-6), con su eje central (el «amor» y la «compasión»), nos ofrecen un magnífico retrato del Señor: se trata de un Dios que perdona, cura, rescata de la fosa, llena la vida de amor y de compasión, sacia, hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Una vez más, se trata del Dios aliado fiel, Es más, aunque las personas (o el pueblo) no le guarden fidelidad y pequen, él permanece fiel y perdona. Este salmo muestra, por tanto, la fidelidad radical del Señor para con su aliado, el pueblo.
La segunda parte (7-19) insiste en que el Señor es compasivo (8a) y está lleno de amor (8b). Y muestra en qué se traduce todo esto, por ejemplo, durante el camino de Israel. Es un Dios que construye la historia junto a su pueblo (7), perdonando y mostrándose compasivo. Es muy interesante la imagen del padre: «Corno un padre es compasivo con sus hijos, el Señor es compasivo con los que lo temen» (13). La compasión es la cualidad más preciada de un padre. También es la característica principal de Dios. El es el aliado compasivo que camina junto a su pueblo, perdonándolo, pues él es su creador. ¿Y quién, mejor que él, para conocer cómo estamos hechos o para acordarse de que no somos más que polvo? (14).
De Jesús se dice que «amó hasta el fin», es decir, hasta las últimas consecuencias (Jn 13,1). La compasión es su principal característica ante el sufrimiento o el clamor de la gente (Mt 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Mc 6,34; 8,2; Lc 7,13). Jesús también perdonó los pecados, curó a enfermos, resucitó a muertos, sació a hambrientos, hizo justicia y defendió a todos los oprimidos.
Además, reveló a todo el mundo que la mayor e insuperable de las características de Dios es su paternidad. Nos enseñó a llamarlo Abbá, «Papá». Las parábolas de la misericordia (Lc 15) ilustran perfectamente quién es el Dios de Jesucristo y Padre de toda la humanidad.
Jesús bendijo al Padre (Mt 11,25) y mostró cómo también es compasivo y misericordioso con los malvados e injustos (Mt 5,43-48).
Por tratarse de un himno de alabanza, este salmo se presta para los momentos en que deseamos, con todas nuestras fuerzas, bendecir a Dios, sin olvidar ninguno de sus beneficios en nuestro favor y en favor de toda la humanidad (el perdón, las curaciones, la salud recobrada, la victoria sobre la justicia, etc.); podernos rezarlo cuando, con el deseo de abrazar a todo el universo, queremos alabar a Dios en sintonía con toda la creación; cuando nos sentimos hijos de Dios Padre, lleno de amor y compasión; cuando queremos confiarle nuestra frágil vida y nuestra existencia pasajera...
Otros salmos que son himnos de alabanza: 8; 19; 29; 33; 100; 104; (105); 111; 113; 114; 117; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150.
Comentario del Santo Evangelio: Juan 21,15-19.
La perícopa está totalmente centrada en la figura de Simón Pedro. El evangelista, con dos pequeños fragmentos discursivos, especifica cuál es el papel del apóstol en la comunidad eclesial: ha sido llamado para desempeñar el ministerio de pastor (vv. 15-17) y para dar testimonio con el martirio (vv. 18s). De ahí que el Señor, antes de confiar a Pedro el encargo pastoral de la Iglesia, le exija una confesión de amor. Esa es la condición indispensable para poder ejercer una función de guía espiritual. Y el Señor requiere el amor de Pedro tres veces (vv. 15.16.17), con un ritmo creciente.
La insistencia de Jesús en el amor ha de ser leída como condición para establecer la relación de intimidad filial que Pedro debe mantener con el Señor. Antes que en cualquier dote humana, el ministerio pastoral de Pedro se basa en una confiada comunión interior y no en un puesto de prestigio o de poder: una intimidad que no puede ser apreciada con medidas humanas, sino que es reconocida por el Señor mismo, que escruta el corazón. Y el Hijo de Dios, que conoce bien el ánimo del apóstol, le responde confiándole la misión de apacentar a su rebaño: «Apacienta mis ovejas» (v. 17c).
Al ministerio pastoral le sigue después el testimonio del martirio. También Pedro debe refrendar su amor a Jesús con la entrega de su vida (cf. Jn 15,13). El fragmento concluye con algunas palabras redactadas por el autor sobre el tema del seguimiento. La misión de la Iglesia y de todos sus discípulos es siempre la del seguimiento de Jesús, único modelo de vida.
El evangelio del “discípulo amado” recupera, por así decirlo, el papel de Pedro en clave de amor. Sólo quien ama puede apacentar el rebaño recogido por el Amor. Sólo quien responde al amor de Cristo puede estar en condiciones de ser puesto al frente de su rebaño, porque debe ser testigo del amor.
La página que nos ocupa es de una enorme densidad y está empapada por el tema central de todo el evangelio de Juan: el amor. Por amor ha entregado el Padre al Hijo, por amor ha entregado el Hijo su vida, por amor ha reunido Cristo a los suyos; el amor es la ley de los discípulos, el amor debe mover a Pedro, y para dar testimonio de este amor ha escrito el discípulo amado su evangelio. Toda la historia divina y humana está movida por el amor, que nace del corazón de Dios, se revela en el Hijo, es atestiguado por los discípulos y se pide a quien «preside en el amor». Los acontecimientos humanos se iluminan y resuelven con esta pregunta: « ¿Me amas?» y con esta respuesta: «Sí, te amo».
La historia de la Iglesia está basada en la pregunta que dirige Cristo a todos sus discípulos: « ¿Me amas?», y en la respuesta: «Sí, te amo». Que el Espíritu, que es el amor increado, nos permita entrar en este diálogo iluminador y beatificante.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 21, 1-19(21,1-14/21, 15-17/21, 15-19), para nuestros Mayores. Jesús, Pedro y el discípulo amado.
La confesión de fe de Tomas y las palabras que Jesús le dirigió, juntamente con la nota del evangelista sobre el propósito que tuvo al escribir el evangelio, formaban originariamente la culminación y conclusión del evangelio. Pero como, de hecho, no conocemos el evangelio sin este cap. 21, seguimos considerándolo como parte integrante del mismo.
La escena que recoge esta pequeña sección tiene lugar en Genesaret. Un grupo de pescadores galileos, discípulos de Jesús, después del fracaso del esfuerzo nocturno en sus faenas de pesca, logran una captura extraordinaria lanzando sus redes hacia el lugar que les indicó un desconocido desde las orillas del lago (una narración semejante nos ofrece Lc 5, 1-11, sólo que Lucas la sitúa al principio de la vida pública de Jesús).
Los protagonistas de esta escena milagrosa son, aparte de Jesús, Pedro y el discípulo a quien amaba el Señor. Pedro es el que más, se afana en la pesca; el otro discípulo fue quien primero reconoció en el desconocido de la orilla a Jesús.
A continuación de la pesca, aunque todavía en el contexto de la misma, nos es narrada una comida de los discípulos con el Señor resucitado. Esta comida nos es narrada de tal forma que el lector necesariamente tiene que pensar en la eucaristía. La eucaristía era celebrada en la Iglesia, en las comunidades cristianas, con la absoluta convicción de la presencia del Señor.
Aparte de esto, la escena tiene un simbolismo que, con mayor o menor acierto, se ha buscado partiendo del número de peces capturados. Si el evangelista menciona e número, debemos estar seguros que no lo hace por satisfacer una curiosidad o precisar una cantidad. Si hubiese pretendido afirmar lo extraordinario de la captura lograda hubiese recurrido a un número «redondo», que siempre es más impresionante.
Conformarse con el sentido literal de lo que leemos equivaldría a desconocer la clave en la que escribe el autor del cuarto evangelio. Pensemos, por otra parte, que la cultura en la que está enraizado el evangelio da una importancia excepcional al simbolismo de los números. ¿Cuál es el simbolismo de este número 153?
El número 153 resulta de la suma de todos los números desde el 1 al 17, de esta forma: 1+ 2+ 3+ 4+ 5...+ 17= 153. Por otra parte el 17 se compone de la suma de 10+7 y estos dos números, cada uno de por sí, significan una totalidad perfecta. Por tanto, la cantidad indicada, 153, debe ser entendida como símbolo de la totalidad de algo (la totalidad de la humanidad?, ¿la totalidad de la Iglesia?, ¿la Iglesia en relación con la humanidad?).
Algunos naturalistas afirmaban la existencia de 153 especies distintas de peces. Según esto, nos hallaríamos igualmente ante el número que simboliza la totalidad.
Nunca podrá haber razones decisivas que obliguen a aceptar una interpretación con exclusión de la otra. Baste afirmar que el pensamiento del evangelista va en la dirección que hemos apuntado. Otra razón debe verse en la precisión que hace el evangelista: “Y con ser tantos, no se rompió la red”. ¿Su intención? Tampoco podríamos decirlo con exactitud; pero si los peces deben simbolizar la totalidad de los pueblos que deben llegar a la fe, a la Iglesia, y la red no se rompe, este hecho debe simbolizar la unidad de la Iglesia. ¿Demasiado rebuscado? Prácticamente estaríamos ante el desarrollo de una metáfora originaria de Jesús: «Os haré pescadores de hombres» (Mc 1, 17).
Apacienta mis ovejas. Palabras de Jesús asignando una misión especial a Pedro; las refiere también Mateo (Mt 16, 18) y Lucas (Lc 22, 31-32). Por otra parte todos los evangelios recogen la triple negación de Pedro. En la narración de Juan, en la que Jesús provoca la triple confesión de amor por parte de Pedro, tendríamos el contrapeso de la triple negación.
El mandato último de Jesús: «Sígueme» es una clara referencia de otras palabras del Señor: «No puedes seguirme ahora, me seguirás después» (13, 36). Jesús indica la forma de la muerte de Pedro. La imagen del «ceñir se» parte del uso contemporáneo de vestidos amplios, que era necesario recoger y ceñir para poder hacer distancias algo largas. Un hombre mayor esto no podía hacerlo. Esto le ocurría a Pedro; se encontrará como un hombre anciano e indefenso ante aquéllos que, por su fe, le infieran la muerte.
Por otra parte, la escena pone de relieve otro pensamiento interesante: Hasta ahora había sido Jesús el pastor; ahora, en el tiempo de la Iglesia, es encargado Pedro de cumplir este oficio.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 21,15-23, de Joven para Joven. El diálogo con Pedro
Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa?
A partir de ahora el narrador emplea siempre palabras y frases que los lectores conocen de lo anterior, pero la construcción de esta narración es única. En ninguna otra parte, pues, exceptuando quizás el relato de Pedro y el discípulo amado en la tumba vacía (21,1-10), se pone en boca de los personajes tan pocas palabras. El relato en el capítulo 21 se ha desarrollado hasta ahora, sobre todo, como una historia, en la que suceden cosas: se trabaja, se pesca, se rema, se corre y se come. Sólo se ha dicho lo estrictamente necesario, pero ha sucedido algo.
Esto cambia ahora. El autor se despide de sus lectores con el relato de un diálogo entre Jesús y Pedro. Evidentemente también él sabe que el narrador del evangelio de Juan ha dado mucha importancia a los diálogos. Tres temáticas aparecen; también en ellas el estilo está previamente fijado.
La triple pregunta de Jesús a Pedro de silo ama, ha provocado una fuerte impresión en la lectura del evangelio de Juan. A nadie se le escapa la alusión a la triple negación: tres veces ha negado Pedro tener algo que ver con Jesús o, ciñéndose más al texto, Pedro negó tres veces tener que ver algo con los discípulos de Jesús. Ahora, tres veces le pide Jesús que confiese que lo ama. El pesar que le sobreviene a Pedro, cuando Jesús insiste por tercera vez (21,17), le gana la simpatía de los oyentes: él ya ha rectificado bastante lo que había hecho mal en el palacio del sumo sacerdote. El auditorio puede estar tranquilo: con Pedro, todo está bien. Las preguntas se refieren al amor de Pedro hacia Jesús. En sus respuestas, Pedro remite siempre al «saber» de Jesús, un saber que se refiere al amor de Jesús mismo. En la conversación de 17,6-8 he tratado de esto. Jesús sabe cómo están las cosas con sus discípulos, y cualquier discípulo puede remitirse a ese saber. Jesús no abandona a los suyos. Pedro no es el discípulo amado y, sin embargo, está incluido en el amor que Jesús tiene a sus discípulos.
Como tarea, Pedro escucha cada vez que tiene que apacentar las ovejas de Jesús: junto a los peces, que tiene que pescar, ahora están las ovejas que tiene que cuidar. Por eso, la escena recuerda a la primera vez en que se encontraron Jesús y Pedro: el cordero y la roca (1,42). Simón, el hijo de Juan (cf. 21,15.16.17 y 1,42) no ha permanecido una roca, y el cordero ha sido sacrificado. Por última vez están ahora juntos y el cordero pone a Pedro como pastor del rebaño de sus ovejas. Los lectores quedan prendados de este cambio; les da ánimo y aumenta su paciencia y mansedumbre.
Elevación Espiritual para este día.
¿Qué significan estas palabras: « ¿Me amas?», « ¿Apacienta mis ovejas? Es como si, con ellas, dijera el Señor: «Si me amas, no pienses en apacentarte a ti mismo. Apacienta, más bien, a mis ovejas por ser mías, no como si fueran tuyas; busca apacentar mi gloria, no la tuya; busca establecer mi Reino, no el tuyo; preocúpate de mis intereses, no de los tuyos, si no quieres figurar entre los que, en estos tiempos difíciles, se aman a sí mismos y, por eso, caen en todos los otros pecados que de ese amor a sí mismos se derivan como de su principio».
No nos amemos, pues, a nosotros mismos, sino al Señor, y, al apacentar sus ovejas, busquemos su interés y no el nuestro. El amor a Cristo debe crecer en el que apacienta a sus ovejas hasta alcanzar un ardor espiritual que le haga vencer incluso ese temor natural a la muerte, de modo que sea capaz de morir precisamente porque quiere vivir en Cristo.
Reflexión Espiritual para el día.
El misterio insondable de Dios consiste en que Dios es un enamorado que quiere ser amado. El que nos ha creado está esperando nuestra respuesta al amor que nos ha dado la vida. Dios no nos dice sólo: «Tú eres mi amado», sino que también nos dice: « ¿Me amas?», y nos proporciona innumerables posibilidades para responder «sí». En eso consiste la vida espiritual: en la posibilidad de responder «sí» a nuestra verdad interior.
Comprendida de este modo, la vida espiritual cambia radicalmente todas las cosas. El hecho de haber nacido y crecido, haber dejado la casa paterna y buscado una profesión, ser alabado o rechazado, caminar y reposar, orar y jugar, enfermar y ser curado, vivir y morir..., todo puede convertirse en expresión de la pregunta divina: «¿Me amas?». Y en cualquier momento del viaje existe siempre la posibilidad de responder «sí» y de responder «no».
¿A dónde nos lleva todo esto? Al «sitio» de dónde venimos, al «sitio» de Dios. Hemos sido enviados a esta tierra para pasar en ella un breve período y para responder, a través de las alegrías y los dolores durante el tiempo que tenemos a nuestra disposición, con un gran «sí» al amor que se nos ha dado y, al hacerlo, volver al que nos ha enviado con ese «sí» grabado en nuestros corazones.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia. Porcio Festo
El cristianismo La figura de Cristo resulta impresionante por todo concepto. Incluso vista por sus detractores no pueden negársele grandeza ni belleza suma. Al leer el Evangelio, donde se halla contenido su paso por la tierra, sorprende el laconismo del Maestro. Todas las palabras que pronunció exceptuando, quizá, el sermón de la montaña y las parábolas, podrían reducirse a unas frases breves, lapidarias, de un contenido turbador y muchas de las cuales son aún motivo de controversia y discusión, cuando no de opuestas interpretaciones. El que ama la vida la perderá. El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo... Exceptuando una ocasión en que trazó unas palabras sobre la arena, Jesús no escribió nada ni pareció preocuparle que se levantara acta escrita de sus hechos y de sus palabras. Su nacimiento fue misérrimo y su muerte brutal.
Sus discípulos quedaron tan aterrorizados cuando fue enterrado que incluso el más fiel le había negado ya por tres veces. Parecía que de Él no iba a quedar nada porque después de su muerte le rodeó la cobardía, el silencio y la soledad. Sin embargo, dos mil años más tarde, más de 750 millones de personas le adoran como verdadero Hijo de Dios. "Una disputa entre judíos sobre un cierto Jesús que murió, y del cual afirmaba Pablo estar vivo". En el año 60, esto es lo que un funcionario romano llamado Porcio Festo escribió sobre la religión cristiana. De entonces acá, muchas han sido las explicaciones que de la "esencia del cristianismo" se han dado, y algunas de ellas se han apartado más de la verdad que la de Porcio Festo.
El cristianismo se funda en un hecho: la figura de Jesús, su vida terrestre y, lo que es más importante, la creencia de que Jesús vive y no ha muerto, porque es Hijo de Dios. Ésta es la nota original de la religión cristiana, pues sin excluir el judaísmo, el cristianismo es la única religión que desborda la Historia por lo trascendental de su contenido y se encarna en una persona que no solamente transmite una doctrina, sino que se presenta ella misma como la verdad y la justicia vivientes. Es cierto que otras religiones tuvieron fundadores a los cuales sus contemporáneos pudieron ver con los ojos y tocar con las manos, pero ninguno de esos predicadores religiosos, Mahoma, Buda, Zoroastro, etc., se propuso a sí mismo como objeto de la fe de sus discípulos. Todos predicaban una doctrina que no atañía a su propia persona; eran simplemente enviados, profetas o siervos de Dios. Jesús es el Maestro que se da a sí mismo como objeto de nuestra fe; no se presenta como un personaje histórico, sino como verdadero Dios.
Existen diferentes propuestas, pero nos limitamos a presentar sólo una de ellas. Este salmo comienza (1b-2) y termina (20-22) invitando a bendecir. Al principio y al final del salmo se encuentra la misma expresión: « ¡Bendice, alma mía, al Señor!». Además de estas dos invitaciones al principio y al final, se pueden distinguir dos partes: 3-6 y 7-19.
El salmista se dirige a sí mismo, esto es, a su propia alma, la primera de las invitaciones: se anima a sí mismo a bendecir al Señor con todas sus fuerzas y sin olvidar ninguno de sus beneficios, ¿De qué beneficios se trata? Se enumeran en la primera parte (3-6) y se refieren a acciones de Dios, a sus gestos de liberación: perdona sus culpas, cura sus enfermedades (3), arranca su vida de las garras de la muerte, coronándola de amor y de compasión (4), sacia de bienes los años que vive el salmista (5), hace justicia y defiende a los oprimidos (6). Tenemos, en total, siete acciones liberadoras que tienen como sujeto al Señor. El centro de estas acciones consiste en coronar la vida del salmista de amor y de compasión (4b).
Dejando a un lado el enfoque personal, el salmista pasa ahora a contemplar, sin olvidarse de nada, todos los beneficios que el Señor ha llevado a cabo en la historia del pueblo. Estamos en la segunda parte (7-19). Hemos pasado, por tanto, de la dimensión personal al ámbito colectivo y social. La síntesis de la segunda parte podría sonar así: a lo largo de la historia del pueblo, Dios se ha mostrado lleno de «amor y misericordia» (el eje de las siete acciones anteriores). El término «amor» aparece en tres ocasiones (8b.11b.17a) y este amor es para «cuantos lo temen» (expresión que también aparece tres veces. ¿Cómo se manifiestan el amor y la compasión del Señor en el camino del pueblo? El salmo lo desarrolla con detenimiento: revelando sus caminos (7), con su lentitud para la cólera y su riqueza en amor (8), sin acusar perpetuamente ni guardar rencor por siempre (9), no tratando al pueblo conforme a sus errores (10), manifestando su amor (11), alejando las transgresiones (12) y mostrándose un padre compasivo (13). La razón de todo ello es la siguiente: él ha sido quien nos ha creado y sabe que somos frágiles (14).
El tema de la fragilidad humana (que ya se ha tratado en el salmo anterior) aparece de manera destacada. La vida de la gente se compara con la hierba del campo: hermosa, pero frágil y pasajera (15-16). Todo lo contrario, e1 amor del Señor sin principio ni fin para cuantos lo temen y cumplen sus mandamientos (17-18).
La exhortación final (20-22) es de amplias dimensiones y de ámbito cósmico, Incluye cuatro invitaciones. Todas las criaturas están invitadas a bendecir al Señor, su amor y su compasión: los ángeles, que obedecen sus órdenes (20), los astros, que cumplen su voluntad (21), todas las cosas creadas (22a) y el mismo salmista. (22b).
Este salmo es una alabanza por la superación de un conflicto. La alabanza se prolonga con la contemplación de la historia del pueblo de Dios, al que el Señor ha revelado su amor y su compasión, y se abre al infinito. De hecho, partiendo de la alabanza personal se llega a la alabanza cósmica (20-22).
¿Qué es lo que habría provocado esta alabanza? Existen diversas posibilidades. El salmista siente que sus pecados son perdonados (3a) y, más adelante, contempla el perdón del Señor para cuantos lo temen (10.12). Puede que se haya curado de una enfermedad (3b) y, después, hace una sutil mención de las debilidades y enfermedades del pueblo (14-16). Tal vez haya estado en peligro de muerte (4a); una vez curado, siente que el amor y la compasión del Señor representan la cima de su vida (4b). Una vez recuperado de su enfermedad, vive rebosante de salud y colmado de bienes (5). El versículo 5, puede dar la impresión de que este salmo fue compuesto por un «viejo enjuto», lleno de fuerza juvenil (el águila es símbolo de fuerza y de vitalidad). Tal vez haya padecido la injusticia y la opresión. Ha clamado al Señor y él lo ha escuchado, haciéndole justicia (6).
En la invitación inicial (2), el salmista le pide a su alma que no olvide ninguno de los beneficios del Señor. Tal vez este individuo haya recibido de Dios todas estas cosas. De ahí la gran magnitud y la dimensión universal de esta invitación a la alabanza.
Las siete acciones del Señor que se mencionan en la primera parte (3-6), con su eje central (el «amor» y la «compasión»), nos ofrecen un magnífico retrato del Señor: se trata de un Dios que perdona, cura, rescata de la fosa, llena la vida de amor y de compasión, sacia, hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Una vez más, se trata del Dios aliado fiel, Es más, aunque las personas (o el pueblo) no le guarden fidelidad y pequen, él permanece fiel y perdona. Este salmo muestra, por tanto, la fidelidad radical del Señor para con su aliado, el pueblo.
La segunda parte (7-19) insiste en que el Señor es compasivo (8a) y está lleno de amor (8b). Y muestra en qué se traduce todo esto, por ejemplo, durante el camino de Israel. Es un Dios que construye la historia junto a su pueblo (7), perdonando y mostrándose compasivo. Es muy interesante la imagen del padre: «Corno un padre es compasivo con sus hijos, el Señor es compasivo con los que lo temen» (13). La compasión es la cualidad más preciada de un padre. También es la característica principal de Dios. El es el aliado compasivo que camina junto a su pueblo, perdonándolo, pues él es su creador. ¿Y quién, mejor que él, para conocer cómo estamos hechos o para acordarse de que no somos más que polvo? (14).
De Jesús se dice que «amó hasta el fin», es decir, hasta las últimas consecuencias (Jn 13,1). La compasión es su principal característica ante el sufrimiento o el clamor de la gente (Mt 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Mc 6,34; 8,2; Lc 7,13). Jesús también perdonó los pecados, curó a enfermos, resucitó a muertos, sació a hambrientos, hizo justicia y defendió a todos los oprimidos.
Además, reveló a todo el mundo que la mayor e insuperable de las características de Dios es su paternidad. Nos enseñó a llamarlo Abbá, «Papá». Las parábolas de la misericordia (Lc 15) ilustran perfectamente quién es el Dios de Jesucristo y Padre de toda la humanidad.
Jesús bendijo al Padre (Mt 11,25) y mostró cómo también es compasivo y misericordioso con los malvados e injustos (Mt 5,43-48).
Por tratarse de un himno de alabanza, este salmo se presta para los momentos en que deseamos, con todas nuestras fuerzas, bendecir a Dios, sin olvidar ninguno de sus beneficios en nuestro favor y en favor de toda la humanidad (el perdón, las curaciones, la salud recobrada, la victoria sobre la justicia, etc.); podernos rezarlo cuando, con el deseo de abrazar a todo el universo, queremos alabar a Dios en sintonía con toda la creación; cuando nos sentimos hijos de Dios Padre, lleno de amor y compasión; cuando queremos confiarle nuestra frágil vida y nuestra existencia pasajera...
Otros salmos que son himnos de alabanza: 8; 19; 29; 33; 100; 104; (105); 111; 113; 114; 117; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150.
Comentario del Santo Evangelio: Juan 21,15-19.
La perícopa está totalmente centrada en la figura de Simón Pedro. El evangelista, con dos pequeños fragmentos discursivos, especifica cuál es el papel del apóstol en la comunidad eclesial: ha sido llamado para desempeñar el ministerio de pastor (vv. 15-17) y para dar testimonio con el martirio (vv. 18s). De ahí que el Señor, antes de confiar a Pedro el encargo pastoral de la Iglesia, le exija una confesión de amor. Esa es la condición indispensable para poder ejercer una función de guía espiritual. Y el Señor requiere el amor de Pedro tres veces (vv. 15.16.17), con un ritmo creciente.
La insistencia de Jesús en el amor ha de ser leída como condición para establecer la relación de intimidad filial que Pedro debe mantener con el Señor. Antes que en cualquier dote humana, el ministerio pastoral de Pedro se basa en una confiada comunión interior y no en un puesto de prestigio o de poder: una intimidad que no puede ser apreciada con medidas humanas, sino que es reconocida por el Señor mismo, que escruta el corazón. Y el Hijo de Dios, que conoce bien el ánimo del apóstol, le responde confiándole la misión de apacentar a su rebaño: «Apacienta mis ovejas» (v. 17c).
Al ministerio pastoral le sigue después el testimonio del martirio. También Pedro debe refrendar su amor a Jesús con la entrega de su vida (cf. Jn 15,13). El fragmento concluye con algunas palabras redactadas por el autor sobre el tema del seguimiento. La misión de la Iglesia y de todos sus discípulos es siempre la del seguimiento de Jesús, único modelo de vida.
El evangelio del “discípulo amado” recupera, por así decirlo, el papel de Pedro en clave de amor. Sólo quien ama puede apacentar el rebaño recogido por el Amor. Sólo quien responde al amor de Cristo puede estar en condiciones de ser puesto al frente de su rebaño, porque debe ser testigo del amor.
La página que nos ocupa es de una enorme densidad y está empapada por el tema central de todo el evangelio de Juan: el amor. Por amor ha entregado el Padre al Hijo, por amor ha entregado el Hijo su vida, por amor ha reunido Cristo a los suyos; el amor es la ley de los discípulos, el amor debe mover a Pedro, y para dar testimonio de este amor ha escrito el discípulo amado su evangelio. Toda la historia divina y humana está movida por el amor, que nace del corazón de Dios, se revela en el Hijo, es atestiguado por los discípulos y se pide a quien «preside en el amor». Los acontecimientos humanos se iluminan y resuelven con esta pregunta: « ¿Me amas?» y con esta respuesta: «Sí, te amo».
La historia de la Iglesia está basada en la pregunta que dirige Cristo a todos sus discípulos: « ¿Me amas?», y en la respuesta: «Sí, te amo». Que el Espíritu, que es el amor increado, nos permita entrar en este diálogo iluminador y beatificante.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 21, 1-19(21,1-14/21, 15-17/21, 15-19), para nuestros Mayores. Jesús, Pedro y el discípulo amado.
La confesión de fe de Tomas y las palabras que Jesús le dirigió, juntamente con la nota del evangelista sobre el propósito que tuvo al escribir el evangelio, formaban originariamente la culminación y conclusión del evangelio. Pero como, de hecho, no conocemos el evangelio sin este cap. 21, seguimos considerándolo como parte integrante del mismo.
La escena que recoge esta pequeña sección tiene lugar en Genesaret. Un grupo de pescadores galileos, discípulos de Jesús, después del fracaso del esfuerzo nocturno en sus faenas de pesca, logran una captura extraordinaria lanzando sus redes hacia el lugar que les indicó un desconocido desde las orillas del lago (una narración semejante nos ofrece Lc 5, 1-11, sólo que Lucas la sitúa al principio de la vida pública de Jesús).
Los protagonistas de esta escena milagrosa son, aparte de Jesús, Pedro y el discípulo a quien amaba el Señor. Pedro es el que más, se afana en la pesca; el otro discípulo fue quien primero reconoció en el desconocido de la orilla a Jesús.
A continuación de la pesca, aunque todavía en el contexto de la misma, nos es narrada una comida de los discípulos con el Señor resucitado. Esta comida nos es narrada de tal forma que el lector necesariamente tiene que pensar en la eucaristía. La eucaristía era celebrada en la Iglesia, en las comunidades cristianas, con la absoluta convicción de la presencia del Señor.
Aparte de esto, la escena tiene un simbolismo que, con mayor o menor acierto, se ha buscado partiendo del número de peces capturados. Si el evangelista menciona e número, debemos estar seguros que no lo hace por satisfacer una curiosidad o precisar una cantidad. Si hubiese pretendido afirmar lo extraordinario de la captura lograda hubiese recurrido a un número «redondo», que siempre es más impresionante.
Conformarse con el sentido literal de lo que leemos equivaldría a desconocer la clave en la que escribe el autor del cuarto evangelio. Pensemos, por otra parte, que la cultura en la que está enraizado el evangelio da una importancia excepcional al simbolismo de los números. ¿Cuál es el simbolismo de este número 153?
El número 153 resulta de la suma de todos los números desde el 1 al 17, de esta forma: 1+ 2+ 3+ 4+ 5...+ 17= 153. Por otra parte el 17 se compone de la suma de 10+7 y estos dos números, cada uno de por sí, significan una totalidad perfecta. Por tanto, la cantidad indicada, 153, debe ser entendida como símbolo de la totalidad de algo (la totalidad de la humanidad?, ¿la totalidad de la Iglesia?, ¿la Iglesia en relación con la humanidad?).
Algunos naturalistas afirmaban la existencia de 153 especies distintas de peces. Según esto, nos hallaríamos igualmente ante el número que simboliza la totalidad.
Nunca podrá haber razones decisivas que obliguen a aceptar una interpretación con exclusión de la otra. Baste afirmar que el pensamiento del evangelista va en la dirección que hemos apuntado. Otra razón debe verse en la precisión que hace el evangelista: “Y con ser tantos, no se rompió la red”. ¿Su intención? Tampoco podríamos decirlo con exactitud; pero si los peces deben simbolizar la totalidad de los pueblos que deben llegar a la fe, a la Iglesia, y la red no se rompe, este hecho debe simbolizar la unidad de la Iglesia. ¿Demasiado rebuscado? Prácticamente estaríamos ante el desarrollo de una metáfora originaria de Jesús: «Os haré pescadores de hombres» (Mc 1, 17).
Apacienta mis ovejas. Palabras de Jesús asignando una misión especial a Pedro; las refiere también Mateo (Mt 16, 18) y Lucas (Lc 22, 31-32). Por otra parte todos los evangelios recogen la triple negación de Pedro. En la narración de Juan, en la que Jesús provoca la triple confesión de amor por parte de Pedro, tendríamos el contrapeso de la triple negación.
El mandato último de Jesús: «Sígueme» es una clara referencia de otras palabras del Señor: «No puedes seguirme ahora, me seguirás después» (13, 36). Jesús indica la forma de la muerte de Pedro. La imagen del «ceñir se» parte del uso contemporáneo de vestidos amplios, que era necesario recoger y ceñir para poder hacer distancias algo largas. Un hombre mayor esto no podía hacerlo. Esto le ocurría a Pedro; se encontrará como un hombre anciano e indefenso ante aquéllos que, por su fe, le infieran la muerte.
Por otra parte, la escena pone de relieve otro pensamiento interesante: Hasta ahora había sido Jesús el pastor; ahora, en el tiempo de la Iglesia, es encargado Pedro de cumplir este oficio.
Comentario del Santo Evangelio: Jn 21,15-23, de Joven para Joven. El diálogo con Pedro
Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa?
A partir de ahora el narrador emplea siempre palabras y frases que los lectores conocen de lo anterior, pero la construcción de esta narración es única. En ninguna otra parte, pues, exceptuando quizás el relato de Pedro y el discípulo amado en la tumba vacía (21,1-10), se pone en boca de los personajes tan pocas palabras. El relato en el capítulo 21 se ha desarrollado hasta ahora, sobre todo, como una historia, en la que suceden cosas: se trabaja, se pesca, se rema, se corre y se come. Sólo se ha dicho lo estrictamente necesario, pero ha sucedido algo.
Esto cambia ahora. El autor se despide de sus lectores con el relato de un diálogo entre Jesús y Pedro. Evidentemente también él sabe que el narrador del evangelio de Juan ha dado mucha importancia a los diálogos. Tres temáticas aparecen; también en ellas el estilo está previamente fijado.
La triple pregunta de Jesús a Pedro de silo ama, ha provocado una fuerte impresión en la lectura del evangelio de Juan. A nadie se le escapa la alusión a la triple negación: tres veces ha negado Pedro tener algo que ver con Jesús o, ciñéndose más al texto, Pedro negó tres veces tener que ver algo con los discípulos de Jesús. Ahora, tres veces le pide Jesús que confiese que lo ama. El pesar que le sobreviene a Pedro, cuando Jesús insiste por tercera vez (21,17), le gana la simpatía de los oyentes: él ya ha rectificado bastante lo que había hecho mal en el palacio del sumo sacerdote. El auditorio puede estar tranquilo: con Pedro, todo está bien. Las preguntas se refieren al amor de Pedro hacia Jesús. En sus respuestas, Pedro remite siempre al «saber» de Jesús, un saber que se refiere al amor de Jesús mismo. En la conversación de 17,6-8 he tratado de esto. Jesús sabe cómo están las cosas con sus discípulos, y cualquier discípulo puede remitirse a ese saber. Jesús no abandona a los suyos. Pedro no es el discípulo amado y, sin embargo, está incluido en el amor que Jesús tiene a sus discípulos.
Como tarea, Pedro escucha cada vez que tiene que apacentar las ovejas de Jesús: junto a los peces, que tiene que pescar, ahora están las ovejas que tiene que cuidar. Por eso, la escena recuerda a la primera vez en que se encontraron Jesús y Pedro: el cordero y la roca (1,42). Simón, el hijo de Juan (cf. 21,15.16.17 y 1,42) no ha permanecido una roca, y el cordero ha sido sacrificado. Por última vez están ahora juntos y el cordero pone a Pedro como pastor del rebaño de sus ovejas. Los lectores quedan prendados de este cambio; les da ánimo y aumenta su paciencia y mansedumbre.
Elevación Espiritual para este día.
¿Qué significan estas palabras: « ¿Me amas?», « ¿Apacienta mis ovejas? Es como si, con ellas, dijera el Señor: «Si me amas, no pienses en apacentarte a ti mismo. Apacienta, más bien, a mis ovejas por ser mías, no como si fueran tuyas; busca apacentar mi gloria, no la tuya; busca establecer mi Reino, no el tuyo; preocúpate de mis intereses, no de los tuyos, si no quieres figurar entre los que, en estos tiempos difíciles, se aman a sí mismos y, por eso, caen en todos los otros pecados que de ese amor a sí mismos se derivan como de su principio».
No nos amemos, pues, a nosotros mismos, sino al Señor, y, al apacentar sus ovejas, busquemos su interés y no el nuestro. El amor a Cristo debe crecer en el que apacienta a sus ovejas hasta alcanzar un ardor espiritual que le haga vencer incluso ese temor natural a la muerte, de modo que sea capaz de morir precisamente porque quiere vivir en Cristo.
Reflexión Espiritual para el día.
El misterio insondable de Dios consiste en que Dios es un enamorado que quiere ser amado. El que nos ha creado está esperando nuestra respuesta al amor que nos ha dado la vida. Dios no nos dice sólo: «Tú eres mi amado», sino que también nos dice: « ¿Me amas?», y nos proporciona innumerables posibilidades para responder «sí». En eso consiste la vida espiritual: en la posibilidad de responder «sí» a nuestra verdad interior.
Comprendida de este modo, la vida espiritual cambia radicalmente todas las cosas. El hecho de haber nacido y crecido, haber dejado la casa paterna y buscado una profesión, ser alabado o rechazado, caminar y reposar, orar y jugar, enfermar y ser curado, vivir y morir..., todo puede convertirse en expresión de la pregunta divina: «¿Me amas?». Y en cualquier momento del viaje existe siempre la posibilidad de responder «sí» y de responder «no».
¿A dónde nos lleva todo esto? Al «sitio» de dónde venimos, al «sitio» de Dios. Hemos sido enviados a esta tierra para pasar en ella un breve período y para responder, a través de las alegrías y los dolores durante el tiempo que tenemos a nuestra disposición, con un gran «sí» al amor que se nos ha dado y, al hacerlo, volver al que nos ha enviado con ese «sí» grabado en nuestros corazones.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia. Porcio Festo
El cristianismo La figura de Cristo resulta impresionante por todo concepto. Incluso vista por sus detractores no pueden negársele grandeza ni belleza suma. Al leer el Evangelio, donde se halla contenido su paso por la tierra, sorprende el laconismo del Maestro. Todas las palabras que pronunció exceptuando, quizá, el sermón de la montaña y las parábolas, podrían reducirse a unas frases breves, lapidarias, de un contenido turbador y muchas de las cuales son aún motivo de controversia y discusión, cuando no de opuestas interpretaciones. El que ama la vida la perderá. El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo... Exceptuando una ocasión en que trazó unas palabras sobre la arena, Jesús no escribió nada ni pareció preocuparle que se levantara acta escrita de sus hechos y de sus palabras. Su nacimiento fue misérrimo y su muerte brutal.
Sus discípulos quedaron tan aterrorizados cuando fue enterrado que incluso el más fiel le había negado ya por tres veces. Parecía que de Él no iba a quedar nada porque después de su muerte le rodeó la cobardía, el silencio y la soledad. Sin embargo, dos mil años más tarde, más de 750 millones de personas le adoran como verdadero Hijo de Dios. "Una disputa entre judíos sobre un cierto Jesús que murió, y del cual afirmaba Pablo estar vivo". En el año 60, esto es lo que un funcionario romano llamado Porcio Festo escribió sobre la religión cristiana. De entonces acá, muchas han sido las explicaciones que de la "esencia del cristianismo" se han dado, y algunas de ellas se han apartado más de la verdad que la de Porcio Festo.
El cristianismo se funda en un hecho: la figura de Jesús, su vida terrestre y, lo que es más importante, la creencia de que Jesús vive y no ha muerto, porque es Hijo de Dios. Ésta es la nota original de la religión cristiana, pues sin excluir el judaísmo, el cristianismo es la única religión que desborda la Historia por lo trascendental de su contenido y se encarna en una persona que no solamente transmite una doctrina, sino que se presenta ella misma como la verdad y la justicia vivientes. Es cierto que otras religiones tuvieron fundadores a los cuales sus contemporáneos pudieron ver con los ojos y tocar con las manos, pero ninguno de esos predicadores religiosos, Mahoma, Buda, Zoroastro, etc., se propuso a sí mismo como objeto de la fe de sus discípulos. Todos predicaban una doctrina que no atañía a su propia persona; eran simplemente enviados, profetas o siervos de Dios. Jesús es el Maestro que se da a sí mismo como objeto de nuestra fe; no se presenta como un personaje histórico, sino como verdadero Dios.
Copyright © Reflexiones Católicas

No hay comentarios:
Publicar un comentario