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sábado, 29 de mayo de 2010

Lecturas del día 29-05-2010. Ciclo C.

29 de Mayo de 2010. MES DEDICADO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA.SABADO DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Feria o SANTA MARÍA EN SÁBADO, Memoria libre.  ( Ciclo C). 4ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO Y SACERDOTAL. SS. Bona vg, Gerardo ob, Maximino ob. Beato Jose Gérard pb.

LITURGIA DE LA PALABRA

Jds 17.20b-25: Dios puede preservarnos de tropiezos
Salmo 62: Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Mc 11,27-33: ¿Con qué autoridad haces esto? 

Los sumos sacerdotes, letrados y ancianos que representan al sanedrín cuestionan a Jesús: “¿Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?”. Jesús ha sido enviado por el Padre para llevar Buenas Noticias a los pobres. Por lo tanto su autoridad proviene del Padre y Jesús la ejerce desde el servicio a los más pobres. El sanedrín que lo cuestiona, tampoco ha creído en Juan el Bautista; en cambio el pueblo lo consideró un profeta autorizado por Dios.

El profeta es el hombre de Dios, su vida es respuesta que surge de escuchar a Dios en su Palabra y en el clamor doloroso de su pueblo. Esta capacidad de escuchar lo adentra cada vez más en el conocimiento del proyecto que Dios tiene y se consagra a El sirviendo a los pobres. Para que ellos vivan, el profeta es llamado a dar toda su vida.

La gente no reconoce con autoridad a quien cree que ésta es cuestión de privilegios o de títulos sino a quien es capaz de servir dando la propia vida. Así lo hizo Jesús, así deben ser sus discípulos.

PRIMERA LECTURA
Judas 17.20b-25
Dios puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria sin mancha
Queridos hermanos, acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Idos asentando sobre el cimiento de vuestra santa fe, orad movidos por el Espíritu Santo y manteneos así en el amor de Dios, aguardando a que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os dé la vida eterna. ¿Titubean algunos? Tened compasión de ellos; a unos, salvadlos, arrancándolos del fuego; a otros, mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por la carne.

Al único Dios, nuestro salvador, que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha, gloria y majestad, dominio y poderío, por Jesucristo, nuestro Señor, desde siempre y ahora y por todos los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 62
R/.Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agostada, sin agua. R.

¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria! / Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios. R.

Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote. / Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos. R.

SANTO EVANGELIO.
Marcos 11,27-33
¿Con qué autoridad haces esto?
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?" Jesús les respondió: "Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme." Se pusieron a deliberar: "Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombre..." (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: "No sabemos." Jesús les replicó: "Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto."

Palabra del Señor.


Comentario de la Primera lectura: Judas 17.20-25
Judas, el autor de este breve escrito recibido en el canon de las Escrituras por la mayor parte de las Iglesias y cuya conclusión vamos a meditar, se presenta como «siervo de Jesucristo, hermano de Santiago» (v. 1). Desea la misericordia y la paz abundante «a los elegidos que viven en el amor de Dios Padre y han sido preservados por Jesucristo» (vv. 1ss). Su pretensión fundamental es salvaguardar la integridad y la belleza de «la fe que fue transmitida a los creyentes de una vez por todas» (v. 3), para exhortarles a recordar “las cosas que fueron predichas por los apóstoles de Jesucristo” y a construir sobre ellas su propio edificio espiritual (vv 17-20).

La perla preciosa de esta tradición es la exhortación sobre los dos polos de la vida recta: la santidad de la vida y la solicitud por las personas cuya fe está en peligro. La santidad va creciendo en la relación con las personas divinas, una relación cultivada con comportamientos específicos: la oración y la docilidad al Espíritu Santo, el amor a Dios Padre, la esperanza en la misericordia de Jesús para la vida eterna. Diferente es la actitud con los que se encuentran más o menos directamente en dificultades de fe. La petición de compadecer a las personas vacilantes, de comportarse con misericordia y firmeza con los que corren el riesgo de ser arrollados por el error, se empareja con la del rigor para no caer en compromisos con los que se muestran obstinados en su terquedad.

El autor, en una solemne doxología de matriz litúrgica (w 24ss), alaba a Dios, único Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, y concluye con esta afligida exhortación a la perseverancia: sólo Dios tiene el poder de preservamos de las caídas y de hacemos comparecer ante su gloria sin defectos y llenos de alegría. A él, en Jesucristo nuestro Señor, gloria, majestad, soberanía y poder desde antes de todos los tiempos, ahora y por todos los siglos.

Comentario del Salmo 62
Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Algunos lo consideran un salmo de confianza individual; otros lo ven como la oración de un rey; los hay que lo clasifican entre los salmos de acción de gracias; y otros, sin embargo, entre los de súplica individual, a pesar de que no contenga peticiones de forma explícita. El salmista se limita a expresar unos deseos. Aquí lo trataremos como un salmo de súplica individual. Alguien está atravesando una situación difícil y busca la presencia y el auxilio de Dios. Esta oración de súplica se parece mucho al salmo 61.

Tiene cuatro partes: 2-3; 4-6; 7-9, 10-12. Nótese, en ellas, el tiempo (pasado, presente, futuro) a que se refiere el autor La primera parte (2-3), en presente, expone lo que hace y siente el salmista: madruga por Dios y lo desea con ardor. Su alma tiene sed de Dios; su cuerpo lo desca. Todo el ser de la persona (alma y carne) busca ansiosamente a Dios. Encontramos aquí una imagen intensa: la tierra reseca, agostada y sin agua (2h). En el pasado el autor del salmo contemplaba a Dios en el templo (el santuario), viendo su gloria y su poder (3) por medio de ritos, sacrificios, etc. Existe, pues, una situación pasada que se ha perdido, de modo que el presente es de añoranza y deseo de reencuentro. Aparece el sentido de esta visión (contemplaba» en el v. 3); a continuación se expondrán otros sentidos.

En la segunda parte (4-6), la mayoría de los verbos se encuentra en futuro. La persona expresa sus deseos para el porvenir Pretende, sin duda, volver al templo para alabar a Dios, bendecidlo, alzar las manos en su nombre, saciarse de aceite y de manteca, alabar al Señor con sonrisas en la boca. Nos llama la atención la mención de partes del cuerpo: labios (4), manos (5), boca (6). Está implícito el paladar (6). Todo esto sucede de día (a pesar de que el texto no lo indique expresamente), pues durante las horas de sol tenían lugar los sacrificios y celebraciones en el templo.

El tiempo que predomina en la tercera parte (7-9) es el pasado. El salmista —ahora de noche, en el lecho— se pasa las horas pensando en Dios y en sus acciones. El Señor ha sido su auxilio y su refugio (8). Se siente unido a Dios y protegido por su diestra (9). Es el tacto, el roque de Dios. La imagen del águila que libera y protege, que nos ha aparecido ya en otros salmos (57,2b; 61,5), habla de la ternura maternal de Dios. Hace acto de presencia la mano divina (9). Hasta aquí, el salmo ha hablado del pasado, presente y futuro, y nos ha presentado la madrugada, el día y la noche: Dios está insistentemente presente, en todo momento, en la vida de esta persona. Los sentidos (la vista, el gusto, el tacto) tienen en cuenta a un Dios que se puede contemplar, saborear, tocar. Todo el ser de la persona (alma, carne, labios, mano, boca) vibra al contacto con Dios.

La última parte (10-12) señala hacia el futuro y presenta dos temas: lo que el salmista espera de sus enemigos (10-11) y, corno en Sal 61,7-8, lo que espera del rey (v. 12). Espera un destino diferente: sus enemigos caerán muertos a espada y serán devorados por los chacales, símbolo de una muerte vergonzosa; del rey espera que se alegre en Dios y que sus fieles (entre los que se encuentra el salmista) hagan fiesta, pues ha habido alguien que se ha encargado de taparles la boca a los mentirosos.

En el pasado, el individuo que compuso este salmo contemplaba a Dios en el santuario. En el presente, siente una fuerte nostalgia por lo que ha perdido; en el futuro espera recuperar todas las cosas buenas que ha perdido, viendo cómo mueren sus enemigos.

Todo esto nos lleva a sospechar que, al igual que el salmo 61, también este es la súplica de un levita exiliado. ¿Quién lo mandó al exilio? El texto habla de personas que quieren destruirlo (10a) y de “mentirosos” a los que alguien tapará la boca (tal vez el rey, que tiene que hacer justicia). Así, podemos reconstruir la situación que dio origen a esta súplica. Un levita, vinculado al templo y sus sacrificios (de los que sacerdotes y levitas obtienen parte de su sustento, Cf. v. 6) ha sido acusado por los «mentirosos» y perseguido a muerte teniendo que esconderse en algún lugar (tal vez, en el desierto, v. 2b). O, quién sabe, si no habrá sido enviado al exilio por sus enemigos. En el abandono y en la soledad siente una gran nostalgia de Dios y unos inmensos deseos de volver a su vida anterior. Dios jalona el tiempo de su vida —pasado, presente y futuro—, todas las horas del día —la madrugada, el día y la noche—, invade sus sentidos —la vista, el gusto y el tacto—, de modo que todo su ser —alma y cuerpo (carne) — lo busca ansiosamente, como la tierra reseca que espera el agua (2b). Su carne tiene un único deseo: unirse a Dios, como lo está su alma (9), transpirando a Dios por cada uno de los poros de su piel.

Todo esto, en una situación terriblemente conflictiva. Pero, a pesar de ello, e amor que Dios le tiene, vale más que la vida

A Dios se le nombra en tres ocasiones en este salmo y, en parte, ya hemos presentado su rostro. No obstante, conviene resaltar que el salmista, sin Dios, es como si estuviera muerto, incapaz de vivir o de producir vida (2b) La totalidad de su cuerpo (carne) y de su alma ansía a Dios, y este se convierte en su refugio y sostén (8-9). Entre los dos, existe una estrecha unión (9a), un vínculo que recuerda la Alianza y el modo en que se sienten los amigos que han sellado un pacto, es decir visceralmente unidos y comprometidos. El salmista busca a Dios de este modo porque lo ve y lo siente como el aliado fiel.

Para entender cómo resuena este salmo en Jesús, basta ver lo que se ha dicho a propósito de los salmos de súplica. Es bueno recordar, a propósito de la sed, lo que Jesús dijo de sí mismo y de cuantos lo ansían en Jn 7,37b-38: «El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. Lo dice la Escritura: “De sus entrañas brotarán ríos de agua viva”.

Es un salmo para los momentos de súplica. Podemos rezarlo cuando tenemos sed de Dios, cuando nos sentimos perseguidos o padecemos la injusticia; cuando queremos que nuestra carne (nuestro cuerpo) hable de la sed que tenemos de Dios; cuando tenemos la sensación de que él es nuestro auxilio y nuestro refugio...
Otros salmos de súplica individual 5; 6; 7; 10; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54; 55; 56; 57; 59; 61; 64; 69; 70; 71; 86; 88; 102; 109; 120; 130; 140; 141; 142; 143.

Comentario del Santo Evangelio: Marcos 11,27-33. 

La misericordia que había inspirado la actitud de Jesús respecto a Bartimeo muestra otro rostro frente a personas que, aunque están en conflicto entre ellas, se encuentran unidas por la arrogancia, por la animosidad contra Jesús. Esta actitud las conduce a interpelarle bruscamente y a manifestar dudas en torno a su autoridad. Jesús pone en práctica una sagacidad que podría provocar su arrepentimiento o, por lo menos, inducirlas a reconocer que no buscan la verdad, sino sólo desembarazarse de él, poniéndolo en una situación incómoda.

La autoridad de Jesús se encuentra en la misma línea que la de Juan el Bautista y, aunque la trasciende, es tal que, si se reconoce esta última, sería menos grave la resistencia al Nazareno. Renegar de Jesús es traicionar asimismo al Bautista e ignorar la confianza del pueblo, para el que Juan era un verdadero profeta. El pueblo está más dispuesto a admitir la intervención de Dios en la historia humana y desenmascara también las resistencias de los poderosos. Éstos, para imponerse, deben recurrir a embustes y falsedades de todo tipo. El seguimiento de Jesús no es un acontecimiento emotivo, no madura en cada situación. Jesús nos invita a enriquecernos con su presencia, pero no se muestra connivente con los despotismos hipócritas.

En estos últimos tiempos se habla con bastante frecuencia del «silencio de Dios». Algunos piensan que se trata de algo tan escandaloso que autoriza nuestro silencio sobre él. En realidad, más que de silencio, tal vez se trate de preguntas no recibidas, de respuestas no dadas, de insolencias no pagadas de nuevo con la misma moneda, como en el caso del evangelio de hoy. En temas de autoridad, quienes se niegan a reconocer una que es auténtica se ponen en condiciones de no aceptar ninguna: los que, puestos para reconocer los signos de los tiempos y la presencia del Señor, omiten advertirlos porque se resisten a seguirlos, se incapacitan para percibir la verdad que se anuncia.

Dios calla cuando somos nosotros quienes debemos hablar. Nos induce a desistir en la resistencia que oponemos a su Palabra. El apóstol Judas declara que quien impugna la verdad conocida, quien busca pretextos para contrarrestar la verdad a fin de impedirle iluminar nuestro mundo de tinieblas, no sigue a Jesús, luz verdadera.

En nuestros días se ven cada vez con mayor frecuencia situaciones en las que unos someten a Dios a juicio y otros se autoproclaman autorizados a defenderlo, olvidando que es él quien nos defiende a nosotros, no nosotros a él. No podemos tener actitudes selectivas respecto al Señor y a su Palabra, no podemos escoger lo que nos acomoda y desatender lo que no está de acuerdo con nuestros puntos de vista o, peor aún, impugnar la verdad antes de conocerla.

La pedagogía de Dios, apacible y misericordiosa frente a la debilidad de la criatura, se muestra dura con las actitudes hipócritas e insolentes.

Comentario del Santo Evangelio: Mc 11, 27-33, para nuestros Mayores. Jesús era puro pero no ingenuo.

Frente a la actitud, realmente «subversiva», de Jesús en el mismo interior del templo los jefes no se quedan completamente pasivos.

Ciertamente, el modesto contexto de su ingreso en Jerusalén y en el templo no constituía un motivo suficiente para proceder contra él. Sin embargo, muy hábilmente consideran oportuno dirigirle algunas preguntas al margen de un proceso oficial.

La pregunta es única, aunque está puesta en dos tiempos: 1) con qué autoridad actuaba de aquella manera; 2) quién le había dado aquella autoridad.

La pregunta estaba formulada muy cuidadosamente, ya que un comportamiento tan audaz, como el de Jesús, solamente le habría sido lícito al mesías en persona.

Si Jesús contesta claramente que él es el mesías, ya existe un motivo suficiente para abrirle a Jesús un proceso legal como falso pretendiente al mesianismo.

Jesús está plenamente convencido de que sus interlocutores no tienen fe. El evangelista no se separa un milímetro de su asunto principal. Por eso, la respuesta de Jesús se convierte, a su vez, en una pregunta: actuando así, los introduce en una nueva confusión y los deja inciertos y dudosos. Para el evangelista, la acusación de incredulidad es el punto central del pasaje: con su perplejidad los jefes de Israel manifiestan de hecho su incredulidad.

Con este comportamiento Jesús nos da un ejemplo de «ética profética». Jesús siempre se ha presentado con la máxima sinceridad; aún más, no teme la muerte, ya que con su actitud audaz se gana sobradamente la condena. Sin embargo, aquí busca una artimaña para no contestar directamente a los sacerdotes. Jesús actúa frente a ellos como hicieron siempre los profetas en la clandestinidad: utiliza un lenguaje ambiguo y evade la pregunta.

Y es que la verdad solamente se puede impartir a aquéllos que son dignos de ella; y el clero judío había demostrado sobradamente su mala intención. Por consiguiente, los cristianos no han de confundir la «sinceridad» con la «ingenuidad». Cuando uno se encuentra frente a unos jefes de clara y manifiesta mala fe, no hay que cometer la ingenuidad de declararse, pensando que la vinculación moral a la verdad nos obliga a ello.

En las Sagradas Escrituras tenemos ejemplos abundantes de este lenguaje críptico y ambiguo frente al orgullo opresor del poder. Basta leer el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, para ver cómo aquellos cristianos utilizaban abundantemente esta evasiva semántica para condenar el poder: éste era simbolizado bajo la figura del «dragón rojo», que históricamente se encarnaba en la «bestia marina» (el emperador), y éste, a su vez, se valía de la «bestia terrena» (el «cuarto poder», la propaganda). Roma, la capital, bajo el nombre de Babilonia, era llamada descaradamente la «gran prostituta».

Todo esto se refiere al gran consejo de Jesús: «Puros como palomas, pero astutos como serpientes» (Mt 1O, 16).

Comentario del Santo Evangelio: Mc 11,27-33, de Joven para Joven. ¿Con qué autoridad haces esto?
El poder contra la profecía. Ésta es la primera de las cinco controversias que narra Marcos, correspondientes a los días previos a la pasión de Jesús. Se va acentuando la ruptura entre Jesús y los jefes de la religión oficial, que conducirá a su condenación. Hay una interpelación a Jesús por parte de los sumos sacerdotes, letrados y senadores: “¿Quién te ha dado semejante autoridad a ti, simple laico, para hacer eso?”. Se refieren a la expulsión de vendedores y cambistas. En el fondo preguntan: ¿Por quién te tienes para hacer esto? ¿No corresponde el control de todo esto a las autoridades religiosas? ¿Es que te tienes por el Mesías?

Jesús 0pta por el silencio acusativo porque sabe que sus recriminadores no quieren escuchar o, peor todavía, escuchan con espíritu avieso. A su vez, les pregunta por la autoridad con que el Bautista ejercía la profecía, con lo que les pone en un aprieto. Al responder que no saben quién envió a Juan a bautizar, los deja en evidencia, pues “si no le entendisteis a él, menos me entenderéis a mí”.

La cuestión de fondo es que, una vez más, el poder quiere domesticar a los profetas, porque “son un peligro para el orden establecido”, para sus abusos. El error se ha repetido a lo largo de su historia. El último caso ha sido Juan el Bautista, al que quisieron, inútilmente, acallarlo. El error básico del Israel oficial es no admitir a Jesús con su autoridad moral, como lo admite el pueblo sencillo; es rechazado porque no está controlado por el engranaje político-religioso de la nación, porque su autoridad no viene de la estructura. Le reprochan que actúe sin detentar autoridad ni recibir autorización suya. Olvidan que la mayoría de ¡os profetas no pertenecían al estamento oficial, sino al pueblo sencillo, como Amós (Am 7,14-15). No sólo no pertenecían al estamento oficial, sino que eran sus críticos.

La profecía no está necesariamente ligada a la jerarquía; con frecuencia es su látigo; por eso ésta quiere controlar al profeta y apagar su carisma. ¿Cómo van a poder contar con la autoridad cuando quieren denunciar su autoritarismo? Jesús actúa con la autoridad del Espíritu que le consagró para la misión (Mt 17,5), con la autoridad “moral” que le reconoce todo el pueblo (Mc 1,27). Jesús, el gran profeta, es, como todos ellos, rebelde tanto ante la autoridad religiosa como civil. Encomienda decir a Herodes: “Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios” (Lc 13,32).

Carismas para la comunidad. El conflicto entre autoridad y carisma sigue. Ya Pablo denunciaba el intento de apagar y acallar el carisma: “No apaguéis el Espíritu. No tengáis en poco la profecía; examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1 Ts 5,19-20); “podéis profetizar todos, pero uno por uno, para que todos aprendan y se animen” (1 Co 14,31). El Espíritu sigue actuando, quiere manifestar sus carismas. ¿Parece haberse apagado la profecía? ¿Será porque la autoridad, los responsables en distintas áreas, por hipertrofia y pasividad de los cristianos de base, monopoliza la acción y la misión de la comunidad?

Lamentablemente avanzamos muy despacio en (a liberación del clericalismo y la promoción de los seglares. Pero es que también a los sacerdotes y religiosos inspirados, proféticos, inquietadores, se les procura “controlar”, integrar en el sistema, para que no alteren la paz de los cementerios La misión de la autoridad no es “controlar” ni “someter” a los profetas, sino dejarse interpelar por ellos, discernir con sinceridad y pobreza de espíritu la autenticidad de sus mensajes, abrirles cauces y proyectarlos sobre la vida de la Iglesia y de la sociedad. Sin la utopía y el radicalismo evangélico de los profetas, los colectivos cristianos se reducen a meras organizaciones bajas de alma. Son los profetas los que transfunden vida a las instituciones.

Pueblo de profetas. La profecía no es un carisma exclusivo de los pastores. “Todos” formamos un pueblo de profetas. Después de la efusión del agua bautismal, el celebrante ora: “Que el Espíritu Santo te consagre para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey”. Escribe Pedro: “Sois linaje elegido, sacerdocio real, pueblo adquirido por Dios para publicar las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz” (1 P 2,9). Y el Concilio Vaticano II recuerda a todos los bautizados su condición de profetas en medio de la Iglesia y para el mundo (LG 12,1).

¿Quién no conoce a seglares y grupos cristianos que como auténticos profetas denuncian los errores de colectivos eclesiales y sus guías, y anuncian nuevas formas de vivir la fe, de realizar la misión o de estar presentes en el mundo? El Concilio insiste al respecto: “En la medida de los conocimientos, de la competencia y del prestigio que poseen, tienen el derecho, y en algunos casos la obligación, de manifestar su parecer sobre aquellas cosas que dicen relación al bien de la Iglesia” (LG 37,1). La corrección fraterna, la propuesta de iniciativas o la colaboración creativa no son para los seglares sólo un derecho, sino una urgencia evangélica.

Deplorablemente, una mayoría de cristianos tiene con la Iglesia una mera relación de clientes... La gran tragedia de la Iglesia es el mutismo y la pasividad del 98% de sus miembros, los seglares.

El punto de partida para que un seglar ejerza como profeta es formar parte del “pequeño resto” del pueblo de Dios, integrarse en una comunidad viva, compartir su fe, descubrir su carisma, prestar desde ahí sus iniciativas, formando parte de una comunidad que interpele. El cardenal Lercaro ridiculizaba el triste papel al que se ha reducido la tarea del seglar: arrodillarse con las manos juntas para orar, sentarse para escuchar pacientemente y meter la mano en el bolsillo para contribuir. No, todos los cristianos, sin excepción, hemos sido consagrados profetas con todas las consecuencias.

Elevación Espiritual para este día.
Porque, en la Iglesia, los miembros se preocupan unos por otros; y si padece uno de ellos, se compadecen todos los demás, y si uno de ellos se ve glorificado, todos los otros se congratulan. La Iglesia, en verdad, escucha y guarda estas palabras: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros”. No como se aman quienes viven en la corrupción de la carne, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres, sino como se quieren todos los que se tienen por dioses e hijos del Altísimo y llegan a ser hermanos de su único Hijo, amándose unos a otros con aquel mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que les satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no dejará ningún anhelo por saciar cuando Dios lo sea todo en todos.

Este amor nos lo otorga el mismo que dijo: «Como yo os he amado, amaos también entre vosotros». Pues para esto nos amó precisamente, para que nos amemos los unos a los otros; y con su amor hizo posible que nos ligáramos estrechamente y, como miembros unidos por tan dulce vínculo, formemos el cuerpo de tan espléndida cabeza.

Reflexión Espiritual del día.
Tú que estás por encima de nosotros,
Tú que eres uno de nosotros,
Tú que estás también en nosotros,
ojalá puedan verte todos también en mí, ojalá pueda preparar yo el camino hacia ti, ojalá pueda yo dar gracias por todo lo que me tocará entonces.
Ojalá no me olvide de las necesidades ajenas. Mantenme en tu amor,
así como quieres que todos moren en el mío. Ojalá todo lo que hay en mi ser
pueda ser dirigido a tu gloria
y ojalá no me desespere yo nunca.
Porque estoy en tu mano,
y en ti toda fuerza es bondad.
Dame unos sentidos puros, para verte; dame unos sentidos humildes, para oírte; dame unos sentidos de amor, para servirte; dame unos sentidos de fe, para morar en ti.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Judas Tadeo.
Judas Tadeo (* Caná, 1 - † Beirut, 70) es uno de los doce apóstoles de Jesucristo, según los Evangelios. Era primo hermano de Jesús. También llamado Judas de Santiago o simplemente Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa ‘celoso de Dios’. Tadeo significa el valiente, hombre de pecho robusto. Proveniente del arameo taddà’ (‘pecho’), que significaría ‘magnánimo’, o podría ser una abreviación de algún nombre griego como Teodoro o Teódoto. También se le llamará Lebeo (Hombre de corazón tierno). Hoy en día, la tradición católica reconoce a San Judas Tadeo como el santo de los casos difíciles y desesperados, su cumpleaños es el 28 de octubre, aunque el 28 de cada mes también es su día.


Hagiografía Según la Biblia, Judas fue hermano del apóstol Santiago el Menor . Según la tradición oriental habría nacido en Caná (Galilea), y habría muerto apaciblemente en Beirut de Edessa (Líbano), mientras que para la tradición occidental —tal como aparece en la liturgia romana— se reunió en Mesopotamia con San Simón y ambos predicaron varios años en Persia y Armenia y fueron martirizados en Suanis (Persia), aproximadamente en el año 62 de nuestra era. Su fiesta se festeja el 28 de octubre, junto al apóstol Simón el Cananeo. Con frecuencia se ha confundido a Judas Tadeo con el san Tadeo de la leyenda de Abgar.

Leyenda
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Judas Tadeo era de familia de agricultores. Hijo de Alfeo Cleofás, quien era hermano de José (el padre de Jesús), y su madre era Miriam Antera, prima hermana de María (la madre de Cristo). Miriam Antera era hermana de Joaquín (padre de la Virgen María). Sus hermanos eran cuatro:
• María Salomé (la hermana mayor, madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan el Evangelista.
• Santiago el Menor (que también era apóstol)
• Justo
• Simón el Cananeo (luego obispo de Jerusalén y acompañante en sus viajes).

Por lo que vemos en este pequeño relato genealógico, Judas Tadeo era un pariente cercano de Jesús, eran primos, por lo tanto quizás crecieron, se educaron y trabajaron juntos.

Según algunas recopilaciones, Judas Tadeo era el novio de las bodas de Caná donde Jesús —de acuerdo con los Evangelios— realizó su primer milagro al convertir el agua en vino. Luego de su vida como apóstol del Cristo, llevó el mensaje de éste junto a su hermano Simón a las regiones de Galilea, Judea, Samaria, Egipto, Libia, Eufrates, Tigris, Edesa y Babilonia, llegando hasta los confines de Siria y Persia.

Existe un presunto relato del martirio de los dos apóstoles; pero el texto latino no es anterior a la segunda mitad del siglo VI. Dicho documento se atribuye a un tal Abdías, que decía haber sido discípulo de Simón y Judas y consagrado por ellos primer obispo de Babilonia. Después de predicar y hacer milagros, convirtieron al cristianismo al rey Acab de Babilonia. Luego su tránsito por Persia fue el más tortuoso y difícil pero recorrió todo el territorio, predicaron y convirtieron y bautizaron a más de cien mil habitantes; e hicieron gran cantidad de matrimonios cristianos. Al entrar a la ciudad de Sammir, fueron sorprendidos por los sacerdotes paganos del lugar y al negarse a adorar a sus dioses fueron sentenciados a muerte.

Según la tradición, a san Simón lo mataron aserrándolo por medio (o bien a mazazos en la cabeza), y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha. Por eso lo pintan con un hacha en la mano. (Ver imagen). Por ello, la Iglesia de occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente separa sus respectivas fiestas.
Hay varias leyendas sobre San Judas Tadeo que son poco confiables.

Al saber la noticia el rey Acab llegó con sus soldados e invadió el lugar, allí recogió los cuerpos del apóstol y su hermano, llevándolos a la ciudad de Babilonia. En el año 800, el papa León III le presentó al rey cristiano Carlomagno un conjunto de restos óseos, y declaró que eran las reliquias de ambos santos, que siglos antes los cristianos habían sacado secretamente de Babilonia y habían llevado a Roma, cuando los musulmanes invadieron Babilonia. Carlomagno le creyó y condujo los restos a la Basílica de San Saturnino en Toulouse (Francia), donde son venerados actualmente.

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