- Homilía y Apoyo para la reflexión personal: XVII Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20, 20-28) - Ciclo C: PADRE NUESTRO
- Dom 25 7 10. La conversiòn de Santiago
- OTRA PEREGRINACIÓN, LA DEL SEGUIMIENTO DEL SEÑOR
- 24 de Julio (Argentina): Día de San Francisco Solano (1549-1610)
- BUSCANDO NO LA RELIGIÓN SINO LA ESPIRITUALIDAD
- LECTIO: 17º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: La oración de los discípulos
- LA ORACIÓN DE PETICIÓN
- XVII Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20, 20-28) - Ciclo C: ¿Oramos con nuestros corazones?
- PEDIR, BUSCAR, LLAMAR
- Comentario al Evangelio del Domingo 25 de Julio del 2010
- Evangelio Misionero del Dia: 24 de Julio de 2010 - XVI Semana del T.O. Ciclo C
- Lecturas y Liturgia de las Horas: 24 de Julio de 2010
Homilía y Apoyo para la reflexión personal: XVII Domingo del Tiempo Ordinario (Mt 20, 20-28) - Ciclo C: PADRE NUESTRO Posted: 23 Jul 2010 08:52 PM PDT ![]() T E M A S Y C O N T E X T O S EL TEXTO DEL GÉNESIS Emocionante "historia", parte de la preciosa saga de la amistad personal de Abrahán con Dios. El Génesis presenta a Abrahán como "el amigo del Señor", y escenifica maravillosamente esa relación. En este relato, Abrahán intercede por la ciudad de Sodoma, porque en ella vive su sobrino Lot. La ciudad será finalmente destruida, como castigo por la perversión de sus habitantes, pero entretanto, se muestra cómo el Señor escucha la oración de su amigo Abrahán. El relato no puede ser más pintoresco ni más primitivo. Aparece en él el respeto del siervo al Señor, y al mismo tiempo su descaro en el regateo. Abrahán parece más misericordioso que Dios, que se muestra más bien como justicia. Al leer el relato nos surgen muchas preguntas: si Dios va a perdonar a la ciudad entera por no cometer injusticia con diez, ¿no se cometerá injusticia si el castigo cae sobre un solo justo?: ¿Es este el mismo Dios que "no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva"? ¿Necesita Dios la intercesión de alguien más compasivo que Él, que parece ser justo pero no tan misericordioso como Abrahán? Y es que sacamos el texto de su contexto. La lección general que el autor está intentando ofrecer con este texto es doble: por un lado, la gravedad del pecado, causa de las desgracias del ser humano; a este fin, se aprovecha un suceso terrible, sucedido sin duda, la destrucción de las ciudades del lago, presentándolo como castigo de Dios por los pecados. Es un típico tema de predicador, que ante una desgracia proclama "¡castigo de Dios!", del mismo modo que se utilizan de manera penitencial las tradiciones del diluvio universal. Por otra parte, el texto ensalza a Abrahán y recalca su bondad y su intimidad con Dios, como parte de esa historia legendaria y engrandecida, que es la "biografía religiosa" del Padre de Pueblo. El texto está atraído a este Domingo porque es un ejemplo de la eficacia de la oración: Dios escucha a sus amigos. La relación es lejana sin duda y el tema es marginal dentro del relato del Génesis. EL TEXTO DE COLOSENSES. El texto, completamente desligado de las otras dos lecturas, alude brevemente a la teología paulina del bautismo: bautizados con Cristo, es decir, sumergidos con él en la muerte y en la resurrección, por la fuerza de Dios. La teología paulina del bautismo es rica en simbolismos, que indican todos una incorporación a Cristo crucificado: crucificados para el mundo y vivos por el Espíritu. En el bautismo queda crucificada nuestra vieja manera de vivir (según la carne) y resucita nuestro hombre nuevo (según el Espíritu). EL EVANGELIO DE LUCAS Tiene dos partes muy claras: el Padrenuestro y otros consejos sobre la oración. Invertimos este orden, para dedicar mayor atención al Padrenuestro. Los consejos de Jesús sobre la oración se reproducen en el contexto del Sermón del Monte (del llano en Lucas). Aquí se incluyen solamente los que hacen referencia a la eficacia de la oración. Si vosotros, que sois malos, sois capaces de escuchar a los amigos aun por malos motivos, si sois capaces de atender bien a vuestros hijos, cuánto más os va a escuchar vuestro Padre que es bueno.Esta pequeña parábola es evidente en sí. Los hijos tienen todo el derecho de pedir cosas a su padre, y el padre, si lo es, atiende a sus hijos. Pero esta parábola no agota la doctrina de Jesús sobre la oración. Si el niño pide una serpiente, ¿se la dará su padre?. Y cuando pedimos insistentemente y el Padre no nos lo concede.... como le ocurre a Jesús en Getsemaní... Es un buen ejemplo para recordar que un texto no debe ser leído aisladamente: este texto subraya la confianza en nuestro Padre, que siempre escucha; otros textos completarán este mensaje; y todos juntos ns darán una visión global de la doctrina de Jesús sobre la oración. EL PADRE NUESTRO Una explicación a fondo del Padrenuestro rebasa las posibilidades de una homilía dominical. Deberemos centrarnos en lo más fundamental y lo haremos sobre dos puntos: el destinatario y el sentido global de lo que se pide. El destinatario es Abbá. Sabemos que Dios es para Jesús Abbá. En este momento, cuando Jesús nos enseña que debemos dirigir nuestra oración a Abbá, nos hace entrega de su Dios, de su propia relación con Abbá. Nuestra oración no es al Poderoso, al Juez, al Amo, es a Abbá. Esto significa también que los que oramos no somos los esclavos, los temerosos, los asalariados... sino los hijos. Nuestra oración es un relación del hijo con su Padre. Esto trae como consecuencia primera que el planteamiento esencial es la seguridad de ser escuchado y atendido. No tenemos que ablandar a Dios con súplicas lastimeras, ni arrancarle el perdón o la protección a base de cansarle los oídos. "Ya sabe vuestro Padre celestial lo que necesitáis". "Gracias Padre porque siempre me escuchas". Esto sitúa en otras coordenadas el concepto de eficacia de nuestra oración. Nuestra oración no es eficaz por nuestra insistencia. No hace falta. Y la oración de petición se transforma de tal manera que, en el fondo, no pedimos nada. El sentido global de lo que se pide es "venga tu reino", lo que equivale a una renuncia a todas las pequeñas peticiones que suelen poblar nuestras oraciones en favor de una aspiración de verdaderos hijos. "Santificado tu nombre" es un reconocimiento de quién es Dios. "Venga tu reino" es el deseo máximo, único y unificador, lo que jerarquiza todos los demás valores y hace que "bueno/malo", "deseable/temible" adquieran un sentido diferente. "Danos cada día nuestro pan de mañana" es una fórmula compleja, que tiene poco que ver con la subsistencia material y mucho con la confianza en Dios y la petición del alimento espiritual. Aspirar al perdón ofreciendo como justificación nuestra propia actitud de perdonar es una formidable inversión se la realidad: en realidad, nosotros perdonamos porque nos sentimos perdonados; nuestro perdón es respuesta. nO esta "petición" manifestamos por tanto que vivimos en el perdón, en la reconciliación, hacia Dios y entre nosotros. Y al final se manifiesta nuestra desconfianza en nuestras propias Fuerzas, rogando a Dios que no nos ponga a prueba, porque sabemos de nuestra debilidad. Por tanto, esta oración, que aparentemente es de petición, se transforma en una oración de aceptación. Y su resumen es la fórmula que, precisamente, falta en Lucas y se incluye en Mateo: "Hágase tu voluntad". Fórmula que tampoco es una petición (por supuesto que la voluntad de Dios se hace) sino de aceptación. El Padrenuestro es por tanto la oración de los hijos; sólo un espíritu filial puede orar así. Es un oración "en el espíritu", y constituye, mucho más que una serie de peticiones, una profesión de fe, una confesión pública de nuestra relación con Dios y con los demás. Con razón la ha colocado la Iglesia como antesala de la comunión. Si por el bautismonos adherimos a Jesús crucificado para el mundo y vivo por el Espíritu, en la comunión lo hacemos nuestro alimento y nuestra bebida. Comulgamos - todos juntos - con Jesús para renovar el Espíritu, para renovar nuestra comunión, nuestro espíritu filial, nuestrocompromiso fraterno. Y todo ello se expresa en esa profesión de fe que recitamos juntos antes de comulgar con Jesús. Por otra parte, sabemos que nuestro espíritu no es tan puro, sabemos que mentimos cuando proclamamos que queremos sólo el Reino, que aceptamos toda Su voluntad y que perdonamos como Dios perdona. Cuando pedimos a Dios lo que nos apetece no recitamos el Padrenuestro; le pedimos suerte, dinero, salud, éxito, consuelo ... Es evidente que si un hada maravillosa nos permitiera formular tres deseos, estos no serían "santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad"... Para rezar el Padrenuestro necesitamos elevarnos por encima de la mediocridad y hacer un acto consciente de que somos hijos, constructores del Reino, y de cuáles son los valores supremos del reino. Recitar el Padrenuestro es un fuerte desafío a la mediocridad de nuestra fe. Pero lo profesamos así avalados por el mandato de Jesús. Porque Él nos dijo que orásemos así, por eso, sólo por eso nos atrevemos a decir ..... ¿No sería muy necesario que recobrásemos el respeto al Padrenuestro?. No se pueden rezar "padrenuestros" a diestro y siniestro, en el rosario, en la bendición de la mesa, en los responsos, en las novenas, a los santos, en cualquier ocasión y momento. No tomar el nombre de Dios en vano, no exhibir a Cristo crucificado en vano, no multiplicar la eucaristía en vano, no desgastar el Padrenuestro en vano. LA ORACIÓN DE LOS HIJOS LOS DISCÍPULOS SE ACERCARON A JESÚS Y LE PIDIERON: “ENSÉÑANOS A ORAR”. DESDE AQUEL DÍA, LOS QUE SIGUEN A JESÚS SABEN ORAR COMO HIJOS, Y LEVANTAN EL CORAZÓN HACIA SU PADRE. Porque hay a quien dirigirme. Porque mi vida no es una porquería entre la nada y la nada, una pasión inútil entre no-ser y no-ser. Porque estoy a cubierto. Porque existe el proyecto, el destino, el que sabe. Porque estás ahí y eres el que me quita el miedo. Porque dirigirme a Ti es levantar el corazón, no machacarlo, porque levanto mi mano y hay una Mano mayor que me la coge. Porque sé a quién dirigirme, a quién referirme, de quién fiarme. Porque Jesús, el Hijo, me informó de quién soy y de Quién eres. Por eso puedo levantar la vista, alzar la frente, mirarte a los ojos y decir: PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO Ésta es la vida eterna, que te conozcan, que te quieran. Si todos te conocieran ¡se acabarían tantas oscuridades!. No te conocen, se han fiado en caricaturas de Ti. Poreso te ignoran, te niegan, blasfeman de Ti. Conocerte es amarte, pues no es posible sentirse querido y no querer. Bendito seas Tú, que creas porque necesitas Hijos, que nos sacas adelante, que preparas la mesa mientras llegamos. Bendito seas porque entregaste al mejor de tus Hijos para que todos te conozcamos. Bendito seas Señor,que todos los pueblos te conozcan y te quieran SANTIFICADO SEA TU NOMBRE Tienes que reinar. Entre nosotros reina ahora la violencia, el exceso de los ricos, la humillación de los pobres, reina la necesidad de consumir, reina la locura contra el planeta entero. Reina la oscuridad. Eso es lo que ahora reina. Queremos que reine la libertad, que reine la confianza, que reine la solidaridad, que reine el perdón, que reine la dignidad de tus hijos. Queremos que reines Tú. Y lo esperamos, con esperanza cierta: sabemos que el Reino es tu obra, tu empeño, tu sueño. Nosotros sembramos, abonamos, podamos, regamos, pero tú eres el que da la vida. VENGA A NOSOTROS TU REINO Sabemos cuál es tu voluntad, porque te conocemos: tu voluntad es que todas las personas sepan que son hijos, que todos vivan como hijos, que todos vivan para siempre. Esa es tu voluntad y tu proyecto, es la misión que encargaste a Jesús, es la misión que Jesús nos encargó a nosotros. Y, entretanto, este oscuro camino hacia la Patria, que no sabemos por qué lo hiciste tan oscuro, tan estrecho, tan lleno de peligros y de amargura. Si es así, lo habrás querido así y tenemos que aceptarlo, aunque no lo entendemos. En el cielo y en la tierra. Allí quedarán cumplidos tus planes; aquí seguimos peleándonos con las tinieblas. Que se cumpla, Señor, tu voluntad, tu voluntad de que la tierra sea como el cielo, tu voluntad de que haya luz y desaparezcan las tinieblas. HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO Tú sabes bien de qué barro nos hiciste. Nos consta que sabes lo que necesitamos. Yo tengo pan, muchos no tienen pan. Yo tengo el Pan de tu Palabra, muchos no lo tienen. Yo tengo el Pan de Jesús, muchos no lo tienen. Porque no vivimos sólo del pan que se mastica, sino también – y mucho más – del pan de la esperanza, del pan del perdón, del pan de la justicia. Hoy pensaré en la Eucaristía que me estás dando tu Pan y desearé que nunca me falte. Hoy me alimento del Pan de Jesús, tu Palabra hecha carne para mi alimento. Y pediré que nunca me falte. Y pensaré en el hambre de mis hermanos, faltos de Pan y de Palabra. Y pediré que te acuerdes de te necesitamos. Que no nos falte, Señor, tu Pan. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA Ofensas, fea palabra. Nunca ha pasado por mi mente ofenderte. Si alguien te ha ofendido es porque no te conoce. Sabes que no son ofensas, que son errores y esclavitudes. Yo sé que así lo sabes, pero es que necesito excusarme ante Ti, mi Padre, por ser tan poco hijo. Yo sé que vivo gracias a que Tú me conoces y me comprendes. Yo sé que esa manera tu Ha de comprender y perdonar está en mis hermanos, tus otros hijos. Sé que ellos me conocen y me comprenden, y me siento bien, conocido y comprendido. Quiero vivir en ese ambiente, quiero comprender y perdonar, quiero vivir perdonando y perdonado. PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN Tentación. Toda mi vida es una enorme tentación. Te confesaré que no me apetece el Reino. Me tienta el dinero, me tienta la venganza, me tienta el prestigio, me tienta todo. Tu Reino, tan fascinante, me atrae menos que muchas otras cosas, más cercanas, más tentadoras. El Reino se me convierte en una puerta estrecha, en un camino empinado, en un ojo de aguja difícil de acertar. No me abandones, no retires de mí tu Santo Espíritu, no permitas que mis ojos prefieran tesoros que roe la polilla, no me dejes servir a otros señores, no me dejes en manos de mí mismo. Que tu vara y tu cayado me conduzcan mientras camino por oscuras cañadas. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN ¿Por qué has dejado suelto tanto mal? ¿Es que no sabes que el mal nos impide creer en Ti? ¿Es que no miras el dolor de tantos hijos? ¿Es que van ser nuestros males más poderosos que Tú, es que nos van a impedir creer en Ti? Yo sueño con un mundo de Hijos que no sufren. Yo sueño con un mundo en no haya que creer en Ti, un mundo en que seas evidente. Me parece que estamos atados, agobiados, sometidos, al poder de las tinieblas que nos impiden verte, al poder de la tierra que nos atrae mucho más que el cielo. Líbranos, tú que eres poderoso, tú que pusiste a tu hijo el nombre de “El Libertador”, en esta vida y para siempre, líbranos. Y LÍBRANOS DEL MAL Todo esto es sin duda una osadía, que empieza por dirigirnos a ti con tan descarada confianza. pero jesús nos enseñó a orar así. y por eso, fieles a su enseñanza, nos atrevemos a decir .... Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 23 Jul 2010 07:59 PM PDT Publicado por El blog de X. Pikaza En muchos lugares de España y de América Latina, éste domingo se celebra la Liturgia del Señor Santiago Zebedeo, hermano de Juan, a quien llamaré Jacob/Jacobo (para recordar su origen bíblico). Este año su fiesta cae en domingo y, por eso, por los caminos que van a Compostela, junto a uno de los “finisterre” de Europa se celebra el Año Santo.También yo quise estar con el Señor Santiago/Jacobo, hace dos meses, un día gran lluvia, con Mabel. Esperamos dos horas bajo el agua de Quintana Dos Mortos, pero pasamos por la Porta Santa y Abrazamos al Apóstol, como mandan los cánones de la tradición, orando después sobre una tumba sagrada, que dicen que es la suya. Pues bien, al acercarse este día Santiago/Jacoco, pienso que el mayor homenaje que le puedo rendir es retomar su evangelio (el evangelio de la misa de su día), que prefiero tomar y comentar según la versión fuerte de Marcos 10, 35-45, no la “mitigada” de Santiago que ha metido en danza (a mi juicio, sin razón) a la madre-gebira de los zebedeos y ha dulcificado (pero no negado) el impacto del texto. Saben todos los devotos del Herru Santiagu (Señor Santiago) que hay en Compostela tres “imágenes” del Santo: (a) en una va como peregrino, sigue andando por los caminos de la vida, hasta el extremo del mundo; (b) en otra se sienta como obispo en cátedra o trono de mando; (c) y en la tercera se ha montado a caballo y sigue matando moros… Pues bien, antes de esas tres imágenes, que han de entenderse desde la tradición de la Iglesia, quiero colocar hoy otra, la “imagen primitiva” que ofrece el Evangelio de Marcos (y el de Mateo), donde Jacobo aparece con Juan, su hermano, queriendo hacer un golpe de mano y tomar el poder de Jesús (con Jesús). Éste el el cuarto Santiago, el Santiago que tiene que convrtirse, dejando su deseo de poder, para hacerse hermano y servidor de los hermanos. Éste es, a mi juicio, el verdadero Jacobo, aquel que más puede enseñarnos, convirtiéndose en Sant-Yago. Quizá, a la luz de ese texto, podamos y debamos decir que parte de la tradición hispana (eclesial) sobre Jacobo es pre-cristiana. Hemos venerando, y seguimos venerando oficialmente, a un Jacobo que todavía no se ha convertido, el Jacobo del Trono de mando (y Cátedra), el Jacobo del poder, al que Jesús rechazó, según el Evangelio. Dice Jesús en Marcos que Jacobo (con su hermano Juan) se convertiría un día, llegando a ser cristiano, después de hacer un gran cambio. Posiblemente también nosotros debemos convertirnos mucho (cambiar mucho nuestra imagen de Jacobo para hacernos cristianos y para venerarle a él, de verdad, como a un Cristiano, según el Evangelio). Buen día a todos, en este Año Xacobeo. Como de costumbre, mi post el largo. Estará colgado dos días, por si alguien lo quiere leer. Es un ejeercicio de lectura de Marcos, que me parece conveniente en un contexto de estucio bíblico, como el nuestro. Hay cosas en las que se puede opinar, pero en otros casos hay que leer los textos. Texto. (a. Petición) 35 Y se le acercaron Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.36 Jesús les preguntó: )Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. (b. Respuesta) 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. )Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado. (c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Jacobo y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho (1) . Comentarios por partes No hay en la iglesia lugar para personas que quieran imponerse a los demás, copando para ello los primeros puestos. Los discípulos debían saberlo, pero Marcos recuerda que los Doce, siguen sin comprender (cf. 9, 32), especialmente los zebedeos, ansiosos de gloria mesiánica, en una línea que parece vinculada a un tipo de celotismo, como indicaría el nombre que Jesús les ha dado: ¡Hijos del trueno! (3, 17). Ellos encarnan el apetito eclesial y social de poder, evidentemente con "buena intención", pero con el riesgo de acabar dominando a los demás. El texto, escrito de forma paradigmática, consta de tres partes: petición, aplicación personal, principio universal. 10, 35-37 Petición. A tu derecha y a tu izquierda 35 Y se le acercaron Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.36 Jesús les preguntó: )Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Como representantes de la lógica del mando ha presentado Marcos a Jacobo y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía. No buscan algo nuevo, insisten en la línea anterior de búsqueda de “poder”, de Roca (es decir Pedro) o de los Doce (9, 33-34; cf. 8, 33). Juan es sin duda un reincidente, pues ya quiso controlar el Nombre de Jesús, impidiendo que un exorcista no comunitario pudiera valerse del nombre de Jesús (9, 38-41). Ambos son “hijos del trueno” (3, 17), en línea de fuego y violencia, pues quisieron que el fuego del cielo destruyera a lo samaritanos, un día que no quisieron recibirles (cf. Lc 9, 54). Habían sido llamados al principio para la pesca final (1, 16-29); unidos a Roca, acompañaron a Jesús en la “resurrección” de la hija del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2). Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús), pero lo piden con lógica de mando, elevándose sobre el resto de los discípulos, y sobre todos los que forman el reino de Jesús, ocupando los puestos fundamentales “en su gloria” (en tê doxê sou), compartiendo su poder o su realeza. Es evidente que, siguiendo el orden en que aparecen siempre, Jacobo (¡quizá el mayor!) ocuparía el trono o asiento a la derecha de Jesús y Juan a su izquierda. Así formarían con Jesús el triunvirato del Reino. Pueden pensar en un reino político, que se instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Pero también pueden pensar (dentro del contexto actual de Marcos) en el Reino del Hijo del Hombre, que ha de venir de forma gloriosa, conforme al mensaje de Dan 7, 9-14, donde se dice que se prepararon unos tronos (para los compañeros, angélicos o humanos del Hijo del Hombre), y que al Hijo de Hombre en particular se le daría todo honor, gloria y poder. Es evidente que estos zebedeos quieren reinar con Jesús, ellos dos, de un modo especial, ciertamente con los Doce (como recuerda el logion de los Doce tronos de los elegidos de Jesús: cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), pero por encima de los otros diez (incluido Roca) (2). 10, 38-40 Respuesta. Beberéis mi cáliz 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. )Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado. Jesús responde cambiando el nivel de la petición. No acepta, ni rechaza lo que piden, pues de ese modo seguiría utilizando (a favor o en contra) la lógica de fuerza, sino que rechaza la misma petición como carente de sentido: (No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su estilo de Reino, no comprenden que Jesús no quiere el trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos los hombres y mujeres (y en especial los más necesitados) sean “reyes”. Éstos zebedeos, que llevar largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en la línea de una “toma de poder”! El verdadero Jesús (el de Marcos y Mateo, quizá en contra del logion ya citado de los Doce Tronos del Q, que no se ha cumplido, ni puede cumplirse), no puede ofrecer tronos, sino un camino en su seguimiento, como sabe Mc 8, 34: ¡Quien me quiera seguir, que tome su cruz y me siga! (palabra que ellos, los Doce, y de un modo especial los Zebedeos no han querido escuchar). Jesús no puede ofrecer Tronos de Reino, sino un camino de entrega de la vida, como muestra la continuación del texto: de Jesús: --Pregunta y respuesta. )Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, en donación de vida. Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y entrega) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras). En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares. --Concesión. (Mi cáliz lo beberéis, con mi bautismo os bautizareis! (39b). En prolepsis o anticipación extradieguética (que rompe el nivel temporal de la escena y adelanta algo que ha suceder más tarde), el Jesús pascual (que es el que está hablando aquí, al menos en un nivel) confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su entrega martirial ya cumplida (todo nos permite suponer que han muerto ya por y con Jesús cuando Marcos se escribe este pasaje, en torno al 70 d.C.). De esa forma, Jesús acepta el sentido más profundo de los zebedeos, pues al fondo de ella hay algo bueno: quieren vivir con él y acompañarle, compartiendo su entrega por el reino. Evidentemente, nos hallamos en un contexto eclesial. Marcos está presentando algo que ya ha sucedido: los zebedeos han seguido a Jesús tras la pascua, muriendo como él. --Reserva escatológica. Pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo... (10, 40). De Jesús es la entrega, la copa y bautismo que ofrece a los suyos. Pero la gloria del trono es misterio de Dios, regalo de gracia que sólo gratuitamente puede recibirse, no como dos tronos sobre los demás, sino como Vida para todos y con todos. Jesús acoge y ratifica el camino de muerte, pero la respuesta final ya no es suya, sino de Dios. En este contexto, al menos veladamente, Jesús indica aquí que el “triunfo mesiánico” de Dios no se expresa en forma de dominio sobre los demás. No se trata, por tanto, de decir que el puesto de poder, a la derecha e izquierda de Jesús, no lo tendrán ellos, sino otros, como podrían ser María de Nazaret y Juan Bautista (que aparecen en los ábsides de muchas iglesias románicas, a los lados del Pantokrator) o como podría ser Roca (en gran parte de la simbología católica moderna…), sino de algo mucho más profundo: ¡No existirán tales tronos de poder, nadie mandará sobre los otros”. Ésta es la inmensa paradoja del texto: precisamente aquí, cuando más les critica, Jesús confirma la petición de los zebedeos (darán la vida por el Reino) y les indica que su entrega no expresa (ni consigue) ningún tipo de dominio sobre los demás (sentarse en dos tronos, al lado del Gran Trono del Hijo del hombre, pues el Hijo del Hombre no tiene un trono de ese tipo). De esa manera, Jesús escucha su deseo de poder, para transformarlo en su camino de entrega, abriendo una "ventana de pascua" y permitiéndonos ver el buen final de Juan y Jacobo, que han muerto ya por el evangelio. Por eso su recuerdo se mantiene con gozo dentro de la iglesia, pero no como recuerdo de Poder (sentados en unos tronos), sino como presencia de solidaridad al servicio del Reino . De esa manera se vinculan y separan el cáliz y el trono. (a) Los zebedeos piden trono, y Jesús sólo les puede ofrecer su propio gesto de entrega de la vida, garantizando su fidelidad en el camino mesiánico: «El cáliz que yo bebo beberéis, con el bautismo con que yo soy bautizado os habréis de bautizar» (10, 39); de esa manera, ellos reciben y realizan la misma vocación del Hijo del hombre, en misión que se explicita como entrega de la vida. Esto es lo que Jesús puede ofrecer a los que vengan a seguirle, subiendo con él a Jerusalén. (b) Jesús no puede darles un trono sobre los demás, sino ofrecerles un lugar en su camino de entrega de su vida, poniéndose (y poniéndoles) en manos de Dios. Lo mismo ha de pasar a sus discípulos: «sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa que yo pueda concederos, sino que es para aquellos para los que ha sido reservado» (10, 40). Jesús deja la Gloria en manos de Dios Padre (como indica el pasivo divino de hetoimastai: a los que Dios lo ha reservado), sabiendo que ella no consiste en sentarse en unos tronos sobre los demás, sino en compartir la vida con todos. Esta unión de cáliz y trono, de entrega actual de la vida (con Cristo) y de herencia del reino futuro (desde Dios) constituye el centro y clave del discipulado. Lo más consolador en ese texto no es el hecho de dejar la gloria (trono) en manos de Dios (sabiendo que Dios no da a nadie un trono sobre otros), sino el decir que los zebedeos podrán beber el cáliz con el Cristo: le seguirán hasta el final en el camino de entrega de la vida. Aprender a morir con Jesús, eso es seguirle, ser su discípulo. Los zebedeos le han pedido un trono de poder, en gesto equivocado de deseo de dominio. Jesús ha querido y ha podido transformar ese deseo, haciendo que ellos puedan mantenerse fieles a la gracia de la vida y a la entrega hasta la muerte (4) . 10, 41-45 Enseñanza. No ha venido a que le sirvan 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Jacobo y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. El problema de los zebedeos es de todos los discípulos. Por eso, los diez restantes (incluido Roca, que aquí queda en segundo lugar) se enojan con ellos, iniciando una disputa general por el poder (10, 41). Es evidente que, dejándose llevar por esa disputa, la iglesia acabaría destruyéndose a sí misma. Para superar ese riesgo, Jesús ofrece la nueva lógica de autoridad y servicio que brota de su entrega. Vuelve de esa forma a la enseñanza de 9, 33-35, cuando ponía al niño en el centro de la iglesia, como veremos, ofreciendo un comentario y una ampliación del sentido de este pasaje. a. Comentario básico (10, 41-44). Los diez se indignan contra Jacobo y Juan, no porque rechazan su visión del reino, sino porque aceptándola también quieren alcanzar sus mismos puestos de poder a derecha e izquierda de Jesús. Estamos en la situación de 9,34: los discípulos se afanan y combaten entre sí por ocupar los “tronos” que, a su juicio, Jesús debe concederles; le han seguido buscando recompensa; le han creído, pero de una forma falsa, suponiendo que en el fondo todos sus discursos de entrega de la vida eran un simple motivo pasajero. Lo que Jesús ha de ofrecer en realidad y ellos desean ansiosamente es sentarse en unos tronos, reinar en este mundo. Piensan que hay poder en medio. Hay quizá muchísimo dinero (5) . No echemos la culpa a los Zebedeos, ellos son como casi todos. Los hombres y mujeres, en general, tienen gran capacidad de engaño: creen en aquello que quieren creer, miran lo que les conviene y seleccionan las informaciones de tal modo que sólo aceptan aquellas que concuerdan con sus convicciones previas. Esto es lo que pasa con los Doce. Jesús les ha ofrecido su enseñanza más profunda, pero ellos no han podido (o querido) entenderle. De esa forma han convertido la misma vocación (llamada) de Dios en autoengaño. Pensando escuchar a Jesús, estaban escuchándose a sí mismos (6) . Éste es para Marcos el último enemigo del Reino de Dios (después de la riqueza: 10,17-31): el deseo de poder que oprime precisamente a los mejores (es decir, a sus discípulos). Jesús lo ha combatido, superando en su comunidad los esquemas de jerarquía genealógica (familias sacerdotales), organizativa (cuadros de mando que se perpetúan según ley) o espontánea (carismáticos que lo asumen por inspiración). El pasaje consta de tres partes: 1. Principio (10, 42). Jesús desentraña la trama oculta del poder, con lección de durísima política, siguiendo la línea de los profetas de Israel: Sabéis que los príncipes, los grandes… (10,42). De esa forma alude a una conducta que a su juicio es clara entre los grandes (arkhontes, megaloi) de este mundo: mandar es para ellos dominar y aprovecharse de los otros. Esta búsqueda de mando destruye la vida de los hombres. Por eso los discípulos de Jesús (toda la Iglesia) tienen que dejar a un lado los métodos de fuerza, imposición y dominio que se emplean en el mundo. Es evidente que la ley del poder terrenal es distinta de la gracia de reino de Jesús, y así deben saberlo sus discípulos (7). Podemos suponer que Jacobo y Juan no buscan de un modo directo el poder militar o político, sino un dominio "espiritual": el mesianismo o poderío divino de los justos, dentro de una tradición jerárquica judía que relaciona presencia (revelación) de Dios y triunfo nacional. Posiblemente quieren mandar en línea buena, para ayuda de los demás, apareciendo como servidores del Dios poderoso. Pero Jesús no les distingue de aquellos que mandan en forma pervertida. No hay para él un poder malo (propio de los gentiles) y otro bueno (de sus discípulos). Todo poder es en el fondo destructor, toda imposición es mala. Por eso, no quiere mejorar el poder (convertirlo) sino superarlo de base (8) . 2. Inversión (10, 43-44). Jesús no necesita el poder económico del rico (10, 17-22) ni el mesiánico de los buenos zebedeos (no ha venido a conquistar el imperio romano) ni el sacerdotal del templo (cf. 11, 12-26), porque el camino de Reino que él ha proclamado es distinto. Por eso responde: No sea así entre vosotros... Siguiendo en la línea de 9, 33-37, él no ha venido a fundar jerarquías entendidas en clave de honor y prioridad social o espiritual. Desde aquí se entiende su norma de seguimiento, entendido como inversión respecto al orden normal de este mundo: el poder (deseo de dominio) ha de volverse gratuidad, gesto de amor desinteresado por los otros. Esta es la meta-noia o conversión que él ha proclamado (1, 14-15) y que ahora propone de nuevo a sus discípulos. De esa forma, Jesús quiere cimentar la vida de sus seguidores sobre el mismo camino de su entrega. Aquí se expresa Dios, aquí nace la Iglesia, invirtiendo el deseo de poder de los zebedeos y del resto de los Doce. 3. Ejemplo: Pues también el Hijo del hombre... (l0, 45). La nueva actitud de los discípulos aparece así como una ampliación del gesto de Jesus que, siendo Hijo de hombre, da la vida por los otros. Todo lo que pueda decirse de la Iglesia (eclesiología) es consecuencia de la cristología. Discípulo es aquel que logra actuar como Jesus. Eso significa que Jesús no quiso ofrecer ni ofreció una teoría general sobre el seguimiento, diciendo a Roca-Andrés y a Jacobo-Juan lo que doblan hacer cuando les llamo para acompañarle como pescadores de hombres (1,16-20). No les ofrece unas puras Ideas, sino que les guía, ofreciéndoles su mismo camino, para que compartan con él las tareas del Reino. Según eso, discípulo es quien sigue la suerte de Jesus, convirtiendo su llamada en lugar de seguimiento (9) . Jesús ha invertido la tendencia dominante de los grupos sociales y religiosos que interpretan las estructuras de poder mundano en forma sacral. Por eso, frente a la manipulación mesiánica de los zebedeos, que son junto a Roca sus seguidores principales (cf. 5, 37; 9, 2), ha establecido aquí las bases de una fraternidad donde no existe poder sino servicio, ejercido por el diakonos (servidor libre) o doulos (esclavo). Roca había rechazado el proyecto de entrega de Jesús (8, 32); los zebedeos ratifican aquel gesto, buscando la doxa o gloria mundana del mesías (10, 37), apareciendo así como representantes de una humanidad ansiosa de dominio religioso. Ellos (con los doce: cf. 10, 41) quieren ofrecer un correctivo mesiánico a Jesús, ayudándole con su poder y organización. Jesús rechaza esa propuesta, pero no en la línea de una utopia extramundana, como si sus fieles tuvieran que encerrarse en un nivel de intimidad espiritual donde nada se posee ni desea, sino desde un más alto realismo social: busca una iglesia transparente donde los hombres y mujeres puedan compartir cien casas, madres, hermanos e hijos (cf. 10, 28-31). Jesús no se evade; busca la vida en común, el pan multiplicado; por eso debe rechazar un poder que quiere organizar el mundo desde arriba (10) . Ésta es la novedad de Jesús. No quiere líderes sentados a diestra y siniestra, asegurando desde el trono compartido el orden y obediencia de los pueblos, sino buenos servidores, gente de cariño eficaz, que sepa dar la vida por los otros. Se ha dicho que hacen falta buenos gobernantes o señores, como si el problema del mundo se arreglara con buen mando ((oh qué buen vasallo, si hubiese buen señor!: Mío Cid). Pues bien, para Jesús, el problema de la humanidad no se soluciona preparando mandos apropiados a nivel político, social o religioso. Por eso no busca en su grupo gobernantes o caudillos, estrategas de finanzas o de buena economía. No investiga las posibles dotes de los zebedeos, ni les hace estudiar leyes o filosofía del poder en una escuela israelita o griega, para hacerles funcionarios de su empresa. Él busca madres e hijos, buenos hermanos que sepan regalar su vida por los otros (11) . Los zebedeos entendían la promesa del Hijo del Hombre en clave de triunfo (ellos mismos se creían el pueblo de los santos, que se identifican con el Hijo del Hombre triunfador); eran buenos exegetas de Dan 7. Pero Jesús entiende esa promesa en clave de más alto servicio: ha venido a dar la vida, no a exigir que otros le rindan homenaje. El evangelio se vuelve así una guía de servidores. No es directorio para triunfar, manual para ganar dinero y dominar sobre los otros. Por eso, todos los que alguna vez han buscado poder en la iglesia, se equivocan de mesías y confunden Dios y Diablo, Cristo y Antricristo. No se salva el pueblo con buenos gobernantes sino con buenos servidores (12) . Notas (1) Paradigma social, con petición de los zebedeos y rechazo razonado de Jesús. Puede entenderse como ley de gobierno o antigobierno. Es paradigma en cuanto traza un modelo de comportamiento para los dirigentes de la iglesia, representados por los zebedeos y se funda en la historia de Jesús, pero su formulación es posterior a pascua. (2) Siempre que vaya en línea de gloria y que les lleve a los lados del Hijo del hombre, estos zebedeos no rechazarían el fracaso y dolor de Jesús, sino que lo asumirían, queriendo acompañarle en ese camino de dolor (y muerte), sabiendo que así podrán compartir su gloria (obtener los tronos de honor al lado del Hijo del hombre). Sea como fuere, su petición es de grandeza. El riesgo mayor de la iglesia no se encuentra fuera (en escribas judíos y gobernadores romanos) sino en sus propios jefes interiores, que, con pretexto de servicio mesiánico y acción liberadora, quieren mandar sobre los otros. El riesgo mayor de la Iglesia está siempre dentro de la Iglesia. Santiago y Juan, hermanos que se unen en contra los otros (en vez de luchar entre sí como Caín y Abel) conservan el nombre de su padre (Hyioi Zebedaiou: Hijos de Zebedeo) y parecen buscar dentro de la iglesia un tipo de poder paterno, uno a la derecha, otro a la izquierda de la gloria de Jesus (10, 37 (3) Este es uno de los ejemplos más claros de anticipación extradieguética de Mc: su texto se abre, más allá de sí mismo (más allá del tiempo de Jesús) hacia el futuro ya realizado de la historia eclesial. Mc recuerda a los lectores que estos duros y egoístas zebedeos han tenido un "buen final": han muerto como y por Jesús; y lo recuerda precisamente cuando el texto les presenta como paradigma de incomprensión dentro de la iglesia. (4) Ésta es la ironía y la profunda experiencia creadora del pasaje: tan grande es la fuerza que mana de su entrega, que Jesús puede cambiar con ella el mismo deseo egoísta de sus discípulos violentos (hijos del trueno: 3,17), haciéndoles capaces de entregar la vida por los otros. De ese modo, la pascua de Jesús ha de expandirse y triunfar entre los suyos, convirtiéndose en principio de resurrección para sus mismos seguidores. Es evidente que esta gran promesa debe interpretarse desde 16,6-7, como varias veces hemos señalado. El camino de entrega de Jesús abre así un surco de fecundo seguimiento para sus discípulos. El signo del pan (central en toda la sección anterior: 6,30-44; 8,1-21) se abre al nuevo signo del cáliz: sin ofrenda de la vida es imposible el banquete escatológico. Este es cáliz de confianza, no de imposición ni de conquista. Por eso, el trono final ha de quedar en manos de la gracia plena que es el Padre. De esa forma se anticipa aquí el motivo de la ignorancia de la hora (13,32): ni los ángeles de Dios, ni el Hijo saben (es decir, deciden); sólo el Padre puede hacerlo, de manera que nosotros confiamos en su gracia y de esa forma podemos mantenernos confiados. Pero volvamos hacia atrás, al tiempo de la historia. El texto continúa en una segunda parte, presentando la actitud de los diez y la respuesta que Jesús les ha ofrecido (10,41-45), universalizando la enseñanza precedente. (5) Cuando los zebedeos se quieren elevar sobre los otros, fracasa el grupo mismo de los Doce como expresión colegiada de la plenitud israelita. La unión de grupo se esfuma y deshace: a medida que Jesús va interpretando su camino en términos de entrega, sus discípulos disputan y rompen su unidad. Ya no hay Doce, sino dos por un lado (10,35-38) y diez por otro (10,41), como grupos enfrentados entre sí. Los ha escogido Jesús para que sean signo unido de un poder que es en el fondo antipoder, gesto de entrega de la vida. Ellos prefieren apegarse a los resortes de fuerza de la antigua tierra, bien representada por aquellos judíos y romanos que mantienen el control político conforme a métodos de entrega y muerte ya evocados en 10,33-34. Así, piden un lugar a la derecha y a la izquierda de Jesús, utilizando para ello los esquemas de poder antiguo y enfrentándose por eso (al menos implícitamente) a los restantes discípulos, que empiezan a sentirse así discriminados (10,35-37). (6) Esta fuerte densidad de engaño e ilusión de los primeros apóstoles del Hijo del hombre puede parecer patética observando las cosas desde fuera. Miradas más por dentro, resulta consoladora: aquellos discípulos estaban donde solemos estar nosotros, deseando acoger la voz de Dios, pero corriendo siempre el riesgo (querido por nosotros) de engañarnos. (7) Sobre la crítica del poder en los profetas, cf. J. L. Sicre, Los Dioses Olvidados. Poder y riqueza en los profetas preexílicos, Madrid 1979; cf. también Profetismo en Israel, El Profeta, Los Profetas, El Mensaje, Estella 1992. Como vemos, Jesús habla de los que parecen mandar (que en realidad no mandan, pues están esclavizados por el sistema), afirmando que ellos destruyen con su falsa pretensión a los demás. Eso significa que el poder, vinculado casi siempre a las riquezas (cf. 10, 17-22) y expresado como dominación política, quiere presentarse como una sagrada (signo de un Dios que sería Poder, en la línea de este), siendo en realidad diabólico. (8) Junto a la crítica del poder de algunos profetas, en el conjunto del Antiguo Testamento aparece también otra línea de lógica político/teológica, que piensa que el poder es signo de Dios, como he señalado en Antropología Bíblica (Salamanca 2005) y en El Señor de los Ejércitos (Madrid 1996) (9)Suele decirse que, conforme a Jn 19,31-36, la Iglesia nace del costado abierto de Jesus. Ahora sabemos que ella brota, según esta visión de Mc 8, 2710,52, del mismo camino de su entrega mesiánica. (10) La comunidad mesiánica no necesita ricos para edificarse (como vimos en 10, 17-22), ni buenas autoridades sino buenos servidores, gentes que sepan ayudar a los demás de forma intensa, eficaz, cariñosa, creadora. Robinson, J. M., The Problem of History in Mark (SBT 21), London 1971. 56-63 ha destacado la crítica antipagana de este pasaje, que puede aplicarse también a los judíos. (11) Leído en este fondo, el evangelio de Marcos aparece como manual de una iglesia de servidores.Allí donde parece que todo está acabado empieza todo; la vida adquiere su más hondo sentido, surgen relaciones nuevas, fundadas en la gratuidad, hay futuro para los niños, fidelidad para los esposos... Esto es posible porque (El Hijo del Hombre no ha venido a que le sirvan...! (10, 45).Al presentar así el camino del Hijo del Hombre, Jesús está invirtiendo el texto central de la esperanza apocalíptica: Vino el Hijo del humano... y todos los pueblos naciones y lenguas le servirán (Dan 7,14; cf. Dan 7, 25-27). Conforme a Daniel, cuando venga el Hijo del Hombre acabará la historia (lo que significa que no habrá historia del Hijo del Hombre). Por el contrario, según Marcos, la historia empieza precisamente con la venida del Hijo del hombre, una historia nueva de servicio, de evangelio. (12) A partir de una visión como la de Dan 7, los zebedeos han querido invertir el mensaje de reino de Jesús, de manera que (en este momento del evangelio) ellos aparecen como ciegos o, quizá mejor, como antagonistas mesiánicos de Jesús. El Maestro les habla de entrega; ellos desean y planean la toma de poder. No están solos, no se diferencian en eso del resto de los Doce, sino todo lo contrario: actúan como representantes egoístas de un grupo llamado a la misión universal (cf. 3,13-19; 6,6b-13.30) y que ahora empieza a resquebrajarse por el egoísmo de sus miembros. Los zebedeos y los doce siguen a Jesús en camino equivocado de egoísmo mesiánico. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 23 Jul 2010 07:52 PM PDT Por José María Maruri, SJ. 1.- Para hablar de Santiago Apóstol habría que hacerlo luciendo una concha y el bordón de peregrino, que además me daría un aspecto episcopal. Pero como no he ido este año a Santiago, vamos a hablar de otra peregrinación, la del seguimiento del Señor. “Sígueme”, dice el Señor, y lo malo es que el Señor no nos da un folleto con el itinerario comenzando en Jaca y terminando en Santiago de Compostela. Sígueme y te basta, ven detrás de mí y yo me encargo de la brújula y del itinerario. Seguir al Señor es una aventura.Me dicen que en un monasterio cuyo nombre me callo, hay un monje que dice que está allí gracias a mí. Solo recuerdo que a un joven al que le iba muy bien su negocio y que tenía novia, como le vi con la cabeza tan embrollada, le dije que le vendría bien poner sus ideas en orden y le di el teléfono de ese monasterio, que yo no conozco. Y fue, vio y se quedó. Lo único que me debe es un número de teléfono, hice de telefonista. Por eso os digo que seguir al Señor es una aventura. 2.- La peregrinación siguiendo al Señor es ir ligero de equipaje. Los que no vamos de peregrinación cuantos vagones capitonés necesitamos para andar por el mundo. Nos parece que necesitamos de tantas cosas y en realidad una sola es necesaria, nos dijo que el Señor. ¿Qué vamos a hacer cuando nos toque entrar por la puerta estrecha del Último Santiago de Compostela y nos obliguen a dejar allí tirados todos nuestros trastos a los que estamos tan aferrados? 3.- Peregrinar de verdad es ir tras algo o tras alguien que se estima más que a nada en este mundo. Es ir en busca de la perla preciosa, del tesoro escondido y toda nuestra vida iremos tras ese algo o ese alguien, hasta que podamos darlo todo por conseguido. Los mismos apóstoles no habían entendido esa necesidad de dar a cambio del Reino todo. Por eso querían participar en el Reino pero cada uno con una cartera ministerial bajo el brazo (poco ha cambiado el mundo). Juan, vicepresidente y Santiago, ministro de Economía. Como nosotros. Tratamos de hacer compatibles cosas incompatibles: servir a Dios y al dinero. Adorar a Dios los domingos y a tantos diablejos de colores el resto de la semana y más en verano. 4.- La petición de Juan y Santiago sentó mal a los otros diez y también a Jesús, pero no menos mal le sentó la indignación de los diez. Aquella petición era tráfico de influencias y esta indignación era no haber comprendido que en el Reino del Señor el que sirve es mayor que el que es servido. Autoridad en el Reino no hace sentir al de abajo que uno puede más, que tiene más fuerza, sino en ganarle con amor, no es mangonearlo todo y tener en todo la última palabra. Es dar libertad, es confiar, es esperar. Aquello es tiranía y su autoridad de muñeco de museo de cera vestido de Napoleón. 5.- Que no es verdadero peregrino el que exige que le alberguen, el que cacarea su peregrinación, el que se viste con plumas ajenas, el que va por el camino dando ánimos, compartiendo todo lo que tiene, caminando haciendo el bien a los demás peregrinos. Pues seamos peregrinos del Reino, que a lo que nos invita Santiago, que buena peregrinación hizo de Jerusalén a Santiago de Compostela. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 23 Jul 2010 07:32 PM PDT Apóstol de Perú y de Argentina por Julián Heras, o.f.m. Gran apóstol de América del Sur y especialmente de Perú, en cuya capital, Lima, está enterrado, San Francisco Solano nos trae el ejemplo de tantos misioneros franciscanos y de otras congregaciones, que entregaron su vida por entero a la evangelización del Nuevo Mundo. Acabada la conquista del gran imperio incaico, que se extendía desde el sur de Colombia hasta el norte de Chile y el noroeste de Argentina, los misioneros de las distintas Ordenes religiosas iniciaron la evangelización de estos extensos territorios. En Perú el trabajo fue comenzado en 1531 por dominicos y franciscanos; más tarde llegan los agustinos, mercedarios y jesuitas, sin olvidar al clero secular que también participó en este apostolado. Desde Perú se extendió el cristianismo por todos los territorios vecinos, como Chile, Bolivia y Tucumán. En tierras del Plata la cristianización floreció cuando en 1547 se estableció por el Chaco el enlace con Perú. A fines del siglo XVI se incluyeron también en el trabajo misional Paraguay y Uruguay. Al crecimiento exterior de la Iglesia correspondió el interior. Se celebraron los primeros concilios provinciales y se dieron las primeras normas pastorales para la catequesis indígena. Con ese fin se instituyeron las llamadas "doctrinas" o parroquias de indios. Se publican los primeros catecismos y el mismo Concilio Limense de 1567 hizo obligatorio para los misioneros el aprendizaje de las lenguas indígenas. Los obispos más celosos, como santo Toribio de Mogrovejo, se dieron a recorrer en visitas pastorales, que duraban años, sus inmensas diócesis. En esta primera hora de la evangelización, estuvo en primera línea la Orden franciscana; entre los muchos nombres de esta Orden que habría que rescatar del olvido, la figura de san Francisco Solano puede representar a todos ellos, ya que trabajó en casi todos los territorios arriba mencionados. Perfil biográfico Verdadero apóstol de América, tanto por la extensión de su labor misional como por las huellas que dejó a su paso, san Francisco Solano no sólo recorrió gran parte de Perú de entonces, sino también otros cinco países de América del Sur. Nació el 10 de marzo de 1549 en la pequeña ciudad de Montilla (Córdoba). Sus padres eran acomodados y, cuando el niño estuvo en edad escolar, lo entregaron a los jesuitas. Allí aprendió las primeras letras y sintió despertarse su vocación. A los veinte años decide vestir el hábito franciscano y acude al convento de San Lorenzo de su pueblo natal. Hizo su profesión el 25 de abril de 1570. Unos dos años más tarde deja Montilla y se traslada al convento de Nuestra Señora de Loreto, cerca de Sevilla. Acabados sus estudios eclesiásticos, es ordenado sacerdote en 1576. Por su afición a la música, que cultivó toda su vida, lo nombran vicario de coro y predicador. Pasa por diversos conventos de Andalucía, y en todos deja ejemplos edificantes de su fervorosa caridad. Llega el año 1589 y solicita pasar a América, para emular los ejemplos de apostolado que había oído contar de sus hermanos de hábito. Durante su largo y accidentado viaje a América, en el que iba también el virrey de Perú, don García Hurtado de Mendoza, Francisco Solano aprovecha para predicar a la tripulación; pasa por las ciudades de Cartagena, Portobelo y Panamá. Llega a Lima en 1590, atravesando los ardientes arenales de la costa norte de Perú. Era entonces arzobispo de Lima santo Toribio de Mogrovejo. Como su destino era Tucumán, emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta el Cuzco; cruzar la meseta del Collao, la actual Bolivia por Potosí y entrar en los confines del norte argentino; de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán. Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero y custodio de los conventos franciscanos del Tucumán y del Paraguay. Su acción misionera en estas regiones es para llenar muchas páginas y las conversiones se cuentan por millares; sus habitantes aún lo recuerdan con veneración. En 1595 los superiores de Lima, de quienes dependía, lo llaman a Perú para hacerse cargo de la Recolección franciscana (Convento de los Descalzos), que acababa de fundarse a las afueras de la ciudad de Lima. Sólo por obediencia acepta el cargo, dedicándose de lleno a la oración y a la penitencia, de modo que sus claustros quedan impregnados de sus excelsas virtudes. Pocos años después, el comisario, padre Juan Venido, lo envía a la ciudad de Trujillo (1602) en calidad de Guardián. Pero en 1604 vuelve de nuevo a la Recolección de Lima; ese mismo año, en diciembre, abandona su retiro y sale por las calles y plazas exhortando a todos a hacer penitencia, amenazando a los reacios con los castigos de Dios. El efecto de este sermón fue enorme; la ciudad se conmovió, pero hubo de ser advertido que en adelante no saliera así. Su vida penitente, sus trabajos y privaciones le fueron restando fuerzas y por ello se le traslada a la enfermería del convento de San Francisco de Lima, donde tras breve enfermedad, muere el 14 de julio de 1610. Su entierro fue apoteósico, asistiendo toda la ciudad, desde el virrey y el arzobispo hasta los más humildes, todos con la misma idea de haber asistido al entierro de un santo. El mismo año de su muerte comenzaron las informaciones sobre su vida y virtudes, las cuales dieron por resultado que el Papa Clemente X lo beatificara en 1675 y Benedicto XIII lo proclamase santo en 1726. En su tiempo vivieron, en Lima, además de santo Toribio de Mogrovejo, santa Rosa, san Martín de Porres y san Juan Macías. Significado para nuestro tiempo Al repasar la vida de este santo y la de otros misioneros de su tiempo, deberíamos pensar qué espíritu los guiaba en sus afanes apostólicos. La respuesta no puede ser otra que la de extender el Reino de Cristo en la Tierra. Su ejemplo nos incita a nosotros, cristianos del siglo XX, a proseguir con el mismo empeño aquella tarea misional comenzada por ellos y no acabada aún en nuestros días. Ese será el mejor homenaje que les podemos tributar en la celebración del V Centenario de la Evangelización de América. Heras, Julián, O.F.M., San Francisco Solano. Apóstol de Perú y de Argentina, en R. Ballán, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Lima 1991, pp. 145-148 Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 23 Jul 2010 07:26 PM PDT ![]() Por Enrique Martínez Lozano Publicado por Fe Adulta FESTIVIDAD DE SANTIAGO Mt 20, 20-28 Aunque Mateo intenta minimizar el episodio –sabemos por Marcos que fueron los dos discípulos, no su madre, quienes se dirigieron a Jesús-, no puede negar que los caminos del Maestro y de sus seguidores aparecen como radicalmente divergentes. A las tres ocasiones en que Jesús habla de su final –los llamados “tres anuncios de la Pasión”-, optando por un camino de entrega servicial, sucede una reacción de los discípulos marcada por la ambición. En la respuesta de Jesús, leída por quien ya conoce el final de su vida, no puede dejar de advertirse la ironía: “No sabéis lo que pedís”. Ciertamente, si hubiesen sabido que estar a la derecha o a la izquierda de Jesús implicaba ser crucificado, es probable que no lo hubieran pedido. Quien pide los lugares de privilegio es el ego. ¿Quién necesita poder? ¿Quién necesita destacar y “ser importante”? Ambiciona desesperadamente un lugar y, mientras se afana en ello, experimenta la misma sensación que el drogadicto cuando va en busca de su dosis. Sin embargo, vacío como es, el yo nunca tiene suficiente: alcanzado un poder, se devanará por “algo más”. Es la tragedia del yo: le ocurre lo mismo en todas sus empresas, esté en juego el poder, el tener o el placer… Al apego le sucede la frustración y el dolor, hasta que el círculo empieza a girar de nuevo. Ello indica que no cabe solución en tanto dure nuestra identificación con él. El yo no sólo es incapaz de salir de ese círculo vicioso, sino que lo agudiza hasta la desesperación. Pero es aquella misma identificación la que nos vuelve ciegos: la falta de distancia siempre impide la perspectiva suficiente para poder “ver”. Como ha escrito André Comte-Sponville, “vivimos prisioneros de las falsas evidencias de la conciencia común, de lo cotidiano, de la repetición, de lo ya conocido, de lo ya pensado, de la pretendida o contrastada familiaridad de las cosas; en suma, de la ideología o del hábito” (A. COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios, Paidós, Barcelona 2006, p.151). ¿Cuándo nos abriremos a la novedad? ¿Cuándo podremos llegar a reconocer nuestra verdadera identidad, y la Comprensión que emerge de ella? Identificados con el yo, la lucha por el poder y los enfrentamientos son inevitables. Establecidos en la Presencia que somos, todo eso dejará de afectarnos. Hagamos un ejercicio de imaginación. Imaginemos dos barcas (que llamaremos “A” y “B”) navegando por un río que, en un momento determinado, chocan entre sí, causándose algún desperfecto. Las posibilidades son varias: La barca “A” va dirigida por un barquero; la “B” está vacía. Las dos barcas son conducidas por su correspondiente barquero. Las dos barcas están vacías. ¿Cuáles serán las reacciones que se produzcan tras el choque en cada uno de los tres casos? En el caso primero, el barquero de “A” no se enfrentará a nadie; tampoco se le ocurrirá recriminar a la barca “B”, que va vacía. Si acaso, se reprochará y culpará a sí mismo, por su despiste o impericia. Es fácil que termine enojado consigo y más o menos roto por dentro: se habrá generado a sí mismo sufrimiento inútil. En el segundo caso, la discusión y el enfrentamiento están servidos: lo más probable es que ambos barqueros se enzarcen en una acalorada discusión, en la que cada cual culpe al otro del desastre ocurrido, hasta terminar en una batalla, que generará sufrimiento para ambos. Finalmente, en la posibilidad última, no habrá reproche, ni discusión, ni sufrimiento. Se acepta lo que es y se permite que la Vida fluya. El barquero es el “yo”: él es el sujeto de los reproches, juicios, recriminaciones, enfrentamientos, peleas…, en definitiva, sufrimiento. Por eso, donde hay yo, habrá todo eso. Por el contrario, la ausencia de “yo” elimina el sufrimiento y hace posible la paz. El barquero era sólo una ficción, que “personaliza” lo ocurrido y, a partir de ahí, de acuerdo con las pautas mentales y emocionales aprendidas a lo largo de su historia, reacciona. En esa reacción, no busca sino afirmarse. Y eso le hace funcionar atacando o defendiéndose, situándose en la vida como vencedor o como víctima. En ausencia de yo, toda reacción desaparece. En su lugar, se dan sencillamente respuestas a lo que es. El yo tiene una mirada corta y engañosa: lo poco que ve sólo puede verlo girando en torno a él. La suya es, por eso, una visión dualista y egocentrada. Creyéndose separado de la realidad (!), a la que imagina “ahí fuera”, enfrente de él, la distorsiona. Cuando, por el contrario, somos capaces de “tomar distancia” y acallarlo, toda la percepción se modifica: caen el dualismo y la egocentración. Simplemente, todo es. He citado más arriba a un filósofo contemporáneo que, confesándose ateo, aboga sin embargo por el cultivo de la espiritualidad. Porque, como él mismo dice, “la espiritualidad es el aspecto más noble del hombre”. Y añade: “Podemos prescindir de la religión, pero no de la comunión, no de la felicidad, no del amor”. Por todo ello, reivindica una espiritualidad al margen de las creencias y de las religiones: por extraño que a alguien le parezca, una espiritualidad “a-tea”. Personalmente, su postura no sólo me parece legítima, sino sabia. La religión es el vehículo transportador de la espiritualidad, el mapa que quiere balizar el Territorio. Pero no es la religión lo que buscamos, sino la Espiritualidad. Aquélla separa –porque sus fronteras están delimitadas por sus creencias-; ésta une. Más allá de las creencias de cada cual –religión y espiritualidad no se identifican, pero tampoco tienen por qué estar reñidas-, la Espiritualidad remite a la dimensión profunda de lo Real que todos compartimos y a todos nos constituye. ¿Cómo no sería posible una espiritualidad no religiosa? Al contrario: es una buena noticia, que abre un horizonte magnífico en la dirección correcta. Pero si he nombrado aquí a Comte-Sponville, es por reproducir su testimonio, en el que podemos apreciar dos cosas: la posibilidad de una experiencia mística al margen de la religión, y el cambio de perspectiva que se produce cuando, en esa experiencia, el yo es trascendido. Y únicamente cuando se trasciende el yo, pueden acabar su mirada y su comportamiento egocentrados y marcados por la ambición. El lo narra de este modo: “La primera vez sucedió en un bosque del norte de Francia. Tenía 25 ó 26 años. Daba clases de filosofía –era mi primer empleo- en el instituto de una ciudad muy pequeña, perdida entre campos, al borde de un canal, no lejos de Bélgica. Esa noche, después de cenar, salí a pasear con algunos amigos por ese bosque al que amábamos. Estaba oscuro. Caminábamos. Poco a poco, las risas se apagaron; las palabras escaseaban. Quedaba la amistad, la confianza, la presencia compartida, la dulzura de esa noche y de todo… No pensaba en nada. Miraba. Escuchaba. Rodeado por la oscuridad del sotobosque. La asombrosa luminosidad del cielo. El silencio ruidoso del bosque: algunos crujidos de las ramas, algunos gritos de los animales, el ruido más sordo de nuestros pasos… Todo eso hacía que el silencio fuera más audible. Y de pronto… ¿Qué? ¡Nada! Es decir, ¡todo! Ningún discurso. Ningún sentido. Ninguna interrogación. Sólo una sorpresa. Sólo una evidencia. Sólo una felicidad que parecía infinita. Sólo una paz que parecía eterna. El cielo estrellado sobre mi cabeza, inmenso, insondable, luminoso, y ninguna otra cosa en mí que ese cielo, del que yo formaba parte; ninguna otra cosa en mí que ese silencio, que esa luz, como una vibración feliz, como una alegría sin sujeto, sin objeto (sin otro objeto que todo, sin otro sujeto que ella misma), ¡ninguna otra cosa en mí, en la noche oscura, que la presencia deslumbrante de todo! Paz. Una paz inmensa. Simplicidad. Serenidad. Alegría. Estas dos últimas palabras podrían parecer contradictorias, pero no se trata de palabras: era una experiencia, un silencio, una armonía. Formaba como un calderón, pero eterno, sobre un acorde perfectamente afinado, que era el mundo. Me sentía bien. ¡Sorprendentemente bien! Tan bien que no sentía la necesidad de decírmelo, ni siquiera el deseo de que no se terminara. Ya no había palabras, ni carencia ni espera: puro presente de la presencia. Apenas puedo decir que paseara: sólo estaba el paseo, el bosque, las estrellas, nuestro grupo de amigos… Ya no había ego, ni separación ni representación: únicamente la presentación silenciosa de todo. Ya no había juicios de valor: tan sólo lo real. Ya no había tiempo: tan sólo el presente. Ya no había la nada: tan sólo el ser. Ya no había insatisfacción, ni odio, ni miedo, ni cólera ni angustia: únicamente alegría y paz. Ya no había comedida, ni ilusiones ni mentiras: tan sólo la verdad que me contiene y a la que yo no contengo. Todo eso duró apenas algunos segundos. A la vez, me sentía agitado y reconciliado, agitado y más tranquilo que nunca. Desasimiento. Libertad. Necesidad. El universo al fin devuelto a sí mismo. ¿Finito? ¿Infinito? No se plantea la pregunta. Ya no había preguntas. ¿Cómo se les podría dar respuesta? Sólo había la evidencia. Sólo había el silencio. Sólo había la verdad, pero sin frases. Sólo el mundo, pero sin significación ni meta. Sólo la inmanencia, pero sin contrario. Sólo lo real, pero sin otro. N fe. Ni esperanza. Ni promesa. Sólo había todo, y la belleza de todo, y la verdad de todo, y la presencia de todo. Eso era suficiente. ¡Eso era mucho más que suficiente! Aceptación, pero alegre. Quietud, pero tónica (sí, provocaba como un inagotable coraje). Reposo, pero sin fatiga. ¿La muerte? No era nada. ¿La vida? Era sólo esta palpitación del ser en mí. ¿La salvación? Era sólo una palabra, o era eso mismo. Perfección. Plenitud. Beatitud. ¡Qué gozo! ¡Qué felicidad! ¡Qué intensidad! Me dije: «Esto es a lo que Spinoza llama ‘la eternidad’…». Y esto, os lo imagináis, la hizo cesar, o mas bien me expulsó de ella. Regresaban las palabras, y el pensamiento, y el ego, y la separación… No importaba: el universo siempre estaba ahí, y yo con él, y yo dentro. ¿Cómo podría salirme del Todo? ¿Cómo podría concluir la eternidad? ¿Cómo podrían las palabras asfixiar el silencio? Había vivido un momento perfecto, justo lo suficiente para saber lo que es la perfección. Un momento bienaventurado, justo lo suficiente para saber lo que es la beatitud. Un momento de verdad, justo lo suficiente para saber, pero por experiencia, que es eterna” (A. COMTE-SPONVILLE, El alma del ateísmo…, pp. 163-166). www.enriquemartinezlozano.com Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 23 Jul 2010 07:20 PM PDT Publicado por Los Carmelitas La oración del Maestro Lucas 11, 1-13 1. Oración inicial Padre de toda misericordia, ![]() en nombre de Cristo tu Hijo, te pedimos, ¡Envíanos el Don, Infunde en nosotros el Espíritu! Espíritu Paráclito, enséñanos a orar en la verdad permaneciendo en el nuevo Templo que es Cristo. Espíritu fiel al Padre y a nosotros, como la paloma en su nido, invoca en nosotros incesantemente al Padre, porque no sabemos rezar. Espíritu de Cristo, primer Don para nosotros los creyentes, ruega en nosotros sin descanso al Padre, como nos ha enseñado el Hijo. Amén 2. Lectura a) Para ayudar a la comprensión del pasaje: El pasaje evangélico está subdividido en tres secciones: vv.1-4: la oración enseñada por Jesús vv. 5-8: la parábola del amigo inoportuno vv. 9-13: la enseñanza sobre la eficacia de la oración. b) El texto: 1 Estaba él orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.» 2 Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada día nuestro pan cotidiano, 4 y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.» 5 Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: `Amigo, préstame tres panes, 6 porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle', 7 y aquél, desde dentro, le responde: `No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos', 8 os aseguro que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, se levantará para que deje de molestarle y le dará cuanto necesite. 9 «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán.11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; 12 o, si pide un huevo, le da un escorpión? 13 Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» 3. Un momento de silencio orante - Como los discípulos, también nosotros nos reunimos en torno a Jesús que ora en solitario. Recojamos en torno a Él y en Él, todas nuestras energías, cualquier pensamiento, toda ocupación o preocupación, las esperanzas, los dolores... - Hoy somos nosotros aquellos discípulos que ven rezar al maestro y se dejan fascinar de su oración, que evidentemente es muy especial. - Hoy sus palabras son para nosotros, su invitación a fiarse del amor del Padre, se dirige a nosotros, presos muchas veces de nuestras cosas, muchas veces envuelto en la búsqueda del “todo y pronto”, encadenados de miles de cosas, que luego (pero sólo “luego” cuando un acontecimiento nos hiere) descubrimos que verdaderamente son superfluas... - Hoy nos toca ponerle voz a la oración del Maestro: Padre, sea santificado tu Nombre... 4. Algunas preguntas Aprovechemos la ocasión para preguntarnos sobre nuestra oración: * ¿Qué es la oración para mí: una obligación? ¿Una pausa para la búsqueda de mi mismo? ¿La presentación a Dios de una lista de peticiones? ¿Un descanso en compañía del Padre? ¿El diálogo sencillo y confiado con Aquel que me ama? * ¿Cuánto tiempo dedico a la oración: cada día algunos momentos? O, más bien, ¿cada semana o una vez al mes? ¿Ocasionalmente? ¿Sistemáticamente? ¿Espero el “sentir deseos “ de rezar? * ¿De dónde parte mi oración: de la Palabra de Dios? ¿Del santo o de la festividad litúrgica del día? ¿De la devoción a la Virgen María? ¿ De una imagen famosa o de un icono? ¿De los sucesos de mi vida o de los de la historia del mundo? * ¿Con quién me encuentro cuando rezo: mirando a lo profundo de mi mismo, en la oración hablo con alguien al que siento como juez o como amigo? ¿Lo siento “igual que yo” o lo considero “santo”, infinito o inalcanzable? ¿Está junto a mí, o lejano e indiferente? ¿Es mi Padre o es mi patrón? ¿Se ocupa de mi o “va a sus cosas”? * ¿Cómo rezo: uso de modo algo mecánico fórmulas prefijadas? ¿Rezo con versículos de salmos o de otras páginas bíblicas? ¿Con textos litúrgicos? ¿Prefiero una oración espontánea? ¿Recurro a largos textos de bellas palabras o prefiero repetir una breve frase? ¿Cómo utilizo la “oración del Señor”? ¿Me recojo con frecuencia para invocar a Dios en cualquier necesidad o a alabarlo en la liturgia o a contemplarlo en el silencio? ¿Consigo orar mientras trabajo o cuando estoy en cualquier lugar o sólo cuando estoy en la iglesia? ¿Consigo hacer mía la oración litúrgica? ¿Qué puesto tiene la Madre de Dios en mi oración? 5. Una clave de lectura El pasaje presenta la oración como una de las exigencias fundamentales y uno de los puntos cualificadores de la vida del discípulo de Jesús y de la comunidad de discípulos. vv. 1-4: Jesús, como los grandes maestros religiosos de su tiempo, enseña a sus seguidores una oración que los caracteriza: el “Padre nuestro”. a) Jesús estaba orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar”. Jesús se aparta para orar. Lo hace con frecuencia en la narración de Lucas (5,16), sobre todo en los momentos inmediatos a sucesos importantes: antes de constituir el grupo de los Doce (6,12-13); antes de provocar la confesión de fe de Pedro (9, 18-20), antes de la transfiguración (9, 28-29) y finalmente antes de la pasión (22, 40-45). Jesús que reza, provoca en los discípulos el deseo de rezar como Él. Es, evidentemente una oración que tiene unos reflejos externos verdaderamente especiales, que ciertamente repercuten sobre la predicación. Los discípulos comprenden que una oración tal, es muy diversa de la que enseñan los otros maestros espirituales de Israel y también de la del mismo precursor suyo, por esto le piden que les enseñe su oración. De este modo, la oración que Jesús transmite a los suyos se convierte para ellos en la expresión característica de su ideal y de su identidad, del modo de relacionarse con Dios y con los suyos. b) Padre: Lo primero que Jesús enseña a propósito de la oración es llamar a Dios con el nombre de “Padre”. A diferencia de Mateo, Lucas no añade el adjetivo “nuestro”, poniendo menos el acento sobre el aspecto comunitario de la oración cristiana; el hecho de invocar al mismo Padre constituye el mejor lazo de la unidad comunitaria de los discípulos. Para un hebreo del siglo 1º, la relación con el padre estaba hecha de intimidad, pero también de reconocimiento de la soberanía sobre cada miembro de la familia. Esto se refleja en el uso cristiano de llamar a Dios “padre”, mientras no hay testimonios seguros de que los hebreos de la época usaran el llamar a Dios con el confidencial “abba”. Este término no es otra cosa que la enfatización del aramaico “ab”, el termino familiar y respetuoso usado para el padre terreno. El hecho de que Jesús use para dirigirse al Padre llamándolo abba manifiesta el nuevo tipo de relación que Él, y por tanto sus discípulos, instauran con Dios: una relación de cercanía, familiaridad y confianza. Según el esquema clásico de la oración bíblica, la primera parte del “Padre nuestro” mira directamente a Dios, mientras la segunda parte se refiere a las necesidades del hombre en la vida terrena. c) Padre, santificado sea tu Nombre: es Dios, en el mensaje de los profetas de Israel, quien “santifica el propio Nombre” (o sea, Él mismo: “el nombre es la persona”) interviniendo con potencia en la historia humana, aunque Israel y los otros pueblos lo hayan deshonrado. Leemos en Ezequiel: “Y en las naciones donde llegaron, profanaron mi santo nombre, haciendo que se dijera a propósito de ellos; “Son el pueblo de Yahvé, y han tenido que salir de su tierra”. Pero yo he tenido consideración a mi santo nombre que la casa de Israel profanó entre las naciones adonde había ido. Por eso di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahvé: No hago esto por consideración a vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones adonde fuisteis. Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahvé - oráculo del Señor Yahvé - cuando yo por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos. Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo (36, 20-24). A propósito se puede leer también: Dt 32, 51; Is 29,22; Ez 28, 22-25. El sujeto del verbo “santificar”, en Lc 11,2, es el mismo Dios: estamos de frente a un “pasivo” teológico: Esto significa que la primera petición de esta oración no se refiere al hombre y a su indiscutible deber de honrar y respetar a Dios, sino al mismo Dios Padre que debe hacer de modo de darse a reconocer como tal por todos los hombres. Se pide, por tanto, a Dios que se revele en su soberana grandeza: es una invocación de tono escatológico, estrechamente ligada con la sucesiva. d) Venga tu Reino: el gran acontecimiento anunciado por Jesús es la cercanía definitiva del Reino de Dios a los hombres: “Sabed que el reino de Dios está cerca” (Lc 10,11; cfr también Mt 10,7). La oración de Jesús y del Cristiano, por tanto, está en perfecta sintonía con este anuncio. Pedir en la oración que este Reino esté cada vez más visiblemente presente, obtiene dos efectos: el que reza se confronta con el diseño escatológico de Dios, aun más, se pone en una radical disponibilidad hacia esta Su voluntad de salvación. Por esto, si es verdad que a Dios se puede y se debe manifestar las propias necesidades, es también verdadero que la oración cristiana no está dirigida y finalizada en el hombre, no es una petición egoística del hombre, sino que su fin es glorificar a Dios, invocar su total cercanía, su completa manifestación: “Buscad el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura” (Lc 22, 31). e) Danos hoy nuestro pan de cada día: hemos pasado a la segunda parte de la oración del Señor. El orante ha puesto ya las bases para una correcta y confidencial relación con Dios, por esto ya vive en la lógica de la cercanía de Dio que es Padre y sus peticiones brotan de este modo de vivir. El pan es el alimento necesario, el alimento primario, tanto el tiempo de Jesús como hoy (o casi). Aquí sin embargo “pan “ indica el alimento en general y también , más ampliamente, todo género de necesidad material de los discípulos. El término español “pan” es la traducción del griego “epiouson”, que encontramos también en la versión de Mateo, y también en algún otro texto griego bíblico o profano. Esto hace muy difícil el darle una versión verdaderamente atendible, tanto que se ha debido adoptar el traducirlo en base al contexto. Lo que es verdaderamente claro, es que el discípulo que está orando de este modo es consciente de no tener mucha seguridades materiales para el futuro, ni siquiera al alimento diario: él, en verdad, “ ha abandonado todo” por seguir a Cristo (cfr Lc 5,11). Se trata de una situación característica de los cristianos de las primeras generaciones, pero no se dice que la oración por “el pan”, no pueda servir a los cristianos de nuestro tiempo: todos somos llamados a recibir todo de la Providencia, como un don gratuito de Dios, aunque venga del trabajo de nuestras manos; a esto, por ejemplo, nos reclama constantemente la dinámica del rito eucarístico del ofertorio: se ofrece a Dios algo que se sabe bien que se ha recibido de Él, para poderlo recibir nuevamente de sus manos.. Esto significa también que el Cristiano de todo tiempo no debe tener ninguna preocupación por la propia situación material, porque el Padre se ocupará por él: “No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, cómo lo vestiréis. La vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido” (Lc 12,22-23). f) Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: Inmerso en la salvación otorgada por el Padre con la llegada de su Reino, el Cristiano se sabe perdonado en anticipo de toda culpa. Esto lo coloca en la condición y en la obligación de perdonar a los otros, consintiendo a Dios dar el definitivo perdón para el creyente capaz de perdonar (cfr Mt 18, 23-35). Estamos siempre a caballo entre el reino “ya” presente y el reino “pero todavía no” cumplido. Un comportamiento del Cristiano que no estuviese en sintonía con la salvación ya recibida de Dios en Cristo, volvería vano para él el perdón ya recibido. He aquí por qué Lucas dice: “porque también nosotros perdonamos”: no quiere colocar al hombre sobre el mismo plano de Dios, sino la conciencia de que el hombre puede estropear la obra salvífica de Dios, en la cual el Padre lo ha querido colocar como elemento activo, para extender a todos su perdón siempre gratuito. vv. 5-8: más que una parábola. Se trata de una semejanza, porque ilustra un comportamiento típico que suscita en el auditorio una respuesta espontáneamente unívoca. En nuestro caso, a la pregunta “¿quien de vosotros...?” (v.5) sería difícil encontrar quien no respondiese de pronto “¡ninguno!”. En efecto, el relato quiere mostrarnos el modo de obrar de Dios a través del filtro del obrar humano, que resulta una mala copia de cómo obra el Padre. La escena está ambientada en la campiña de Palestina. Por lo general, quien debiese emprender un viaje se ponía en camino a la caída del sol, para evitar sufrir las consecuencias de las diurnas temperaturas demasiado altas. En las casas palestinas de la época existía solamente una sala y toda la familia la utilizaba, tanto para las actividades del día, como para el descanso de la noche, extendiendo solamente algunas mantas sobre el pavimento. La petición del hombre que se encuentra en plena noche recibiendo a un huésped inesperado refleja el sentido de hospitalidad de los pueblos antiguos y la petición de “los tres panes” (v.5) se explica por el hecho que aquélla era precisamente la cantidad de pan que constituía la porción normal de un adulto. El hombre que de noche corre al amigo es la figura del discípulo de Cristo, llamado a orar a Dios siempre y en cualquier lugar, con la confianza de ser escuchado, no porque lo ha cansado, sino porque Él es un Padre misericordioso y fiel a las promesas. La parábola sirve, por tanto, para explicar con qué disposición el verdadero discípulo debe rezar el “Padre Nuestro”: con una confianza total en Dios, Padre amable y justo, confianza que le lleva a una cierta desfachatez, o sea, a “molestarlo” en cualquier momento y a insistir ante Él de cualquier modo, con la certeza de ser escuchado. La plegaria como conducta fundamental de todo cristiano que quiera ser verdaderamente discípulo de Cristo está muy bien presentada por el apóstol Pablo; Orad incesantemente, en toda ocasión dando gracias; esta es en efecto la voluntad de Dios en Cristo Jesús hacia vosotros (1 Ts 5,17-18); “Rezad incesantemente con toda suerte de plegaria y de súplicas en el espíritu, velando con este fin con toda perseverancia y orando por todos los santos” (Ef 6,18). vv. 9-13: la última parte de nuestro evangelio es la propiamente didáctica. Vuelve a tomar los temas de los versículos precedentes, subrayando decididamente sobre la confianza que debe caracterizar la oración cristiana, basada sobre la sólida roca de la fe. Es la confianza del orante que abre las puertas del corazón del Padre y es precisamente su identidad de Padre que ama llevar en brazos a sus hijos y consolarlos con la ternura de una madre (cfr Is 66, 12-13) lo que debe nutrir la confianza de los cristianos. Dios es un Padre que ama recibir las peticiones de sus hijos, porque esto demuestra su confianza en Él, porque para pedir ellos se acercan a Él con el corazón disponible, porque esto le empuja a mirar su rostro manso y amable, porque haciendo así (aunque indirectamente) ellos manifiestan creer que Él es verdaderamente el Señor de la historia y del mundo, y sobre todo, porque esto le da el modo de demostrar a ellos abiertamente su amor delicado, atento, libre y sólo orientado al bien de sus hijos. Lo que al Padre disgusta, no es la insistencia o indiscreción de los hijos en el pedir, sino el hecho de que no le pidan bastante, permaneciendo ellos silenciosos y casi indiferentes con Él, el permanecer a distancia con miles excusas de respeto, de “Él lo sabe ya todo”, etc. Dios es ciertamente un Padre que sabe proveer a todo lo que se refiere a la existencia cotidiana de sus hijos, pero, también, sabe qué cosa es bueno para ellos y lo sabe mejor que nosotros. He aquí por qué Él dona a los Cristianos muchos bienes y sobre todo el don por excelencia: el Espíritu, el único bien de verdad indispensable para sus vidas, aquel que, dejándolo obrar, los vuelve cada vez más auténticamente hijos en el Hijo. 6. Una experiencia de oración emblemática y célebre de los Manuscritos autobiográficos de Sta. Teresa del Niño Jesús y del Santo Rostro: “Para mí la oración es un arranque del corazón, es una sencilla mirada dirigida hacia el cielo, es un grito de gratitud y de amor tanto en la prueba como en el gozo, en fin es algo tan grande y tan sobrenatural que me ensancha el alma y me une a Jesús. No quisiera sin embargo, Madre querida, hacerle creer que yo recite sin devoción las oraciones en común, en el coro o en las celdas. Al contrario, amo mucho la oración en común, porque Jesús ha prometido “encontrarse en medio de aquéllos que se reúnen en su nombre”; siento entonces que el fervor de mis hermanas suple al mío. Pero estando sola (siento vergüenza al confesarlo), el rezo del rosario me cuesta más que colocarme un instrumento de penitencia. ¡Siento que lo rezo tan mal! Tengo un buen propósito en meditar los misterios del rosario, no llego a fijar mi espíritu. Por mucho tiempo he estado triste por esta falta de devoción que me maravillaba, porque amo tanto a la Virgen Santa, tanto que me debiera ser fácil recitar en honor suyo las oraciones que le placen. Ahora me preocupa menos, pienso que la Reina del Cielo es mi madre, ve ciertamente mi buena voluntad y se contenta. Alguna vez, si mi espíritu está en un aridez tan grande que me es imposible ni siquiera tener un pensamiento para unirme con el buen Dios, recito muy lentamente un “Padre Nuestro” y luego el saludo angélico; entonces estas oraciones me embelesan, nutren mi alma mucho más que si las hubiese recitado precipitadamente un centenar de veces”. 7. Un momento de oración: Salmo 104 Al Dios misericordioso y providente, que ha creado la maravillosa armonía del cosmo y en ella ha puesto al hombre como su “vicario”, cantemos con el salmo: ¡Bendice, alma mía, a Yahvé! ¡Yahvé, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad, te arropa la luz como un manto, como una tienda extiendes el cielo, levantas sobre las aguas tus moradas; te sirven las nubes de carroza, te deslizas sobre las alas del viento; tomas por mensajeros a los vientos, al fuego llameante por ministro. Sobre sus bases posaste la tierra, inconmovible para siempre jamás. Como un ropaje la cubría el océano, sobre los montes persistían las aguas; a tu bramido emprendieron la huida, se precipitaron al escuchar tu trueno, subiendo a los montes, bajando a los valles, hasta el lugar que tú les asignaste; les pusiste un límite infranqueable, por que no vuelvan a anegar la tierra. A los valles envías manantiales, que van discurriendo por vaguadas; abrevan a las bestias del campo, apagan la sed de los onagros; junto a ellos habitan las aves, que entonan su canto entre la fronda. Riegas los montes desde tu alta morada, con la humedad de tus cámaras saturas la tierra; haces brotar hierba para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, a fin de que saque pan de la tierra, y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre. Los árboles de Yahvé se empapan a placer, y los cedros del Líbano plantados por él; allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña. Los riscos acogen a los rebecos, las rocas cobijan a los damanes. Creó la luna para marcar los tiempos, y el sol, que conoce su ocaso; mandas la tiniebla y cae la noche |





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