25 de Julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DOMINGO XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APOSTOL, PATRON DE ESPAÑA. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Cucufate mr, Critóbal mr, Olimpia vd. mr.
LITURGIA DE LA PALABRA.
Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2: El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
Salmo responsorial 66. R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
2 Co 4, 7-15: Llevamos en nuestros cuerpos la muerte de Jesús.
Mt 20, 20-28: Mi cáliz lo beberán ustedes.
SANTIAGO , apóstol, Patrón de España .
Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.
Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).
El texto evangélico lo podemos dividir en dos partes: la primera corresponde a los vv. 20-23 y en ellos encontramos la petición a Jesús de parte de la madre de los Zebedeos para que sus hijos se sienten uno a la derecha y el otro a la izquierda en el Reino. La segunda parte la encontramos en los vv. 24-28 los cuales presentan la reacción de los otros discípulos contra los dos hermanos y la actitud de Jesús frente a todos los discípulos.
La madre de los Zebedeos se acerca a Jesús con actitud reverente y suplica para pedirle “que sus hijos se sienten uno a la derecha, el otro a la izquierda, en su Reino". La petición es disonante en contraste con el programa que Jesús le ha ido trazando a sus discípulos mientras van subiendo a Jerusalén (20, 17-19); se pone una vez más en relieve la incomprensión del misterio de la cruz. Por otra parte, la suplica traduce una absoluta confianza en el poder de la palabra del maestro y en el próximo advenimiento de su Reino. Pero también expresa los problemas que se están dando al interior de la comunidad apostólica por los primeros puestos.
La respuesta de Jesús no está dirigida a la madre de los Zebedeos, sino a los doce discípulos; les dijo: “no saben lo que están pidiendo”. Con la pedagogía de quien reprende para enseñar, Jesús llama la atención sobre la falta de inteligencia de quienes estaban destinados por vocación a comprender los misterios del Reino de Dios. Luego Jesús les llama la atención sobre la capacidad de asumir su proyecto: ¿pueden beber el cáliz que yo voy a beber? La pregunta introduce el tema de fondo que Jesús les está proponiendo a sus discípulos: la comunión de destino entre el Mesías y sus seguidores, que caminan hacia Jerusalén, el lugar de la pasión, muerte y resurrección.
Los discípulos dicen que están en capacidad de asumir el cáliz, es decir, de correr la misma suerte del maestro, de entregar la propia vida; ellos están dispuestos a “com-padecer”, ser “crucificados” y “morir con Cristo”. Pero Jesús disimulando sus ilusiones presentes y pensando en la fidelidad a la hora de la verdad, les dice: “Mi cáliz, ciertamente, lo beberán, pero el sentarse a mi derecha o mi izquierda no me toca a mí concederlo; será para los que mi Padre tiene designados”. Cuando en la comunidad se recordaba esta escena, la profecía de Jesús ya significaba una muestra de predilección sobre el primer mártir entre los doce: Santiago, el que dio testimonio de sangre bajo Herodes Agripa, hacia el año 42-43 d.C, cuya memoria estamos celebrando hoy.
La petición de la madre de los Zebedeos genera en los otros discípulos indignación, recelo y división. Esta situación la aprovecha el maestro para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos. Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transfigurada en servicio. Su pensamiento se desarrolla en tres estrofas:
“Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen”. Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos.
“El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor”. Esta sentencia de Jesús esta en paralelo de contraste con “los jefes de las naciones” que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad. Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan han de tener un alma de pobre y una actitud de servicio como un esclavo. El candidato a ser “el primero” deberá hacerse servidor y esclavo de todos, porque la novedad del espíritu de gobierno, según el Evangelio, está en servir incondicionalmente a los otros.
“El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Con estas sentencias, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su “cáliz”. Se corrige la falta de inteligencia de los que soñaban con los primeros puestos en el Reino y se ponen las condiciones para ser parte de la comunidad de los discípulos.
El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.
PRIMERA LECTURA
Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2
El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: "¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre." Pedro y los apóstoles replicaron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen." Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 66
R/.Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine su rostro sobre nosotros; / conozca la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, / porque riges el mundo con justicia, / riges los pueblos con rectitud / y gobiernas las naciones de la tierra. R.
La tierra ha dado su fruto, / nos bendice el Señor, nuestro Dios. / Que Dios nos bendiga; que le teman / hasta los confines del orbe. R.
SEGUNDA LECTURA
2Corintios 4,7-15
Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús
Hermanos: Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: "Creí, por eso hablé", también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios
SANTO EVANGELIO
Mateo 20,20-28
Mi cáliz lo beberéis
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."
Palabra del Señor
LITURGIA DE LA PALABRA.
Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2: El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
Salmo responsorial 66. R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
2 Co 4, 7-15: Llevamos en nuestros cuerpos la muerte de Jesús.
Mt 20, 20-28: Mi cáliz lo beberán ustedes.
SANTIAGO , apóstol, Patrón de España .
Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.
Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).
El texto evangélico lo podemos dividir en dos partes: la primera corresponde a los vv. 20-23 y en ellos encontramos la petición a Jesús de parte de la madre de los Zebedeos para que sus hijos se sienten uno a la derecha y el otro a la izquierda en el Reino. La segunda parte la encontramos en los vv. 24-28 los cuales presentan la reacción de los otros discípulos contra los dos hermanos y la actitud de Jesús frente a todos los discípulos.
La madre de los Zebedeos se acerca a Jesús con actitud reverente y suplica para pedirle “que sus hijos se sienten uno a la derecha, el otro a la izquierda, en su Reino". La petición es disonante en contraste con el programa que Jesús le ha ido trazando a sus discípulos mientras van subiendo a Jerusalén (20, 17-19); se pone una vez más en relieve la incomprensión del misterio de la cruz. Por otra parte, la suplica traduce una absoluta confianza en el poder de la palabra del maestro y en el próximo advenimiento de su Reino. Pero también expresa los problemas que se están dando al interior de la comunidad apostólica por los primeros puestos.
La respuesta de Jesús no está dirigida a la madre de los Zebedeos, sino a los doce discípulos; les dijo: “no saben lo que están pidiendo”. Con la pedagogía de quien reprende para enseñar, Jesús llama la atención sobre la falta de inteligencia de quienes estaban destinados por vocación a comprender los misterios del Reino de Dios. Luego Jesús les llama la atención sobre la capacidad de asumir su proyecto: ¿pueden beber el cáliz que yo voy a beber? La pregunta introduce el tema de fondo que Jesús les está proponiendo a sus discípulos: la comunión de destino entre el Mesías y sus seguidores, que caminan hacia Jerusalén, el lugar de la pasión, muerte y resurrección.
Los discípulos dicen que están en capacidad de asumir el cáliz, es decir, de correr la misma suerte del maestro, de entregar la propia vida; ellos están dispuestos a “com-padecer”, ser “crucificados” y “morir con Cristo”. Pero Jesús disimulando sus ilusiones presentes y pensando en la fidelidad a la hora de la verdad, les dice: “Mi cáliz, ciertamente, lo beberán, pero el sentarse a mi derecha o mi izquierda no me toca a mí concederlo; será para los que mi Padre tiene designados”. Cuando en la comunidad se recordaba esta escena, la profecía de Jesús ya significaba una muestra de predilección sobre el primer mártir entre los doce: Santiago, el que dio testimonio de sangre bajo Herodes Agripa, hacia el año 42-43 d.C, cuya memoria estamos celebrando hoy.
La petición de la madre de los Zebedeos genera en los otros discípulos indignación, recelo y división. Esta situación la aprovecha el maestro para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos. Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transfigurada en servicio. Su pensamiento se desarrolla en tres estrofas:
“Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen”. Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos.
“El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor”. Esta sentencia de Jesús esta en paralelo de contraste con “los jefes de las naciones” que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad. Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan han de tener un alma de pobre y una actitud de servicio como un esclavo. El candidato a ser “el primero” deberá hacerse servidor y esclavo de todos, porque la novedad del espíritu de gobierno, según el Evangelio, está en servir incondicionalmente a los otros.
“El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Con estas sentencias, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su “cáliz”. Se corrige la falta de inteligencia de los que soñaban con los primeros puestos en el Reino y se ponen las condiciones para ser parte de la comunidad de los discípulos.
El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.
PRIMERA LECTURA
Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2
El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: "¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre." Pedro y los apóstoles replicaron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen." Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 66
R/.Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine su rostro sobre nosotros; / conozca la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, / porque riges el mundo con justicia, / riges los pueblos con rectitud / y gobiernas las naciones de la tierra. R.
La tierra ha dado su fruto, / nos bendice el Señor, nuestro Dios. / Que Dios nos bendiga; que le teman / hasta los confines del orbe. R.
SEGUNDA LECTURA
2Corintios 4,7-15
Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús
Hermanos: Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: "Creí, por eso hablé", también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra de Dios
SANTO EVANGELIO
Mateo 20,20-28
Mi cáliz lo beberéis
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."
Palabra del Señor
Comentario de la Primera Lectura: Hch 4,33; 5,12.27-33; 12,2. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
Los procesos de vida o muerte son, desde este juicio del Sanedrín, un riesgo inseparable del apostolado de Jesucristo. Pueden terminar, como aquí, en una brillante sentencia absolutoria, igual que en el caso de Pablo ante el procónsul Galión (Hch 18,12-17), pero pueden conducir también a la condena, como en el proceso de Jesús o, más tarde, en el caso de Santiago (Hch 12,1-5). Los apóstoles no apelan contra este riesgo. El principio socrático de que se debe obedecer a Dios antes que a los hombres da a los apóstoles, como a los filósofos y biógrafos helenistas, el valor de denunciar “públicamente” ante tribunales y tronos de emperadores la injusticia de los dominadores. Su “ira” (v. 33) lo debe soportar, y se tiene que tomar conciencia de lo que es “conveniente”.
El evangelista, con sus dos libros críticos de la historia (biografía de un personaje dominante e historia biográfica), pone también en juego su vida en defensa del principio socrático. Él tiene la esperanza, como todos los que luchaban en la antigüedad por un proceder ético, de poder transformar mediante la crítica pública la “ira” de los poderosos en conciencia de lo conveniente, del decorum. Por otra parte, los poderosos aspiran a no oír críticas públicas, no adquirir fama de tiranos indomables ni pasar como tales a la historia, como Calígula y Nerón.
La defensa pública y la biografía pública eran armas temidas en manos de los oprimidos. El poder de los medios era en tiempos antiguos un factor político de importancia. Ya Augusto mandó destruir las obras de historia críticas, contrarias a él, de Tito Labieno (Séneca Maior, Controversia 10, 4-8) y de Casio Severo (Tac.Ann. 1, 72), y los emperadores siguientes adoptaron el mismo proceder al perseguir a los historiadores, filósofos, astrólogos y sacerdotes mistéricos. Por otra parte, los emperadores oían atentamente el consejo de estos intelectuales. Así pues, el Sanedrín aprueba unánimemente el consejo del doctor de la ley Gamaliel. No es conveniente contradecir el principio socrático de que la fe está por encima de cualquier interpretación particular de la ley. Por primera vez adquiere un perfil claro en la interpretación de la Escritura la coalición entre confesión de Cristo, filosofía griega y tolerancia farisea. Por desgracia, en el siglo II los cristianos pusieron fin a la coalición con el fariseísmo, lo que supuso un perjuicio para todos. Hoy debería buscarse de nuevo y estructurarse esta coalición.
El castigo de los azotes es, como el encarcelamiento, un acontecimiento burlesco. Los comandantes de la policía creen que no pueden renunciar a las amenazas. Pero con eso se ponen en ridículo y se convierten hasta hoy en objeto de comedia y caricatura. El pretexto para la prohibición de hablar, carente de todo sentido, es una de las bases de la política religiosa de la ciudad de Roma frente a nuevos cultos. Roma admitió, es cierto, algunos cultos, como el de la Magna Mater, pero prohibió otros, como el culto de Baco-Dionisio. Sin embargo, los mosaicos que se han conservado en las casas greco-romanas, muchos relieves de sarcófagos, frescos en muros y esculturas contienen escenas de Baco-Dionisio. Subsisten hasta mucho más tarde las fiestas y asociaciones de Baco. Como el dios del vino había prometido la embriaguez de vino como uno de los distintivos de la Isla de los Bienaventurados, muchos bebedores de vino fueron sus seguidores. Se reunían para celebrar banquetes, como se reunían los cristianos. A pesar de la prohibición, se formaban asociaciones con estatutos y caja propia, como testifican algunos documentos escritos para la ciudad italiana de Tusculum. Los cristianos no formaron, sin embargo, ninguna “asociación de Jesús”, porque no querían una asociación civil. La comunidad de bienes cuidaba de que hubiera un equilibrio permanente en las finanzas. La formación y administración de una comunidad permanecieron fuera de todo control del Estado. Por eso no hubo dinero para el mendigo paralítico en la puerta del templo (Hch 3,1-10). Con sus medidas policiales para impedir la fundación de asociaciones, los jefes del Sanedrín no evitan la difusión de la comunidad, pero tranquilizan sus propios temores. Sus intimidaciones mediante la violencia se vuelven ridículas ante la resistencia pasiva. No es posible detener el avance de la fe en Jesús resucitado.
Aparece aquí por primera vez el término euangelizo (anunciar el Evangelio). Seguirán 14 pasajes más, sobre todo en el capítulo 8 (cf. Hch 8,1-40). El anuncio del Reino de Dios es un Evangelio, como se expresa en el Deutero-Isaías 40-5 5 y en el Trito-Isaías 56-66. En el libro de Isaías se halla, en efecto, en la segunda mitad, una parte independiente y coherente, que se agregó durante el Éxodo de Israel (586-538 a.C.) a las profecías originales de Isaías y se designó con el concepto griego de “Deutero-Isalas” Segundo Isaías (Is 40-55). En el Deutero-Isaías, el portavoz de Dios aparece desde el principio como “mensajero de alegría” (euangelizomenos). “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle bien alto que ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yavé castigo doble por todos sus pecados. Una voz clama: En el desierto abran camino a Yavé, tracen en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se relevará la gloria de Yavé y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yavé ha hablado. Una voz dice: ¡Grita! Y digo: ¿Qué he de gritar? Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yavé (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se marchita, mas la Palabra de nuestro Dios permanece siempre. Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: Ahí está su Dios” (Is 40,1-9).
El Deutero-Isaías presenta como introducción el envío de un “mensajero de alegría”. Primero anuncia Dios al profeta el retorno de Israel del Éxodo (538 a.C.). Luego Dios hace que una “voz” anuncie el encargo de preparar el camino de su manifestación soberana, de su Epifanía. Esta voz de Dios termina reiterando la orden de anunciar que el profeta original Isaías había recibido 200 años antes del Éxodo (Is 6,1-13: hacia 739 a.C.). El nuevo profeta Deutero-Isaías debe convertirse en portavoz de Dios, para alegría de Jerusalén, liberada del Éxodo.
Comentario de Salmo 66. ¡Oh Dios, que te alaben los pueblos , que todos los pueblos te alaben!
Este salmo es una mezcla de diversos tipos: súplica colectiva (2- 3), himno de alabanza (4.6) y acción de gracias colectiva (5.7-8). Nosotros lo consideraremos como un salmo de acción de gracias colectiva. El pueblo da gracias a Dios después de la fiesta de la Recolección, y toma conciencia de que él es el Señor del mundo.
El estribillo, que se repite en los versículos 4 y 6, divide el salmo en tres partes: 2-3; 5; 7-8. La primera (2-3) es una súplica. El pueblo le pide a Dios que tenga piedad y lo bendiga, exponiendo el motivo de esta petición, a saber, que se conozcan en la tierra los caminos de Dios y que todas las naciones tengan noticia de su salvación. La expresión «iluminar el rostro sobre alguien» significa mostrar benevolencia, mostrarse favorable. Tal vez tenga que ver con los instrumentos que empleaban los sacerdotes para echar las suertes. Si quedaba a la vista el lado pulido de la chapa o la moneda, entonces Dios estaría haciendo brillar su rostro, es decir, sería propicio. Aquí aparecen ya algunos de los términos más importantes de todo el salmo: Señor (Dios), bendición, naciones, tierra (las otras son: mundo, juzgar, gobernar).
El estribillo (4,6) formula un deseo de alcance universal: que toda la humanidad (los pueblos) alaben al Dios de Israel.
La segunda parte (5) presenta el tema central: Dios juzga al mundo con justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la tierra.
En la tercera parte (7-8) se muestra uno de los resultados de la bendición de Dios: la tierra ha dado su fruto. Y también se expresa un deseo: que esa bendición continúe y llegue a todo el mundo, que temerá a Dios (8).
Este salmo está muy bien estructurado: un estribillo, repetido en dos ocasiones, y dos partes que se corresponden muy bien entre sí. De hecho, si comparamos la primera parte (2-3) con la última (7-8), podemos darnos cuenta de que tienen elementos en común: Dios, la tierra (3 y 8b) y el tema de la bendición (2a y 7b). La segunda parte (5) no se corresponde con las Otras dos. Tenemos, pues, el siguiente cuadro: en el centro, como eje o motor del salmo, la segunda parte (5). Por delante y por detrás, el estribillo (4.6). En los extremos, la primera parte (2-3) y la tercera (7-8). Lo que podemos interpretar del siguiente modo: Dios juzga al mundo y a los pueblos con justicia y con rectitud, y gobierna a las naciones de la tierra (5); por eso lo alaban todos los pueblos (4.6); Dios ilumina con su rostro (su rostro brilla) (2), sus caminos son conocidos (3) y su bendición se traduce en que la tierra produce frutos abundantes (7).
Cuando nos encontramos con una estructura semejante, tenernos que acudir al eje central para encontrar el sentido del salmo. Se trata de un movimiento desde dentro hacia fuera.
Este salmo pone de manifiesto las conquistas que fue realizando el pueblo de Dios a lo largo de su caminar. En un primer momento, se creía que existían muchos dioses, uno o más por cada pueblo o nación, Con el paso del tiempo, sin embargo, Israel fue tomando conciencia de que, en realidad, existe un solo Dios, Señor de todo y de todos, y así lo enseñó a otros pueblos. El Señor no es sólo el Dios de Israel, sino el Dios de toda la humanidad. Israel tuvo que llegar al convencimiento de ello para poder enseñárselo a los demás pueblos. Por eso, en este salmo, se habla tanto de “naciones”, «pueblos», «mundo» y «tierra». Se había superado —o se estaba en proceso de superación— un conflicto «religioso» o «teológico». No existen muchos dioses. Sólo hay uno y no puede ser exclusivo de Israel. Todos los pueblos y naciones están invitados a aclamar a este Dios.
El contexto en el que se sitúa este salmo es el de la fiesta de la Recolección (7). El pueblo acaba de cosechar el cereal y, por eso, acude al templo para dar gracias. De ahí que este salmo sea una acción de gracias colectiva. Una cosecha abundante es signo de la bendición divina, una bendición que engendra vida para el pueblo. Así, Israel confiesa que su Dios está vinculado a la tierra y a la vida, convirtiendo la tierra en el seno donde brota la vida. Pero, por causa de la tierra, Israel se preguntaba: ¿Acaso Dios, Señor de la vida y de la tierra, es Dios solamente para nosotros? ¿No será también el Dios de todos los pueblos? De este modo, surge el tema central del salmo (5). Dios juzga al mundo con justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la tierra. Es el señor de todo el mundo y de todos los pueblos. Así, la justicia se irá implantando en todas las relaciones internacionales, de modo que todos los pueblos puedan disfrutar de las bendiciones de Dios que, en este salmo, se traducen en una cosecha abundante.
Partiendo de la recolección de los frutos de la tierra, este salmo llega a la conclusión de que Dios es Señor de todos los pueblos y de todas las naciones, y que Dios reparte sus bendiciones entre todos. Este salmo está muy lejos de la mentalidad imperialista que, en nombre de Dios, pretende que todo el mundo se someta a una nación determinada. El es el único que gobierna la tierra, el único capaz de juzgar al mundo y a los pueblos con justicia y con rectitud (5).
Se trata, una vez más, del Dios de la Alianza, pero esto no es algo exclusivo de Israel, no se trata de un privilegio suyo. El es el Dios de todos los pueblos. Los juzga con justicia y rectitud. Todos los pueblos lo aclaman; y el resultado de ello es la vida que brota de la tierra. En la Biblia, la bendición es sinónimo de fecundidad. Además de lo dicho, se trata de un Dios profundamente vinculado a dos realidades: la justicia y la tierra que da su fruto. La tierra, al producir (para todos), le ha brindado a Israel la posibilidad de descubrir que Dios es el Señor del mundo y de los pueblos, sin imperialismos, sin que un pueblo tenga que dominar sobre otros. Todos los pueblos se encuentran en torno al único Dios, aclamándolo y disfrutando de su bendición, que toma cuerpo en la fecundidad de la tierra.
En el Nuevo Testamento, además de lo que ya hemos dicho a propósito de otros salmos de acción de gracias colectiva, puede ser bueno fijarse en cómo Jesús se relacionó con los que no pertenecían al pueblo de Dios, y cómo ellos creyeron en Jesús, tratándolo con cariño (por ejemplo, Lc 7,1-10; Jn 4,1-42).
Hay que rezarlo juntos, soñando con la justicia internacional, con la fraternidad entre los pueblos, con las conquistas en la lucha por la posesión de la tierra. Podemos rezarlo cuando queremos dar gracias por el don de la tierra...
Comentario de la Segunda Lectura: 2Co 4,7-15. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
El mensaje central de esta segunda lectura podría nos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebrarnos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.
Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, «también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).
La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada del martirio padecido.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 20, 20-28. Mi cáliz lo Beberéis.
Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos —Juan y Santiago— presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación. El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.
Y no sólo esto, sino que de este diálogo —que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles— extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvenir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios.
Precisamente, según el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor; se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.
«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.
Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre, luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.
Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 20, 20-28, para nuestros Mayores. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?
La escena narrada se divide en dos apartados: tercera predicción de la pasión y, como contrapunto, la falsa noción del reino, expresada en las apetencias de los discípulos más destacados, con la consiguiente corrección del Maestro.
Las características especiales de la tercera predicción de la pasión son las siguientes: tiene lugar en la última jornada de su actividad pública camino de Jerusalén, son mencionados los gentiles como ejecutores de la muerte de Jesús y ésta se especifica en cuanto al modo de la misma: la crucifixión. En el relato de la pasión aparece con suficiente claridad que ésta era la clase de muerte que los judíos querían para Jesús. Así se ponía de relieve que era un «maldito de Dios» (Deut 21, 23; Gál 3, 13). Mateo no ha recogido la disposición de los discípulos cuando comienza la subida a Jerusalén, que es tanto como decir cuando comienza el camino de la cruz. Marcos, en el lugar paralelo, afirma que le seguían « asombrados y con miedo». Pero como esto no favorecía nada a los discípulos, Mateo lo ha suprimido de su relato.
El lector del evangelio conoce ya las apetencias de los discípulos en el reino que predicaba su Maestro y las discusiones entre ellos por cuestiones de precedencia (18, 13). Esto mismo vuelve a aparecer aquí personificado en los hijos del Zebedeo (Mateo pone la petición en boca de su madre, pero esto, evidentemente, es cosa suya en orden a salvar el prestigio de los dos hermanos. Marcos pone la petición en boca de los propios interesados. Y la versión de Marcos es la que mejor responde a la realidad. Es Mateo el responsable de introducir en escena a la madre)
Las apetencias en el reino suponen un desconocimiento radical del mismo. Son justificadas únicamente cuando se le consideraba bajo el mismo baremo que los demás reinos de la tierra. Pero el reino de Dios es muy distinto. Aquí el principio determinante es del servicio a los demás. Las apetencias, por tanto, deben estar determinadas por la responsabilidad y capacidad de sacrificio y servicio al prójimo, por la decisión de «beber el mismo cáliz» que el Maestro, de correr su misma suerte, de hacer de su vida una entrega al prójimo. Todo lo que no sea eso es equiparar el reino de Dios a los reinos de la tierra. Y esta equiparación ha sido radicalmente condenada por Jesús. Equivale a trastocar por completo la naturaleza de las cosas, traer a Dios al propio camino, convertirse en Satanás (16, 22-23).
El discípulo debe marchar por el camino del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Entrega de la vida en rescate de la vida de los demás. Un aspecto que no debía ser desconocido por los discípulos. La muerte del justo era considerada en el judaísmo como rescate por Israel. Un rescate que, ya en el Antiguo Testamento, era entendido como reparación-expiación (Is 53, 11-12). La vida de Jesús fue entregada por el rescate de «muchos». Es un semitismo: « muchos» es sinónimo de “todos”. Al hablar de «muchos» se quiere acentuar la desproporción entre el que entrega la vida, que es uno, y aquéllos por quienes la entrega, que son muchos, todos. Esta plena solidaridad con los hombres y la entrega de la vida por ellos es el programa permanente de los discípulos de Jesús. Su vida entregada como servicio al reino.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 20,17-28, de Joven para Joven. El cáliz que he de beber.
Intención catequética. Los apóstoles, como todos los judíos, esperaban un mesías político con poder y reino temporal; por eso les ha resbalado por completo el anuncio de su pasión y muerte humillantes como camino para la glorificación. Jesús les anuncia: “Vamos a Jerusalén; allí me espera el gran combate. Ya habéis visto cómo los escribas y fariseos están en una actitud hostil; buscan aplastarme”. Pero los apóstoles no se enteran.
En este contexto, según Marcos, se acercan los Zebedeos; según Mateo, que quiere salvar el prestigio de los apóstoles, es su madre quien pide que les conceda los dos puestos más importantes en el reino político que creen que va a instaurar. Los otros discípulos no están menos equivocados ni son menos ambiciosos. Al darse cuenta de las pretensiones de los dos compañeros, se indignan fuertemente contra ellos, porque todos tienen las mismas ambiciones. Jesús pregunta a los dos hermanos si serán capaces de beber el cáliz de la amargura que él habrá de beber. Responden resueltamente que sí; pero sabemos bien lo que pasó a la hora de la verdad.
Toda religiosidad que busca el interés temporal y eludir la entrega sacrificada al Reino reproduce la actitud egoísta de los apóstoles. La intención del evangelista no es brindar una crónica del incidente, sino ofrecer una catequesis válida para los discípulos de todos los tiempos.
Jesús viene a repetirnos en este relato el mensaje que ha repetido en otras ocasiones: El Hijo del hombre va a instaurar el Reino, no un reino político y temporal, sino un orden nuevo, la nueva humanidad. Él entrará en su gloria, pero a través del servicio, la entrega a los demás y la lucha hasta el martirio; y por este camino entrarán en su gloria sus verdaderos discípulos. Por tanto: “El que quiera ser mi discípulo, que me siga” (Lc 9,23).
La vida como servicio. Este evangelio enfoca la pasión de Jesús y su resurrección pensando en su repercusión sobre la vida cristiana: Sólo bebiendo su cáliz, muriendo con él, viviremos con él (2 Tm 2,11). El sufrimiento entra con pleno derecho en la vida del discípulo, y no sólo ese sufrimiento accidental, moral y físico, que forma parte de la condición humana, sino también el sufrimiento característico de la repulsión y el abandono que ha conducido a Jesús a la cruz. El discípulo ha de vivir con la actitud radical del servicio, como el Maestro (Mt 20,28). Se trata de la desautorización de un cristianismo facilón, cómodo, que consiste en dar a Dios, a su Causa y a los hermanos, nada más que las sobras, pretendiendo con ello participar de los frutos de la fe sin renunciar a vivir pensando en sí y sólo en sí, como preocupación fundamental.
Pablo recuerda que la vida del cristiano es análoga a la del atleta que se priva de todo para ganar una simple corona de laurel (1 Co 9,24). Jesús se presenta como el hombre-Dios que vive para servir y ayudar a los demás: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar la vida por la liberación de todos” (Mt 20,28). Por este camino ha entrado en su gloria: “Se anonadó haciéndose el servidor de todos; por eso Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre” (Flp 2,9).
Jesús nos invita a entender así la vida; no sólo a hacer favores, prestar servicios, dar cosas, ceder... sino a “vivir para servir”, como actitud vital. Dios me ha puesto en una vocación, en un lugar, entre unas personas, en un contexto, para servir. En este sentido, hay que afirmar con L. Boff: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Con esta intención Jesús instituyó su Iglesia, y ésta es la misión de cada una de sus comunidades. Mons. Galot escribió un libro con este título: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
En el quehacer de cada día. No a todos se les presentan situaciones martiriales. Con frecuencia “beber el cáliz” es un proceso callado, silencioso, no buscándose a sí mismo en los acontecimientos ordinarios de la vida, llevando con alegría las pequeñas cruces, realizando con fidelidad las tareas diarias; no pensando en nosotros mismos, sino sirviendo en lo que Dios nos ha encomendado. Es el morir callado y fecundo del grano de trigo bajo la tierra (Jn 12,24). Así es el imprescindible proceso pascual para participar en el destino glorioso de Jesús.
Este camino lleva también a la paz y felicidad de este mundo. No hay mayor satisfacción que sentir que nuestra vida es útil para los que nos rodean y que somos capaces de repartir optimismo. Recordemos la luminosa sentencia de R. Tagore: “Me dormí y soñé que la vida era alegría; desperté y descubrí que la vida era servicio. Me puse a servir y descubrí que el servicio es alegría”. Señala la Madre Teresa de Calcuta: “La vida es un don maravilloso de Dios. Todos hemos sido creados para amar y ser amados. Ayudar a los pobres material y espiritualmente, más que un deber, es un privilegio, porque Jesús nos ha asegurado: “Cuanto hagáis a uno de estos hermanos míos, más pequeños, me lo hacéis a mí” (Mt 25,40)”. Cuando ayudamos a otras personas, la recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado sentido a nuestra vida. No dejéis que falsas metas de la vida, como el dinero, el poder o el placer os conviertan en esclavos y os hagan perder el auténtico sentido de la vida.
Elevación Espiritual para este día.
Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Este es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.
La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, “ por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos”
Reflexión Espiritual para este día.
El objetivo de los dos discípulos y Santiago, es obtener el primado respecto a los otros apóstoles ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés ten llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente.
Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Este es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.
La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, "por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos".
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hch. Final de la opresión del pueblo y comienza el éxodo hacia la libertad.
Pedro ha llenado con su palabra y con su acción los capítulos anteriores del libro de los Hechos. Ahora va a desaparecer casi por completo. Lo encontraremos sólo en el cap. 15, con motivo de la Asamblea de Jerusalén.
En esta especie de despedida, Lucas presenta a Pedro viviendo una experiencia salvífica. Salvación que recuerda, por una parte, la salida de Egipto, y por otra, la Pasión y Resurrección de Jesús.
Todo sucede precisamente en los días de Pascua, y de noche; con una intervención milagrosa del ángel del Señor. Como en la primera Pascua, cuando el ángel puso fin a la opresión del pueblo e inició el éxodo hacia la libertad. Como en la Pascua por excelencia, cuando Jesús pasa de la muerte a la vida, del Mundo al Padre.
Como Jefe de la Iglesia, comunidad salvífica, Pedro revive en sí mismo la experiencia de salvación del pueblo escogido, figura del auténtico pueblo de Dios. Como continuador y representante de Cristo, recorre personalmente el mismo camino del Maestro. Persecución y salvación son los dos polos del camino de la Iglesia.
También nuestra existencia cristiana gira en torno a estos dos centros. Cristo, en su muerte y resurrección, nos ha salvado radicalmente del pecado y de la muerte: pero no ha abolido la presencia de estas realidades en nuestra experiencia cotidiana.
La Eucaristía, al hacer presente la Salvación de Cristo, nos comunica una continua liberación personal, al mismo tiempo que crea y acrecienta la comunidad de salvación, que es la Iglesia.
Tanto por su estilo, que nos recuerda el de San Marcos, como por su contenido, este capítulo 12 resulta extraño en el contexto. El autor ha reunido en él tres episodios en los que interviene la siniestra figura de Herodes Agripa I. Después de haber sido asesinado Aristóbulo, no le fueron bien las cosas a su hijo Herodes hasta que éste pudo ganarse la amistad de los emperadores romanos Calígula y Claudio. Gracias al primero, consiguió Herodes dominar sobre las regiones norteñas de Palestina, mientras que al segundo le debería más tarde el llegar a ser rey sobre Judea. De esta suerte, Herodes Agripa juntó de nuevo bajo su reinado todos los territorios que había poseído su abuelo, Herodes el Grande.
Pero le faltaba ahora congraciarse con los judíos y, en especial, con el partido de los fariseos. El autor del Libro de los Hechos nos informa aquí en este mismo sentido sobre la oscura razón de estado que motivó la escalada represiva de Herodes contra los cristianos y descubrimos qué "piedad" era la de este rey. En efecto, Herodes, queriendo agradar a los representantes oficiales de la religión establecida en Israel, la emprende primero contra los cristianos helenizantes que seguían al protomártir Esteban, después manda decapitar al apóstol Santiago y, por fin, se propone ejecutar públicamente a Pedro, el jefe de la naciente iglesia.
Mientras llega el día señalado por Herodes para la ejecución de Pedro, éste se encuentra bajo custodia, probablemente en la Torre Antonia, en la misma cárcel en la que estaría preso también San Pablo con el tiempo. Según era costumbre entre los romanos, Pedro ha sido encadenado a sus dos guardianes, que responderían con su propia vida de la seguridad del reo. Según la ley, los soldados responsables de la custodia de un reo, si lo dejaban escapar estaban obligados a sufrir la pena del fugitivo (cfr. 16, 27; 27, 42).
La pequeña comunidad cristiana de Jerusalén está reunida entre tanto en casa de María, la madre de Marcos evangelista (v. 12), en donde Jesús había celebrado la Cena con sus discípulos. Así que la oración de la comunidad acompaña a Pedro en su angustia durante toda aquella noche, a Pedro, que no supo velar en Getsemaní para acompañar a Jesús en su oración angustiada.
Y Dios libró a Pedro de la expectación de los judíos y de la política de Herodes. Todo este relato de la liberación de Pedro se desarrolla entre lo maravilloso de la leyenda y la sobria realidad de la historia.
Los choques que la Iglesia ha tenido con el judaísmo oficial han originado la dispersión y han preparado la persecución.
El "rey Herodes" que persigue a la Iglesia naciente recuerda a su abuelo que persiguió a Jesús recién nacido. Para granjearse la amistad de los judíos mata a Santiago y encarcela a Pedro.
La liberación de Pedro ha de inscribirse en la serie de intervenciones salvíficas por las que Dios ha liberado a los suyos de la mano de los perseguidores. Dios conduce la historia de la Iglesia como condujo la historia de Israel. La historia, en manos de Dios, es siempre historia de salvación.
La liberación de Pedro se sitúa en un ambiente pascual. De noche hizo Dios salir de Egipto a su pueblo; de noche se levantó Jesús del sepulcro; de noche sale Pedro de la cárcel. La tradición judía situaba la liberación de los tres jóvenes del horno... en la noche de Pascua. Las palabras de Pedro, después de liberado, son un eco de la afirmación que se pone en boca de Nabucodonosor en Daniel 3, 95. La noche de pascua es el momento privilegiado para que Dios intervenga en favor de los suyos.
Así se da un nuevo sentido a la asamblea cristiana que se ha reunido para pasar la noche en oración por Pedro que está en la cárcel. No se trata sólo de interceder por Pedro, sino de celebrar la vigilia pascual. La liberación de Pedro significa la liberación de la Iglesia. Las palabras del ángel parecen aludir a la disponibilidad que requería la pascua: ponerse el cinturón..., las sandalias... de prisa (cfr. Ex 12, 11) porque es el paso del Señor.
Pedro se preparaba a celebrar la pascua cuando fue arrestado. Ha debido celebrar la pascua de otra forma. Se ha ceñido la túnica, se ha calzado las sandalias no tanto para celebrar la salida de Egipto, cuanto para la propia liberación y la de la Iglesia del judaísmo y del legalismo y consagrarse así a la misión salvadora.
El arresto de Pedro y su milagrosa liberación -dice J.Frique- coinciden con el momento en que el judío fiel que era Pedro quiere dejar definitivamente Jerusalén para ir a los paganos.
Pedro vive esta liberación como una Pascua. Las instrucciones que le da el ángel son las típicas de la comida pascual de la liberación del pueblo judío: de pie, con prisa, la cintura ceñida y sandalias en los pies. Pasa por la misma prueba y la misma liberación que su Señor. Pedro se libera de la prisión judía (de toda prisión humana, de todo encerrar el anuncio evangélico en los límites de un pueblo, de una clase, de una época) para anunciar a todos el Reino de JC.
Esta perícopa se intercala en el llamado «viaje de las colectas» (11,27-30 y 12,24-25), que la comunidad de Antioquía, «por medio de Bernabé y Saulo», envió a los hermanos de Jerusalén. El relato de esta nueva persecución contra la Iglesia contiene un triple episodio. En la introducción se menciona la decapitación de Santiago, hermano de Juan, entre el 41 y el 44. Este dato no dejaría lugar para el título de evangelizador de España que le otorga una tradición tardía. El bloque central (3-17) narra la detención, liberación y huida de Pedro al que casi despide antes de pasar a las gestas misioneras de Pablo.
Como epílogo del relato se narra la muerte del perseguidor Herodes Agripa I (18-23) el cual reunía bajo su jurisdicción unos dominios semejantes a los de su abuelo Herodes el Grande; fue padre de Herodes Agripa II, Berenice y Drusila que se mencionan más adelante en los Hechos (24,24; 25,13). La muerte de Agripa hacia la primavera-verano del 44 permite situar cronológicamente nuestra narración.
Mientras el martirio de Santiago sólo es objeto de una simple mención, destaca el énfasis con que se habla de Pedro, cuya figura domina la primera parte del libro de los Hechos. Sin embargo, también tiene un gran relieve, junto a otros, la figura de Esteban y sobre todo la de Pablo. Lejos de forzar el tenor de los textos y en beneficio del diálogo ecuménico, la literatura confesional haría bien de liberarse de la fácil tentación de afirmar o negar a partir de los mismos, sin una crítica matizada, un ministerio de Pedro y su sucesión. También destaca el aspecto maravilloso de los relatos como ocurre a menudo en los Hechos. Lucas nos cuenta una serie de liberaciones milagrosas de los apóstoles (5,19-20, 12,6-17; 1625-40). Aquí un ángel libera a Pedro de la prisión, como había ocurrido antes con los apóstoles en general. En el v 23 se nos dice que Agripa "fue herido por el ángel del Señor... y expiró", mientras que Flavio Josefo nos habla de una muerte a causa de fuertes dolores viscerales, es la muerte del perseguidor que parece evocar literariamente la de Antíoco (2 Mac 9,5-9). Los autores bíblicos entrevén espontáneamente la mano de Dios tras los sucesos de la historia, cosa que no sabe hacer el hombre secular de hoy.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Santiago Apóstol, decapitado por Herodes antes de la Fiesta de Pascua.
Santiago consta que murió en Jerusalén, ejecutado por orden de Herodes Agripa I. Este Herodes era nieto de Herodes el Grande (el de los inocentes), y sobrino de Herodes Antipas (el que mandó matar a Juan Bautista y tomó parte en el juico y ejecución de Jesús de Nazaret). Santiago fue el primero de los apóstoles en encontrar la muerte (Hech, 12, 2), se estima que hacia el año 44. Para esa fecha no se había producido todavía la primera expedición de Pablo a Chipre y Asia Menor, la actual Turquía. Esta expedición no tiene lugar hasta un año después de la muerte de Santiago, el año 45. Este primer viaje de Pablo fue enormemente discutido entre los mismos apóstoles. A su regreso dio lugar a reuniones y deliberaciones sobre el sentido de estas salidas al extranjero y a la difusión del mensaje de Jesús a los no judíos (Hech, 15). Las opiniones no fueron unánimes. Por el contrario se produjeron choques entre los mismos apóstoles, porque más de uno consideraba que no era procedente lo que Pablo había hecho en Chipre y Asia Menor. El mismo Pedro tuvo una actitud vacilante en toda esta discusión (Hech, 11, 2 3, Gal, 2, 11). Cuando ocurren todos estos sucesos en la comunidad de Jerusalén, hacía ya más de un año que Santiago había muerto a manos de Herodes Agripa I. No tiene ninguna verosimilitud histórica imaginar un desplazamiento suyo al otro extremo del mundo conocido.
Otro asunto muy diferente es que en Santiago de Compostela existe el enterramiento de un personaje importante. ¿Pero de quién? Las opiniones de los historiadores no son unánimes, y las excavaciones arqueológicas no han logrado aclarar el tema de forma concluyente. Hay dos versiones que se consideran las más probables. La primera, que muchos años más tarde, hacia el siglo VII, con motivo de la conquista de Palestina por los árabes, se produjo una emigración masiva de la población cristiana hacia Occidente, y que algunos de ellos se trajeron consigo viejos recuerdos. Uno de tales recuerdos pudieron ser los restos mortales de Santiago. Algunos de estos emigrantes irían a instalarse en las costas de Galicia. Este podría ser un posible origen de la actual localización de la sepultura de Santiago. Esta versión de los hechos no está demasiado confirmada, pero, al menos, no está totalmente desprovista de probabilidad.
Otra versión, mantenida por algunos historiadores, es que el enterramiento de Compostela corresponde a Prisciliano . Prisciliano fue un discutido obispo español del siglo IV (300 385), promotor de un movimiento espiritualista y reformador, que promovió una especie de grupo místico y carismático. Sus censuras al incipiente enriquecimiento de la Iglesia, y ciertas prácticas de sus seguidores, donde parece que se mezclaba la mística con el erotismo, conciliaron hacia él la enemistad profunda de varios obispos de Hispania, quienes le acusaron de hereje. El proceso de Prisciliano fue enormemente discutido. Personajes del peso específico de Ambrosio de Milán (340-397) y Martín de Tours (316-397), aun no estando de acuerdo con las doctrinas de Prisciliano, intentaron evitar su condena a muerte. A pesar de todo los adversarios consiguieron arrastrar a su lado al Emperador Máximo. En un juicio civil, Prisciliano fue acusado de los delitos de magia y de lascivia, y ejecutado en la ciudad de Tréveris (Trier en alemán), ciudad alemana muy cerca de la frontera con Luxemburgo. El juicio, la condena y la ejecución de Prisciliano es uno de esos sucesos oscuros de la historia, donde se mezclan la defensa de la pureza de la doctrina, los intereses económicos y las intrigas palaciegas. El cadáver de Prisciliano fue traído en hombros desde Alemania a España por sus seguidores, y su enterramiento fue objeto de culto y peregrinaciones. Unos lo consideraron hereje, otros lo consideraron mártir. Galicia fue la región donde el recuerdo y culto de Prisciliano se conservó con más fuerza. Algunos piensan con bastante verosimilitud que el origen de las peregrinaciones a Santiago de Compostela es la tumba de Prisciliano. Tampoco esta versión es cierta, pero a su vez tiene probabilidad histórica. +
Los procesos de vida o muerte son, desde este juicio del Sanedrín, un riesgo inseparable del apostolado de Jesucristo. Pueden terminar, como aquí, en una brillante sentencia absolutoria, igual que en el caso de Pablo ante el procónsul Galión (Hch 18,12-17), pero pueden conducir también a la condena, como en el proceso de Jesús o, más tarde, en el caso de Santiago (Hch 12,1-5). Los apóstoles no apelan contra este riesgo. El principio socrático de que se debe obedecer a Dios antes que a los hombres da a los apóstoles, como a los filósofos y biógrafos helenistas, el valor de denunciar “públicamente” ante tribunales y tronos de emperadores la injusticia de los dominadores. Su “ira” (v. 33) lo debe soportar, y se tiene que tomar conciencia de lo que es “conveniente”.
El evangelista, con sus dos libros críticos de la historia (biografía de un personaje dominante e historia biográfica), pone también en juego su vida en defensa del principio socrático. Él tiene la esperanza, como todos los que luchaban en la antigüedad por un proceder ético, de poder transformar mediante la crítica pública la “ira” de los poderosos en conciencia de lo conveniente, del decorum. Por otra parte, los poderosos aspiran a no oír críticas públicas, no adquirir fama de tiranos indomables ni pasar como tales a la historia, como Calígula y Nerón.
La defensa pública y la biografía pública eran armas temidas en manos de los oprimidos. El poder de los medios era en tiempos antiguos un factor político de importancia. Ya Augusto mandó destruir las obras de historia críticas, contrarias a él, de Tito Labieno (Séneca Maior, Controversia 10, 4-8) y de Casio Severo (Tac.Ann. 1, 72), y los emperadores siguientes adoptaron el mismo proceder al perseguir a los historiadores, filósofos, astrólogos y sacerdotes mistéricos. Por otra parte, los emperadores oían atentamente el consejo de estos intelectuales. Así pues, el Sanedrín aprueba unánimemente el consejo del doctor de la ley Gamaliel. No es conveniente contradecir el principio socrático de que la fe está por encima de cualquier interpretación particular de la ley. Por primera vez adquiere un perfil claro en la interpretación de la Escritura la coalición entre confesión de Cristo, filosofía griega y tolerancia farisea. Por desgracia, en el siglo II los cristianos pusieron fin a la coalición con el fariseísmo, lo que supuso un perjuicio para todos. Hoy debería buscarse de nuevo y estructurarse esta coalición.
El castigo de los azotes es, como el encarcelamiento, un acontecimiento burlesco. Los comandantes de la policía creen que no pueden renunciar a las amenazas. Pero con eso se ponen en ridículo y se convierten hasta hoy en objeto de comedia y caricatura. El pretexto para la prohibición de hablar, carente de todo sentido, es una de las bases de la política religiosa de la ciudad de Roma frente a nuevos cultos. Roma admitió, es cierto, algunos cultos, como el de la Magna Mater, pero prohibió otros, como el culto de Baco-Dionisio. Sin embargo, los mosaicos que se han conservado en las casas greco-romanas, muchos relieves de sarcófagos, frescos en muros y esculturas contienen escenas de Baco-Dionisio. Subsisten hasta mucho más tarde las fiestas y asociaciones de Baco. Como el dios del vino había prometido la embriaguez de vino como uno de los distintivos de la Isla de los Bienaventurados, muchos bebedores de vino fueron sus seguidores. Se reunían para celebrar banquetes, como se reunían los cristianos. A pesar de la prohibición, se formaban asociaciones con estatutos y caja propia, como testifican algunos documentos escritos para la ciudad italiana de Tusculum. Los cristianos no formaron, sin embargo, ninguna “asociación de Jesús”, porque no querían una asociación civil. La comunidad de bienes cuidaba de que hubiera un equilibrio permanente en las finanzas. La formación y administración de una comunidad permanecieron fuera de todo control del Estado. Por eso no hubo dinero para el mendigo paralítico en la puerta del templo (Hch 3,1-10). Con sus medidas policiales para impedir la fundación de asociaciones, los jefes del Sanedrín no evitan la difusión de la comunidad, pero tranquilizan sus propios temores. Sus intimidaciones mediante la violencia se vuelven ridículas ante la resistencia pasiva. No es posible detener el avance de la fe en Jesús resucitado.
Aparece aquí por primera vez el término euangelizo (anunciar el Evangelio). Seguirán 14 pasajes más, sobre todo en el capítulo 8 (cf. Hch 8,1-40). El anuncio del Reino de Dios es un Evangelio, como se expresa en el Deutero-Isaías 40-5 5 y en el Trito-Isaías 56-66. En el libro de Isaías se halla, en efecto, en la segunda mitad, una parte independiente y coherente, que se agregó durante el Éxodo de Israel (586-538 a.C.) a las profecías originales de Isaías y se designó con el concepto griego de “Deutero-Isalas” Segundo Isaías (Is 40-55). En el Deutero-Isaías, el portavoz de Dios aparece desde el principio como “mensajero de alegría” (euangelizomenos). “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle bien alto que ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yavé castigo doble por todos sus pecados. Una voz clama: En el desierto abran camino a Yavé, tracen en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se relevará la gloria de Yavé y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yavé ha hablado. Una voz dice: ¡Grita! Y digo: ¿Qué he de gritar? Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yavé (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se marchita, mas la Palabra de nuestro Dios permanece siempre. Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: Ahí está su Dios” (Is 40,1-9).
El Deutero-Isaías presenta como introducción el envío de un “mensajero de alegría”. Primero anuncia Dios al profeta el retorno de Israel del Éxodo (538 a.C.). Luego Dios hace que una “voz” anuncie el encargo de preparar el camino de su manifestación soberana, de su Epifanía. Esta voz de Dios termina reiterando la orden de anunciar que el profeta original Isaías había recibido 200 años antes del Éxodo (Is 6,1-13: hacia 739 a.C.). El nuevo profeta Deutero-Isaías debe convertirse en portavoz de Dios, para alegría de Jerusalén, liberada del Éxodo.
Comentario de Salmo 66. ¡Oh Dios, que te alaben los pueblos , que todos los pueblos te alaben!
Este salmo es una mezcla de diversos tipos: súplica colectiva (2- 3), himno de alabanza (4.6) y acción de gracias colectiva (5.7-8). Nosotros lo consideraremos como un salmo de acción de gracias colectiva. El pueblo da gracias a Dios después de la fiesta de la Recolección, y toma conciencia de que él es el Señor del mundo.
El estribillo, que se repite en los versículos 4 y 6, divide el salmo en tres partes: 2-3; 5; 7-8. La primera (2-3) es una súplica. El pueblo le pide a Dios que tenga piedad y lo bendiga, exponiendo el motivo de esta petición, a saber, que se conozcan en la tierra los caminos de Dios y que todas las naciones tengan noticia de su salvación. La expresión «iluminar el rostro sobre alguien» significa mostrar benevolencia, mostrarse favorable. Tal vez tenga que ver con los instrumentos que empleaban los sacerdotes para echar las suertes. Si quedaba a la vista el lado pulido de la chapa o la moneda, entonces Dios estaría haciendo brillar su rostro, es decir, sería propicio. Aquí aparecen ya algunos de los términos más importantes de todo el salmo: Señor (Dios), bendición, naciones, tierra (las otras son: mundo, juzgar, gobernar).
El estribillo (4,6) formula un deseo de alcance universal: que toda la humanidad (los pueblos) alaben al Dios de Israel.
La segunda parte (5) presenta el tema central: Dios juzga al mundo con justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la tierra.
En la tercera parte (7-8) se muestra uno de los resultados de la bendición de Dios: la tierra ha dado su fruto. Y también se expresa un deseo: que esa bendición continúe y llegue a todo el mundo, que temerá a Dios (8).
Este salmo está muy bien estructurado: un estribillo, repetido en dos ocasiones, y dos partes que se corresponden muy bien entre sí. De hecho, si comparamos la primera parte (2-3) con la última (7-8), podemos darnos cuenta de que tienen elementos en común: Dios, la tierra (3 y 8b) y el tema de la bendición (2a y 7b). La segunda parte (5) no se corresponde con las Otras dos. Tenemos, pues, el siguiente cuadro: en el centro, como eje o motor del salmo, la segunda parte (5). Por delante y por detrás, el estribillo (4.6). En los extremos, la primera parte (2-3) y la tercera (7-8). Lo que podemos interpretar del siguiente modo: Dios juzga al mundo y a los pueblos con justicia y con rectitud, y gobierna a las naciones de la tierra (5); por eso lo alaban todos los pueblos (4.6); Dios ilumina con su rostro (su rostro brilla) (2), sus caminos son conocidos (3) y su bendición se traduce en que la tierra produce frutos abundantes (7).
Cuando nos encontramos con una estructura semejante, tenernos que acudir al eje central para encontrar el sentido del salmo. Se trata de un movimiento desde dentro hacia fuera.
Este salmo pone de manifiesto las conquistas que fue realizando el pueblo de Dios a lo largo de su caminar. En un primer momento, se creía que existían muchos dioses, uno o más por cada pueblo o nación, Con el paso del tiempo, sin embargo, Israel fue tomando conciencia de que, en realidad, existe un solo Dios, Señor de todo y de todos, y así lo enseñó a otros pueblos. El Señor no es sólo el Dios de Israel, sino el Dios de toda la humanidad. Israel tuvo que llegar al convencimiento de ello para poder enseñárselo a los demás pueblos. Por eso, en este salmo, se habla tanto de “naciones”, «pueblos», «mundo» y «tierra». Se había superado —o se estaba en proceso de superación— un conflicto «religioso» o «teológico». No existen muchos dioses. Sólo hay uno y no puede ser exclusivo de Israel. Todos los pueblos y naciones están invitados a aclamar a este Dios.
El contexto en el que se sitúa este salmo es el de la fiesta de la Recolección (7). El pueblo acaba de cosechar el cereal y, por eso, acude al templo para dar gracias. De ahí que este salmo sea una acción de gracias colectiva. Una cosecha abundante es signo de la bendición divina, una bendición que engendra vida para el pueblo. Así, Israel confiesa que su Dios está vinculado a la tierra y a la vida, convirtiendo la tierra en el seno donde brota la vida. Pero, por causa de la tierra, Israel se preguntaba: ¿Acaso Dios, Señor de la vida y de la tierra, es Dios solamente para nosotros? ¿No será también el Dios de todos los pueblos? De este modo, surge el tema central del salmo (5). Dios juzga al mundo con justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la tierra. Es el señor de todo el mundo y de todos los pueblos. Así, la justicia se irá implantando en todas las relaciones internacionales, de modo que todos los pueblos puedan disfrutar de las bendiciones de Dios que, en este salmo, se traducen en una cosecha abundante.
Partiendo de la recolección de los frutos de la tierra, este salmo llega a la conclusión de que Dios es Señor de todos los pueblos y de todas las naciones, y que Dios reparte sus bendiciones entre todos. Este salmo está muy lejos de la mentalidad imperialista que, en nombre de Dios, pretende que todo el mundo se someta a una nación determinada. El es el único que gobierna la tierra, el único capaz de juzgar al mundo y a los pueblos con justicia y con rectitud (5).
Se trata, una vez más, del Dios de la Alianza, pero esto no es algo exclusivo de Israel, no se trata de un privilegio suyo. El es el Dios de todos los pueblos. Los juzga con justicia y rectitud. Todos los pueblos lo aclaman; y el resultado de ello es la vida que brota de la tierra. En la Biblia, la bendición es sinónimo de fecundidad. Además de lo dicho, se trata de un Dios profundamente vinculado a dos realidades: la justicia y la tierra que da su fruto. La tierra, al producir (para todos), le ha brindado a Israel la posibilidad de descubrir que Dios es el Señor del mundo y de los pueblos, sin imperialismos, sin que un pueblo tenga que dominar sobre otros. Todos los pueblos se encuentran en torno al único Dios, aclamándolo y disfrutando de su bendición, que toma cuerpo en la fecundidad de la tierra.
En el Nuevo Testamento, además de lo que ya hemos dicho a propósito de otros salmos de acción de gracias colectiva, puede ser bueno fijarse en cómo Jesús se relacionó con los que no pertenecían al pueblo de Dios, y cómo ellos creyeron en Jesús, tratándolo con cariño (por ejemplo, Lc 7,1-10; Jn 4,1-42).
Hay que rezarlo juntos, soñando con la justicia internacional, con la fraternidad entre los pueblos, con las conquistas en la lucha por la posesión de la tierra. Podemos rezarlo cuando queremos dar gracias por el don de la tierra...
Comentario de la Segunda Lectura: 2Co 4,7-15. El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago.
El mensaje central de esta segunda lectura podría nos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebrarnos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.
Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, «también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).
La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada del martirio padecido.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 20, 20-28. Mi cáliz lo Beberéis.
Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos —Juan y Santiago— presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación. El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.
Y no sólo esto, sino que de este diálogo —que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles— extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvenir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios.
Precisamente, según el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor; se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.
«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.
Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre, luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.
Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.
Comentario del Santo Evangelio: Mateo 20, 20-28, para nuestros Mayores. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?
La escena narrada se divide en dos apartados: tercera predicción de la pasión y, como contrapunto, la falsa noción del reino, expresada en las apetencias de los discípulos más destacados, con la consiguiente corrección del Maestro.
Las características especiales de la tercera predicción de la pasión son las siguientes: tiene lugar en la última jornada de su actividad pública camino de Jerusalén, son mencionados los gentiles como ejecutores de la muerte de Jesús y ésta se especifica en cuanto al modo de la misma: la crucifixión. En el relato de la pasión aparece con suficiente claridad que ésta era la clase de muerte que los judíos querían para Jesús. Así se ponía de relieve que era un «maldito de Dios» (Deut 21, 23; Gál 3, 13). Mateo no ha recogido la disposición de los discípulos cuando comienza la subida a Jerusalén, que es tanto como decir cuando comienza el camino de la cruz. Marcos, en el lugar paralelo, afirma que le seguían « asombrados y con miedo». Pero como esto no favorecía nada a los discípulos, Mateo lo ha suprimido de su relato.
El lector del evangelio conoce ya las apetencias de los discípulos en el reino que predicaba su Maestro y las discusiones entre ellos por cuestiones de precedencia (18, 13). Esto mismo vuelve a aparecer aquí personificado en los hijos del Zebedeo (Mateo pone la petición en boca de su madre, pero esto, evidentemente, es cosa suya en orden a salvar el prestigio de los dos hermanos. Marcos pone la petición en boca de los propios interesados. Y la versión de Marcos es la que mejor responde a la realidad. Es Mateo el responsable de introducir en escena a la madre)
Las apetencias en el reino suponen un desconocimiento radical del mismo. Son justificadas únicamente cuando se le consideraba bajo el mismo baremo que los demás reinos de la tierra. Pero el reino de Dios es muy distinto. Aquí el principio determinante es del servicio a los demás. Las apetencias, por tanto, deben estar determinadas por la responsabilidad y capacidad de sacrificio y servicio al prójimo, por la decisión de «beber el mismo cáliz» que el Maestro, de correr su misma suerte, de hacer de su vida una entrega al prójimo. Todo lo que no sea eso es equiparar el reino de Dios a los reinos de la tierra. Y esta equiparación ha sido radicalmente condenada por Jesús. Equivale a trastocar por completo la naturaleza de las cosas, traer a Dios al propio camino, convertirse en Satanás (16, 22-23).
El discípulo debe marchar por el camino del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Entrega de la vida en rescate de la vida de los demás. Un aspecto que no debía ser desconocido por los discípulos. La muerte del justo era considerada en el judaísmo como rescate por Israel. Un rescate que, ya en el Antiguo Testamento, era entendido como reparación-expiación (Is 53, 11-12). La vida de Jesús fue entregada por el rescate de «muchos». Es un semitismo: « muchos» es sinónimo de “todos”. Al hablar de «muchos» se quiere acentuar la desproporción entre el que entrega la vida, que es uno, y aquéllos por quienes la entrega, que son muchos, todos. Esta plena solidaridad con los hombres y la entrega de la vida por ellos es el programa permanente de los discípulos de Jesús. Su vida entregada como servicio al reino.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 20,17-28, de Joven para Joven. El cáliz que he de beber.
Intención catequética. Los apóstoles, como todos los judíos, esperaban un mesías político con poder y reino temporal; por eso les ha resbalado por completo el anuncio de su pasión y muerte humillantes como camino para la glorificación. Jesús les anuncia: “Vamos a Jerusalén; allí me espera el gran combate. Ya habéis visto cómo los escribas y fariseos están en una actitud hostil; buscan aplastarme”. Pero los apóstoles no se enteran.
En este contexto, según Marcos, se acercan los Zebedeos; según Mateo, que quiere salvar el prestigio de los apóstoles, es su madre quien pide que les conceda los dos puestos más importantes en el reino político que creen que va a instaurar. Los otros discípulos no están menos equivocados ni son menos ambiciosos. Al darse cuenta de las pretensiones de los dos compañeros, se indignan fuertemente contra ellos, porque todos tienen las mismas ambiciones. Jesús pregunta a los dos hermanos si serán capaces de beber el cáliz de la amargura que él habrá de beber. Responden resueltamente que sí; pero sabemos bien lo que pasó a la hora de la verdad.
Toda religiosidad que busca el interés temporal y eludir la entrega sacrificada al Reino reproduce la actitud egoísta de los apóstoles. La intención del evangelista no es brindar una crónica del incidente, sino ofrecer una catequesis válida para los discípulos de todos los tiempos.
Jesús viene a repetirnos en este relato el mensaje que ha repetido en otras ocasiones: El Hijo del hombre va a instaurar el Reino, no un reino político y temporal, sino un orden nuevo, la nueva humanidad. Él entrará en su gloria, pero a través del servicio, la entrega a los demás y la lucha hasta el martirio; y por este camino entrarán en su gloria sus verdaderos discípulos. Por tanto: “El que quiera ser mi discípulo, que me siga” (Lc 9,23).
La vida como servicio. Este evangelio enfoca la pasión de Jesús y su resurrección pensando en su repercusión sobre la vida cristiana: Sólo bebiendo su cáliz, muriendo con él, viviremos con él (2 Tm 2,11). El sufrimiento entra con pleno derecho en la vida del discípulo, y no sólo ese sufrimiento accidental, moral y físico, que forma parte de la condición humana, sino también el sufrimiento característico de la repulsión y el abandono que ha conducido a Jesús a la cruz. El discípulo ha de vivir con la actitud radical del servicio, como el Maestro (Mt 20,28). Se trata de la desautorización de un cristianismo facilón, cómodo, que consiste en dar a Dios, a su Causa y a los hermanos, nada más que las sobras, pretendiendo con ello participar de los frutos de la fe sin renunciar a vivir pensando en sí y sólo en sí, como preocupación fundamental.
Pablo recuerda que la vida del cristiano es análoga a la del atleta que se priva de todo para ganar una simple corona de laurel (1 Co 9,24). Jesús se presenta como el hombre-Dios que vive para servir y ayudar a los demás: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar la vida por la liberación de todos” (Mt 20,28). Por este camino ha entrado en su gloria: “Se anonadó haciéndose el servidor de todos; por eso Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre” (Flp 2,9).
Jesús nos invita a entender así la vida; no sólo a hacer favores, prestar servicios, dar cosas, ceder... sino a “vivir para servir”, como actitud vital. Dios me ha puesto en una vocación, en un lugar, entre unas personas, en un contexto, para servir. En este sentido, hay que afirmar con L. Boff: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Con esta intención Jesús instituyó su Iglesia, y ésta es la misión de cada una de sus comunidades. Mons. Galot escribió un libro con este título: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
En el quehacer de cada día. No a todos se les presentan situaciones martiriales. Con frecuencia “beber el cáliz” es un proceso callado, silencioso, no buscándose a sí mismo en los acontecimientos ordinarios de la vida, llevando con alegría las pequeñas cruces, realizando con fidelidad las tareas diarias; no pensando en nosotros mismos, sino sirviendo en lo que Dios nos ha encomendado. Es el morir callado y fecundo del grano de trigo bajo la tierra (Jn 12,24). Así es el imprescindible proceso pascual para participar en el destino glorioso de Jesús.
Este camino lleva también a la paz y felicidad de este mundo. No hay mayor satisfacción que sentir que nuestra vida es útil para los que nos rodean y que somos capaces de repartir optimismo. Recordemos la luminosa sentencia de R. Tagore: “Me dormí y soñé que la vida era alegría; desperté y descubrí que la vida era servicio. Me puse a servir y descubrí que el servicio es alegría”. Señala la Madre Teresa de Calcuta: “La vida es un don maravilloso de Dios. Todos hemos sido creados para amar y ser amados. Ayudar a los pobres material y espiritualmente, más que un deber, es un privilegio, porque Jesús nos ha asegurado: “Cuanto hagáis a uno de estos hermanos míos, más pequeños, me lo hacéis a mí” (Mt 25,40)”. Cuando ayudamos a otras personas, la recompensa es la paz y el gozo, porque hemos dado sentido a nuestra vida. No dejéis que falsas metas de la vida, como el dinero, el poder o el placer os conviertan en esclavos y os hagan perder el auténtico sentido de la vida.
Elevación Espiritual para este día.
Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Este es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.
La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, “ por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos”
Reflexión Espiritual para este día.
El objetivo de los dos discípulos y Santiago, es obtener el primado respecto a los otros apóstoles ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés ten llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente.
Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Este es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.
La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, "por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos".
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Hch. Final de la opresión del pueblo y comienza el éxodo hacia la libertad.
Pedro ha llenado con su palabra y con su acción los capítulos anteriores del libro de los Hechos. Ahora va a desaparecer casi por completo. Lo encontraremos sólo en el cap. 15, con motivo de la Asamblea de Jerusalén.
En esta especie de despedida, Lucas presenta a Pedro viviendo una experiencia salvífica. Salvación que recuerda, por una parte, la salida de Egipto, y por otra, la Pasión y Resurrección de Jesús.
Todo sucede precisamente en los días de Pascua, y de noche; con una intervención milagrosa del ángel del Señor. Como en la primera Pascua, cuando el ángel puso fin a la opresión del pueblo e inició el éxodo hacia la libertad. Como en la Pascua por excelencia, cuando Jesús pasa de la muerte a la vida, del Mundo al Padre.
Como Jefe de la Iglesia, comunidad salvífica, Pedro revive en sí mismo la experiencia de salvación del pueblo escogido, figura del auténtico pueblo de Dios. Como continuador y representante de Cristo, recorre personalmente el mismo camino del Maestro. Persecución y salvación son los dos polos del camino de la Iglesia.
También nuestra existencia cristiana gira en torno a estos dos centros. Cristo, en su muerte y resurrección, nos ha salvado radicalmente del pecado y de la muerte: pero no ha abolido la presencia de estas realidades en nuestra experiencia cotidiana.
La Eucaristía, al hacer presente la Salvación de Cristo, nos comunica una continua liberación personal, al mismo tiempo que crea y acrecienta la comunidad de salvación, que es la Iglesia.
Tanto por su estilo, que nos recuerda el de San Marcos, como por su contenido, este capítulo 12 resulta extraño en el contexto. El autor ha reunido en él tres episodios en los que interviene la siniestra figura de Herodes Agripa I. Después de haber sido asesinado Aristóbulo, no le fueron bien las cosas a su hijo Herodes hasta que éste pudo ganarse la amistad de los emperadores romanos Calígula y Claudio. Gracias al primero, consiguió Herodes dominar sobre las regiones norteñas de Palestina, mientras que al segundo le debería más tarde el llegar a ser rey sobre Judea. De esta suerte, Herodes Agripa juntó de nuevo bajo su reinado todos los territorios que había poseído su abuelo, Herodes el Grande.
Pero le faltaba ahora congraciarse con los judíos y, en especial, con el partido de los fariseos. El autor del Libro de los Hechos nos informa aquí en este mismo sentido sobre la oscura razón de estado que motivó la escalada represiva de Herodes contra los cristianos y descubrimos qué "piedad" era la de este rey. En efecto, Herodes, queriendo agradar a los representantes oficiales de la religión establecida en Israel, la emprende primero contra los cristianos helenizantes que seguían al protomártir Esteban, después manda decapitar al apóstol Santiago y, por fin, se propone ejecutar públicamente a Pedro, el jefe de la naciente iglesia.
Mientras llega el día señalado por Herodes para la ejecución de Pedro, éste se encuentra bajo custodia, probablemente en la Torre Antonia, en la misma cárcel en la que estaría preso también San Pablo con el tiempo. Según era costumbre entre los romanos, Pedro ha sido encadenado a sus dos guardianes, que responderían con su propia vida de la seguridad del reo. Según la ley, los soldados responsables de la custodia de un reo, si lo dejaban escapar estaban obligados a sufrir la pena del fugitivo (cfr. 16, 27; 27, 42).
La pequeña comunidad cristiana de Jerusalén está reunida entre tanto en casa de María, la madre de Marcos evangelista (v. 12), en donde Jesús había celebrado la Cena con sus discípulos. Así que la oración de la comunidad acompaña a Pedro en su angustia durante toda aquella noche, a Pedro, que no supo velar en Getsemaní para acompañar a Jesús en su oración angustiada.
Y Dios libró a Pedro de la expectación de los judíos y de la política de Herodes. Todo este relato de la liberación de Pedro se desarrolla entre lo maravilloso de la leyenda y la sobria realidad de la historia.
Los choques que la Iglesia ha tenido con el judaísmo oficial han originado la dispersión y han preparado la persecución.
El "rey Herodes" que persigue a la Iglesia naciente recuerda a su abuelo que persiguió a Jesús recién nacido. Para granjearse la amistad de los judíos mata a Santiago y encarcela a Pedro.
La liberación de Pedro ha de inscribirse en la serie de intervenciones salvíficas por las que Dios ha liberado a los suyos de la mano de los perseguidores. Dios conduce la historia de la Iglesia como condujo la historia de Israel. La historia, en manos de Dios, es siempre historia de salvación.
La liberación de Pedro se sitúa en un ambiente pascual. De noche hizo Dios salir de Egipto a su pueblo; de noche se levantó Jesús del sepulcro; de noche sale Pedro de la cárcel. La tradición judía situaba la liberación de los tres jóvenes del horno... en la noche de Pascua. Las palabras de Pedro, después de liberado, son un eco de la afirmación que se pone en boca de Nabucodonosor en Daniel 3, 95. La noche de pascua es el momento privilegiado para que Dios intervenga en favor de los suyos.
Así se da un nuevo sentido a la asamblea cristiana que se ha reunido para pasar la noche en oración por Pedro que está en la cárcel. No se trata sólo de interceder por Pedro, sino de celebrar la vigilia pascual. La liberación de Pedro significa la liberación de la Iglesia. Las palabras del ángel parecen aludir a la disponibilidad que requería la pascua: ponerse el cinturón..., las sandalias... de prisa (cfr. Ex 12, 11) porque es el paso del Señor.
Pedro se preparaba a celebrar la pascua cuando fue arrestado. Ha debido celebrar la pascua de otra forma. Se ha ceñido la túnica, se ha calzado las sandalias no tanto para celebrar la salida de Egipto, cuanto para la propia liberación y la de la Iglesia del judaísmo y del legalismo y consagrarse así a la misión salvadora.
El arresto de Pedro y su milagrosa liberación -dice J.Frique- coinciden con el momento en que el judío fiel que era Pedro quiere dejar definitivamente Jerusalén para ir a los paganos.
Pedro vive esta liberación como una Pascua. Las instrucciones que le da el ángel son las típicas de la comida pascual de la liberación del pueblo judío: de pie, con prisa, la cintura ceñida y sandalias en los pies. Pasa por la misma prueba y la misma liberación que su Señor. Pedro se libera de la prisión judía (de toda prisión humana, de todo encerrar el anuncio evangélico en los límites de un pueblo, de una clase, de una época) para anunciar a todos el Reino de JC.
Esta perícopa se intercala en el llamado «viaje de las colectas» (11,27-30 y 12,24-25), que la comunidad de Antioquía, «por medio de Bernabé y Saulo», envió a los hermanos de Jerusalén. El relato de esta nueva persecución contra la Iglesia contiene un triple episodio. En la introducción se menciona la decapitación de Santiago, hermano de Juan, entre el 41 y el 44. Este dato no dejaría lugar para el título de evangelizador de España que le otorga una tradición tardía. El bloque central (3-17) narra la detención, liberación y huida de Pedro al que casi despide antes de pasar a las gestas misioneras de Pablo.
Como epílogo del relato se narra la muerte del perseguidor Herodes Agripa I (18-23) el cual reunía bajo su jurisdicción unos dominios semejantes a los de su abuelo Herodes el Grande; fue padre de Herodes Agripa II, Berenice y Drusila que se mencionan más adelante en los Hechos (24,24; 25,13). La muerte de Agripa hacia la primavera-verano del 44 permite situar cronológicamente nuestra narración.
Mientras el martirio de Santiago sólo es objeto de una simple mención, destaca el énfasis con que se habla de Pedro, cuya figura domina la primera parte del libro de los Hechos. Sin embargo, también tiene un gran relieve, junto a otros, la figura de Esteban y sobre todo la de Pablo. Lejos de forzar el tenor de los textos y en beneficio del diálogo ecuménico, la literatura confesional haría bien de liberarse de la fácil tentación de afirmar o negar a partir de los mismos, sin una crítica matizada, un ministerio de Pedro y su sucesión. También destaca el aspecto maravilloso de los relatos como ocurre a menudo en los Hechos. Lucas nos cuenta una serie de liberaciones milagrosas de los apóstoles (5,19-20, 12,6-17; 1625-40). Aquí un ángel libera a Pedro de la prisión, como había ocurrido antes con los apóstoles en general. En el v 23 se nos dice que Agripa "fue herido por el ángel del Señor... y expiró", mientras que Flavio Josefo nos habla de una muerte a causa de fuertes dolores viscerales, es la muerte del perseguidor que parece evocar literariamente la de Antíoco (2 Mac 9,5-9). Los autores bíblicos entrevén espontáneamente la mano de Dios tras los sucesos de la historia, cosa que no sabe hacer el hombre secular de hoy.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Santiago Apóstol, decapitado por Herodes antes de la Fiesta de Pascua.
Santiago consta que murió en Jerusalén, ejecutado por orden de Herodes Agripa I. Este Herodes era nieto de Herodes el Grande (el de los inocentes), y sobrino de Herodes Antipas (el que mandó matar a Juan Bautista y tomó parte en el juico y ejecución de Jesús de Nazaret). Santiago fue el primero de los apóstoles en encontrar la muerte (Hech, 12, 2), se estima que hacia el año 44. Para esa fecha no se había producido todavía la primera expedición de Pablo a Chipre y Asia Menor, la actual Turquía. Esta expedición no tiene lugar hasta un año después de la muerte de Santiago, el año 45. Este primer viaje de Pablo fue enormemente discutido entre los mismos apóstoles. A su regreso dio lugar a reuniones y deliberaciones sobre el sentido de estas salidas al extranjero y a la difusión del mensaje de Jesús a los no judíos (Hech, 15). Las opiniones no fueron unánimes. Por el contrario se produjeron choques entre los mismos apóstoles, porque más de uno consideraba que no era procedente lo que Pablo había hecho en Chipre y Asia Menor. El mismo Pedro tuvo una actitud vacilante en toda esta discusión (Hech, 11, 2 3, Gal, 2, 11). Cuando ocurren todos estos sucesos en la comunidad de Jerusalén, hacía ya más de un año que Santiago había muerto a manos de Herodes Agripa I. No tiene ninguna verosimilitud histórica imaginar un desplazamiento suyo al otro extremo del mundo conocido.
Otro asunto muy diferente es que en Santiago de Compostela existe el enterramiento de un personaje importante. ¿Pero de quién? Las opiniones de los historiadores no son unánimes, y las excavaciones arqueológicas no han logrado aclarar el tema de forma concluyente. Hay dos versiones que se consideran las más probables. La primera, que muchos años más tarde, hacia el siglo VII, con motivo de la conquista de Palestina por los árabes, se produjo una emigración masiva de la población cristiana hacia Occidente, y que algunos de ellos se trajeron consigo viejos recuerdos. Uno de tales recuerdos pudieron ser los restos mortales de Santiago. Algunos de estos emigrantes irían a instalarse en las costas de Galicia. Este podría ser un posible origen de la actual localización de la sepultura de Santiago. Esta versión de los hechos no está demasiado confirmada, pero, al menos, no está totalmente desprovista de probabilidad.
Otra versión, mantenida por algunos historiadores, es que el enterramiento de Compostela corresponde a Prisciliano . Prisciliano fue un discutido obispo español del siglo IV (300 385), promotor de un movimiento espiritualista y reformador, que promovió una especie de grupo místico y carismático. Sus censuras al incipiente enriquecimiento de la Iglesia, y ciertas prácticas de sus seguidores, donde parece que se mezclaba la mística con el erotismo, conciliaron hacia él la enemistad profunda de varios obispos de Hispania, quienes le acusaron de hereje. El proceso de Prisciliano fue enormemente discutido. Personajes del peso específico de Ambrosio de Milán (340-397) y Martín de Tours (316-397), aun no estando de acuerdo con las doctrinas de Prisciliano, intentaron evitar su condena a muerte. A pesar de todo los adversarios consiguieron arrastrar a su lado al Emperador Máximo. En un juicio civil, Prisciliano fue acusado de los delitos de magia y de lascivia, y ejecutado en la ciudad de Tréveris (Trier en alemán), ciudad alemana muy cerca de la frontera con Luxemburgo. El juicio, la condena y la ejecución de Prisciliano es uno de esos sucesos oscuros de la historia, donde se mezclan la defensa de la pureza de la doctrina, los intereses económicos y las intrigas palaciegas. El cadáver de Prisciliano fue traído en hombros desde Alemania a España por sus seguidores, y su enterramiento fue objeto de culto y peregrinaciones. Unos lo consideraron hereje, otros lo consideraron mártir. Galicia fue la región donde el recuerdo y culto de Prisciliano se conservó con más fuerza. Algunos piensan con bastante verosimilitud que el origen de las peregrinaciones a Santiago de Compostela es la tumba de Prisciliano. Tampoco esta versión es cierta, pero a su vez tiene probabilidad histórica. +
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