- ORACIONES para la EUCARISTÍA: XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C
- LA CREACIÓN ES LA MANIFESTACIÓN DE DIOS
- Dom 11. 07. 10. Iglesia y sociedad samaritana
- EL SECRETO NO ES LA ERUDICIÓN SINO LA CON-PASIÓN
- UNA IGLESIA SAMARITANA
- Comentario al Evangelio del Domingo 11 de Julio del 2010
- Evangelio Misionero del Dia: 11 de Julio de 2010 - XV Domingo del T.O. Ciclo C
- Lecturas y Liturgia de las Horas: 11 de Julio de 2010
Posted: 10 Jul 2010 05:43 PM PDT ![]() COMPASIÓN ANÁFORA Demos gracias a Dios. Porque es justo y es lo que nos corresponde hacer. Te damos las gracias, Dios y Señor nuestro, por todo lo que nos das. Nadie hubiera sospechado que no eres un Dios autoritario y justiciero si Tú mismo no te hubieses revelado como Padre y Madre nuestros. Todavía nos cuesta imaginar tu amor entrañable, tu compasión infinita. Gracias, Señor, por ser como eres. Tú eres el Dios liberador, esperanza de los cautivos y oprimidos. Tú eres el Dios bueno, en el que ponen su fe los pobres de este mundo. Tú eres el Dios de la Vida, la que vivimos junto a Ti, aun sin verte. Por todo eso nos unimos ahora a toda la gente de buena voluntad entonando este canto de agradecimiento. Santo, santo… Santo eres Tú, Dios y Padre, santo es tu Espíritu que nos viene a ayudar en nuestra debilidad, y santo es tu hijo Jesús, que nos enseña y nos da ánimos para luchar. El ejemplo de Jesús, su paso por esta vida, ilumina nuestro camino. Se retrató, quizás sin querer, en el buen samaritano. Sintió compasión por las gentes que le seguían, como ovejas sin pastor, y se dedicó en cuerpo y alma a enseñarles el secreto del amor fraterno, a descubrirles cómo debían ayudarse unos a otros, y cómo habrían de compartir con los demás sus panes y sus habilidades. A un mundo así, más humano, generoso y compasivo, le llamó Reino de Dios y se comprometió de por vida en este empeño. Pero Jesús, cuando ya estaba próxima su muerte, viendo que quedaba aún pendiente mucha tarea, nos pidió ayuda y nos encargó que continuáramos su lucha por el Reino. El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan, te dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía». Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía». Necesitamos tu Espíritu, Señor, para superar nuestras muchas limitaciones. Agranda y ablanda nuestro corazón, Padre bueno, para parecernos más a Ti. Danos ojos agradecidos para apreciar tantas buenas cosas que nos rodean. Y enséñanos a ver con ojos maternos, siempre comprensivos, como haces tú, el buen fondo que hay en todas las personas. Pero danos también entrañas de misericordia, para no ser nunca insensibles ante el dolor y el hambre que sufre más de media humanidad. Inspíranos las palabras oportunas para el hermano deprimido, y ayúdanos a mostrarnos siempre disponibles para quien nos necesite. Lograr que todos seamos más humanos y todos sientan la alegría de vivir no es una labor de una persona ni de una comunidad, ni siquiera de una religión. Sólo será posible tu Reino cuando todos todos nos creamos hermanos. Brindamos por la esperanza en ese otro mundo posible, porque no estamos solos en esta tarea, si contamos, Padre Dios, con la fuerza de tu espíritu y la presencia entre nosotros de tu hijo Jesús. AMÉN. Rafael Calvo Beca ------------------------------ PRINCIPIO Alrededor de tu mesa, agradecidos, sintiéndonos comprendidos y aceptados, en paz contigo porque nos quieres, en paz con nuestros hermanos porque nos perdonamos, te damos gracias, Padre. Que esta eucaristía aumente nuestra fe y nos acerque más a Jesús. Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor. OFRENDA Sobre tu mesa, Padre, nuestro pan y nuestro vino, nuestra carne y nuestra sangre, nuestra vida, que queremos poner a disposición de todos, como el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor. DESPEDIDA Gracias por esta fiesta, Padre, gracias por la Palabra y por el Pan, gracias por Jesús, tu mejor regalo, que hace fecunda y bella nuestra vida. Gracias, Padre, por Jesús, tu hijo, nuestro Señor. Meditación breve ¿Quieres un consejo? Para quitar la sed, bebe agua. Todos los helados, los complicados refrescos de compleja fórmula... no sirven más que para dar más sed y estropear nuestro organismo. Si tienes sed, ve al evangelio. Jesús es el Agua viva bajada del cielo. Lo demás son pócimas humanas que no hacen más que estropear el Agua. José Enrique Galarreta ------------------------------ HACERME CARGO Hacerme cargo de la realidad, de la que me rodea y sostiene, de la que me nubla o da horizonte, de la cercana, de la lejana; de la realidad de Dios que es la creación entera; de la realidad de los otros, tan diferentes y hermanos, y de mi propia realidad, tan humana que me afecta todos los días. Hacerme cargo de la realidad y, para ello, mirar de frente y ver; escuchar a quienes no tienen voz; entrar en las entrañas del mundo y detener el viaje de mis negocios; dejarse llevar serenamente, sin resistir, adonde nuestro corazón nos lleve; estar siempre donde hay que estar aunque sintamos el ruido o la soledad; y no volver ni cuerpo ni espíritu para atrás. Hacerme cargo de la realidad recorriendo los caminos de la periferia, sintiendo sus voces, gritos y susurros, percibiendo sus fragancias abiertas, consciente de mi talante y momento, de este lugar, día y sentimiento, porque la realidad, cualquiera, está más llena de dolor, caos y tiniebla o de belleza, misterio y futuro, según nuestro lugar de refugio y vida. Hacerme cargo de la realidad, sin metáforas, símbolos y poesía, tal como la viven quienes están dentro de ella, fajándonos en las distancias cortas para evitar viajes de ida y vuelta; hacerme cargo y seguir la tarea conjugando quehaceres, sendas e historias; esperando, quedamente y en silencio, a que tu Palabra de vida nazca y florezca en nosotros tu luz y sabiduría. Hacerme cargo de la realidad... y, después, ¡cargar con ella y encargarme de ella!, como Tú lo hiciste y nos lo propones al final de la historia del buen samaritano, dejándonos tocar, golpear, herir, desangrar, crucificar... y besar por ella. Florentino Ulibarri Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:39 PM PDT ![]() Por Fray Marcos También hoy la primera lectura nos da la clave para entender el evangelio, pues nos advierte de algo imprescindible para poder descubrir el sentido profundo de toda norma o ley. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es una exigencia de lo más hondo de nuestro ser. Dios no crea al ser humano y luego le impone unas obligaciones. Dios no tiene “voluntad”, porque no tiene partes ni cualidades ni potencias. Es un “ser” simplicísimo. Lo que Dios quiere, es que despleguemos esas posibilidades (exigencias) que nacen de nuestro ser más profundo. Tenemos la posibilidad y la obligación de descubrir esas exigencias, pero nuestra indolencia impide que cada uno las descubramos personalmente; por eso las percibimos como mandamientos. Cuando alguien es capaz de descubrirlas, las propone a los demás como venidas de Dios para darles carácter definitivo. ¡Cuanto fundamentalismo se evitaría si tuviéramos en cuenta esta simple verdad! El jurista sabía la respuesta, luego no pregunta para aprender, sino para examinar. Jesús se lo hace ver, haciendo que él mismo responda. Lo que no estaba tan claro era quién era Dios y quién era el prójimo. Aquí sí que había y sigue habiendo mucho que aclarar... Jesús habla de superar la Ley como venida de un Dios que desde fuera y desde arriba nos exige normas de conducta que van en contra de nuestros intereses. Como el AT, Jesús habla de una ley no escrita que llevamos todos dentro y que hay que descubrir. Sólo Lucas narra esta maravillosa parábola del “buen samaritano”. Como todas las parábolas, no necesita explicación. Lo único que exige es “implicación”. El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera nueva de ser humano. No basta ser religioso y tener muy buenas relaciones con el Dios del templo, aunque sea sacerdote o levita, hay que ir más allá y hacerse prójimo. La parábola nos propone dejar de considerarse a sí mismo el ombligo del mundo (egoísmo), y ceder el centro al otro (amor). En cuanto pregunto, ¿Quién es mi prójimo?, doy por supuesto que puede haber alguien que no lo es. Parece que nos invitaría a pensar en que tendríamos que amar sólo a alguno de nuestros semejantes. En las primeras formulaciones, el mandamiento del amor al prójimo tenía este sentido; porque la religión judía nació como un medio de aglutinar un pueblo en torno a un Dios y con unas obligaciones que le permitían asegurar una cohesión interna capaz de superar el egoísmo destructor, no sólo de los individuos, sino también de cada una de las tribus, que empezaban su andadura como pueblo. Para nada pensaban en un amor universal, sino en un amor a los pertenecientes al pueblo, con la finalidad de defenderse de los que no pertenecían a él y por lo tanto eran considerados enemigos. La pregunta también da por supuesto que el ser o no ser prójimo depende del otro, o de circunstancias externas. Fíjate bien que éste es el fundamento de la mentalidad legalista que impide toda aproximación. La ayuda al miserable desde el estricto cumplimiento de la Ley no excluye el sentimiento de superioridad o desprecio. Cumplo lo mandado pero no me involucro para nada en la situación del otro. Simplemente lo hago “por amor a Dios”. Esta es la trampa donde hemos caído los cristianos. Lo que hizo el Samaritano está a años luz de esta actitud. Se aproxima, lo cura, lo venda, lo lleva a la posada, etc. El relato es típico de la literatura oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador y subversivo. Nos obliga a ir más allá de todo convencionalismo estrictamente religioso. Los oficiales de la religión están demasiado preocupados por la legalidad; tienen bastante con cumplir las obligaciones del cargo como para preocuparse de los demás. Para el sacerdote, para el levita, lo primero era la Ley. Para el samaritano, lo primero era el amor, que le urgía desde el interior (le dio lástima). El hereje, el idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a normas morales externas, lleva la ley en el corazón. La palabra empleada en griego para indicar que se conmueve, se aplica siempre en el NT a Dios o a Jesús. La Vulgata la traduce por “misericordia motus est”. Nos indica que el Samaritano se dejó llevar por su verdadero ser desde el interior y, naturalmente, acabó actuando como Dios. La parábola, no deja lugar a duda sobre lo que Jesús entendía por próximo. Prójimo es todo aquel con quien me encuentro en mi camino. Prójimo es aquel que me necesita. Estamos equivocados al pensar que el prójimo lo puedo determinar yo. Jesús nos dice que el prójimo se me impone, aunque yo puedo tomar la decisión de escamotear esa presencia e ignorarlo. Cuando me niego a verlo, estoy fallando, buscando excusas para escapar a esa imposición que me saca de mi programación, de mis planes, a veces tan religiosos ellos. Estamos equivocados cuando pensamos que si me acerco a otra persona para ayudarla, estoy haciendo una cosa buena, pero que si no la ayudo, no pasa nada, porque yo soy libre de ayudarla o de no ayudarla. No vemos como una necesidad el ayudarla, sino como una posibilidad que se me ofrece y que yo puedo aprovechar. No, debemos sentir esa ayuda como una urgencia de nuestro propio ser. Con frecuencia soy capaz de programarme para ayudar a un prójimo en una determinada hora, pero rechazo instinti vamente al que se me impone sin mi consentimiento. Actuamos desde la programación y no desde el amor. Tanto en el AT como en el evangelio, se entiende a Dios como cosa, es decir como alguien que existe al lado, al margen de la creación. Hoy sabemos que Dios está en las cosas, no al margen de ellas, ni por encima de ellas. Si pudiéramos ver la creación desde Dios veríamos que no se diferencia en nada de ella. La creación es la manifestación de Dios. Vista desde la criatura, sí hay diferencia, pero no por lo que la creación es, sino por lo que no es; por sus limitaciones. Dios es infinito, la criatura no, ni por separado ni en conjunto. Si en todas las cosas está Dios, es claro que en cualquier ser humano se está manifestando su presencia. Si de verdad estoy interesado en descubrir y reconocer a Dios ya sé el camino. No podemos amar a Dios al margen de la criatura. Solo amándola podemos amar a Dios. Aclaremos esta idea con el ejemplo de la luz. La luz no se puede ver. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos en absoluta oscuridad, aunque la luz los atraviesa. Sólo cuando los fotones encuentran a su paso algo material, puedo descubrir los reflejos de la luz en ese objeto. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado. Para cada uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a Dios solo en la medida que amo a sus criaturas. Amo a Dios en la medida que manifiesto mi amor a todo el que encuentro en mi camino. Hay una frase, que empleamos siempre para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí, es el mismo que debo descubrir en los demás. Ya hemos dicho muchas veces que el amor es sólo uno en cada persona. Aunque hay diversas manifestaciones del amor. Si me doy cuenta de lo que soy en el todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una mónada aislada, veré al otro como algo aislado y por lo tanto como algo distinto de mí, que me impide ser yo, me estorba, y no encontraré motivos para amarlo. Sólamente cuando tenga claro esto, podré solucionar el problema de mi egoísmo. Es falsa la creencia de que yo soy una individualidad aislada, que tengo existencia y consistencia propia. Yo, separado del creador y de las demás criaturas, no soy absolutamente nada. Esto no es una metáfora, sino una realidad pura, aunque resulte dura. Lo que constituye mi ser y lo que constituye el ser de los demás, es la misma realidad, Dios, que está fundamentando mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás, sin ir en contra mí y viceversa. El error de que somos algo aislado viene de creer que somos lo que no somos. El día que descubra que no soy eso, habré dado un paso hacia el verdadero amor. Recordemos lo que dijo Jesús: Yo y el Padre somos uno. El prójimo está siempre ahí, a tu vera. Descubrirlo y aceptarlo depende sólo de ti. Siempre que te aproximas a otro para ayudarle de cualquier forma, lo estás convirtiendo en próximo. Cada vez que haces a uno prójimo, te estás acercando a ti mismo y te estas acercando a Dios. Cada vez que superas tu egoísmo y pones al otro en el centro, te acercas a la plenitud de humanidad. Siempre que das un rodeo para pasar de lardo ante el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. Cuando te desentiendes del otro, estás perdiendo una ocasión de dar sentido pleno a esta vida y convertirla en VIDA. Oración-meditación ¿Quién es mi prójimo? Prójimo es todo aquel que me necesita y estoy dispuesto a ayudarlo a ser más humano. No debo pensar sólamente en las necesidades materiales. En nuestro entorno, pueden ser más urgentes otras carencias. ……………………. No hay más amor a Dios que el que se manifiesta amando a los demás. La clave en nuestra relación con Dios, está en el amor al prójimo. Si creo que puedo amar a Dios desentendiéndome de otro, es que no he entendido nada del mensaje de Jesús. ......................... La propuesta de Jesús es de amor incondicional a todos. Un amor que no se manifiesta, es que no existe. Si no descubro a la persona que me necesita, Es que no me preocupo de lo que pasa en mi interior. ....................... Fray Marcos Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:31 PM PDT ![]() Publicado por El Blog de X. Pikaza Domingo 15. Tiempo ordinario. Lc 10, 25-37. Este domingo de tórrido verano (del hemisferio norte) nos trae un evangelio muy caliente: el del Buen Samaritano. La humanidad subsiste en la medida en que hay “samaritanos” como éste, hombres y mujeres que corrigen el rumbo de la historia, en contra de Estados, Iglesias y Sistemas, al servicio del hombres. Éste no es un tema y lema sólo de Jesús (aunque es muy suyo), sino que pertenece a la historia de la humanidad, como decía el lema latino: Deus est mortali mortalem iuvare (Dios es que un mortal ayude a otro mortal), Dios está donde un necesitado (no un sistema rico) ayuda a vivir y mantiene en la esperanza a otro necesitado. Ésto es lo que dice Jesús, en su diálogo con los escribas, empezando por confesar que hay dos mandamientos (amar a Dios, y amar al prójimo), para acabar diciendo que hay sólo uno: amar al prójimo, porque en ese amor está Dios. En ese contexto quiero hablar de una Iglesia samaritana y de una sociedd (o republica samaritana). Sé que es difícil hablar de una Iglesia Samaritana (pues los samaritano van un poco a lo libre y las iglesias son asambleas reguladas por una ley sagrada). También es difícil hablar de un Estado Samaritano (pues los estados tienen su norma legal, y no suelen permitir que haya samaritanos sueltos). Pero sé que hay una Iglesia samaritana... y una sociedad también samaritana, que tienen que colaborar, para el servicio de los necesitados, de los expulsados del camino. En esa línea, quiero hablar de una iglesia y de una “republica”, es decir, de un ideal de sociedad samaritana,. Había elaborado este post de una manera más extensa, con una aplicaciòn a los temas anterios del blog (Arregi, Saramago, Soraya...), para verlos desde la perspectiva del Buen Samaritano. Pero varios me han pedido que no mezcle temas de actualidad con el comentario bíblico del domingo. Por eso reduzco el tema y lo deja en dos partes: Una bíblica (con palabra de Jesús) y otra de reflexión eclesial (con palabra de Benedicto XVI). 1. PRINCIPIO BIBLICO Es algo largo, un comentario al texto de Lc 10. Muchos ya lo saben, lo pueden pasar, si quieren, para ir al problema de la Iglesia Samaritana: Debate entre Jesús y el buen escriba. Un texto clave El “credo” cristiano incluye en principio dos mandamientos de amor (amar a Dios y amar al prójimo), ninguno de fe estricta (creer en un tipo de dogmas, ni siquiera en Dios), ni de prácticas sagradas (ir a mira o celebrar determinadas ceremonias). Este doble mandamiento recoge la experiencia más profunda de la teología israelita, que se funda en el Shema, que trata del amor a Dios, es decir, al principio de la vida (a partir de Dt 6, 4-9; cf. también Dt 11, 13-21 y Num 15, 37-41) y se amplía en la llamada al amor al prójimo, (tomada de Lev 19, 10). Así empieza el texto: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo:¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"Él contestó: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo. Él le dijo: Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Él contestó: "El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: "Anda, haz tú lo mismo. Dos mandamientos. Fe común para judíos y cristianos El maestro de la ley, hombre del Libro, interpreta a Dios como alguien que tiene poder para mandar, es decir, para imponer unos preceptos a sus criaturas, en este caso a los judíos. Ciertamente, su pregunta es buena y veremos que Jesús la admite, pero está sesgada al suponer que en el principio se halla la entolê, es decir, aquello que Dios ha mandado cumplir a los hombres. El problema no está en que los mandatos sean numerosos (más tarde se recopilan 248 positivos y 365 negativos, en total 613), pues muchos de ellos resultan obvios para los que viven dentro de una sociedad organizada en esa base. Por eso, situados en su propio contexto, los judíos del tiempo de Jesús y sus sucesores no se pueden tomar como legalistas en el sentido peyorativo del término. No son legalistas, pero piensan que su vida se encuentra fundada sobre leyes de Escritura/Tradición que se presentan como voluntad de Dios. De todas maneras, es importante discernir: saber dónde se encuentra el centro y clave de los mandamientos, como hace nuestro escriba. No los discute; quiere organizarlos de forma que puedan integrarse como un todo armonioso. Esta es la función de los escribas: traducir una Escritura histórica/narrativa en formas de código legal. Por eso, en el fondo de los mandamientos buscan el mandamiento, como si los 613 preceptos se pudieran condensar en una misma y única raíz. Pues bien, este escriba sabe, es un buen judío: sabe que todos los mandamientos se resumen en dos. Un credo práctico: se trata de amar, no de creer El escriba sabe y reduce todas las leyes a dos: (1) Amarás al Señor, tu Dios. Dios abre ante el hombre un camino de amor. (2) (Amarás...) a tu prójimo. Entre el amor a Dios y al prójimo hay una relación que aparece clara en todo el Nuevo Testamento, desde el mensaje y vida de Jesús hasta la experiencia pascual de la iglesia. Pero esa relación no es sólo propia de los cristianos, sino que pueden asumirla también los escribas judíos, como el que ha elevado la pregunta a Jesús. Ese escriba vuelve a tomar la palabra, para mostrar su aprobación, acentuando la unicidad de Dios (es Uno y no hay otro fuera de él; cf. Dt 4, 35 e Is 45, 21), aunque sin negar la exigencia de amar al prójimo, y añadiendo que el amor a Dios y al prójimo está por encima de todos los ritos religiosos, es decir, de sacrificios y holocaustos (cf. Mc 12, 33). Por su parte, Jesús acepta la respuesta del escriba, expresando así su propio arraigo dentro de la tradición israelita: confirma la palabra sobre amor a Dios y al prójimo y diciendo al escriba: no estás lejos del reino... No está lejos, pero debe caminar, como aquel hombre rico que ha cumplido la Ley pero que debe darlo todo a los pobres y seguir a Jesús en camino de reino (cf. Mc 10, 21). Este credo es un credo fácil y en principio pueden aceptarlo no sólo los cristianos, sino también los judíos, y otros creyentes (budistas, hindúes) e incluso no creyentes, siempre que 'Dios' sea símbolo de aquello que define y sustenta en plenitud a los humanos, sabiendo que ha llegado el 'tiempo' de la plenitud. Pero es un credo exigente, pues implica descubrir al prójimo y amarle (es 'como yo'). Teóricamente parece más fácil creer en la Trinidad y otros 'dogmas' cristianos, judíos o musulmanes, pues lo que ellos piden puede aceptarse básicamente, sin cambiar vida de los fieles. Pero, de hecho, este mandato de amor al prójimo, unido al del amor de Dios, es más exigente y define toda la vida y acción de los fieles. Este es un credo de racionalidad comunicativa y supone que los hombres pueden y deben comunicarse, pues se encuentran fundados en una Gracia antecedente de Amor que es Dios, a quien conciben como principio de toda unión de amor. Este es un credo de comunión inter-humana: el creyente encuentra a Dios como Amor en las raíces de su vida (en su corazón y en su mente), descubriendo que puede y debe amar a los demás como 'otro yo', aceptarles como diferentes. Dos formas de entender al prójimo Éste es un credo universal, que supera todo tipo de razón clasista e impositiva o de sistema, y ratifica el valor incondicional de los otros (los prójimos), a quienes debemos amar como a nosotros, pero sabiendo que son diferentes. De esa forma emergen en amor, al mismo tiempo, el prójimo, a quien se debe amar, y el propio yo (que aparece como destinatario de amor). Este credo rompe las estructuras de seguridad y separación social, nacional, económica o religiosa, pues afirma que cada prójimo es presencia de Dios y fuente de identidad para el creyente. El tema empieza cuando queremos definir al prójimo. Tendencia nacional, grupal (particular). Prójimo sería ante todo el cercano, aquel que forma parte de mi grupo social y religioso, del buen sistema. Con él me debo vincular, a él he de amar de modo peculiar, al menos mientras dura el tiempo de prueba y división de nuestra historia. De esa forma, el shema (escucha...) puede encerrar a quien lo afirma en los muros de un grupo (Israel), de manera que el amor a Dios confirme y ratifique la identidad de los elegidos de la alianza (los judíos). El amor se interpreta así en sentido restrictivo y se aplica conforme al talión: "Habéis oído que se ha dicho: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo" (Mt 5, 43). Prójimo es el hermano israelita: es 'como yo', es de mi pueblo. El mandato del amor ratifica, según eso, la propia distinción y justicia de los 'justos', construyendo una muralla en torno a la Ley de Israel (o al Evangelio de Jesús). En esa línea se puede hablar de un amor de sistema: de hermanos a hermanos, de buenos a buenos, dentro del “buen Estado” o del buen grupo, conforme a una circularidad sagrada o conveniencia de conjunto. Ese amor vale para triunfar y puede interpretarse como inversión económica (amar para que te amen, dar para que te den, como un en banco: cf. Mt 5, 43-48 par; Lc 14, 7-14) y calcularse según ley, pero deja fuera de su círculo a los otros, los caídos a la vera del camino, como el que bajaba de Jerusalén a Jericó (cf. Lc 10, 30) y los hambrientos, exilados, enfermos y encarcelados de Mt 25, 31-46, que no caben en el buen sistema. De forma abierta, universal. Jesús ha expandido el alcance de prójimo, abriéndolo a todos los humanos y de un modo especial a los excluidos de la 'alianza pura': publicanos y pecadores, enfermos y excluidos. En esa línea sigue el texto: "Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace brillar el sol sobre malos y buenos..."(Mt 5, 45 par). Sólo es universal el amor ofrecido al enemigo, es decir, al otro, al que está fuera de mi círculo, favoreciendo así, de un modo gratuito y desinteresado, a los expulsados del propio pueblo, iglesia o conjunto social. Esta es la interpretación mesiánica del shema: ha llegado el tiempo. Jesús y sus seguidores aman y ayudan en concreto a los expulsados, superando así la amistad o solidaridad de grupo. 2. UNA IGLESIA SEMARITANA (BENEDICTO XVI) La Iglesia ha sido y sigue siendo la mayor institucion samaritana que existe en el mundo, por su labor social, realizada especialmente por monjas. Pero hay muchos que piensan que ella es ante todo una institución de poder, que no puede actuar como el buen samaritano. En esa línea quiero recoger unas reflexiones del Papa. La Iglesia tiene una "ley", que es el amor a los demás, como Jesús (el Buen Samaritano) les ha amado. Amar a los demás 'como a uno mismo' supone buscar el bien de ellos, en cuanto distintos, con su propia identidad individual o de grupo (como musulmanes o paganos...), no para obligarles a ser como yo, integrarles en mi grupo. Este amor rompe todo sistema de ley, todo sistema de “ortodoxia cerrada”. Por eso, el cristiano es un israelita que traduce la experiencia del amor de Dios como amor a los impuros, que parecen y son un peligro para el sistema. La confesión cristiana supera la identidad anterior de la Ley y los grupos de sacralidad cerrada, desde una experiencia superior de gratuidad, que es fuente de comunión entre todos los hombres. Son muchos los que dicen que la Iglesia como isntitución oficial no puede amar al prójimo, pues tiene que defender su ortodoxia y su poder. Ella no amó a los herjes que quemó, ni a los judíos y moricos que ayudó a expulsar... Ella impuso su ley sobre los otros... Pues bien, en contra de eso, Benedicto XVI quiere apoyar el surgimiento de una Iglesia Samaritana. ¿Iglesia Samaritana. Una palabra de Benedicto XVI Para saber quién es mi prójimo, Jesús ha contado la parábola del Buen Samaritano…. No se trata de saber en teoría quién es mi prójimo, sino de hacerme prójimo de los demás, de llegar a todos, de ayudarles…Desde este mismo fondo ha de entenderse la interpretación de Jesús. Da la impresión de que los buenos escribas saben quién es Dios y el modo de amarle rectamente, pero no saben quién es el prójimo y amarle. La respuesta de Jesús introduce aquí la revolución cristiana de Dios, con la parábola del buen samaritano, que da un sentido nuevo a todo lo anterior; quien entienda esa parábola y la practique entiende y “practica” al Dios cristiano.Y desde ese fondo responde precisando quién es el prójimo, como ha puesto de relieve Benedicto XVI: «La parábola del buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) nos lleva sobre todo a dos aclaraciones importantes. Mientras el concepto de prójimo hasta entonces se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a la comunidad compacta de un país o de un pueblo, ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora» (Dios es amor, 15). Organizaciones caritativas, caridad concreta (sigue la Iglesia Samaritana) El sacerdote y el levita no se hacen prójimos, quizá por su misma identidad sagrada: son funcionarios de un templo, representantes de una sanidad y sacralidad organizada en torno al santuario de Israel, con sus sacrificios. Por el contrario, el samaritano no está determinado por ninguna religiosidad superior, de manera que puede hacerse prójimo concreto del hombre que está necesitado. Según Benedicto XVI, la Iglesia debe estar al servicio de los caídos del camino, de manera que su modelo y patrón es el Buen Samaritano, tanto en un plano social como particular: «Según el modelo expuesto en la parábola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc.» (Benedicto XVI, Dios es amor 31). Desde ese fondo pueden distinguirse dos niveles. (1) Las organizaciones caritativas o sociales de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos. Éste es el nivel de la institución, nivel que en perspectiva estatal puede hallarse regulado por los principios de la justicia. (2) Las personas concretas han de responder con el amor personal, que se vale de las instituciones, pero que las desborda. En este segundo sentido, el amor es siempre algo personal: un contacto directo, de hombre a hombre (varón o mujer), un contacto que permite descubrir, más allá de las instituciones (religiosas o políticas, económicas o sociales) el valor de la persona necesitada. Ciertamente, el samaritano de la parábola acude al posadero (institución) y le paga lo que cuesta el cuidado al hombre herido del camino. De esa manera influyen en el servicio de caridad una serie de elementos “objetivos” (el dinero del samaritano, el servicio “oficial” del posadero que cuida al herido…); pero esos elementos solo se pueden entender como una consecuencia del encuentro del samaritano que “ve” al herido como un hombre (como una persona necesitada) y tiene misericordia de él. Conclusión teórica. Una iglesia de Jesús Samaritano Jesús nos sitúa ante la misericordia que se expresa en forma de “amor samaritano”. Levita y sacerdote no puede tener esta misericordia, porque sus mismas leyes religiosas de pureza se lo impiden: no saben si el herido está muerto (si lo estuviere sería impuro, no podrían tocarle); no saben si el herido es un judío (si no lo fuere, si no pudieran ver su circuncisión… no podrían ayudarle, pues también sería impuro). Levita y sacerdote son miembros de un sistema que pone la pureza de la ley (el orden económico, la política de estado) por encima de la ayuda concreta al necesitado. Por el contrario, el samaritano es un hombre que puede y quiere ayudar al herido, cumpliendo de esa forma la palabra que dice “amarás al prójimo como a ti mismo”. Esta parábola de Jesús nos sitúa ante una exigencia de amor universal, que supera todo tipo de razón clasista e impositiva que actúa por talión o ley y quiere que amemos sólo a los demás en cuanto sirven o valen para nuestros intereses. De esa forma ratifica el valor incondicional de los otros (los prójimos), a quienes debemos amar como a nosotros, pero sabiendo que son diferentes. En esa línea, la Iglesia debe abandonar todos aquellos rasgos que impiden que ella sea comunidad de samaritanos, al servicio de la comunión universal. Esta confesión mesiánica de Jesús (su parábola del buen samaritano) tiene, según eso, un contenido práctico y ha de interpretarse desde el compromiso de Jesús (y del conjunto de la Iglesia) a favor de los expulsados del sistema del templo de Jerusalén. Ciertamente, los cristianos creen en Dios, pero en el Dios del buen samaritano... y ellos pueden y deben colaborar con buenos samaritanos que quizá no creen en Dios, ni forman parte de la Iglesia (porque piensan a veces que ella no es samaritan). Cf. Cf. H. Béjar, El mal samaritano. El altruismo en tiempos de escepticismo, Anagrama, Barcelona 2001; J. I. Calleja, Moral social samaritana I-II, PPC, Madrid 2004/5; A. Ginel, La parábola del buen samaritano, CCS, Madrid 2001; E. Guerra, La parábola del buen samaritano, Clie, Terrasa 1999; B. Hubler, El buen samaritano. Cercano del que sufre, CCS, Madrid 1997 Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:24 PM PDT ![]() XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C Por José Enrique Galarreta sj El texto del buen samaritano es tan conocido, tan usado, que parece que no es posible añadir nada. Sin embargo, con él nos sucede lo que tantas veces en el evangelio: que nunca llegas a agotarlo, siempre hay más. Señalaremos algunos aspectos que a veces pasan desapercibidos y nos parecen importantes. Aunque Lucas lo sitúa fuera de Jerusalén, en el camino, el contexto en que lo sitúan Marcos/Mateo es la gran polémica en el Templo, previa a la condena definitiva. Han polemizado ya con Jesús los fariseos (el tributo al César) y los saduceos (la resurrección), y ha salido derrotados. El legista, un doctor de la Ley muy probablemente de la rama farisea, propone un ejercicio de erudición: cuál de los infinitos (más de seiscientos) mandatos de la Ley es el más importante. Tema propio de eruditos, bueno para una interminable discusión teórica. Es fundamental darse cuenta del vuelco que da Jesús a la cuestión: lo que importa no es ese conocimiento; lo que importa es cumplir el precepto. Una estupenda lección para nuestra teología, tan preocupada muchas veces por el conocimiento sutil de lo más sublime. (¿Nos atreveríamos a ver en el texto de Colosenses un principio de ese peligro de elucubración cristológica estéril?). El letrado sabe la respuesta de lo que ha preguntado. Pero Jesús es tan hábil que deja claro que ha preguntado lo que ya sabe, que es evidente su mala intención. El letrado tiene que quedar bien y, otra vez, hace una pregunta teórica: ¿quién es mi prójimo? ¿el extranjero, el samaritano, el publicano...? ¿tengo que amar a esos pecadores, extranjeros, herejes...?. Vuelve a la teoría, vuelve a proponer un "caso de conciencia" apto para largas discusiones. Jesús vuelve a invertir los terrenos. La conclusión es: "no importa quién es el otro; importa cómo te portas tú". Jesús vuelve a poner la teología al servicio del comportamiento. Pero lo hace de forma agresiva. Ninguna razón había para que el "bueno" de la parábola fuese un despreciado hereje samaritano, ni para que "los malos" fuesen el sacerdote y el levita. Esto suena lo mismo que los milagros hechos gratuita e innecesariamente en sábado. Advertimos en Jesús un postura de provocación, un reto a los letrados, a los sacerdotes. Y una última clave. El samaritano cumple a la perfección el sublime mandamiento sencilla y simplemente porque "sintió lástima", es decir, es una buena persona, de buen corazón. Innumerables veces aparece la expresión "sentir lástima", "conmoverse", como motivo por el que Jesús cura o enseña. El grave error de los doctores es que conocen maravillosamente la Ley, pero todo se queda en conocimiento. Y un inculto hereje despreciado les supera ampliamente sólo porque lleva la Ley en el corazón, aunque no la conozca, o la conozca mal. Resuena en esto la gran parábola del Juicio Final, en la que el motivo de la salvación es: "A mí me lo hicisteis, aunque no sabías que me lo hacíais a mí". Sobradamente conocido por todos que no es posible amar a Dios sin amar al prójimo; sobradamente conocido por todos que lo propio del cristiano es conocer a Dios en Jesús y servir a Dios en los demás; sobradamente entendido y proclamado que la condición "sagrada" de algunas personas no tiene ninguna importancia ... resaltemos algunos aspectos básicos. El conocimiento que no lleva al servicio es una trampa satánica. Se refleja con perfección en la maldición lanzada por Jesús a los escribas. Conocen y cumplen todos los miles de preceptos externos, pero esto les impide conocer a Dios y cumplir lo esencial de la ley: la justicia, la misericordia, la fidelidad. Y, sobre todo, les hace creerse superiores, apartarse de los demás, que son pecadores (ellos no). Todo el evangelio está lleno de esta idea. Quizá las dos escenas en que mejor aparece esta postura son el episodio de la mujer adúltera y el del ciego de nacimiento. Aplicándolo a nosotros: · ¿por qué el "Credo" que recitamos en la celebración de la Eucaristía es pura teoría trinitario-cristológica? · ¿Por qué no decimos "creo en la austeridad, creo que es mejor dar que recibir, creo en el camino empinado..."? · ¿Por qué, a lo largo de la historia, se ha dado tanta importancia a la ortodoxia y se han consentido pecados históricos tan insultantes como la esclavitud, la explotación de los trabajadores, la destrucción del planeta, el ostentoso poder económico y político de los eclesiásticos...? No insistiremos en esto: hay mil ejemplos en nuestra concepción religiosa que revela que éste no es un pecado patrimonial de aquellos legistas sino un pecado "original" de las religiones. Jesús destruye la esencia de "aquella religión". · Los doctores que se saben toda la teoría y no tienen buen corazón. · Los sacerdotes que controlan el poder por medio del templo. · Los santos que lo cumplen todo al pie de la letra y no se conmueven ante las necesidades "ajenas"... ¡Qué retrato de buena parte de nuestra propia religión actual! Recibe uno la impresión de que Jesús lucha a brazo partido precisamente contra "la religión", es decir, contra esas manifestaciones llamadas religiosas que se dan en todas las religiones, se han dado y se siguen dando hoy en la iglesia, y que son, específicamente, "pecados originales de la religión en sí misma". Más aún: esos pecados originales de la religión son los que mataron a Jesús y los que esterilizan a la Iglesia. El centro es amar. Demasiadas veces ponemos el centro de lo religioso en entender, aceptar, creer verdades. No es así. El centro no es el cerebro, sino el corazón. El centro no es la teoría sino el comportamiento. El secreto no es la erudición sino la con-pasión. Dios no es un enigma de naturalezas y personas, de procesiones y trascendencias. Dios es Abbá, es decir, Dios es amor. Y el amor no es entender, es sentir, conmoverse, acercarse, dar la mano, ser positivo, aceptar.... No hace falta que nadie suba a las estrellas o viaje a los confines del mar. No hace falta que se escriban bibliotecas enteras sobre la divinidad y la humanidad. El evangelio es Buena Noticia sobre todo porque es sabiduría de los sencillos, evidente para los hombres de buena voluntad. Ni Jesús es complicado, ni la cristología es un crucigrama, ni la divinidad es para especialistas. "Jesús, lleno del Espíritu, exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado todo esto a los sabios y a los poderosos y lo has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido" PROFESIÓN DE FE Proponemos un credo no dogmático. Viene a ser como las bienaventuranzas escritas en forma de “le creo a Jesús” Creo que son felices los que comparten, los que viven con poco, los que no viven esclavos de sus deseos. Creo que son felices los que saben sufrir, encuentran en Ti y en sus hermanos el consuelo y saben dar consuelo a los que sufren. Creo que son felices los que saben perdonar, los que se dejan perdonar por sus hermanos, los que viven con gozo tu perdón. Creo que son felices los de corazón limpio, los que ven lo mejor de los demás, los que viven en sinceridad y en verdad. Creo que son felices los que siembran la paz, los que tratan a todos como a tus hijos, los que siembran el respeto y la concordia. Creo que son felices los que trabajan por un mundo más justo y más santo, y que son más felices si tienen que sufrir por conseguirlo. Creo que son felices los que no guardan en su granero el trigo de esta vida que termina, sino que lo siembran, sin medida, para que dé fruto de Vida que no acaba. Y creo todo esto porque creo en Jesús de Nazaret, el Hijo, el hombre lleno del Espíritu, Jesucristo, el Señor. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:20 PM PDT ![]() XV Domingo del T.O. (Lucas 10, 25-37) - Ciclo C Por Enrique Martínez Lozano Los letrados eran los “teólogos oficiales” del judaísmo. Este se acerca a Jesús, queriendo “ponerlo a prueba”, con una pregunta característica del yo religioso: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Como sabemos, el yo se define por su afán protagónico y alimenta su sensación de existir como entidad autónoma, a partir de los mecanismos de la identificación y de la apropiación. En la pregunta del letrado, es él quien tiene que hacer algo para conseguir un beneficio para sí mismo. Por esa misma razón, la religión del yo no puede ser sino la del mérito y la recompensa, entendida además en clave individualista: hago “algo” para obtener “algo” para mí (aunque eso sea la salvación del alma). Por otro lado, aquella pregunta denota también la ignorancia en la que el yo se mueve: considerar la “vida eterna” como un objeto que poder atrapar. El yo, al no poder conocer la felicidad, la proyecta siempre hacia el futuro, en la creencia (generalmente inconsciente) de que, por fin, algún día la alcanzará. Eso le hace vivirse proyectado hacia delante, víctima de la ansiedad que nace de su propio vacío. Pues bien, acostumbrado a perseguir el futuro, no es extraño que se imagine la “vida eterna” como el futuro definitivo en el que, finalmente, él va a ser completamente feliz: ¿Cómo no hacer cualquier cosa para “heredarla”? De entrada, Jesús se sitúa en el nivel de quien le pregunta y lo remite a algo que era totalmente familiar para un experto religioso: a la Ley. En su contestación sobre lo que pide la Ley, el letrado combina dos textos: uno del libro del Deuteronomio (6,5) –“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser”- con otro del Levítico (19,18) –“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”-. Parece que la idea del amor al prójimo constituía un principio ético muy claro en el judaísmo anterior a Jesús. Y gracias al influjo de los judíos helenistas, poco a poco se había ido unificando la doble dimensión del amor –a Dios y a los otros-, de acuerdo a las dos reglas básicas del helenismo: la eusebia (adoración a Dios) y la dikaiosyne (el amor al prójimo). A Jesús le agrada la contestación, le anima a vivirlo y parece así zanjar la cuestión: “Haz eso y tendrás la vida”. Por un lado, el Maestro de Nazaret vincula estrechamente el amor y la vida; por otro, no habla ya de “vida eterna” como si fuera un “premio” a conseguir, sino de experimentar la vida. Eso es lo que ocurre precisamente cuando nos abrimos al amor, en un proceso creciente de desegocentración. Pareciera como si Jesús hubiera encontrado una puerta para ayudar a aquel hombre a salir del círculo de un yo que buscaba su “premio eterno”. Pero el letrado no da el diálogo por terminado. Más que “aparecer como justo”, necesita “justificarse”, es decir, intentar demostrar que su pregunta no había sido tan tonta. Pero, a pesar de haber caído en otro mecanismo propio del yo –la justificación-, su nueva intervención va a dar la ocasión para que contemos con esta admirable parábola, que resume el corazón mismo de todo el evangelio. Se trata de un relato exclusivo de Lucas, aunque se remonta a una tradición anterior. Y refleja una cuestión viva en el judaísmo del siglo I, así como en las primeras comunidades cristianas: ¿a quiénes debemos considerar como prójimos? No pocos excluían de esa categoría a los extranjeros y a los samaritanos. La parábola tiene bien elegidos los personajes: dos profesionales del templo –el sacerdote y el levita- y un hereje, a quien cualquier judío piadoso debía evitar. De un modo provocativo, Jesús hace de este último –excluido de los círculos “honorables”-, el protagonista bueno, frente a los dos hombres religiosos, en un contraste que habría de resultar a su auditorio tan hiriente como polémico. De esa manera, introduce un principio radicalmente revolucionario en el mundo de la religión: hay un camino para encontrarse con Dios que no pasa por el templo. El sacerdote y el levita imaginaban hallar a Dios en el templo; sin embargo, según Jesús, quien realmente se encuentra con Dios es el que atiende al hombre necesitado. Se trata de un criterio luminosamente claro, pero tan subversivo que la misma religión tiende a olvidarlo. Dicho en otras palabras: lo que Dios nos pide –según Jesús- no es que seamos “religiosos”, sino que seamos “humanos”, viviendo la compasión hacia los otros. Eso es precisamente lo que caracteriza al samaritano: su corazón compasivo. Compasión es la capacidad de “meterse” en la piel del otro, para ver las cosas como él las ve, y sentirlas como él las siente. Pertenece a la misma familia semántica –aunque sea en griego- que la “simpatía” y la “empatía”. Por eso, la compasión no es en absoluto un sentimiento superficial o efímero, como sería una lástima pasajera, sino tan profundo que conmueve a la persona y la lleva a una acción eficaz –sin esa acción no hay compasión, sino apenas “lástima” superficial y pasajera-, haciendo todo lo que está a su alcance para aliviar él la necesidad del otro que sufre. Con la parábola –que critica a un sistema religioso de corazón endurecido-, Jesús hace ver que la pregunta del letrado era engañosa. No se trata de preguntarse “¿cuál es mi prójimo?”, sino “¿de quién estoy dispuesto a hacerme prójimo?”. Y concluye dando respuesta a la cuestión primera: “¿qué tengo que hacer?”. Jesús contesta: “Haz tú lo mismo”. No debió resultar agradable para un letrado que le pusieran como modelo de comportamiento al detestado samaritano. Pero, más allá de la anécdota y de la ironía que el relato destila, el criterio sigue en pie. Lo que “hay que hacer” es vivir la bondad compasiva con quien se halla en necesidad. No hay criterio religioso por encima de éste. Por eso producen tristeza no pocas reacciones de las autoridades eclesiásticas que parecen actuar más de acuerdo al propio establishment religioso que al mensaje de Jesús. La postura de L’Osservatore Romano, a raíz de la muerte del escritor y premio Nobel José Saramago, es un ejemplo de lo que, en nombre de Jesús, no deberíamos hacer jamás. Reproduzco a continuación un breve artículo del periodista Manuel Alcántara, comentando el texto aludido del diario vaticano. “El diario oficial de la Santa Sede ha aprovechado la muerte de Saramago para reprocharle su conducta, que aparte de haber sido ejemplar desde un punto de vista personal, estuvo siempre a favor de los más desamparados. Con una escandalosa falta de piedad, que hace sospechar que quienes redactan las páginas del frecuentemente hirsuto diario no tienen a los Evangelios entre sus lecturas predilectas, acusan al gran escritor de profesar «una ideología antirreligiosa» y le piden cuentas póstumas por ser marxista. Una madre no debe despedirse así de uno de sus pobres hijos. Ni siquiera la Santa Madre Iglesia. Saramago, que no es uno de mis escritores favoritos, ni siquiera entre los que más me han ayudado a vivir entre los que nacieron en su tierra, era un ser humano importante, o sea, alguien a quien le importaban los otros seres humanos. Estuvo siempre comprometido con la vida, a pesar de que nunca esperó nada de ella, y nunca disfrazó sus ideas. Era muy callado, muy reservado, muy cortés. ¿Por qué aprovecharse para zaherirle su comportamiento a que la muerte le obligue a mantener una reserva aún mayor? Los muertos, sean quienes sean, quiero decir quienes hayan sido, merecen indulgencia. Ya lo saben todo, o siguen ignorándolo todo. Un respeto para ellos. La falta de piedad mostrada por las páginas del diario vaticanista no sólo es sobrecogedora, sino que desmiente la teoría del perdón, que es lo único que nos permite rectificar el pasado. Repito que esa actitud es impropia de la madre misericordia, pero además aquella dignísima persona tenía derecho a sospechar la verisimilitud de algunos mitos que le fueron transmitidos. Hay que ser o creyente o pensante, dijo Schopenhauer, pero eso ha sido desmentido en ocasiones. ¿Qué culpa pueden tener algunos de no creerse las promesas post mortem? La fe es un don, según dicen sus usuarios. No hay que reñirle a los muertos. Está muy mal que lo haga una madre. Todos somos hijos de Dios”. Finalmente, bajo la perspectiva de la parábola que venimos comentando, tiene razón el obispo Jacques Gaillot cuando afirma que “una Iglesia que no sirve, no sirve para nada” –es el titulo de un libro que publicó en 1995, en la editorial Sal Terrae-. Y es que la Iglesia que se remite a Jesús únicamente puede ser fiel al Maestro si es, en la práctica, “una Iglesia samaritana”. Pero, a su vez, sólo podrá ser esa Iglesia, cuando quienes la integramos vayamos creciendo en capacidad de amar, porque hayamos empezado a descubrir que el Amor es el núcleo de nuestra misma identidad. www.enriquemartinezlozano.com Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:13 PM PDT ![]() Pero, ¿y si el mundo fuera diferente de lo que nosotros pensamos que es? A Jesús le gustaba romper los esquemas a la gente que le escuchaba, hablarles de otras posibilidades, de otros comportamientos inesperados. El Reino se manifiesta, dice Jesús, no precisamente allí donde esperamos sino justo donde no lo esperamos. Jesús y el “oficialmente” bueno Basta con pensar que el diálogo de Jesús es con un maestro de la ley. Escriba o fariseo, da lo mismo. Era un especialista, un maestro del pueblo. Era uno “socialmente bueno”. Exactamente igual que mucha gente piensa de los sacerdotes actuales, que son mejores, que son santos, que están más cerca de Dios. Eso era lo que pensaba el pueblo de aquella época de los maestros de la ley. En esa perspectiva se entiende perfectamente el diálogo entre Jesús y el maestro de la ley. Hacen una disquisición teórica sobre lo que son los mandamientos principales. Llegan a una conclusión clara: para conseguir la vida –interesante señalar que el maestro de la ley se refiere a la vida “eterna” y Jesús habla sólo de la “vida”– hay que amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Las ideas, los principios, están claras. Pero el maestro de la ley hace otra pregunta y Jesús se aprovecha del hueco abierto en el pensamiento del maestro de la ley para contar una historia que romperá sus esquemas y los de muchos de sus oyentes. Porque en su historia el prójimo no es el necesitado sino el que se acerca a atender las heridas del necesitado. Porque en su historia aparecen un sacerdote y un levita –representantes oficiales de la religión y del culto en el Templo de Jerusalén– y quedan fatal. Tienen otras urgencias entre las que no entran atender las heridas de aquel pobre hombre tendido a la vera del camino. Por último, aparece un samaritano, un despreciable samaritano, uno que no pertenecía al pueblo elegido, que era un pecador público, que no adoraba al Dios verdadero ni iba al Tempo. Y ése, precisamente ése, es el que se comporta como prójimo. Es el modelo a seguir. Es el que marca el camino. Como el samaritano, así tenemos que ser todos –dice Jesús– si queremos ser prójimos de nuestros hermanos y hermanas necesitados. Más allá de los prejuicios Jesús quiebra los prejuicios de sus oyentes y les invita a abrir los ojos: la bondad puede estar presente allí donde menos se la espera. Más allá de las apariencias y los prejuicios, cualquiera puede darnos una lección de lo que es comportarse como hermano o hermana, de lo que significa acercarse, hacerse próximo al otro, empatizar con él, escuchar y compartir sus dolores, sus penas, sus alegrías. Eso es vivir la fraternidad. Y la fraternidad no está limitada a los límites de la comunidad creyente ni de la Iglesia. La fraternidad es siempre fruto de la acción del Espíritu y el Espíritu es libre para actuar allá donde encuentra una buena voluntad, un corazón sincero y honesto (primera lectura). Las lecturas de este domingo, sobre todo el Evangelio, nos dejan dos lecciones. Primero aprendemos que nuestro deber como cristianos, si queremos conseguir la vida, es acercarnos a nuestros hermanos y hermanas en necesidad sin discriminarles por razón de religión, raza, vida moral ni ninguna otra razón. No es cuestión de abrir una oficina para que vengan sino de salir a la calle a buscarlos. Y la segunda es que tenemos que renunciar a los prejuicios, a las ideas preconcebidas. Son las anteojeras, las gafas oscuras, que nos impedirán ver la acción del Espíritu que obra maravillas a nuestro alrededor, que va construyendo en la sencillez de las cosas pequeñas el reino de Dios que es cercanía cariñosa y compasiva, que es reconciliación y perdón, que es curación y salvación. Porque él quiso reconciliar consigo todos los seres, los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz (segunda lectura). Su voluntad es que haya paz y que se termine la sangre, que nos demos la mano y, reconciliados, construyamos el reino. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 10 Jul 2010 05:06 PM PDT ![]() Salirse del camino Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 25-37 Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». «Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida». Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver". ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera». Compartiendo la Palabra Por Pedro Garcia cmf Pocas páginas del Evangelio ganarán al de este Domingo en simpatía, en viveza, y, no digamos, en lección importante. Nos encontramos ante la enseñanza central de todo el mensaje del Señor. Aquel doctor de la Ley quiso poner en algún aprieto a Jesús, y, sin él pretenderlo, arrancó a la imaginación de Jesús una parábola formidable, genial, que, oída una vez, ya no se olvida jamás. Probablemente, Jesús salía de Jericó hacia Jerusalén, y le detiene el doctor para plantearle una cuestión: - Maestro, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? - Ahora soy yo el que te pregunto a ti: ¿Qué está escrito en la ley? ¿qué lees en ella? - Lo primero de todo, lo que recito cada mañana con el shemá: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu: y a tu prójimo como a ti mismo. - Muy bien, doctor. Has respondido muy bien. Haz esto mismo, y tendrás la vida. El doctor se sintió halagado. Pero, para justificar su pregunta, pide ahora una aclaración muy interesante: - ¿Y quién es mi prójimo?... Porque para los legistas, y en la mentalidad del pueblo, prójimo era el pariente, el amigo, el conciudadano que se portaba bien. Pero otros..., ya no era tan claro. Jesús da una respuesta inmediata con una parábola inigualable, inspirada en el mismo camino que seguía, pues había un desfiladero a unos veinte kilómetros de Jerusalén, y cerca una posada. Era muy peligroso pasar por esa ruta, dado los muchos asaltos que por allí se perpetraban. Así, que contesta: * Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos bandidos que lo despojaron de sus vestidos, le robaron, le golpearon, y lo dejaron medio muerto. Pasa por allí un sacerdote de la Ley, lo ve, da media vuelta, y se va... Un levita, servidor del Templo, hace lo mismo: lo mira, da otra media vuelta, y lo deja allí sin preocuparse... Pero llega un samaritano, lo ve, se conmueve, lo alivia derramando sobre las heridas aceite y vino, lo carga después en su propio jumento y lo lleva al mesón. Lo entrega al posadero con este preciso encargo: toma dos denarios, y cuídalo. Si gasta algo de más, me lo dices a la vuelta, y yo te lo pago todo. El doctor estaba que ardía. Esa palabra samaritano le caía como una bomba, pues los judíos y los samaritanos se odiaban a muerte. Pero, tiene que aguantar ahora la pregunta decisiva de Jesús: - ¿Quién de estos tres —el sacerdote, el levita o el samaritano— te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Como no tenía otra alternativa, el doctor se vio obligado a responder: - El que ejercitó con él la misericordia. ¡Ya se cuidó bien de decir “el samaritano”, ya!... Y Jesús le respondió con cierta ironía: - Vete, y haz tú lo mismo. Jesús ha estado genial. Aquí no valen palabras bonitas. Aquí no valen promesas. Aquí no valen senti-mientos. Aquí solamente valen las acciones concretas. Aquí cae de primera nuestro repetidísimo refrán: Obras son amores, que no buenas razones. El amor se demuestra con las obras, y nada más. ¿Y a qué prójimo tiene que ir dirigida la ayuda? ¿Al pariente? ¿Al amigo? ¿Al de mi tierra? ¿Al que le debo un favor?... ¿O entra también el desagradecido? ¿Entra incluso mi enemigo declarado?... Aquí está la radicalidad del Evangelio y la perfección del discípulo de Cristo. El amor no conoce fronteras. El amor se ejercita con todos por igual: con los que nos quieren y con los que nos odian, con los que nos van a pagar bien y con los que van a volverse contra nosotros apenas les ayudemos... Recuerdo haber leído con emoción la historia de un sacerdote santo. Médico de profesión, al estallar la revolución española cuidaba los enfermos de un hospital. Un día traen al asesino más temible, que llegaba con la pierna rota. El sacerdote Juan y el miliciano Enrique entablan una lucha emocionante y desesperada de amor y de odio. El miliciano le repite constantemente al Sacerdote y Doctor: - Juan, cúrame bien, cúrame bien, que cuando esté curado te lo pagaré todo. Así un día y otro durante dos meses. El sacerdote Juan no llegaba a dormir tres horas diarias por atender a Enrique, ¡que al fin curó, y le llegó la hora de pagar tanto beneficio a su bienhechor! Cuando van a buscar al Padre Juan para llevarlo a fusilar, está Enrique entre los asesinos. El Padre no puede reprimir un desahogo muy comprensible: - ¿Tú también, Enrique?... Pero el miliciano, insensible a todo: - ¡Venga! ¡Al camión! Ya te dije que te lo pagaría todo. Y le enseña la pistola: -¿Dónde quieres que te dé yo la inyección a ti?... Se la dio, y bien certera, en el mismo corazón. Naturalmente, que ahora el Padre Juan, sacerdote claretiano, está camino de los altares... Por lo visto, había entendido a Jesús quién era el verdadero prójimo... Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. 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Posted: 10 Jul 2010 04:57 PM PDT Lectura del libro del Deuteronomio 30, 9-14 Moisés habló al pueblo, diciendo: El Señor, tu Dios, te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de tus entrañas, en las crías de tu ganado y en los productos de tu suelo. Porque el Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido en la prosperidad de tus padres. Todo esto te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: «¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?» Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: «¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?» No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques. Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 68, 14.17. 30-31. 36-37 R. Busquen al Señor, y vivirán. Mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad. R. Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, por tu gran compasión vuélvete a mí; Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R. Porque el Señor salvará a Sión y volverá a edificar las ciudades de Judá: el linaje de sus servidores la tendrá como herencia, y los que aman su Nombre morarán en ella. R. Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 1, 15-20 Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de Él y para Él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en Él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que Él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud. Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra de Dios. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 25-37 Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». «Has respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida». Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver". ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?» «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera». LITURGIA DE LAS HORAS TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XV Propio. Salterio III 11 de julio LAUDES (Oración de la mañana) INVOCACIÓN INICIAL V. Señor, abre mis labios R. Y mi boca proclamará tu alabanza. INVITATORIO Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Himno: LAS SOMBRAS OSCURAS HUYEN. Las sombras oscuras huyen, ya va pasando la noche; y el sol, con su luz de fuego, nos disipa los temores. Ya se apagan las estrellas y se han encendido soles; el rocío cae de los cielos en el cáliz de las flores. Las criaturas van vistiendo sus galas y sus colores, porque al nacer nuevo día hacen nuevas las canciones. ¡Lucero, Cristo, del alba, que paces entre esplendores, apacienta nuestras vidas ya sin sombras y sin noches! ¡Hermoso Cristo, el Cordero, entre collados y montes! Amén. SALMODIA Ant. 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya. Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR El Señor reina vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder: así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. Levantan los ríos, Señor, levantan los ríos su voz, levantan los ríos su fragor; pero más que la voz de aguas caudalosas, más potente que el oleaje del mar, más potente en el cielo es el Señor. Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya. Ant. 2. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya. Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,57-88. 56 Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor. Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor. Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos. Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor. Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos. No se dice Gloria al Padre. Ant. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya. Ant. 3. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya. Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles, alabadlo todos sus ejércitos. Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes. Alabadlo, espacios celestes, y aguas que cuelgan en el cielo. Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron. Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará. Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar. Rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes. Montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros. Fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo. Los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya. LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14 Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor. RESPONSORIO BREVE V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre. R. Ten piedad de nosotros. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. El buen samaritano se acercó al herido y le curó las llagas. Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El buen samaritano se acercó al herido y le curó las llagas. PRECES Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle: Ilumina, Señor, a tu pueblo. Te bendecimos, Señor, luz nuestra, porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día. Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo, haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual. Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo, envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti. Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir: Padre nuestro... ORACIÓN Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. --------------------- II VÍSPERAS Oración de la tarde V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Himno: SANTA UNIDAD Y TRINIDAD BEATA. Santa unidad y Trinidad beata: con los destellos de tu brillo eterno, infunde amor en nuestros corazones, mientras se va alejando el sol de fuego. Por la mañana te cantamos loas y por la tarde te elevamos ruegos, pidiéndote que estemos algún día entre los que te alaban en el cielo. Glorificado sean por los siglos de los siglos el Padre y su Unigénito, y que glorificado con entrambos sea por tiempo igual el Paracleto. Amén SALMODIA Ant. 1. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya. Salmo 109 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.» El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes. En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya. Ant. 2. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya. Salmo 110 - GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su poder, dándoles la heredad de los gentiles. Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud. Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya. Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya. Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7 El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa. Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios (R. Aleluya) porque sus juicios son verdaderos y justos. R. Aleluya, (aleluya). Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. (R. Aleluya) Los que les teméis, pequeños y grandes. R. Aleluya, (aleluya). Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. (R. Aleluya) Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. |
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