13 de julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. MARTES XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (CIiclo C) 3ª semana del Salterio. SAN ENRIQUE, Memoria libre. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Teresa de J. de los Andes vg Silas NT, Esdras AT. B. Santiago de Varazze ob,
LITURGIA DE LA PALABRA
Is 7, 1-9: Si no creen, no subsistirán
Salmo 47: Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Mt 11, 20-24: ¡Ay de ti!
En un contexto de rechazo e incredulidad solo los pequeños son capaces de acoger la revelación del Padre. La pobreza de Cristo da unidad a todo el pasaje, frente al intelectualismo de los sabios que creían saberlo todo, Jesús se dirige a los ignorantes, pero como uno de ellos, pues afirma que todo lo que el sabe no proviene de El, sino que lo ha recibido del Padre.
Frente al legalismo de los fariseos, Jesús se vuelve hacia los que se encorvan bajo el yugo de la ley y se presenta igualmente como uno de ellos; también a El le han echado en cara faltas y pecados. La relación de Jesús con Jesús era una relación filial.
Serán discípulos de Jesús los que acepten en lo mas profundo de su ser la renovación que los hace disponibles a la iniciativa divina y vivirán esta renovación en la comunidad eclesial de los pobres, encargados de mostrar al mundo, de este modo, la adopción divina de los hombres y de vivirla plenamente. Jesús invita a los sencillos a que se hagan discípulos suyos, siguiendo sus pasos en obediencia filial a la voluntad del Padre. Los pequeños son los discípulos que asumiéndolo, han oído de verdad el mensaje que Jesús ha revelado, los que se hacen como niños, en el sentido en que ponen toda su seguridad en Dios son los que poseen un corazón para acogerlo.
PRIMERA LECTURA.
Isaías 7, 1-9
Si no creéis, no subsistiréis
Reinaba en Judá Acaz, hijo de Yotán, hijo de Ozías. Rasín, rey de Damasco, y Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla; pero no lograron conquistarla. Llegó la noticia al heredero de David: "Los sirios acampan en Efraín." Y se agitó su corazón y el del pueblo, como se agitan los árboles del bosque con el viento.
Entonces el Señor dijo a Isaías: "Sal al encuentro de Acaz, con tu hijo Sear Yasub, hacia el extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y le dirás: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes, la ira ardiente de Rasín y los sirios y del hijo de Romelía. Aunque tramen tu ruina diciendo: 'Subamos contra Judá, sitiémosla, apoderémonos de ella, y nombraremos en ella rey al hijo de Tabeel.'
Así dice el Señor: No se cumplirá ni sucederá: Damasco es capital de Siria, y Rasín, capitán de Damasco; Samaria es capital de Efraín, y el hijo de Romelía, capitán de Samaria. Dentro de cinco o seis años, Efraín, destruido, dejará de ser pueblo. Si no creéis, no subsistiréis.""
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 47
R/.Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza / en la ciudad de nuestro Dios, / su monte santo, altura hermosa, / alegría de toda la tierra. R.
El monte Sión, vértice del cielo, / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, / Dios descuella como un alcázar. R.
Mirad: los reyes se aliaron / para atacarla juntos; / pero, al verla, quedaron aterrados / y huyeron despavoridos. R.
Allí los agarró un temblor / y dolores como de parto; / como un viento del desierto, / que destroza las naves de Tarsis.
SANTO EVANGELIO
Mateo 11, 20-24
El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras
En aquel tiempo se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: "¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Palabra del Señor
LITURGIA DE LA PALABRA
Is 7, 1-9: Si no creen, no subsistirán
Salmo 47: Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Mt 11, 20-24: ¡Ay de ti!
En un contexto de rechazo e incredulidad solo los pequeños son capaces de acoger la revelación del Padre. La pobreza de Cristo da unidad a todo el pasaje, frente al intelectualismo de los sabios que creían saberlo todo, Jesús se dirige a los ignorantes, pero como uno de ellos, pues afirma que todo lo que el sabe no proviene de El, sino que lo ha recibido del Padre.
Frente al legalismo de los fariseos, Jesús se vuelve hacia los que se encorvan bajo el yugo de la ley y se presenta igualmente como uno de ellos; también a El le han echado en cara faltas y pecados. La relación de Jesús con Jesús era una relación filial.
Serán discípulos de Jesús los que acepten en lo mas profundo de su ser la renovación que los hace disponibles a la iniciativa divina y vivirán esta renovación en la comunidad eclesial de los pobres, encargados de mostrar al mundo, de este modo, la adopción divina de los hombres y de vivirla plenamente. Jesús invita a los sencillos a que se hagan discípulos suyos, siguiendo sus pasos en obediencia filial a la voluntad del Padre. Los pequeños son los discípulos que asumiéndolo, han oído de verdad el mensaje que Jesús ha revelado, los que se hacen como niños, en el sentido en que ponen toda su seguridad en Dios son los que poseen un corazón para acogerlo.
PRIMERA LECTURA.
Isaías 7, 1-9
Si no creéis, no subsistiréis
Reinaba en Judá Acaz, hijo de Yotán, hijo de Ozías. Rasín, rey de Damasco, y Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel, subieron a Jerusalén para atacarla; pero no lograron conquistarla. Llegó la noticia al heredero de David: "Los sirios acampan en Efraín." Y se agitó su corazón y el del pueblo, como se agitan los árboles del bosque con el viento.
Entonces el Señor dijo a Isaías: "Sal al encuentro de Acaz, con tu hijo Sear Yasub, hacia el extremo del canal de la Alberca de Arriba, junto a la Calzada del Batanero, y le dirás: "¡Vigilancia y calma! No temas, no te acobardes ante esos dos cabos de tizones humeantes, la ira ardiente de Rasín y los sirios y del hijo de Romelía. Aunque tramen tu ruina diciendo: 'Subamos contra Judá, sitiémosla, apoderémonos de ella, y nombraremos en ella rey al hijo de Tabeel.'
Así dice el Señor: No se cumplirá ni sucederá: Damasco es capital de Siria, y Rasín, capitán de Damasco; Samaria es capital de Efraín, y el hijo de Romelía, capitán de Samaria. Dentro de cinco o seis años, Efraín, destruido, dejará de ser pueblo. Si no creéis, no subsistiréis.""
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 47
R/.Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza / en la ciudad de nuestro Dios, / su monte santo, altura hermosa, / alegría de toda la tierra. R.
El monte Sión, vértice del cielo, / ciudad del gran rey; / entre sus palacios, / Dios descuella como un alcázar. R.
Mirad: los reyes se aliaron / para atacarla juntos; / pero, al verla, quedaron aterrados / y huyeron despavoridos. R.
Allí los agarró un temblor / y dolores como de parto; / como un viento del desierto, / que destroza las naves de Tarsis.
SANTO EVANGELIO
Mateo 11, 20-24
El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras
En aquel tiempo se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: "¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Palabra del Señor
Comentario de la Primera Lectura: Is 7, 1-9. Si no creéis no subsistiréis.
Sobre el fondo de la guerra siro-efraimita, que opuso a los reyes de Israel y de Siria contra el rey de Judá, se abre con el capítulo 7 de lsaías el así llamado «libro del Enmanuel». «Enmanuel», Dios-con-nosotros, es el nombre del hijo anunciado a Ajaz, rey de Judá, como signo que garantiza la intervención salvífica de Yavé, a pesar de la incredulidad del soberano y de los grandes del reino.
En torno a esta figura se agrupan los oráculos de los capítulos. 7 11, en los que se atribuye al hijo que ha de nacer prerrogativas que superan los confines de su historia contemporánea y lo elevan a símbolo e imagen del mesías que había de venir Dios cumplirá su promesa y asegurará el futuro de la dinastía davídica. Al rey y al pueblo les corresponde esta adhesión de fe, condición indispensable para participar de la promesa misma.
Frente a la inminente amenaza de Israel y de Siria, que no perdonan a Judá su no participación en la coalición antiasiria, el rey Ajaz, por un lado, dota a Jerusalén de defensas que puedan asegurarle la supervivencia en caso de asedio y, por otro, intenta aliarse con el más fuerte, esto es, precisamente Asiria.
El profeta va al encuentro del, rey para recordarte que lo que cuenta y marca la diferencia no es tanto la estrategia política y militar como la fe en Dios (v. 9b), única auténtico soberano de Judá, a quien el profeta representa. El Señor garantiza la victoria sobre los dos reyes, cuyo poder es comparable al de «dos tizones humeantes» (v. 4).
Comentario del Salmo 47.Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Es un cántico de Sión, esto es, una alabanza de la ciudad de Jerusalén. Gracias al templo, morada de Dios, esta ciudad no cae en las manos de sus enemigos.
Este salmo tiene cuatro partes: 2-4; 5-8; 9-12; 13-15. La primera (2-4) une estrechamente al Señor con Jerusalén (Sión); se la llama «ciudad de nuestro Dios» y «ciudad del gran rey» (2-3). Se elogia el monte Sión (donde se levanta el templo), afirmando que es santo, hermoso, alegría de toda la tierra y vértice del cielo (cuatro modos de caracterizarlo). Se presenta como el centro del mundo. Además se habla de los palacios que hay junto a las murallas de la ciudad, en los que Dios se ha manifestado como un alcázar (4; si se derrumban las murallas, también los palacios se vendrían abajo). El Señor se presenta como un guerrero que defiende su ciudad.
La segunda parte (5-8) habla de un conflicto entre Sión y los reyes que han venido con sus ejércitos para atacarla. La derrota que sufrieron fue total. Se compara lo que sintieron con el temblor de los dolores del parto (7), y lo que padecieron es semejante a la destrucción que provoca el viento del desierto que destroza las naves de Tarsis (8). Esta imagen es muy enérgica, pues el viento del desierto viene del este, y Tarsis quedaba al oeste (probablemente en España).
La tercera parte (9-12) es la constatación de los peregrinos que llegan a Jerusalén con motivo de las fiestas. Habían oído hablar de todas estas cosas. Ahora pueden verlas con sus propios ojos: Dios ha fundado Jerusalén para siempre (9). Por tanto, pueden meditar en el templo acerca del amor que el Señor ha manifestado tener por la ciudad (10), extendiendo la alabanza de Dios hasta los confines de la tierra (11). Alaban la mano fuerte del Dios liberador que hace justicia, causando la alegría del monte Sión y de las ciudades de Judá (12).
En la última parte (13-15), los sacerdotes invitan a los peregrinos a un «paseo turístico» que tiene como objeto perpetuar la memoria de la presencia de Dios en la ciudad, su amor por ella y su protección constante. Este paseo, por fuera de las murallas, permite contar los torreones, admirar las murallas y con templar los palacios (13-14). A su regreso, los peregrinos contarán lo que han visto a los que se habían quedado en casa (los niños), constatando que «este Dios es nuestro Dios El nos guiará por siempre jamás» (15).
Este cántico de Sión es fruto de una peregrinación. Todo está marcado por la alegría tras la superación del terrible conflicto que se describe en la segunda parte (5-8). Algunos reyes se habían aliado para destruir la ciudad. Esta, junto con el templo, representaba la identidad nacional del pueblo de Dios. No sabemos quiénes fueron los reyes que atacaron Jerusalén. Hay quienes piensan que pudo tratarse de Senaquerib, en el año 701 a.C. En tal caso, ese texto sería contemporáneo del salmo 46. Pero este episodio puede referirse al ataque de Rasín, rey de Siria, y de Pécaj, rey de Israel, en el 735 a.C (cf. 2Re 16). La derrota de estos reyes se ve como resultado de la presencia de Dios en la ciudad y de su protección. De este modo se refuerza la idea de que Jerusalén nunca será destruida.
Dios recibe muchos títulos en este salmo «nuestro Dios» (tres veces: 2.9.15), es decir, el aliado de Israel; «gran rey» (3), esto es, aquel que, defendiendo la ciudad, hace justicia (1 lb-12); «alcázar» (4) de Sión, contra el cual es inútil combatir; «Señor de los Ejércitos-» (9), es decir, comandante supremo de las fuerzas armados de Israel en la lucha por la justicia (aquel que guía al pueblo por siempre jamás (15b). Además de todo esto, se pone de manifiesto la fidelidad de Dios respecto de la ciudad y del pueblo, fundándola para siempre (9b); es aquel que ama al pueblo y la ciudad, haciéndote justicia (10-12).
Por detrás de todo esto está el Dios de la Alianza, fiel y liberador, que no abandona a su aliado en las ocasiones más difíciles. Es el Dios que habita en medio del pueblo.
No obstante lo dicho, este salmo también esconde algún riesgo. Algunos, sobre todo profetas nunca aceptaron la idea de «confinar» a Dios en un espacio físico como el templo, pues el Dios del éxodo está siempre en camino como su pueblo. Pretender reducirlo a una construcción, da la impresión de querer controlarlo. Otro de los riesgos es este: Si Dios habita en el templo, entonces la ciudad en que se encuentra se convierte en invencible, ¿Es esto verdadero o falso? «Verdadero», decían los que ponían en Dios una confianza mágica, sin compromiso (nótese que el salmo emplea dos veces lo expresión «para siempre» (9 y 15, aquí «por siempre jamás»). «Falso», aseguraban los que defendían también un compromiso de la ciudad y del pueblo, con la intención de que no se rompiera la alianza.
Con Jesús se aclararon las cosas definitivamente, El dijo que el templo de Jerusalén sería destruido (Mt 21,12-13; Mc 11,11.15-17; Lc 19,45-46; Jn 2,13-22). Lloró por Jerusalén, que no reconoció la visita de Dios (Lc 19,41-44), la ciudad que mato a los profetas y apedreaba los mensajeros divinos (Lc 13,34). Más aún, según Juan, el nuevo templo en el que se produce el encuentro entre Dios y la humanidad es el cuerpo de Jesús (Jn 1,1 4) y también el cuerpo de toda persona que sigue los mandamientos del Señor (Jn 14,23). El apóstol Pablo presenta también una concepción semejante: el cuerpo de cada persona es templo del Espíritu Santo (1Cor 5,19).
Puede ser interesante rezarlo pensando en nuestras grandes ciudades y en sus graves problemas; teniendo presente, también, el cuerpo de tantas y tantas personas, templo suficiente, profanado o mutilado. Se puede rezar este salmo intentando descubrir los nuevos lugares de la presencia de Dios. También se presta para peregrinaciones y romerías, momentos en los que podemos sentir con intensidad la presencia de Dios en nuestro camino...
Comentario del Santo Evangelio: Mt 11 20-24. El día de juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotros.
El pasaje presenta tres invectivas, de sello profético, dirigidas por Jesús a algunas ciudades de Galilea. Corozaín, Betsaida y Cafarnaún constituyeron el primer espacio operativo de Cristo, fueron espectadoras y beneficiarias de su actividad taumatúrgica y de su primer anuncio del Reino (vv. 21-23). Sin embargo, se las cita corno prototipos de la «generación caprichosa» que se parece a los niños en las plazas. Estos últimos, en vez de participar en el juego, se quedan sentados, como dice la parábola que precede al pasaje de hoy (cf. Mt 11,16-19).
Los milagros que realiza Jesús no son fines en sí mismos, sino signos que levantan el velo sobre la verdadera identidad de aquel que los realiza. Son como acciones pedagógicas cuyo objetivo es la acogida de Jesús y de su mensaje en la fe: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15b). Eso supone una disponibilidad radical que germina en la conciencia de nuestra propia necesidad de ser salvados, de ser liberados del mal. Por eso a las ciudades paganas y pecadoras, emblema de las cuales son Tiro, Sidón y Sodoma, se las considera, potencial mente, más dóciles para abrirse al anuncio del Evangelio y a la consiguiente conversión.
Estamos inmersos en la historia que vivimos y no podemos evitar hacer lo que podamos para obtener los resultados más ventajosos para nosotros en ella. A buen seguro, no tiene sentido que esperemos ayudas de lo alto que suplan la inhibición y nuestro carácter inoperante. Con todo, no raras veces nos sentimos impelidos hacia dos actitudes extremas: el pragmatismo, completamente escéptico o indiferente respecto al carácter incisivo de la fe en la historia, y el espiritualismo, que invoca a Dios para que resuelva problemas prácticos. Ninguna de las dos posiciones toma en serio a Dios en su verdad de Señor del tiempo y de la historia, y en su opción de confiar al hombre —como «virrey» de lo creado— la suerte de la creación (cf. Gn 1,28; 2,15).
La fe no suprime la perspicacia del análisis de lo que acaece; más aún, permite ver con detenimiento y captar las consecuencias últimas de los fenómenos políticos, sociales, familiares... La fe no nos impide adquirir la necesaria competencia para tratar las cuestiones contingentes; es más, la anima con la confianza de que nada se ha de perder, ni siquiera las derrotas y los fracasos, dado que Dios es el salvador de todo lo que existe.
La fe ensancha el horizonte más allá de las apariencias y permite reconocer la obra del Espíritu Santo, que guía al hombre hacia la plena revelación del Padre en Cristo. Abrirse a este reconocimiento es abrirse a la alegría, aun en medio de las dificultades y los sufrimientos que presenta la historia: alegría por la seguridad de que, incluso en la adversidad, el Señor está con nosotros, con tal de que nosotros no nos cerremos a los signos que revelan su presencia.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 11, 20-24, para nuestros Mayores. El mensaje de Jesús destruye toda clase de privilegios.
La medida de la responsabilidad es el don que la hace posible. A mayor don, mayor responsabilidad. La pequeña historia recogida en esta sección es una ilustración práctica de estas afirmaciones. La actividad de Jesús e Galilea estuvo principalmente centrada en las ciudades en torno al mar de Genesaret. Corozaín, al norte del Tiberiades, tierra adentro, aparece mencionada únicamente aquí. Por el contrario se hace mención frecuente de Betsaida. Pero la ciudad de mayor permanencia de Jesús fue, sin duda, Cafarnaum. Mateo la llama “su ciudad” (9, 1) y según Marcos Jesús tenía allí una casa (Mc 2, 1). Diríamos que incluso el orden por el que aparecen en el relato evangélico tiene importancia: en el orden de menor a mayor actividad de Jesús en ellas: Corozaín, Betsaida, Cafarnaum. Ya hemos dicho que Corozaín es mencionada únicamente en este lugar y que Cafarnaum fue el lugar de mayor permanencia de Jesús durante su actividad galilea.
También el orden en el contrapunto es intencionado: Tiro y Sidón eran ciudades paganas que son menciona das juntas como acreedoras de la ira divina (Is 23; Am 1, 9-10) y Sodoma había pasado a la historia bíblica como la ciudad pecadora por excelencia.
Teniendo en cuenta estos presupuestos, la lección del texto evangélico es clara: a mayor actividad de Jesús en cada una de aquellas ciudades, mayor responsabilidad. Fueron invitadas a la penitencia y no respondieron a la llamada. Serán, pues, juzgadas con mayor severidad que las ciudades mencionadas en el contrapunto de la comparación. Estas hubiesen respondido a la llamada a la conversión si hubiesen presenciado los milagros que Jesús realizó en aquéllas.
En nuestro texto se habla de los milagros de Jesús en forma genérica. No se especifica cuáles en concreto fueron hechos en las citadas ciudades. Mejor así. Porque esto nos lleva a una consideración, también genérica, de los milagros de Jesús. Son exponente de la acción del Espíritu, de la victoria sobre Satanás, de la misericordia de Dios, que invita siempre al extraviado a volver a la casa paterna. Obras que son predicación-palabra al mismo tiempo. Obras-palabra que impulsarían a la penitencia a las ciudades más impías. La responsabilidad mayor recae sobre Cafarnaum, por la razón que ya hemos apuntado: en Cafarnaum estuvo más tiempo presente, físicamente presente, el reino de los cielos, por la mayor permanencia de Jesús en ella. ¿Fue acaso esto mismo motivo de su orgullo? En todo caso es descrita con las palabras de Isaías (Is 14, 13-15) refiriéndose a la ciudad de Babilonia. El Mensaje de Jesús destruye toda clase de privilegios. Se sitúa en el terreno personal de llamada-respuesta. Es la respuesta personal a su palabra la que decide la pertenencia o exclusión de su Reino.
Comentario del santo Evangelio: 11,20-24, de Joven para Joven. ¡Ay de ti!
La verdad de la religión, la revelación de la Santísima Trinidad o la Encarnación son un misterio, son incomprensibles para la razón humana. Pero san Pablo se sorprende, sobre todo, de la elección de Israel, ¿Por qué el pueblo que ha sido el primero debe ser el último? Los pueblos de Galilea, como Cafarnaún, Betsaida y Corozaín han sido testigos de las primeras revelaciones del Mesías y de sus palabras y, sin embargo, hoy no hay cristianos y los peregrinos y turistas se pasean entre ruinas y unas pocas casas.
Algunos teólogos han intentado hacer una distinción entre elegidos y predestinados a la salvación. Cristo, dicen, ha elegido a los habitantes de Galilea para que escucharan su mensaje de salvación, pero no los ha predestinado. Pero una distinción de este tipo es peligrosa y lleva a conclusiones erróneas. Dios predestina a la salvación a todos sus elegidos. Pero el hombre puede dejarse vencer por la malicia y hacer ineficaz la elección divina, rechazándola. Es el misterio de Dios que se contrasta con el misterio del hombre. También el pecado humano es un misterio.
Si la sola elección divina no es suficiente para darnos la salvación, ¿de qué podemos fiarnos? Es la pregunta que se planteaba, hacia el final de su vida, santa Teresa de Jesús: ni siquiera después de muchos años pasados en el monasterio, entre ayunos y oraciones, se excluye la posibilidad del pecado mortal.
Vivimos una vida expuesta a todos los peligros: Adán hizo apostasía en el paraíso y Satanás en el cielo.
No es el débil quien se separa de Dios, sino quien pierde la confianza en Él. Con la elección, Dios muestra su confianza en nosotros, y exige la misma confianza de nuestra parte. No nos podemos equivocar cuando existe la confianza recíproca.
Esto lo expresa bien la oración de san Claudio de la Colombiére al Sagrado Corazón de Jesús: «Los hombres me pueden quitar todas mis posesiones y mi honor; las enfermedades me pueden quitar las fuerzas; con el pecado puedo perder Tu gracia; pero nunca perderé la confianza en Ti. Hay quien busca la felicidad en la riqueza, en la inteligencia o en la seguridad en la vida, o en las buenas obras o en muchas oraciones. Mi única confianza es el hecho de que tengo confianza, una confianza que no ha engañado nunca a nadie».
También la enseñanza de Martín Lutero se centraba en la con fianza. Es el aspecto positivo del protestantismo; el aspecto negativo es la negación del valor de los sacramentos y de las buenas obras. Los sacramentos son obras divinas para nuestra salvación. Si conservamos la confianza en Cristo, debemos manifestar la misma confianza hacia sus dones, confiados a la Iglesia. En cuanto a las buenas obras, si fueran sólo hechos humanos, difícilmente se podrían considerar «meritorias», tener la recompensa eterna. Pero el hombre no puede hacer nada verdaderamente bueno y perfecto por sí mismo, si no es por la gracia de Dios. Las buenas obras del cristiano son suyas y del Espíritu Santo, son signo de que la gracia de Dios está en esa persona. Es esto lo que hace crecer en nosotros la confianza de que Dios está con nosotros. Por esto se salvan los que obran el bien.
Elevación Espiritual para el día.
La más alta realización de la conducta cristiana consiste en humillar el propio corazón aunque sea grande en las obras, en el desprecio a la vida, y expulsar la presunción con la ayuda del temor de Dios; de este modo, gozaremos de la promesa no en proporción a los es esfuerzos realizados, sino en proporción a la fe y al amor por ella. Dada la grandeza de los dones, no es posible encontrar esfuerzos proporcionados: sólo una gran fe y una gran esperanza están en condiciones de medir la recompensa prescindiendo de los esfuerzos, y el fundamento de la fe está representado por la pobreza de espíritu y del amor desmesurado por Dios.
Reflexión Espiritual para este día.
La fe —es preciso recordarlo con vigor— no se reduce a una relación con lo divino vivida casi exclusivamente en formas emotivas y compensatorias. No se cree porque «hace bien», sino que se cree porque... Resulta difícil explicarlo. Es cuestión de enamoramiento: ¿puede explicarse el amor?
Aquí se mide la diferencia que medio entre la fe pequeña y la grande. No es que hoy falte la fe. El mundo está lleno de muchos hombres con una fe pequeña. Falta, sin embargo, la fe grande. Por desgracia, cada uno de nosotros cultiva una fe pequeña, una fe que nos tranquiliza un poco, remedio algunas de nuestras insuficiencias, calmo algunos vacíos y cura algunas heridas. Pero ¿dónde está la gran fe que habla del fuego del Espíritu, de la presencia y del retorno de Cristo, del pecado y de la misericordia, de la cruz y de la resurrección? ¿Dónde están los verdaderos creyentes, a saber: los inquietos (no los intranquilos), que, heridos y humillados por la conciencia del pecado y de la derrota, se ponen ante Dios con el peso de su vergüenza, convierten su sufrimiento en una invocación y aman el sentido de la vida más que la vida misma?
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Isaías 7, 1-9. Si no creéis firmemente en Mí, no subsistiréis.
Isaías, de origen aristocrático, vive en Jerusalén, la capital del Reino de Judá, en un círculo de escribas, de expertos políticos, de consejeros del rey. Continuamente interviene en la política de su país. Hemos visto ya cuan natural parecía esto a todos los profetas. Ello puede aclarar el debate actual sobre «Iglesia y Política».
En tiempo de Ajaz, rey de Judá. El rey de Siria, Rasón, de acuerdo con el rey de Samaria, subió a Jerusalén para asaltarla. Cuando en el palacio del rey se supo que el ejército sirio acampaba con Efraím, se estremeció el corazón del rey y el de su pueblo, como se estremecen los árboles por el viento.
¡Es la guerra! Estamos en 735 antes de Cristo. Jerusalén está cercada por los ejércitos que acampan a pocos kilómetros antes de dar el asalto definitivo. El enloquecimiento es general. El mismo Ajaz en un alocado gesto de desesperación ha ofrecido en holocausto su propio hijo al abominable dios Moloch (2Reyes, 16-3): ¡se ponía al pequeñín en los brazos calentados al rojo de una estatua del dios! Sacrificio humano. La época era dura, decimos. Pero, ¿qué hacemos, hoy, a veces, para salvaguardar intereses nacionales o sociales? ¿A quién o a quienes sacrificamos?
El Señor dijo a Isaías: «Ve al encuentro de Ajaz, al final del acueducto de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero...» El asustado monarca se encuentra allá sobre el teatro de operaciones, fuera de las murallas de Jerusalén, vigilando los preparativos de la defensa.
Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón por ese par de tizones humeantes, el rey de Siria y el de Samaria. El contraste es evidente entre el aturdimiento del rey y la lúcida serenidad del profeta. Isaías escucha a Dios en pleno centro del «acontecimiento»: «el Señor dijo a Isaías».
¿Sé yo escuchar a Dios que también me habla a mí; a través de todo lo que sucede, especialmente a través de las situaciones colectivas que afectan a un gran número de personas? Esta es la finalidad de la revisión de vida: procurar escuchar lo que Dios dice en pleno centro de los acontecimientos.
Ve a encontrar a Ajaz con tu hijo «Sear yasub» —que significa: «Un resto volverá». Los hijos de Isaías, como los de Amós, tienen nombres simbólicos.
Ese hijito con el que Isaías va a encontrar al rey, que acaba de matar al suyo, lleva un nombre de esperanza. ¡No! el futuro de la nación no es un callejón sin salida; pues sí, incluso por desgracia, la población de Jerusalén fuere deportada después de una derrota militar, «un pequeño resto regresará».
Así, a nivel político, la posición de Isaías no es ni la resistencia a ultranza al invasor, ni la seguridad de una intervención milagrosa de Dios, ni la alianza con Asiria —ésta era la tendencia dominante y esto es lo que de hecho, hará Ajaz—... sino la fe desnuda, la esperanza en un Dios que sigue presente en el seno mismo de los fracasos. Un pequeño resto regresará. Ese tema del «pequeño resto» pasará a ser un verdadero leit motiv de la Biblia: es la lucecita invencible que subsiste en los días tenebrosos. (Isaías 4, 3 10, 20-23; 16, 14; 24, 6, 30, 17; 37, 4; 45, 20; Deuteronomio 4, 27; 28, 62, etc.)
Si no creéis firmemente en Mí, no subsistiréis. Ciertamente es la «fe», la escala de valor del profeta, incluso cuando interviene en plena política. Los acontecimientos son, para él, la llamada a una intensa vida espiritual, a una intensa vida con Dios. +
Sobre el fondo de la guerra siro-efraimita, que opuso a los reyes de Israel y de Siria contra el rey de Judá, se abre con el capítulo 7 de lsaías el así llamado «libro del Enmanuel». «Enmanuel», Dios-con-nosotros, es el nombre del hijo anunciado a Ajaz, rey de Judá, como signo que garantiza la intervención salvífica de Yavé, a pesar de la incredulidad del soberano y de los grandes del reino.
En torno a esta figura se agrupan los oráculos de los capítulos. 7 11, en los que se atribuye al hijo que ha de nacer prerrogativas que superan los confines de su historia contemporánea y lo elevan a símbolo e imagen del mesías que había de venir Dios cumplirá su promesa y asegurará el futuro de la dinastía davídica. Al rey y al pueblo les corresponde esta adhesión de fe, condición indispensable para participar de la promesa misma.
Frente a la inminente amenaza de Israel y de Siria, que no perdonan a Judá su no participación en la coalición antiasiria, el rey Ajaz, por un lado, dota a Jerusalén de defensas que puedan asegurarle la supervivencia en caso de asedio y, por otro, intenta aliarse con el más fuerte, esto es, precisamente Asiria.
El profeta va al encuentro del, rey para recordarte que lo que cuenta y marca la diferencia no es tanto la estrategia política y militar como la fe en Dios (v. 9b), única auténtico soberano de Judá, a quien el profeta representa. El Señor garantiza la victoria sobre los dos reyes, cuyo poder es comparable al de «dos tizones humeantes» (v. 4).
Comentario del Salmo 47.Dios ha fundado su ciudad para siempre.
Es un cántico de Sión, esto es, una alabanza de la ciudad de Jerusalén. Gracias al templo, morada de Dios, esta ciudad no cae en las manos de sus enemigos.
Este salmo tiene cuatro partes: 2-4; 5-8; 9-12; 13-15. La primera (2-4) une estrechamente al Señor con Jerusalén (Sión); se la llama «ciudad de nuestro Dios» y «ciudad del gran rey» (2-3). Se elogia el monte Sión (donde se levanta el templo), afirmando que es santo, hermoso, alegría de toda la tierra y vértice del cielo (cuatro modos de caracterizarlo). Se presenta como el centro del mundo. Además se habla de los palacios que hay junto a las murallas de la ciudad, en los que Dios se ha manifestado como un alcázar (4; si se derrumban las murallas, también los palacios se vendrían abajo). El Señor se presenta como un guerrero que defiende su ciudad.
La segunda parte (5-8) habla de un conflicto entre Sión y los reyes que han venido con sus ejércitos para atacarla. La derrota que sufrieron fue total. Se compara lo que sintieron con el temblor de los dolores del parto (7), y lo que padecieron es semejante a la destrucción que provoca el viento del desierto que destroza las naves de Tarsis (8). Esta imagen es muy enérgica, pues el viento del desierto viene del este, y Tarsis quedaba al oeste (probablemente en España).
La tercera parte (9-12) es la constatación de los peregrinos que llegan a Jerusalén con motivo de las fiestas. Habían oído hablar de todas estas cosas. Ahora pueden verlas con sus propios ojos: Dios ha fundado Jerusalén para siempre (9). Por tanto, pueden meditar en el templo acerca del amor que el Señor ha manifestado tener por la ciudad (10), extendiendo la alabanza de Dios hasta los confines de la tierra (11). Alaban la mano fuerte del Dios liberador que hace justicia, causando la alegría del monte Sión y de las ciudades de Judá (12).
En la última parte (13-15), los sacerdotes invitan a los peregrinos a un «paseo turístico» que tiene como objeto perpetuar la memoria de la presencia de Dios en la ciudad, su amor por ella y su protección constante. Este paseo, por fuera de las murallas, permite contar los torreones, admirar las murallas y con templar los palacios (13-14). A su regreso, los peregrinos contarán lo que han visto a los que se habían quedado en casa (los niños), constatando que «este Dios es nuestro Dios El nos guiará por siempre jamás» (15).
Este cántico de Sión es fruto de una peregrinación. Todo está marcado por la alegría tras la superación del terrible conflicto que se describe en la segunda parte (5-8). Algunos reyes se habían aliado para destruir la ciudad. Esta, junto con el templo, representaba la identidad nacional del pueblo de Dios. No sabemos quiénes fueron los reyes que atacaron Jerusalén. Hay quienes piensan que pudo tratarse de Senaquerib, en el año 701 a.C. En tal caso, ese texto sería contemporáneo del salmo 46. Pero este episodio puede referirse al ataque de Rasín, rey de Siria, y de Pécaj, rey de Israel, en el 735 a.C (cf. 2Re 16). La derrota de estos reyes se ve como resultado de la presencia de Dios en la ciudad y de su protección. De este modo se refuerza la idea de que Jerusalén nunca será destruida.
Dios recibe muchos títulos en este salmo «nuestro Dios» (tres veces: 2.9.15), es decir, el aliado de Israel; «gran rey» (3), esto es, aquel que, defendiendo la ciudad, hace justicia (1 lb-12); «alcázar» (4) de Sión, contra el cual es inútil combatir; «Señor de los Ejércitos-» (9), es decir, comandante supremo de las fuerzas armados de Israel en la lucha por la justicia (aquel que guía al pueblo por siempre jamás (15b). Además de todo esto, se pone de manifiesto la fidelidad de Dios respecto de la ciudad y del pueblo, fundándola para siempre (9b); es aquel que ama al pueblo y la ciudad, haciéndote justicia (10-12).
Por detrás de todo esto está el Dios de la Alianza, fiel y liberador, que no abandona a su aliado en las ocasiones más difíciles. Es el Dios que habita en medio del pueblo.
No obstante lo dicho, este salmo también esconde algún riesgo. Algunos, sobre todo profetas nunca aceptaron la idea de «confinar» a Dios en un espacio físico como el templo, pues el Dios del éxodo está siempre en camino como su pueblo. Pretender reducirlo a una construcción, da la impresión de querer controlarlo. Otro de los riesgos es este: Si Dios habita en el templo, entonces la ciudad en que se encuentra se convierte en invencible, ¿Es esto verdadero o falso? «Verdadero», decían los que ponían en Dios una confianza mágica, sin compromiso (nótese que el salmo emplea dos veces lo expresión «para siempre» (9 y 15, aquí «por siempre jamás»). «Falso», aseguraban los que defendían también un compromiso de la ciudad y del pueblo, con la intención de que no se rompiera la alianza.
Con Jesús se aclararon las cosas definitivamente, El dijo que el templo de Jerusalén sería destruido (Mt 21,12-13; Mc 11,11.15-17; Lc 19,45-46; Jn 2,13-22). Lloró por Jerusalén, que no reconoció la visita de Dios (Lc 19,41-44), la ciudad que mato a los profetas y apedreaba los mensajeros divinos (Lc 13,34). Más aún, según Juan, el nuevo templo en el que se produce el encuentro entre Dios y la humanidad es el cuerpo de Jesús (Jn 1,1 4) y también el cuerpo de toda persona que sigue los mandamientos del Señor (Jn 14,23). El apóstol Pablo presenta también una concepción semejante: el cuerpo de cada persona es templo del Espíritu Santo (1Cor 5,19).
Puede ser interesante rezarlo pensando en nuestras grandes ciudades y en sus graves problemas; teniendo presente, también, el cuerpo de tantas y tantas personas, templo suficiente, profanado o mutilado. Se puede rezar este salmo intentando descubrir los nuevos lugares de la presencia de Dios. También se presta para peregrinaciones y romerías, momentos en los que podemos sentir con intensidad la presencia de Dios en nuestro camino...
Comentario del Santo Evangelio: Mt 11 20-24. El día de juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotros.
El pasaje presenta tres invectivas, de sello profético, dirigidas por Jesús a algunas ciudades de Galilea. Corozaín, Betsaida y Cafarnaún constituyeron el primer espacio operativo de Cristo, fueron espectadoras y beneficiarias de su actividad taumatúrgica y de su primer anuncio del Reino (vv. 21-23). Sin embargo, se las cita corno prototipos de la «generación caprichosa» que se parece a los niños en las plazas. Estos últimos, en vez de participar en el juego, se quedan sentados, como dice la parábola que precede al pasaje de hoy (cf. Mt 11,16-19).
Los milagros que realiza Jesús no son fines en sí mismos, sino signos que levantan el velo sobre la verdadera identidad de aquel que los realiza. Son como acciones pedagógicas cuyo objetivo es la acogida de Jesús y de su mensaje en la fe: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15b). Eso supone una disponibilidad radical que germina en la conciencia de nuestra propia necesidad de ser salvados, de ser liberados del mal. Por eso a las ciudades paganas y pecadoras, emblema de las cuales son Tiro, Sidón y Sodoma, se las considera, potencial mente, más dóciles para abrirse al anuncio del Evangelio y a la consiguiente conversión.
Estamos inmersos en la historia que vivimos y no podemos evitar hacer lo que podamos para obtener los resultados más ventajosos para nosotros en ella. A buen seguro, no tiene sentido que esperemos ayudas de lo alto que suplan la inhibición y nuestro carácter inoperante. Con todo, no raras veces nos sentimos impelidos hacia dos actitudes extremas: el pragmatismo, completamente escéptico o indiferente respecto al carácter incisivo de la fe en la historia, y el espiritualismo, que invoca a Dios para que resuelva problemas prácticos. Ninguna de las dos posiciones toma en serio a Dios en su verdad de Señor del tiempo y de la historia, y en su opción de confiar al hombre —como «virrey» de lo creado— la suerte de la creación (cf. Gn 1,28; 2,15).
La fe no suprime la perspicacia del análisis de lo que acaece; más aún, permite ver con detenimiento y captar las consecuencias últimas de los fenómenos políticos, sociales, familiares... La fe no nos impide adquirir la necesaria competencia para tratar las cuestiones contingentes; es más, la anima con la confianza de que nada se ha de perder, ni siquiera las derrotas y los fracasos, dado que Dios es el salvador de todo lo que existe.
La fe ensancha el horizonte más allá de las apariencias y permite reconocer la obra del Espíritu Santo, que guía al hombre hacia la plena revelación del Padre en Cristo. Abrirse a este reconocimiento es abrirse a la alegría, aun en medio de las dificultades y los sufrimientos que presenta la historia: alegría por la seguridad de que, incluso en la adversidad, el Señor está con nosotros, con tal de que nosotros no nos cerremos a los signos que revelan su presencia.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 11, 20-24, para nuestros Mayores. El mensaje de Jesús destruye toda clase de privilegios.
La medida de la responsabilidad es el don que la hace posible. A mayor don, mayor responsabilidad. La pequeña historia recogida en esta sección es una ilustración práctica de estas afirmaciones. La actividad de Jesús e Galilea estuvo principalmente centrada en las ciudades en torno al mar de Genesaret. Corozaín, al norte del Tiberiades, tierra adentro, aparece mencionada únicamente aquí. Por el contrario se hace mención frecuente de Betsaida. Pero la ciudad de mayor permanencia de Jesús fue, sin duda, Cafarnaum. Mateo la llama “su ciudad” (9, 1) y según Marcos Jesús tenía allí una casa (Mc 2, 1). Diríamos que incluso el orden por el que aparecen en el relato evangélico tiene importancia: en el orden de menor a mayor actividad de Jesús en ellas: Corozaín, Betsaida, Cafarnaum. Ya hemos dicho que Corozaín es mencionada únicamente en este lugar y que Cafarnaum fue el lugar de mayor permanencia de Jesús durante su actividad galilea.
También el orden en el contrapunto es intencionado: Tiro y Sidón eran ciudades paganas que son menciona das juntas como acreedoras de la ira divina (Is 23; Am 1, 9-10) y Sodoma había pasado a la historia bíblica como la ciudad pecadora por excelencia.
Teniendo en cuenta estos presupuestos, la lección del texto evangélico es clara: a mayor actividad de Jesús en cada una de aquellas ciudades, mayor responsabilidad. Fueron invitadas a la penitencia y no respondieron a la llamada. Serán, pues, juzgadas con mayor severidad que las ciudades mencionadas en el contrapunto de la comparación. Estas hubiesen respondido a la llamada a la conversión si hubiesen presenciado los milagros que Jesús realizó en aquéllas.
En nuestro texto se habla de los milagros de Jesús en forma genérica. No se especifica cuáles en concreto fueron hechos en las citadas ciudades. Mejor así. Porque esto nos lleva a una consideración, también genérica, de los milagros de Jesús. Son exponente de la acción del Espíritu, de la victoria sobre Satanás, de la misericordia de Dios, que invita siempre al extraviado a volver a la casa paterna. Obras que son predicación-palabra al mismo tiempo. Obras-palabra que impulsarían a la penitencia a las ciudades más impías. La responsabilidad mayor recae sobre Cafarnaum, por la razón que ya hemos apuntado: en Cafarnaum estuvo más tiempo presente, físicamente presente, el reino de los cielos, por la mayor permanencia de Jesús en ella. ¿Fue acaso esto mismo motivo de su orgullo? En todo caso es descrita con las palabras de Isaías (Is 14, 13-15) refiriéndose a la ciudad de Babilonia. El Mensaje de Jesús destruye toda clase de privilegios. Se sitúa en el terreno personal de llamada-respuesta. Es la respuesta personal a su palabra la que decide la pertenencia o exclusión de su Reino.
Comentario del santo Evangelio: 11,20-24, de Joven para Joven. ¡Ay de ti!
La verdad de la religión, la revelación de la Santísima Trinidad o la Encarnación son un misterio, son incomprensibles para la razón humana. Pero san Pablo se sorprende, sobre todo, de la elección de Israel, ¿Por qué el pueblo que ha sido el primero debe ser el último? Los pueblos de Galilea, como Cafarnaún, Betsaida y Corozaín han sido testigos de las primeras revelaciones del Mesías y de sus palabras y, sin embargo, hoy no hay cristianos y los peregrinos y turistas se pasean entre ruinas y unas pocas casas.
Algunos teólogos han intentado hacer una distinción entre elegidos y predestinados a la salvación. Cristo, dicen, ha elegido a los habitantes de Galilea para que escucharan su mensaje de salvación, pero no los ha predestinado. Pero una distinción de este tipo es peligrosa y lleva a conclusiones erróneas. Dios predestina a la salvación a todos sus elegidos. Pero el hombre puede dejarse vencer por la malicia y hacer ineficaz la elección divina, rechazándola. Es el misterio de Dios que se contrasta con el misterio del hombre. También el pecado humano es un misterio.
Si la sola elección divina no es suficiente para darnos la salvación, ¿de qué podemos fiarnos? Es la pregunta que se planteaba, hacia el final de su vida, santa Teresa de Jesús: ni siquiera después de muchos años pasados en el monasterio, entre ayunos y oraciones, se excluye la posibilidad del pecado mortal.
Vivimos una vida expuesta a todos los peligros: Adán hizo apostasía en el paraíso y Satanás en el cielo.
No es el débil quien se separa de Dios, sino quien pierde la confianza en Él. Con la elección, Dios muestra su confianza en nosotros, y exige la misma confianza de nuestra parte. No nos podemos equivocar cuando existe la confianza recíproca.
Esto lo expresa bien la oración de san Claudio de la Colombiére al Sagrado Corazón de Jesús: «Los hombres me pueden quitar todas mis posesiones y mi honor; las enfermedades me pueden quitar las fuerzas; con el pecado puedo perder Tu gracia; pero nunca perderé la confianza en Ti. Hay quien busca la felicidad en la riqueza, en la inteligencia o en la seguridad en la vida, o en las buenas obras o en muchas oraciones. Mi única confianza es el hecho de que tengo confianza, una confianza que no ha engañado nunca a nadie».
También la enseñanza de Martín Lutero se centraba en la con fianza. Es el aspecto positivo del protestantismo; el aspecto negativo es la negación del valor de los sacramentos y de las buenas obras. Los sacramentos son obras divinas para nuestra salvación. Si conservamos la confianza en Cristo, debemos manifestar la misma confianza hacia sus dones, confiados a la Iglesia. En cuanto a las buenas obras, si fueran sólo hechos humanos, difícilmente se podrían considerar «meritorias», tener la recompensa eterna. Pero el hombre no puede hacer nada verdaderamente bueno y perfecto por sí mismo, si no es por la gracia de Dios. Las buenas obras del cristiano son suyas y del Espíritu Santo, son signo de que la gracia de Dios está en esa persona. Es esto lo que hace crecer en nosotros la confianza de que Dios está con nosotros. Por esto se salvan los que obran el bien.
Elevación Espiritual para el día.
La más alta realización de la conducta cristiana consiste en humillar el propio corazón aunque sea grande en las obras, en el desprecio a la vida, y expulsar la presunción con la ayuda del temor de Dios; de este modo, gozaremos de la promesa no en proporción a los es esfuerzos realizados, sino en proporción a la fe y al amor por ella. Dada la grandeza de los dones, no es posible encontrar esfuerzos proporcionados: sólo una gran fe y una gran esperanza están en condiciones de medir la recompensa prescindiendo de los esfuerzos, y el fundamento de la fe está representado por la pobreza de espíritu y del amor desmesurado por Dios.
Reflexión Espiritual para este día.
La fe —es preciso recordarlo con vigor— no se reduce a una relación con lo divino vivida casi exclusivamente en formas emotivas y compensatorias. No se cree porque «hace bien», sino que se cree porque... Resulta difícil explicarlo. Es cuestión de enamoramiento: ¿puede explicarse el amor?
Aquí se mide la diferencia que medio entre la fe pequeña y la grande. No es que hoy falte la fe. El mundo está lleno de muchos hombres con una fe pequeña. Falta, sin embargo, la fe grande. Por desgracia, cada uno de nosotros cultiva una fe pequeña, una fe que nos tranquiliza un poco, remedio algunas de nuestras insuficiencias, calmo algunos vacíos y cura algunas heridas. Pero ¿dónde está la gran fe que habla del fuego del Espíritu, de la presencia y del retorno de Cristo, del pecado y de la misericordia, de la cruz y de la resurrección? ¿Dónde están los verdaderos creyentes, a saber: los inquietos (no los intranquilos), que, heridos y humillados por la conciencia del pecado y de la derrota, se ponen ante Dios con el peso de su vergüenza, convierten su sufrimiento en una invocación y aman el sentido de la vida más que la vida misma?
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Isaías 7, 1-9. Si no creéis firmemente en Mí, no subsistiréis.
Isaías, de origen aristocrático, vive en Jerusalén, la capital del Reino de Judá, en un círculo de escribas, de expertos políticos, de consejeros del rey. Continuamente interviene en la política de su país. Hemos visto ya cuan natural parecía esto a todos los profetas. Ello puede aclarar el debate actual sobre «Iglesia y Política».
En tiempo de Ajaz, rey de Judá. El rey de Siria, Rasón, de acuerdo con el rey de Samaria, subió a Jerusalén para asaltarla. Cuando en el palacio del rey se supo que el ejército sirio acampaba con Efraím, se estremeció el corazón del rey y el de su pueblo, como se estremecen los árboles por el viento.
¡Es la guerra! Estamos en 735 antes de Cristo. Jerusalén está cercada por los ejércitos que acampan a pocos kilómetros antes de dar el asalto definitivo. El enloquecimiento es general. El mismo Ajaz en un alocado gesto de desesperación ha ofrecido en holocausto su propio hijo al abominable dios Moloch (2Reyes, 16-3): ¡se ponía al pequeñín en los brazos calentados al rojo de una estatua del dios! Sacrificio humano. La época era dura, decimos. Pero, ¿qué hacemos, hoy, a veces, para salvaguardar intereses nacionales o sociales? ¿A quién o a quienes sacrificamos?
El Señor dijo a Isaías: «Ve al encuentro de Ajaz, al final del acueducto de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero...» El asustado monarca se encuentra allá sobre el teatro de operaciones, fuera de las murallas de Jerusalén, vigilando los preparativos de la defensa.
Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón por ese par de tizones humeantes, el rey de Siria y el de Samaria. El contraste es evidente entre el aturdimiento del rey y la lúcida serenidad del profeta. Isaías escucha a Dios en pleno centro del «acontecimiento»: «el Señor dijo a Isaías».
¿Sé yo escuchar a Dios que también me habla a mí; a través de todo lo que sucede, especialmente a través de las situaciones colectivas que afectan a un gran número de personas? Esta es la finalidad de la revisión de vida: procurar escuchar lo que Dios dice en pleno centro de los acontecimientos.
Ve a encontrar a Ajaz con tu hijo «Sear yasub» —que significa: «Un resto volverá». Los hijos de Isaías, como los de Amós, tienen nombres simbólicos.
Ese hijito con el que Isaías va a encontrar al rey, que acaba de matar al suyo, lleva un nombre de esperanza. ¡No! el futuro de la nación no es un callejón sin salida; pues sí, incluso por desgracia, la población de Jerusalén fuere deportada después de una derrota militar, «un pequeño resto regresará».
Así, a nivel político, la posición de Isaías no es ni la resistencia a ultranza al invasor, ni la seguridad de una intervención milagrosa de Dios, ni la alianza con Asiria —ésta era la tendencia dominante y esto es lo que de hecho, hará Ajaz—... sino la fe desnuda, la esperanza en un Dios que sigue presente en el seno mismo de los fracasos. Un pequeño resto regresará. Ese tema del «pequeño resto» pasará a ser un verdadero leit motiv de la Biblia: es la lucecita invencible que subsiste en los días tenebrosos. (Isaías 4, 3 10, 20-23; 16, 14; 24, 6, 30, 17; 37, 4; 45, 20; Deuteronomio 4, 27; 28, 62, etc.)
Si no creéis firmemente en Mí, no subsistiréis. Ciertamente es la «fe», la escala de valor del profeta, incluso cuando interviene en plena política. Los acontecimientos son, para él, la llamada a una intensa vida espiritual, a una intensa vida con Dios. +

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