Liturgia diaria, reflexiones, cuentos, historias, y mucho más.......

Diferentes temas que nos ayudan a ser mejores cada día

Sintoniza en directo

Visita tambien...

lunes, 19 de julio de 2010

Lecturas del día 19-07-2010

19 de julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DOMINGO XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (CIiclo C) 4ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Arnulfo ob, Teodosia mj mr, Bruno ob, Federico ob.

LITURGIA DE LA PALABRA

Miq 6, 1-4. 6-8: Te han explicado, lo que Dios desea de ti
Salmo 49 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Mt 12, 38-42: Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará.

En este pasaje, los escribas se unen a los fariseos en su enfrentamiento con Jesús. Quieren un signo que puedan utilizar con el fin de verificar si Jesús cumple sus criterios para ser considerado el hijo de David. Pero Jesús ya ha dado a conocer su mesianismo como Siervo ungido con muchos signos y con las curaciones que ha ido realizando en su ministerio, ésta generación perversa y adultera’ echa mano de sentencias comunes del AT (Dt 1,35). La infidelidad se presenta como adulterio porque la alianza se describía a menudo como una relación matrimonial entre Dios y su pueblo. Jesús ofrece el signo del profeta Jonás, porque éste, símbolo de Israel, había intentado escapar de la misión que Dios le había encomendado debido a su profunda aversión por Ninive, esta ciudad representa la mas aborrecida por los Israelitas.

Jesús es el signo de la vida plena que ellos se niegan a admitir. El verdadero creyente, sin menospreciar el papel eventual del milagro, no pide ya signos exteriores porque en la persona misma de Jesús hombre-Dios descubre la presencia y la intervención de Dios. El verdadero milagro, es esa condición humana de Jesús, asumida en fidelidad, en obediencia y amor absoluto, acontecimiento que los fariseos no quieren aceptar, la vida del creyente se fundamente en este acontecimiento de la vida de Jesús ese es el mayor signo que se nos da de su divinidad.

PRIMERA  LECTURA.
Miqueas 6, 1-4. 6-8
Te han explicado, hombre, lo que Dios desea de ti
Escuchad lo que dice el Señor: "Levántate y llama a juicio a los montes, que escuchen los collados tu voz."

Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel: "Pueblo mío, ¿qué te hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María."

"¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi pecado?"

"Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andas humilde con tu Dios."

Palabra de Dios
Salmo responsorial: 49
R/.Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

"Congregadme a mis fieles, / que sellaron mi pacto con un sacrificio." / Proclame el cielo su justicia; / Dios en persona va a juzgar. R.

"No te reprocho tus sacrificios, / pues siempre están tus holocaustos ante mí. / Pero no aceptaré un becerro de tu casa, / ni un cabrito de tus rebaños." R.

"¿Por qué recitas mis preceptos / y tienes siempre en la boca mi alianza, / tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis mandatos?" R.

"Esto haces, ¿y me voy a callar? / ¿Crees que soy como tú? / Te acusaré, te lo echaré en cara. / El que me ofrece acción de gracias, / ése me honra; / al que sigue buen camino / le haré ver la salvación de Dios." R.


SANTIAGO EVANGELIO
Mateo 12, 38-42
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará

En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: Maestro, queremos ver un signo tuyo."

Él les contestó: -Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará mas signo que el de Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.

Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.

Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón."

Palabra del Señor

Comentario de la Primera Lectura: Mi 6,1-4.6-8. Te ha explicado, hombre, lo que Dios desea de ti. 
Este oráculo profético tiene la forma literaria del proceso judicial. Todo el orden creado está llamado a ser testigo, mientras que el imputado es el pueblo elegido (v. 2). La acusación que formula Yavé tiene el tono de un lamento repleto de ternura. Israel es el pueblo de Dios; le pertenece porque Dios mismo lo ha elegido y constituido como tal (Dt 32,6), lo ha guiado a la libertad y ha cerrado con él un pacto eterno. Y lo ha hecho sólo porque lo ama (cf. Dt 7,7ss). ¿Qué acto malo, por tanto, se le puede reprochar (v.3)? Dios no se cansa de recordarle al pueblo infiel sus orígenes, para qué tome conciencia de su identidad y la manifieste con un comportamiento coherente. El pueblo reconoce implícitamente, a través de su portavoz, sus propias responsabilidades y, con una serie de preguntas, busca cómo aplacar la indignación de Yavé. Se pregunta en el oráculo si podrán agradar a Dios los sacrificios cruentos de animales apreciados y en gran número, o abundantes sacrificios incruentos. Se llega incluso a preguntar, sobre la base de un uso común en el mundo pagano —desterrado por la Ley, aunque practicado a veces y nunca desaparecido del todo en Israel—, si el pecado podrá ser expiado mediante el rito de la inmolación de los hijos primogénitos.

Ahora es cuando interviene el profeta, a quien corresponde ejercer el servicio de intermediario entre Dios y el pueblo. Este reafirma la voluntad que Dios mismo ha manifestado y que siempre habían anunciado los profetas. Esa voluntad interpela a cada hombre, que, por esa misma razón, está llamado a dar una respuesta personal. La propuesta de Dios, en la línea de la alianza sinaítica, ha sido sintetizada por Miqueas en tres puntos: justicia social, amor (cf. Ex 20,12-17; Dt 5,16-21) y sumisión obediente y dócil a Dios, viviendo las ocupaciones diarias “en su compañía”. El orgullo y la altivez alejan de Dios y separan del prójimo. El amor y la humildad recomponen la armonía de la comunión. 

Comentario del Salmo 49. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios. 

Es un salmo de denuncia profética. Un profeta ve lo que está sucediendo, no se calla y proclama su denuncia en nombre de Dios. En este tipo de salmos se suele emplear un lenguaje duro, típico de los profetas vinculados a causas populares. Estos profetas estaban normalmente ligados a grupos populares de la periferia y del campo, convirtiéndose en sus portavoces.

Este salmo presenta el desarrollo de un juicio, con su juez, sus oyentes, los testigos, el acusado y la acusación (falta la sentencia). Consta de tres partes —1-6; 7-21; 22-23—, que pueden, a su vez, dividirse en unidades menores.

En la primera parte (1-6), tenemos la apertura solemne de la sesión del juicio. El Juez se llama «el Señor», y es presentado de forma espectacular; precedido por un fuego devorador y rodeado por una violenta tempestad (3). Es el Dios de la Alianza sellada en el monte Sinaí. El fuego y la tempestad en muchas ocasiones son, en la Biblia, elementos teofánicos (es decir; signos de la manifestación de Dios). La tierra entera está convocada a este juicio (4a; véase Dt 30,19). ¿Qué es lo que va a suceder? El juicio del pueblo de Dios (4b), de aquellos que sellaron con él una alianza (5). Dios mismo (cielo) va a juzgar y a proclamar una sentencia (6); en este proceso, el Señor va a ser declarado inocente y el pueblo, la otra parte de la alianza, culpable. Tenemos que recordar, desde ahora, que no se pronuncia la sentencia. En el fondo, Dios espera la conversión de su socio en el pacto.

En la segunda parte (7-21), el Señor acusa. Se dirige a su pueblo, contra el que va a dar testimonio (7). ¿En qué consiste su acusación? Tiene dos partes; 8-16 y 17-21. En la primera (8-16) Dios no tiene nada que objetar a propósito de los sacrificios y del culto que se celebran en el templo. Por lo visto, funcionan a las mil maravillas, pero Dios, el compañero de la Alianza, está descontento. Este salmo reconoce que Dios, el Señor de todo y de todos, no necesita sacrificios ni se alimenta de ellos. ¿Qué es lo que espera, entonces, de su pueblo? «Ofrece a Dios un sacrificio de confesión, y cumple tus votos al Altísimo. Invócame en el día de la angustia: yo te libraré y tú me darás gloria» (14-15).

La segunda parte de la acusación (16-21) es más concreta, y muestra por qué el socio del pueblo en la Alianza ha convocado un juicio y hace su acusación. Está indignado porque las relaciones sociales están totalmente corrompidas. Se dirige al malvado (16a) y hace desfilar delante de él una serie de transgresiones contra la fraternidad: violación de la propiedad (robo, 18a), de la integridad familiar (adulterio, 18b) y de la vida fraterna (calumnias o falsos testimonios en los tribunales, 20). Se incumplen tres mandamientos, lo que rompe la Alianza. Es inútil querer disimular las injusticias por medio de sacrificios y celebraciones. Dios se siente herido cuando perjudicamos al hermano. Por eso no se calla, acusa y se lo echa todo en cara (21). Nótese que no se mencionan los mandamientos referentes a Dios: no tener otros dioses, etc. Sólo se recuerdan los tres mandamientos que hablan de las relaciones interpersonales.

La tercera parte (22-23) es una especie de conclusión caracterizada por el deseo de conversión o por una invitación abierta a convertirse. A estas alturas cabría esperar la sentencia. Pero quien espera es Dios, el compañero de la Alianza que ha sido lesionado por la violencia ejercida contra el hermano. No olvidarse de Dios significa restablecer la justicia (22a), y al que sigue el buen camino, Dios le hará ver la salvación (23).

Este salmo nació en el seno de los grupos proféticos descontentos con la falsedad del culto (véase, por ejemplo, Is 58; Am 7,10- 17). En el templo, hermosas celebraciones, muchos sacrificios...; en las relaciones sociales, injusticias, violencia, explotación. Uno de estos profetas tuvo la valentía de denunciar estas cosas, asumiendo el riesgo que ello suponía, en el lugar en que se producían: el templo de Jerusalén. Y está tan seguro de lo que dice, que llega incluso a afirmar que quien acusa no es él, sino el Señor. Esto vale sobre todo para Israel pero, en cierto modo, todo el inundo está llamado a reflexionar (1). La naturaleza entera participa de este proceso. 

La Alianza entre Dios e Israel tenía como objetivo construir una sociedad fraterna. Y los mandamientos eran los instrumentos y herramientas para su construcción. El culto representaba la celebración festiva en que se conmemoraban las conquistas en el campo de la justicia, la libertad y la fraternidad. Cuando la sociedad engendra opresión, injusticia y muerte, ya no queda nada que conmemorar o festejar. Y el mayor de los crímenes consistiría en echarle las culpas a Dios. Este salmo declara inocente a Dios y responsabiliza al pueblo de la situación. Pretender engañar a Dios con sacrificios y celebraciones es tanto como querer cubrir el sol con un cedazo. Dios no se deja sobornar y sus siervos, los profetas, tampoco.

Este salmo, por tanto, presenta el conflicto existente entre un culto sin justicia y el culto con justicia, muy en la línea de los profetas auténticos.

Es evidente que detrás de este salmo está el Dios de la Alabanza. Este Dios se siente ofendido cuando hay injusticias, lo que indica que es el aliado de los débiles, de los humildes y de los tratados injustamente; pone de manifiesto que la injusticia rompe la Alianza y, en estas circunstancias, es inútil tratar de sobornarlo con sacrificios o pretender cargarle con la responsabilidad. Dios no se deja corromper. El culto que se le tributa, si no viene acompañado por la práctica de la justicia, es falso e inútil. No obstan te como compañero de la Alianza, espera que Israel, su aliado, lo entienda y cumpla con su misión histórica.

Dios no pide nada para sí. Si queremos agradarle, el mejor camino es la práctica de la justicia y de la fraternidad.

Con sus palabras y acciones, Jesús asume este salmo en su integridad. Denuncia y acusa (Mt 23), anuncia el final del templo Qn 2, 13-22), espera y tiene paciencia (Lc 13,6-9). Su actividad (está fuertemente unida a la práctica de la justicia. En este sentido conviene recordar sus primeras palabras en el evangelio de Mateo (3,15: «Conviene que se cumpla así toda justicia») y leer todo este evangelio desde la clave de la justicia del Reino. No olvidemos que el poder religioso, representado por el Sanedrín.

La denuncia profética marca el tono de este salmo y sugiere las circunstancias en que podemos rezarlo con provecho: en situaciones de injusticia y en las ocasiones en que luchamos por el cambio; cuando nos viene la tentación de hacer a Dios responsable de la exploración y la opresión de los débiles a manos de los poderosos; cuando soñamos con una sociedad fraterna y sin discriminaciones; cuando no nos agrada el vacío de determinadas celebraciones y encuentros litúrgicos y queremos llenarlos de vida; cuando creemos que Dios pide muchas cosas para sí... 

Comentario del Santo Evangelio: Mt 12, 38-42. Cuando juzguen a esta generación, la reina del sur se levantará.

En el contexto de la diatriba entre Jesús y sus interlocutores que siguió a la curación del endemoniado ciego y mudo (cf. Mt 12,22-37), se presenta la petición de un signo por parte de los maestros de la Ley y de los fariseos. 

Jesús responde sacando a la luz la naturaleza de tal petición: es una pretensión formulada por gente malvada e incrédula (v. 39a). No piden el signo para apoyo de su fe, porque los maestros de la Ley y los fariseos han demostrado ya en otras ocasiones que no creen en Jesús, que no reciben su palabra y, con ella, la revelación de los misterios del Reino de Dios, de modo diferente a lo que han hecho «los pequeños» (cf. Mt 11,25-27).

A negar el signo pedido, Jesús declara una vez más que la fe no es fruto de la evidencia, no es resultado de un cálculo lógico, sino disponibilidad para recibir el don de Dios, que es el mismo Jesús. De ahí que el signo de Jonás siga siendo incomprensible para quienes no tienen esta disponibilidad, porque sólo la fe en Jesús y en su palabra puede permitir reconocer; en su muerte y resurrección, la verdad de la filiación divina y de la redención del hombre. Sólo por la fe nos convertimos.

La permanencia de Jonás en el vientre del pez y la acogida positiva de la invitación a la conversión por parte de los ninivitas paganos son pálidas prefiguraciones de lo que está sucediendo, dice Jesús. El será sepultado duran te un breve tiempo, como preludio de su glorificación salvífica, y los paganos se dispondrán a acoger la Palabra de Dios que se les anuncie (vv. 4Oss). Se trata de un signo que sigue siendo ineficaz —como el brindado por el viaje realizado por la reina del sur para escuchar la sabiduría de Salomón (v.42) — para una generación que, por no estar dispuesta a cumplir la voluntad de Dios, no sabe reconocer en Jesús a su enviado --más aún, a su Hijo— y por no creer en sus palabras no acoge la sabiduría de Dios.

Cuántas veces nos las damos de acreedores de Dios, reivindicamos cuentas pendientes con él, como si no fuera él nuestro Creador, el que nos ha dado y nos sigue dando la vida. «Dios no me escucha, no hace lo que le pido, no me concede esto o aquello, después de todo lo que he hecho por él, sacrificios, renuncias oraciones son palabras que oímos con cierta frecuencia. En ellas se revela que tenernos la imagen de un Dios dispuesto a satisfacer nuestros caprichos de una manera mecánica...

Sin embargo, Dios, puesto que siente por nosotros una altísima estima y un amor auténtico, nos llama a mantener con él una relación personal en un clima de libertad y de responsabilidad. Dios quiere hacernos crecer; nos desea adultos en el espíritu. A menudo nosotros, que tanto deseamos quemar etapas en el crecimiento humano y, de pequeños, nos las damos de grandes (salvo cuando seguimos siendo infantiles después en la edad adulta), no nos mostramos preocupados con la misma intensidad por madurar en la fe, en la relación con el Señor. De este modo, permanecemos anclados en el «ver», en el «tocar» con los sentidos, y nos mostramos dispuestos a correr detrás de magias y supersticiones aun cuando eso comporte un notable dispendio de tiempo y dinero.

Reflexionemos sobre la seriedad de nuestra creencia en Dios: la actitud que mantenemos al tratar con los hermanos y al vivir los momentos de culto expresa lo que hay en nuestro corazón. Dios se ha hecho en Jesús compañero de viaje de cada hombre. Abramos, con humildad, los ojos de la fe.

Comentario del Santo Evangelio: Mt, 12, 38-42, para nuestros Mayores. Petición de una señal 

Existe un racionalismo religioso. Nuestro texto es un buen argumento de esta realidad paradójica. Se pretende llegar a la fe apoyándose en sensacionalismos y hechos extraordinarios. En otra ocasión la petición de un signo se halla precisada todavía más: le piden a Jesús un signo del cielo (16, 1). La petición de signos para creer era una de las posturas que más indignó a Jesús: «si no veis signos y milagros no creéis» (Jn 4, 48).

La “generación” que así se manifiesta es “mala y adúltera”, es decir; falta gravemente a la fidelidad debida a su Dios y a la confianza en su palabra. Porque la fe, en última instancia, no descansa en obras extraordinarias sino en la aceptación de la palabra de Dios. Esta «generación» es el pueblo de Israel, que vivió siempre exigiendo obras y signos extraordinarios a su Dios. Cuando no veía milagros dudaba de su palabra.

Jesús no accede a su petición. El signo ofrecido equivale a la negación de lo que ellos pedían. De hecho, Jesús, según la versión de Marcos, les niega toda señal (Mc 8, 11). Cuando Mateo recurre al signo de Jonás hace prácticamente lo mismo. Porque, ¿qué signo podía ser el del Hijo del hombre muriendo y resucitando?, ¿quién comprendería este signo? Un signo que únicamente puede ser comprendido desde la fe que era precisamente lo que no tenían aquéllos que lo pedían. 

La mención de Jonás y de la reina del Mediodía tiene particular significado en la pluma de Mateo. El libro de Jonás —muy popular entre los judíos— es en el Antiguo Testamento como la parábola del hijo pródigo en el Nuevo Testamento. Contiene una esperanza y una advertencia. Porque la predicación de Jonás fue atendida por los ninivitas, que eran paganos —el hijo pródigo que regresaba a casa—, e hicieron penitencia. El centro de gravedad está en que Nínive era una ciudad pagana y, sin embargo, aceptó la palabra de Dios y se convirtió. La advertencia no podía ser más clara: el evangelio sería ofrecido a los paganos. Pero los responsables eran los judíos por haber rechazado la palabra de Dios. No tenían ningún derecho a quejarse (ellos son como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, que se siente con todos los derechos y exigencias en la casa paterna, negándose a recibir al hermano que regresa). Los paganos hicieron penitencia por la predicación de Jonás. Los judíos se niegan a escuchar a Jesús, que es mucho más que Jonás.

La segunda lección se la dará la reina del Mediodía, que visitó a Salomón para disfrutar de su sabiduría (1Re 10). Y ellos se niegan a escuchar a Jesús, que es mucho más que Salomón, porque es la misma sabiduría y palabra de Dios. Aquí está aquél del que hablaron la ley y lo profetas aquél que predica la penitencia con mayor urgencia que todos los profetas, porque Dios se ha acercado al hombre en su persona; aquél que invita a la alegría y a disfrutar de la presencia del Reino. Es el Mesías, el Rey y el Profeta. No hay otro signo que sea distinto de su persona.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 12, 38-42, de Joven para Joven. La buena semilla y la cizaña. 

Un gurú hindú viajaba por el mundo y daba conferencias. En una de estas conferencias, narró una antigua historia mitológica que trataba de explicar el origen del mal en el mundo. Pero no encontró demasiado consenso entre sus oyentes. Uno le dijo: “Estas fábulas se escuchan de buena gana, pero no se encuentra a nadie que las crea”. El sabio hindú no se turbó y ofreció una explicación: «El sentido de las narraciones simbólicas no es literalmente creíble pero nos introduce en el misterio. Aquí se trata de constatar que el mal en el mundo existe y que, por lo tanto, tenemos que preguntarnos de dónde viene». ¿Se podría decir que es también la finalidad de la parábola del evangelio sobre el grano y la cizaña? También aquí se nota que el hombre, en un determinado momento, descubre que en el campo de la vida está el mal y que debe preguntarse cómo comportarse en relación a él. Pero, ¿cómo podemos saber cuál será la actitud justa si no sabemos de dónde proviene el mal? Ya los primeros capítulos de la Biblia se ocupan de este problema. Entonces no hay que asombrarse si también Jesús vuelve a esta cuestión. La propone a su modo, con una parábola, una simple imagen. Las imágenes son interpretadas por aquellos que las reflexionan. La parábola en cuestión ha tenido muchas interpretaciones en la lectura de los Padres. Ellos proponen explicaciones sencillas que se fundan en una profunda experiencia de vida que es común a todos.

El campo sembrado es el corazón del hombre, Es la tierra sobre la cual puede crecer el bien y el mal. Pero, ¿cómo nos llegan el uno y el otro? Los filósofos positivistas se imaginaron que la mente humana es inicialmente como una tela blanca, tabula rasa, en la que aparece la imagen que será pintada más tarde. Los sistemas totalitarios aceptan esta teoría. Tienen tina tendencia común: dejar morir a la generación de los ancianos y reeducar a los jóvenes de modo que piensen sólo aquello que se les inculca. No están lejos de este propósito todos los que quieren apoderarse a toda costa de la prensa y de la televisión para influenciar la opinión pública. Sus métodos son peligrosos y pueden causar muchos problemas. Por otra parte, no son métodos infalibles. En efecto, escapan a su control los disidentes, a menudo lugares donde ninguno los buscaría. Además, los jóvenes que no han oído más que eslogan de una sola ideología, al final piensan le contrario. Entonces el régimen se hace una pregunta; ¿quién los adoctrinó, de dónde vino la contra- propaganda secreta? Pero la investigación en este campo resulta inútil. Ciertas ideas tienen un origen más profundo.

Los autores cristianos no parten del presupuesto de que la mente y el corazón humano sean inicialmente una tabula rasa. El hombre viene al mundo como criatura de Dios, y Dios no crea un vacío. Al contrario, el vacío está en oposición a la obra de Dios. El alma humana ha sido creada a imagen de Dios y por eso es ya un campo sembrado con una semilla buena, de la cual se espera que después produzca buenos frutos. No sólo J. J. Rousseau, sino también otros autores cristianos están convencidos de que el hombre es esencialmente bueno. Si se encuentra en él alguna mala inclinación, esta llega desde friera.

Esta afirmación dio origen a tradicional principio pedagógico: preservarse a sí mismo, pero sobre todo a los jóvenes, de las malas influencias. Alguna vez en el pasado se ha ido incluso muy lejos en la aplicación de este método. Se construyeron colegios en los que las muchachas no podían ni siquiera mirar a la calle desde la ventana. Las lecturas y la correspondencia eran controladas severamente. Se paseaba en fila. Con todo eso se querían prevenir las malas influencias y conservar así solo la buena semilla sembrada por Dios en el corazón. ¿Tenía éxito este método? No sabemos cómo pero a través de un «agujero» entraba siempre en e pensionado cerrado algún elemento que molestaba. Las colegialas comenzaban a hablar de lo que no se debía y surgía el deseo de huir de aquel paraíso cerrado.

No se puede decir que todo fuese equivocado. La tradicional defensa de la pureza humana no puede renunciar al esfuerzo de evitar los influjos nocivos que vienen de fuera. Por eso los monasterios defienden su «clausura», es decir, un ambiente protegido de los elementos extraños. Por otra parte, todos los autores espirituales son conscientes de que la protección externa sirve poco si uno no aprende a protegerse desde dentro. Los así llamados hesicastas, miembros de un movimiento espiritual que buscaba la paz interior, han desarrollado, con una fina observación psicológica, un método que debe impedir el crecimiento de la cizaña en el campo del corazón.

La idea principal es la siguiente. El campo sembrado por Dios es el corazón humano. Lo que sale directamente del corazón es, por lo tanto, bueno. Sin embargo, observamos que en todo momento estamos en peligro de que entre allí algo del exterior enferma de pensamiento o de impulsos para hacer cosas extrañas a nuestra identidad.

¿Cómo se pueden reconocer estas circunstancias? Es posible ilustrarlo con un ejemplo. El profesor de una academia de bellas artes ponía las notas por los dibujos que los estudiantes habían presentado para un examen. Un huésped lo observaba y no lograba entender el criterio según el cual las obras eran apreciadas. El profesor, sonriendo, le dijo: “Se lo explicaré”. Sacó fuera una imagen y la puso delante de los ojos del huésped: « ¿Qué piensa?». «¡Es bella!», respondió. Estaba pintada una muchacha con un ramo de flores, los detalles estaban bien elaborados y los colores eran vivos. El profesor reía. “Es la única pintura que no aprobaré. ¿Sabe por qué?”. El profesor tomó una hoja de papel blanco y cubrió una parte del cuadro, dejando descubierta sólo la cabeza. « ¿Cuántos años tiene esta muchacha?». “Dieciséis”. « ¡Muy bien! Uno más o menos, pero ahora bien, ¿de quién es esta mano?». El huésped debió reconocer que era la mano de una persona adulta. « ¿Y este hombro?». Era más bien el de un hombre. El diálogo continuó un poco más. Concluyendo, todos los elementos estaban en sí bien elaborados, pero juntos eran incoherentes y por eso el cuadro no tenía valor.

También nosotros elaboramos el cuadro interior de nuestra alma, la imagen de Dios. Si allí añadimos elementos que no le pertenecen, la arruinamos. A veces parecen bonitos pero también la cizaña tiene un color bello, aunque no es una verdadera y propia semilla. La sabiduría cristiana es el arte de saber distinguir. Si nos observamos, no se nos puede escapar que muchos pensamientos que nos vienen y muchos impulsos no tienen nada en común con nuestro trabajo o con nuestra vocación. Más bien, nos pesan, son cizaña. En cierto grado, no logramos huir de ellos y debemos tener la paciencia de soportarlos. Pero no debemos aceptarlos como nuestros e identificamos libremente con ellos. Los santos sabían quemarlos con el fuego del amor de Dios. Nosotros debemos, por lo menos, saberlos distinguir del trigo, del bien que debe crecer en nuestro corazón. 

Elevación Espiritual para este día. 

¿Queréis que os hable de los caminos de la reconciliación con Dios? Son muchos y variados, pero todos ellos conducen al cielo. El primero es la condena de los propios pecados. El segundo es el perdón de las ofensas. El tercero consiste en la oración; el cuarto en la limosna, y el quinto en la humildad. No te quedes, por tanto, sin hacer nada; más aún, intenta avanzar cada día por todos estos caminos, porque son fáciles. Aun cuando le encuentres viviendo en una situación de miseria más bien grave, siempre podrás deponer la ira, practicar la humildad, orar de continuo y reprobar los pecados. Una vez adquirida de nuevo la verdadera sanidad, gozaremos con confianza de la sagrada mesa e iremos con gran gloria al encuentro de Cristo.

Reflexión Espiritual para el día.

Conozco dos tipos de creyentes. Los que necesitan milagros para creer y aquellos a quienes el milagro no añade ni una onza de fe; más aún, casi les supone una mortificación. No hace falta escarnecer a los primeros; están en buena compañía, puesto que el mismo san Agustín dice con ellas: “Sin las milagros no sería cristiano”. A los segundos no les hace falta creer demasiado: si bajara a una plaza cualquiera, en una hora de tráfico o de mercado, gritando que a una milla de allí se había aparecido la Virgen, en un abrir y cerrar de ajos se quedaría desierta la plaza, estay seguro de ello. Y los primeros en correr detrás de mí serían tal vez los materialistas, los llamados incrédulos, pero inmediatamente después, no menos jadeantes, vería a muchos de esos amigos que salían decirme: «El milagro es para mí algo superfluo, mi fe no necesita milagros».

La verdad para todos nosotros es sólo esta: que somos milagros, venimos del milagro y estamos hechos por milagros. Hasta el hombre que lo tiene todo invoca el milagro, porque el milagro, antes de ser un socorro benéfico, antes de ser un don útil y resolutivo contra la pena, es la exaltación de la infancia que vuelve a encantarnos, la revancha de aquella primera sabiduría inocente sobre la falaz sabiduría de después.

El Evangelio es el campo de los milagros. Sin embargo, hay una cosa que aparece clara de inmediata: que Cristo fue enemigo de los milagros. El milagro, para él, es la que debería brotar como consecuencia, alga para cuya obtención cedió a hacerse brujo y que, sin embargo, sólo en rara ocasión consiguió: la fe. «Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo reparando las redes. Les llamó también, y ellos, dejando al punto la barca y a su padre, le siguieran». Nosotros nos hemos quedado reparando las redes, aunque él nos ha mirado en más de una ocasión; tranquilos en la barca con nuestro padre y las mazas, hemos hecha fracasar el milagro rarísimo, ése ante el cual la resurrección de Lázaro es un juego. El milagro que le sale una vez de cada mil y que nadie ha sido capaz de contar. Seguirle.

El rostro de los personajes y paisajes de la Sagrada Miqueas 6, 1-4, 6-8. Pueblo mío ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he molestado? Respóndeme. 

Escuchad ahora lo que dice el Señor: « ¡Levántate! Pleitea con los montes. Escuchad, colinas, la querella del Señor.»
En este tiempo de vacaciones podemos tener ocasión de ir a la «montaña». En la Biblia, los montes son uno de los lugares elegidos para los encuentros con Dios: el Sinaí, Nebó, Garizim, Sión, el Carmelo. Todas las montañas de Palestina han desempeñado un papel en el simbolismo del encuentro con Dios.
Dejémonos sobrecoger, sobre todo si contemplamos el espectáculo, por ese simbolismo. La montaña es:
—la cumbre, cerca del cielo.., el lugar hacia el cual hay que «subir»
—el aire más puro, más vivificante, el silencio de los grandes espacios...
—la impresión de inmutabilidad, de solidez, de fortaleza, de un vigor superior a la fragilidad humana...
Con frecuencia, las montañas han sido personificadas en la Biblia. (Génesis 49, 26, Ezequiel 35 y 36, Salmo 68, 16-17)
En el texto de hoy Dios las toma como testigo, para el juicio que quiere entablar contra su pueblo. « ¡Escuchad, montañas!»
Pues el Señor tiene pleito con su pueblo.
Pueblo mío ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he molestado? Respóndeme.
Este texto se lee en los Improperios, las Lamentaciones del Viernes santo. Nuestro Dios no es un ser abstracto e insensible. Es vulnerable, se queja como un esposo decepcionado.
He de buscar, en la oración, en qué, también yo, he podido decepcionar a Dios.
¿Es porque te hice subir del país de Egipto, porque te rescaté de la casa de los esclavos?
El primer sufrimiento de Dios, es la ingratitud de su pueblo. Señor, dame un corazón que sepa decir «gracias» y tener en cuenta los beneficios recibidos.
Antes de entrar en el templo, el fiel pregunta al sacerdote: «¿Con qué me presentaré yo al Señor? ¿Me presentaré con holocaustos de becerros añales? Para obtener su favor ¿es preciso ofrecer centenares de carneros, derramar oleadas de aceite sobre el altar? ¿Daré a mi primogénito por mis faltas, el fruto de mis entrañas por mi pecado?
El texto nos muestra a un fiel dispuesto a hacer lo máximo, dispuesto a los más costosos sacrificios.
A menudo, es esta la idea que también nosotros nos hacemos de Dios, un Dios que espera ritos y ofrendas costosas.
Escuchemos la respuesta del profeta Miqueas:
Se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor reclama de ti, hombre, y no otra cosa que:
—Practicar la justicia... —mensaje de Amós.
—Amar la misericordia... —mensaje de Oseas.
—Caminar humildemente con tu Dios... —mensaje de Isaías.
Este es el bosquejo del hombre según el corazón de Dios. Dios nos dice lo que espera de nosotros: no son, los sacrificios rituales, sino que, en la vida corriente mantengamos esas tres actitudes espirituales.., ser justo, ser bueno, ser humilde ante Dios.
He ahí «la» pregunta, la única pregunta, que Dios me hace siempre a mí. ¿Qué responderé, hoy? 
 
Copyright © Reflexiones Católicas.

No hay comentarios: