28 de Julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. MIÉRCOLES XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Victor I pp, Melchor de Quirós ob mr, Pedro Póveda pb mr, Nazario y Celso mrs.
LITURGIA DE LA PALABRA
Jr 15, 10. 16-21: Si vuelves, estarás en mi presencia
Salmo 58 R/. Dios es mi refugio en el peligro.
Mt 13, 44-46: Vende todas tus posesiones
La propuesta de Jesús es clara, quien descubre el valor absoluto del reino debe sacrificarlo todo para poseerlo, ningún precio será demasiado alto. Descubrir el reino de los cielos es un feliz aunque exigente sorpresa. Implica de entrada renuncia e inseguridad: el descubridor tiene que despojarse de cuanto lo ata. ‘Vender todo’ para poseerlo, sin mas seguridad que la de su fe en la conveniencia del negocio, pero la felicidad de la compra resultara incomparable. En otro momento Jesús ha exigido negarse a si mismo, tomar la cruz y seguirlo. Es el camino de la renuncia, del dolor del sacrificio y de la muerte. Pero el proyecto de Jesús no contempla el solo sufrimiento sino más bien como es el camino para entrar en el reino. Construir el reino implica ciertamente sufrimientos, despojo, negación propia, pero según las parábolas de hoy es más bien el trueque de un goce por otro incomparable mucho mayor. El buscador de tesoros y el comerciante tenían bienes y recursos, disfrutaban de los créditos de su campo y de sus perlas; gozaban podríamos decir de la vida tenían una situación cómoda.
Quienes han encontrado el sentido de sus vidas arriesgándose al cambio y a la novedad del reino, cambian la alegría pasajera y el éxito fortuito por otra manera de vivir desde las bienaventuranzas. Los discípulos de Jesús experimentaron esta forma de vivir, encontraron al Maestro, y fueron llamados e invitados a seguirlo su vida se trasformó cambio radicalmente ahora lo que cuenta es esta junto al Maestro, el que dio a sus vidas el verdadero sentido.
PRIMERA LECTURA.
Jeremías 15, 10. 16-21
¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga? Si vuelves, estarás en mi presencia
¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de pleitos y contiendas para todo el país! Ni he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen.
Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos.
No me senté a disfrutar con los que se divertían; forzado por tu mano, me senté solitario, porque me llenaste de ira. ¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga, y mi herida enconada e incurable? Te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes.
Entonces respondió el Señor: "Si vuelves, te haré volver a mí, estarás en mi presencia; si separas lo precioso de la escoria, serás mi boca.
Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores."
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 58
R/. Dios es mi refugio en el peligro.
Líbrame de mi enemigo, Dios mío; / protégeme de mis agresores; / líbrame de los malhechores, / sálvame de los hombres sanguinarios. R.
Mira que me están acechando, / y me acosan los poderosos: / sin que yo haya pecado ni faltado, Señor, / sin culpa mía, avanzan para acometerme. R.
Estoy velando contigo, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar; / que tu favor se adelante, oh Dios, / y me haga ver la derrota del enemigo. R.
Pero yo cantaré tu fuerza, / por la mañana aclamaré tu misericordia; / porque has sido mi alcázar / y mi refugio en el peligro. R.
Y tañeré en tu honor, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar. R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 13, 44-46
Vende todo lo que tiene y compra el campo
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."
Palabra del Señor
LITURGIA DE LA PALABRA
Jr 15, 10. 16-21: Si vuelves, estarás en mi presencia
Salmo 58 R/. Dios es mi refugio en el peligro.
Mt 13, 44-46: Vende todas tus posesiones
La propuesta de Jesús es clara, quien descubre el valor absoluto del reino debe sacrificarlo todo para poseerlo, ningún precio será demasiado alto. Descubrir el reino de los cielos es un feliz aunque exigente sorpresa. Implica de entrada renuncia e inseguridad: el descubridor tiene que despojarse de cuanto lo ata. ‘Vender todo’ para poseerlo, sin mas seguridad que la de su fe en la conveniencia del negocio, pero la felicidad de la compra resultara incomparable. En otro momento Jesús ha exigido negarse a si mismo, tomar la cruz y seguirlo. Es el camino de la renuncia, del dolor del sacrificio y de la muerte. Pero el proyecto de Jesús no contempla el solo sufrimiento sino más bien como es el camino para entrar en el reino. Construir el reino implica ciertamente sufrimientos, despojo, negación propia, pero según las parábolas de hoy es más bien el trueque de un goce por otro incomparable mucho mayor. El buscador de tesoros y el comerciante tenían bienes y recursos, disfrutaban de los créditos de su campo y de sus perlas; gozaban podríamos decir de la vida tenían una situación cómoda.
Quienes han encontrado el sentido de sus vidas arriesgándose al cambio y a la novedad del reino, cambian la alegría pasajera y el éxito fortuito por otra manera de vivir desde las bienaventuranzas. Los discípulos de Jesús experimentaron esta forma de vivir, encontraron al Maestro, y fueron llamados e invitados a seguirlo su vida se trasformó cambio radicalmente ahora lo que cuenta es esta junto al Maestro, el que dio a sus vidas el verdadero sentido.
PRIMERA LECTURA.
Jeremías 15, 10. 16-21
¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga? Si vuelves, estarás en mi presencia
¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de pleitos y contiendas para todo el país! Ni he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen.
Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, Señor, Dios de los ejércitos.
No me senté a disfrutar con los que se divertían; forzado por tu mano, me senté solitario, porque me llenaste de ira. ¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga, y mi herida enconada e incurable? Te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes.
Entonces respondió el Señor: "Si vuelves, te haré volver a mí, estarás en mi presencia; si separas lo precioso de la escoria, serás mi boca.
Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores."
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 58
R/. Dios es mi refugio en el peligro.
Líbrame de mi enemigo, Dios mío; / protégeme de mis agresores; / líbrame de los malhechores, / sálvame de los hombres sanguinarios. R.
Mira que me están acechando, / y me acosan los poderosos: / sin que yo haya pecado ni faltado, Señor, / sin culpa mía, avanzan para acometerme. R.
Estoy velando contigo, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar; / que tu favor se adelante, oh Dios, / y me haga ver la derrota del enemigo. R.
Pero yo cantaré tu fuerza, / por la mañana aclamaré tu misericordia; / porque has sido mi alcázar / y mi refugio en el peligro. R.
Y tañeré en tu honor, fuerza mía, / porque tú, oh Dios, eres mi alcázar. R.
SANTO EVANGELIO.
Mateo 13, 44-46
Vende todo lo que tiene y compra el campo
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."
Palabra del Señor
Comentario de la primera Lectura: Jr 15, 10.16-21 ¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga? Si vuelves, estarás en mi presencia.
El texto litúrgico forma parte de una de las llamadas «Confesiones de Jeremías», fragmentos escritos en primera persona en los que vierte el profeta sus propios sentimientos y deja aflorar su ánimo, desahogándose con Dios por la dureza de la misión que le ha confiado y hasta por su misma existencia, cuyo fracaso percibe. Jeremías, que tanto hubiera deseado la paz, y que, sin embargo, a causa de la Palabra, es objeto de contiendas y de pleitos (v. 10) deplora haber nacido. Recuerda el entusiasmo y la alegría del primer encuentro con la Palabra del Señor, convertida después en el centro y el sentido de toda su vida. A la iniciativa de Dios le había seguido la disponibilidad total de Jeremías, el compromiso de toda su persona en la decisión consciente de estar consagrado a Dios (v. 16). La soledad, el distanciamiento de las compañías festivas, fueron la consecuencia de esta dedicación absoluta a una Palabra que va contra corriente y que sus contemporáneos rechazan e incluso combaten (v. 17). De ahí procede el agudo sufrimiento que siente Jeremías sin posibilidad de curación y el grito de denuncia de su propia situación frente a Dios, que se le ha vuelto engañoso como un arroyo de aguas caprichosas.
Por toda respuesta (vv 19-21), el Señor le confirma al profeta su arduo mandato, pidiéndole de nuevo su entera disponibilidad, renovándole la promesa del éxito final de su misión, garantizado por su misma presencia. La Palabra que le había seducido en un tiempo deberá «encarnarse» aún más en Jeremías. Fiel a ella, el profeta recibirá la fuerza necesaria para resistir a todos los adversarios.
Comentario del Salmo 58. Dios es mi refugio en el peligro.
Es la súplica de una persona que tiene que hacer frente a terribles dificultades y conflictos a causa de un grupo de enemigos a los que califica de «perros». A lo largo de este salmo, encontramos catorce peticiones: «líbrame», “protégeme” (2), “sálvame” (3), (3),”despierta”, “ven”, “mira” (5) etc.
Las traducciones varían mucho, así como también los intentos de presentar el modo en que está organizado. Podernos ver un estribillo, que se repite en dos ocasiones (7.15) y que divide el texto en tres partes (2-6; 8-14; 16-18). Hay investigadores que ven otro estribillo (10.18) y, por tanto, hacen una división distinta del salmo.
Lo característico de la primera parte (2-6) es la súplica individual. El salmista hace diez peticiones, pues su situación es realmente dramática. Protesta argumentando que es inocente (4b 5ª) y, a pesar de ello, le persiguen a muerte. El estribillo (7.15) compara a los adversarios con perros feroces. Este salmo da por supuesto que los perros son animales salvajes, no domésticos, Los enemigos se parecen a ellos, rondan por la ciudad, ladrando y buscando alimento. Pero su alimento es la vida del justo.
La segunda parte (8-14) continúa con la descripción de estos “perros” (8.13) y con la súplica (12.14). Según este salmo, el Señor primero se ríe de ellos (9), pero después, a petición del justo, los convierte en peregrinos errantes y los derriba (12). El salmista le pide a Dios que los destruya, para que se sepa que hay alguien que gobierna la tierra (14). La imagen de los «perros» sigue en esta segunda parte. Después de afirmar que rondan por la ciudad al atardecer, da la impresión de que estos «perros» enseñan los dientes, pero en lugar de dientes, lo que tienen son espadas (8). Es interesante fijarse en lo que dicen estos «perros»: “¿Hay alguien escuchando?” (8b), como si Dios no estuviera o se hubiera quedado sordo.
La tercera parte (16-18) sigue con la descripción de las acciones de estos «perros», lo que indica que el drama vivido por esta persona era inmenso. Los «perros» están cazando para comer y sus gruñidos no cesan hasta haberse saciado (16). Pero conviene insistir en que quieren hartarse de la sangre del justo. Prácticamente al final, el salmista proclama su confianza en Dios, prometiendo aclamar su amor a la mañana siguiente, pues, Dios ha sido su refugio, su fortaleza y su fuerza en el día de la angustia (17-18). La imagen de la ciudad fortificada (10.17-18), aplicada a Dios, contrasta con la gravedad del conflicto a que se ha hecho frente.
El texto nos habla de perros que rondan por la ciudad al caer la tarde, en busca de algo con qué saciar el hambre (7.15-16); también habla del justo que aclama y alaba a Dios al amanecer (17). Es muy probable que el escenario en que se sitúe este salmo sea la ciudad de Jerusalén y su templo, adonde el justo ha corrido a refugiarse en los momentos de angustia (17), para que no lo devoraren los “perros” feroces. Puede sernos de utilidad ver qué es lo que el salmista dice de estos «perros», qué son y qué es lo que hacen: son «enemigos» y «agresores» (2), «malhechores» y «sanguinarios» (.3), «poderosos» (4) y «traidores» (6). Se trata, pues, de un grupo con poder y dispuesto a todo. ¿En qué consiste el mal que hacen? El salmista confiesa su inocencia y, aun así, ellos lo «acechan» (4.11), «se reúnen» (4), «avanzan» (5), cazan para comer (16), gruñendo hasta hartarse. Aquí podemos ver la existencia de un conflicto: un grupo de poderosos bien organizados se enfrenta con un individuo. Los malvados no tienen escrúpulos: quieren la muerte del justo y no van a descansar hasta conseguir su objetivo. Por eso el justo ha tenido que salir huyendo, buscando refugio en el templo de Jerusalén. Está convencido de que, por la mañana, será declarado inocente, lo que invalidará los planes de los «perros». Por eso pide a Dios que no los maten, sino que su caso sirva de lección para todo el pueblo (12a). Después, sin embargo, pide su destrucción (14).
Hay otros detalles que nos ayudan a completar el cuadro de los malvados. El salmista se dirige a Dios diciendo: «Mira: alardean con su boca, hay espadas en sus labios: “¿Hay alguien escuchando?”» (8). De la imagen de los perros con sus afilados dientes se pasa a la de las personas con veneno en los labios. El justo es víctima de una calumnia. Por eso se llama «traidores» a sus enemigos (6h). Además, estos poderosos no temen a Dios. Preguntan: “¿Acaso hay alguien que escuche los clamores del justo?”. Con otras palabras, están convencidos de que Dios está sordo o ausente. Podemos afirmar que, con todo esto, lo que pretenden es ocupar el puesto de Dios. Además, el texto dice: «Cada palabra de sus labios, es un pecado de su boca. Queden prendidos en su arrogancia, en la mentira y la maldición que profieren» (13). Arrogancia, mentira y maldición se refieren a las calumnias contra el justo y a los intentos de ocupar el lugar de Dios.
Como en los demás salmos de súplica, también aquí Dios es el aliado en la defensa y la promoción de la justicia. Conviene fijarse en un detalle: los poderosos están al acecho y se reúnen (4), avanzan (5) y cazan (16) al justo. En esta lucha desigual, Dios se ríe y se divierte (9), su amor va por delante (11), con vierte en vagabundos y derriba a los enemigos (12), los destruye (14) y recibe las alabanzas del justo, que lo reconoce como Dios fuerte, fortaleza y refugio en el día de la angustia (17.18).
Hay otro aspecto importante. Dios tiene que intervenir porque, en caso contrario, los enemigos agresores y malhechores sanguinarios matarán al justo que clama, y preguntarán: “¿Hay alguien escuchando?”. Dicho de otro modo, este salmo pone de manifiesto que Dios no hace concesiones a la injusticia ni pacta con los malvados, Así es como gobierna. Fijémonos ahora en los nombres que recibe Dios: es Yavé, el Señor —el libertador— , el Dios de los Ejércitos —el guerrero— (6), Dios de Israel —el aliado— (6), el Señor (12) del mundo, que gobierna en Jacob y hasta los confines de la tierra (14b).
Muchos han leído este salmo a la luz de la pasión de Jesús, condenado a muerte por los malhechores sanguinarios. Pero tenemos que preguntar cómo respondió a las llamadas de los que se sentían víctimas de «perros» devoradores de hombres, cómo defendió al pueblo y cómo dio por él la vida. Nadie de los que acudieron a Jesús quedó sin respuesta.
Conviene rezar este salmo en los momentos que ya hemos indicado a propósito de otros salmos de súplica individual, o cuando tenemos la impresión de que Dios está sordo o ausente. Nuestras ciudades están llenas de «perros» que rondan, haciendo que el pueblo viva en un continuo sobresalto. Hay muchos inocentes calumniados, perseguidos, condenados y asesinados... Nosotros podemos rezar este salmo con ellos y por ellos. Es importante que lo recemos en sintonía con otras personas o grupos comprometidos en la causa de la justicia.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13 44-46. Vende todo lo que tiene y compra él campo.
En el marco del sermón dirigido a los discípulos en casa (cf. Mt 13,36), las parábolas del tesoro encontrado por casualidad en el campo y de la perla largo tiempo buscada y por fin encontrada ponen el acento en la alegría de quien ha comprendido el valor del Reino de Dios. Se trata de una alegría tan penetrante y profunda que hace posible la venta de cualquier otro bien para comprar el campo donde está escondido el tesoro o adquirir la perla preciosa. Acoger la Palabra de Jesús y tener acceso al misterio del Reino de Dios no es, por tanto, únicamente una experiencia de contraste y de paciente tenacidad, como sugerían las parábolas del sembrador y de la cizaña, sino que es también y sobre todo una experiencia de alegría.
Junto a esta enseñanza principal, las parábolas plantean la exigencia del radicalismo en la opción por el Reino: no es posible llegar a soluciones de compromiso; es preciso darlo todo si queremos gozar del amor de Dios. El hombre experimenta esto como don inesperado y como fruto del empeño: Dios se ofrece en virtud de su libre iniciativa, más allá de cualquier posible mérito del hombre. Haciéndose buscar, dilata en él el espacio del deseo.
Hay dos tonalidades en las lecturas que hoy nos ofrece la liturgia. Está la alegría de quien ha encontrado el sentido de su vida en una palabra, la de Dios, que le ha abierto el corazón, y por la que no vacila en comprometer toda su vida renunciando a todo lo demás, y esta la desolación de quien siente la inutilidad de su vivir, el fracaso de sus esfuerzos, aunque sean sinceros. Con frecuencia colorearnos la vida con una u otra escala cromática. Tal vez empleamos con mayor frecuencia la segunda.
El Señor nos dice algo importante: la alegría del encuentro con él, saboreada en un momento preciso que ha iluminado nuestra existencia, constituye el fundamento que debemos redescubrir de continuo. Es la memoria que nos garantiza lo esencial: la certeza de que el Señor está vivo y presente junto a nosotros. La pesadez del vivir, la constatación de haber fracasado, son experiencias dolorosas y lancinantes, que desgarran por dentro, que estallan en un grito: “¡Basta!” Volver a encontrar la alegría del momento del descubrimiento, o bien desear proseguir la búsqueda si todavía no hemos encontrado, es la verdadera aventura de la vida, es su sentido más profundo. Vale la pena entregarlo todo por esto.
Dejémonos atraer por el Señor; que, como hizo con el profeta, nos dice hoy a nosotros: «Si vuelves a mí, haré que vuelvas y estés a mi servicio» (Jr 15,19).
Si Cristo habita en nuestros corazones por medio de la fe, como dice el divino apóstol, y todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones y se revelan al corazón en la medida de la purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos. Este es el tesoro escondido en el campo del corazón, y todavía no lo has encontrado a causa de tu pereza. Si, en efecto, lo hubieras encontrado, habrías vendido ya todo lo que tienes y habrías comprado este campo.
Como un labrador que busca un campo adecuado para trasplantar algún árbol silvestre y encuentra por casualidad un tesoro inesperado, así es todo asceta humilde y sencillo. El asceta experimentado es un agricultor espiritual que trasplanta como un árbol silvestre la contemplación de las cosas visibles orientada a la percepción sensible en la región de las realidades inteligibles, y encuentra un tesoro, es decir, la manifestación, por la gracia, de la sabiduría que hay en los seres.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13 44-46 para nuestros Mayores. Compra el terreno y esconde el tesoro que hay en él.
Un tesoro escondido en un campo. Hoy rara vez se encuentran tesoros; en tiempos antiguos ocurría con mayor frecuencia. El dinero no se depositaba en bancos y reunir objetos de oro era una forma de ahorrar Además, las casas no estaban blindadas, como hoy; y el propietario, especialmente en tiempos peligrosos, no podía defender sus posesiones más que metiéndolas en las paredes de la casa o enterrándolas donde sólo él sabía. Pero después, por alguna razón, moría, se llevaba a la tumba el secreto del escondite y quizás después de mucho tiempo, alguien lo encontraba.
San Máximo el Confesor usa este ejemplo como metáfora para explicar las iluminaciones espirituales que nos vienen durante la lectura de la Sagrada Escritura. Quien coge el libro entre sus manos se parece a un agricultor que labra el campo: trabaja para comprender lo que lee, a veces, lo consigue, otras veces, no. Pero un día, encuentra el tesoro, es decir, de repente le llega una iluminación tan clara que enriquece toda su vida espiritual. Platón ya había señalado que la inspiración poética florece de repente, inesperadamente. Los Padres de la Iglesia lo confirman y subrayan que la inspiración es aún más fuerte cuando la da el Espíritu Santo. Como dice el salmo 95,8: “Escuchad hoy su voz: no endurezcáis vuestro corazón
Se dice que es un placer poseer joyas hermosas. En otros tiempos, la condición de la mujer se medía en base al collar de perlas que llevaba: las perlas eran un lujo reservado a pocos. Las perlas tienen distinto resplandor y valor y adquirir la perla más preciosa era también una inversión. Por eso, incluso hoy, llamamos «perla» al ejemplar más precioso conservado en un museo o en una biblioteca, y el término se usa también para señalar un carácter ideal, o una mujer ideal. Con mayor razón se puede aplicar a la comprensión del valor del reino de Dios y de su verdad.
Las antiguas biografías de los santos eran un género literario particular y mostraban dos tipologías de santos. La primera era la de los santos desde su más tierna edad; habiendo estado siempre con Dios, no podían «encontrar la perla» del reino. De la segunda formaban parte los santos que habían tenido un pasado disoluto, dedicados a las aventuras y al dinero. Pero, un buen día, se convierten: reconocen la belleza de la perla divina y lo venden todo para poder adquirirla. Un ejemplo puede ser el de santa Inés de Bohemia que transformó su castillo real en un monasterio, sin preocuparse de quedarse pobre.
Va y vende todo cuanto tiene, y la compra. Con frecuencia, la filosofía y la psicología del siglo pasado se han ocupado del problema de los valores. Sabemos muchas cosas, pero no a todas les darnos el mismo valor y no todo nos interesa. Es precisamente la falta de interés de los estudiantes lo que hace frustrante la enseñanza. Por eso, pedagogos y predicadores se preguntan sobre los métodos a utilizar para que la verdad que proponen aparezca ante sus oyentes con todo su valor; pero es un problema que nos afecta a todos.
La verdad tiene mayor valor cuanto más se presenta en relación con la vida. A una madre de familia le interesa saber dónde puede hacer la compra gastando menos, y un hincha mira en primer lugar la página de deportes de un periódico. Las verdades religiosas deberían suscitar el mayor interés, porque hacen referencia a los temas fundamentales de la vida; sin embargo, con frecuencia, encuentran un gran desinterés. La gente sabe miles de cosas, pero en materia de religión se ha quedado detrás y no sabe nada. Se dice que es culpa de una catequesis equivocada.
Pero el problema se puede mirar, también, de otra manera. En realidad, con frecuencia las personas viven de modo superficial, no se plantean ningún problema serio y no tienen ningún interés por los verdaderos valores de la vida. Las verdades de fe hacen mejor la vida. Quien tiene verdadero interés en mejorarla, puede comenzar a interesarse en estas verdades.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13, 44-46, de Joven para Joven. Encuentra el tesoro y vende todo lo que tiene para comprar el terreno en el que lo encontró.
El tesoro y la perla son parábolas gemelas cuyo sentido expondremos conjuntamente. La primera tiene como protagonista a un obrero del campo palestino que, al encontrar un tesoro, quiere quedarse con él, pero por la vía legal. Quiere comprar el campo porque según la ley judía, así se convertía en el señor del suelo y del subsuelo. Por todos los medios quiere poseer el tesoro hallado, aun a costa de vender o renunciar a todo lo demás. Todo carece de importancia en comparación con aquel tesoro.
El protagonista de la segunda parábola es un mercader de perlas. Para los orientales no existía cosa más preciosa y apreciada que las perlas. Cuando el mercader de la parábola encuentra una perla de excepcional valor de cuanto posee para comprarla. Todo cuanto tiene carece de importancia en comparación con aquella perla.
Los dos protagonistas venden cuanto tienen para adquirir el tesoro y la perla respectivamente. De este denominador común ha querido deducirse que la enseñanza fundamental de las parábolas debe verse en la entrega incondicional que el Reino exige. Esto, sin embargo, no se pretende en primera línea en estas parábolas. Las palabras decisivas para orientarnos en la interpretación doctrinal de su mensaje son las siguientes: llenos de alegría (v. 44). La alegría extraordinaria que conmueve al hombre ante el sensacional hallazgo. Alegría que lanza al hombre a la posesión de un bien ante el cual todos los demás pierden categoría y valor. Ninguno de sus esfuerzos y renuncias le parecerán excesivos.
Todo palidece ante el valor del Reino cuando ha sido descubierto en plenitud. Nada puede compararse con él: el buen a nueva fascina al hombre que la descubre. Por nada del mundo quiere perderlo. Como el jornalero que encuentra un tesoro o el mercader de perlas que se tropieza con una de excepcional valor. Ninguno de los dos compra para vender de nuevo o especular con lo comprado. Han encontrado algo que llena su vida y le da sentido. Así ocurre con el hallazgo del Reino. Sólo desde él la vida adquiere sentido.
La parábola de la red echada en el mar describe una escena arrancada de la vida diaria del mar de Galilea. La red echada en el mar se ha llenado de peces. La sacan a tierra y comienza la selección. El centro de gravedad de la parábola no está tanto en la red como en la selección que se hace después de la pesca, una selección que tiene escaso fundamento en la realidad, ya que, prácticamente, todos los peces del mar de Galilea son comestibles; este rasgo ha sido introducido por el parabolista para orientarnos en la dirección en que debemos buscar la enseñanza.
La parábola de la red es eminentemente escatológica. Describe las realidades que tendrán lugar en los últimos días, en el último día. Antes no es posible la selección. Malos y buenos tienen que convivir o coexistir hasta el fin (la parábola está en la misma línea que la de la cizaña). La convivencia o coexistencia tienen que durar hasta el fin. Como los peces de todas clases están juntos en la red hasta que llega la selección.
También en e1 reino de Dios hay una última fase: la de la selección. Solamente entonces se manifestará con absoluta claridad la verdadera comunidad de los hijos de Dios, libre de la esclavitud, libre de todo lo malo, libre de lo aparentemente bueno, libre de los que parecían creer, libre de los que confesaban a Cristo con sus labios teniendo el corazón muy lejos de él, libre de los puritanismos farisaicos que no encajan en el espíritu del cristianismo y se aprovechan de él. Y cuantos no pertenezcan a la verdadera comunidad de los hijos de Dios quedarán excluidos de la vida, correrán la misma suerte que los peces de los que nos habla la parábola.
Elevación Espiritual para este día.
Si Cristo habita en nuestros corazones por medio de la fe, como dice el divino apóstol, y todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones y se revelan al corazón en la medida de la purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos. Este es el tesoro escondido en el campo del corazón, y todavía no lo has encontrado a causa de tu pereza. Si, en efecto, lo hubieras encontrado, habrías vendido ya todo lo que tienes y habrías comprado este campo.
Como un labrador que busca un campo adecuado para trasplantar algún árbol silvestre y encuentra por casualidad un tesoro inesperado, así es todo asceta humilde y sencillo. El asceta experimentado es un agricultor espiritual que trasplanta como un árbol silvestre la contemplación de las cosas visibles orientada a la percepción sensible en la región de las realidades inteligibles, y encuentra un tesoro, es decir, la manifestación, por la gracia, de la sabiduría que hay en los seres
Reflexión Espiritual para el día
La alegría del Evangelio es propio de quien, tras haber encontrado lo plenitud de la vida, queda suelto, libre, desenvuelto, sin temor, no cohibido. Ahora bien, ¿creéis acaso que quien ha encontrado la perla preciosa empezará a despreciar todas las otras perlas? En absoluto. Quien ha encontrado la perla preciosa se vuelve capaz de colocar las otras en una escala de valores justa, para relativizarlas, para juzgarlas en relación con la perla más bella. Y lo hace con extrema sencillez, porque, teniendo como piedra de foque la preciosa, es capaz de comprender mejor el valor de las otras.
A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le dará el discernimiento de los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos que hay fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias; más aún: con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todo lo demás. Quien busca la alegría en seguridades humanas, en ideologías, en sutilezas, no puede encontrar esta alegría. Lo alegría del Evangelio es Jesús crucificado, que llena nuestra vida perdonando nuestros pecados, dándonos el signo de su amor infinito, llenándonos día y noche con su alegría profunda. Cuando carecemos de soltura, cuando estamos espantados, cuando somos perezosos, temerosos, cuando estamos preocupados por el futuro de la Iglesia y de nuestra comunidad, eso significa que no tenemos la alegría del Evangelio, sino sólo algunas sombras, algún eco lejano, intelectual, abstracto, del mismo. Acoger el Evangelio es acoger su fuerza y apostar por ella, confiarnos a Cristo crucificado, que quiere llenarnos de su alegría.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías. Entonces el Señor habló así: “Si vuelve, y si te hago volver”
¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz, como hombre debatido y discutido por todo el país! Ni les debo ni me deben, pero todos me maldicen!
En su ministerio de profeta esa fue una crisis grave que obligó a Jeremías a reasumir su vocación purificándola. Por su comprometerse al servicio de Dios se atrae enemigos él, el manso por excelencia, ha de estar amenazando continuamente.
Cuando tus palabras venían a mí, Señor, ¡las devoraba! Tu palabra era mi gozo, la delicia de mi corazón. Formulas de belleza recia y fuerte.
Palabras que «vienen»... Una «avidez» que devora... ¿Veo yo «venir» a mí las palabras de Dios? ¿Tengo hambre de ellas?
Bajo el peso de tu mano me mantuve apartado... No me senté en el círculo de los que, entre risas, se burlaban...
Los «burlones» son los ricos orgullosos, los autosuficientes, esta categoría que existe en todas las latitudes y en todo tiempo. Pascal llamaba «libertinos» a los que se ríen de todo y no piensan más que en «divertirse». Es una categoría especialmente maldita por los salmos (Salmo 1, 1; 108, 25; 122, 4), los escritos sapienciales (Proverbios 3, 34; 24, 9; 21, 11) y por el evangelio: una vez más vemos a Jesús como el cumplimiento de toda una tradición... «Ay de vosotros, los que ahora reís...» (Lucas 6,25)
Hay que tomarse la vida en serio. Hay que tomarse a Dios en serio. Hay que tomarse el sufrimiento, la pobreza, de los demás, en serio ¡sobre todo cuando uno está ahíto!
¿Por qué es perpetuo mi penar y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¿Has sido para mí como un espejismo, como aguas no verdaderas?
Encontramos de nuevo la audacia extraordinaria de la oración de Jeremías. Una oración interrogativa: ¿Por qué, Señor...? ¿Cómo puede ser? Es una forma de oración muy verdadera que reproducen algunos cantos actuales:
«Tú la fuente de aguas vivas, ¿cómo eres también la sed que nada apaga?» ¿Serías Tú una fuente engañosa, un agua no potable que daña? Esas frases, que podrían ser blasfemias, pueden también llegar a ser el punto de partida de una nueva relación con Dios, más verdadera, más purificada. La «noche oscura», para los místicos, es el punto de partida del «encuentro» más perfecto. La duda puede llegar a ser la cara oscura de la fidelidad, de la búsqueda que continúa: pues habría una manera de no dudar que sería negar a Dios y no hacerle más preguntas, actuar como si no existiese... o bien suprimir la duda de un modo ficticio, cerrando los ojos a las preguntas.
Señor, ayúdanos a vivir con la duda, como un aguijón que nos empuja a seguir buscándote.
Entonces el Señor habló así: «Si vuelves, y si te hago volver».
¡Oh pensamiento admirable! que expresa perfectamente la cooperación de Dios y del hombre, en la conversión... la unión de la gracia y de la libertad. Jeremías usará muchas otras veces esta fórmula tan equilibrada. (Jeremías 17, 14 y 2O, 7)
Señor, nada puedo sin Ti. Y me dices también que sin mí tampoco Tú puedes nada.
Ayúdame, Señor, a poner mi parte con lealtad. Hazme suficientemente flexible para acoger la tuya.
El texto litúrgico forma parte de una de las llamadas «Confesiones de Jeremías», fragmentos escritos en primera persona en los que vierte el profeta sus propios sentimientos y deja aflorar su ánimo, desahogándose con Dios por la dureza de la misión que le ha confiado y hasta por su misma existencia, cuyo fracaso percibe. Jeremías, que tanto hubiera deseado la paz, y que, sin embargo, a causa de la Palabra, es objeto de contiendas y de pleitos (v. 10) deplora haber nacido. Recuerda el entusiasmo y la alegría del primer encuentro con la Palabra del Señor, convertida después en el centro y el sentido de toda su vida. A la iniciativa de Dios le había seguido la disponibilidad total de Jeremías, el compromiso de toda su persona en la decisión consciente de estar consagrado a Dios (v. 16). La soledad, el distanciamiento de las compañías festivas, fueron la consecuencia de esta dedicación absoluta a una Palabra que va contra corriente y que sus contemporáneos rechazan e incluso combaten (v. 17). De ahí procede el agudo sufrimiento que siente Jeremías sin posibilidad de curación y el grito de denuncia de su propia situación frente a Dios, que se le ha vuelto engañoso como un arroyo de aguas caprichosas.
Por toda respuesta (vv 19-21), el Señor le confirma al profeta su arduo mandato, pidiéndole de nuevo su entera disponibilidad, renovándole la promesa del éxito final de su misión, garantizado por su misma presencia. La Palabra que le había seducido en un tiempo deberá «encarnarse» aún más en Jeremías. Fiel a ella, el profeta recibirá la fuerza necesaria para resistir a todos los adversarios.
Comentario del Salmo 58. Dios es mi refugio en el peligro.
Es la súplica de una persona que tiene que hacer frente a terribles dificultades y conflictos a causa de un grupo de enemigos a los que califica de «perros». A lo largo de este salmo, encontramos catorce peticiones: «líbrame», “protégeme” (2), “sálvame” (3), (3),”despierta”, “ven”, “mira” (5) etc.
Las traducciones varían mucho, así como también los intentos de presentar el modo en que está organizado. Podernos ver un estribillo, que se repite en dos ocasiones (7.15) y que divide el texto en tres partes (2-6; 8-14; 16-18). Hay investigadores que ven otro estribillo (10.18) y, por tanto, hacen una división distinta del salmo.
Lo característico de la primera parte (2-6) es la súplica individual. El salmista hace diez peticiones, pues su situación es realmente dramática. Protesta argumentando que es inocente (4b 5ª) y, a pesar de ello, le persiguen a muerte. El estribillo (7.15) compara a los adversarios con perros feroces. Este salmo da por supuesto que los perros son animales salvajes, no domésticos, Los enemigos se parecen a ellos, rondan por la ciudad, ladrando y buscando alimento. Pero su alimento es la vida del justo.
La segunda parte (8-14) continúa con la descripción de estos “perros” (8.13) y con la súplica (12.14). Según este salmo, el Señor primero se ríe de ellos (9), pero después, a petición del justo, los convierte en peregrinos errantes y los derriba (12). El salmista le pide a Dios que los destruya, para que se sepa que hay alguien que gobierna la tierra (14). La imagen de los «perros» sigue en esta segunda parte. Después de afirmar que rondan por la ciudad al atardecer, da la impresión de que estos «perros» enseñan los dientes, pero en lugar de dientes, lo que tienen son espadas (8). Es interesante fijarse en lo que dicen estos «perros»: “¿Hay alguien escuchando?” (8b), como si Dios no estuviera o se hubiera quedado sordo.
La tercera parte (16-18) sigue con la descripción de las acciones de estos «perros», lo que indica que el drama vivido por esta persona era inmenso. Los «perros» están cazando para comer y sus gruñidos no cesan hasta haberse saciado (16). Pero conviene insistir en que quieren hartarse de la sangre del justo. Prácticamente al final, el salmista proclama su confianza en Dios, prometiendo aclamar su amor a la mañana siguiente, pues, Dios ha sido su refugio, su fortaleza y su fuerza en el día de la angustia (17-18). La imagen de la ciudad fortificada (10.17-18), aplicada a Dios, contrasta con la gravedad del conflicto a que se ha hecho frente.
El texto nos habla de perros que rondan por la ciudad al caer la tarde, en busca de algo con qué saciar el hambre (7.15-16); también habla del justo que aclama y alaba a Dios al amanecer (17). Es muy probable que el escenario en que se sitúe este salmo sea la ciudad de Jerusalén y su templo, adonde el justo ha corrido a refugiarse en los momentos de angustia (17), para que no lo devoraren los “perros” feroces. Puede sernos de utilidad ver qué es lo que el salmista dice de estos «perros», qué son y qué es lo que hacen: son «enemigos» y «agresores» (2), «malhechores» y «sanguinarios» (.3), «poderosos» (4) y «traidores» (6). Se trata, pues, de un grupo con poder y dispuesto a todo. ¿En qué consiste el mal que hacen? El salmista confiesa su inocencia y, aun así, ellos lo «acechan» (4.11), «se reúnen» (4), «avanzan» (5), cazan para comer (16), gruñendo hasta hartarse. Aquí podemos ver la existencia de un conflicto: un grupo de poderosos bien organizados se enfrenta con un individuo. Los malvados no tienen escrúpulos: quieren la muerte del justo y no van a descansar hasta conseguir su objetivo. Por eso el justo ha tenido que salir huyendo, buscando refugio en el templo de Jerusalén. Está convencido de que, por la mañana, será declarado inocente, lo que invalidará los planes de los «perros». Por eso pide a Dios que no los maten, sino que su caso sirva de lección para todo el pueblo (12a). Después, sin embargo, pide su destrucción (14).
Hay otros detalles que nos ayudan a completar el cuadro de los malvados. El salmista se dirige a Dios diciendo: «Mira: alardean con su boca, hay espadas en sus labios: “¿Hay alguien escuchando?”» (8). De la imagen de los perros con sus afilados dientes se pasa a la de las personas con veneno en los labios. El justo es víctima de una calumnia. Por eso se llama «traidores» a sus enemigos (6h). Además, estos poderosos no temen a Dios. Preguntan: “¿Acaso hay alguien que escuche los clamores del justo?”. Con otras palabras, están convencidos de que Dios está sordo o ausente. Podemos afirmar que, con todo esto, lo que pretenden es ocupar el puesto de Dios. Además, el texto dice: «Cada palabra de sus labios, es un pecado de su boca. Queden prendidos en su arrogancia, en la mentira y la maldición que profieren» (13). Arrogancia, mentira y maldición se refieren a las calumnias contra el justo y a los intentos de ocupar el lugar de Dios.
Como en los demás salmos de súplica, también aquí Dios es el aliado en la defensa y la promoción de la justicia. Conviene fijarse en un detalle: los poderosos están al acecho y se reúnen (4), avanzan (5) y cazan (16) al justo. En esta lucha desigual, Dios se ríe y se divierte (9), su amor va por delante (11), con vierte en vagabundos y derriba a los enemigos (12), los destruye (14) y recibe las alabanzas del justo, que lo reconoce como Dios fuerte, fortaleza y refugio en el día de la angustia (17.18).
Hay otro aspecto importante. Dios tiene que intervenir porque, en caso contrario, los enemigos agresores y malhechores sanguinarios matarán al justo que clama, y preguntarán: “¿Hay alguien escuchando?”. Dicho de otro modo, este salmo pone de manifiesto que Dios no hace concesiones a la injusticia ni pacta con los malvados, Así es como gobierna. Fijémonos ahora en los nombres que recibe Dios: es Yavé, el Señor —el libertador— , el Dios de los Ejércitos —el guerrero— (6), Dios de Israel —el aliado— (6), el Señor (12) del mundo, que gobierna en Jacob y hasta los confines de la tierra (14b).
Muchos han leído este salmo a la luz de la pasión de Jesús, condenado a muerte por los malhechores sanguinarios. Pero tenemos que preguntar cómo respondió a las llamadas de los que se sentían víctimas de «perros» devoradores de hombres, cómo defendió al pueblo y cómo dio por él la vida. Nadie de los que acudieron a Jesús quedó sin respuesta.
Conviene rezar este salmo en los momentos que ya hemos indicado a propósito de otros salmos de súplica individual, o cuando tenemos la impresión de que Dios está sordo o ausente. Nuestras ciudades están llenas de «perros» que rondan, haciendo que el pueblo viva en un continuo sobresalto. Hay muchos inocentes calumniados, perseguidos, condenados y asesinados... Nosotros podemos rezar este salmo con ellos y por ellos. Es importante que lo recemos en sintonía con otras personas o grupos comprometidos en la causa de la justicia.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13 44-46. Vende todo lo que tiene y compra él campo.
En el marco del sermón dirigido a los discípulos en casa (cf. Mt 13,36), las parábolas del tesoro encontrado por casualidad en el campo y de la perla largo tiempo buscada y por fin encontrada ponen el acento en la alegría de quien ha comprendido el valor del Reino de Dios. Se trata de una alegría tan penetrante y profunda que hace posible la venta de cualquier otro bien para comprar el campo donde está escondido el tesoro o adquirir la perla preciosa. Acoger la Palabra de Jesús y tener acceso al misterio del Reino de Dios no es, por tanto, únicamente una experiencia de contraste y de paciente tenacidad, como sugerían las parábolas del sembrador y de la cizaña, sino que es también y sobre todo una experiencia de alegría.
Junto a esta enseñanza principal, las parábolas plantean la exigencia del radicalismo en la opción por el Reino: no es posible llegar a soluciones de compromiso; es preciso darlo todo si queremos gozar del amor de Dios. El hombre experimenta esto como don inesperado y como fruto del empeño: Dios se ofrece en virtud de su libre iniciativa, más allá de cualquier posible mérito del hombre. Haciéndose buscar, dilata en él el espacio del deseo.
Hay dos tonalidades en las lecturas que hoy nos ofrece la liturgia. Está la alegría de quien ha encontrado el sentido de su vida en una palabra, la de Dios, que le ha abierto el corazón, y por la que no vacila en comprometer toda su vida renunciando a todo lo demás, y esta la desolación de quien siente la inutilidad de su vivir, el fracaso de sus esfuerzos, aunque sean sinceros. Con frecuencia colorearnos la vida con una u otra escala cromática. Tal vez empleamos con mayor frecuencia la segunda.
El Señor nos dice algo importante: la alegría del encuentro con él, saboreada en un momento preciso que ha iluminado nuestra existencia, constituye el fundamento que debemos redescubrir de continuo. Es la memoria que nos garantiza lo esencial: la certeza de que el Señor está vivo y presente junto a nosotros. La pesadez del vivir, la constatación de haber fracasado, son experiencias dolorosas y lancinantes, que desgarran por dentro, que estallan en un grito: “¡Basta!” Volver a encontrar la alegría del momento del descubrimiento, o bien desear proseguir la búsqueda si todavía no hemos encontrado, es la verdadera aventura de la vida, es su sentido más profundo. Vale la pena entregarlo todo por esto.
Dejémonos atraer por el Señor; que, como hizo con el profeta, nos dice hoy a nosotros: «Si vuelves a mí, haré que vuelvas y estés a mi servicio» (Jr 15,19).
Si Cristo habita en nuestros corazones por medio de la fe, como dice el divino apóstol, y todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones y se revelan al corazón en la medida de la purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos. Este es el tesoro escondido en el campo del corazón, y todavía no lo has encontrado a causa de tu pereza. Si, en efecto, lo hubieras encontrado, habrías vendido ya todo lo que tienes y habrías comprado este campo.
Como un labrador que busca un campo adecuado para trasplantar algún árbol silvestre y encuentra por casualidad un tesoro inesperado, así es todo asceta humilde y sencillo. El asceta experimentado es un agricultor espiritual que trasplanta como un árbol silvestre la contemplación de las cosas visibles orientada a la percepción sensible en la región de las realidades inteligibles, y encuentra un tesoro, es decir, la manifestación, por la gracia, de la sabiduría que hay en los seres.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13 44-46 para nuestros Mayores. Compra el terreno y esconde el tesoro que hay en él.
Un tesoro escondido en un campo. Hoy rara vez se encuentran tesoros; en tiempos antiguos ocurría con mayor frecuencia. El dinero no se depositaba en bancos y reunir objetos de oro era una forma de ahorrar Además, las casas no estaban blindadas, como hoy; y el propietario, especialmente en tiempos peligrosos, no podía defender sus posesiones más que metiéndolas en las paredes de la casa o enterrándolas donde sólo él sabía. Pero después, por alguna razón, moría, se llevaba a la tumba el secreto del escondite y quizás después de mucho tiempo, alguien lo encontraba.
San Máximo el Confesor usa este ejemplo como metáfora para explicar las iluminaciones espirituales que nos vienen durante la lectura de la Sagrada Escritura. Quien coge el libro entre sus manos se parece a un agricultor que labra el campo: trabaja para comprender lo que lee, a veces, lo consigue, otras veces, no. Pero un día, encuentra el tesoro, es decir, de repente le llega una iluminación tan clara que enriquece toda su vida espiritual. Platón ya había señalado que la inspiración poética florece de repente, inesperadamente. Los Padres de la Iglesia lo confirman y subrayan que la inspiración es aún más fuerte cuando la da el Espíritu Santo. Como dice el salmo 95,8: “Escuchad hoy su voz: no endurezcáis vuestro corazón
Se dice que es un placer poseer joyas hermosas. En otros tiempos, la condición de la mujer se medía en base al collar de perlas que llevaba: las perlas eran un lujo reservado a pocos. Las perlas tienen distinto resplandor y valor y adquirir la perla más preciosa era también una inversión. Por eso, incluso hoy, llamamos «perla» al ejemplar más precioso conservado en un museo o en una biblioteca, y el término se usa también para señalar un carácter ideal, o una mujer ideal. Con mayor razón se puede aplicar a la comprensión del valor del reino de Dios y de su verdad.
Las antiguas biografías de los santos eran un género literario particular y mostraban dos tipologías de santos. La primera era la de los santos desde su más tierna edad; habiendo estado siempre con Dios, no podían «encontrar la perla» del reino. De la segunda formaban parte los santos que habían tenido un pasado disoluto, dedicados a las aventuras y al dinero. Pero, un buen día, se convierten: reconocen la belleza de la perla divina y lo venden todo para poder adquirirla. Un ejemplo puede ser el de santa Inés de Bohemia que transformó su castillo real en un monasterio, sin preocuparse de quedarse pobre.
Va y vende todo cuanto tiene, y la compra. Con frecuencia, la filosofía y la psicología del siglo pasado se han ocupado del problema de los valores. Sabemos muchas cosas, pero no a todas les darnos el mismo valor y no todo nos interesa. Es precisamente la falta de interés de los estudiantes lo que hace frustrante la enseñanza. Por eso, pedagogos y predicadores se preguntan sobre los métodos a utilizar para que la verdad que proponen aparezca ante sus oyentes con todo su valor; pero es un problema que nos afecta a todos.
La verdad tiene mayor valor cuanto más se presenta en relación con la vida. A una madre de familia le interesa saber dónde puede hacer la compra gastando menos, y un hincha mira en primer lugar la página de deportes de un periódico. Las verdades religiosas deberían suscitar el mayor interés, porque hacen referencia a los temas fundamentales de la vida; sin embargo, con frecuencia, encuentran un gran desinterés. La gente sabe miles de cosas, pero en materia de religión se ha quedado detrás y no sabe nada. Se dice que es culpa de una catequesis equivocada.
Pero el problema se puede mirar, también, de otra manera. En realidad, con frecuencia las personas viven de modo superficial, no se plantean ningún problema serio y no tienen ningún interés por los verdaderos valores de la vida. Las verdades de fe hacen mejor la vida. Quien tiene verdadero interés en mejorarla, puede comenzar a interesarse en estas verdades.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 13, 44-46, de Joven para Joven. Encuentra el tesoro y vende todo lo que tiene para comprar el terreno en el que lo encontró.
El tesoro y la perla son parábolas gemelas cuyo sentido expondremos conjuntamente. La primera tiene como protagonista a un obrero del campo palestino que, al encontrar un tesoro, quiere quedarse con él, pero por la vía legal. Quiere comprar el campo porque según la ley judía, así se convertía en el señor del suelo y del subsuelo. Por todos los medios quiere poseer el tesoro hallado, aun a costa de vender o renunciar a todo lo demás. Todo carece de importancia en comparación con aquel tesoro.
El protagonista de la segunda parábola es un mercader de perlas. Para los orientales no existía cosa más preciosa y apreciada que las perlas. Cuando el mercader de la parábola encuentra una perla de excepcional valor de cuanto posee para comprarla. Todo cuanto tiene carece de importancia en comparación con aquella perla.
Los dos protagonistas venden cuanto tienen para adquirir el tesoro y la perla respectivamente. De este denominador común ha querido deducirse que la enseñanza fundamental de las parábolas debe verse en la entrega incondicional que el Reino exige. Esto, sin embargo, no se pretende en primera línea en estas parábolas. Las palabras decisivas para orientarnos en la interpretación doctrinal de su mensaje son las siguientes: llenos de alegría (v. 44). La alegría extraordinaria que conmueve al hombre ante el sensacional hallazgo. Alegría que lanza al hombre a la posesión de un bien ante el cual todos los demás pierden categoría y valor. Ninguno de sus esfuerzos y renuncias le parecerán excesivos.
Todo palidece ante el valor del Reino cuando ha sido descubierto en plenitud. Nada puede compararse con él: el buen a nueva fascina al hombre que la descubre. Por nada del mundo quiere perderlo. Como el jornalero que encuentra un tesoro o el mercader de perlas que se tropieza con una de excepcional valor. Ninguno de los dos compra para vender de nuevo o especular con lo comprado. Han encontrado algo que llena su vida y le da sentido. Así ocurre con el hallazgo del Reino. Sólo desde él la vida adquiere sentido.
La parábola de la red echada en el mar describe una escena arrancada de la vida diaria del mar de Galilea. La red echada en el mar se ha llenado de peces. La sacan a tierra y comienza la selección. El centro de gravedad de la parábola no está tanto en la red como en la selección que se hace después de la pesca, una selección que tiene escaso fundamento en la realidad, ya que, prácticamente, todos los peces del mar de Galilea son comestibles; este rasgo ha sido introducido por el parabolista para orientarnos en la dirección en que debemos buscar la enseñanza.
La parábola de la red es eminentemente escatológica. Describe las realidades que tendrán lugar en los últimos días, en el último día. Antes no es posible la selección. Malos y buenos tienen que convivir o coexistir hasta el fin (la parábola está en la misma línea que la de la cizaña). La convivencia o coexistencia tienen que durar hasta el fin. Como los peces de todas clases están juntos en la red hasta que llega la selección.
También en e1 reino de Dios hay una última fase: la de la selección. Solamente entonces se manifestará con absoluta claridad la verdadera comunidad de los hijos de Dios, libre de la esclavitud, libre de todo lo malo, libre de lo aparentemente bueno, libre de los que parecían creer, libre de los que confesaban a Cristo con sus labios teniendo el corazón muy lejos de él, libre de los puritanismos farisaicos que no encajan en el espíritu del cristianismo y se aprovechan de él. Y cuantos no pertenezcan a la verdadera comunidad de los hijos de Dios quedarán excluidos de la vida, correrán la misma suerte que los peces de los que nos habla la parábola.
Elevación Espiritual para este día.
Si Cristo habita en nuestros corazones por medio de la fe, como dice el divino apóstol, y todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones y se revelan al corazón en la medida de la purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos. Este es el tesoro escondido en el campo del corazón, y todavía no lo has encontrado a causa de tu pereza. Si, en efecto, lo hubieras encontrado, habrías vendido ya todo lo que tienes y habrías comprado este campo.
Como un labrador que busca un campo adecuado para trasplantar algún árbol silvestre y encuentra por casualidad un tesoro inesperado, así es todo asceta humilde y sencillo. El asceta experimentado es un agricultor espiritual que trasplanta como un árbol silvestre la contemplación de las cosas visibles orientada a la percepción sensible en la región de las realidades inteligibles, y encuentra un tesoro, es decir, la manifestación, por la gracia, de la sabiduría que hay en los seres
Reflexión Espiritual para el día
La alegría del Evangelio es propio de quien, tras haber encontrado lo plenitud de la vida, queda suelto, libre, desenvuelto, sin temor, no cohibido. Ahora bien, ¿creéis acaso que quien ha encontrado la perla preciosa empezará a despreciar todas las otras perlas? En absoluto. Quien ha encontrado la perla preciosa se vuelve capaz de colocar las otras en una escala de valores justa, para relativizarlas, para juzgarlas en relación con la perla más bella. Y lo hace con extrema sencillez, porque, teniendo como piedra de foque la preciosa, es capaz de comprender mejor el valor de las otras.
A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le dará el discernimiento de los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos que hay fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias; más aún: con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todo lo demás. Quien busca la alegría en seguridades humanas, en ideologías, en sutilezas, no puede encontrar esta alegría. Lo alegría del Evangelio es Jesús crucificado, que llena nuestra vida perdonando nuestros pecados, dándonos el signo de su amor infinito, llenándonos día y noche con su alegría profunda. Cuando carecemos de soltura, cuando estamos espantados, cuando somos perezosos, temerosos, cuando estamos preocupados por el futuro de la Iglesia y de nuestra comunidad, eso significa que no tenemos la alegría del Evangelio, sino sólo algunas sombras, algún eco lejano, intelectual, abstracto, del mismo. Acoger el Evangelio es acoger su fuerza y apostar por ella, confiarnos a Cristo crucificado, que quiere llenarnos de su alegría.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías. Entonces el Señor habló así: “Si vuelve, y si te hago volver”
¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz, como hombre debatido y discutido por todo el país! Ni les debo ni me deben, pero todos me maldicen!
En su ministerio de profeta esa fue una crisis grave que obligó a Jeremías a reasumir su vocación purificándola. Por su comprometerse al servicio de Dios se atrae enemigos él, el manso por excelencia, ha de estar amenazando continuamente.
Cuando tus palabras venían a mí, Señor, ¡las devoraba! Tu palabra era mi gozo, la delicia de mi corazón. Formulas de belleza recia y fuerte.
Palabras que «vienen»... Una «avidez» que devora... ¿Veo yo «venir» a mí las palabras de Dios? ¿Tengo hambre de ellas?
Bajo el peso de tu mano me mantuve apartado... No me senté en el círculo de los que, entre risas, se burlaban...
Los «burlones» son los ricos orgullosos, los autosuficientes, esta categoría que existe en todas las latitudes y en todo tiempo. Pascal llamaba «libertinos» a los que se ríen de todo y no piensan más que en «divertirse». Es una categoría especialmente maldita por los salmos (Salmo 1, 1; 108, 25; 122, 4), los escritos sapienciales (Proverbios 3, 34; 24, 9; 21, 11) y por el evangelio: una vez más vemos a Jesús como el cumplimiento de toda una tradición... «Ay de vosotros, los que ahora reís...» (Lucas 6,25)
Hay que tomarse la vida en serio. Hay que tomarse a Dios en serio. Hay que tomarse el sufrimiento, la pobreza, de los demás, en serio ¡sobre todo cuando uno está ahíto!
¿Por qué es perpetuo mi penar y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¿Has sido para mí como un espejismo, como aguas no verdaderas?
Encontramos de nuevo la audacia extraordinaria de la oración de Jeremías. Una oración interrogativa: ¿Por qué, Señor...? ¿Cómo puede ser? Es una forma de oración muy verdadera que reproducen algunos cantos actuales:
«Tú la fuente de aguas vivas, ¿cómo eres también la sed que nada apaga?» ¿Serías Tú una fuente engañosa, un agua no potable que daña? Esas frases, que podrían ser blasfemias, pueden también llegar a ser el punto de partida de una nueva relación con Dios, más verdadera, más purificada. La «noche oscura», para los místicos, es el punto de partida del «encuentro» más perfecto. La duda puede llegar a ser la cara oscura de la fidelidad, de la búsqueda que continúa: pues habría una manera de no dudar que sería negar a Dios y no hacerle más preguntas, actuar como si no existiese... o bien suprimir la duda de un modo ficticio, cerrando los ojos a las preguntas.
Señor, ayúdanos a vivir con la duda, como un aguijón que nos empuja a seguir buscándote.
Entonces el Señor habló así: «Si vuelves, y si te hago volver».
¡Oh pensamiento admirable! que expresa perfectamente la cooperación de Dios y del hombre, en la conversión... la unión de la gracia y de la libertad. Jeremías usará muchas otras veces esta fórmula tan equilibrada. (Jeremías 17, 14 y 2O, 7)
Señor, nada puedo sin Ti. Y me dices también que sin mí tampoco Tú puedes nada.
Ayúdame, Señor, a poner mi parte con lealtad. Hazme suficientemente flexible para acoger la tuya.
Copyright © Reflexiones Católicas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario