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jueves, 29 de julio de 2010

Lecturas del día 29-07-2010


29 de Julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. JUEVES XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. SANTA MARTA, Memoria obligatoria. (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Urbano II pp, Félix mr, Próspero mr.


LITURGIA DE LA PALABRA 
Jer 18,1-6: Soy como el alfarero
Salmo responsorial 145: Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob.
Jn 11,19-27. Creo que tú eres el Mesias, el Hijo de Dios.
o bien LC 10, 38-42. Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas.
“Miren cómo está el barro en manos del alfarero, así están ustedes en mi mano”, dijo Dios por medio del profeta Jeremías a su pueblo Israel, que permanecía encerrado en su orgullo y autosuficiencia, que no le permitían beber de la bondadosa misericordia que él le ofrecía y que crea y recrea la cotidianidad del ser humano. ¿Cuántas veces no nos hemos visto, como el pueblo de Israel, encerrados en nuestros propios juicios y criterios con nuestro dolor y sufrimiento, confinados en una prisión que nosotros mismos hemos construido con nuestros miedos y odios, sin permitirle entrar a aquél que es capaz de sanarnos y liberarnos de una vez por todas con simplemente abrirle las puertas de nuestra existencia?



El evangelista san Mateo nos presenta cómo va ser el desenlace del reino de Dios en la historia de la humanidad. Está abierto a quien desee acogerlo; así mismo, está en la voluntad de cada quién llevarlo a la plenitud. El reino de Dios se establecerá definitivamente en la historia, pero ya se va estableciendo en lo cotidiano de la existencia del ser humano cuando éste busca afirmarlo en todo aquello que piensa, dice, decide y finalmente realiza.


Primera Lectura
Jeremías 18, 1-6
Como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano
Palabra del Señor que recibió Jeremías: Levántate y baja al taller del alfarero, y allí te comunicaré mi palabra."



Bajé al taller del alfarero, que estaba trabajando en el torno. A veces, le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo, y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero.


Entonces me vino la palabra del Señor: ¿Y no podré yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este alfarero? -oráculo del Señor-.


Mirad: como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel."


Palabra de Dios

Salmo responsorial: 145
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
.



Alaba, alma mía, al Señor: / alabaré al Señor mientras viva, / tañeré para mi Dios mientras exista. R.


No confiéis en los príncipes, / seres de polvo que no pueden salvar; / exhalan el espíritu y vuelven al polvo, / ese día perecen sus planes. R.


Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, / el que espera en el Señor, su Dios, / que hizo el cielo y la tierra, / el mar y cuanto hay en él. R.

SANTO EVANGELIO
Juan 11,19-27
Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."





Palabra de Dios.



Comentario de la Primera Lectura: Jr 18, 1-6. Como está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano. 
La Palabra del Señor cita a Jeremías en casa del alfarero. La actividad cotidiana del artesano aparece como símbolo del modo de obrar de Dios. El profeta, instruido por la Palabra del Señor comprende el mensaje que deberá anunciar al pueblo, verdadero destinatario de esta acción simbólica. Como el alfarero, al modelar los utensilios, deshace los que no salen bien y amasa de nuevo la arcilla para hacer otros, así Yavé, que es el Creador y Señor de todos los pueblos, puede eliminar al que no vive según su voluntad. Su juicio es inapelable y no se trata de un gesto autoritario, sino pedagógico: el castigo es una ayuda para comprender el propio error y convertirse. Como la arcilla está en manos del alfarero, así está Israel en manos de Dios. La imagen, además de evocar la idea de la potestad absoluta de Dios respecto al pueblo, sugiere la de su atento cuidado, a fin de que el pueblo viva con rectitud, de modo semejante al del artista, que, al modelar un objeto, pone todo su cuidado para que salga bien.


Comentario del Salmo. 145. Dichoso a quién auxilia el Dios de Jacob.
Es un himno de alabanza que ensalza el proyecto de Dios y sus consecuencias, por oposición a los proyectos de los poderosos y los malvados. Para los judíos, comienza aquí la alabanza de la mañana, tercer Hallel o alabanza del pueblo de Dios (el primero es la «pequeña alabanza» o «pequeño Hallel»: Sal 113-118; el segundo, la «gran alabanza» o «gran Hallel»: Sal 136; el tercer Hallel comprende los salmos 145 a 150).



Este salmo tiene introducción (1-2) y cuerpo, pero carece de conclusión. El cuerpo se divide en dos partes: 3-5 y 6-10.


En la introducción (1-2), el salmista invita a su alma a la alabanza y promete alabar él mismo acompañado por instrumentos musicales. Así pues, la alabanza se compone de texto y de música. Tres veces se menciona el destinatario de la alabanza: dos veces es el Señor y una, Dios. La alabanza durará por siempre. Esto queda reflejado en estas dos expresiones: «mientras viva» y «mientras exista» (nótese cómo le gusta a este salmo hablar de estas cosas).


En la primera parte del cuerpo (3-5), el individuo que reza este salmo se dirige a otras personas, lo que indica que nos encontramos en un lugar público, tal vez el templo de Jerusalén. Recomienda a sus oyentes no cifrar su seguridad en los poderosos, pues estos no pueden salvar. Cuando mueren, perecen también todos sus planes. Se podría afirmar que confiar en ellos es una desgracia. Sí, porque sólo apoyarse en el Señor puede garantizar la felicidad. Entramos así en la segunda parte del cuerpo (5-10). El Señor (esta denominación se repite con frecuencia en el salmo) es llamado «Dios de Jacob», recordando así la época de los patriarcas y de la promesa de la tierra; también se le llama por su nombre propio —Yavé, «el Señor—, lo que recuerda la esclavitud en Egipto; también se alude a él diciendo «tu Dios», expresión que nos hace pensar en la alianza. A continuación, tenemos doce acciones del Señor desde la creación, hasta el ejercicio de su realeza: 1. el Señor hizo el cielo y la tierra, el mar y lo que existe en él; 2. mantiene su fidelidad eternamente; 3. hace justicia a los oprimidos; 4. da pan a los hambrientos; 5. libera a los prisioneros; 6. abre los ojos de los ciegos; 7. endereza a los que se doblan; 8. ama a los justos; 9. protege a los extranjeros; 10. Sustenta al huérfano y a la viuda; 11. Trastorna el camino de los malvados; 12. Reina eternamente. Esta última acción (reinar) corona todas las anteriores. Los «ciegos» y «los que se doblan» (8) han de entenderse simbólicamente. Se trata del pueblo sometido a prácticas de manipulación y, como consecuencia, un pueblo que se dobla bajo el peso de la opresión.


Es un himno de alabanza que se entona en un lugar público. Se invita a la gente que está presente a no confiar en los poderosos y a apoyarse en el Dios de las promesas, de la liberación y de la alianza. El conflicto está servido. Se habla de los «poderosos» (3a) y de los «malvados» (9b). Estos han elaborado sus planes (4b), pero sus proyectos morirán con ellos (4). Con el Señor es diferente: su proyecto es para siempre, y su reinado no tiene fin (10). Por eso el salmista alaba sin cesar (2). Entona su alabanza, sobre todo, porque sabe que el proyecto de Dios engendra vida en la sociedad. De hecho, en este salmo encontramos un fuerte contraste. Por un lado, está el proyecto del Señor y, por otro, el proyecto de los poderosos; cada uno de estos proyectos da lugar a un tipo de sociedad. Vamos a ver cuál es el resultado del proyecto de los poderosos y los malvados, examinando este salmo al trasluz de las acciones del Señor: el proyecto de los malvados engendra oprimidos, hambrientos y prisioneros (7), «ciegos» y «gente que se dobla» (8), extranjeros oprimidos, huérfanos y viudas explotados (9a). Se trata de siete grupos sociales excluidos de la vida y explotados por los poderosos e injustos; explotados en cuanto a sus derechos, a su libertad y a su conciencia. Entre es tos siete grupos sociales se encuentran los tres más desprotegidos: extranjeros, huérfanos y viudas (9a). La opresión y la explotación los despojan de los bienes que garantizan la vida (están hambrientos), y los alinea hasta el punto de que llegan a aceptar pasivamente esta situación (están «ciegos»). Estamos ante el proyecto de muerte de los malvados poderosos.


Una de las acciones del Señor consiste en trastornar el camino de los malvados, esto es, desbaratar sus planes. ¿De qué manera? La respuesta está en sus acciones. Mientras que los malvados poderosos siembran el caos en la sociedad mediante su in fidelidad a la alianza, el Señor crea un mundo armonioso, se mantiene fiel y engendra vida en la sociedad, sobre todo, en favor de cuantos se habían visto privados de ella por los poderosos injustos: hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, libera a los prisioneros, abre los ojos de los «ciegos», endereza a los que «se doblan», protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda. Estas son sus acciones en favor de los excluidos y los desposeídos, de los explorados y oprimidos. Es importante fijarse en que la última de las acciones del Señor consiste en reinar. ¿Cómo reina? ¿En qué consiste su reinado? Ni más ni menos que en las once acciones anteriores. Su realeza se traduce en un proyecto de vida y de libertad para cuantos carecen de ellas, trastornando los planes de los poderosos malvados que les habían privado de estas dos realidades fundamentales.


En cierto modo, el rostro de Dios en este salmo ya ha sido presentado en el apartado anterior. Tenemos que recordar sus títulos, que abarcan toda la historia de Israel: «Dios de Jacob» resume la época de los patriarcas; “el Señor, tu Dios” habla de la liberación de Egipto, de la alianza y de la conquista de la tierra; «Dios creador» (6) es el tema preferido después del exilio en Babilonia. Siempre y en todo, aliado de los justos contra los malvados, fiel. Dichoso el que se apoya en él.


Los contactos que tiene este salmo con la vida de Jesús son innumerables. Basta recordar su programa de vida (Lc 4,18-21) y sus consecuencias: oprimidos de todas clases que son liberados, hambrientos que comen hasta hartarse, «prisioneros» que son liberados, ciegos y personas «dobladas» que son curadas; véase también el cariño con que Jesús trata a los extranjeros, a las viudas y a los huérfanos; no podemos olvidar el Reino que anunció, que inauguró e incorporó a nuestro caminar y que confió a los pobres (Lc 6,20ss; Mt 5,1-12). También hemos de tener presente la actitud de Jesús contra los poderosos, enseñando al pueblo a no confiar en ellos.


Hay que rezar este salmo recordando lo que Dios y Jesús represen tan para nosotros; hay que rezarlo, también, desde las luchas y conquistas del pueblo en el camino de la libertad, de la vida y de la participación en el destino de la comunidad; hay que rezarlo a la luz de la súplica del Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino»; convencidos de que los proyectos actuales de muerte de los malvados poderosos, con el esfuerzo de todos, serán trastornados, dando lugar al proyecto de vida del Dios aliado y fiel...


Comentario del Santo Evangelio: Juan 11,19-27 (o bien Lc 10, 38-42).Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
El diálogo entre Jesús y Marta referido en este fragmento del evangelio forma parte del episodio de la llamada «resurrección de Lázaro» (cf. Jn 11,1ss). Como en Lc 10,38-42 y en Jn 12,1ss, destacan las actitudes opuestas de Marta y de María: la primera muestra un carácter más dinámico y concreto, que se manifiesta en salir de inmediato al encuentro del Señor; la segunda, a la que siempre se describe sentada y escuchando al Maestro, permanece en casa (v. 20).



Marta asocia, en cierto modo, la muerte de su hermano a la ausencia de Jesús en aquel momento, pero confirma asimismo su firme confianza en él como mediador infalible ante Dios (w 21ss). Empieza así un itinerario interior que la conducirá a una profesión de fe plenamente cristiana (v. 27), pasando a través de la declaración de su fe en la resurrección del último día (v. 24), en conformidad con la tradición judía (cf. 2 Mac 7,9.23; 12,42b-44; Dn 12,1-3). Es el mismo Jesús quien la guía en este recorrido: con una expresión típica de las autorrevelaciones divinas («Yo soy»: v. 25a; cf. Ex 3,14; Lv 19,1ss; Jn 6,35; 14,6; passim), el Señor hace comprender a Marta que la vida que él da supera también a la muerte. Jesús, resurrección y vida, crea en quien le recibe una condición nueva y definitiva (cf. Jn 5,24; 8,51).


Como hace en todo su evangelio, también aquí Juan recurre a términos antitéticos y juega con su doble significado: cuando alguien da su plena adhesión a Jesús, pasa de la muerte física a la vida definitiva, eterna (v. 25b), porque quien en vida haya creído en él no padecerá la condena a la eterna separación de Dios (v. 26a). Con estas palabras se refiere el Señor al destino último y, al mismo tiempo, pone de manifiesto que, a través de él, está ya presente en el creyente el germen de la vida eterna. Jesús no se limita a revelar a Marta estas verdades, sino que le pregunta de una manera explícita su posición ante ellas (v. 26b), brindándole la oportunidad de manifestar plenamente su adhesión a la persona del Maestro, reconocido ahora como el Mesías esperado por Israel y como el Hijo de Dios (v. 27).


Los evangelios presentan a santa Marta siempre en movimiento, como una mujer eficiente y segura de sí. Tal vez esto la conducía a dejarse atrapar demasiado por las cosas que debía hacer y a perder de vista el sentido de su trajín. Sin embargo, ante Jesús, comprende que la eficiencia no es el valor más elevado, sino que importa sólo en la medida en que está equilibrada por la acogida, por la atención al otro y por el «temor al Señor», o sea, movida por el amor; si no es así, hace correr el riesgo de separar de lo esencial, convirtiéndose en una fuente de ansiedad y de fragmentación.


Santa Marta no se relaciona con el Señor sólo haciendo algo por él, sino que se presenta ante él con una actitud de verdad y de diálogo: se le muestra tal como es, dolida por la muerte de su hermano, decepcionada por no haber sido escuchada (cf. Jn 11,3.21), pero también firme en la fe. Aunque no ha visto satisfecha su oración, no la emprende con Dios, no se cierra a su misterio, no duda de su bondad; más bien, se pone a la escucha del Señor y se hace disponible a caminar con él, revisando su modo de concebir la vida y la fe. Marta se deja conducir por Jesús a través de la experiencia del dolor en un recorrido de conocimiento más profundo de sí misma, de la realidad, del mismo Señor. A quien le acoge de verdad, todo se le presenta bajo una luz nueva: vivir significa entonces habitar en el amor de Dios, en la amistad sincera y confiada con él. La vida eterna empieza ya desde ahora, y atraviesa y vivifica todas las vicisitudes humanas, incluso las marcadas por el sufrimiento.


Eso significa ponerse a la escucha de Dios y de su Palabra, como Marta, también en los momentos de incertidumbre y de duda (cf. Jn 11,39-41). También a nosotros nos pide el Señor una adhesión personal: « ¿Crees esto? Marta dio su respuesta; cada uno de nosotros está llamado a dar la suya.

Comentario del Santo Evangelio: Lc 10,38-42 (o bien Jn 11, 19-27), para nuestros Mayores. Marta y María. 

El fragmento del evangelio sobre Marta y María ha dado lugar a numerosas reflexiones sobre estos dos modos distintos de vida. Uno se llama activo, apostólico; el otro, meditativo, contemplativo. La distinción no es propia sólo del ambiente cristiano. Ya en la antigua Grecia, en la tragedia de Sófocles, Antígona, se representan dos hermanos con estilos de vida muy distintos, identificables, de alguna manera, con la contemplación y la acción. En latín se dice otium et negotium, la quietud y la ocupación. Pero la palabra quietud no significa reposo en la pereza. En todo caso, es una actividad, pero de otro tipo. Hay varios tipos de ocupación: manual, intelectual, técnica, y existe una actividad interior, la que se realiza para enriquecerse por dentro. La actividad interior es tan importante y necesaria como la manual, Nos ayuda a vivir.


María,.. Escuchaba; Marta,.. Muy afanada. En la Iglesia hay muchas órdenes y muchas congregaciones religiosas, fundadas con distintos objetivos y con reglas diferentes. A grandes rasgos se pueden reunir todos en dos grupos principales: el orden apostólico y el contemplativo. Los primeros trabajan en la atención pastoral, en las actividades de caridad, en los hospitales, en las misiones. Los otros viven en clausura y su objetivo principal es rezar. Incluso entre los cristianos se discute qué modo de vida es más importante para la Iglesia.


Ciertamente que los dos. Igual que un pájaro no puede volar si no es con dos alas, igual que en Betania Jesús fue recibido por dos hermanas, María y Marta, igualmente la Iglesia tiene necesidad de ambos modos de vida.


La enseñanza de Jesús parece que da la precedencia a María y, por eso, la Iglesia considera más importante la vida contemplativa. Pero no es una vocación para todos. Quien la haya recibido, que dé gracias y la siga: de hecho, la oración es la actividad que transforma a los hombres internamente, santificando también a los que trabajan en la vida activa, pues invoca la venida del Espíritu Santo sobre toda obra humana.


María y marta. En realidad, no hay una demarcación bien definida entre estas dos direcciones de vida religiosa porque, de hecho, son inseparables. También los monjes contemplativos trabajan en determinados momentos y, los que trabajan, tienen necesidad de momentos de calma para orar. San Benito estableció el principio: ora et labora, ¡ora y trabaja!


También los hombres muy ocupados deberían encontrar tiempo libre para rezar porque, quien no tiene tiempo para rezar, decía Abrahán Lincoln, no tiene tiempo para vivir. Con frecuencia, el ritmo del trabajo nos impide, verdaderamente, tener un momento de tranquilidad; o bien, cuando encontramos ese momento, la cabeza está tan llena de pensamientos que no logramos encontrar la concentración necesaria para orar.


Pero hay quien logra trabajar y rezar, por ejemplo, trabajando hasta el agotamiento pero con la conciencia constante de que está haciendo la voluntad de Dios, hasta el punto de sentir, a veces, durante el trabajo, la voz de Jesús. Uno de estos era san Ignacio de Loyola, contemplativo en acción.


Comentario del Santo Evangelio: Lc (10,38-42) (o bien Jn 11, 19-27), de Joven para Joven. Marta y María, a los pies del Maestro.
Contexto eclesial. ¿Qué importancia podía tener a nivel histórico en la vida de Jesús de Nazaret un insignificante episodio casero, un enfado de hermanas en el que Jesús da la razón a una de ellas, para que Lucas lo transmita? Está claro que el evangelista se sirve del pequeño incidente para comunicarnos un mensaje de Jesús. De la parábola del buen samaritano lo que deducen muchos es que basta con el amor y el servicio al prójimo. ¿Es esto lo exacto? A esto responde Lucas con este relato.



Jesús ha entrado en la casa de Marta y María. Marta se ocupa del trabajo; María, sentada a los pies del Señor, en actitud dócil de discípula, escucha... Ante la protesta de Marta, Jesús formula una sentencia decisiva: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte”.


Marta simboliza aquel trabajo repetido y agobiante que nos hace esclavos de la tierra y no permite que tengamos tiempo de escuchar el gran misterio de Dios que nos envuelve. María, en cambio, es la que atiende a la Palabra. Ciertamente deberá actuar, pero su actividad no será un hacer engorroso y sin espíritu, sino un poner en cumplimiento aquello que ha escuchado. Ordinariamente se oponen entre sí Marta y María como la acción y la contemplación. Esta perspectiva no es exacta. Marta representa únicamente aquella actividad que no se basa en la palabra de Jesús (no se mantiene abierta al Reino). María simboliza la escucha de la Palabra que se ha de traducir en amor y servicio al prójimo.


Escuchaba su palabra. Jesús proclama que son sus hermanos y bienaventurados “los que escuchan la palabra y la ponen por obra” (Lc 8,21). Sólo desde aquí se entiende el mensaje radical de este texto. María es la que atiende a Jesús. Frente al judío que escucha la voz que Dios le ha transmitido por la ley, se sitúa el cristiano, que descubre la palabra de Dios en Jesús. Por eso la actitud de María no es la de un místico que sube hacia Dios, sino la de un creyente que está atento a la palabra concreta que Dios le ha dirigido. Pues bien, para que esa escucha sea atenta, se debe traducir en la práctica de la vida, es decir, en el amor al prójimo, que refleja el buen samaritano.


Marta, en cambio, ocupada en sus cosas, no ha descubierto la voz de Dios en Jesús. Para que sea auténtica la acción del creyente (el amor al prójimo) tiene que estar fundamentada en la escucha de la Palabra, es decir, en la aceptación del misterio del amor de Dios reflejado en Cristo. Sólo porque Dios me ha revelado toda la fuerza de su amor, me puedo convertir en fuente de amor para otros.


En el relato hay, además, un dato significativo. No consta para nada el hombre de la casa. Una vez más, Lucas se manifiesta como el evangelista de la mujer. En el contexto oficial de Israel, la mujer era considerada como un creyente de segunda categoría; no tomaba parte oficial en el culto de la sinagoga ni se podía dedicar a la escucha y estudio de la ley. El relato refleja una actitud distinta. El tipo de cristiano auténtico que escucha la palabra de Jesús y la cumple se revela en la figura de María. Este rasgo no ha sido valorado por la Iglesia que, en cierto modo, ha padecido una regresión volviendo a colocar a la mujer en una actitud un tanto pasiva en sus comunidades.


El relato no quiere contraponer acción y contemplación. Sin embargo, ha tenido, tiene y tendrá actualidad porque el activismo es siempre una tentación para un gran sector que cree que la cuestión es hacer y hacer para ser eficaces. En otros, en cambio, la desviación es lo contrario. Algunos están tan arrollados por la acción que no tienen tiempo para la escucha y otros están tan clavados en la oración que no tienen tiempo para la acción. Muchos que actúan, no oran; y muchos que oran, no actúan; naturalmente, porque no oran bien. Por eso este pasaje evangélico hay que entenderlo desde la propia vida y situación.


El hombre moderno está, en general, bastante aturdido y agitado como Marta. Hemos convertido la vida en una autopista entre la cuna y el sepulcro. Alguien ha dicho certeramente: “Hacemos tanto bien que no tenemos tiempo de ser buenos”. Y, claro, lo importante es “ser buenos”, porque, siendo buenos, brotará espontáneamente el bien de nuestras manos. Decía Pablo VI: “El hombre moderno ha salido de casa, ha perdido las llaves y no sabe cómo regresar a su interioridad”.


Lucha y contemplación. Las dos facetas son imprescindibles. Claret decía: “Seré Marta y María al mismo tiempo”. No es fácil. Es preciso cuidar la calidad de la oración. Jesús descalifica la de los escribas y fariseos como pura verborrea. Lucas subraya que la oración ha de arrancar de la escucha de la Palabra. Presenta a María escuchando embobada al Maestro; no le atiborra con su palabrería ni se dedica a pedir, sino que escucha para obedecer.


Orar, sobre todo, es escuchar al Señor y ponerse a su disposición: “Hágase en mí según tu voluntad” (Lc 1,38; Mt 6,10). El Resucitado es nuestro huésped permanente que nos habla en la Escritura. Tenemos mayor dicha que Marta, María y los de Emaús ya que el Maestro nos acompaña y nos habla. Deberíamos hacer como María: reservarnos un rato para escuchar al Maestro, ponernos a sus pies, gozar de su presencia y “hablar de amistad con quien sabemos nos ama”, en expresión teresiana, después de haberle escuchado. Necesitamos un tiempo para asimilar, orar y comprometernos con la Palabra. Taizé resume su espiritualidad en un lema acertado: Lucha y contemplación para ser hombres de comunión. Sólo un cristiano y una comunidad que se ponen dócilmente a los pies del Maestro serán capaces de acompañarlo hasta el Calvario (Jn 19,26) y ser testigos creíbles (Jn 20,17).


Elevación Espiritual para este día.
Bajó de los cielos a la tierra por causa de la humanidad que sufre; se revistió de nuestra humanidad en el seno de la Virgen y nació como hombre. Él fue quien nos sacó de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al Reino eterno. Fue perseguido en David y deshonrado en los profetas. Fue él quien se encarnó en el seno de la Virgen, fue colgado en la cruz, sepultado en la tierra y, resucitado de entre los muertos, subió a las alturas de los cielos.


Reflexión Espiritual para el día. 
¿Decir en veinte renglones quién es Jesucristo? Para los cristianos, Jesús es Dios. —Aunque no para todos: la divinidad de Cristo ha dividido desde siempre a la cristiandad. — Pocos dogmas como éste han sido defendidos o combatidos con tanta fogosidad. — La imagen de Cristo se refleja siempre en la conciencia de cada uno según sus propios conocimientos.


Para los judíos, durante los siglos de su exilio, el Crucificado ha sido también el Crucificador. En nombre de Cristo se han promulgado leyes antisemitas, en nombre de Cristo ha sido discriminado, perseguido, expulsado, asesinado con excesiva frecuencia Israel a ruegos de muchas Inquisiciones. Jesús: un vínculo de unión entre Israel y los gentiles, que une y separa en igual medida. Justo, sabio, profeta: un «loco» entre los «locos» de Israel, en la medida en que toda verdadera profecía confina con la locura que condena nuestra sensatez. Un judío «central», decía Martin Buber. Un judío único, como todos y cada uno podemos constatar. Único por su esplendor y por la contradicción que ha introducido —como una levadura— en el corazón de las naciones. Un misterio —así prefieren definirlo los teólogos cristianos, a los que responden con el silencio los teólogos judíos—. Pero veinte líneas son incluso demasiadas para hablar de un misterio. O bien, en ese caso, es que el que lo intenta no sabe de lo que está hablando.


El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías. Como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano.
Palabra que fue dirigida a Jeremías, de parte del Señor: « ¡Levántate! Baja donde el alfarero: que allí mismo te haré oír mis palabras...»

¡Levántate! Ve y mira cómo trabaja la gente... Reflexiona sobre su simbolismo... Dios puede hablarte a través de ellos... La taquimecanógrafa, el metalúrgico, el labriego, el alfarero, el agente de policía, el albañil, etc.
Si se prueba de hacer la cuenta de los «hechos simbólicos» vividos por los profetas, causa asombro su variedad:
—su propio drama personal con su mujer (Oseas 1, 3)
—los nombres de los hijos de Isaías (7, 3; 8, 1; 8, 18)
—el ramo de almendro y la marmita (Jeremías 1, 11-14)
—la faja escondida en el Éufrates (Jeremías 13, 1)
—la jarra (Jeremías 19)
—los higos (Jeremías 24)
—el yugo (Jeremías 27)
—el campo comprado (Jeremías 32)
—el ladrillo grabado (Ezequiel 4, 1)
—el alimento racionado (Ezequiel 4, 9)
—la marmita (Ezequiel 24, 3)
—los dos bastones (Ezequiel 37, 15)
¿Sabemos vivir con los símbolos, humildes signos hechos para nosotros?


Bajé a la alfarería y he aquí que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. Cuando el vaso que estaba haciendo se estropeó, como suele suceder... volvió a empezar otro vaso, según es costumbre entre los alfareros.
Jeremías, de momento, se limitó pues a observar. Es una experiencia de fracaso.
El alfarero quería hacer tal tipo de vaso y la arcilla se resistió ya sea que por demasiado húmeda no aguantaba, ya, por el contrario, que por demasiado seca y se resistía a la presión de las manos del alfarero que quería modelarla.
Lejos de desanimarse, el alfarero hizo de nuevo una bola y comenzó otra pieza con el mismo barro.
Toda la gracia de la «parábola» consiste en tomar este sencillo hecho para darle un significado espiritual. Así actúa Dios con nosotros.
No le desanimamos nunca. Prueba otra cosa. ¿Sabemos nosotros esforzarnos continuamente de nuevo?
¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este alfarero?
Hay aquí un cierto tono de amenaza por parte de Dios. El artesano puede destruir su obra y comenzar otra. De igual modo, si Israel, no se deja modelar según el proyecto de Dios, Dios realizará su proyecto de todos modos pero con otros pueblos.
Con frecuencia aparecerá ese tema en boca de Jesús: los invitados que ocupan los puestos de los que no eran dignos de ellos, los trabajadores de la viña a quienes ésta les es retirada para confiarla a otros.
Como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano.
Que se tome la imagen positiva o negativa, nos convine quedamos con este último pensamiento: «estoy en manos de Dios»... Dios quiere hacer algo de mí... si me dejo modelar, hará algo bueno de mí.
Esta imagen del alfarero es un tema frecuente en la Escritura.


Desde el Génesis (2, 7) Dios formaba a Adán con barro. Isaías (29, 16) insistía en la dependencia absoluta del hombre con respecto a su creador. San Pablo dirá también: « ¿no es el alfarero dueño de su arcilla?» (Romanos 9, 21)
Esta imagen muestra la iniciativa absoluta de Dios. Señor, ¿acepto libremente estar «en tuso manos»? Modélame según tu agrado. Concédeme ser cada día más dócil a los impulsos de tus dedos divinos. Termina en mí tu creación. 


Copyright © Reflexiones Católicas.

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