31 de Julio de 2010, MES DEDICADO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. SÁBADO XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. SAN IGNACIO DE LOYOLA,presbítero, Memoria obligatoria (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. SS. Fabio mr, Elena vg.
LITURGIA DE LA PALABRA
Jr 26, 11-16. 24: El Señor me ha enviado ustedes,, a predicar estas palabras
Salmo 68 R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor
Mt 14, 1-12: Ése es Juan el Bautista
El herodes al que se menciona en este pasaje, es Herodes Antipas, hijo de Herodes el grande. Tenía el titulo de tetrarca de Galilea y Perea, donde ejercía su gobierno bajo un estricto control de Roma. Juan Bautista estaba abiertamente contra el actuar de Herodes, era tal la irritación que la predicación del Bautista causaba, que no tardó en arrestarlo. Es que Juan denunciaba la relación que mantenía con Herodías, esposa de su hermano Felipe, con el fin de apoderarse de todo el territorio. Juan criticaba el adulterio y la desmedida ambición de Herodes.
El evangelista Mateo al ubicar el relato, en este momento tiene la función de anunciar el destino trágico que aguardaba a Jesús, se subraya la intima relación que existe entre el Mesías y su precursor. La muerte de Juan prefigura la de Jesús. Juan aparece como el profeta asesinado por los poderosos de su pueblo y su muerte pone de manifiesto la actitud hostil de Israel hacia Jesús. Esta vinculación entre el destino de Juan y el de Jesús es mas clara en el evangelio de Mateo, que concluye el episodio con una nueva referencia a Jesús, a quien los discípulos de Juan anuncian la muerte de éste.
El poder de la seducción de una muchacha condujo al embriagado rey a dictar una condena de muerte largo tiempo reprimida. Pero no pasó mucho tiempo antes que Herodes Antipas empezara a temblar frente a la voz potente de Jesús de Nazaret, quien recogió la insignia del Bautista y comenzó a remover los cimientos del poder que se había asentado sobre Israel. Este relato nos describe con claridad que la misión del discípulo es mantener una actitud critica frente a la sociedad y a las formas de vida que atentan contra los valores del evangelio, los discípulos continuadores de la misión de Jesús tendrán que seguir denunciando las injusticias, el anuncio de la buena noticia se hace incómodo para aquéllos que buscan su propia conveniencia y quieren vivir instalados en su propia seguridad.
PRIMERA LECTURA.
Jeremías 26, 11-16. 24
Ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar estas palabras
En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al pueblo: "Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos."
Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo: El Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído.
Pero, ahora, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor, vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros.
Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que meJor os parezca. Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes. Porque ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras."
Los príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas: Este hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios." Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo entregaran al pueblo para matarlo.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 68
R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor
Arráncame del cieno, que no me hunda; / líbrame de los que me aborrecen, / y de las aguas sin fondo. / Que no me arrastre la corriente, / que no me trague el torbellino, / que no se cierre la poza sobre mí. R.
Yo soy un pobre malherido; / Dios mío, tu salvación me levante. / Alabaré el nombre de Dios con cantos, / proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.
Miradlo, los humildes, y alegraos, / buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. / Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos. R.
SANTO EVANGELIO
Mateo 14, 1-12
Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a contárselo a Jesús
En aquel tiempo oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús, y dijo a sus ayudantes: "Ese es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los Poderes actúan en él". Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: "Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista". El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.
Palabra del Señor
LITURGIA DE LA PALABRA
Jr 26, 11-16. 24: El Señor me ha enviado ustedes,, a predicar estas palabras
Salmo 68 R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor
Mt 14, 1-12: Ése es Juan el Bautista
El herodes al que se menciona en este pasaje, es Herodes Antipas, hijo de Herodes el grande. Tenía el titulo de tetrarca de Galilea y Perea, donde ejercía su gobierno bajo un estricto control de Roma. Juan Bautista estaba abiertamente contra el actuar de Herodes, era tal la irritación que la predicación del Bautista causaba, que no tardó en arrestarlo. Es que Juan denunciaba la relación que mantenía con Herodías, esposa de su hermano Felipe, con el fin de apoderarse de todo el territorio. Juan criticaba el adulterio y la desmedida ambición de Herodes.
El evangelista Mateo al ubicar el relato, en este momento tiene la función de anunciar el destino trágico que aguardaba a Jesús, se subraya la intima relación que existe entre el Mesías y su precursor. La muerte de Juan prefigura la de Jesús. Juan aparece como el profeta asesinado por los poderosos de su pueblo y su muerte pone de manifiesto la actitud hostil de Israel hacia Jesús. Esta vinculación entre el destino de Juan y el de Jesús es mas clara en el evangelio de Mateo, que concluye el episodio con una nueva referencia a Jesús, a quien los discípulos de Juan anuncian la muerte de éste.
El poder de la seducción de una muchacha condujo al embriagado rey a dictar una condena de muerte largo tiempo reprimida. Pero no pasó mucho tiempo antes que Herodes Antipas empezara a temblar frente a la voz potente de Jesús de Nazaret, quien recogió la insignia del Bautista y comenzó a remover los cimientos del poder que se había asentado sobre Israel. Este relato nos describe con claridad que la misión del discípulo es mantener una actitud critica frente a la sociedad y a las formas de vida que atentan contra los valores del evangelio, los discípulos continuadores de la misión de Jesús tendrán que seguir denunciando las injusticias, el anuncio de la buena noticia se hace incómodo para aquéllos que buscan su propia conveniencia y quieren vivir instalados en su propia seguridad.
PRIMERA LECTURA.
Jeremías 26, 11-16. 24
Ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar estas palabras
En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los príncipes y al pueblo: "Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos."
Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo: El Señor me envió a profetizar contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído.
Pero, ahora, enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor, vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros.
Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que meJor os parezca. Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes. Porque ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras."
Los príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas: Este hombre no es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios." Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo entregaran al pueblo para matarlo.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: 68
R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor
Arráncame del cieno, que no me hunda; / líbrame de los que me aborrecen, / y de las aguas sin fondo. / Que no me arrastre la corriente, / que no me trague el torbellino, / que no se cierre la poza sobre mí. R.
Yo soy un pobre malherido; / Dios mío, tu salvación me levante. / Alabaré el nombre de Dios con cantos, / proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.
Miradlo, los humildes, y alegraos, / buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. / Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos. R.
SANTO EVANGELIO
Mateo 14, 1-12
Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a contárselo a Jesús
En aquel tiempo oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús, y dijo a sus ayudantes: "Ese es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los Poderes actúan en él". Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: "Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista". El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.
Palabra del Señor
Comentario de la Primera Lectura: Jr 26, 11-16.24. Ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar estas palabras.
Este Fragmento es continuación del leído ayer y presenta la reacción a la vigorosa advertencia pronunciada por el profeta en la entrada del templo. Las autoridades religiosas denuncian a Jeremías ante los jefes y ante el pueblo, acusándole de profetizar la destrucción del templo y de Jerusalén, «santos» ambos por ser morada de Dios. Anunciar su Final era pronunciar una blasfemia que merecía la sentencia de muerte (v.11) Jeremías reivindica en su defensa el mandato recibido del Señor (v. 12). Con todo, precisa que el centro de su mensaje no es la destrucción de Jerusalén y de su templo, sino la conversión del pueblo: eso es lo que desea el Señor, y a su obtención se dirige la amenaza del castigo que, sin embargo, si la advertencia consigue el efecto esperado, no será llevado a cabo (v. 13). Jeremías sabe que es, en verdad, profeta de Yavé: los jefes religiosos y políticos se abstienen de condenar a muerte a un inocente, cuya sangre pesaría sobre su conciencia como una culpa ulterior que, ciertamente, no quedaría sin castigo (vv. 14ss). El fragmento litúrgico concluye con el v. 24, en el que se indica que Jeremías salvó la vida gracias a la protección que le otorgó un personaje dotado de autoridad frente a los jefes del pueblo.
Comentario del Salmo 68. Escúchame, Señor el día de tu favor.
Es un salmo de acción de gracias colectiva, El pueblo se encuentra congregado (tal vez después de la vuelta del exilio en Babilonia y la reconstrucción del templo) y celebra, con acción de gracias, la presencia de Dios a lo largo de todo el camino recorrido, recordando la gran peregrinación del pasado, esto es, la época en la que Dios caminaba al frente de su pueblo durante la conquista de la Tierra Prometida.
No resulta fácil exponer el modo en que se organiza este salmo. Existen diversas propuestas. Además, las traducciones no siempre coinciden entre sí. Nosotros vamos a dividirlo en seis partes: 2-4; 5-11; 12-19; 20-24; 25-34; 35-36. La primera (2-4) comienza diciendo que Dios se levanta. No se sabe a qué época se refiere. Tal vez a los tiempos de la esclavitud en Egipto. El hecho de que Dios se levante tiene dos consecuencias: enemigos, adversarios y malvados huyen, del mismo modo que se disipa el humo y se derrite la cera, mientras que los justos exultan y se alegran. Destacamos estas dos imágenes: la de la inconsistencia del humo en el aire y la de la cera en presencia del fuego (3).
La segunda parte (5-11) presenta el tema fundamental que recorre todo el salmo: la marcha del Señor, que avanza hasta llegar al santuario (el templo de Jerusalén). El es el jefe de la marcha del pueblo rumbo a la conquista de la Tierra Prometida. Aquí encontramos algunos de los títulos de Dios que no podemos olvidar: «Padre de huérfanos, protector de viudas» (6), el que da una casa (tierra) a los marginados, que libera a los cautivos y los enriquece (7a). La marcha del Señor por el desierto hace que tiemble la tierra y que se disuelvan los cielos. Es una expresión simbólica que habla de la reacción de la naturaleza ante el Dios de la Alianza. La marcha prosigue, presentando ahora a Dios como pastor que guía a su humilde rebaño (Israel) hacia la toma de posesión de la tierra.
La tercera parte (12-19) habla de la tierra, un tema que ya ha comenzado antes, Dios dispersaba a los reyes de Canaán, mientras que el pueblo descansaba. Se compara al pueblo con las ovejas que descansan en los apriscos y con palomas que baten sus alas plateadas, destilando oro de sus plumas (14). Los anteriores dueños de la tierra salen huyendo atemorizados ante la presencia del Señor, y las mujeres se reparten el botín, hartándose y enriqueciéndose (13). Vuelve, entonces, el tema de la marcha de Dios. El Señor camina desde el Sinaí, lugar de la Alianza, al santuario, lugar de su morada, como un héroe victorioso. Las montañas de Basán, altas y escarpadas, envidian inútilmente el monte Sión, que Dios ha elegido como morada en medio de su pueblo.
La cuarta parte (20-24) es una breve «bendición» de Dios por sus acciones: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, a los enemigos les aplasta la cabeza, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y permite vengarse del enemigo (24). Se trata de siete acciones en favor de su pueblo.
La quinta parte (25-34) retorna el tema central, la marcha victoriosa de Dios hacia el santuario. Es una marcha en el presente (momento en el que surge este salmo) y del pasado (época de las tribus en el desierto). Se pide que, al igual que en tiempos pasados, Dios reprimo, también en el presente, a los enemigos de Israel (31a), para que paguen tributo a Dios. Es interesante señalar que se quiere el fin de las guerras (31b) y que también los pueblos no judíos vayan en procesión al encuentro del Dios de Israel (32-34). Estamos, por tanto, después del exilio (cf. Sal 67), una época en la que se ve a Dios como Señor de todos los pueblos y naciones.
La última parte (35-36) presenta el objetivo que pretende alcanzar este salmo: que todos los pueblos reconozcan al Dios de Israel, quien, desde el santuario, meta definitiva de su marcha en la historia, impone reverencia y da fuerza y poder a su pueblo.
Con toda seguridad, este salmo habría surgido, una vez concluido el exilio en Babilonia, de las celebraciones del pueblo de Dios. En ellas se daba gracias por la presencia de Dios en el caminar de su pueblo, desde la época del éxodo (casi mil años antes), hasta el momento en que nació este salmo. De todo ello nacía una clara certeza: en todos los conflictos que hubo de afrontar Israel, allí estaba Dios, a su lado, llevando sus cargas, salvándolo, liberándolo, defendiéndolo, etc. La gran marcha del Señor había sido una marcha de liberación, hasta instalarse en el templo, su morada. A los enemigos del pueblo se les trata como enemigos de Dios, lo que viene a indicar que el Señor es un Dios que toma partido. Pero también se advierte una progresión en este salmo: mientras que, en la época de la conquista, los reyes salían huyendo y Dios aplastaba la cabeza de sus enemigos (13.22), al final se invita a los reyes de la tierra a cantar a Dios, a tocar para él. Así pues, ha habido un cambio en la visión de las cosas. Se trata de la superación de un nuevo conflicto «teológico» o «religioso».
Para los judíos que tuvieron que reconstruir su identidad nacional después del exilio en Babilonia, el templo adquirió una importancia fundamental. Se puede afirmar que, en ese período, la desaparición del templo hubiera supuesto la desaparición del judaísmo. De ahí la importancia del «santuario» y de la marcha que, hacia él, emprende Dios en este salmo.
Son muchos los elementos de este salmo que configuran el retrato de Dios. Indicarnos algunos de ellos. En primer lugar; nótese la variedad de nombres que recibe: «Dios», «Señor» (en ocasiones, detrás de este «Señor» está su nombre propio, Yavé), «Todopoderoso», «Dios del Sinaí», «Dios de Israel»... Son nombres que pretenden abarcar toda la historia del pueblo. Dios siempre está presente en su curso. En segundo lugar, algunas expresiones que identifican al Señor: «Padre de huérfanos, protector de viudas», aquel que da una casa (tierra) a los marginados, que libera y enriquece a los cautivos (6-7 a), pastor que conduce a su humilde rebaño hacia la conquista de la tierra (11.14). A continuación, las siete acciones descritas en 20-24: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, aplasto la cabeza de los enemigos, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y posibilito vengarse del enemigo (24). El motivo de la marcha hacia el santuario lo presenta como el «Dios-con-nosotros» que camina al frente de su pueblo (8), presidiéndolo y conduciéndolo hacia la conquista de la libertad y de la vida. Además, pone en movimiento una «peregrinación» de pueblos y de reyes que vienen a su encuentro, pues él es Señor de todos, para que reconozcan «la fuerza de Dios» (35a).
Comentario del Santo Evangelio: Mt 14,1-12. Herodes mandó decapitar a Juan y sus Discípulos fueron a contárselo a Jesús.
Después de contar cómo rechazaron a Jesús sus paisanos, inserta el evangelista el relato del martirio de Juan el Bautista, tomando como motivo la reacción de Herodes Antipas al oír hablar de Jesús y de sus obras (vv. 1 ss). Herodes, a quien los romanos le habían reconocido la jurisdicción sobre Galilea y Perea, había decretado el arresto y la posterior decapitación del Bautista a causa de la fuerte denuncia por parte de este último del pecado del tetrarca. Este había repudiado a su consorte y tomado como mujer a la esposa de su hermano (vv. 3-5). La intransigente llamada del Bautista a la observancia de la ley moral se había vuelto insoportable para la pareja adúltera. Si bien la voluntad homicida de Herodes estaba frenada por el temor de una sublevación popular —y, añade el evangelista Marcos, por cierta estima que el tetrarca alimentaba por el Bautista (cf. Me 6,20) —, no ocurría lo mismo con Heroidas. Por eso, cuando Herodes le juró a la hija de ésta darle lo que le pidiera, Heroidas consiguió que le entregara la cabeza de Juan (vv. 6-1 1). La muerte del Bautista, cuya noticia llevaron a Jesús los discípulos de aquél (v. 12), es el último eslabón de una cadena de acontecimientos a través de los cuales ha llevado Juan a término su propia misión de precursor Jesús comprende que está llamado a recorrer el mismo camino.
En los discursos de despedida que siguieron a la Última Cena, Jesús declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús es la verdad desconocida y combatida por los que se dejan instigar por aquel que es “mentiroso y padre de la mentira” (J n 8,44). Ahora bien, el que sigue a éste no llega a la vida, sino a la muerte. Sin embargo, tiene tantos seguidores porque en este mundo el éxito de la elección, parece producir un electo contrario: los testigos de la verdad son aplastados, hechos callar; muertos en los lager (campos de concentración) de ayer y de hoy. Es una constante de la historia que estallan persecuciones allí donde hay alguien que dice de modo claro y comprensible, con su vida y con sus palabras, la verdad de Dios. La verdad es incómoda, del mismo modo que es incómodo el amor, porque implica la renuncia a nuestros propios intereses egoístas y pide la apertura al otro.
La Palabra del Señor, una vez más, nos sirve de espejo. ¿En qué rostro nos reconocemos? ¿En el de Jeremías y en el de Juan el Bautista? ¿O en el de los sacerdotes y en el de los profetas corruptos, o en los de Herodes y Heroidas?... Escuchemos, hoy la voz del Señor, que es la voz de la verdad.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 14,1-12, para nuestros Mayores. Martirio del Bautista.
Juan, el profeta que interpela. La intención de Mateo al narrar el martirio del Bautista no es simplemente informativa, sino que está al servicio de su evangelio. Toda la figura del precursor es vista en los evangelios en orden a la persona de Cristo, desde su nacimiento a su muerte violenta. Con este relato Mateo pretende:
— Poner fin a los rumores que circulaban en el sentido de la resurrección de Juan en la persona de Jesús (Mt 14,2; Mc 6,14), rumores que herían al propio Herodes (Mt 14,3): Juan está muerto y algunos testigos conocen el lugar de su sepultura (Mt 14,12).
— Proclamar que Juan Bautista es el nuevo Elías. Por eso resalta las coincidencias con el ministerio y el martirio de Elías por denunciar a Acab y a la reina Jezabel (1 R 21).
— Poner el martirio del Bautista como presagio y anuncio profético del martirio de Jesús por la misma causa: ser testigo de la verdad. Mateo pone de manifiesto que ésta es la suerte de todo profeta verdadero (2 Tm 3,12). “Al enterarse, los discípulos de Juan enterraron su cadáver”, así concluye Marcos su relato; “y fueron a contárselo a Jesús”, añade Mateo. Esta adición, además de contener un implícito reconocimiento de la superioridad de Jesús sobre Juan, vincula de manera expresa el ministerio profético de Cristo con el del Bautista, cuyo anuncio del Reino da plenitud, y establece una clara relación entre la muerte de Juan y la posterior salida de Jesús del territorio de Herodes, para encaminarse a Jerusalén, donde consumaría su destino.
La figura de Juan impacta por su talante ascético y profético. Es humilde. Se atiene a su sencillo papel de presentador del Mesías (Jn 1,29-31). Impacta por su vida austera (Mt 3,4), por su valentía profética (Mt 14,4). Se encara con todos los poderosos de su tiempo en favor de los humildes. A pesar de que conoce el talante cruel de Herodes y sus represalias, no se intimida y le echa en cara el haberse apropiado de la mujer de su hermano Filipo. Herodes le aprecia, respeta sus consejos, pero Juan no se vende, ni transige con un silencio cómplice; no adula al rey como otros profetas “oficiales” u “oficiosos”. Por eso Herodías le odia y busca la ocasión de quitárselo de delante. El Bautista denuncia también los pecados de los escribas, fariseos, soldados... y les pide conversión (Lc 3,1-14).
Aceptar el don de la verdad. Ha habido otros “bautistas” en la historia. San Antonio M. Claret vive una situación semejante con respecto a Isabel II, de la que es confesor. Ella convive adulterinamente con un suboficial del ejército. El confesor la amonesta severamente, le exige una renuncia inmediata a sus amoríos, la amenaza con el abandono de su cargo si no es fiel a su compromiso y se niega a volver a palacio hasta tener la certeza de que ha roto con el amante. No se deja ablandar porque la reina se deshaga en llanto.
Una situación semejante, y que habría de tener una gran repercusión histórica ya que provocaría el cisma anglicano, es la de Tomás Moro y Enrique VIII, que pretende a toda costa legitimar su matrimonio con Ana Bolena repudiando a su legítima esposa.
En estas situaciones y en otras semejantes se cumple al pie de la letra el dicho: “Cuando no gusta el mensaje, se mata al mensajero”. El martirio de Juan Bautista ha de reavivar en nosotros el compromiso de “abrirnos a la verdad”, aunque nos escueza, no repitiendo el rechazo de los judíos a los profetas, siendo transparentes y evitando toda auto justificación. Con frecuencia las verdades que nos escuecen son las que más necesitamos, las más fecundas. Afirma Bernanos: “La gente busca verdades tranquilizadoras, pero la verdad no tranquiliza a nadie”.
Hay que pedir ardientemente que nos digan la verdad como se le pide el diagnóstico al médico; es el principio de la salud. Afirma Bailey: “El primero y peor de todos los engaños es engañarse a uno mismo. Después de éste, todos los pecados resultan fáciles”. Por el contrario, “la verdad nos hará libres” (Jn 8,32), promete Jesús. Ganaremos en paz de conciencia. La insinceridad es incompatible con la paz.
La verdad es una deuda. Además de estar abiertos a la verdad, hemos de estar prontos para comunicarla. También nosotros hemos sido ungidos profetas en el bautismo (1 P 2,9). Ser profeta significa apostar por la justicia y la verdad, por los indefensos y avasallados, aunque nos comprometa y nos cueste las iras de algunos, nos deje mal frente al entorno y nos gane enemigos. Los silencios cobardes, la adulación rastrera a “los de arriba”, la prudencia “humana”... no son cristianos y tienen mucho de traición y de engaño.
He escuchado palabras cargadas de gratitud de personas curadas de la adicción al alcohol, a quienes se les había llamado la atención, y quejas muy doloridas contra los que se contentaban con criticar por la espalda. Una mujer muy comprometida de un grupo cristiano inconscientemente imponía su voluntad al grupo; los otros miembros callaban, soportaban por evitar discusiones, puesto que es una mujer de carácter fuerte. Al fin, alguien se decidió a poner las cartas boca arriba. Con delicadeza le expuso la verdad de su afán de protagonismo y de imponer su voluntad a todos. Le costó aceptar la verdad. Se lo razonamos, se resistió, lloró. Pero, después de la reunión reflexionó, reconoció la verdad. “Me habéis ayudado a dar un vuelco en mi vida, nos dijo en la reunión siguiente. Ahora me doy cuenta de algunos de mis egoísmos”.
¡Qué actual y entrañable es la figura ascética y profética del Bautista! Él nos incita a vivir con fidelidad nuestro compromiso con la verdad en medio de una sociedad donde abundan los camaleones y los aduladores. Jesús nos urge a practicar la corrección fraterna (Mt 18,15-17). Mientras algunos piensan que la adulación es rentable y que la sinceridad está fuertemente penalizada, hay que decir que no hay nada comparable con la paz interior de ser sincero con uno mismo, leal con los demás y fiel al Señor.
Comentario del Santo Evangelio: (Mt 14,1-12), de Joven para Joven. Yo mandaré al ángel mío que te guíe (Ex 23,20).
En los iconos, san Juan Bautista está dibujado con alas. Orígenes tomó al pie de la letra la expresión de la Escritura y consideraba al Bautista corno un verdadero ángel. Pero, en el evangelio, el término tiene el sentido griego de angelós, es decir, mensajero, nuncio. De hecho, Juan es precisamente el nuncio, el mensajero de Dios por excelencia, porque precede a Cristo. Por eso es llamado también el Precursor.
Para Orígenes esto tiene un profundo sentido dogmático. También hoy Cristo sigue viniendo a las almas y las encuentra. Pero hay siempre un «precursor»: los precursores son los que preparan la venida de Jesús a nuestro corazón. Son los padres, los educadores y todos los que ejercen una influencia sobre los demás. Es «precursora» de Cristo toda palabra buena que acerca al prójimo a la fe.
Sabemos cuánto estimaba Jesús a Juan. Por eso, estima tú también a quienes hoy preparan en ti sus caminos. Esta misión es un don de la gracia, un gran privilegio, es el servicio angelical en la obra del Hijo de Dios.
Voz de uno que grita en el desierto (Mt 3,3; Mc 1,3; Lc 3,4; Jn 1,23; Is 40,3)
Orígenes y san Gregorio Nacianceno han escrito algunas meditaciones sobre la palabra «voz» en este pasaje. La filosofía antigua había elaborado una teoría del lenguaje. No sólo el hombre, también la lengua humana tiene un sentido interior, el pensamiento, el logos, que está escondido y se manifiesta exteriormente con la voz. Las voces pueden ser distintas, pero el contenido puede ser el mismo; igual que una misma palabra es distinta en las distintas lenguas.
En el evangelio, san Juan Bautista es descrito corno «voz que dama en el desierto». Su predicación tiene un aspecto exterior, pero su contenido, su logos, es Cristo, Verbo del Padre eterno. Por tanto, san Juan presta su voz a Cristo para que él pueda hablar con su boca. Según san Gregorio Nacianceno, esta es la función de todo predicador cristiano. Orígenes la extiende a todos los cristianos.
Hace muchos siglos que Cristo habla en la historia y no sólo a través de la voz de papas y obispos, sino a través de la voz de todos los fieles que anuncian la verdad. Todos son su voz que resuena de generación en generación. A veces, parece que esta voz grita en el desierto; pero no es nunca en vano, porque la palabra de Dios es fuerte y potente.
¡No te es lícito tenerla! San Juan Bautista murió mártir porque dio testimonio de la verdad de Dios. No es sorprendente. Si en la voz del hombre habla el mismo Cristo, sus palabras tendrán las mismas consecuencias que tuvo la predicación de Cristo. Un pequeño grupo de personas acepta estas palabras, pero la mayoría intenta acallarlas, privarlas de la «voz» que las anuncia. No se acalla la publicidad, sino el testimonio de Cristo, porque provoca, pone en crisis, desvela los secretos de los corazones. Ante Cristo no se puede permanecer neutro y, quien dice que es indiferente, no es sincero.
Elevación Espiritual para este dia.
Dichosos los que han sufrido como los profetas. A alguien que, viviendo con pleno celo y censurando a los que pecan, tuviera que comprender que ha de ser odiado y estar expuesto a insidias, así como perseguido y escarnecido a causa de la justicia, no sólo no le disgustarán estas cosas, sino que se alegrará y exultará con ellas, porque está convencido de que recibirá a cambio una gran recompensa en los cielos de manos de aquel que lo ha comparado a los profetas, por haber padecido los mismos sufrimientos. Es preciso, por consiguiente, que aquel que vive con celo la vida profética y ha sido capaz de acoger al Espíritu que había en los profetas, reciba desprecio en el mundo y entre los pecadores, a quienes resulta embarazosa la vida del justo.
Reflexión Espiritual para el día.
Para los que se han especializado en el arte de descubrir el lado bueno en cada criatura, ninguna es sólo maldad. Para los que se han especializado en el arte de descubrir el alma de verdad que hay en cada ideología, la inteligencia no es capaz de adherirse al error total.
No has de temer a la verdad, porque, aunque pueda parecerte dura y herirte de muerte, es auténtica. Has nacido para ella. Si intentas encontrarla, si dialogas con ella, si la amas, no hay mejor amiga ni hermana mejor.
Hasta el fondo, no te detengas. Es una gracia divina empezar bien. Pero es una gracia mayor aún continuar por el buen camino, mantener el ritmo... Ahora bien, la gracia de las gracias es no perderse y, resistiendo aún o dejando ya de hacerlo, a jirones, a pedazos, ir hasta el fondo.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías. “Este hombre no merece la muerte, porque ha hablado en nombre del Señor”
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a todo el pueblo: «Este hombre, Jeremías, merece la muerte porque ha profetizado contra esta ciudad: lo habéis oído con vuestros propios oídos.»
Sorprende la correspondencia de esa escena y el proceso de Jesús. Dos consideraciones podemos hacer a propósito de esta semejanza:
1. La Pasión de Jesús que ocupa tanto lugar en los evangelios, como parte más importante de su vida... y que, sin embargo parecía tan contraria a la espera mesiánica y a la idea que el conjuntó de los hombres se hacen de Dios... esta Pasión había sido, no obstante, preparada desde mucho antes. Jeremías, hoy, nos da una «figura»: Dios, misterio de amor absoluto, va hasta dejarse juzgar y quebrantar, aparentemente... y en ese exceso de amor está su triunfo final.
2. Si Jeremías es figura de Cristo, hay que decir también que todo hombre que sufre por la justicia participa en cierta manera de ese mismo misterio: la Pasión de Jesús se continúa por doquier que haya hombres que sufran. San Pablo decía: «Me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros —es también acusado y encarcelado— porque completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1, 24)
Jeremías, dirigiéndose a los magistrados y a todo el pueblo, dijo:...
Jesús hablará muy poco en su proceso. Pero los tres argumentos que Jeremías usará en su alegato, Jesús los había también propuesto ampliamente en el curso de las controversias que precedieron a su arresto.
El Señor me ha enviado a anunciar sobre este Templo y esta ciudad, todo lo que habéis oído.
Primer argumento: No hablo de mi mismo, no soy más que un enviado de Dios, es Dios quien habla por mi boca:
afirmación de su vocación divina y de su fidelidad a esta vocación. Jesús dirá también: «Yo para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.» (Juan 18, 37) «Aquel a quien Dios ha enviado habla el lenguaje de Dios.» (Juan 3, 34)
Ahora pues, mejorad vuestros caminos y vuestras obras, escuchad la llamada del Señor. Entonces se arrepentirá el Señor del mal que ha pronunciado contra vosotros.
Segundo argumento: No he predicado, en primer lugar la destrucción del Templo, ni el mal, sino la “conversión”. Todo puede arreglarse si escucháis, si cambiáis de vida. Jesús usará, a menudo, fórmulas condicionales: «Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.» (Juan 8, 24) «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» (Lucas 13, 2)
En cuanto a mí, heme aquí en vuestras manos. Haced conmigo lo que os parezca bueno y justo. Empero sabed que, si me matáis, sangre inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores. Tercer argumento: Soy, de veras, inocente: si derramáis mi sangre clamará al cielo y la cargaréis sobre vosotros. Las gentes gritarán: «Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.» (Mateo 27, 25)
Contemplar, hoy, como entonces, en cualquier inocente que sufra, a Cristo sufriente.
Participar, por la ofrenda de mis propios padecimientos, en la gran obra de Dios: la salvación del mundo.
Entonces los magistrados y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la muerte, porque ha hablado en nombre del Señor.»
La misma situación que el evangelio: el pueblo sencillo de los pobres está de parte de Jesús, mientras que las autoridades oficiales buscan perderle. +
Este Fragmento es continuación del leído ayer y presenta la reacción a la vigorosa advertencia pronunciada por el profeta en la entrada del templo. Las autoridades religiosas denuncian a Jeremías ante los jefes y ante el pueblo, acusándole de profetizar la destrucción del templo y de Jerusalén, «santos» ambos por ser morada de Dios. Anunciar su Final era pronunciar una blasfemia que merecía la sentencia de muerte (v.11) Jeremías reivindica en su defensa el mandato recibido del Señor (v. 12). Con todo, precisa que el centro de su mensaje no es la destrucción de Jerusalén y de su templo, sino la conversión del pueblo: eso es lo que desea el Señor, y a su obtención se dirige la amenaza del castigo que, sin embargo, si la advertencia consigue el efecto esperado, no será llevado a cabo (v. 13). Jeremías sabe que es, en verdad, profeta de Yavé: los jefes religiosos y políticos se abstienen de condenar a muerte a un inocente, cuya sangre pesaría sobre su conciencia como una culpa ulterior que, ciertamente, no quedaría sin castigo (vv. 14ss). El fragmento litúrgico concluye con el v. 24, en el que se indica que Jeremías salvó la vida gracias a la protección que le otorgó un personaje dotado de autoridad frente a los jefes del pueblo.
Comentario del Salmo 68. Escúchame, Señor el día de tu favor.
Es un salmo de acción de gracias colectiva, El pueblo se encuentra congregado (tal vez después de la vuelta del exilio en Babilonia y la reconstrucción del templo) y celebra, con acción de gracias, la presencia de Dios a lo largo de todo el camino recorrido, recordando la gran peregrinación del pasado, esto es, la época en la que Dios caminaba al frente de su pueblo durante la conquista de la Tierra Prometida.
No resulta fácil exponer el modo en que se organiza este salmo. Existen diversas propuestas. Además, las traducciones no siempre coinciden entre sí. Nosotros vamos a dividirlo en seis partes: 2-4; 5-11; 12-19; 20-24; 25-34; 35-36. La primera (2-4) comienza diciendo que Dios se levanta. No se sabe a qué época se refiere. Tal vez a los tiempos de la esclavitud en Egipto. El hecho de que Dios se levante tiene dos consecuencias: enemigos, adversarios y malvados huyen, del mismo modo que se disipa el humo y se derrite la cera, mientras que los justos exultan y se alegran. Destacamos estas dos imágenes: la de la inconsistencia del humo en el aire y la de la cera en presencia del fuego (3).
La segunda parte (5-11) presenta el tema fundamental que recorre todo el salmo: la marcha del Señor, que avanza hasta llegar al santuario (el templo de Jerusalén). El es el jefe de la marcha del pueblo rumbo a la conquista de la Tierra Prometida. Aquí encontramos algunos de los títulos de Dios que no podemos olvidar: «Padre de huérfanos, protector de viudas» (6), el que da una casa (tierra) a los marginados, que libera a los cautivos y los enriquece (7a). La marcha del Señor por el desierto hace que tiemble la tierra y que se disuelvan los cielos. Es una expresión simbólica que habla de la reacción de la naturaleza ante el Dios de la Alianza. La marcha prosigue, presentando ahora a Dios como pastor que guía a su humilde rebaño (Israel) hacia la toma de posesión de la tierra.
La tercera parte (12-19) habla de la tierra, un tema que ya ha comenzado antes, Dios dispersaba a los reyes de Canaán, mientras que el pueblo descansaba. Se compara al pueblo con las ovejas que descansan en los apriscos y con palomas que baten sus alas plateadas, destilando oro de sus plumas (14). Los anteriores dueños de la tierra salen huyendo atemorizados ante la presencia del Señor, y las mujeres se reparten el botín, hartándose y enriqueciéndose (13). Vuelve, entonces, el tema de la marcha de Dios. El Señor camina desde el Sinaí, lugar de la Alianza, al santuario, lugar de su morada, como un héroe victorioso. Las montañas de Basán, altas y escarpadas, envidian inútilmente el monte Sión, que Dios ha elegido como morada en medio de su pueblo.
La cuarta parte (20-24) es una breve «bendición» de Dios por sus acciones: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, a los enemigos les aplasta la cabeza, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y permite vengarse del enemigo (24). Se trata de siete acciones en favor de su pueblo.
La quinta parte (25-34) retorna el tema central, la marcha victoriosa de Dios hacia el santuario. Es una marcha en el presente (momento en el que surge este salmo) y del pasado (época de las tribus en el desierto). Se pide que, al igual que en tiempos pasados, Dios reprimo, también en el presente, a los enemigos de Israel (31a), para que paguen tributo a Dios. Es interesante señalar que se quiere el fin de las guerras (31b) y que también los pueblos no judíos vayan en procesión al encuentro del Dios de Israel (32-34). Estamos, por tanto, después del exilio (cf. Sal 67), una época en la que se ve a Dios como Señor de todos los pueblos y naciones.
La última parte (35-36) presenta el objetivo que pretende alcanzar este salmo: que todos los pueblos reconozcan al Dios de Israel, quien, desde el santuario, meta definitiva de su marcha en la historia, impone reverencia y da fuerza y poder a su pueblo.
Con toda seguridad, este salmo habría surgido, una vez concluido el exilio en Babilonia, de las celebraciones del pueblo de Dios. En ellas se daba gracias por la presencia de Dios en el caminar de su pueblo, desde la época del éxodo (casi mil años antes), hasta el momento en que nació este salmo. De todo ello nacía una clara certeza: en todos los conflictos que hubo de afrontar Israel, allí estaba Dios, a su lado, llevando sus cargas, salvándolo, liberándolo, defendiéndolo, etc. La gran marcha del Señor había sido una marcha de liberación, hasta instalarse en el templo, su morada. A los enemigos del pueblo se les trata como enemigos de Dios, lo que viene a indicar que el Señor es un Dios que toma partido. Pero también se advierte una progresión en este salmo: mientras que, en la época de la conquista, los reyes salían huyendo y Dios aplastaba la cabeza de sus enemigos (13.22), al final se invita a los reyes de la tierra a cantar a Dios, a tocar para él. Así pues, ha habido un cambio en la visión de las cosas. Se trata de la superación de un nuevo conflicto «teológico» o «religioso».
Para los judíos que tuvieron que reconstruir su identidad nacional después del exilio en Babilonia, el templo adquirió una importancia fundamental. Se puede afirmar que, en ese período, la desaparición del templo hubiera supuesto la desaparición del judaísmo. De ahí la importancia del «santuario» y de la marcha que, hacia él, emprende Dios en este salmo.
Son muchos los elementos de este salmo que configuran el retrato de Dios. Indicarnos algunos de ellos. En primer lugar; nótese la variedad de nombres que recibe: «Dios», «Señor» (en ocasiones, detrás de este «Señor» está su nombre propio, Yavé), «Todopoderoso», «Dios del Sinaí», «Dios de Israel»... Son nombres que pretenden abarcar toda la historia del pueblo. Dios siempre está presente en su curso. En segundo lugar, algunas expresiones que identifican al Señor: «Padre de huérfanos, protector de viudas», aquel que da una casa (tierra) a los marginados, que libera y enriquece a los cautivos (6-7 a), pastor que conduce a su humilde rebaño hacia la conquista de la tierra (11.14). A continuación, las siete acciones descritas en 20-24: lleva las cargas del pueblo, salva, libera, también es Señor de la muerte, aplasto la cabeza de los enemigos, conduce nuevamente al pueblo a la libertad (23) y posibilito vengarse del enemigo (24). El motivo de la marcha hacia el santuario lo presenta como el «Dios-con-nosotros» que camina al frente de su pueblo (8), presidiéndolo y conduciéndolo hacia la conquista de la libertad y de la vida. Además, pone en movimiento una «peregrinación» de pueblos y de reyes que vienen a su encuentro, pues él es Señor de todos, para que reconozcan «la fuerza de Dios» (35a).
Comentario del Santo Evangelio: Mt 14,1-12. Herodes mandó decapitar a Juan y sus Discípulos fueron a contárselo a Jesús.
Después de contar cómo rechazaron a Jesús sus paisanos, inserta el evangelista el relato del martirio de Juan el Bautista, tomando como motivo la reacción de Herodes Antipas al oír hablar de Jesús y de sus obras (vv. 1 ss). Herodes, a quien los romanos le habían reconocido la jurisdicción sobre Galilea y Perea, había decretado el arresto y la posterior decapitación del Bautista a causa de la fuerte denuncia por parte de este último del pecado del tetrarca. Este había repudiado a su consorte y tomado como mujer a la esposa de su hermano (vv. 3-5). La intransigente llamada del Bautista a la observancia de la ley moral se había vuelto insoportable para la pareja adúltera. Si bien la voluntad homicida de Herodes estaba frenada por el temor de una sublevación popular —y, añade el evangelista Marcos, por cierta estima que el tetrarca alimentaba por el Bautista (cf. Me 6,20) —, no ocurría lo mismo con Heroidas. Por eso, cuando Herodes le juró a la hija de ésta darle lo que le pidiera, Heroidas consiguió que le entregara la cabeza de Juan (vv. 6-1 1). La muerte del Bautista, cuya noticia llevaron a Jesús los discípulos de aquél (v. 12), es el último eslabón de una cadena de acontecimientos a través de los cuales ha llevado Juan a término su propia misión de precursor Jesús comprende que está llamado a recorrer el mismo camino.
En los discursos de despedida que siguieron a la Última Cena, Jesús declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús es la verdad desconocida y combatida por los que se dejan instigar por aquel que es “mentiroso y padre de la mentira” (J n 8,44). Ahora bien, el que sigue a éste no llega a la vida, sino a la muerte. Sin embargo, tiene tantos seguidores porque en este mundo el éxito de la elección, parece producir un electo contrario: los testigos de la verdad son aplastados, hechos callar; muertos en los lager (campos de concentración) de ayer y de hoy. Es una constante de la historia que estallan persecuciones allí donde hay alguien que dice de modo claro y comprensible, con su vida y con sus palabras, la verdad de Dios. La verdad es incómoda, del mismo modo que es incómodo el amor, porque implica la renuncia a nuestros propios intereses egoístas y pide la apertura al otro.
La Palabra del Señor, una vez más, nos sirve de espejo. ¿En qué rostro nos reconocemos? ¿En el de Jeremías y en el de Juan el Bautista? ¿O en el de los sacerdotes y en el de los profetas corruptos, o en los de Herodes y Heroidas?... Escuchemos, hoy la voz del Señor, que es la voz de la verdad.
Comentario del Santo Evangelio: Mt 14,1-12, para nuestros Mayores. Martirio del Bautista.
Juan, el profeta que interpela. La intención de Mateo al narrar el martirio del Bautista no es simplemente informativa, sino que está al servicio de su evangelio. Toda la figura del precursor es vista en los evangelios en orden a la persona de Cristo, desde su nacimiento a su muerte violenta. Con este relato Mateo pretende:
— Poner fin a los rumores que circulaban en el sentido de la resurrección de Juan en la persona de Jesús (Mt 14,2; Mc 6,14), rumores que herían al propio Herodes (Mt 14,3): Juan está muerto y algunos testigos conocen el lugar de su sepultura (Mt 14,12).
— Proclamar que Juan Bautista es el nuevo Elías. Por eso resalta las coincidencias con el ministerio y el martirio de Elías por denunciar a Acab y a la reina Jezabel (1 R 21).
— Poner el martirio del Bautista como presagio y anuncio profético del martirio de Jesús por la misma causa: ser testigo de la verdad. Mateo pone de manifiesto que ésta es la suerte de todo profeta verdadero (2 Tm 3,12). “Al enterarse, los discípulos de Juan enterraron su cadáver”, así concluye Marcos su relato; “y fueron a contárselo a Jesús”, añade Mateo. Esta adición, además de contener un implícito reconocimiento de la superioridad de Jesús sobre Juan, vincula de manera expresa el ministerio profético de Cristo con el del Bautista, cuyo anuncio del Reino da plenitud, y establece una clara relación entre la muerte de Juan y la posterior salida de Jesús del territorio de Herodes, para encaminarse a Jerusalén, donde consumaría su destino.
La figura de Juan impacta por su talante ascético y profético. Es humilde. Se atiene a su sencillo papel de presentador del Mesías (Jn 1,29-31). Impacta por su vida austera (Mt 3,4), por su valentía profética (Mt 14,4). Se encara con todos los poderosos de su tiempo en favor de los humildes. A pesar de que conoce el talante cruel de Herodes y sus represalias, no se intimida y le echa en cara el haberse apropiado de la mujer de su hermano Filipo. Herodes le aprecia, respeta sus consejos, pero Juan no se vende, ni transige con un silencio cómplice; no adula al rey como otros profetas “oficiales” u “oficiosos”. Por eso Herodías le odia y busca la ocasión de quitárselo de delante. El Bautista denuncia también los pecados de los escribas, fariseos, soldados... y les pide conversión (Lc 3,1-14).
Aceptar el don de la verdad. Ha habido otros “bautistas” en la historia. San Antonio M. Claret vive una situación semejante con respecto a Isabel II, de la que es confesor. Ella convive adulterinamente con un suboficial del ejército. El confesor la amonesta severamente, le exige una renuncia inmediata a sus amoríos, la amenaza con el abandono de su cargo si no es fiel a su compromiso y se niega a volver a palacio hasta tener la certeza de que ha roto con el amante. No se deja ablandar porque la reina se deshaga en llanto.
Una situación semejante, y que habría de tener una gran repercusión histórica ya que provocaría el cisma anglicano, es la de Tomás Moro y Enrique VIII, que pretende a toda costa legitimar su matrimonio con Ana Bolena repudiando a su legítima esposa.
En estas situaciones y en otras semejantes se cumple al pie de la letra el dicho: “Cuando no gusta el mensaje, se mata al mensajero”. El martirio de Juan Bautista ha de reavivar en nosotros el compromiso de “abrirnos a la verdad”, aunque nos escueza, no repitiendo el rechazo de los judíos a los profetas, siendo transparentes y evitando toda auto justificación. Con frecuencia las verdades que nos escuecen son las que más necesitamos, las más fecundas. Afirma Bernanos: “La gente busca verdades tranquilizadoras, pero la verdad no tranquiliza a nadie”.
Hay que pedir ardientemente que nos digan la verdad como se le pide el diagnóstico al médico; es el principio de la salud. Afirma Bailey: “El primero y peor de todos los engaños es engañarse a uno mismo. Después de éste, todos los pecados resultan fáciles”. Por el contrario, “la verdad nos hará libres” (Jn 8,32), promete Jesús. Ganaremos en paz de conciencia. La insinceridad es incompatible con la paz.
La verdad es una deuda. Además de estar abiertos a la verdad, hemos de estar prontos para comunicarla. También nosotros hemos sido ungidos profetas en el bautismo (1 P 2,9). Ser profeta significa apostar por la justicia y la verdad, por los indefensos y avasallados, aunque nos comprometa y nos cueste las iras de algunos, nos deje mal frente al entorno y nos gane enemigos. Los silencios cobardes, la adulación rastrera a “los de arriba”, la prudencia “humana”... no son cristianos y tienen mucho de traición y de engaño.
He escuchado palabras cargadas de gratitud de personas curadas de la adicción al alcohol, a quienes se les había llamado la atención, y quejas muy doloridas contra los que se contentaban con criticar por la espalda. Una mujer muy comprometida de un grupo cristiano inconscientemente imponía su voluntad al grupo; los otros miembros callaban, soportaban por evitar discusiones, puesto que es una mujer de carácter fuerte. Al fin, alguien se decidió a poner las cartas boca arriba. Con delicadeza le expuso la verdad de su afán de protagonismo y de imponer su voluntad a todos. Le costó aceptar la verdad. Se lo razonamos, se resistió, lloró. Pero, después de la reunión reflexionó, reconoció la verdad. “Me habéis ayudado a dar un vuelco en mi vida, nos dijo en la reunión siguiente. Ahora me doy cuenta de algunos de mis egoísmos”.
¡Qué actual y entrañable es la figura ascética y profética del Bautista! Él nos incita a vivir con fidelidad nuestro compromiso con la verdad en medio de una sociedad donde abundan los camaleones y los aduladores. Jesús nos urge a practicar la corrección fraterna (Mt 18,15-17). Mientras algunos piensan que la adulación es rentable y que la sinceridad está fuertemente penalizada, hay que decir que no hay nada comparable con la paz interior de ser sincero con uno mismo, leal con los demás y fiel al Señor.
Comentario del Santo Evangelio: (Mt 14,1-12), de Joven para Joven. Yo mandaré al ángel mío que te guíe (Ex 23,20).
En los iconos, san Juan Bautista está dibujado con alas. Orígenes tomó al pie de la letra la expresión de la Escritura y consideraba al Bautista corno un verdadero ángel. Pero, en el evangelio, el término tiene el sentido griego de angelós, es decir, mensajero, nuncio. De hecho, Juan es precisamente el nuncio, el mensajero de Dios por excelencia, porque precede a Cristo. Por eso es llamado también el Precursor.
Para Orígenes esto tiene un profundo sentido dogmático. También hoy Cristo sigue viniendo a las almas y las encuentra. Pero hay siempre un «precursor»: los precursores son los que preparan la venida de Jesús a nuestro corazón. Son los padres, los educadores y todos los que ejercen una influencia sobre los demás. Es «precursora» de Cristo toda palabra buena que acerca al prójimo a la fe.
Sabemos cuánto estimaba Jesús a Juan. Por eso, estima tú también a quienes hoy preparan en ti sus caminos. Esta misión es un don de la gracia, un gran privilegio, es el servicio angelical en la obra del Hijo de Dios.
Voz de uno que grita en el desierto (Mt 3,3; Mc 1,3; Lc 3,4; Jn 1,23; Is 40,3)
Orígenes y san Gregorio Nacianceno han escrito algunas meditaciones sobre la palabra «voz» en este pasaje. La filosofía antigua había elaborado una teoría del lenguaje. No sólo el hombre, también la lengua humana tiene un sentido interior, el pensamiento, el logos, que está escondido y se manifiesta exteriormente con la voz. Las voces pueden ser distintas, pero el contenido puede ser el mismo; igual que una misma palabra es distinta en las distintas lenguas.
En el evangelio, san Juan Bautista es descrito corno «voz que dama en el desierto». Su predicación tiene un aspecto exterior, pero su contenido, su logos, es Cristo, Verbo del Padre eterno. Por tanto, san Juan presta su voz a Cristo para que él pueda hablar con su boca. Según san Gregorio Nacianceno, esta es la función de todo predicador cristiano. Orígenes la extiende a todos los cristianos.
Hace muchos siglos que Cristo habla en la historia y no sólo a través de la voz de papas y obispos, sino a través de la voz de todos los fieles que anuncian la verdad. Todos son su voz que resuena de generación en generación. A veces, parece que esta voz grita en el desierto; pero no es nunca en vano, porque la palabra de Dios es fuerte y potente.
¡No te es lícito tenerla! San Juan Bautista murió mártir porque dio testimonio de la verdad de Dios. No es sorprendente. Si en la voz del hombre habla el mismo Cristo, sus palabras tendrán las mismas consecuencias que tuvo la predicación de Cristo. Un pequeño grupo de personas acepta estas palabras, pero la mayoría intenta acallarlas, privarlas de la «voz» que las anuncia. No se acalla la publicidad, sino el testimonio de Cristo, porque provoca, pone en crisis, desvela los secretos de los corazones. Ante Cristo no se puede permanecer neutro y, quien dice que es indiferente, no es sincero.
Elevación Espiritual para este dia.
Dichosos los que han sufrido como los profetas. A alguien que, viviendo con pleno celo y censurando a los que pecan, tuviera que comprender que ha de ser odiado y estar expuesto a insidias, así como perseguido y escarnecido a causa de la justicia, no sólo no le disgustarán estas cosas, sino que se alegrará y exultará con ellas, porque está convencido de que recibirá a cambio una gran recompensa en los cielos de manos de aquel que lo ha comparado a los profetas, por haber padecido los mismos sufrimientos. Es preciso, por consiguiente, que aquel que vive con celo la vida profética y ha sido capaz de acoger al Espíritu que había en los profetas, reciba desprecio en el mundo y entre los pecadores, a quienes resulta embarazosa la vida del justo.
Reflexión Espiritual para el día.
Para los que se han especializado en el arte de descubrir el lado bueno en cada criatura, ninguna es sólo maldad. Para los que se han especializado en el arte de descubrir el alma de verdad que hay en cada ideología, la inteligencia no es capaz de adherirse al error total.
No has de temer a la verdad, porque, aunque pueda parecerte dura y herirte de muerte, es auténtica. Has nacido para ella. Si intentas encontrarla, si dialogas con ella, si la amas, no hay mejor amiga ni hermana mejor.
Hasta el fondo, no te detengas. Es una gracia divina empezar bien. Pero es una gracia mayor aún continuar por el buen camino, mantener el ritmo... Ahora bien, la gracia de las gracias es no perderse y, resistiendo aún o dejando ya de hacerlo, a jirones, a pedazos, ir hasta el fondo.
El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Jeremías. “Este hombre no merece la muerte, porque ha hablado en nombre del Señor”
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a todo el pueblo: «Este hombre, Jeremías, merece la muerte porque ha profetizado contra esta ciudad: lo habéis oído con vuestros propios oídos.»
Sorprende la correspondencia de esa escena y el proceso de Jesús. Dos consideraciones podemos hacer a propósito de esta semejanza:
1. La Pasión de Jesús que ocupa tanto lugar en los evangelios, como parte más importante de su vida... y que, sin embargo parecía tan contraria a la espera mesiánica y a la idea que el conjuntó de los hombres se hacen de Dios... esta Pasión había sido, no obstante, preparada desde mucho antes. Jeremías, hoy, nos da una «figura»: Dios, misterio de amor absoluto, va hasta dejarse juzgar y quebrantar, aparentemente... y en ese exceso de amor está su triunfo final.
2. Si Jeremías es figura de Cristo, hay que decir también que todo hombre que sufre por la justicia participa en cierta manera de ese mismo misterio: la Pasión de Jesús se continúa por doquier que haya hombres que sufran. San Pablo decía: «Me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros —es también acusado y encarcelado— porque completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia (Colosenses 1, 24)
Jeremías, dirigiéndose a los magistrados y a todo el pueblo, dijo:...
Jesús hablará muy poco en su proceso. Pero los tres argumentos que Jeremías usará en su alegato, Jesús los había también propuesto ampliamente en el curso de las controversias que precedieron a su arresto.
El Señor me ha enviado a anunciar sobre este Templo y esta ciudad, todo lo que habéis oído.
Primer argumento: No hablo de mi mismo, no soy más que un enviado de Dios, es Dios quien habla por mi boca:
afirmación de su vocación divina y de su fidelidad a esta vocación. Jesús dirá también: «Yo para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad.» (Juan 18, 37) «Aquel a quien Dios ha enviado habla el lenguaje de Dios.» (Juan 3, 34)
Ahora pues, mejorad vuestros caminos y vuestras obras, escuchad la llamada del Señor. Entonces se arrepentirá el Señor del mal que ha pronunciado contra vosotros.
Segundo argumento: No he predicado, en primer lugar la destrucción del Templo, ni el mal, sino la “conversión”. Todo puede arreglarse si escucháis, si cambiáis de vida. Jesús usará, a menudo, fórmulas condicionales: «Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.» (Juan 8, 24) «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo.» (Lucas 13, 2)
En cuanto a mí, heme aquí en vuestras manos. Haced conmigo lo que os parezca bueno y justo. Empero sabed que, si me matáis, sangre inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores. Tercer argumento: Soy, de veras, inocente: si derramáis mi sangre clamará al cielo y la cargaréis sobre vosotros. Las gentes gritarán: «Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.» (Mateo 27, 25)
Contemplar, hoy, como entonces, en cualquier inocente que sufra, a Cristo sufriente.
Participar, por la ofrenda de mis propios padecimientos, en la gran obra de Dios: la salvación del mundo.
Entonces los magistrados y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la muerte, porque ha hablado en nombre del Señor.»
La misma situación que el evangelio: el pueblo sencillo de los pobres está de parte de Jesús, mientras que las autoridades oficiales buscan perderle. +

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