- EL HIJO DEL HOMBRE
- CAMINAR ESCUCHANDO: MALENA Y EL SAMARITANO
- LA NOCHE ES TIEMPO DE SALVACIÓN
- Mirar atrás
- Recuperación cristiana 1: Hacia un evangelio sin glosa
- Evangelio Misionero del Dia: 9 de Agosto de 2010 - SEMANA XIX DURANTE EL AÑO - Ciclo C
- Lecturas y Liturgia de las Horas: 09 de Agosto de 2010
- Domingo XIX del Tiempo Ordinario: La clave: el ritmo
- Entre Francisco y el Papa. Las riquezas de la Iglesia
Posted: 08 Aug 2010 08:58 PM PDT Por José Arregui ¿Qué quiso decir Jesús con la expresión “Hijo del hombre”? Hijo del hombre: éste es el título de Jesús más complicado y discutido. [Pablo le llama “hijo de mujer” en Gal 4,4, y podía haber valido igualmente como título de Jesús, y sin discusión, pero a los primeros cristianos no les pareció así, y no se difundió, de modo que seguimos con el Hijo del hombre a vueltas]. Nadie niega que Jesús haya utilizado esa expresión, pero a partir de ahí todo se discute. Se discute si en tiempo de Jesús se le designaba así al personaje celeste de los últimos tiempos, y si Jesús se identificó a sí mismo con ese personaje apocalíptico... Se discute si Jesús lo utilizó como perífrasis para decir “yo” o si lo utilizó para decir “ser humano”. Es decir, se discute todo. El título que Jesús se dio a si mismo es el más oscuro de todos los títulos. 1. Una expresión utilizada por Jesús Hay tres razones fundamentales por las que cabe afirmar con seguridad que Jesús utilizó la expresión “Hijo del hombre”: 1) La frecuencia de la expresión: aparece 84 veces en el Nuevo Testamento y -cosa llamativa- siempre en los evangelios, salvo en algunos casos: · “Veo los cielos abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios” (discurso de Esteban: Hch 7,56); · “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que te preocupes de él?” (Heb 2,6); · ...Vi una especie de hijo de hombre figura (Ap 1,13; 14,14). 2) Por otro lado, en los evangelios sólo aparece en boca de Jesús; la expresión tendió, pues, a desaparecer y solamente se recogió en aquellos dichos que se recordaban como dichos de Jesús. 3) La expresión griega (ho huiós tou anthropou) resulta gramaticalmente extraña y sin sentido. Siendo una expresión tan rara e incomprensible, difícilmente la pudieron inventar los evangelistas y difícilmente la hubieran utilizado con tanta frecuencia, de no ser porque provenía de Jesús. Con ello no se dice de ningún modo que todas las expresiones Hijo del hombre de los evangelios sean auténticas del Jesús histórico; por ejemplo, en los anuncios de la pasión, en opinión de los exégetas, la expresión es pospascual (Mc 8,31: Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho...) (9,12.31; 14,41...). 2. “El hijo del hombre” como “ser humano” Vamos con el significado. El primer significado es sencillamente “ser humano”. Aquí no hay duda. La fórmula “hijo del hombre” es traducción del arameo bar[e]nasa o del hebreo ben adam, y su primer sentido es precisamente ese: el ser humano, cualquier ser humano, alguien. Así es como se le dirige casi siempre Dios a Ezequiel (2,1: “Hijo del hombre, levántate...”; hasta 90 veces aparece esa fórmula). También Jesús utiliza a menudo la locución “hijo del hombre” para decir “ser humano” en general. Por ejemplo: “El hijo del hombre [el ser humano] tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (Mc 2,10); “El hijo del hombre [el ser humano] es señor del sábado (Mc 2,28); “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del hombre [el ser humano] no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). “Ser humano”: ése es seguramente el único título que Jesús se dio a sí mismo. 3. ¿“Hijo del hombre” equivale a “yo”? Se discute si esa expresión era utilizada en tiempo de Jesús para decir “yo” o “un ser humano como yo. Es posible que en algunos pasajes evangélicos, la expresión “Hijo del hombre” signifique simplemente “yo”. Por ejemplo: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (Mt 16,13) es equivalente a “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Algunos dichos de Jesús se recogen en los evangelios en dos formas distintas: con la expresión “Hijo del hombre” en un lugar y con el pronombre “yo” en otro lugar. He aquí unos ejemplos: En Lc 19,10: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” y en Mt 15,24: “Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”; En Lc 6,22: “Dichosos seréis... cuando maldigan vuestro nombre a causa del Hijo del hombre”, y en Mt 5,11: “...Y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía”; En Mc 10,45: “Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”, y en Lc 22,27: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”; En Lc 12,8: “Si uno se declara a mi favor delante de los hombres, también el Hijo del hombre se declarará a favor suyo delante de los ángeles de Dios”, y en Mt 10,32: “Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial”. ¿Cuál es la fórmula originaria: Hijo del hombre o yo? Parece que hijo del hombre es la fórmula más vieja, la utilizada por Jesús. 4. ¿“Hijo del hombre” es título del personaje apocalíptico? A menudo se ha dicho que Hijo del hombre es el título del personaje apocalíptico de los últimos tiempos, y se ha aducido el texto de Dn 7,13-14: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre. Pero a ese personaje misterioso del futuro no se le da ahí ningún título; es una mera comparación: Daniel ve a un personaje celeste o un ángel, y dice que es semejante a un ser humano, no que sea el Hijo del hombre. Lo mismo sucede en Henoc Etíope 46,1 (escrito de la apocalíptica judía), etc. En consecuencia, en tiempo de Jesús la apocalíptica judía no conocía ni esperaba a un personaje llamado Hijo del hombre; simplemente esperaban del cielo un ser misterioso semejante a un ser humano. En cambio, en el Nuevo Testamento (sobre todo en los dichos de Jesús) sí que aparece claramente un personaje con el título de Hijo del hombre. ¿Cuándo se convirtió la mera comparación de Dn 7,13 en título o en denominación de un personaje? ¿Fueron los cristianos los que llevaron a cabo ese cambio? ¿O fue un neologismo introducido por Jesús mismo? Así piensan muchos. 5. ¿Anunció Jesús que el “Hijo del Hombre” iba a venir a juzgar? En opinión de muchos autores, Jesús utilizó la expresión Hijo del hombre únicamente para decir ser humano, y, por lo tanto, Jesús no anunció la venida del Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos. Otros muchos, por el contrario, piensan que sí, que Jesús anunció la venida de un personaje al que él llamó Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos. Creo que esta segunda opinión es más probable. Pero aquí se plantea otra pregunta: cuando Jesús habla del Hijo del hombre, ¿habla de sí o habla de otro distinto de sí? 6. ¿El “Hijo del hombre” es Jesús mismo u otro? Jesús habla del Hijo del hombre siempre en tercera persona y, según la opinión mayoritaria, no se refiere a sí mismo, sino a otro. Es decir, Jesús esperaba seguramente que fuera otro el que viniera como Hijo del hombre a llevar a cabo el juicio definitivo. El hecho de que Jesús no pensara en sí, sino en otro como Hijo del hombre juez de los últimos tiempos, no debe extrañarnos demasiado: Jesús no se ocupó de sí mismo, no se anunció a sí mismo, no se dio títulos a sí mismo. Y eso no le hace a Jesús más pequeño, sino más grande: dedicó su palabra y su vida al anuncio y al servicio del reino de Dios, y ésa es la única grandeza que cuenta. Ésa es la auténtica divinidad. Y en eso consiste la auténtica humanidad. “Cuanto más humano, más divino” (L Boff); cuanto más humilde, más digno. Jesús está pensando en esa nueva humanidad cuando anuncia al Hijo del hombre (y de mujer): · el juicio y la medida de la historia humana y de la humanidad no los dará un ángel celeste, sino el nuevo ser humano que viene de la tierra y del cielo, · el nuevo ser humano que encarna al mundo y a Dios, · el ser humano libre, dueño del sábado y de la ley, · el ser humano pobre y rico que no tiene dónde reclinar la cabeza y es heredero de todos los bienes de Dios, · el ser humano peregrino que tiene a Dios como origen y meta, · el ser humano filial, hermano y hermana de todos los otros seres humanos y de todos los seres, · el ser humano herido y bendito que tiene el reino de Dios como don y promesa. ¿Y quién ha dado la talla del ser humano mejor que el mismo Jesús? Por lo tanto, ¿qué importa que, al hablar del Hijo del hombre (y de mujer), la “conciencia” de Jesús estuviese pensando en sí mismo o en otro? Empujado por la esperanza de Dios, él habló y actuó a favor del ser humano, y así se convirtió en representante, imagen y mensajero del futuro Hijo del hombre y de la mujer. Jesús pensaba probablemente que él era el representante terreno de ese futuro Hijo del hombre y de la mujer: Si uno se avergüenza de mí y de mi mensaje en medo de esta generación infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8,38). La humanidad -para los cristianos, la humanidad plena de Jesús- será el criterio del juicio del Hijo del hombre y de la mujer. De modo que es igual que Jesús se identifique o no con el personaje llamado Hijo del hombre. Jesús espera al ser humano para el fin, y él también espera ser ese nuevo ser humano en el reino de Dios, y espera que lo sean también sus discípulos con él: “Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, cuando todo se haga nuevo y el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también en doce tribus, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt 19,28). Así, aunque al hablar del Hijo del hombre se esté refiriendo a otro, puede decirse también que se refiere a sí mismo: de aquello que espera ser. En cualquier caso, el título más alto de Jesús es el de ser humano, y los cristianos no dudaron en creer que Jesús mismo era el Hijo del hombre anunciado por Jesús como “juez final”. También nosotros confesamos a Jesús como plenitud humana, como medida y cima de la humanidad. Dando la plena medida del hombre, Jesús nos manifestó al ser humano, y al Dios lleno de humanidad, y al ser humano lleno de divinidad. Y por eso lo confesamos Mesías e Hijo de Dios. José Arregi PARA ORAR Tú, indescriptible, invisible, impalpable, inmóvil, presente siempre por doquier en todos y llenándolo todo, a cada momento, por así decirlo, de día y de noche haciéndote ver y escondiéndote, yendo y viniendo, invisible y de improviso aparecido, has ahuyentado de mí paulatinamente las tinieblas, expulsado la oscuridad, reducido la espesura, limpiado las legañas de los ojos de la inteligencia, destapado y abierto los oídos del entendimiento, suprimido el velo del embotamiento. En tal hombre me has transformado de este modo, purificando el cielo de toda tiniebla. Cuando digo cielo, me refiero al alma purificada en la cual de manera invisible, no sé cómo ni viniendo de dónde, te encuentras de repente tú, presente en todas partes, y te manifiestas cual otro sol. ¡Oh indecible condescendencia! Simeón, el nuevo teólogo Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. 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Posted: 08 Aug 2010 08:55 PM PDT Por Juan Masia Clavel sj (De una charla de Juan Masiá, en japonés, en el curso de lectura bíblica de la parroquia de Kobe, traducida del japonés por el mismo autor) Dos críticas sobre la teología occidental he escuchado a menudo de labios de orientales que nos reprochan: “Habláis mucho y escucháis poco. Demasiadas teorías y poca práctica”. Por otra parte, mis contactos con personas, comunidades y textos de la tradición budista me han hecho redescubrir cada vez más dos valores humanos y dos rasgos de la experiencia religiosa: la fe como camino y como escucha. Ambas características no son exclusivamente orientales, sino están muy presentes en la tradición bíblica. Como un ejemplo, comentaré las reflexiones que provocó en una convivencia bíblica con jóvenes la lectura compartida del conocido pasaje evangélico sobre Jesús en casa de Marta y Malena. Se había invitado a los participantes a componer libremente narraciones, como un ejercicio de reinterpretar un pasaje evangélico en clave de actualidad. El episodio de la cena en casa de Marta y Malena dio lugar a versiones interesantes, de las que seleccionaré algunas. En primer lugar, un guión que sigue de cerca el original lucano, fue el siguiente: “Estaban Marta y Malena siguiendo el telefilme de las cinco de la tarde, cuando se presentó de improviso el Maestro. Malena apagó la tele y se sentó a darle conversación. Marta entraba y salía poniendo la mesa: que si las servilletas mejores, que si los minitenedores para entremeses, que si los mondadientes de marfil… Pero Jesús, riéndose, le dijo: “Para, hija, para ya de una vez; con este calor no hacen falta manteles. Saca pronto el refresco, que es lo único que necesitamos, y siéntate tú también y déjame ver tu cara”. Otro de los grupos se separó más audazmente del texto lucano y produjo el texto siguiente: “Estaban Marta y Malena viendo la tele cuando llegó Jesús de visita. Malena apagó el televisor, pasó a Jesús a la terraza y conversaron tomando el fresco. Marta iba y venía trayendo pinchitos de aperitivo. En realidad, era un pretexto, tenía un pequeño televisor en la cocina y estaba siguiendo el telefilme. Salió a la terraza trayendo una tónica. Jesús, sonriente, le dijo: “Anda, Marta, no te preocupes más, deja de ir y venir, quédate en la cocina hasta que acabe el serial y luego vienes, te sientas y nos cuentas si, al final, la huérfana descubrió a la verdadera madre y se casó con el empresario divorciado”. Todavía voló más la imaginación de otro grupo que redactó la versión siguiente: “Estaban Marta y Malena viendo la tele, cuando se presentó Jesús de visita. Malena cambió de canal, bajó el volumen y se puso a conversar con Jesús. Marta entraba y salía trayendo de comer y beber. En cada viaje de vuelta, antes de meterse en la cocina, se detenía ante el televisor, miraba unos segundos el canal de la telenovela y, luego, tras seguir el argumento, volvía a sus platos. Pero Jesús le dijo: “Marta, por Dios, ¿cuando vas a dejar, de una bendita vez, de juguetear con el mando a distancia? ¿No ves que Malena y yo preferimos tener de fondo el partido de liga?” No reproduciré aquí lo que nos alargamos en el comentario en común analizando estas paráfrasis. Sólo constatar que una de las conclusiones fue reconocer que las tres citadas habían dado en el clavo por lo que se refiere a uno de los temas centrales, muy en el punto de mira del evangelista: pararse y prestar atención. Efectivamente, la pausa y la escucha son centrales en este episodio, como continuación de un tema ya iniciado en la parábola que precede a esta narración en el mismo capítulo décimo de Lucas. Por cierto, ¿ganaríamos el concurso, si nos planteasen a bocajarro dos preguntas de cultura bíblica? Primera pregunta, fácil: ¿En qué parte del evangelio según Lucas está contado el episodio de Marta y Malena? ¿Al comienzo, a la mitad o al final? Casi todos los concursantes aciertan, contestando que hacia la mitad. Más exactamente, se trata del capítulo diez. Pero la segunda pregunta es más difícil: ¿Qué episodio narra Lucas, justamente antes de la escena en casa de Marta y Malena? Aquí son ya menos los concursantes que aciertan. En un grupo de religiosos y religiosas familiarizados con la Biblia, sólo dos de 47 acertaron. La respuesta es: la parábola del buen samaritano (que se lee el domingo 15 del Tiempo ordinario, este 11 de Julio del 2010).. La lectura de estas dos perícopas, no como dos recortes aislados, sino formando un díptico, nos descubre la riqueza de ambas. Además, nos damos así cuenta de que no iban tan desencaminadas las relecturas atrevidas citadas antes. Al colocar ambos pasajes como si fueran las dos caras de un díptico, resalta el paralelismo entre ambos cuadros. Malena tiene parecido con el buen samaritano. Marta se asemeja en algunos aspectos al levita y al sacerdote de la parábola. Reproducimos, a continuación, el texto de ambas narraciones en la traducción de Alonso Shôkel. Para acentuar los paralelismos reproduciremos en cursiva las pinceladas que tienen que ver con la escucha o la pausa y con subrayados lo relativo a la falta de pausa y la atención. Además, convirtiendo el díptico en tríptico, colocaremos en el centro, con tipografía en negritas, la persona de Jesús y su equivalente en la parábola: el herido. “En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley?¿Cómo es eso que recitas? El jurista contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a tí mismo. Él le dijo: Bien contestado. Haz eso y tendrás vida. Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: Y ¿quién es mi prójimo? Jesús le contestó: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, le dio lástima: se acercó a él y le vendó las heridas, echándoles aceite y vino; luego montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó cuarenta duros y, dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. ¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues anda, haz tú lo mismo. Por el camino entró Jesús en una aldea y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras. Marta, en cambio, se distraía con el mucho trajín; hasta que se paró delante y dijo: Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje trajinar sola? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó: Marta, Marta, andas inquieta y nerviosqa con tantas cosas: sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la mejor parte; y esa no se le quitará (Lc 10, 25-41). Si damos un repaso a los comentarios exegéticos, veremos cuánta tinta ha corrido para discutir la traducción de la sentencia famosa: “Solamente una cosa es necesaria”. A lo largo de la tradición, desde la patrística hasta los más recientes escritores espirituales, encontramos abundantes sugerencias sobre la contemplación y la acción. Unos se han pasado, dejando a Malena como la buena y a Marta como la mala. Otros han reaccionado en el sentido opuesto. Otros, finalmente, han tratado de conjugar contemplación y acción y se ha convertido en interpretación estereotipada decir que ambas son importantes. Pero los exégetas más fieles nos recuerdan que el matiz del texto acentúa más el escuchar que el contemplar. Malena no está absorta en éxtasis contemplativo. Simplemente está escuchando en una conversación. Lo había captado intuitivamente la juventud de los grupos que redactaron las reinterpretaciones citadas antes. La comparación con la parábola del samaritano lo confirma. El levita y el sacerdote que pasaron de largo tienen algo en común con Marta: ellos no se detienen, Marta no tiene oídos para escuchar a Jesús. Ellos son, en el camino y en forma de personajes masculinos, el equivalente de lo que es Marta, en la casa y como personaje femenino. Además, el verbo “servir” sugiere otra connotación: el clérigo cree que sirve a Dios en el templo; pero habría que decirle: “Una iglesia que no sirve al hermano y hermana no sirve para nada…” Marta cree que sirve afanosa a Jesús, pero le falta pararse a escucharle. El buen samaritano, en el camino, es el equivalente de Malena, en la casa. Jesús, que aparece en persona en la segunda escena, está presente también en la primera, ya que el herido puede representar, como bien habían intuido Agustín y los Padres antiguos, al mismo Jesús. Por eso tiene sentido colocar a Jesús y al herido en el centro de un tríptico, a cuyos lados situamos respectivmente los otros cuadros: la casa y el camino. También es importante fijarse en que Jesús conversa con Malena. Como en la escena junto al pozo, en la que aparece Jesús, en Juan 4,27, hablando con la samaritana, es inusitado que el Maestro se siente tranquilamente de conversación con una mujer. Pero Jesús no la margina, como sus contemporáneos, por ser mujer. Parece más importante Malena como símbolo de conversación que de contemplación. En realidad, por lo que se reprochará a Marta no será por la acción. No es el caso de que Malena se haya dejado a Jesús por atender a hermanos necesitados, ni que se haya dejado la contemplación por la acción. El problema es que ha dejado de escuchar y no ha dejado hueco de espacio ni de tiempo para la conversación. Mucho más afanoso, activo y ocupado está el buen samaritano, más que Marta con todos sus platos. Pero no se le reprocha su actividad. Al contrario, es alabado por su acción: una acción que brota del pararse a atender, con ojos para ver y oídos para escuchar. Precisamente eso le faltaba al levita, al sacerdote y a Marta, a pesar de y en medio de sus “diaconías” en el templo y en la casa. Por otra parte, también coincide Malena con el herido en ser objeto de atención por parte de Jesús como aquél por parte del buen samaritano. Podemos leer estas historias identificándonos con el herido y con Malena, a quienes prestan atención el buen samaritano y Jesús. También podemos leerlas identificándonos con Malena que atiende a Jesús en persona y con el buen samaritano que atiende a Jesús, representado por el herido. También podemos descubrir, tanto en Malena como en el herido, que ambos tienen algo de marginados, éste por ser un herido abandonado y aquella por ser mujer, a la que se le negaba el derecho a conversar con un maestro. Pero el papel de la mujer no es el de limitarse a poner la mesa; tiene derecho a aprender y, después, a predicar lo aprendido. En las primeras comunidades cristianas jugó un papel importante la mujer, que luego, por desgracia, se difumina en la historia de la iglesia. Si nos quedamos solamente dentro de la escena de Marta y Malena, parece como si Jesús se pusiera de parte de la segunda contra la primera. En cambio, al comparar con la parábola del buen samaritano, resaltan otros contrastes y paralelismos. En el pasar de largo y en la falta de receptividad se asemejen el sacerdote, el levita y Marta.. Por otra parte, el samaritano, que en un esquema de actividad-pasividad sería un personaje más activo que contemplativo, es, sin embargo, semejante a María en lo que se refiere a prestar atención y pararse a caer en la cuenta de lo principal. Por tanto, las oposiciones y contrastes que cuentan aquí son “el pasar de largo” frente al “escuchar”, más que las de “actividad” frente a “pasividad”. No se valora lo pasivo frente a lo activo, sino la capacidad de pararse, atender y escuchar, por contraste con el pasar de largo, no caer en la cuenta y no escuchar. Se puede ser muy activo, como el samaritano, y, a la vez muy atento. Se puede ser muy pasivo, como el sacerdote y el levita, y, a la vez, muy sordo, ciego y centrado en sí mismo. Conectando esta lectura con la tradicional perspectiva sobre acción y contemplación, la podríamos recuperar profundizándola. La contemplación no es Malena por oposición a Marta. Tampoco la contemplación es la tranquilidad de la casa, la inactividad o el mero silencio. Tampoco se identifica sin más con la mujer por oposición al varón. La contemplación es la escucha, tanto en la casa como en el camino; tanto en el momento del culto como en el momento de la praxis; tanto en el rato a solas con Jesús en oración retirada como en el momento de encontrarse con Él en el hermano o hermana en necesidad o marginación; tanto en la versión masculina como femenina. Lo opuesto a la contemplación como escucha no es la acción, ni el servicio o el movimiento, sino la falta de atención: la falta de ojos para ver y oídos para escuchar. Los dos encuentros con el Señor, en el camino y en la casa, requieren capacidad de pausa y escucha. No es solamente contemplativo el segundo y activo el primero. Ambos son activos y contemplativos. En los dos hay que hacer un esfuerzo activo por detenerse y pararse, por encontrar un hueco para la receptividad, la escucha y la atención al Dios que nos sorprende desde dentro y desde fuera, desde nuestro interior y desde el hermano y la hermana A la luz de lo que acabamos de ver, podríamos redescubrir la tradición veterotestamentaria, recogida y profundizada por Pablo, que integra el culto y la práctica, la liturgia y la praxis. Pero, sobre todo, hay que mencionar aquí las dos tradiciones eucarísticas: el Lavatorio y la Cena. A través de la perícopa que se lee en un domingo determinado, ya sea la del Buen Samaritano o la de Marta y Malena, se despliega ante nosotros el Evangelio entero. Como insistía Agustín, cualquier pasaje es una puerta por la que entramos y llegamos a Cristo. Y dicho todo esto, ya no nos preocupará la homilía cuando llegue el día de la fiesta de santa Marta, en cuya liturgia se lee también el citado pasaje evangélico. Antes de la misa preguntaba una feligresa a su párroco: “¿De qué va hoy la homlía? ¿Dejará bien a Malena o romperá una lanza por las Martas?”. “Bueno, le daremos un poquito a cada una”, contestó el párroco, “al fin y al cabo las dos son necesarias”. “Bien, pero lleve cuidado, don Paco, no vaya a ser que con eso de Marta en la cocina, resulte machista la prédica.” “No, tranquila, Eugenia, le dijo, diré que todos necesitamos un poquito de cada una, de acción y contemplación.” No debió ser fácil la explicación, porque al acabar la misa se le acercó una anciana y comentó: “Oiga, padre, al principio ha felicitado usted a las que se llaman Marta, porque hoy es su santo, pero luego resulta que en el Evangelio a quien felicitan es a Malena. Lo que es Marta, hay que ver lo mal que queda…” Oyendo esta anécdota me confirmé en la importancia del díptico de los dos pasajes, la parábola del Samaritano y la escena en casa de Marta y Malena. ¿Haremos un alto en el camino para escuchar? ¿Nos movilizará la escucha para seguir caminando? Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 08:30 PM PDT Por Fr. Santiago Agrelo, OFM Publicado por Vida Religiosa XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C La palabra del Señor proclamada en la liturgia eucarística de este domingo remite de varias maneras a «la noche» como tiempo de realización de las promesas divinas, tiempo de salvación para los inocentes, tiempo de gloria para los elegidos, tiempo de gracia para que los fieles del Señor esperen en vela su llegada, la llegada de la misericordia, la llegada de la liberación. La noche de la salvación es una noche habitada por hombres y mujeres de fe, hombres y mujeres que se han puesto en camino porque Dios los ha llamado, y saben que su Dios es un Dios fiel. En la noche de la salvación sólo hallaremos pobres con esperanza, hombres y mujeres que han conocido con certeza la promesa de su Señor. En la noche de la salvación Dios ha puesto su palabra, su promesa, su fidelidad, su lealtad. Y el hombre se mueve en esa noche iluminado por la fe, animado por la esperanza, apoyado en el amor de su Señor, que es para sus fieles auxilio y escudo. Así, en la noche, en la fe, que es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve, obedeció Abrahán a la llamada del Señor y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Abrahán se hizo peregrino en la noche, porque la fe en su Dios le dio la certeza de que llegaría un día en que él, Abrahán, anciano y sin descendencia, ya no sería capaz de contar el número de sus hijos, como ahora, en la noche, no era capaz de contar el número de las estrellas. Así, en la noche, en la fe, que es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve, velaron los hijos de Israel, aguardando el paso del Señor; velaron con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano. Porque creyeron, velaron; porque creyeron, rociaron con sangre las jambas y el dintel de la casa; porque creyeron, comieron a toda prisa la pascua del Señor; porque conocieron con certeza la promesa de que se fiaban, pasaron de la esclavitud a la libertad. Así, en la noche, en la fe, que es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve, veló y obedeció Cristo Jesús; porque creyó, él se entregó en su noche a la voluntad del Padre para beber el cáliz; porque esperó, él se entregó libremente a su pasión, para destruir la muerte y manifestar la resurrección; porque creyó y esperó y amó, él se entregó con el perdón a los que lo crucificaban, y con infinita misericordia a todos los que con su sangre él redimía. Porque creyó, esperó y amó, Cristo Jesús entregó su vida en las manos del Padre, y a nosotros nos entregó su Espíritu para que fuésemos hijos según el corazón de Dios. Así, en la noche, en la fe, que es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve, han de velar los discípulos de Jesús. Los discípulos velarán sin temor en la noche, porque esperan el día en que se manifestará el Reino que el Padre les ha dado. Los discípulos velarán en la noche, ceñida la cintura y encendidas las lámparas, esperando la última Pascua, la venida del Hijo del Hombre, la liberación definitiva de los hijos de Dios. Queridos, hemos considerado hasta aquí algo de lo que la palabra de Dios nos dice acerca de la noche como tiempo de salvación; pero no hemos dicho nada de nuestra Eucaristía ni de nuestra asamblea. La Eucaristía de la comunidad cristiana es realización verdadera de la palabra de Dios que hemos escuchado. A la Eucaristía, como a los caminos de la noche de la salvación, vienen los pobres que esperan el Reino de Dios, los oprimidos que esperan justicia, los pacíficos que esperan la manifestación de los hijos de Dios. En verdad, este tiempo de gracia de nuestra Eucaristía se halla habitado por pobres con esperanza. En este tiempo de gracia, el Señor hace brillar delante de su pueblo la luz de Cristo resucitado, columna de fuego divino que acompaña en todos los caminos de la vida la peregrinación de los redimidos. En esta Eucaristía, los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecen a Dios el único sacrificio agradable a sus ojos, el sacrificio de Cristo Jesús, sacrificio de obediencia ofrecido en la vida y consumado en la muerte del Señor. En este tiempo de gracia, los creyentes aguardamos confiados y esperanzados y vigilantes la llegada del Señor, para abrirle apenas venga y llame. En esta Eucaristía, en la verdad escondida de este admirable sacramento, nosotros somos aquellos siervos dichosos, a quienes el Señor, al llegar y encontrarnos en vela, se ciñe, nos hace sentar a la mesa, y nos va sirviendo, y es él mismo el que se nos entrega como pan de vida y bebida de salvación. La Eucaristía que celebramos es siempre tiempo de salvación, noche de gracia, noche en la que el Señor fue entregado, noche en la él nos entregó su Cuerpo y su Sangre para el perdón de los pecados y para una alianza nueva y eterna con Dios. La Eucaristía nos hace moradores de la noche de la salvación, peregrinos en los caminos de la fe, pues en la Eucaristía escuchamos la palabra que en la vida obedecemos; en la Eucaristía acogemos al Señor, de quien en la vida esperamos la llegada; y somos, en cada momento de nuestra vida, el pueblo que el Señor liberó en la Pascua sagrada, los siervos que el Señor sirvió en la santa comunión, los redimidos a quienes el Señor llamó para hacer con ellos una alianza de amor. Este misterio de salvación que es la celebración eucarística y también nuestra vida, esta noche de gracia más luminosa que el día, anticipa en la experiencia sacramental el encuentro definitivo del Señor con su pueblo: “Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre cumpliendo con su tarea… Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá”. Grande, muy grande es el don que recibimos. Grande, muy grande es la responsabilidad que asumimos. ¡Estad preparados! Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 05:05 PM PDT Publicado por Mi vocación Mirar atrás es una manera de enfocar, de vivir la vida. A veces necesitamos esa mirada al pasado para poder seguir viviendo el presente… Es curioso, pero también es una realidad. ¿Por qué nos ocurre esto? ¿por qué no dejamos de lado lo pasado para vivir con libertad el presente? Es muy importante que no nos dejemos envolver por ese estado, no podemos tener la cabeza, la vida, girada hacia otro lugar que no sea hacia adelante. Lamentarse no ayuda, pero por supuesto, es necesario darse cuenta de lo vivido, hemos de aprender de las experiencias aunque no estancarnos en los errores. Creo que es necesario encontrar el movimiento a la Conversión, es decir, llorar mirando atrás pero girar y echar la vista al frente. El pasado ha dejado huella, pero esa es la que, precisamente, me empuja para crecer más. Mi pobreza, insatisfacción… ya es una Gracia porque es lo que me pone en situación de darme la vuelta y buscar, por lo tanto, no condenemos de entrada nada de lo que tenemos o somos. Todo ayuda al encuentro con Dios, todo es un camino que es necesario recorrer para llegar a la plenitud de lo que buscamos. A Dios se le experimenta y ama conforme se le busca...; buscar… “como tierra reseca agostada sin agua…” como dice el salmo. No decaigamos en ese camino, amemos con fuerza nuestra vida y situación para llegar victoriosos al encuentro soñado. Texto: Hna. Conchi García. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 04:56 PM PDT Publicado por El Blog de X. Pikaza En el último post volví a Francisco de Asís, y con él Evangelio. Quiero retomar ese motivo: volver al evangelio, pero “sin glosa”, como decía Francisco, iniciando un pequeño ejercicio de recuperación cristiana, de la que seguiré tratando los próximos días de este cálido verano europeo. Constará esta serie, si Dios quiere, de nueve aportaciones sobre el gozo de ser cristiano y sobre la exigencia de volver a las raíces, descubriendo, ahora que todo parece ya dicho, la novedad del evangelio. Buen día a todos. Ciertamente…. Ciertamente, el evangelio cristiano es experiencia y praxis de gratuidad: así lo dicho Pablo, al afirmar que Dios ha superado la ley en Jesucristo; así lo ratifica el Sermón de la Montaña, al pedir que no juzguemos, que amemos a los otros como son y busquemos su bien, dando la vida por ellos; así lo muestra Jesús al cumplirlo en su vida. Pues bien, partiendo de esos principios, hemos construido muchas veces una religión impositiva, recordando a los demás lo que tienen que hacer (evidentemente, para su bien). El evangelio ha proclamado que amemos a los enemigos, es decir, a los distintos, pidiendo por ellos y ofreciéndoles aquello que tenemos, para que así puedan vivir a su manera, como diferentes (siendo judíos o musulmanes, hindúes, budistas o ateos). Pero muchas veces nos hemos sentido dueños de la verdad y hemos querido exigirles que sean como nosotros digamos (y no como ellos quieren). Ciertamente, decimos que todo es don de Dios. Pero después tendemos a interpretar las instituciones de la iglesia como un código de seguridad, organizando con ellas toda la vida cristiana. Decimos que la gracia es principio universal, peroo luego actuamos como si no confiáramos en ella, ni en la bondad de las personas (que son signo de Dios), ni en el valor de las diversas religiones (que son signo de la búsqueda humana de Dios, presencia del misterio). Algo semejante pasa con el amor, bien situado en la galería de nuestro museo religioso. Así afirmamos, por ejemplo, que nuestra religión es superior al budismo (que solo admitiría un amor pasivo, compasivo, incapaz de transformar el mundo) y superior al taoísmo e hinduismo (que no conocerían al Dios personal, encerrando la vida en formas de concordia cósmica). Es posible que tales afirmaciones sean parcialmente verdaderas, en un plano teórico, pero corren el riesgo de volverse vacías, pues no corresponden, en general, a nuestra vida (no mostramos el amor de que hablamos), ni a la vida de otros pueblos (que tienen y expresan muchos signos de amor). Esto se aplica de un modo especial a las instituciones de la iglesia: ciertamente, ella es comunidad para el amor y libertad, grupo de personas que celebran y expanden el gozo de Cristo con gozo y gratuidad sobre la tierra; pero muchas veces aparece como instancia de control social y afectivo, más que como impulso para la libertad en el amor, corriendo el riesgo de volverse instancia de control moral, al servicio de un sistema de seguridades sacrales y legales. Ciertamente, la iglesia es potencial de amor que se expresa de mil formas, sobre todo en los contemplativos y/o enamorados de su historia. Pero luego parece que confía poco en el amor de sus fieles, incluidos los ministros. Tendría que dejar a un lado sus seguridades (¡como si lo supiera todo!), su deseo de opinar en cada uno de los campos de este mundo, para recorrer la travesía de la vida acompañando a los demás, escuchándoles y aceptándoles como son, sin querer cambiarles. No conozco ninguna institución donde se diga con tanta fuerza que los hombres y mujeres han de amarse, pero que después les ponga tantas trabas. Ciertamente, ella cree en el amor, pero en un amor paternalista, guiado y dirigido por una jerarquía de funcionarios célibes, que se atreven a decir a los demás lo que ha de ser el evangelio, en vez de animarles a que exploren, buscan y decidan, dejándose llenar por el misterio del amor de Cristo y amando gozosamente a los demás. Ciertamente, el celibato de los clérigos católicos (occidentales) ha sido y es un potencial de amor, allí donde se vive sin imposiciones, condenas o rechazos... Pero actualmente corre el riesgo de hallarse vinculado a una institución de poder, a la estructura de un sistema sacral, de manera que pudiera mantenerse no por puro amor, sino porque ofrece a los ministros de la iglesia una seguridad de estado. Esa situación resulta contraria al evangelio, es escandalosa, y debe superarse, a fin de que el celibato pueda presentarse siempre como opción de gratuidad, que se mantiene y expresa libremente, por puro amor, sin vinculación con la estructura eclesial. Lo mismo ha de aplicarse al matrimonio. Ciertamente, el evangelio está unido a la experiencia de fidelidad afectiva, fundada en el gozo fuerte de la vida y la confianza del amor que triunfa y se expresa donde dos enamorados pueden recorrer un camino permanente de unión esponsal. Pero esta es una experiencia de gracia y libertad, no de legalismo y prohibiciones; por eso, cuando el amor y libertad se ha roto se rompe el matrimonio, sin que tenga que decidirlo un tribunal del Vaticano. Parece que la ley de la iglesia tiene miedo al juego y gozo del amor, al placer y belleza del encuentro personal, a la igualdad real del varón y la mujer. Es como si pensara que ellos (sobre todo las mujeres) son menores de edad y hay que ayudarles, para que encuentren la seguridad que por sí mismos no habrían encontrado. Pero Jesús… Jesús no ha querido establecer una nueva estructura social, ni una iglesia especial, junto a las otras, sino un movimiento de reino, que es fermento de vida y esperanza abierta a todos los pueblos de la tierra. Es evidente que, si quiere perdurar, ese movimiento debe estructurarse, con sus comunidades (iglesias) y sus instituciones de autoridad o ministerios, que han de ser transparentes, para que exprese y expanda por ellas la gracia y libertad del evangelio. Pero, como vengo diciendo, la iglesia se organizó de un modo romano, convirtiéndose en sistema de poder junto al estado (o en contra del estado). Pues bien, ese tiempo de poder está acabando y ella ha de tornar a lo que era: autoridad y comunión gratuita (de tipo afectivo, gozoso, liberado, al servicio de los pobres). Por eso debe renunciar a sus ventajas anteriores, no para resguardarse en la pura intimidad (una sacristía privada), sino para actuar y expresarse más abiertamente, superando el mimetismo del poder económico y civil, cultural y sacral, judicial y militar que han venido uniéndose con ella. No queremos defender una iglesia invisible, sino todo lo contrario, bien visible, presente en todos los caminos de la vida, pero no en línea de poder, sino de animación, no como estructura sacral objetivada, sino como unión gratuita de amor abierta a todos los humanos. Pues bien, da la impresión de que la iglesia jerárquica (no el gran pueblo de Dios que cree en Cristo) tiene miedo: no quiere perder lo que piensa que tiene, desea aferrarse a privilegios (jurídicos, sacrales, culturales....) y dice que lo hace para servicio de los pobres, aunque, en realidad está queriendo mantenerse a sí misma. Por eso, es normal que haya un divorcio cada vez mayor entre la jerarquía eclesial (eso que pudiéramos llamar el “aparato”) y el conjunto de los fieles. Ciertamente, hay grupos de cristianos que quieren fortalecer la jerarquía, tanto en plano social como sacral y ellos aparecen en la mayoría de las fotos y la propaganda del sistema; pero la inmensa mayoría de los cristianos se siente separados de la institución jerárquica. Como se sabe, jerarquía es poder sagrado. Esta palabra expresa una estructura simbólica de la realidad, de corte platónico, donde los momentos superiores iluminan y guían a los inferiores. Ella puede ser hermosa, pero resulta anticristiana. Para el evangelio, lo sagrado no es el poder, sino la gracia de Dios, la comunión fraterna, la vida de los pobres y excluidos del sistema (cf. Mt 25,31-46). No estoy condenando a los llamados “jerarcas” de la iglesia por soberbios o inmorales, aprovechados o astutos... Pienso que la mayoría de ellos son buenos o normales, como el resto de los creyentes. No critico su vida o costumbres (como puro hacer Lutero), sino la estructura de poder que ellos reflejan en la iglesia, como si la gracia de Dios (expresada en Jesús) tuviera que pasar por unos filtros de poder sagrado. No niego los ministerios cristianos, ni me opongo a la forma que han recibido desde antiguo: unos son obispos (vigilantes o animadores), otros presbíteros (personas de experiencia), oros diáconos o servidores... Pero me niego a sacralizarlos, interpretándolos a la luz del sacerdocio israelita superado por Jesús (según la carta a los Hebreos). Jesús fue un laico, hombre del pueblo, que volvió a los símbolos básicos de la vida, el pan y vino compartido, el amor a los necesitados, el don de la vida... No quiso crear instituciones sacrales mejores, ni un orden de ritos nuevos, sino abrir un camino de amor para todos los humanos... Pero después, los cristianos hemos ratificado la diferencia ministerial entre varones y mujeres, hemos clericalizado las funciones administrativas de la comunidad, hemos elevado sobre el conjunto de la iglesia un orden (o casta) de funcionarios, muy inteligentes y dotados, pero que no responden al evangelio. Por eso, cuando se dice por ejemplo que la diplomacia vaticana es la más fina, no se está alabando a la iglesia, sino todo lo contrario: se la está abajando a la luz de otras funciones políticas del mundo. Ha terminado un ciclo histórico: estamos ante la última generación de ministros (obispos y presbíteros) clericales o sacerdotales de la iglesia. Va a llegar una generación nueva de cristianos, liberados para un tipo de ministerio no jerárquico, a partir de las mismas comunidades, sin condiciones de celibato, sin discriminación de sexo, una generación de servidores del evangelio que no sean sacerdotes, ni tengan poder sagrado, ni puedan convertirse en grupo o casta por encima de los fieles. No espero que los cambios vengan de la “cúpula” clerical (aunque es tiempo de que ella cambie), sino de la raíz del evangelio, desde el recuerdo del Jesús y las primeras comunidades cristianas, desde la fe del pueblo. Son muchos los buenos cristianos que no se sienten bien representados ni dirigidos por el tipo actual de jerarquía; no se les puede acusar de rebeldes, ni llamar anti-cristianos, o protestantes, porque la rebeldía protestante debe integrarse en la iglesia católica, para tenga allí fruto. Sobra institución, deseo de control. Tenemos que volver al principio del evangelio, enraizarnos en la fraternidad de Jesús, al servicio de los humanos. Se ha dicho y se dice que eso es imposible, que la iglesia (como todas las instituciones sociales de prestigio) se mantiene por sus jerarquías de poder... Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha de mostrar que ella es distinta, que puede instituirse a modo de comunión personal, sin estructuras de sistema. No estoy defendiendo un angelismo, la pura improvisación: dejar que cada uno viva y haga como quiera, llamándose cristiano. Nada de eso, el amor de Jesús reúne, convoca, convence, pero a su manera, como amor gratuito, en torno al pan y vino bendecido y compartido, recordando a Jesús, actualizando su entrega en favor de los demás, celebrando su triunfo (el triunfo de la vida, que es la pascua). Pues bien, los cristianos hemos sacralizado ese signo del pan y vino, separándolo de la vida real y convirtiéndolo en gesto ritualista. Parece que nos da miedo la religión de la vida entera, de la comunicación festiva de los hombres y mujeres en la eucaristía. Siento pudor ante la eucaristía convertida en espectáculo: algo que se puede exponer y ostentar ante los demás. Es bellísimo lo que se ha hecho en esa línea, sobre todo en la línea de música y de la arquitectura barroca, que son un monumento a la presencia real de Cristo en los signos eucarísticos. Pero, esos signos han corrido el riesgo de perder su referencia real: dejan de ser comida, expresión de un grupo de creyentes que se reúnen para entregarse en amor unos a otros, sacramento y promesa de la unidad final de todos los humanos El cristianismo es religión de encarnación, de tal forma que, según la fórmula clásica, Jesús es a la vez Dios y hombre verdadero. Pues bien, ese principio de encarnación parece haberse roto, por exigencia sacral, en el signo de la eucaristía: es ciertamente pan y vino lo que se emplea en la celebración; pero no es el pan y vino de la vida concreta, de la comida fraterna, de la solidaridad entre todos los creyentes, sino unas especies simbólicas, que prácticamente no se ven ni se tocan ni se comen, ni vinculan de hecho en amor a los creyentes. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 04:40 PM PDT Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 22-27 Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo mataran y al tercer día resucitara». Y ellos quedaron muy apenados. Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti». Compartiendo la Palabra Por CELAM - CEBIPAL Los hijos son libres “Tómalo y dáselo por mí y por ti” Nuestro texto de hoy comienza con el segundo anuncio que Jesús hace su pasión, muerte y resurrección (17,22-23ª). Frente al anuncio los discípulos “se entristecieron mucho” (17,23b). De esta forma, el evangelio coloca en primer plano la divergencia entre el camino del Hijo del Hombre que viene proponiendo Jesús y la actitud negativa de los discípulos. A los discípulos les cuesta “conectarse” con el camino de Jesús. Con este trasfondo Mateo nos presenta una escena espléndida en la que se destaca la libertad de Jesús y se hace un bonito gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo. Una catequesis sobre la libertad de Jesús El contexto es el cobro del impuesto que todos los israelitas mayores de 20 años pagaban anualmente para el sostenimiento del templo (para entender mejor ver Éxodo 30,1-10 y Nehemías 10,33-34). Ante una pregunta en la calle, Pedro ha respondido apresuradamente que su maestro sí paga el impuesto (17,25ª). Cuando llega a casa Jesús se le anticipa y comienza a hablarle del tema. ¿Tiene alguna importancia el que Jesús pague o no los impuestos mencionados? El hecho que Jesús pague el impuesto del templo supondría su aceptación de la institución cultual vigente y suscitaría el interrogante sobre dónde está la novedad del Reino. Al respecto, en su diálogo con Pedro, Jesús aborda tres puntos: (1) La pregunta que Jesús le hace a Pedro (“los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?”, 17,25), está basada en el habitual y conocido comportamiento de los reyes de la tierra, quienes eran despiadados con sus súbditos, y los confronta con el comportamiento de Dios, quien es amoroso y generoso con sus hijos. Este es un primer punto que debe quedar claro: en Dios no hay sometimiento sino relación amorosa. (2) Cuando Pedro responde, Jesús mismo infiere: “Por tanto, libres están los hijos” (17,26). Aparece el tema de la libertad. La libertad constituye el vértice de la predicación de todo el Nuevo Testamento (ver por ejemplo: Gálatas 5,1: “Para ser libres nos libertó Cristo”). Según nuestro pasaje, la relación con Dios es como un vivir en casa con él, o sea, en un amplio margen de libertad (por ejemplo: uno no paga alquiler en la propia casa). De ahí que Jesús no se considere obligado a pagar el impuesto. (3) En este pasaje vemos aparece una visión con relación al Templo de Israel. La comunidad cristiana tiene una nueva relación con Dios que se establece, no por medio del Templo, sino de la persona de Jesús. Un bello gesto de comunión entre el Maestro y el discípulo En el milagro del pez, dentro del cual se encuentra la cantidad exacta de la tasa del impuesto de dos personas, se pone de manifiesto la preciosa comunión que el Maestro está tejiendo con su discípulo: “págalo por ti y por mí” (17,27b). Esta moneda aparece como signo del profundo afecto que los une, de la unidad hacia la que apunta su relación. Por otra parte al decidir llevar a cabo el pago del impuesto Jesús argumenta: “para que no les sirvamos de escándalo” (17,27a). Jesús es libre y, como vimos, la libertad del discípulo se apoya en su relación con Jesús. Pero no es una libertad sin límites. La frase sobre el escándalo podría también leerse positivamente: si bien por dentro es completamente libre, hacia fuera él se permite asumir compromisos, esto es, sin perder su espíritu crítico con la sociedad, ni domesticar sus opiniones; es así como un discípulo no deja de comprometerse con lo que contribuye al bien común. La fe tiene una dimensión social que podríamos llamar, incluso, política, en el buen sentido del término: constructora de sociedad. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 1. ¿Tengo conciencia de que soy “hijo de un Rey” y por lo tanto libre? ¿Cómo se manifiesta mi libertad en Cristo? 2. ¿Qué relación hay entre el anuncio de la Pasión y el relato del pago del impuesto? ¿Por qué es importante la comunión con Jesús en todos los aspectos? 3. ¿Qué formas de compromiso estoy llamado a asumir con mi sociedad, sin por ello perder la libertad de mi corazón? Palabras de una persona que, en vísperas del martirio, fue compañera de prisión de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, mejor conocida en el mundo como la filósofa Edith Stein: “Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: ‘El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?’”. (Campo de concentración de Auschwitz, 1942) “Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención”. (Edith Stein) Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 04:41 PM PDT El día cinco del mes -era el año quinto de la deportación del rey Joaquín- la palabra del Señor llegó a Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar. Allí la mano del Señor descendió sobre él. Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella; y de adentro, de en medio del fuego, salía una claridad como de electro. En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes que por su aspecto parecían hombres. Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas. Y se produjo un estruendo sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas. Encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo así como una piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en lo más alto, una figura con aspecto de hombre. Entonces vi un fulgor como de un rayo, algo así como un fuego que lo rodeaba desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una claridad alrededor de él: como el aspecto del arco que aparece en las nubes los días de lluvia, así era la claridad que lo rodeaba. Éste era el aspecto, la semejanza de la gloria del Señor. Al verla, cal con el rostro en tierra. Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 148, 1-2. 11-14bc R. ¡Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria! Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas; alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos. R. Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra; los ancianos, los jóvenes y los niños. Alaben el Nombre del Señor. R. Alaben el Nombre del Señor. Porque sólo su Nombre es sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra, y Él exalta la fuerza de su pueblo. R. ¡A Él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! R. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 22-27 Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo mataran y al tercer día resucitara». Y ellos quedaron muy apenados. Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?» «Sí, lo paga», respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?» Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti». Palabra del Señor. LITURGIA DE LAS HORAS TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XIX De la feria. Salterio III 9 de agosto LAUDES (Oración de la mañana) INVOCACIÓN INICIAL V. Señor, abre mis labios R. Y mi boca proclamará tu alabanza. INVITATORIO Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias. Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Himno: ERES LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES Eres la luz y siembras claridades; abres los anchos cielos que sostienen, como un pilar, los brazos de tu Padre. Arrebatada en rojos torbellinos, el alba apaga estrellas lejanísimas; la tierra se estremece de rocío. Mientras la noche cede y se disuelve, la estrella matinal, signo de Cristo, levanta el nuevo día y lo establece. Eres la luz total, Día del Día, el Uno en todo, el Trino todo en Uno: ¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén. SALMODIA Ant. 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor. Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación: cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de altura en altura hasta ver a Dios en Sión. Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido. Un solo día en tu casa vale más que otros mil, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados. Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria, el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable. ¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti! Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor. Ant. 2. Venid, subamos al monte del Señor. Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA DE LOS MONTES Is 2, 2-5 Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: Él nos instruirá en sus caminos, y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Venid, subamos al monte del Señor. Ant. 3. Cantad al Señor, bendecid su nombre. Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo. Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda; decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.» Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Cantad al Señor, bendecid su nombre. LECTURA BREVE St 2, 12-13 Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio. RESPONSORIO BREVE V. Bendito el Señor ahora y por siempre. R. Bendito el Señor ahora y por siempre. V. Sólo él hizo maravillas. R. Ahora y por siempre. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo R. Bendito el Señor ahora y por siempre. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro. Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro. PRECES Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y digámosle: Haz, Señor, que te glorifiquemos. Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy; Haz que en toda nuestra jornada te alabemos y te bendigamos. Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana; haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra. Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos. A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, concédenos el gozo y la paz. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente: Padre nuestro... ORACIÓN Señor Dios, rey de los cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, podamos ofrecerte hoy en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza grato a tus ojos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. ------------------------------ VÍSPERAS Oración de la tarde V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Himno: LANGUIDECE, SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA. Languidece, Señor, la luz del día que alumbra la tarea de los hombres; mantén, Señor, mi lámpara encendida, claridad de mis días y mis noches. Confío en ti, Señor, alcázar mío, me guíen en la noche tus estrellas, alejas con su luz mis enemigos, yo sé que mientras duermo no me dejas. Dichosos los que viven en tu casa gozando de tu amor ya para siempre, dichosos los que llevan la esperanza de llegar a tu casa para verte. Que sea de tu Día luz y prenda este día en el trabajo ya vivido, recibe amablemente mi tarea, protégeme en la noche del camino. Acoge, Padre nuestro, la alabanza de nuestro sacrificio vespertino, que todo de tu amor es don y gracia en el Hijo Señor y el Santo Espíritu. Amén. SALMODIA Ant. 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia. Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia. Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros. Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes. Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Ant. 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos. Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN - Ef 1, 3-10 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos. LECTURA BREVE St 4, 11-13a No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede salvar o perder. Pero tu, ¿quién eres para juzgar al prójimo? RESPONSORIO BREVE V. Sáname, porque he pecado contra ti. R. Sáname, porque he pecado contra ti. V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.» R. Porque he pecado contra ti. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Sáname, porque he pecado contra ti. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación. Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55 Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación. PRECES Cristo quiere que todos los hombres alcancen la salvación. Digámosle, pues, confiadamente: Atrae, Señor, a todos hacia ti. Te bendecimos, Señor, porque nos has redimido con tu preciosa sangre de la esclavitud del pecado; haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Ayuda con tu gracia a nuestro obispo N. y a todos los obispos de la Iglesia, para que con gozo y fervor sirvan a tu pueblo. Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad logren encontrarla y que, habiéndola encontrado, se esfuercen por difundirla entre sus hermanos. Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas y a los que viven abandonados; ayúdalos en sus necesidades para que experimenten tu solicitud hacia ellos. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial, allí donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, serás todo en todos. Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir: Padre nuestro... ORACIÓN Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. ------------------------------ COMPLETAS (Oración antes del descanso nocturno) INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. EXAMEN DE CONCIENCIA Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados. Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría. Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece. Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina. Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén. SALMODIA Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia. Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES. Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti. Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas. No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas. Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.» Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre. Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo. Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti. Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí. Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava; dame una señal propicia, que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia. LECTURA BREVE 1Ts 5, 9-10 Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él. RESPONSORIO BREVE V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V. Tú, el Dios leal, nos librarás. R. Te encomiendo mi espíritu. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32 Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. ORACIÓN OREMOS, Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén BENDICIÓN V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. R. Amén. ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar. Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 08 Aug 2010 07:57 AM PDT Publicado por Entra y Verás El seguimiento de Jesús tiene más de vida ordinaria que de extraordinario, se asienta en el día a día más que en acontecimientos puntuales. No podemos depender de una circunstancia para relacionarnos con Dios hemos de establecer una relación estable y habitual. En cualquier prueba deportiva de larga distancia lo importante para llegar a la meta, amén de gozar de una buena condición física y estar convencido de poder alcanzar el objetivo, es mantener un ritmo constante que permita dosificar la energía sin quedar exhaustos a la primera de cambio. No es ni mucho menos la intención del que escribe estas líneas meterse en camisas de once varas, hablar de lo que no sabe, o decir lo que todo el mundo sabe con palabras que nadie entiende, deporte, este último, en el que un buen sector del clero está abonado a la medalla de oro. Me parece que el evangelio de este domingo, plagado de parábolas, nos invita a vivir nuestra vida cristiana en y desde la normalidad y el sentido común, sin miedos. Una vez más esto puede sonar a sentencia de Perogrullo fruto de un golpe de calor, pero no es así. Ser un cristiano normal es vivir libre y vigilante, que no vigilado, con los ojos abiertos y el corazón expectante. Ser un cristiano normal supone cultivar cada día la relación con Dios, dedicándole aunque no sean más que un par de minutejos para darle gracias y pedir perdón por las veces en que metemos la pata. Ser un cristiano normal supone estar dispuesto a superar cualquier imprevisto, pues se sabe acompañado siempre por ese Dios en quien ha puesto su confianza. Ser un cristiano normal supone actuar con diligencia en la misión que cada cual tenemos encomendada: en primer lugar en la familia, la comunidad religiosa…, y después en la sociedad, ya sean los estudios, el trabajo… Ser un cristiano normal supone ayudar a quien nos necesita, siendo más generosos con el reloj que con la cartera. Ser un cristiano normal supone, por último, celebrar cada domingo la fe en compañía de otros muchos para tomar energías y no desfallecer. Hablar de normalidad es pues sinónimo de tener una fe madura. Pero, si este evangelio no lo vemos en clave de normalidad podemos confundir el seguimiento de Jesús y la vida cristiana con una brigada del 112 (servicio de emergencias en España) que tiene que estar alerta aunque duerma, rosario en mano, entre “emergencia” y “emergencia”, pues sus temporadas altas son especialmente la Cuaresma y el Adviento que se han empeñado en convertirlo en “penitente”; o lo que es peor, con un ejército de mojigatos inmaduros, incapaces de pestañear sin pedir permiso al confesor, director o catequista de turno, abonados a la barra de equilibrios entre lo que es pecado y lo que conduce a él, empachados de comuniones indulgentes, incapaces de echarse confiadamente en los brazos de este Dios que nos conoce como somos y que no está, como ellos piensan, echando su aliento sobre nuestros cogotes. Lo diré una vez más, por si acaso: ser cristiano es ser normal, ordenando nuestra vida conforme al evangelio. Esto nos permite estar siempre preparados, en forma, cada uno desde nuestra propia condición y circunstancia. Vigilar y velar es poner todo lo que hay de bueno en nosotros para percibir los signos de la presencia de Dios a nuestro |
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