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lunes, 9 de agosto de 2010

Lecturas del día 09-08-2010


9 de Agosto 2010. LUNES DE LA XIX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. FIESTA DE SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ ( EDITH STIEN) virgen y mártir: patrona de Europa.SS. Román mr. Beatos Florentino Ascensio ob mr, Candida María de J. vg.


LITURGIA DE LA PALABRA 
Os 2, 14-16b. 17b. 21-22. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo
Salmo responsorial 44. Escucha, hija, mira: inclina el oído.
Santo Evangelio: Mt 25, 1-13. Que llega el esposo, salid a recibirlo.
Nació en Breslavia -hoy Wroclaw- capital de la Silesia, una región de Alemania que pasó a Polonia después de la Segunda guerra mundial, el 12.10.1891. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Edith fue la última de once hijos. Su padre murió el 1.893 y su madre hubo de cargar con la dirección de la serrería y la educación de sus hijos.

La pequeña Edith escribió de sí misma que ella de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. En 1.913 ingresó en la universidad de Gottingen y se dedicó al estudio de la fenomenología. Aquello era su vida: sus libros, sus compañeros, y, sobre todo, el célebre profesor E. Husserl. Durante este tiempo llega a un ateísmo casi total.

Estalla en 1.914 la primera Guerra Mundial y Edith trabaja como enfermera en un hospital de cuatro mil camas. A esta obra se entrega de lleno. El estudio de fenomenología hecho con seriedad le lleva al conocimiento profundo de la Iglesia católica y se bautiza el 1-1-1.922. El Dios o el Absoluto llena toda su alma: "Cristo se elevó radiante ante mi mirada; Cristo en el misterio de la Cruz. Su encuentro definitivo fue en 1.921 leyendo la Autobiografía de Santa Teresa.

Al ser bautizada el 1.1.1922 recibió el nombre de Teresa Edwig. A sus 42 años, el 15-4-1.934, fiesta del Buen Pastor, viste el hábito carmelita en el convento de Colonia. Su familia rompe con ella. El 21-4-1.935, domingo de Pascua de Resurrección, emite sus votos religiosos y tres años después, aquel mismo día, sus votos perpetuos. Su vida será ya una "Cruz" convertida en "Pascua".

Pronto se enrarece la atmósfera en Alemania. Los nazis odian al pueblo judío. Ella presagia la suerte que le espera. Quieren salvarla haciendo que huya a Holanda. El 22-8-1.942 miembros de las SS se presentan en el convento y apresan a Sor Benedicta y a Su hermana Rosa. Después de varios tormentos, el 9-8-1.942, en el horno de gas del "infierno de Auschwitz", moría la mártir de la Cruz, Sor Benedicta. Fue beatificada el 1.5.1987 en Colonia. Su fiesta se celebra el 9 de agosto.

PRIMERA LECTURA
Os 2, 14-16.19-2
Me casaré contigo en matrimonio perpetuo.
Esto dice el Señor: «Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Aquel día —oráculo del Señor— me llamará “Esposo mío”, no me llamará “Ídolo mío”. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión; me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 44.
R/. Escucha, hija, mira: inclina el oído. 

Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna: prendado está el rey de tu belleza, póstrate ante él, que él es tu Señor. R/.

Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes; la siguen sus compañeras. R/.

Las traen entre alegría y algazara, van entrando en el palacio real. A cambio de tus padres tendrás hijos, que nombrarás príncipes por toda la tierra. R/.


SANTO EVANGELIO:
Mt 24, 1-13.
Que llega el esposo, salid a recibirlo.
En aquel tiempo dijo Jesús, a sus discípulos esta parábola: «El reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron lámparas y salieron a esperar el esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz; “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Mientras iban a comprarlo llegó el: esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las doncellas, diciendo: “Señor, señor, ábrenos.” Pero él respondió: “Os lo aseguro: no os conozco.” Por lo tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»

Palabra del Señor.


Comentario de la Primera Lectura: Oseas 2, 14-16b. 17b. 21-22. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo
Después de haber lanzado el profeta en nombre de Dios las más fuertes diatribas en contra de su pueblo que ni es ya su mujer ni él, es su marido, conminándole con toda clase de presagios nefastos en un lenguaje de prostitución, el profeta es consciente de que, por parte de ella, todo está perdido, La castigará… “la reduciré a un matorral y la devorarán las bestias del campo”, los pueblos vecinos, Asiria en concreto.

Pero brota de pronto la otra parte, el Oseas tierno y amoroso que no puede dejar de querer a su esposa prostituida de nuevo. Como su segundo matrimonio se produjo por iniciativa exclusivamente suya, así ahora, por exclusiva iniciativa de Yavé, se promete volver a desposarla. A Israel se le brinda un nuevo matrimonio, una nueva alianza.

Paso previo será ese «me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón». Frente a la vida sedentaria y cananeizada de baales, fuente de todos los males en el pensamiento profético, Oseas recuerda los días del desierto, cuando Israel no conocía a nadie fuera de Yavé, como la época ideal de los desposorios divinos. Por eso ahora, en vísperas de unos nuevos desposorios, la imagen del desierto vuelve a llenarse de contenido. Israel debe ir al desierto, olvidarse de todos los baales y cultos cananeos, encontrarse a solas con su Baal o Señor, Yavé, y allí, en soledad e intimidad, poder hablar y escuchar, como dos jóvenes amantes, en la intimidad del corazón. «Como en los días de su juventud..., cuando la saqué de Egipto».

En «aquel día», tan impreciso como seguro, «yo te desposaré», tres veces repetido para hacer notar la importancia de la intención divina y la solemnidad del acto. Desposorio en regia, con todos los elementos jurídicos que lo componen. De forma que ya no le llamará «Baal mío», sino «esposo mío»

Y la desposará «en...» La preposición alude al precio de la novia o dote que se pagaba originalmente al padre o hermanos de la novia, ya que ésta pasaba a ser propiedad del esposo y que posteriormente se entregaba a la misma esposa como garantía en caso de viudez o divorcio injusto.

Aquí es Yavé, quien paga la dote. Esos cinco regalos son la esencia de la felicidad y de la santidad. «Derecho y justicia» divinas para con ella y los pueblos que la entornan; «rectitud» en el trato que va a dispensarla, buscando siempre lo recto como norma de sus acciones; «amor constante», no sólo afectividad o sentimiento, sino afectividad que implica solidaridad, lealtad y asistencia; “misericordia” porque la conoce y sabe sus debilidades humanas, por eso sabrá comprender y perdonar su fragilidad innata; finalmente «fidelidad», serle fiel para siempre o, dicho en otras palabras, un Dios-Esposo en quien siempre se puede fiar y confiar. Nunca hubo esposa que recibiera mejor dote.

«Y te penetrarás del Señor». En hebreo «conocerás al Señor». La versión litúrgica es perfecta porque el conocimiento de que habla Oseas no es nuestro conocimiento puramente intelectual, sino una entrega total del hombre que se pliega a la voluntad de Dios. Por eso el hebreo se expresaba diciendo que conocía con el corazón. Quizás el mejor comentario a este conocimiento de Yavé sea el de Jeremías: «Tu padre sí, comía y bebía; pero practicaba el derecho y la justicia y todo le iba bien; juzgaba la causa del desvalido y del pobre y le iba bien. ¿No es esto conocerme? Oráculo de Yavé» (Jer 22, 15-16). Así expresó el amor de Dios el profeta que mejor entendió el amor humano.

Comentario del Salmo 44. Escucha, hija, mira: inclina el oído .
Es un salmo real, porque tiene como figura central al rey en la celebración de algún momento importante de su vida en este caso se trata de la celebración de su matrimonio.

Tiene cuatro partes: 2; 3-8; 9-16; 17-18. La primera (2) es una dedicatoria. Una persona vinculada a palacio decide componer un poema para conmemorar las bodas del rey. Su corazón está alegre y su lengua expresa lo que siente el corazón.

En la segunda parte (3-8), el poeta se ocupa del rey: lo describe como el más bello de los hombres, objeto de la gracia y bendiciones de Dios (3). Aparecen las tres insignias o distintivos del rey: la espada (4), el trono (7a) y el cetro (7b). Son objetos que nos hablan de las funciones del rey. La espada, en primer lugar, es símbolo de la justicia. Una de las tareas más importantes del rey de Israel era defender al pueblo de las agresiones exteriores. El rey era el jefe militar que comandaba los ejércitos en la defensa del territorio para preservar la tierra y la independencia de Israel. Por eso se pide al rey que se ciña la espada (4), que cabalgue en defensa de la verdad, de la justicia y en favor de los pobres (5). Esto era lo que el pueblo de Dios esperaba de su suprema autoridad política. El salmo habla también de las flechas que intimidan a los enemigos, de modo que acaban rindiéndose (6). El segundo elemento es el trono (7a), que recuerda la promesa hecha a David a propósito de la sucesión dinástica (2Sam 7,12- 16), signo de que Dios sigue bendiciendo a su pueblo en la persona del rey (3) que combate en favor de la verdad y en defensa de los pobres y de la justicia (5). El tercer objeto mencionado es el cetro (7b), el bastón de mando, símbolo del poder que el rey posee en el país. Representa el poder de gobernar y administrar justicia en el ámbito nacional. El texto mismo indica qué es lo que representa el cetro: “¡Cetro de rectitud es el cetro de tu reino! Tú amas la justicia y odias la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con perfume de fiesta, entre todos tus compañeros” (7b-8).

La tercera parte (9-16) dirige su atención al salón de las celebraciones, donde ya se encuentra el rey. El palacio es de marfil, las ropas del rey están perfumadas, están presentes las princesas (hijas de reyes), la reina madre, adornada con oro de Ofir, está a la derecha del trono (9-10).

Pero falta todavía algo importante: la novia. El rey está prendado de una de las princesas, y parece que ella no lo sabe. Alguien se le acerca y le confiesa que el rey está enamorado de ella, y la invita a dejar a sus padres y aceptar al rey como nuevo señor (11-12), pues goza de fama internacional (13). Esto era común en la cultura patriarcal de aquella época. Por muy dura que pudiera resultar la dignidad de esposa del rey, la elegida no podía rechazarla.

La princesa no podía decir que no, y se prepara para la boda. No dice nada. Son sus vestidos los que «hablan»: «Ahora entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocados. Ellos la llevan en presencia del rey, con séquito de vírgenes, y sus compañeras la siguen. Con júbilo y alegría la conducen, y entran en el palacio real» (14-16).

La última parte (17-18) contiene las felicitaciones y los deseos. No se dice nada de la fiesta, Se deja todo a la fantasía del rey y de su amada. El autor de este poema expresa los deseos típicos de una sociedad patriarcal: hijos varones que serán nombrados príncipes «por toda la tierra» (expansionismo militar), el mayor de los cuales heredará el trono de su padre. Este, por su parte, será recordado por siempre.

Surgió para conmemorar las bodas del rey y garantizar lo que había de ser una constante preocupación de la autoridad suprema en Israel: la defensa contra las agresiones internacionales, el mantenimiento de la dinastía de David y la administración de la justicia dentro del propio país.

Los salmos de este tipo están cargados de ideología. Defienden enérgicamente una concepción de la sociedad desde el palacio real, tratando de implicar a Dios, pues el rey es su hijo (cf. Sal 2,7). Una concepción como esta difícilmente podría haber nacido en los ambientes proféticos, normalmente contrarios a la concentración de poder en las manos del rey. La visión de la organización social de los salmos reales es la de un imperialismo que cuenta con las bendiciones de Dios.

Este salmo presenta a un Dios estrechamente ligado al rey, al que bendice y protege. Tal vez haya que fijarse en lo que Dios quería que hiciera el rey, es decir que defendiera la verdad y la justicia y que luchara en favor de los pobres. En este sentido, el rostro de Dios sigue siendo el del aliado fiel de su pueblo, el Dios del éxodo, comprometido con la posesión y la defensa de la tierra, de la libertad y de la vida para todos.

El tema de la realeza de Jesús está presente en todo el Nuevo Testamento; no obstante, el Maestro cambió completamente la concepción que se tenía del poder (véase lo que se dijo a propósito de los salmos 2, 18, 20, 21).
Estamos acostumbrados a rezarlo pensando en Jesús como rey o en María como esposa. No obstante, cuando lo recemos, conviene recordar el deber sagrado de la autoridad política, que tendría que buscar en el Jesús servidor el punto de referencia para todo aquello que tiene que hacer.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 25,1-13. Parábola de las doncellas.
Texto y contexto. En tiempos de Jesús, las bodas de Palestina tenían lugar por la tarde en la casa de los padres del novio. Todavía hoy se celebra con toda pompa la conducción de la novia a ella. La novia se ataviaba en su domicilio paterno y esperaba con un grupo de amigas engalanadas a que llegase el novio para formar el cortejo nupcial. Las amigas llevaban las lámparas y alcuzas con aceite para alimentarias y poder alumbrar durante toda la noche en que se prolongaba la fiesta.

El novio es Cristo y la novia, la Iglesia, la humanidad entera. Nosotros, en este caso, somos, al mismo tiempo, la novia y los invitados. Ya se ha celebrado la boda en la humanización del Hijo de Dios; ya estamos, incluso, saboreando los aperitivos del banquete; pero falta la culminación en el más allá. A la espera y esperanza de esta culminación se refiere Jesús. Es él mismo quien proclama el mensaje: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”.

Todas las parábolas tienen, como medio de expresión que son, algunas limitaciones que es preciso aclarar. La tardanza del novio era bastante habitual; los tratos entre las dos familias se prolongaban largo tiempo como prueba del interés que los padres tomaban por sus hijos. Con frecuencia, cuando aparecía, los invitados comenzaban a cansarse o a sentir el efecto de la bebida. En la parábola se hace alusión a esta costumbre para describir con mayor viveza la irrupción inesperada de un Reino en medio de gentes distraídas. La insensatez de las necias no está en que se hayan dormido -se durmieron todas-, sino en que iban desprovistas de aceite suficiente.

Las jóvenes previsoras aparecen como si fueran insolidarias, pues no quieren compartir. Pero su negación es otro rasgo parabólico para hacernos comprender que la provisión requerida es personal e insustituible. La Madre Teresa no puede transferir a nadie su amor místico por los pobres. Las prudentes indican a las necias que vayan a comprar aceite. Tampoco en esta indicación hemos de ver una ironía por parte de las prudentes. Cierto que no era fácil encontrar lugares de venta a esas horas, pero el comercio en aquellos tiempos era más bien casero, como revela la parábola del amigo inoportuno (Lc 11,1-1 3).

Por lo demás, era necesario para la narración que, al llegar el novio, falten parte de las que debían esperarlo y es obvio que se cierre la puerta de la sala del festín. Es llamativo también el rechazo inflexible del esposo, que no abre la puerta a las impuntuales. No refleja, por supuesto, la incansable bondad de Jesús de Nazaret. Es un detalle exigido por el desenlace final de la parábola.

Sorprendidos en plena faena. El mensaje de Jesús es: “Velad porque no sabéis el día ni la hora”. Pero, ¿qué es “velar”? ¿Es estar esperando pasivamente la llegada del esposo, como quien aguarda en la sala de espera la llegada del tren en que viene el querido hermano mayor para llevarnos a la casa paterna y definitiva? Ninguna parábola puede ofrecer la verdad en su totalidad. Cada una resalta una faceta de la vivencia cristiana, que hay que complementar con otras. Jesús habla también del criado que ha de esperar a su señor entregándose de lleno a la tarea que le han encomendado y de los criados que han de esperar a su señor negociando con sus talentos. La cuestión es estar entregados a la tarea encomendada hasta que el Señor llegue, toque las palmas y nos diga: “Deja tu trabajo; vamos a comer y descansar”, en este caso, para siempre. Por eso, hay que cerciorarse antes de nada de lo que el Señor espera de nosotros para nuestro bien, el de nuestros hermanos y el crecimiento del Reino.

¿Qué espera de mí en concreto? ¿Qué espera de nosotros, embarcados en vivir comunitariamente la fe en Jesús de Nazaret? Espera de todos indistintamente que seamos luz, fermento y sal (Mt 5,13-1 6). ¿Lo estamos siendo de verdad? ¿Qué compromiso o tarea voluntaria espera el Señor que realice? ¿Qué herencia, sobre todo espiritual, he de dejar para los que vienen detrás de mí? Espera, sobre todo, que sea fiel y entregado con apasionamiento a la misión.

Esta acción creativa genera en mi interior el aceite que me convierte en luz; es el aceite de la amistad, del amor al prójimo, del espíritu de servicio que hace que nuestra vida sea luminosa. Al ser humano le sucede como al coche: corriendo, funcionando es como genera energía y carga su batería de luz.

La mejor disposición para recibir al Señor que llega es que nos encuentre con las manos ocupadas, realizando la tarea encomendada: “Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada” (Lc 12,37).

La espera gozosa. Cuando se vive la existencia con un sentido último, entonces no aterroriza la muerte. El hijo que ha trabajado con fidelidad en la viña del Padre (Mt 21-28-32) no tiene miedo a que caiga la tarde y llegue el final de la jornada. Pablo exclamaba: “Deseo morir y estar con Cristo” (Flp 1,23); “he competido en noble lucha; he corrido hasta la meta; me he mantenido fiel. Ahora me aguarda la corona merecida con la que el Señor, juez justo, me premiará el último día” (2 Tm 4,7-8). Juan de la Cruz suplicaba: “Rompe ya la tela de este dulce encuentro”. Y Teresa de Jesús: “Muero porque no muero”.

Si nos diagnosticaran la muerte a corto plazo, seguramente la gran mayoría de nosotros pediríamos una prórroga para completar nuestra obra entregándonos más de lleno a nuestra misión. Pues hagamos en la vida lo que querríamos haber hecho en la muerte. ¿Querríamos una prórroga? Pues ya la tenemos en el tiempo en que seguimos viviendo. La Madre Teresa afirmaba: “La vida es una oportunidad única; aprovéchala” para llenar tu alcuza realizando con un amor extraordinario los quehaceres ordinarios.

Comentario del Santo Evangelio: (Mt 25,1-13), para nuestros Mayores. Las diez vírgenes. 
La parábola de las diez vírgenes que esperan la venida del esposo presenta, más allá de su aparente simplicidad, numerosos problemas exegéticos, pero, a pesar de todo, éstos no impiden captar el mensaje de fondo. La escena está ambientada en el último día de los festejos según los usos matrimoniales palestinos, cuando, a la puesta del sol, el novio va con los “amigos del esposo” a la casa de la esposa, donde hacían fiesta las «vírgenes», es decir, las compañeras y amigas de ella. A la llegada del cortejo, se formaba una comitiva única para ir a la casa del esposo, donde se celebraba el matrimonio y tenía lugar el banquete nupcial final. El retraso que se produce en el relato de Mt 25,1-13, aunque previsto, se prolonga sobremanera. El sueño hace presa por igual en todas las muchachas. La necedad y la prudencia no están ligadas, por tanto, a la falta de vigilancia, sino más bien al hecho de no tener las lámparas encendidas en el momento en el que, en medio de la noche, se oye el grito: «Ya está ahí el esposo, salid a su encuentro» (v. 6). El aceite, símbolo de alegría y de fiesta, representa asimismo, según los rabinos, las obras justas que permiten participar en la alegría mesiánica. Cada uno debe estar preparado para no encontrar la puerta cerrada y oír la respuesta terrible: «Os aseguro que no os conozco» (v. 12). En este punto, el rostro del Esposo del banquete mesiánico se convierte, efectivamente, en el del Cristo juez, que rechaza a los que dicen: «Señor Señor» (cf. Mt 7,22s), pero no hacen la voluntad del Padre. Estemos siempre atentos a la inminencia de su venida. En consecuencia, todos los discípulos están llamados en todo momento a ser luz del mundo, a fin de que los hombres, al ver sus obras buenas, den gloria al Padre (cf. Mt 5,16).

«Yo duermo, pero mi corazón vela» (Cant 5,2). El tema nupcial nos traslada al corazón del misterio cristiano: el Señor nos ama con un amor eterno y ha establecido con nosotros una alianza nupcial. Con la encarnación vino a la tierra a elegir a la novia; ahora esperamos su retorno, cuando vuelva para introducir a la Iglesia-humanidad, su esposa, en el Reino de los Cielos. Su retorno es cierto. Sin embargo, el día y la hora de su llegada, siempre inminente, los desconocemos. En la actitud de las diez vírgenes encontramos representados los dos modos de esperar al Señor, al Esposo, al que viene: puede ser una espera distraída, divertida, o bien una espera vigilante, preparada para salirle al encuentro aun cuando el sueño parezca tener las de ganar. Dar prioridad a una de las dos actitudes depende de la calidad del amor que hay en nosotros y nos convierte en personas tenebrosas o en lámparas encendidas, dispuestas para poder alumbrar y hacer cómoda la carrera en cuanto un grito en la noche haga presagiar la venida del Señor.

La existencia humana se puede vivir, efectivamente, como un cortejo de bodas que sale al encuentro del Señor. Por eso es esencial la virtud de la vigilancia. Vigilar es pensar en aquel que va a venir, considerar su ausencia como un vacío imposible de colmar, consumirse porque tarda su llegada, no aceptar nunca que otro u otros ocupen hasta tal punto nuestro corazón que lo separen de su deseo de él. Esta actitud interior de espera y de derretimiento ni se compra ni se vende: «Quien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa sería despreciable» (Cant 8,7); sin embargo, se puede volver contagiosa y comunicar a los otros el anhelo y el deseo. Por eso las vírgenes prudentes, por el hecho de negarse a compartir su aceite, no pueden ser consideradas unas egoístas antipáticas. En su corazón está la alegría del esposo al que hay que recibir de manera festiva, porque el hecho de esperarle es la realidad más importante de la vida, por la que es justo sacrificar cualquier otro interés. Ellas nos advierten: no asistir a esta cita de amor priva de sentido a toda la existencia. Sería trágico oír resonar la voz: « ¡No os conozco!».

Comentario del Santo Evangelio: Mt 25, 1-13, de Joven para Joven. La Segunda venida de Cristo.
La parábola se refiere a la segunda venida de Cristo. Describe la situación de los que viven, en la esperanza, el
tiempo intermedio entre la resurrección y la parusía del Señor (en todo caso es conveniente recordar para la precisión del significado de la «parusía» lo que dijimos en nuestro comentario a 24, 4-13. El contexto en el que Mateo ha encuadrado la parábola pone claramente de relieve su intención. Y, por si no quedase claro, añade las palabras finales: «Vigilad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (v. 13).

Para comprender la enseñanza parabólica debemos partir del supuesto que el reino de los cielos no es comparado con diez vírgenes, sino con la celebración solemne de una boda. Solemnidad que destaca en el último momento. En él, que la consumación del mundo-juicio final juega un papel decisivo, aunque, por supuesto, no exclusivo (pero ahora la referencia se hace a este momento). Precisamente por esto, el reino puede ser comparado con la sala del festín donde entran las jóvenes sensatas. La introducción de la parábola debiera ser, pues, la siguiente: «Ocurre con el reino de los cielos como con diez vírgenes… invitadas a un banquete de boda».

De modo análogo a la parábola del traje de boda, nos habla también ésta de la necesidad de estar preparados para poder participar en el banquete. Supuesta, pues, la comparación del reino con una boda, el centro del interés y del mensaje parabólico recae sobre la necesidad de la preparación.

La boda se celebra, todavía hoy, en Palestina con esa pompa última de la conducción de la novia a casa de los padres del novio. Las diez vírgenes o, más bien, diez jóvenes—la parábola no intenta darnos una lección sobre la virginidad— debían esperar, bien en casa de la novia o bien en sus inmediaciones. El número de lasque esperan, cinco sensatas, y cinco necias, no tiene significado alguno, La distinción entre ellas se halla exigida por la narración parabólica; es simplemente funcional.

Para que la comparación alcance su punto culminante y su centro de interés, son necesarias dos cosas: el retraso del novio y el sueño de las que esperan. Pero entendámoslo bien. La insensatez de las vírgenes calificadas de necias no está en haberse dormido. Se durmieron todas. La verdadera culpa está en que no iban preparadas para su misión. No habían contado con un posible retraso dl novio. Y, en consecuencia, no se habían provisto del aceite suficiente.

Inesperadamente llega el novio. Ante el grito que anuncia su presencia, todas avivan sus lámparas. Es entonces cuando tiene lugar el sobresalto de las necias. No tienen bastante aceite para mantener encendidas sus lámparas hasta llegar, acompañando al novio, a su casa. Las prudentes se niegan a dárselo. No por egoísmo. Su negación Otro rasgo parabólico para hacernos comprender que preparación requerida es personal e insustituible. Las mandan a comprarlo. En esta recomendación tampoco debe verse egoísmo ni ironía por parte de las vírgenes prudentes. Cierto que, durante la noche, no encontrarían abiertas las tiendas. Pero es necesario, para la narración, que al llegar el novio, falten parte de las que debían esperarlo. Por eso, la parábola recurre a este artificio. Mientras ellas van a comprar el aceite, llega el novio y se cierra la sala del festín.

La seriedad del momento presente exige una preparación personal e inaplazable. A la hora menos pensada llega el novio; Solamente aquéllos en cuyas lámparas existe aceite suficiente, solamente aquéllos que se hallen preparados en el momento crítico de su venida, podrán entrar en la sala del festín. El retraso, la falta de preparación, implica la exclusión definitiva del reino. Una vez la puerta haya sido cerrada es inútil insistir. La respuesta será la misma que oyeron las vírgenes necias «En verdad os digo que no os conozco».

Elevación Espiritual para este día.
Señor Jesucristo, dulcísimo Salvador nuestro, dígnate encender tú mismo nuestras lámparas para que brillen sin cesar en tu templo y reciban de ti, que eres la luz perenne, la luz indeficiente con la cual se ilumine nuestra oscuridad y se alejen de nosotros las tinieblas del mundo. Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí, Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y quererte solamente a ti, para que mi lámpara esté siempre luciente y ardiente en tu presencia.

Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y únicamente a ti, que seas tú nuestro único deseo, que día y noche meditemos sólo en ti y en ti únicamente pensemos. Enciende en nosotros un amor inmenso hacia ti, como corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido; que esta nuestra dilección hacia ti invada todo nuestro interior y nos penetre totalmente, y hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: “Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor”.

Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Reflexión Espiritual para este día.
Esperar o experimentar el sabor de vivir. Se ha dicho incluso que la santidad de una persona se mide por el espesor de sus esperanzas. Tal vez sea verdad. Si es así, María es la más santa de las criaturas precisamente porque toda su vida aparece acompasada por los ritmos gozosos de quien espera a alguien.

Santa María, virgen de la esperanza, danos de tu aceite, porque nuestras lámparas se apagan. Mira: las reservas se han consumido. No nos mandes a los vendedores. Vuelve a encender en nuestras almas los antiguos fervores que nos quemaban por dentro, cuando bastaba una nadería para hacernos saltar de alegría: la llegada de un amigo lejano, el rojo del atardecer después de un temporal, el crepitar del tronco que vigilaba las vueltas a casa en invierno, el toque de las campanas en los días de fiesta, la llegada de las golondrinas en primavera, el olor acre que brotaba de las prensas, las cantinelas otoñales que llegaban de las muelas del molino, la incubación tierna y misteriosa del seno materno, el perfume de espliego que irrumpía cuando se preparaba una cuna. Hoy ya no sabemos esperar porque andamos cortos de esperanza. Se han secado las fuentes. Padecemos una profunda crisis de deseo. Y ahora, satisfechos con los mil sucedáneos que nos asedian, corremos el riesgo de no esperar ya nada, ni siquiera en las promesas ultraterrenas que han sido firmadas con la sangre del Dios de la Alianza.

Santa María, virgen de la esperanza, danos un alma vigilante. Que llegados a los umbrales del tercer milenio, nos sintamos más hijos del crepúsculo que profetas del adviento. Centinela de la mañana, despierta en nuestros corazones la pasión por llevar al mundo, que se siente ya viejo, anuncios jóvenes. Llévanos, finalmente, con el arpa y la cítara, para que contigo, madrugadora, podamos despertar a la aurora.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: La sabiduría contempla la totalidad de la vida.
Un grupo de turistas iba a emprender una excursión por las montañas. La carretera era estrecha y llena de curvas peligrosas. El conductor estaba nervioso, era la primera vez que hacía ese recorrido. Antes de comenzar la excursión se plantó delante del autobús y dijo sus oraciones.

Apenas recorridos unos kilómetros, el motor comenzó a calentarse. No había agua en el radiador. Eso tenía fácil arreglo. Pero faltando muchos kilómetros para la meta, el autobús se paró. No había gasolina en el tanque. Se quedó vacío. Los turistas tuvieron que esperar largas horas antes de ser auxiliados.

El conductor había orado antes de salir pero no había echado agua al radiador y no había llenado el tanque de gasolina. En nuestro mundo, y entre nosotros, hay personas que viven como turistas. El turista es el que disfruta de un lugar, lo usa unas horas o unos días y habitualmente lo deja peor de lo que lo encontró.

Los hay que viven como peregrinos. Hacen muchos sacrificios, pero sólo les interesa la meta. Y se desentienden de lo que pasa a su alrededor. Los hay indiferentes. El mundo pasa. La vida es una historia contada por un idiota. ¿Para qué trabajar? ¿Para qué preocuparse? Los impíos dicen: comamos, bebamos, gocemos...que esto no da más de sí.

Algunos creyentes: oran mucho pero no echan agua al radiador ni llenan el tanque de gasolina. Todas estas personas son las cinco doncellas necias que esperan al novio dormidas y vacías. Y están las cinco doncellas sabias. Estas son las que saben que el mundo es un lugar hermoso, que hay que disfrutar, pero que hay que dejarlo mejor de lo que lo encontramos. Las que saben que hay que hacerlo más humano, más justo, más solidario, más fraterno, más según el proyecto de Dios.

Son sabias las personas que saben que hay una meta final, una nueva patria, pero este mundo es hoy nuestra casa y nuestra patria y hay que comprometerse con todas las causas justas , hay que hincar el diente a los problemas que a todos nos afectan y hay que mancharse las manos.

Son sabias las personas que saben que hay un fin del mundo y oran por los cielos nuevos y la tierra nueva y oran para que venga a nosotros el Reino del Padre y oran para que el novio llegue y nos introduzca en el banquete de bodas, pero viven preparados y trabajando. No saben a qué hora va a llegar el novio y viven "como si Dios no existiera". Saben que Dios no es un capataz que nos vigila, pero saben que Dios está presente y le agradan haciendo lo que nos ha mandado: ser sal y luz de la tierra y ser aceite que sana las heridas.

Jesús nos dice a todos hoy: "Estén vigilantes porque no saben ni el día ni la hora". La pregunta para el cristiano no es ¿cuándo se acabará el mundo? La pregunta es: ¿está usted preparado? Unos preparan oposiciones. Otros preparan un viaje exótico. Otros se preparan para un futuro inmediato. Otros viven al día.

Nosotros nos preparamos par lo mejor, para una fiesta de bodas, para recibir al novio y el novio es Jesucristo. Y como el novio se retrasa más de la cuenta, unos se quedan dormidos, otros se van al bar de la esquina y otros piensan que no hay que esperar a ningún Godot; la suerte ya está echada, pase lo que pase.

Sí, el novio se retrasa, pero viene, y nos invita a nosotros que tenemos un poco de sabios y un poco de necios a buscar la sabiduría. La prudencia intenta resolver lo inmediato. La sabiduría contempla la totalidad de la vida.

Esta es una de las parábolas del evangelio en que todos los personajes son mujeres. A media noche son las portadoras de la luz a la comunidad. Esperan y vigilan. Viven en la fe y en el amor al Señor.

Si yo hubiera escrito esta parábola, habría descrito a cinco mujeres sabias y a cinco hombres necios. Los hombres vivimos lo inmediato. Nos devoran los instintos. Nos matan los problemas, los negocios. No tenemos tiempo para lo importante: Dios, los hijos, la comunidad, las cosas del espíritu, la oración...

Nos envenena la avaricia, el prestigio, el tener más... Nos contentamos con poco. Nos basta el presente. Nos basta un ligue más para la colección. Nos basta la tierra. No tenemos un horizonte trascendente. Jesucristo es importante. Descubrámosle en este hoy de nuestra vida y Él será nuestro mañana feliz. +


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