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martes, 17 de agosto de 2010

Lecturas del día 17-08-2010

17 de Agosto 2010. MARTES DE LA XX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 4ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. Feria. SS. Jacinto de Polonia pb, Eusebio pp, Beatriz de Silva vg,Clara de Montefalco vg, Juana Delanoue vg.

LITURGIA DE LA PALABRA 

Ez 28, 1-10: Eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses
Interleccional: Dt 32,26-28.30.35-36 Yo doy la muerte y la vida.
Mt 19, 23-30: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Las riquezas representan un grave peligro para quienes optan por el seguimiento de Jesús. En la sociedad de Jesús, como en la de hoy, las diferencias entre ricos y pobres son muy marcadas, por ello Jesús se pide pronunciar con toda claridad. Él pertenece al mundo de los pobres, ha experimentado las carencias desde la niñez y ha visto la arrogancia de los ricos, sabe que el Dios de Israel ha optado por los pobres, que las promesas de Dios tienen destinatarios socialmente bien definidos: los pobres, excluidos y desposeídos.

Las riquezas han desplazado al hombre mismo, que fue el que les confirió importancia, ahora la riqueza puesta en el centro es la que determina la dignidad de los pueblos, países, ciudadanos dignos, países pobres, ciudadanos indigentes carentes de todo derecho. Hoy el evangelio plantea un claro y urgente llamado a los poderosos de la tierra para que asuman con responsabilidad ética sus compromisos con los pueblos; para que aporten significativamente en la búsqueda del equilibrio social y económico.

¿Y qué pasa con los que han dejado todo para seguir a Jesús? Ellos ya han hecho lo que les corresponde. Aquí vale la pena tener en cuenta vidas ejemplares como la de Francisco de Asís, La madre Teresa de Calcuta, Antonio María Claret, don Oscar Romero, don Pedro Casaldáliga, don Leonidas Proaño y otros seres humanos, invadidos de amor por Jesús y por los pobres, que han apostado toda su vida al servicio de la causa de los empobrecidos. Su testimonio es estimulante para los cristianos de hoy y del futuro.

PRIMERA LECTURA.
Ezequiel 28, 1-10
Eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses 

Me vino esta palabra del Señor: "Hijo de Adán, di al príncipe de Tiro: "Así dice el Señor: Se hinchó tu corazón, y dijiste: 'Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar', tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.

¡Si eres más sabio que Daniel!; ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción.

Por eso, así dice el Señor: Por haberte creído sabio como los dioses, por eso traigo contra ti bárbaros pueblos feroces; desenvainarán la espada contra tu belleza y tu sabiduría, profanando tu esplendor.

Te hundirán en la fosa, morirás con muerte ignominiosa en el corazón del mar.

Tú, que eres hombre y no dios, ¿osarás decir: 'Soy Dios', delante de tus asesinos, en poder de los que te apuñalen? Morirás con muerte de incircunciso, a manos de bárbaros. Yo lo he dicho." Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.

Salmo Interleccional: Deuteronomio 32 ,26-28.30.35-36.
R/. Yo doy la muerte y la vida.
Yo pensaba: "Voy a dispersarlos y a borrar su memoria entre los hombres." Pero no; que temo la jactancia del enemigo y la mala interpretación del adversario. R.

Que diría: "Nuestra mano ha vencido, / no es el Señor quien lo ha hecho." Porque son una nación que ha perdido el juicio. R.

¿Cómo es que uno persigue a mil, y dos ponen en fuga a diez mil? ¿No es porque su Roca los ha vendido, /porque el Señor los ha entregado? R.

El día de su perdición se acerca, / y su suerte se apresura. / Porque el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos. R.

SANTO EVANGELIO.
Mateo 19, 23-30
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Creedme; difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos". Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús se les quedó mirando y les dijo: "Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo". Entonces le dijo Pedro: "Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?" Jesús les dijo: "Creedme, cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros".

Palabra del Señor.


Comentario de la Primera Lectura de: Ezequiel 28,1-10. Eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses.
En los capítulos 25—32, segunda parte del libro de Ezequiel, encontramos una colección de oráculos contra los pueblos paganos de alrededor. Esos pueblos han mostrado sentimientos de orgullo frente a Dios y han representado una constante tentación para Israel, alejándolo de Yavé, su Dios.

La lectura litúrgica de hoy contiene los oráculos relacionados con el príncipe de Tiro y todo su Reino, que constituía una gran potencia marítima en aquel tiempo. El juicio está pronunciado con severidad e ironía. La culpa denunciada es el orgullo desmesurado que le llevan a usurpar prerrogativas divinas. El príncipe de Tiro pretende ser una divinidad, dominar no sólo sobre la isla, sino también sobre el extenso mar que la rodea. Se describe de manera perspicaz el proceso según el que ha llegado a este absurdo. Se ha exaltado, en primer lugar; en su inteligencia, prudencia y versatilidad en toda diplomacia; a continuación, se vanagloria de su capacidad para procurarse ingentes riquezas. Su auto -divinización, además de ser una locura, constituye un grave atentado contra la gloria de Yavé, único Dios, Creador y Señor del universo, el único digno de la máxima alabanza y adoración. Por eso la sentencia de castigo es grave: morirá y su reino será aniquilado.

El orgullo, la auto exaltación, la auto divinización, son en el fondo «el pecado que acecha a tu puerta» (Jn 4,7) desde el principio. ¿Acaso no desobedecieron Adán y Eva y merecieron la condena por haber querido «ser como Dios (Jn 3,5)?

Comentario Salmo Interlacional:  DT 32,26-28.30.35-36. Yo doy la muerte y la vida.
El cántico leído con Israel: sentido literal.

El cántico de Moisés, colocado en el capítulo 32 del Deuteronomio, es una meditación lírica sobre la historia. Reevoca un proceso entre Dios y su pueblo en el que se amenaza al culpable con un castigo, pero el Señor le salva después gratuitamente. También podemos definirlo como un himno a la grandeza de Dios, fuerza de su pueblo, el cual, a pesar de los signos de la benevolencia divina, se ha mostrado infiel.

El cántico se abre solemnemente con la convocación de cielos y tierra, llamados a escuchar y a dar testimonio de las palabras que bajan de lo alto y no deben volver a Dios sin fruto (cf. Is 55, l Os). Se invoca a Dios con el título entrañable a Israel de «Roca»: refugio seguro y fundamento inquebrantable al mismo tiempo, signo de su inmutable fidelidad. Su acción es perfecta: sus caminos, en efecto, son santos, porque él es recto y justo. Se confirma todo lo que hemos meditado precedentemente en el Sal 91. No es malvado lo que hace Dios, sino el pecado cometido por el Israel idólatra, que va por caminos tortuosos.

El texto se alza en este punto a una concepción de Dios muy elevada. Ni siquiera parece que esté separado tantos siglos de la buena nueva evangélica: « ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó? (v 6). El remedio propuesto para este olvido incurable y culpable es hacer memoria de los beneficios de Dios. Eso es posible en el interior de la comunidad que transmite, de generación en generación, todo lo que Dios ha hecho desde el principio cuidando directamente de «su» pueblo.

La historia de Dios no comienza en este cántico, como de costumbre, con la liberación de Egipto, sino con el desierto, donde Dios encuentra al pueblo extraviado como un niño, como un expósito, y le adopta y le prodiga sus cuidados volando a su alrededor como hace el águila que protege desde lo alto a su nidada y la enseña a volar. Así guió Dios a Israel en un encuentro amoroso y exclusivo.

El cántico leído con Cristo y con la Iglesia: sentido espiritual.Pablo, en la primera carta a los Corintios, releyendo a la manera de los rabinos el acontecer del pueblo elegido en el desierto, afirma: «Bebían, en efecto, de la roca espiritual que los acompañaba, roca que representaba a Cristo» (1 Cor 10,4). De él se trata, en efecto, en nuestro cántico.

Cristo es el Amén definitivo de la fidelidad del Padre a nosotros, hijos degenerados y perversos, que hemos pecado contra Dios hasta matar a su enviado, a su Unigénito. Así le hemos pagado su amor nosotros, que somos verdaderamente necios, estúpidos y, sobre todo, desmemoriados para todo lo que hizo por nosotros al elegirnos desde la fundación del mundo para hacer de nosotros, en Cristo, un pueblo real, profético y sacerdotal. Por eso también nosotros queremos proclamar el nombre que el Señor Jesús vino a darnos a conocer: «Yo te he dado a conocer a aquellos que tú me diste de entre el mundo» (Jn 17,6a), y queremos dar gloria a nuestro Dios, que nos transfigura en el mismo fulgor del Hijo: «Por nuestra parte, con la cara descubierta, reflejando como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosa» (2 Cor 3,18).

Entonces, hechos voz de cielo y tierra y de toda criatura, podremos elevar un himno pleno de alabanza a Dios, porque verdaderamente «sus obras son perfectas» (v 4) y todos sus caminos para nosotros los hombres son justos. ¿No es éste el canto que el vidente del Apocalipsis oyó resonar en el cielo (Ap 15,3; 19,1s) y que también nosotros estamos llamados a entonar desde ahora en la asamblea litúrgica? «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justo y fiel tu proceder, rey de las naciones. ¿Cómo no respetarte, Señor? ¿Cómo no glorificarte?».

Comentario del Santo Evangelio de: Mateo 19,23-30. Nadie puede servir a Dios y al dinero. 
Después de que el joven rico se hubiera ido triste, también Jesús, entristecido por el hecho, lo comenta con tono grave. Nadie puede «servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). El Reino de los Cielos es de los «pobres en el espíritu» (cf. 5,3): por eso difícilmente entran en él los ricos; primero tienen que hacerse pobres. La elocuente, el orgullo, la auto exaltación, la auto divinización, son imagen del camello contribuye a dar un mayor éntasis a esta afirmación.

Se comprende que los discípulos se quedaran turbados y desconcertados. Jesús penetra con la mirada su corazón y se da cuenta de su perplejidad. Sí, no han comprendido mal. Seguir a Cristo de una manera mi radical es difícil, incluso imposible, cuando se cuenta sólo con las fuerzas humanas, pero deben recordar que el sujeto de la obra no son ellos, sino Dios, para quien « todo es posible». Llegados aquí, Pedro, con la franqueza y el carácter impulsivo que le caracterizan, descubre con sorpresa la diferencia de su situación con respecto a la del joven rico. Ellos han acogido el don divino, lo han abandonado todo para seguir a .Jesús, ¿qué les espera?

(v. 27). El joven rico se fue triste porque había respondido «no», pero ¿qué le sucede a quien responde «sí»? Ya conocen el final de los que optan por el dinero, pero ¿qué obtendrán los que optan por Dios? Jesús no es un vendedor de mercancías y no necesita hacer una lista de todo lo que recibirán sus discípulos por el precio que han pagado. Sin embargo, como conoce la pequeñez del corazón humano, necesitado de seguridades y de alientos, nos asegura que la recompensa será grande tanto en este tiempo como en la eternidad. En efecto, «Dios es más, grande que nuestro corazón» (1Jn 3,20); a cambio del poco al que hayamos renunciado por su amor; se nos dará «una buena medida, apretada, rellena, rebosante» (Lc 6,38).

«Poderoso caballero es don Dinero», «tener es poder»: son modos de decir y de pensar que forman parte del credo de muchos, pero no de los que quieren seguir a Jesús. El, rico, se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Cor 8,9) y proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu (cf. Mt 5,3). La riqueza lleva al orgullo, a la ilusión de ser omnipotente, como Dios, mientras que la pobreza se asocia con naturalidad a la humildad. La pobreza es el «vacío» que recibe, el «vacío» capaz de recibir la plenitud y lo absoluto.

Existe un relato popular que resulta muy iluminador a este respecto: la noche en que nació Jesús, los ángeles llevaron la buena noticia a los pastores. Había un pastor paupérrimo, tan pobre que no tenía nada. Cuando sus amigos decidieron ir al portal a llevarle algún regalo, también le invitaron a él. Pero el pastor pobre dijo: « No puedo ir: tendría que presentarme con las manos vacías, ¿qué puedo darle?». Los otros le convencieron de que se uniera a ellos. Llegaron así al lugar donde se encontraba el niño. María, la madre, lo tenía entre sus brazos y sonreía al ver la generosidad de los que le ofrecían queso, lana o algún fruto. Vio al pastor que no llevaba nada y le hizo una señal para que se acercara. El se adelantó embarazado. María, para tener libres las manos y recibir los dones de los pastores, depositó suavemente al niño entre los brazos del pastor que había ido con las manos vacías.

Comentario del Santo Evangelio de: Mateo (19, 16-26), para nuestros Mayores. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Este célebre encuentro de Jesús con el joven rico se halla referido por los tres Sinópticos. Se ha puesto de relieve las diferencias entre Mateo y los otros dos Sinópticos. El joven (sólo Mateo le llama así) se dirige a Jesús llamándole « Maestro» (Maestro « bueno» añaden Marcos y Lucas). Lo más sorprendente se encuentra en la respuesta de Jesús: « me preguntas acerca de los buenos » “Uno solo es el bueno”. Nuestro evangelista ha intentado, como es su costumbre, evitar el escándalo que supondrían las palabras de Jesús según la versión de Marcos y Lucas: “¿Por qué me llamas bueno?” Nadie es bueno, sino sólo Dios (Mc l0, 18). Entonces, ¿Jesús no era bueno? ¿Cómo se explican estas palabras?

Evidentemente Mateo intentó suavizar las palabras de Jesús y la paradoja que suponen, porque, si él no es, bueno, ¿con qué derecho interviene en la vida de un hombre imponiéndole las mismas exigencias que a los discípulos más estrictos? Lo que Marcos parece negar de palabra, lo afirma con los hechos. Mateo dice, más suavemente, lo mismo que Marcos: uno solo es «el bueno» (v. 17). Dios no es mencionado por su nombre. Se le designa por uno de sus sucedáneos, “el bueno”, que se había, inventado para no pronunciar por respeto, el nombre de Dios. Es la única vez que, en todo el Nuevo Testamento se llama así a Dios. Por el contrario «lo bueno» se llamaba, desde el profeta Amós, a todo aquello que se halla exigido por la voluntad de Dios: «buscad lo bueno y viviréis» (Am 5, 14) es frase paralela con «buscadme y viviréis» (Am 5, 4. 6). Cuando alguien preguntaba por «lo bueno» estaba situándose en la recta relación con Dios.

Comentario del Santo Evangelio: Mt 19, 23-30, de Joven para Joven.  Los pobres en el espíritu.
En la naturaleza, todos los seres luchan por hacerse con el primer puesto. Los árboles, los arbustos, las plantas crecen unos sobre otros, los animales luchan por el predominio sobre el territorio. Los hombres luchan para hacer carrera, pata tener éxito en su profesión, para hacerse más ricos que los demás, para ser estimados y considerados, para gestionar el poder ¿Es posible escapar a esta ley? En otros tiempos, en las escuelas, los mejores eran premiados, y se pensaba que una competitividad sana era un subsidio pedagógico óptimo. ¿Pero, puede ser buena la competitividad? Depende de cómo se interprete el término bueno. También los antiguos ascetas cristianos exhortaban a sus discípulos a superar a los demás, pero sólo en las virtudes y en el bien. San Antonio Abad no soportaba que nadie lo superara en la práctica de las virtudes.

Pero, incluso en este caso, la competitividad puede ser negativa. Es santa sólo cuando el esfuerzo para conseguir las virtudes cristianas es inseparable de la humildad.

Como cadete de la escuela de oficiales del ejército francés, Carlos de Foucauld tenía un objetivo que era muy importante para él: hacer una gran catrera, obtener el grado más alto posible. Sin embargo, después de su conversión, cambió completamente de dirección y se puso a buscar el último puesto. Decía, bromeando, que puesto que Jesús tenía el último puesto, debía contentarse con el penúltimo. Pero, ¿dónde encontrarlo? ¿En el monasterio de los padres trapenses? ¿Cómo misionero en Siria? ¿Cómo servidor de las religiosas de Nazaret? Terminó compartiendo la vida de un grupo pobrísimo de beduinos en África. Nunca abandonó a estos hermanos de adopción, ni siquiera en los peligros y, de hecho, fue asesinado.

Era un hombre culto e inteligente. Incluso como religioso, habría podido aspirar a algo mejor que un sitio tan perdido. En su tiempo había muchísimos misioneros que llevaban el evangelio y, con él, la cultura y un mejor nivel de vida, a países lejanos. Pero De Foucauld no quería llevar nada a nadie. Tenía ante los ojos la imagen de Cristo que se ha hecho como nosotros, uno de nosotros. Por eso, también él se hizo un pobre beduino, para demostrar que, en el reino de Dios, los primeros puestos los ocuparán aquellos a quienes nosotros consideramos los últimos.

¿El último puesto es verdaderamente de Jesús? Su muerte ha sido la más humillante y dolorosa que existe y durante su vida no tenía, siquiera, dónde reposar la cabeza (Mt 8,20). Pero para entender, sólo análogamente, su situación humana, es necesario remontarse más arriba hasta el seno de la Santísima Trinidad.

En la vida cotidiana llega a ser primero el que impone su voluntad a los demás. Es último el que nada puede, sino aquello que le imponen los demás. En la Santísima Trinidad, Dios Padre es absolutamente primero: todo su conocimiento y voluntad los comunica al Hijo. El Hijo es absolutamente último porque piensa y hace sólo la que recibe del Padre. Pero, precisamente, porque lo recibe todo del Padre, acepta también su divinidad y se convierte en Hijo, de la misma sustancia del Padre, por lo que se convierte también en primen). Transmite este misterio cuando, en su vida humana, se convierte en primogénito de toda criatura (Col 1,15).

Los que lo siguen participan de este misterio estupendo de la humildad que es, según san Gregorio de Nisa, «el descenso hacia lo alto».

Elevación Espiritual para este día.
Las riquezas, el oro y la plata, no pertenecen —como creen algunos— al diablo. Está escrito, en efecto, que a quien tiene fe le pertenecen todas las riquezas del mundo y que al infiel no le pertenece ni siquiera un óbolo. En consecuencia, nada le pertenece al diablo, más infiel que el cual no hay nadie.

Dice Dios expresamente por boca del profeta: «Mío es el oro, mía la plata, y los doy a quien quiero». Basta con que hagas un buen uso del dinero: no te deshagas de él como de un mal; sólo cuando lo uses mal y se te pueda atribuir una mala administración, blasfemarás impíamente contra el Creador.

Con los bienes terrenos podemos obtener hasta la justificación, si el Señor puede decirnos: «Tuve hambre y me disteis de comer —con el alimento que procura el dinero—; estuve desnudo y me cubristeis —no nos cubrimos sin dinero— Pero oye también esto: la riqueza puede convertirse en puerta del cielo; escucha: «Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en los cielos».

Reflexión Espiritual para el día.
En alemán, el verbo «agradecer» deriva de «pensar». El ángel de la gratitud querría enseñarte a pensar de manera justa y consciente. Si empiezas a pensar, puedes reconocer con gratitud todo lo que se te ha dado en la vida. No te quedes pensando lo que podría irritarte. No empieces la mañana experimentando rabia de inmediato por el mal tiempo. No te sientas frustrado enseguida porque se te derrama la leche. Hay personas, en efecto, que hacen la vida difícil porque anotan sólo lo negativo. Cuanto más ven lo negativo, tanto más ven confirmada su experiencia. Su modo de ver pesimista no les permite absorber las pequeñas desventuras de la jornada.

Quien mira con ojos agradecidos su propia vida estará de acuerdo con lo que ha sucedido en él mismo. Entonces abre los ojos y puede darse cuenta de que un ángel de Dios le ha acompañado a lo largo de toda su vida, de que un ángel de la guarda le ha preservado de algunas desgracias, de que su ángel de la guarda ha transformado en un precioso tesoro hasta las desventuras. Entonces serás capaz de mirar con ojos agradecidos la nueva aurora, serás capaz de darte cuenta de que te has levantado sano y puedes ver salir el sol. Darás las gracias por la respiración que te anima. Darás las gracias por los dones buenos de la naturaleza que puedes gozar comiendo. Vivirás de modo más consciente. La gratitud ensancha el corazón y lo pone alegre.

Jesús contesta enumerando alguno de los mandamientos y añade el precepto del amor al prójimo (Lev. 19, 18), que era considerado como el resumen más acabado de la ley. El joven rico afirma que él ha cumplido todo eso. Entonces Jesús, sin criticar este esfuerzo desplegado en el cumplimiento de la ley, le abre las exigencias del reino de Dios que él predicaba (en la línea de las célebres antítesis, 5, 20ss, y en las exigencias de perfección como el Padre celestial es perfecto, 5, 48; ver los comentarios correspondientes).

Al joven rico le parece excesivo el precio que tiene que pagar para entrar en el discipulado de Jesús, porque era muy rico. El esperaba de Jesús otra cosa: que le hubiese mandado hacer obras buenas, dar limosna en mayor cantidad, algo que pudiese hacer desde su riqueza sin perturbar su vida. Para ser discípulo de Jesús se pide que el hombre entero —sin distinción entre lo que él es y lo que tiene— siga las directrices del maestro y llegue, cuando la voluntad de Dios así se exprese, a renuncias totales, a la total desvinculación de aquello en lo que el hombre suele apoyarse, teniendo como motivación última «el reino de los cielos»

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Tu corazón se ha engreído y has dicho “Soy un Dios”
Sucede a veces que nos preguntamos por qué la Iglesia nos propone meditar ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Algunas páginas resultan de veras difíciles: —ya porque corresponden a una mentalidad religiosa que nos parece demasiado elemental y demasiado simplista; —ya porque ciertas páginas aluden a sucesos históricos o a situaciones tan antiguos, que uno se pregunta, a veces, por qué sacarlas de nuevo a la luz. Nos es necesario reafirmar dos convicciones esenciales: 1.- Muy frecuentemente Jesús ha hecho suyos los temas más importantes del Antiguo Testamento, para terminarlos en Sí mismo: por lo tanto, toda lectura cristiana de la Biblia, debe conducir a Él como a su fin.

2.- El Espíritu está siempre vivo hoy, entre nosotros. Siendo Él quien «inspiró» a los autores del Antiguo Testamento... sigue siempre actuando en nuestro tiempo: los viejos textos adquirirán una actualidad concreta, al vivificarse a partir de nuestras propias experiencias de vida y a partir de la historia contemporánea.

La palabra del Señor me fue dirigida: «Hijo de hombre, dirás al príncipe de Tiro...» Tiro es una ciudad de la costa mediterránea, que con Sidón y Biblos fue uno de los grandes puertos fenicios de donde éstos partieron para conquistar la cuenca del Mediterráneo. Al dirigirse al «príncipe de Tiro» en nombre mismo del Dios único, Ezequiel afirma la universalidad de su mensaje que no queda confinado en el interior de las fronteras de su propio pueblo.

En el evangelio, Tiro es también el símbolo de la ciudad pagana. Allí hizo Jesús un milagro en favor de una mujer siro-fenicia (Marcos 7, 24) Para Jesús, Tiro es la referencia esencial de la «ciudad que no ha oído el anuncio del evangelio», y a la que Dios ama como también ama a todos los paganos: «habrá menos rigor para Tiro y para Sidón que para ti, Cafarnaúm.» (Lucas 10, 13-15) Ruego por todos los paganos, por todos los países y lugares que no han conocido todavía al verdadero Jesucristo.

Así habla el Señor Dios: tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, habito en una residencia divina en el centro de los mares.» Tú que eres un hombre y no eres Dios, tomas tu voluntad por la voluntad de Dios.

Tiro era una isla, próxima a la costa. Su posición estratégica, «en medio del mar» le confería una situación de fuerza por lo que pensaba que era invencible hasta el día que Alejandro Magno mandó construir un dique que la unió al continente. El profeta se alza contra la pretensión orgullosa de esta ciudad. Nos parece oír, por adelantado, las invectivas de Jesús contra todas las ciudades —todos los poderes, y todos los hombres...— que se pasan de listos ante Dios: «Tú, Cafarnaúm, ¿crees que llegarás hasta el cielo? Serás precipitada a los inflemos.» (Mateo 11, 23)

¿A qué experiencia humana, actual y personal debo aplicar esta advertencia, atendiendo a la influencia del Espíritu que es quien me repite hoy estas palabras? Con tu sabiduría y tu inteligencia has adquirido una fortuna, has amontonado oro y plata en tus tesoros. Por tu habilidad en el comercio has multiplicado tu fortuna y por tu fortuna se ha engreído tu corazón... «No amontonéis tesoros en la tierra», decía Jesús (Mateo 7, 19). «Recogerá mi cosecha en mis graneros» — « ¡Insensato!, esta misma noche te reclamarán el alma.» (Lucas 12,
16-2 1) Palabras siempre actuales.+

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