- Dom 12-09-10: Un Padre tenía dos hijos… Dejarse sorprender por Dios
- Comentario Bíblico y Pautas para la Homilia:XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C
- XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: La debilidad de Dios
- Dios es compasivo (Parábola del Padre Misericordioso)
- Comentario al Evangelio del Domingo 12 de Septiembre del 2010
- Evangelio Misionero del Dia: 10 de Setiembre de 2010 - SEMANA XXIII DURANTE EL AÑO
- Lecturas y Liturgia de las Horas: 10 de Setiembre de 2010
- XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: CAMBIO DE TACTICA
- EL TERCER HIJO PRÓDIGO
- XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: El valor de cada uno
- LECTIO: 24º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: Reencontrar a Dios en la vida
Posted: 09 Sep 2010 07:45 PM PDT Publicado por El Blog de X. Pikaza Domingo 24, tiempo ordinario. Lc 15, 1-32: un Padre con dos hijos, el Hijo Pródigo. Me sale así ¡ay qué padre! Ayer coincidimos con unos amigos y hablamos al fin de valor y de los posibles riesgos que tiene el decir que Dios es Padre. Disentimos en muchas cosas, pero en dos convinimos. (a) Buscándole nombres a Dios andamos desde miles y miles de años, nosotros, los humanos, en un ejercicio incesante de fantasia y realidad, de invención y revelación. (b) Nos pareció también que la polémica suscitada sobre unas afirmaciones de Hawking resultaba, en general, poco sería (y de ello hablaré de alguna forma en lo que sigue). La existencia de Dios no es algo que se puede jugar y negar tirando unos dados, en una simple nota de pie de página. Si algo ha habiado serio y creador, intenso y despedido, en la vida de los hombres y mujeres ha sido la búsqueda (y descubrimiento) de Dios, con los nombres que le venimos dando: Desde Baal hasta Jaungoikoa, desde el secreto YHWH hasta el G**d de algunos postmodernos... Nombres de emoción casi infinita, como el Señor y el Siervo/Ministro de todos, y el padre-madre de muchos, y el Ente supremo de otros (¡Dios era ente para ellos, virtual y real!) y el Sumo No-Ser de algunos místicos y el id quo maius nihil cogitari potest del gran Anselmo y aquel de quien la ciencia nada sabe de S. W. Hawking, ya citado Buscándole nombres andamos, y el de Padre me parece quizá el menos malo (o más bueno), a pesar de que a veces tengamos la tentación de decir que es un Nick. Ciertamente, Padre es un nombre de parábola, como indica con soberana claridad la parábola de la liturgia de este domingo: “Un Padre tenía dos hijos…”. Ahí estamos todos, entre los dos hijos y el padre, como personajes vivos de esta parábola gozosa e inquietante. Sin duda, en ella seguimos morando, desde un Padre que afloja la cuerda para que seamos (teniéndonos prendidos en amor, de otra manera) y unos hermanos que luchan y a veces incluso se matan, pero están llamados a reconocerse y vivir en la misma casa. Tentación he tenido de comentar hoy otra vez esa parábola, una vez más (¡serian ya tantas!), pero me he contenido, pues recuerdo haberlo hecho en este mismo blog, dejando abierta la sima de la bondad del padre y planteando al fin la pregunta de si el “hijo golfo” de la película (de la parábola) venía al mar de los brazos del Padre expectante, emocionado, por arrepentimiento de verdad, o si lo hacía tan sólo por simple cálculo de vientre alto y bajo, para dejar las bellotas de cerdo(palestinas o ibéricas), y para comer con manteles, psn y vino, y "con música y con chicas agradables" (perdonen el machismo latente o claro)... en la casa del Padre. Hace tres años hubo dura discusión de entes virtuales en el blog. Este año quisiera que pudiéramos centrarnos en la luz del Dos que penetra hasta la Piedra, en el claro del bosque. Introducción No voy a comentar de nuevo el texto luminoso de Lucas, busque quien quiera mi comentario anterior , con el buscador del blog, que es cosa fácil (hace tres años, un domingo ordinario 24, hacia mediados de septiembre). Hoy prefiero decir algo de Dios como Padre, en línea bíblica, que alguno llamará “piadosa” y algún otro, como de costumbre, heterodoxa, teniendo de fondo la polémica, a mi juicio, poco intelitenge que ha suscitdo el gran físico Hawking, que parece no ser tan grande en cuestiones de filosofía y religiòn. . Ciertamente, el Padre de la parábola de Jesús es heterodoxo, no cabe en la iglesia de los hermanos mayores, pero entra, porque es Dios y porque quiere (nos quiere), pero sin imponerse. Éstas que siguen son algunas reflexiones sobre el Padre Dios en los evangelio (queda siempre al fondo y sobresale la imagen de Dios Madre, sin olvidar nunca que Padre es también una imagen, y que entre imágenes no hay contradicción, como entre conceptos, sin complementariedad). Buen domingo a todos. Evidentemente, quien quiera entrar de verdad en el tema tome su Biblia y lea el texto, Lc 15, 1-32. Abba Dios, valor infinito de los pobres En un libro clave sobre La esencia del cristianismo, Adolf von Harnack (1851-1930) afirmaba que Jesús había ofrecido dos aportaciones básicas en la historia de la humanidad. (1) Había descubierto la paternidad de Dios, que actúa como amor cercano, más que como ley. (2) Había destacado el valor infinito de cada una de las almas humanas, a las que debemos ofrecer respeto y amor fraterno . Acepto esa propuesta de Harnack, pero pienso que ella resulta demasiado pálida (idealista) y que debemos matizarla, partiendo del contexto y de la vida de Jesús, que veneró a Dios como Abba de los pobres y que no puso de relieve el valor infinito del alma, en general (en sentido idealista), sino que amó gozosa (poderosamente) a los hombres y mujeres concretos de su entorno, abriendo para ellos un fuerte camino de libertad. ¡Qué Padre, que gozo de vida! La primera aportación de Jesús es su propia experiencia de Dios a quien ha descubierto como fuente de amor creador, desbordante, no de juicio racional, en medio de las duras condiciones de la vida en Galilea. Ha descubierto a Dios, de un modo paradójico, en su experiencia bautismal (cf. cap. 5), cuando venía en el fondo a decir en las aguas del río que todo había terminado. Pues bien, allí, en el río o en su entorno al Dios que le dice, rasgando los cielos: »Tú eres mi Hijo», ofreciéndole su Espíritu para realizar la tarea del Reino. Descubre así al Dios paradójico, que le llama su Hijo y le ofrece la tarea de instaurar el Reino, pero no actuando como Rey (con poder externo), sino como Padre (fuente amorosa de vida, desde dentro de la misma vida de los hombres). Ciertamente, el Padre que se le muestra es el mismo Dios de Israel, pero Jesús lo ha descubierto y lo ha presentado con rasgos y notas que los israelitas de su tiempo, en general, no solían destacar de esa manera. Al nombrar a Dios de esta manera y al actuar en su nombre Jesús no es simplemente un chamán más, un experto en poderes religiosos, sino un Hijo o, quizá mejor, el Hijo. Los judíos de aquel tiempo tendían a decir Abinu-Malkenu (Nuestro Padre, nuestro Rey). Jesús dirá básicamente Abba (papá, mi padrecito), como si ese Dios fuera totalmente suyo, sino totalmente para los demás, proclamando en su nombre la llegada del Reino de Dios y haciéndolo presente como Reino y Presencia de Padre. Abba es una palabra aramea que significa «papá». Con ella se dirigen los niños a sus padres, pero también lo hacen las personas mayores, cuando quieren tratar a sus padres de un modo cariñoso. Jesús la ha utilizado en su oración, al referirse al Padre Dios. Es una expresión importante, chocante, y por eso Mc 14, 36 la cita en arameo y así la conserva la tradición, como nota distintiva de la plegaria cristiana (cf. Rom 8, 14; Gal 4, 6). De todas formas, en la mayoría de los casos, los evangelios la han traducido al griego y así dicen: Patêr. Entre los lugares donde Jesús llama a Dios «Padre» pueden citarse los siguientes: Mc 11, 25; 13, 32; Mt 6, 9.32; 7, 11.21; 10, 20; 11, 25; 12, 50; 18, 10; Lc 6, 39; 23, 46 etc. Algunos de ellos, especialmente en Mateo, son creaciones de la iglesia primitiva. Pero en su fondo late una profunda experiencia de Jesús, como destacaremos a continuación. La singularidad de esa relación con Dios reside, precisamente, en su falta de singularidad. Ella expresa la absoluta inmediatez, la total cercanía del hombre respecto a su ser más querido, al que concibe como fuente amorosa y misteriosa de vida, en su forma masculina (en ese contexto, en otra perspectiva, donde dice «padre» podría decir «madre»). No es una palabra secreta, cuyo sentido deba precisarse con cuidado (como el Yahvé de Ex 3, 14). No es una expresión sabia, de eruditas discusiones de escribas, que sólo se comprende tras un largo proceso de aprendizaje escolar (como el de muchos rabinos posteriores, judíos y cristianos), sino la más simple, aquella que el niño aprende y sabe al principio de su vida, al referirse de manera cariñosa y agradecida al padre (un padre materno), que es dador de vida. No hace falta ser judío para entenderla, no hace falta haber pasado por la Ley de un largo estudio. Basta ser persona. De esa manera, este Jesús, que es chamán-hijo, empalma con el origen de la humanidad, más allá de las religiones establecidas y de las posibles aportaciones del tiempo-eje de las grandes religiones. Estamos ante el Jesús-Hijo que puede ofrecer a todos los seres humanos, a todos los pueblos, una experiencia de vida universal (chamánica, profética, divina). Quien haya tenido la dicha de nacer y pueda agradecer la vida que le han dado, no sólo unos padres concretos (especialmente una madre), sino alguien a quien puede llamar Padre en sentido superior, simbólicamente, como origen del que provienen y donde se sustentan todas las cosas y, de un modo especial, su propia vida, podrá descubrir que esa vida es don, gozando de ella, y podrá responder y llamar ¡Padre! Ésa es la primera palabra que la madre dice al niño, descubriéndole la fuente de la vida, de manera que ella (la madre) abre un camino que lleva al Padre/Madre original, que no está fuera, sino al fondo de la vida, en ese fondo y origen que llamamos Padre/Madre, con el gozo de ser y agradecer la vida. Por eso, la palabra Padre/Madre, Abba, es la más cercana y poderosa, la palabra del gozo que hace ser, haciendo que seamos. Precisamente en su absoluta cercanía está su distinción y diferencia. Muchos hombres y mujeres del entorno buscaban las palabras más lejanas y sabias para referirse a Dios, dándole nombres elevados, poderosos, normativos, como si Abba, Papá/Mamá, palabra del niño que llama gozoso a sus padres queridos, fuera irreverente, demasiado osada (en aquellas condiciones de opresión, en las que parecía que no existe Padre alguno que se ocupe de los hombres). Pues bien, Jesús ha tenido la osadía gozosa de dirigirse a Dios con la primera y más cercana de todas las palabras, con aquella que los niños confiados y gozosos utilizan para referirse al padre/madre acogedor y bueno de este mundo. Conocer a Dios resulta, para Jesús, lo más fácil y cercano, una revelación de gozo. No necesita argumentos para comprender su esencia. No tiene que emplear demostraciones, porque Abba/Padre (Madre/Padre) es para él lo más sabido, lo primero que aprenden y dicen los niños. Para hablar así de Dios, los adultos tienen que cambiar y aprender (¡si no os volvéis como niños!: cf. Mt 18, 3), pero, al mismo tiempo, deben olvidar o desaprender muchas cosas que se han ido acumulando en la historia religiosa. Jesús pide que volvamos a la infancia, en gesto de neotenia o recuperación madura (gozosa) de la niñez, en apertura a Dios. Los hombres no están hechos ya y terminados: los sabios judíos, los fuertes romanos, tienen que abandonar sus conquistas legales y/o sociales, para aprender a nacer y nacer nuevamente, haciéndose niños (como ha destacado, partiendo de la experiencia de Jesús, el evangelio de Juan: cf. Jn 3, 1-10). Para muchos de aquel tiempo (y del nuestro), la religión consistía en ascender místicamente a la altura supra-humana o en cumplir unas normas sacrales y/o sociales, en línea de imposición sagrada. Pues bien, en contra de eso, como niño que empieza a nacer, como hombre que ha vuelto al principio de la creación (cf. Mc 10, 6), Jesús se atreve a situar su vida y la vida de aquellos que le escuchan en el mismo principio de la Vida/Dios, a quien descubre y llama ¡Madre/Padre!, para entender y asumir (recrear) así las relaciones y deberes de los hombres entre sí, en gozo originario de la vida (cf. Mt 11, 25-27). Sólo podemos decir Padre haciendo que los hombres y mujeres sean (se curen, amen). La realidad de ese Padre del Reino no es algo que se sabe y resuelve de antemano, sino el signo y principio de una tarea que se recorre y despliega en la medida en que los hombres se reconcilian, poniendo cada uno lo que tiene al servicio de los demás, pues ellos (¡todos!) son hijos del mismo Padre. Por eso, la experiencia de Dios se inserta en la experiencia de trasformación personal y social de los hermanos, en el duro contexto de marginación y pobreza de la Galilea de entonces, que tiende a separar a unos de otros. Jesús ha dialogado con la realidad de su entorno social, descubriendo a Dios precisamente en medio del conflicto de su gente. Para ello ha necesitado la más honda inteligencia, la más clara y decidida voluntad, al servicio de los pobres. Pues bien esa inteligencia y voluntad se manifiesta en lo que podría presentarse como el amor de un niño, al que se ofrece el don de la vida, un niño al que se pide que crezca y madure, en comunión con los restantes hombres y mujeres. Jesús aparece así como niño gozoso, contento de ser, diciendo Abba, Padre, confiando en la vida, pues la Vida es de Dios, la misma Vida en su radicalidad es Reino. El Dios de Jesús es un Padre materno, que sostiene la vida de unos hombres y mujeres que corrían el riesgo de enfrentarse y matarse sobre el mundo. Es el Abba de los enfermos y pobres, de los rechazados y hambrientos, que no tienen aquí un padre que pueda liberarles y acogerles. El Dios de Jesús no es el Señor de la ley social dominante, que se expresa en los grandes padres varones del mundo, sacerdotes y rabinos, presbíteros y sanedritas, muy patriarcalistas, sino el padre/madre de todos los seres humanos, especialmente de aquellos que no tienen quien les proteja; ese Dios es el gozo de todos los gozos. Interpretado así, el proyecto de Jesús resulta revolucionario. No es un mensaje de pura intimidad (que nos encierra en Dios, separándonos del mundo), ni un intento de sacralidad social (que avala el orden establecido, ratificando lo que existe), sino una experiencia y exigencia de trasformación en amor. Decir Padre/Madre es decir que Dios se goza al «engendrarnos» (suscitarnos) en amor y que así podemos engendrarnos nosotros en amor unos a otros (no sólo en un plano genital, de nacimiento biológico, sino en nivel de humanidad completa) . Amor universal y concreto. Valor infinito del prójimo. Como hemos visto ya, Harnack decía que Jesús había descubierto el valor infinito del alma humana, desarrollando así una idea que habían puesto de relieve los idealistas alemanes del siglo XIX. Esa opinión es buena, pero resulta limitada. Para Jesús, los hombres y mujeres no son almas (en sentido idealista), sino personas concretas, carnales, que aman y sufren y que deben ser amadas para descubrir y cultivar su realidad como hijos/hijas de Dios. En esa línea, más que el valor de las almas en general, a Jesús le ha importado el valor hombres/mujeres en cuanto necesitados. Además, el amor que él ha buscado y expandido no es un amor general, de idea, sino un amor siempre concreto, encarnado en los amores gozosos, creadores, que él ofrece y comparte con los hombres y mujeres de su entorno, en especial con aquellos que se encuentran más solos, más tristes, más dominados por lo diabólico. 1. Los hombres son personas, no simplemente almas. Para Jesús, lo que importa no es el valor infinito del alma separada, sino de la persona, en sentido pleno (carnal y social). Así podemos decir y decimos que en el centro de su mensaje se encuentra el descubrimiento y despliegue de la importancia infinita de cada persona, tal como se expresa en su opción a favor de los pobres. Según Jesús, el hombre no es sólo un cuerpo separado sin interioridad y autoconciencia (alma). Por eso, va en contra de aquellos que quieren salvar únicamente al hombre externo: «No tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no el alma (la vida…)» (Mt 10, 28 par). Pero la persona no es tampoco pura interioridad (sólo alma, en sentido idealista), sino vida entera, en sentido individual y social. Por eso, Jesús ha destacado el valor de la comunión corporal, vinculada al amor concreto y al servicio a los demás, como aparece en el pan compartido y en la curación de los enfermos, desde los más pobres. Por eso, no ha hablado de un reino en el cielo espiritual de las almas, sino en el mundo complejo de los cuerpos y de las relaciones humanas. 2. Sólo amando se conoce a las personas. Jesús no ha sido un pensador intimista, experto en experiencias de mística interior. Más que el valor infinito de cada individuo separado y más que el amor hacia sí mismo (a su alma separada), le ha importado el alma-cuerpo de los otros, especialmente de los pobres y expulsados de Galilea, donde ha iniciado su camino de Reino. Más que el bien del alma en general (en sentido gnóstico o existencialista, moralista o burgués), le ha interesado la justicia que se expresa en el servicio gozoso a los demás, para que ellos vivan, en paz interior, con paz externa (por gozo de ser, de dar y compartir, no por obligación de ley). Jesús no ha sido un gnóstico (dedicado al encuentro y cultivo de la presencia de Dios en el fondo de su alma), ni un idealista neokantino (de tipo moralista), como Harnack, atento al ideal del alma (en línea de moralidad burguesa) y dedicado al cultivo de sí mismo, mientras la masa de los pobres e ignorantes quedaba abandonada. Él ha sido más bien “ un hombre para los demás”, alguien que ha sabido ha vivido y gozado dándose a los otros . 3. Los otros a quienes Jesús habla del Padre son ante todo los pobres y excluidos, es decir, aquellos que han perdido casa y propiedad, los marginados y hambrientos del entorno conflictivo de Galilea, aquellos a quienes sólo podemos hablar de Dios Padre/Madre haciéndonos padres/hermanos para ellos. Desde ese principio, Jesús ha superado la visión de un sistema religioso donde se supone que cada uno ocupa el lugar que le corresponde dentro del conjunto, de manera que los pobres deben mantenerse pasivos en su pobreza y los ricos indiferentes en su riqueza. A Jesús le han importado todos, empezando por los pobres, a los que ha querido amar por el gozo de hacerlo, no por caridad. El Dios de Jesús no es el sistema sagrado, a cuyo servicio vendría a ponerse el Mesías, sino el Padre que goza al amar. Por eso, Jesús ama, de un modo concreto, desde Dios (con el mismo amor de Dios) a los pobres y excluidos de la sociedad, haciendo posible no sólo que ellos cambien, sino que puedan cambiar (enriquecer, curar) a los demás, en amor gozoso. De esa manera, Jesús viene a mostrarse como nazareo davídico, introduciendo en su entorno social la mutación-padre, el nuevo gen de la fraternidad creadora. El mensaje de Jesús es por sí mismo activo. Él no enseña primero cosas, para después practicarlas, ni despliega una teoría para que otros puedan aceptarla, así como teoría, sino que enseña haciendo y despliega su practicando (es decir, haciendo que otros ver y amar, amándose unos a los otros). Su visión del valor infinito del alma, es decir, de la persona de los otros (de los pobres), no es una teoría, sino un movimiento práctico de solidaridad histórica, a favor de los expulsados del sistema, a lo largo de un camino en el que él mismo aprende, haciendo que otros aprendan y aprendiendo de ellos. Saber es hacer, hacer es vivir, vivir es gozar haciendo que otros sean y aprendiendo con ellos, desde ellos . En esa línea podemos afirmar que el despliegue de Jesús (su evangelio) ha sido inter-activo, en un doble sentido: a lo largo de su vida y después de su muerte. (a) A lo largo de su vida, Jesús ha ido aprendiendo de aquellos que le siguen y le escuchan, de manera que la respuesta discípulos, amigos y adversarios marca su camino; eso significa que él no sabe de antemano lo que pasará, sino que lo va descubriendo, a través de su compromiso de vida y oración. (b) Sólo después de la muerte de Jesús se ha podido decir lo que él ha sido, a través de la respuesta de sus discípulos que aceptan su mensaje y continúan recorriendo su camino, de un modo pascual, como veremos en Los primeros cristianos. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. 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Posted: 09 Sep 2010 07:22 PM PDT “Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta” Publicado por Dominicos.org Introducción En domingos anteriores eran las multitudes quienes querían acercarse a Jesús; en este domingo se presenta a “los letrados y los fariseos” marcando distancias ante la acogida que Jesús tiene con “los publicanos y los pecadores”. Esta situación origina las tres magníficas y exclusivas parábolas de Lucas sobre la misericordia del Padre. La misericordia de Dios es más fuerte que las rupturas que protagonizamos las criaturas. Y la imagen de los protagonistas de las primeras lecturas, Moisés y San Pablo, expresan una constante bíblica: el amor de Dios y de su gracia. En estos domingos se nos recuerda y repite que el tiempo vacacional, veraniego…, llega a su fin y la idea de re-comenzar actividades, compromisos y quehaceres está en la mente de todos… Para ello, es buena la realidad que nos presenta la Liturgia de la Palabra: el Dios del amor y del perdón acepta nuestra repetida conversión y nos anima a vivir algo nuevo, a iniciar “otra etapa” con ánimo renovado. Y hay que hacerse un chequeo de la vida desde el amor. Todos necesitamos ese acercamiento porque algo tendremos de fariseos, letrados, publicanos, pecadores… Comentario bíblico La generosidad de Dios con los pecadores Iª Lectura: Éxodo (32,7-14): No nos hagamos un dios inferior a nosotros I.1. En esta lectura podemos percibir resonancias especiales. Moisés está en la montaña del Sinaí dialogando con Dios y recibiendo instrucciones para desarrollar el código de la Alianza, y esas resonancias son valoradas de forma variada en una lectura crítica del texto. En realidad desde el c. 24 del Éxodo hasta este capítulo 32 que leemos hoy, se nos ofrece un ciclo sobre el culto que deja al pueblo sin el apoyo del profeta Moisés. Entonces el pueblo, alentado por Aarón, se hace un becerro de oro. Ya es significativa esa separación, ese momento de Moisés lejos del pueblo; sin la voz profética que le señale el camino, el pueblo se pierde. I.2. Dios le reprocha a Moisés la actitud del pueblo, y Moisés, sin bajar a conocer la realidad, intercede ante Dios y éste perdona al pueblo de la Alianza. ¿Qué significa todo esto? Son muchas las corrientes y actitudes que se quiere representar en esta lectura. ¿Quién es el Dios de Israel? ¡Un ser libre, absolutamente libre! El pueblo se hace un dios a su antojo, recurre a un dios tangible, manipulable, como una estatua, para poderlo manejar. Cuando no se escucha la voz de Dios cercana, el hombre se pierde. Se hace un dios, pero un dios que ni siente ni padece. Sin duda que todo esto está presente en esa escena famosa del becerro de oro. Este fue el primer pecado del pueblo de la Alianza, después de ese gran acontecimiento liberador del Éxodo. Pero el Dios de Israel sabe perdonar, aunque exija fidelidad. IIª Lectura: Iª Timoteo (1,12-17): Apóstol, para predicar la gracia La segunda lectura es una densa presentación de la vocación apostólica de Pablo, el que persiguió a la Iglesia, por ignorancia de que en Cristo Jesús estaba la salvación del hombre y la suya propia. El autor de esta carta, identificándose con Pablo hasta los tuétanos, resalta una cosa muy particular y que no debemos olvidar nunca en la proclamación del mensaje cristiano: que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Es lo que se ha llamado siempre, y muy especialmente en la Orden de Predicadores y de su fundador Santo Domingo, la “predicación de la gracia”. Eso es lo que siempre debe proclamar la Iglesia y tenemos que tener presente continuamente los evangelizadores. Evangelio: Lucas (15): Jesús habla de Dios III.1. El evangelio del día nos lleva a lo que se ha llamado, con razón, el corazón del evangelio de Lucas (c. 15). Tres parábolas componen este capítulo. Hoy, a elección, se puede o no leer la última también, sin duda la más famosa y admirada, la parábola conocida como la del “hijo pródigo”. Pero en realidad esa parábola se lee mejor en el tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua. En todo caso queda de manifiesto que Lucas 15 es un capítulo clave en la narración de este evangelista. Como corazón, es el que impulsa la vida, el ardor, la fuerza del evangelio o de la predicación de Jesús. Es un capítulo que se confecciona para responder a las acusaciones críticas de los que escuchan y ven a Jesús actuar de una forma que pone en evidencia su concepción de Dios y de la religión. III.2. Las dos parábolas “gemelas” (de la oveja y la dracma perdidas, respectivamente), que preceden a la del hijo pródigo (que debería llamarse del padre misericordioso), vienen a introducir el tema de la generosidad y misericordia de Dios con los pecadores y abandonados. En los dos narraciones, la del pastor que busca a su oveja perdida (una frente a noventa y nueva) y la de la mujer que por una moneda perdida (que no vale casi nada), pone patas arriba toda la casa hasta encontrarla, se pone de manifiesto una cosa: la alegría por el encuentro. Estas parábolas, junto a la gran parábola del padre y sus dos hijos, intentan contradecir muchos comportamientos que parecen legales o religiosos, e incluso lógicos, pero que ni siquiera son humanos. El Reino de Dios llega por Jesús a todos, pero muy especialmente a los que no tienen oportunidad de ser algo. Jesús, con su comportamiento, y con este tipo de predicación profética en parábolas, trasmite los criterios de Dios. Los que se escandalizan, pues, no entienden de generosidad y misericordia. III.3. Comienza todo con esa afirmación: “se acercaba a él todos los publicanos y pecadores”. Es muy propio de Lucas subrayar el “todos”, como en 14,33 cuando decía que quien no se distancia (apotássomai) de todos los bienes… Y también merece la pena tener en cuenta para qué: “para escucharle”. Escuchar a Jesús, para aquellos que todo lo tienen perdido, debe ser una delicia. También se acercaban, como es lógico, los escribas de los fariseos, pero para “espiar”. Serían éstos, según las palabras de Is 6,9-10, los que escuchaban pero no podían entender, porque su corazón estaba cerrado al nuevo acontecimiento del Reino que Jesús anunciaba en nombre de su Dios, el Dios de Israel. Con esas palabras se despide Pablo del judaísmo oficial romano de la sinagoga en Hch 28. No debemos olvidar que en las tres parábolas de Lc 15 se quiere hablar expresamente del Dios de Jesús. Por tanto, no solamente en la parábola del padre de los dos hijos (entre ellos el pródigo), sino también en la del pastor y en la de la pobre mujer que pierde su dracma. III.4. Así, pues, se acercaban a él, para escucharlo, los publicanos y pecadores, porque Jesús les presentaba a un Dios del que no les hablaban los escribas y doctores de la ley. Un Dios que siente una inmensa alegría cuando recupera a los perdidos es un Dios del que pueden fiarse todos los hombres. Un Dios que se preocupa personalmente de cada uno (como es una oveja o una dracma) es un Dios que merece confianza. El Dios de la religión oficial siempre ha sido un Dios sin corazón, sin entrañas, sin misericordia, sin poder entender las razones por las cuales alguien se ha perdido o se ha desviado. Es curioso que eso lo tengan que hacer ahora las terapias psicológicas y no esté presente en la experiencia religiosa oficial. No se trata de decir que Dios ama más a los malos que a los buenos. Eso sería una infamia del un fundamentalismo religioso irracional. Lo que Dios hace, según Jesús, según el evangelista Lucas, es comprender por qué. La terapia del reino debería ser la clave del cristianismo. Y la mejor manera para abandonar la vida sin sentido no es hablar de un Dios inmisericorde, sino del Dios real de Jesús que espera siempre sentir alegría por la vuelta, por la recomposición de la existencia y de la dignidad personal. Fray Miguel de Burgos Núñez Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura Pautas para la homilía Dios nos ama Solo un amor muy fuerte explica y justifica el perdón y la misericordia, y de un amor infinito es natural que salga un infinito perdón. Ese amor, tan retratado a lo largo de todo el Antiguo Testamento, culmina en Jesús (“tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo…” Jn 3,16) y es colocado por Jesús como centro de la actividad divina en su predicación. Y en ese amor sin medida no caben minucias, descuentos ni débitos. Las personas sí tenemos nuestras medidas y en nuestros relatos, aunque nos refiramos a Dios, de modo inconsciente, hacemos referencia al amor humano, que siempre es limitado e imperfecto, por muy grande que sea. Y pensamos que el amor de Dios podría ser igual. De ahí ese diálogo de Moisés con Dios suplicando el perdón. Padre ¿me admites de nuevo? Jesús es la encarnación humana de ese amor de Dios y de su perdón ilimitado. Y cuando pensamos en lo que Dios nos ama, tenemos que olvidar los ejemplos humanos porque a veces no nos sirven, o sublimarlos hasta tal grado que escapan a lo humano, como ocurre con estas parábolas, sobre todo con la del hijo pródigo, o la del hijo mayor que también es perdonado en su frialdad, orgullo y distanciamiento. Las parábolas del amor, son un retrato del amor perfecto, incompatible con ruindades y egoísmos… son en definitiva una meta en el camino de los que queremos ser seguidores de Jesús. Lo nuestro debe ser gozarnos en ese amor, confiarnos a él y seguir la marcha. A Jesús, encarnación del Dios amor, le acusan de sentarse con los pecadores, es decir, de amarles tanto como para desafiar las incomprensiones ajenas y los comentarios malintencionados de fariseos y escribas… pero la razón es fundamental: ama. A su lado, nuestros “amores” se parecen tanto a miedos y prudencias, a componendas con intereses dobles, que nos da vergüenza decir que es “por amor”. Lo terrible es sentirse satisfecho y creerse buenos; lo cristiano es no hablar y no exigir a cambio… simplemente “intentar amar” y lo demás vendrá solo, aunque a veces venga con la incomprensión de los demás. Dios no se pronuncia, Dios no se revela nunca mejor, que cuando perdona. Por eso, los que conocen y aman a Dios celebran una gran fiesta en el cielo. ¡Felicitadme! Es lo que tendríamos que decir después: “¡felicitadme!”; y felicitarnos, porque hemos encontrado tantas cosas perdidas de nuestra vida, sobre todo, la más importante: el amor que Cristo nos da al tenerle a nuestro lado. Éramos la oveja perdida y Dios nos ha encontrado… Habíamos perdido una moneda, y la hemos encontrado… Nos habíamos marchado de la casa paterna y hemos encontrado el camino para volver… Hemos encontrado un tesoro si de verdad somos capaces de decir ¡felicitadme! porque esta palabra está llena, repleta de gracia y de amor. Estos caminos y búsquedas son nuestras experiencias no agotadas, sino muy repetidas hasta sentir el hambre del Padre, que siempre espera y busca hasta cruzarse en nuestros caminos. Nosotros, los humanos, solemos exigir muchísimo; Dios no, sólo pide que volvamos… “setenta veces siete”. Eso es todo, y como nos recuerda san Pablo: “Dios se fía de mí… Derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano”. Y si alguna vez nos sentimos solos y vacíos y nos preguntamos, por cualquier circunstancia ¿dónde está Dios? miremos a nuestro interior, a nuestro corazón, porque quizás está él también sufriendo en nosotros y con nosotros; Dios está siempre junto al que sufre, aunque sea en silencio. Noviciado Interprovincial 2010 Convento de Santo Tomás (Sevilla) Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 09 Sep 2010 07:02 PM PDT Por A. Pronzato - ... Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo (Ex 32,7-11.13-14). - ...Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él... (1 Tim 1,1217). - ...Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado (Lc 15,1-32). Celebración de la misericordia Hoy es muy fácil hallar el tema unitario en la liturgia de la palabra: se trata de una celebración de la misericordia de Dios. -Yahvé, bajo la apremiante y angustiosa petición de Moisés, perdona al pueblo infiel e idólatra (primera lectura). -Pablo, en la apertura del escrito dirigido a Timoteo (segunda lectura), interpreta toda su propia aventura a la luz de la misericordia divina: Cristo ha tenido con él misericordia, cuando todavía era «un blasfemo, un perseguidor y un violento», y, porque «se fió de él», le ha llamado a ser anunciador de un evangelio de misericordia («podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero»). -Jesús, en el evangelio de Lucas, aparece como instrumento de la misericordia de Dios, porque va a buscar y a recuperar lo que estaba perdido («ese acoge a los pecadores y come con ellos», murmuraban escandalizados escribas y fariseos), y revela, a través de las tres parábolas del capítulo 15, el verdadero rostro del Padre (un rostro... materno) y su incurable debilidad frente al «pecador arrepentido». No es posible, obviamente, poner de relieve, de una manera adecuada, toda la riqueza de estos textos. Por eso, nos limitamos a ofrecer algunas pistas de lectura. Contrastes El texto del Exodo está todo él montado sobre el contraste. -Al amor fiel de Dios se contrapone la ligereza, la superficialidad, la facilidad para la traición de «su» pueblo, que se deja atrapar por lo efímero, seducir por el ídolo, y elige la remuneración inmediata: el becerro de oro, precisamente. -El pueblo infiel pierde la memoria de los compromisos apenas asumidos en la Alianza. Sin embargo Dios es «el que se acuerda». Y Moisés en su audaz plegaria de intercesión, se acoge precisamente a esta memoria de Dios: «Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob...». O sea, acuérdate de la ininterrumpida historia de fidelidad que has escrito, y que no puede hacerse añicos precisamente ahora. La Virgen, en el Magnificat, cantará a un Dios que, en vez de recordarse de las culpas, se acuerda «de su misericordia» (Lc 1,54). -Moisés hace una increíble apuesta: el pueblo que él «sacó de Egipto» (¿pero no era Yahvé quien lo sacó de Egipto? En el lenguaje de un Dios encolerizado «mi pueblo» se ha convertido sorprendentemente en «tu pueblo»...) padece un mal irremediable: «dura cerviz». Y entonces Moisés sospecha que la ira de Dios no puede ser lo mejor para la cabeza dura de aquella gente. Sólo la misericordia (esto es, la debilidad, el corazón, o mejor, las entrañas maternales) puede resultar más fuerte que la «dura cerviz». Moisés acude, no a la fuerza, sino a la «debilidad» de Dios para vencer la testarudez de un pueblo pervertido. Alejamiento Un elemento común a todas las lecturas es el alejamiento. -El pueblo se aleja pronto de la adoración del único Señor («...pronto se han desviado del camino que yo les había señalado», se lamenta Yahvé). -Saulo se ha alejado convirtiéndose en «blasfemo». El mismo incluso reconoce que ha estado -aunque sin saberlo- «lejano de la fe». Había puesto su celo «perseguidor» y «violento» al servicio de la causa de Dios (para que algunos sostengan que la historia no se repite...). Sólo que aquella no era más que una imagen deformada de Dios. Descubrirá el verdadero rostro de Dios cuando experimente su misericordia. -La oveja se extravía después de haberse alejado del redil. -Y luego está la mujer que pierde una de sus diez monedas. -Finalmente ahí está el hijo pródigo que se ha alejado de la casa paterna. -Pero no basta: tenemos también al hijo mayor que está «lejano», aunque jamás haya dejado la casa y el trabajo. Su fidelidad, en efecto, es puramente formal; su obediencia está privada de alegría y de amor; su corazón se manifiesta mezquino, incapaz de perdonar, de aceptar al hermano que se ha equivocado («ese hijo tuyo...»). Lo rechaza, se lo endilga al padre, él no lo reconoce. Y el padre se lo remite, no como su hijo, sino como hermano que ha de amar: «este hermano tuyo...»). Por consiguiente también él se ha alejado, es más, permanece obstinadamente lejano, porque es extraño a la misericordia del padre. Quizás los lejanos más irrecuperables son los que, irreprensibles, frecuentan la casa y se estacionan en ella, pero rechazan, con desdén, abandonar los rígidos esquemas de un código de comportamiento formal, y se niegan a «entrar» en la lógica loca de la misericordia («se indignó y se negaba a entrar...»). La verdadera traición es la de aquel que permanece sin dar el paso decisivo: superar el umbral de la observancia exterior y penetrar en el centro de la casa: allí donde late el corazón de un padre, y se da la experiencia sublime de gustar el perdón: «Danos, Padre, la alegría del perdón». Un perdón que hay que recibir y que hay que dar. Qué contraste estridente entre la arrogante reivindicación del hijo mayor («sin desobedecer nunca una orden tuya») y la humilde confesión de Pablo que se reconoce «el primero» entre los pecadores. Quien no admite tener necesidad de perdón, además de no experimentar «la alegría del perdón», jamás será capaz de perdonar. Búsqueda Entre la lejanía y la vuelta-conversión está de por medio una apasionada búsqueda. Advertimos un extraordinario movimiento -además del de la «fuga»- en los textos de este domingo. Moisés da pasos en favor de aquella raza de «dura cerviz». El Señor, el primero, se mueve en dirección de Pablo (no lo espera, va a «alcanzarlo», como lo reconocerá el interesado mismo en Flp 3,12), llamándolo al ministerio a través del descubrimiento-revelación del verdadero rostro de Dios. El pastor va a la búsqueda ansiosa de la oveja perdida. La mujer se empeña («enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado...») para encontrar la moneda que se ha perdido. Solamente el padre de la última parábola parece que se limita a esperar. Pero no es así. También él se ha movido, aunque aparentemente ha permanecido en casa. Ha recuperado al hijo a través de la nostalgia, el deseo, la espera vigilante y trepidante («cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr...»). La conversión es cuestión de pasos. No sólo los pasos del que vuelve. Antes están aquellos, incansables, de quien ama y consiguientemente de quien asume la iniciativa, busca pacientemente, frecuenta los lugares de la perdición (a costa de escandalizar, como hace Cristo, a los bienpensantes, que luego son aquellos, ironía de las palabras, que siempre piensan mal...), patea todos los caminos, no se resigna a la lejanía de nadie. Esos pasos obedecen al ritmo impuesto por el corazón. Fiesta Las tres parábolas del «hallazgo» terminan con una explosión de alegría incontenible. La fiesta es la conclusión de las tres aventuras. La conversión y el perdón desembocan, no en una penitencia punitiva, en una sala oscura en donde están puestos en fila rostros sombríos y amonestadores, frías máscaras, sino en un clima festivo. Pero es importante que todos se sientan implicados en esta fiesta: «Alegraos conmigo... ». La búsqueda puede emprenderla uno solo. Pero la alegría del encuentro ha de ser compartida por todos, sin reservas. La única fiesta que queda suspendida es la última. Frente a los refunfuños del hijo «todo, casa y trabajo y cumplimiento de los reglamentos», los preparativos del padre se interrumpen, se suspenden los bailes, cesa la música. Un corazón seco logra apagar todo. El ha sido un diligente ejecutor de órdenes. Pero ahora que sobre la partitura paterna está la música del perdón y de la misericordia, él logra emitir sólo la nota desentonada, la del escándalo (está escandalizado, primero por las malas compañías de las prostitutas con quienes ha andado su hermano, pero sobre todo, por la debilidad del padre), la nota que tiene el poder de estropear la armonía y suspender la ejecución. La música sólo volverá a sonar si él, el lejano, logra pasar aquel umbral, o sea, logra «entrar» en la fiesta. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 09 Sep 2010 04:46 PM PDT XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C Por José Antonio Pagola Jesús trató de responder a estas preguntas con las parábolas más bellas y conmovedoras que salieron nunca de sus labios. Sin duda las trabajó largamente en su corazón. Todas ellas invitan a intuir la increíble misericordia de Dios. La más cautivadora es la del padre bueno. Un padre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde». Y él les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros"». Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti: ya no merezco ser llamado hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus siervos: «Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado». Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. El le dijo: «Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque lo ha recobrado sano». Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!». Pero él le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado». Jesús conocía bien los conflictos que se vivían en las familias de Galilea: las discusiones entre padres e hijos, los deseos de independencia de algunos o las rivalidades entre hermanos por derechos de herencia ponían en peligro la cohesión y estabilidad de la familia. Se sufría lo indecible, pues la familia lo era todo: hogar, lugar de trabajo y supervivencia, fuente de identidad, garantía de seguridad y protección. Era muy difícil sobrevivir fuera de la familia. Tampoco una familia podía subsistir aislada de las demás. Las aldeas estaban formadas por familias unidas por estrechos lazos de parentesco, vecindad y solidaridad. Juntos preparaban los matrimonios de sus hijos, se ayudaban unos a otros para recoger las cosechas o reparar los caminos y se unían para proteger a las viudas y los huérfanos. Tan importante como la lealtad a la propia familia era la solidaridad entre las familias de la aldea. Los problemas y conflictos de una familia repercutían en todos los vecinos. Cuando Jesús comienza a hablar de los problemas de un padre para mantener unida a su familia, todo el mundo presta atención. Conocen conflictos parecidos, pero lo que pide ese hijo es imperdonable. Al exigir la parte de su herencia está dando por muerto a su padre, rompe la solidaridad de la familia y echa por tierra su honor. ¿Cómo va a repartir su herencia un padre estando todavía en vida? ¿Cómo va a dividir su propiedad poniendo en peligro el futuro de la familia? Lo que exige es una locura y una vergüenza para todo el pueblo. El padre no dice nada. Respeta la sinrazón de su hijo y les reparte su herencia. Los oyentes debieron de quedar consternados. ¿Qué clase de padre es este? ¿Por qué no impone su autoridad? ¿Cómo puede aceptar la locura del hijo perdiendo su propia dignidad y poniendo en peligro a toda la familia? Repartida la herencia, el hijo se desentiende del padre, abandona a su hermano y se marcha a «un país lejano». Pronto, una vida desquiciada lo lleva a la destrucción. Sin recursos para defenderse de un hambre severa, absolutamente solo en medio de un país extraño, sin familia ni protección alguna, termina como esclavo de un pagano cuidando cerdos. Su degradación no puede ser mayor. Sin libertad ni dignidad alguna, haciendo una vida infrahumana en medio de animales «impuros», llega a desear en vano las algarrobas que comen los puercos, pues nadie se las da. Al verse en una situación tan desesperada, el joven reacciona. Recuerda la casa de su padre, donde abunda el pan. Aquel era su hogar; no podía seguir más tiempo lejos de su familia. Consecuente, toma una decisión: «Me levantaré e iré a mi padre». Reconocerá su pecado. Ha perdido todos sus derechos de hijo, pero tal vez pueda ser contratado como un jornalero más. La acogida del padre es increíble. Estando todavía lejos, fuera del pueblo, ve a su hijo derrengado por el hambre y la humillación y «se conmueve». Pierde el control: olvidando su propia dignidad, corre a su encuentro, le abraza con ternura sin dejar que se eche a sus pies y le besa efusivamente sin temor a su estado de impureza. Este hombre no actúa como el patrón y patriarca de una familia. Sus gestos son los de una madre. Esos besos y abrazos entrañables delante de todo el pueblo son signo de acogida y perdón, pero también de protección y defensa ante los vecinos. Interrumpe su confesión para ahorrarle más humillaciones y se apresura a restaurar su dignidad dentro de la familia: lo viste con «el mejor vestido» de la casa, le pone el anillo que le confiere el título de hijo y le hace calzarse sandalias de hombre libre. Pero hay que rehacer también su honor y el de toda la familia dentro de la aldea. El padre organiza un gran banquete para todo el pueblo. Se matará el novillo cebado y habrá música y baile en la plaza. Todo está más que justificado: «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado». Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa. Desgraciadamente faltaba el hijo mayor. Llegó del campo al atardecer. Un día más había cumplido fielmente con su trabajo. Al oír «la música y las danzas», queda desconcertado. No entiende nada. La vuelta del hermano no le produce alegría como a su padre, sino rabia. Se queda fuera sin entrar a la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño ante la familia y los vecinos reunidos para acoger a su hermano. No se había perdido en un país lejano, pero se encuentra perdido en su propio resentimiento. El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha salido al encuentro del hijo llegado de lejos. No le grita, no le da órdenes. No actúa como el patrón de la casa. Al contrario, como una madre, le suplica una y otra vez que venga a la fiesta. Es entonces cuando el hijo explota y deja al descubierto todo su rencor. Ha pasado su vida cumpliendo las órdenes del padre como un esclavo, pero no ha sabido disfrutar de su amor como un hijo. Su vida de trabajo sacrificado ha endurecido su corazón. No vive en la familia; si su padre le hubiera dado un cabrito, hubiera organizado una fiesta, no con él, sino con sus amigos. Ahora no sabe sino humillar a su padre y denigrar a su hermano denunciando su vida libertina con prostitutas. No entiende el amor de su padre hacia aquel miserable. El no acoge ni perdona. El padre le habla con ternura especial. Desde su corazón de padre, él lo ve todo de manera diferente. El hijo llegado de lejos no es un depravado, sino un «hijo muerto que ha vuelto a la vida». Aquel hijo que no quiere entrar en la fiesta no es un esclavo, sino un hijo querido que puede disfrutar junto a su padre compartiendo todo con él. Su único deseo de padre es ver de nuevo a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo fraternalmente un banquete festivo. Jesús interrumpe aquí su relato sin explicación alguna. ¿Qué sintieron los padres que habían cerrado para siempre las puertas a sus hijos escapados de casa para vivir su propia aventura? ¿Qué sintieron aquellos vecinos que tanto despreciaban a quienes habían abandonado el pueblo para irse a vivir a Séforis o Tiberíades? ¿Qué experimentaron los que llevaban años lejos de Dios, al margen de la Alianza, sin preocuparse de cumplir la ley ni de peregrinar al templo? ¿En qué pensaron los que vivían dentro de la Alianza y despreciaban a pecadores, recaudadores y prostitutas? Todos han empezado por juzgar rápidamente la insensatez de aquel padre por su falta de autoridad para imponerse a sus hijos, pero, al conocer su compasión increíble, al verlo perdonar y proteger maternalmente a su hijo perdido, y salir humilde al encuentro del hijo mayor, buscando apasionadamente la reconciliación de todos en una fiesta, quedan probablemente desconcertados y conmovidos. ¿Es posible que Dios sea así? ¿Como un padre que no se guarda para sí su herencia, que respeta totalmente el comportamiento de sus hijos, que no anda obsesionado por su moralidad y que, rompiendo las reglas convencionales de lo justo y correcto, busca para ellos una vida digna y dichosa? ¿Será esta la mejor metáfora de Dios: un padre acogiendo con los brazos abiertos a los que andan «perdidos» fuera de casa, y suplicando a cuantos lo contemplan y le escuchan que acojan con compasión a todos? La parábola significa una verdadera «revolución» ¿Será esto el reino de Dios? ¿Un Padre que mira a sus criaturas con amor increíble y busca conducir la historia humana hacia una fiesta final donde se celebre la vida, el perdón y la liberación definitiva de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano? Jesús habla de un banquete espléndido para todos, habla de música y de danzas, de hombres perdidos que desatan la ternura de su padre, de hermanos llamados a perdonarse ¿Será esta la buena noticia de Dios? Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 09 Sep 2010 04:29 PM PDT Por Fernando Torres Pérez cmf Entre la idolatría y la compasión De tanto visitar museos y ver documentales o películas en televisión nos creemos que lo de los ídolos pertenece nada más a civilizaciones antiguas o a culturas premodernas, hombres y mujeres con taparrabos, armados con lanzas y mazas en escenarios exóticos. Como mucho nos vamos al tiempo de los romanos. Pero los ídolos han existido y existen. ¿Qué o quiénes son? Es sencillo: todo aquello que ponemos en el lugar de Dios sin ser Dios. Dejarse llevar por los ídolos, adorarlos, tiene un efecto curiosísimo: si el Dios de Jesús es el Dios de la libertad, el Dios que nos convoca a la vida y a la fraternidad, los ídolos nos terminan llevando exactamente a lo contrario. Exigen de tal manera nuestra adoración que nos convierten en esclavos suyos, perdemos la libertad y nos convertimos en una pura apariencia de aquello a lo que el Abbá de Jesús nos ha llamado a ser: personal libres, adultas, responsables, capaces de vivir y relacionarnos con los demás y con todo lo creado de una forma armoniosa y que lleve a toda la creación a su cumplimiento. Lo que pasa es que los ídolos de las películas, los documentales y los museos se identifican con facilidad y los que seguimos en nuestra vida a veces no son tan fáciles de poner el hombre adecuado. Pero, ¿no es un ídolo cuando una persona, hombre o mujer se entrega de tal modo a su trabajo que se olvida de las relaciones humanas, de su familia, de sus amigos? ¿No es un idólatra el que busca única y exclusivamente el éxito en su vida y para ello no duda en sacrificarlo todo? El Dios que nos libera Podíamos seguir poniendo ejemplos. Pero no hay espacio. Basta con releer la primera lectura y darnos cuenta de que no sólo el pueblo de Israel en el desierto se fabricó un ídolo hecho de metal y lo adoró. También nosotros tenemos nuestros ídolos, los adoramos, sacrificamos en su altar demasiadas cosas y al final nos encontramos pobres, esclavos y habiendo perdido lo mejor de la vida: nuestra libertad. Y todo eso por habernos dejado llevar por los cantos de sirena de esos ídolos que nos prometían libertad, riqueza, prestigio, felicidad... pero que luego sus promesas se convierten en cenizas que nos manchan las manos y nos dejan hundidos en la miseria. El Dios de Jesús es liberador, nos ofrece la libertad liberándonos de nuestras más propias e íntimas esclavitudes. El Evangelio de hoy nos lo recuerda en esas tres parábolas que nos cuenta, dos breves –la oveja perdida y la moneda perdida– y una larga –la historia del hijo pródigo–. Pero no hay que olvidar el comienzo del relato. Jesús no hace sino responder a la acusación de los fariseos y escribas que le culpan de “acoger a los pecadores y comer con ellos.” ¡Claro! ¿Cómo podía Jesús actuar de otra manera? Su misión consistía básicamente en acoger a los pecadores, tratarlos como personas, devolverlos la confianza en sí mismos, hacer que se sintiesen amados por Dios, que experimentasen la misericordia inmensa de Dios, que la reconciliación llegase hasta lo más honde de sus heridas, que descubriesen e identificasen a los ídolos que les habían llevado a esa postración. Jesús por la sencilla razón de que ellos, los pecadores, son la oveja y la moneda perdidas de Dios. Ellos son los que de una manera especial necesitan la cercanía y el cariño de Dios. Por la compasión y la misericordia No hay pecado que se resista a ese amor de Dios. No hay vida, por depravada que sea, que no se pueda curar, reconciliar, reconstruir ante el bálsamo del amor, la misericordia y la compasión de Dios. Y si no lo creemos, ahí tenemos el ejemplo de Pablo en la segunda lectura. Dice de sí mismo que era un blasfemo, un perseguidor. Pero también está convencido de que Dios tuvo compasión de él. Y nos invita a fiarnos de él cuando nos dice que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Lo dice que absoluta seguridad, porque se siente, por su historia, el primero de los pecadores. Pablo lo cuenta sin pudor porque para él es una forma de alabar y agradecer a Dios por el amor recibido. ¿Hemos experimentado ese amor y esa misericordia? La cuestión no es baladí porque sólo los que han experimentado la compasión de Dios podrán hacérsela llegar a los demás. Hoy somos nosotros los brazos y las manos de Dios para acoger a nuestros hermanos y hermanas. Hoy somos nosotros la lengua de Dios para comunicar al mundo que Dios no es Dios de muerte sino de vida, no de opresión sino de libertad, no de condenación sino de salvación. Ahí está nuestro compromiso. O, dicho de otra manera, nuestra forma de agradecer a Dios por el amor con que nos ha amado y nos ama cada día. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 09 Sep 2010 04:25 PM PDT Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 37-42 Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes». Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano». Compartiendo la Palabra Por Conrado Bueno, cmf Mirar con los ojos de Dios “Ojos claros, serenos” Como el madrigal de Gutierre de Cetina, pedimos a Dios para nosotros unos ojos claros, serenos. Los ojos del rostro y los ojos del corazón. Pedimos en oración que se cumpla en nosotros la exhortación de Jesús en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Así echaremos fuera las “pajas y vigas” que puedan enturbiar nuestra mirada. Igualdad, no dominio Tres unidades aparecen en este texto evangélico. Las tres sobre el fondo de la máxima de Jesús expuesta en el versículo anterior: “No juzguéis”. Primero está el refrán: “Si un ciego guía a otro ciego…”. Dicen los entendidos que aquí se reprueba el dominio de uno sobre el otro; existe más egoísmo que ayuda. Luego viene la sentencia: “Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será igual que su maestro”; esta igualdad aleja la tentación del poderío de uno sobre el otro. Finalmente, está la imagen de “la paja y la viga”. Es la expresión suprema del juicio, de la condenación y del dominio sobre los demás. Limpiar nuestros ojos Mejor será sacar nuestra viga que fijarse en la mota del otro. Lo contrario es el colmo: juzgar antes al otro, por pequeñas cosas, que a nosotros mismos, con nuestro pecado. Esta conducta sólo merece, por parte del Señor, la acusación de “hipócrita”. No juzgar a los demás es no caer en la tentación, tan frecuente, de querer dominar. Una consecuencia inmediata es no proyectar sobre otros la culpa, para defendernos de nuestros propios errores. No podemos hacernos las víctimas. Oyendo a algunos cristianos, se diría que la causa y la culpa de los males que nos aquejan, como Iglesia, están siempre “fuera”, en los otros. Vamos, pues, a mirar con ojos limpios; es decir, con los ojos de Dios, que no juzgan, no condenan y miran siempre con benevolencia. Que nadie imponga, nadie quiera hacerse más que el otro. Al revés, rompamos la dialéctica dominantes-dominados, mediante el amor y la comunión cristiana. Como San Pablo: me hago todo para todos. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. jueves 9 de septiembre de 2010Lecturas y Liturgia de las Horas: 10 de Setiembre de 2010SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 9, 16-19. 22b-27 Hermanos: Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡jAy de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es entonces mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere. En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor al Evangelio, a fin de poder participar de sus bienes. ¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. Así, yo corro, pero no sin saber adonde; peleo, no como el que da golpes en el aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado. Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 83, 3-6. 12 R. ¡Qué amable es tu Casa, Señor del universo! Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. R. Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones, junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios. R. ¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender la peregrinación! R. Porque el Señor es sol y escudo; el Señor da la gracia y la gloria, y no niega sus bienes a los que proceden con rectitud. R. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 37-42 Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes». Les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano». Palabra del Señor LITURGIA DE LAS HORAS TIEMPO ORDINARIO VIERNES DE LA SEMANA XXIII De la feria. Salterio III 10 de septiembre LAUDES (Oración de la mañana) INVOCACIÓN INICIAL V. Señor, abre mis labios R. Y mi boca proclamará tu alabanza. INVITATORIO Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia. Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Himno: CREADOR SEMPITERNO DE LAS COSAS. Creador sempiterno de las cosas, que gobiernas las noches y los días, y, alternando la luz y las tinieblas, alivias el cansancio de la vida. Pon tus ojos, Señor, en quien vacila, que a todos corrija tu mirada: con ella sostendrás a quien tropieza y harás que pague su delito en lágrimas. Alumbra con tu luz nuestros sentidos, desvanece el sopor de nuestras mentes, y sé el primero a quien, agradecidas, se eleven nuestras voces cuando suenen. Glorificado sea el Padre eterno, así como su Hijo Jesucristo, y así como el Espíritu Paráclito, ahora y por los siglos de los siglos. Amén. SALMODIA Ant. 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí. Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios, Salvador mío!, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí. Ant. 2. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti. Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE Y DE GUERRA - Jr 14,17-21 Mis ojos se deshacen en lágrimas, día y noche no cesan: por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo, una herida de fuertes dolores. Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país. ¿Por qué has rechazado del todo a Judá? ¿tiene asco tu garganta de Sión? ¿Por que nos has herido sin remedio? Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación. Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti. No nos rechaces, por tu nombre, no desprestigies tu trono glorioso; recuerda y no rompas tu alianza con nosotros. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti. Ant. 3. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Salmo 99 - ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con aclamaciones. Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre: «El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. LECTURA BREVE 2Co 12, 9b-10 Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. RESPONSORIO BREVE V. En la mañana hazme escuchar tu gracia. R. En la mañana hazme escuchar tu gracia. V. Indícame el camino que he de seguir. R. Hazme escuchar tu gracia. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. En la mañana hazme escuchar tu gracia. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo. Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo. PRECES Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo: Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre. Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz: mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre. Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior torrentes de agua viva, derrama tu Espíritu sobre todos los hombres. Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio, haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad. A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu pasión, concédeles fortaleza y paciencia. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común, diciendo: Padre nuestro... ORACIÓN Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. ---------------------------------- VÍSPERAS Oración de la tarde V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Himno: YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE Yo he sentido, Señor, tu voz amante, en el misterio de las noches bellas, y en el suave temblor de las estrellas la armonía gocé de tu semblante. No me llegó tu acento amenazante entre el fragor de trueno y de centellas; al ánima llamaron tus querellas como el tenue vagido de un infante. ¿Por qué no obedecí cuando te oía? ¿Quién me hizo abandonar tu franca vía y hundirme en las tinieblas del vacío? Haz, mi dulce Señor, que en la serena noche vuelva a escuchar tu cantilena; ¡ya no seré cobarde, Padre mío! Amén. SALMODIA Ant. 1. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. Salmo 134 I - HIMNO A DIOS POR SUS MARAVILLAS Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya. Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos. Hace subir las nubes desde el horizonte, con los relámpagos desata la lluvia, suelta a los vientos de sus silos. Él hirió a los primogénitos de Egipto, desde los hombres hasta los animales. Envió signos y prodigios -en medio de ti, Egipto- contra el Faraón y sus ministros. Hirió de muerte a pueblos numerosos, mató a reyes poderosos: a Sijón, rey de los amorreos; a Hog, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. Y dio su tierra en heredad, en heredad a Israel, su pueblo. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. Ant. 2. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es amable. Salmo 134 II. Señor, tu nombre es eterno; Señor, tu recuerdo de edad en edad. Porque el Señor gobierna a su pueblo y se compadece de sus siervos. Los ídolos de los gentiles son oro y plata, hechura de manos humanas: tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, no hay aliento en sus bocas. Sean lo mismo los que los hacen, cuantos confían en ellos. Casa de Israel, bendice al Señor; casa de Aarón, bendice al Señor; casa de Leví, bendice al Señor; fieles del Señor, bendecid al Señor. Bendito en Sión el Señor, que habita en Jerusalén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es amable. Ant. 3. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor. Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES - Ap 15, 3-4 Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor. LECTURA BREVE St 1, 2-4 Hermanos míos, si estáis sometidos a tentaciones diversas, consideradlo como una alegría, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia. Pero haced que la constancia dé un resultado perfecto, para que seáis perfectos e íntegros, sin defectos en nada. RESPONSORIO BREVE V. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre. R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre. V. Y ha hecho de nosotros reino y sacerdotes para el Dios y Padre suyo. R. Por la virtud de su sangre. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia. Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55 Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia. PRECES Invoquemos al Hijo de Dios, a quien el Padre entregó por nuestras faltas y lo resucitó para nuestra justificación, diciendo: Señor, ten piedad. Escucha, Señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se confiesen culpables y en tu bondad otórganos el perdón y la paz. Tú que, por medio del Apóstol nos has enseñado que donde se multiplicó el pecado sobreabundó mucho más la gracia, perdona con largueza nuestros muchos pecados. Hemos pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita; vuélvete a nosotros para que podamos convertirnos a ti. Salva a tu pueblo de sus pecados, Señor, y sé benévolo con nosotros. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Tú que abriste las puertas del paraíso al buen ladrón, ábrelas también para nuestros hermanos difuntos. Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en Dios, digamos confiadamente: Padre nuestro... ORACIÓN Señor, Padre santo, que quisiste que tu Hijo fuese el precio de nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en los padecimientos de Cristo, nos gocemos también en la revelación de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. --------------------------------- COMPLETAS (Oración antes del descanso nocturno) INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. EXAMEN DE CONCIENCIA Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados. Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE Cristo, Señor de la noche, que disipas las tinieblas: mientras los cuerpos reposan, se tú nuestro centinela. Después de tanta fatiga, después de tanta dureza, acógenos en tus brazos y danos noche serena. Si nuestros ojos se duermen, que el alma esté siempre en vela; en paz cierra nuestros párpados para que cesen las penas. Y que al despuntar el alba, otra vez con fuerzas nuevas, te demos gracias, oh Cristo, por la vida que comienza. Amén. SALMODIA Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia. Salmo 87 - ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor. Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido. Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano. Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas. Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos: encerrado, no puedo salir, y los ojos se me nublan de pesar. Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias? ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla o tu justicia en el país del olvido? Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro? Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores, pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una; alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia. LECTURA BREVE Jr 14, 9 Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro. RESPONSORIO BREVE V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V. Tú, el Dios leal, nos librarás. R. Te encomiendo mi espíritu. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32 Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. ORACIÓN OREMOS, Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor. Amén BENDICIÓN V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. R. Amén. ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros. |
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