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domingo, 12 de septiembre de 2010

CAMINO MISIONERO. 12/09/2010

  • ORACIONES para la EUCARISTÍA: REENCUENTRO CON DIOS (DOMINGO 24 TO)
  • Evangelio Misionero del Dia: 12 de Setiembre de 2010 - DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
  • SENTIR QUE DIOS NOS QUIERE
  • UNA PARÁBOLA PARA NUESTROS DÍAS
  • La oveja perdida
  • EL ORIGEN DE LA CREENCIA PROVIDENCIALISTA
  • Argentina: La Iglesia realiza en todo el país la colecta anual Más por Menos
  • XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
  • EVANGELIO DEL DOMINGO: ¿ES USTED UN PRÓDIGO?
  • LA IGLESIA DE LA VERDADERA INDEPENDENCIA, LA IGLESIA DE LA AUTÉNTICA LIBERTAD
  • Encuentros con la Palabra: “(...) hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte (...)”
  • Lecturas y Liturgia de las Horas: 12 de Setiembre de 2010
Posted: 11 Sep 2010 04:58 PM PDT


Publicado por Fe Adulta

ANÁFORA

Es justo, es obligado que no nos cansemos nunca de darte gracias,
Señor Dios, porque has actuado con nosotros como un padre y una madre
y has salido a nuestro encuentro, te has adelantado a darnos tu cariño,
sin esperar siquiera a que te correspondamos.
Gracias por ser como eres, puro amor, pura bondad y generosidad.
Gracias porque estás en nuestro interior,
porque nos sostienes y nos das la vida.
Gracias porque no quieres que ninguno de nosotros sufra ninguna penalidad.
Te confesamos, Padre, que nos cuesta imaginar tu amor incondicional, gratuito,
porque somos irremediablemente interesados cuando amamos a los nuestros.
Humildemente, pero también con cariño de hijos,
queremos expresarte ahora nuestro agradecimiento
entonando este viejo himno en tu honor.

Santo, santo…

Te damos gracias de una manera especial, Dios nuestro, por tu hijo Jesús.
Su atractivo y liderazgo nos ha reunido en torno a Ti.
Jesús es la prueba viviente de tu amor hacia nosotros.
Su vida acompasó una total entrega a los demás con una continua oración.
Y tanto llegó a identificarse contigo que conocerle a él es como conocerte a Ti.
Él nos ha enseñado en sus parábolas que nos buscas, que nos esperas,
que te interesamos, que te alegras cuando volvemos la mirada hacia Ti
que celebras fiestas en el cielo cuando nos encontramos con nosotros mismos
y nos ponemos de nuevo al servicio de nuestros hermanos.
Padre de Jesús y Padre nuestro, tratamos ahora de recordar toda su vida,
repitiendo las palabras y gestos de su cena de despedida,
partiendo y repartiendo este pan y brindando con este vino.

El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Recordamos agradecidos la vida entera de Jesús, tu hijo.
Este sacramento simboliza su compromiso vital con la humanidad.
Queremos que represente también nuestro testimonio personal y comunitario.
En la medida de nuestra limitación queremos seguir a Jesús,
ser sus testigos, luz y sal para la gente de hoy.
Sabemos que no haces milagros, que los milagros los debemos hacer nosotros,
porque has delegado en nosotros la responsabilidad de gobernar este mundo
y nuestra misión es hacerlo mucho menos injusto y mucho más solidario.
Danos tu espíritu, Padre, y envíanos como mensajeros tuyos,
ayúdanos, para que entre todos los seres humanos de buena voluntad construyamos tu reino, hagamos realidad tu proyecto.
Te damos las gracias por haber acogido en tu regazo de Padre-Madre
a nuestros familiares y amigos difuntos.
Y te bendecimos ahora, ellos y nosotros, junto con tu hijo Jesús,
como querríamos hacerlo por toda la eternidad.
AMÉN.


Rafael Calvo Beca

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PRINCIPIO

Gracias Padre porque nos has traído a tu mesa.
Muchas veces nos vamos lejos de ti,
pero tú siempre sales a buscarnos
y siempre nos encuentras y nos invitas.
Gracias Padre, por Jesús, nuestro Señor.


OFRENDA

Como hizo el mismo Jesús, ponemos en tu mesa este pan y este vino,
nuestro cuerpo, nuestra sangre, nuestra vida entera;
ayúdanos para que sean un completa ofenda entregada a tu Reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Hemos disfrutado de tu presencia,
de tu perdón, de tu palabra, de tu pan.
Gracias, Padre, no permitas que nos alejemos nunca de ti.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


José Enrique Galarreta

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CORAZÓN DE PADRE Y MADRE

Si al pensar en mis hijos
me emociono más de lo que a veces quiero;
si al mirarlos cada día
creo que son joyas inmerecidas;
si al verlos en peligro
corro a socorrerles con el corazón en vilo;
si cuando hacen alguna fechoría
estoy deseoso de perdonarlos;
si cuando desbaratan mis planes
tiendo siempre a justificarlos;
si cuando tengo que corregirlos
sólo sé hacerlo con cariño;
si cuando los castigo aún convencido
me duele en lo más íntimo:
si cuando piden perdón
me derrito aunque vuelvan a hacer lo mismo;
si cuando ríen sus ocurrencias
me parecen pillos en fiesta;
si cuando estoy con ellos
camino lleno de vida y muy erguido...
Y si cuando se me pierden
me encuentro perdido
hasta encontrarlos y recuperarlos
sanos y salvos.

Si esto me pasa a mí,
que no soy bueno,
que a veces desconfío de ellos
y de mí mismo,
que sólo soy un aprendiz de tus deseos...,
¡qué no te pasará a Ti,
que eres bueno,
que tienes un corazón de ensueño
y que no sabes desconfiar de nosotros
aunque nos hayamos ido lejos!


Florentino Ulibarri
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 11 Sep 2010 04:52 PM PDT
PARÁBOLAS DE MISERICORDIA


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-32


Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».
Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado".
Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».

Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf

Dos veces durante este año, en el cuarto Domingo de Cuaresma y en la fiesta del Sagrado Corazón, hemos relatado las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo, que nos trae el Evangelio de hoy.
Pero, entre las dos, pone Lucas otra parábola que es encantadora. A lo mejor Jesús recordaba una escena que pudo contemplar de muchacho en cualquier casa de su Nazaret. El caso es que contaba:
* ¿No sabéis lo que le pasó a aquella mujer? Era muy sencilla, pobre, trabajadora, siempre en su casa, con todos los deberes que le imponía el ser esposa y madre. No tenía joyas, pero su mayor tesoro eran diez dracmas, esas monedas de plata que, aparte de su valor comercial, tenían otro muy superior, porque eran las arras que su marido le había entregado el día de la boda.
Las guardaba como su mayor tesoro. Las agarraba a veces para verlas de nuevo, las contaba una a una, y otra vez al estuche... Aquel día, igual: Una..., dos..., ocho..., nueve,...
Hasta que lanzó un grito que alarmó a todas las vecinas:
- ¡Que se me ha perdido una dracma! ¿Quién me la habrá robado?...
Se mete de nuevo en casa para seguir en la búsqueda. Y sí, sí, faltaba una...
Nerviosa, barre otra vez el suelo, revuelve el armario, sacude la ropa..., hasta que ¡Tliiiin!..., la moneda de plata que aparecía. La pobrecita mujer volvió de la muerte a la vida. Y ahora vuelve locas otra vez a las vecinas con sus gritos de júbilo:
- ¡Alegraos conmigo, que he encontrado la dracma que se me había perdido! *
La conclusión que sacará Jesús es la misma que con las parábolas de la oveja perdida y hallada, y la del hijo aventurero que se escapó y volvió a la casa:
- Así, así hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que no por tantos justos que no necesitan convertirse...
Esto nos lleva a una reflexión obligada: ¿Puedo desconfiar de Jesucristo?... ¿Puedo tener miedo a Dios?... ¿Qué es más grande, mi culpa o la bondad misericordiosa de ese Dios que espanta a algunos?...
Nosotros nos hemos empeñado, muy equivocadamente, en pensar que el amor de Dios es como el nuestro: egoísta, interesado, justiciero. Nosotros decimos:
te amo, mientras tú me quieras;
te quiero, mientras tú no me hagas una mala jugada;
estaremos bien los dos, mientras tú te portes bien conmigo...
Este es el lenguaje secreto de nuestro corazón.
No sabemos amar gratuitamente, desinteresadamente, sin esperar recompensa. Más, no concebimos un amor en medio de la ingratitud y hasta de la injuria.
Así de pobre es nuestro amor, y así nos hemos empeñado en que sea también el amor de Dios.
Afortunadamente, este amor de Dios para con nosotros es del todo diverso.
Dios ama de una manera completamente gratuita.
Dios ama no esperando nada.
Dios ama hasta cuando somos ingratos.
Dios ama hasta cuando se le ofende.
Dios ha dado su amor, y Dios guarda una fidelidad inquebrantable a ese amor que Él dio.
Por eso busca Dios al pecador. Y se alegra hasta la locura divina cuando reconquista un corazón que le falló.
Únicamente deja ese amor de ser bondadoso y misericordioso, para convertirse en amor ofendido, justiciero y vengador, cuando el que se apartó de Dios ha caído en la eternidad inmutable. Después de la muerte, cuando el alma ha elegido su destino final lejos de Dios, Dios la deja de su Providencia y cae en una condenación sin remedio.
Mientras tanto, Dios será el pastor que buscará con ansiedad a la oveja perdida.
Dios será como la mujer que no para hasta dar con la moneda de plata que es su tesoro.
Dios será, sobre todo, el padre que no aguanta el dolor hasta que ve volver al hijo alocado que se le escapó de casa...
Y cuando Dios ha recobrado esa oveja, o esa dracma, o a ese hijo, manda hacer una fiesta grande en el Cielo, anticipo de la que prepara ansioso para cuando llegue la entrada de quien ya no se podrá perder jamás...
Mientras no se tiene este concepto de Dios, la vida es para muchos una tortura.
Cuando se piensa de Dios tal como Él se revela en el Evangelio con estas tres parábolas de ternura sin igual, la vida adquiere su verdadera dimensión, y nos decimos: Si me ama Dios, yo le amo. Y, como Él me ama siempre, siempre le amo yo también. Si me alejo de su amor, vuelvo siempre al amor que me sigue buscando. Sólo temo perder yo el amor que Dios no pierde nunca.
El Apóstol san Pablo nos lo dice de manera grave, pero lapidaria: Si nosotros le negamos, Él permanece fiel, porque no se puede negar a sí mismo.
¡Amor de mi Dios, amor que me buscas siempre!
Siempre podré decirte lo de la conocida y repetida canción: “Si grandes son mis culpas, más grande es tu bondad”.
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 11 Sep 2010 01:22 PM PDT


XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C
Por José Enrique Galarreta


De las tres parábolas que se contienen en el capítulo 15, solamente la oveja perdida tiene un paralelo en los sinópticos (Mateo 18.12), y una amplificación en "El buen pastor" de Juan 10. La moneda perdida y el hijo pródigo están sólo en Lucas, y produce sorpresa que estos mensajes que nosotros consideramos tan reveladores de Jesús no aparezcan en ninguna otra parte.

Los expertos más radicales llegan a afirmar que la parábola del Hijo Pródigo sea una amplificación redaccional lucana sobre la línea general del perdón expresada por Jesús. Pero esta teoría no ha tenido apenas aceptación.

Como todas las parábolas, están tomadas de la vida cotidiana y buscan la identificación del auditorio (¿quién de vosotros?). Su contexto vital es la permanente discusión con los fariseos y escribas, que reprochan a Jesús su trato con pecadores.

En este sentido, la situación vital es la misma que la del banquete en casa de Leví, y su mensaje es el mismo de "no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos", con su velada ironía respecto a los "sanos".

Las dos pequeñas parábolas, de la oveja y de la moneda son paralelas, tienen el mismo mensaje. Llama la atención en ellas la pasividad del encontrado (la oveja, la moneda). No son parábolas de conversión sino revelaciones del corazón de Dios.

Son, por otra parte, parábolas paradójicas, especialmente para aquellos a quienes se dirigen - fariseos y letrados - porque ofrecen una imagen de Dios sorprendente para su mentalidad.

Los escribas y fariseos que aparecen en los evangelios representan una religiosidad perfectamente razonable:

Dios está con los buenos,
los buenos son los que cumplen la ley de Dios,
nosotros cumplimos la ley de Dios,
nosotros somos los buenos,
Dios está con nosotros.

Lo más que se puede pedir de Dios es que esté dispuesto a recibir al que se convierte.

Jesús va más allá. El pastor y la mujer preocupados por lo que han perdido son una imagen de Dios más atrevida. No es que Dios esté dispuesto a recibir al pecador "si se convierte", sino que Dios es un activo buscador de algo suyo que ha perdido. Una vez más, Jesús está desmontando la imagen de Dios-Juez.

Nada más opuesto a la imagen del juez que la figura de la mujer pobre que se vuelve loca de alegría al encontrar su monedilla hasta el punto de hacer el ridículo alborotando a toda la vecindad por algo tan insignificante. Esto nos lleva a dos consideraciones.

En primer lugar. Nuestra fe se basa en la Palabra. Conocemos de Dios lo que Dios ha dicho de sí mismo. Pero nuestra mente es orgullosa, y se permite definir a Dios y especular sobre Dios. Puede hacerlo hasta cierto punto, pero puede engañarse y crear ídolos, dioses a su imagen y semejanza.

El problema está en que no comparamos las creaciones de nuestra mente con la palabra, para verificar si acertamos, sino que sometemos la Palabra a las creaciones de nuestra mente.

Y así llegamos a la definición de Dios como Juez Misericordioso (juez más bien blando). Pero Jesús no habla de Dios juez en el sentido jurídico judicial. Las imágenes de estas dos parábolas lo dejan muy claro.

Tampoco hace Jesús definiciones de Dios en sí, sino de cómo se porta Dios con nosotros. Pero nuestra razón investiga sin descanso la esencia de Dios, hasta el punto de que las mayores fracturas de la Iglesia se producen en este campo, y nos hemos rechazado como herejes ante todo por cuestiones de comprensión de la esencia divina. ¿No sería importante, quizá necesario, volver a una teología más evangélica y menos elucubrativa?

En segundo lugar. Jesús propone estas parábolas para defenderse de una acusación de los fariseos y letrados. Jesús justifica su propia actuación. Come con pecadores porque quiere rescatarlos. Toma la iniciativa del médico que se acerca al enfermo porque el enfermo le necesita, porque quiere curar.

Nosotros entendemos así muy bien el corazón de Jesús, sus sentimientos, su actitud ante las personas. Y nuestra fe consiste en subir desde ahí hacia Dios. No pensamos que Jesús es así simplemente porque es un buen hombre: creemos que Jesús es así porque está lleno del Espíritu de Dios. Por eso, el que ve a Jesús ve cómo es Dios. Creemos que Dios es así porque lo vemos actuar en Jesús.

Este es un pilar de la fe cristiana: Jesús revelación de Dios. Es al revés que el ingenuo planteamiento del libro del Éxodo, cuando Moisés aplaca a Dios airado, o el del Génesis, cuando Abrahán regatea con Dios por la salvación de los pocos justos de Sodoma.

Dios es el bueno: Jesús es bueno porque el Espíritu de Dios estaba con él. El Padre es el Salvador: Jesús es salvador porque se parece a su padre. Jesús es capaz de dar la vida porque el padre es capaz de dar la vida, y no, desde luego, porque el Padre exija sangre para aplacarse.

Es de radical importancia que reflexionemos cómo nos sentimos ante Dios. En muchos de nosotros predomina la sensación de siervo de un Amo Poderoso a quien hay que obedecer. Si esto es así, no hemos recibido la Buena Noticia, la mejor de las noticias: Dios te quiere, y está dispuesto a cualquier cosa por ti.

Toda la vida espiritual de un cristiano nace de aquí: sentirse querido por Dios, como nos sentíamos queridos por nuestra madre. Sin esta base, toda nuestra vida espiritual se ve falseada, y nuestra relación con los demás también.

Si el Primer Mandamiento es amar a Dios y al prójimo, esto significa que o fundamos todo, nuestra relación a Dios y a los demás, sobre el amor, o no hemos entendido nada. Pero cada cosa en su sitio: el amor de Dios, saber, sentir que Dios me quiere, es la fuente. De ahí nace todo lo demás.

El amor de Dios no es una evidencia, es un acto de fe; a esta fe no podemos llegar con argumentos, no es una deducción de la lógica. A esta fe llegamos por la contemplación de Jesús, sólo así. Y es la esencia de la fe: creo en Jesús significa que me fío de él y acepto a Dios como Él lo muestra, en sus palabras y en sus acciones.

Y nosotros, cristianos viejos, seguimos oyendo la invitación primera de Jesús: “convertíos”, cambiad, cambiad de Dios, abrir el corazón al amor de vuestra Madre.

Esto es aún más importante en nuestras situaciones de fallo, lo que llamamos pecado. La reacción normal de un cristiano normal es ante todo apartarse, sentirse indigno de acudir a Dios. La reacción normal es también sentir la necesidad de pedir mil veces perdón a Dios, la necesidad de pagar, de expiar. Una vez más, convertíos, cambiad: si estás enfermo, acudes rápidamente al médico. Dios madre, médico, pastor que recorre el monte en busca de la oveja, mujer que se afana en buscar la moneda… Es fuerte decirlo, pero sentirse pecador es la situación privilegiada para acercarse a Dios.

Una aplicación importante es nuestra concepción del sacramento de la reconciliación. Hasta tal punto lo hemos entendido con categorías del Antiguo testamento que le llamábamos “sacramento de la penitencia”, porque dábamos más importancia a nuestra penitencia.

“Sacramento de la reconciliación” suena mejor, pero aún parece que los dos amigos estaban enfadados. Se podrían usar otras fórmulas: sacramento del encuentro, sacramento del abrazo, sacramento del regreso…

Cualquier cosa que sirva para entender y expresar que Dios no está enfadado, ni ofendido, ni airado, ni cosas de esas que decía el Antiguo Testamento. Dios está preocupadísimo, buscando afanosamente cómo sacarme del mal paso en que me he metido.

Y el sacramento no es un acto judicial en que un juez blando pasa por encima de la justicia y me perdona sin pagar nada. Es que me vuelvo a Dios y le encuentro que me quiere como siempre, o más que antes, porque le necesito más.

Hemos de recordar que el sacramento de la reconciliación no es para que Dios me perdone, sino para celebrar que Dios me perdona. No es una condición para que Dios me perdone, sino una fiesta porque Dios es siempre así y mis pecados no le hacen quererme menos sino más.



DE LA CARTA A LOS ROMANOS (8:14‑39)


Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios
son hijos de Dios.
No hemos recibido un espíritu de esclavos
para recaer en el temor,

sino un espíritu de hijos que nos hace exclamar:
¡Abbá, Padre!


Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará con él también todas las cosas?


¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
Dios es el que salva, ¿quién condenará?
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?,
¿el hambre?, ¿la pobreza?, ¿los peligros?, ¿la desgracia?.
Pero en todo esto salimos vencedores
gracias a Aquél que nos amó.


Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida
ni ningún poder presente ni futuro
ni otra criatura alguna
podrá separarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
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Posted: 11 Sep 2010 01:13 PM PDT


XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C
Por José Antonio Pagola


En ninguna otra parábola ha querido Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como ésta del "Padre bueno".

El hijo menor dice a su padre: «dame la parte que me toca de la herencia». Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. No será feliz hasta que su padre desaparezca. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.

¿No es ésta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.

El hijo se marcha a «un país lejano». Necesita vivir en otro país, lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo... ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?

Pronto se instala el hijo en una «vida desordenada». El término original no sugiere sólo un desorden moral sino una existencia insana, desquiciada, caótica. Al poco tiempo, su aventura empieza a convertirse en drama. Sobreviene un «hambre terrible» y sólo sobrevive cuidando cerdos como esclavo de un extraño. Sus palabras revelan su tragedia: «Yo aquí me muero de hambre».

El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?

El joven «entró dentro de sí mismo» y, ahondando en su propio vacío, recordó el rostro de su padre asociado a la abundancia de pan: en casa de mi padre «tienen pan» y aquí «yo me muero de hambre». En su interior se despierta el deseo de una libertad nueva junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión: «Me pondré en camino y volveré a mi padre».

¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, «sale corriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente». Esos abrazos y besos hablan de su amor mejor que todos los libros de teología. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.
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Posted: 11 Sep 2010 01:09 PM PDT
El evangelio de mañana contiene las parábolas de la oveja y el dracma. No hay proporción entre lo perdido y lo que se tiene. Esa es la lógica "ilógica" de la misericordia de Dios.


Ven, Jesús, a buscarme,
busca a la oveja perdida.

Ven, pastor.
Deja las noventa y nueve
y busca la que se ha perdido.

Ven hacia mí.
Estoy lejos.
Me amenaza la batida de los lobos.

Búscame,
encuéntrame,
acógeme,
llévame.
Puedes encontrar al que buscas,
tomarlo en brazos
y llevarlo.

Ven y llévame
sobre tus huellas.
Ven Tú mismo.
Habrá liberación en la tierra
y alegría en el cielo.

San Ambrosio

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Posted: 11 Sep 2010 08:01 AM PDT


(A José Arregi,otra víctima –como Jesús- del poder religioso;
un poder que, presuntuosamente, se cree en posesión de la verdad).
Por Enrique Martínez Lozano

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 15, 1-32) - Ciclo C


En el capítulo 15 del evangelio de Lucas, se recogen tres parábolas, llamadas “de la misericordia”, en las que Jesús habla de Dios, a través de tres figuras simbólicas: el pastor, la mujer y el padre de los dos hijos.

Las tres son polémicas, porque nacen en el contexto de una acusación contra el Maestro, por acoger a los pecadores y comer con ellos. Esta manera de actuar chocaba frontalmente con la idea “religiosa” de Dios –del que se creía que no podía mirar con agrado a quienes la religión catalogaba como “pecadores”- y, por eso mismo, socavaba los cimientos del sistema, poniendo en peligro el poder de los sacerdotes y el estatus de seguridad y prestigio de las élites religiosas.

Frente a las murmuraciones de estas últimas, Jesús habla de un Dios “diferente”, que se manifiesta como Misericordia, Encuentro y Alegría, particularmente con quienes parecen más “perdidos”. Y, para que no quede ninguna duda, usa una imagen masculina –el pastor- y otra femenina –la mujer-, que resaltan las mismas actitudes.

Porque el interés de la parábola no es hablar de la oveja o de la moneda –algo que ha sido frecuente en una cierta devoción cristiana-, sino del Misterio de Dios, nombrado como Amor y como Fiesta.

Lo que luego ocurrió es que el yo hizo una lectura de estas parábolas desde su particular perspectiva egoica. De esa manera, cayó en un antropomorfismo insostenible, que hizo de Dios el padre todopoderoso y protector de nuestra imaginación infantil.

En nuestro imaginario, todos hemos albergado, siendo niños, la figura de un padre en el que poder asentar nuestra seguridad de un modo definitivo. Al crecer, el yo religioso ha podido seguir proyectando aquel mismo deseo en Dios, imaginado como el Padre capaz de solucionar todos nuestros problemas. Y a pesar de que la vida desmiente, una y otra vez, esa creencia providencialista, nuestra propia necesidad de seguridad nos lleva a buscar cualquier justificación, antes que poner en cuestión las ideas que nos habíamos hecho.

En realidad, si vamos hasta el origen, descubriremos que fue nuestro yo quien, en su necesidad de autoafirmación, leyó a “Dios” de esa manera, convirtiéndolo en un garante de su propia supervivencia. ¡Dios al rescate del yo! Comprendemos ahora tanto antropomorfismo y tanto providencialismo individualista: los yoes son como niños necesitados que no se detienen ante nada con tal de sentirse afirmados.

Fue justamente esa “perspectiva egoica” la que condujo a una lectura también egoica del mensaje de Jesús. Cuando aquélla cambia, la lectura se ve modificada.

En la nueva perspectiva –transpersonal, no dual-, venimos a descubrir que nuestra identidad no es el yo que busca sobrevivir, incluso eternamente. Ese yo separado necesitaba aferrarse a un dios también separado, como garantía de seguridad. Pero, al tomar distancia de la que creíamos ser nuestra identidad y empezar a percibir lo que realmente somos, dejamos de ver a Dios como el todopoderoso individual al servicio de nuestro yo y empezamos a experimentarlo como el Misterio del que Jesús hablaba.

Dios es Misericordia, Encuentro, Alegría…, Plenitud. Pero quien puede experimentarlo así no es nuestro yo vacío y en último término inconsistente. A Dios no podemos experimentarlo mientras estemos identificados con la mente (eso es el yo, que sólo puede tener “ideas” antropomórficas de Dios, proyectadas desde su propia carencia), sino únicamente cuando venimos a la Presencia, es decir, cuando nos reconocemos en nuestra verdadera identidad.

Ahí percibimos, con total evidencia, que la Presencia es Misericordia, Alegría, Encuentro, Plenitud; que siempre lo ha sido, y siempre lo será. Y que es sólo la identificación con la mente (y con el yo) lo que nos impide percibirlo.

Esa Presencia –como ponen de relieve las parábolas de Jesús y su propio gesto de comer con los “indeseables”- integra y abraza todo lo que existe, en la Unidad no-dual, en la que nada está separado de nada.

Quien se reconoce en Ella, no puede no reconocerse también en todo lo que es, tal como proclama este admirable poema de Thich Nhat Hanh, titulado “Llamadme por todos mis nombres”, y que bien podríamos nombrar como el poema de la Compasión, o de la auténtica Misericordia, la que nace de la Comprensión.

Para la mente y el yo, suena a absurdo y contradictorio; en la Presencia, trascendida la mente, es Sabiduría.

No digas que mañana me voy
porque apenas hoy estoy llegando.

Contémplame: llego cada segundo
para ser un brote o una rama primaveral,
para ser un pajarillo de finísimas alas
que aprende a cantar en su nuevo nido,
para ser la oruga del corazón de una flor,
para ser una gema que se esconde en la piedra.

Apenas llego, para reír o para llorar,
para temer o para esperar.
El compás de mi corazón marca el nacimiento
y la muerte de todo lo vivo.

Soy la mariposa metamorfoseándose en la superficie del río
y soy el pájaro que, a la llegada de la primavera,
llega a tiempo para comerse la mariposa.

Soy la rana que nada feliz en la charca,
y la culebra que se acerca en silencio
y se come a la rana.

Soy un niño de Uganda, todo huesos y piel,
mis piernas son ligeras cual cañas de bambú,
y soy también el traficante de armas
que vendió el armamento mortífero a Uganda.

Soy la chiquilla de doce años refugiada en el bote,
que cruza el océano y ha sido presa de los piratas,
y soy el pirata y mi corazón aún no es capaz de ver y amar.

Soy miembro del Politburó y tengo todo el poder en mis manos,
y soy el hombre que pagó su “pacto de sangre” con los suyos
muriendo lentamente en campos de trabajo forzado.

Mi alegría es como la primavera,
tan cálida que brotan las flores
por todos los caminos de mi vida.
Mi pena es como un río de lágrimas,
tan caudaloso que colma los cuatro océanos.

Por favor, llámame por mis auténticos nombres,
así podré escuchar mis risas y mis llantos en una sola voz,
así podré ver que mis alegrías y mis penas son una sola.
Por favor, llámame por mis auténticos nombres,
así despertaré,
y la puerta de mi corazón se abrirá de par en par
a la puerta de la compasión.

(Thich Nhat Hanh, Hacia la paz interior,
Debolsillo, Barcelona 2009, pp. 132-133)

Enrique Martínez Lozano
www.enriquemartinezlozano.com
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 11 Sep 2010 07:40 AM PDT


ESTE FIN DE SEMANA EN PARROQUIAS Y COLEGIOS


"Construyamos una historia sin excluidos", es el lema de este año. Una oportunidad única para participar y mostrar la solidaridad con los que menos tienen. Habrá misas durante el fin de semana especialmente pensadas para motivar el gesto.

La colecta nacional Más por Menos se realizará este fin de semana en todas las parroquias del país con el lema "Construyamos una historia sin excluidos", una iniciativa solidaria de la Iglesia católica que desde hace 40 años busca ayudar a las regiones más necesitadas.

La campaña está organizada por la Comisión Episcopal de Ayuda a las Regiones Más Necesitadas, que preside el obispo Adolfo Uriona, quien insistió en advertir que se llevará a cabo en un contexto de "exclusión fuerte y extrema pobreza".

"El escándalo de la pobreza y la exclusión debe llevar a la conversión del corazón y a mover nuestra sensibilidad", dijo hoy en rueda de prensa.
Uriona llamó a colaborar con "generosidad" y expresó que la expectativa es "crecer tanto cuantitativa como cualitativamente" para superar los 10 millones de pesos recaudados en 2009.

En tanto, el obispo Fernando Maletti, de Bariloche, aseguró que la colecta "pretender unir los recursos de quienes tienen mucho con las necesidades de quienes no tienen nada".

Los obispos integrantes del organismo episcopal presidirán el fin de semana y el domingo misas para "motivar" la campaña solidaria en parroquias porteñas, explicaron.

La celebraciones serán este sábado a las 19 en Nuestra Señora del Pilar (Junín 1904), a las 19.30 en Madre Admirable (Arroyo 931) y a esa misma hora en San Martín de Porres (Virrey Loreto 2161).

En tanto, el domingo se oficiarán a las 9 en San José del Talar (Navarro 2452), a las 11 en el santuario de San Cayetano (Cuzco 150) y a las 12 en San Martín de Tours (San Martín de Tours 2949).

El año pasado, con motivo de la colecta, el mensaje de Benedicto XVI instando a un "esfuerzo solidario" que permita reducir "el escándalo" de la pobreza provocó una polémica fuerte entre la Iglesia y el Gobierno, y disparó las donaciones hasta llegar a los 10 millones de pesos.

Uriona consideró que aquella advertencia papal "influyó" en el crecimiento del 35 por ciento en la recaudación, cuando el promedio de incremento anual era del 18 por ciento.

Los frutos de la cuadragésima primera edición de la colecta se distribuirán entre 27 diócesis muy necesitadas divididas en cinco niveles de prioridad, para construir viviendas por ayuda mutua, microemprendimientos laborales y comedores comunitarios, entre otros proyectos.

El administrador de la colecta, Luis Porrini, puntualizó que además de la colecta en templos se reciben donaciones mediante depósito o transferencia bancaria (cuenta corriente N 00013892/9, del Banco Santander Río, casa central, CUIT 30-51731290-4, CBU 0720000720000001389290), o a través de tarjetas de crédito.

También en cualquier sucursal de la red Pago Fácil, para "aquella gente que no va a la Iglesia y para los hombres de buena voluntad que quieran ayudar".
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Posted: 11 Sep 2010 07:28 AM PDT


Publicado por Servicios Koinonia


Ex 32, 7-11. 13-14: El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado
Salmo: 50: Me pondré en camino adonde esta mi padre.
1Tim 1, 12-17: Cristo vino para salvar a los pecadores
Lc 15, 1-32: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

Los cristianos en las circunstancias actuales andamos desconcertados. Una ola creciente de materialismo nos invade, han muerto casi todas las viejas utopías, una política monetarista y de realismo a ultranza se impone a todos los niveles; la sociedad se seculariza a marchas forzadas, parece como si en ella la barca de Pedro –la iglesia, comunidad de comunidades- fuera a hundirse. Y ante esto, los que todavía nos encontramos en el redil tenemos la tendencia a replegarnos para formar un círculo cerrado. Muchos se han ido, y los hemos despedido con tristeza y resignación. Otros no entran en el aprisco, porque el panorama no les atrae. Quedamos unos pocos que, replegados sobre nosotros mismos, nos dedicamos a salvar-conservar lo que nos queda, ya que mucho se ha perdido. Da la impresión de que se han ido las noventa y nueve ovejas, quedando sólo una, a cuya atención y conservación estamos dedicados por entero.

Dos parábolas del evangelio de Lucas, la de la oveja perdida y la de la mujer que perdió la moneda, y una tercera, la del hijo pródigo, invitan a un cambio de táctica y de estrategia pastoral.

Por muy malos tiempos que corran, por mucha adversidad que nos rodee, por muy grande que sea la ola de secularismo que nos invada, los cristianos no podemos dedicarnos a conservar lo que tenemos, pues cada vez iremos a menos. La actitud cristiana tiene que ser arriesgada, aunque no insensata: hay que dejar a buen recaudo lo que ya tenemos y salir del aprisco para buscar la oveja perdida; hay que barrer la casa para encontrar la moneda que se escondió entre las ranuras de las piedras del suelo; hay que recibir con brazos abiertos al hijo que se fue y, cuando esto suceda, hay que hacer una fiesta grande.

Lo que sucede es que, con frecuencia, no estamos dispuestos a esto. Nos resulta incómodo salir a buscar la oveja perdida o barrer toda la casa para hallar una sola moneda. Nos parecemos al hijo mayor de la parábola que prefería la ausencia de su hermano y no vio con buenos ojos la acogida del padre. Aquel hijo mayor no aprendió lo fundamental. Mientras en una familia falta un hermano, la familia está rota. No es posible ni la alegría ni la fiesta, o éstas son pasajeras e incompletas. El plan de Dios de restaurar la familia humana, dividida desde Caín, exige una capacidad inmensa de olvido y de perdón. Y él no estaba dispuesto a perdonar, porque tampoco había aprendido a amar. Quien ama, perdona siempre, excusa siempre, olvida siempre. Por eso necesitó la lección magistral del padre, imagen de Dios, que acogió al hermano menor, mandó vestirlo de las mejores ropas, y organizó una fiesta por su vuelta.

Tal vez por esto nuestras comunidades no tengan mucha alegría: hay tantos hermanos que faltan... Falta tanto interés por ir a su búsqueda y acogerlos a su vuelta... No es extraño que, con esa estrategia de conservar y cuidar lo que tenemos, antes o después lo perdamos todo.

La promesa de Dios a Abrahán, recordada en la primera lectura de este domingo, sigue vigente: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo…” Dios habla de multiplicar y no de dividir o venir a menos. Ese Dios –que está dispuesto incluso a perdonar a su pueblo, que mientras Moisés subió al monte, se olvidó de Dios- mantiene su palabra. Pero esta promesa requiere –para que se haga realidad- nuestra participación activa, buscando la oveja y la moneda perdidas y acogiendo al hermano que se ha ido, pero vuelve arrepentido. Nuestra comunidad tiene que ser extrovertida por naturaleza. Pablo, en la segunda lectura, da gracias a Dios, porque ha experimentado en él mismo su compasión y perdón, confiándole el ministerio de anunciar el evangelio a los paganos, esos que no es que se hayan ido, sino que no han pertenecido nunca a la comunidad, y a los que hay que anunciar el evangelio. No podemos quedarnos encerrados en nosotros mismos, tenemos que salir a buscar a quienes se han ido o a los que nunca han oído el mensaje del Señor para invitarlos a la fiesta de la comunidad.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 34 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1200034
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap34b.mp3


Para la revisión de vida

¿Cómo puedo vivir yo la misericordia de Dios, de la que nos hablan estas parábolas?
¿Y cómo puedo yo vivir esa misericordia a escala histórica, en la construcción de la historia, es decir, ejerciendo la misericordia con los pueblos crucificados, tomando posición en el drama histórico que los crucifica?


Para la reunión de grupo

- Jesús, que en estas parábolas nos habla de la misericordia de Dios Padre, fue él mismo reflejo y revelación de esa misericordia. Enumerar los gestos de Jesús que nos evocan su misericordia.
- Orígenes decía: "Dios es aquello que una persona pone por encima de todo lo demás". ¿Cuál puede ser hoy la idolatría más común?
- Estudiar y comentar el artículo de Jon Sobrino sobre "la Iglesia Samaritana y el principio misericordia" (http://servicioskoinonia.org/relat/192.htm)


Para la oración de los fieles

- Para que nuestra comunidad cristiana no excluya ni margine a nadie, sino que viva profundamente la actitud misericordiosa que Jesús propone, roguemos al Señor...
- Por todos lo que no tienen trabajo, que viven desempleados, que han sido excluidos del mundo laboral... para que no se resignen a la pasividad, sino que pongan sus energías al servicio de la transformación de esta sociedad que les excluye...
- Para que no caigamos en la idolatría de adorar el becerro de oro, la idolatría de poner la consecución del dinero y la riqueza por encima de todo otro valor...


Oración comunitaria

Dios Padre y Madre de misericordia, que dejas a las noventa y nueve ovejas y te vas a buscar a la oveja extraviada: danos la gracia de imitarte con entrañas de verdadera misericordia en nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor.
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Posted: 11 Sep 2010 07:22 AM PDT


Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm


Estamos ante una de las páginas evangélicas más sobrecogedoras, en las que como decía Charles Péguy, Dios parece que ha perdido la vergüenza. Ante la pregunta sobre la misericordia, Jesús describe una parábola, que simbólicamente representa a los dos tipos de personas que estarán en torno a su vida: los publicanos y pecadores por un lado, y los fariseos y letrados por otro. Pero el protagonismo no re cae en los hijos ni en sus representados, sino en el padre y en su misericordia.
Publicanos y pecadores (el hijo menor): Este hijo siempre había sido medidor de su destino: decidirá marcharse y regresar, haciendo para ambos momentos un discurso ante su padre. Sorprende la actitud del padre descrita con intensidad por una lista de verbos que desarman los discursos de su hijo, y que indican la tensión de su corazón entrañable: "cuando estaba lejos, su padre lo vio; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo" (Lc 15,20). Es el proceso-relato de la misericordia. Y el error de aquel hijo menor, que le condujo a la fuga hacia los espejismos de una falsa felicidad y de una esclavizante independencia, será transformado por el padre en gozo y encuentro, en alegría inesperada e inmerecida. La última palabra dicha por ese padre, que es la que queda sobre todas las penúltimas dichas por el hijo, es el triunfo de la misericordia y la gracia.
Fariseos y letrados (el hijo mayor). Triste es la actitud de este otro hijo, aparentemente cumplidor, sin escándalos... pero resentido y vacío. No pecó como su hermano, pero no fue por amor al padre, sino a sí mismo, a su imagen, a su fama. Cuando la fidelidad no produce felicidad, es señal de que no se es fiel por amor sino por interés. El se había quedado con su padre, pero había puesto un precio a su gesto, que le impedía quedarse como hijo. Teniéndolo todo, se quejaba de la falta de un cabrito. Quien vive calculando, no puede entender, ni siquiera ver, lo que se le ofrece gratuitamente, en una cantidad y calidad infinitamente mayor de cuanto se puede esperar.
Acaso cada uno de nosotros seamos una variante de esta parábola, y tengamos parte de la actitud del hijo menor y parte de la del mayor. Lo importante es que en la andanza de nuestra vida podamos tener un encuentro con la misericordia. Hay muchas maneras de vivir lejos del Padre Dios, y muchos modos de des preciar su amor estando junto a Él, porque podemos ser un hijo perdido o un hijo huérfano. La trama de esta parábola es la de nuestra posibilidad de ser perdona dos. El sacramento de la Penitencia es siempre el abrazo de este Padre que viéndonos en todas nuestras lejanías, se nos acerca, nos abraza, nos besa y nos invita a su fiesta. Esta es la revolución de Dios, que de modo desproporcionado y gratuito, con su propia medida, no quiere resignarse a que se pierda uno solo de sus hijos queridos.
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Posted: 11 Sep 2010 07:16 AM PDT


Homilía de Monseñor Oscar Romero
11 de Septiembre de 1977
VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Éxodo 32, 7-11. 13-14 / Timoteo 1, 12-17
Lucas 15, 1-32

VIDA DE IGLESIA


Queridos hermanos:

Queremos agradecer la solemnidad que ha procurado para esta misa doña Teresa Sánchez Yanez, quien quiere anticipar así una plegaria por la patria y al mismo tiempo por el eterno descanso de su difunta, Antonia Yanez. También nos unimos al pesar de nuestro querido Monseñor Luis Chávez y González, que en estos momentos estará junto al cadáver de su hermana Carmen Chávez viuda de Hernández, allá en Rosario de Cuscatlán. Hasta allá llegue, pues, nuestro pésame, el de todos ustedes, queridos radioyentes y hermanos presentes en Catedral, a quienes pido una oración por el eterno descanso de estas almas. También encomendemos la angustia del hogar de la Señora Lima de Chiurato. Como saben, fue secuestrada y aún no se sabe nada. Todo lo que es sufrimiento humano, la Iglesia lo siente como propio.

Y en este mismo sentido, también, hemos ido recordando cosas muy tristes: Este día se cumplen seis meses del asesinato del Padre Rutilio Grande y cuatro meses del asesinato del Padre Alfonso Navarro. Aunque estos crímenes quedan en el misterio, la realidad es que hay dolor en la Iglesia y hay manos manchadas de sangre. Que no se sabrá ante la justicia de los hombres, no importa. Pero ante el corazón de la Iglesia y sobre todo ante el pensamiento de Dios, es un martirio que traerá muchas bendiciones del Señor y es un pecado grave, contra el quinto mandamiento, "no matar", que está reclamando la conversión sincera de los pecadores antes que vaya a cumplirse la terrible sentencia: "El que a hierro mata a hierro muere". También otro dolor, mañana a las 6 y media de la tarde, el Movimiento de Cursillos de Cristiandad en la Basílica del Sagrado Corazón, celebrará un funeral por el eterno descanso de nuestro hermano, Felipe de Jesús, gran catequista y cristiano, asesinado también, en El Salitre en estos últimos días.

Mañana mismo, a las 11, voy a celebrar una misa en la capilla del Hospital Rosales, por David Agustín Cristales. La madre, que vino a encargármela, me dice: "Yo no sé si celebrarla de difunto, porque desapareció. Era un estudiante que iba para su estudio y no he sabido más de él; quizá ya esté muerto". Le digo: "No, tenga confianza en Dios, hagamos una misa de rogativa para que aparezca y, si ya murió, para que descanse eternamente". Es una nueva clase de muertos, que ha aparecido entre nuestra sociedad salvadoreña, los desaparecidos.

En Aguilares habrá una manifestación hoy, al mismo tiempo que se prepara un operativo militar. Quiera el Señor evitar más sangre, más violencia. Y la Iglesia, ante todas estas cosas, no tiene más que una palabra que la sigue repitiendo, como la dije el lunes allá en la misa campestre de El Salitre, en un acontecimiento de Iglesia verdaderamente bello. El dolor, la angustia de aquella familia se convertía en una alegría pascual, ante un pueblo que sabe que el que muere creyendo en Cristo no muere sino que vence. Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe cristiana.

Quiero aludir también, en estos avisos y noticias que forman parte de nuestra vida de Iglesia, de Arquidiócesis, la hermosa liturgia del viernes de esta semana por la noche, en la Iglesia de Ilopango. Su párroco, el Padre Fabián Amaya , ha sido designado para ir a hacerse cargo de la vicaría episcopal de Chalatenango; o sea, un cargo en el cual el obispo delega en él sus poderes episcopales, para que organice y lleve la pastoral de aquel departamento. Digo que destaco este hecho, porque mientras en otras parroquias donde ha habido cambio, la reacción es una repugnancia contra el obispo que cambia, y hasta insultos y ofensas. Esta comunidad de Ilopango daba gracias a Dios y le prometía a su párroco ir con él espiritualmente, a trabajar también allá en Chalatenango, y sentían que era la comunidad misionera, como en aquellos tiempos de San Pablo. Hasta se leyó ese hermoso pasaje, cuando San Pablo, despidiéndose de una comunidad porque tiene que ir a otra comunidad: todos lo aman, sienten el dolor de la separación pero la solidaridad de la Iglesia que va con él.

Aquellas parroquias que reaccionan tristemente ante el cambio de párroco se ve que no han comprendido la Iglesia y están trabajando por un hombre. Si no es el Padre tal, ya no quieren trabajar. Esto no es Iglesia, Iglesia es lo que yo ví en Ilopango el viernes por la noche, la adhesión al obispo, la adhesión a su misionero que va, el sentir que va con él toda la comunidad y que la comunidad no se queda sola; porque el párroco ha sabido trabajar un laicado que ha madurado y que siente: "Aunque usted no esté con nosotros, seguiremos trabajando esta Iglesia". Bendito sea Dios que no todo es desconsuelo en la vida pastoral, sino que hay inmensos consuelos. Y desde ahora invito, pues, para que el sábado 24, a las 10 de la mañana, estemos en Chalatenango, dando posesión al señor vicario episcopal de aquella región.

Y, hermanos, estamos ya también ante la fiesta de la patria, el 15 de septiembre, y ante la visita del rey de España, que en circunstancias muy difíciles de la colonia Española, muy distintas entonces, y sin embargo sustancialmente las mismas. En Orientación podrán ver una carta que en misma España le dirigen al rey, para que reflexione sobre su viaje a El Salvador, donde encontrará atropellos a sus mismos españoles -los jesuitas que fueron echados de aquí eran españoles- y el rey viene, pues, a dar la mano al gobierno que les echó a sus jesuitas. Creemos que habrá mucho de positivo en la visita del rey, como también la habrá habido en la visita de nuestro Presidente a Washington, contacto con otros presidentes de Latinoamérica. Pero uno se pregunta ante estas personalidades de altura: ¿Se comprenderá de veras que llevan la representación de todo un pueblo, que es dolor, que es angustia? ¿Se dirán claras las cosas, cómo se viven de veras aquí?.

Y ante la fiesta de la patria, yo quiero enfocar precisamente las lecturas de hoy, ante todos estos acontecimientos que les he mencionado, seis meses de caminar por el calvario la Iglesia de la Arquidiócesis, recogiendo muertos, consolando hogares, gritando "no" a la violencia como que voz se pierde en el desierto. Es que no hemos comprendido, hermanos, que la "Iglesia" podemos titular así esta homilía de hoy: "La Iglesia de la Verdadera Independencia, la Iglesia de la Auténtica Libertad"- es la que nos proclama en sus tres mensajes las bellas lecturas de hoy.


PECADO SOCIAL

La primera, es el hecho de un pueblo con un inmenso pecado social. Existe el pecado social. Cuando los obispos en Latinoamérica denuncian el pecado de la injusticia social, como pecado institucional de América Latina, están haciendo eco esta página del Éxodo. El mismo Dios le dice a Moisés: "Tu pueblo ha pecado. Hay un pecado en el pueblo. El pueblo se ha desviado del camino que yo le tracé. Voy a destruir este pueblo". Y es la intervención de Moisés, verdadero libertador ante Dios: "No, Señor, ten compasión de este pueblo. Tú lo sacaste de Egipto. Por tu nombre, perdónalo". Y hermosamente termina el relato: "El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo". Es que la Biblia se expresa en esa forma antropomórfica, haciendo a Dios como un hombre que se arrepiente. Dios no se arrepiente, pero para decir la expresión del perdón divino, se expresa en una forma de alguien que ha amenazado y que retira esa amenaza: Dios ha perdonado.


PECADOR ARREPENTIDO

Y la segunda lectura es el ejemplo de un pecador que confiesa. No se avergüenza de su pecado, que queda como una cicatriz gloriosa cuando se ha convertido. Este ejemplo de Pablo puede ser el ejemplo de todos nosotros pecadores, hermanos. Yo el primero -podría decir yo-, imitando a San Pablo, que les estoy predicando, no como un ejemplo de santidad, sino como el modelo de un pecador que Dios ha perdonado y que se ha confiado este ministerio, de decir esta palabra de salvación. Precisamente cuanto más pecador soy, como San Pablo, siento que soy el testimonio más elocuente de un Dios bueno, para el cual no cuenta el pasado. Únicamente cuenta el amor presente con que se le quiere servir.

Y así quisiera yo invitar a todos los salvadoreños, cualquiera que sea el pecado, cualquiera que sea su situación actual. A esta hora en que celebramos el cumpleaños de la patria, cuántos pobres hijos de esta patria, anegados en el vicio, arrastrándose por el suelo, desconociendo su dignidad humana y salvadoreña, cuántos matrimonios en conflicto, cuántos esposos adúlteros, cuántos hijos degenerados, cuánta juventud perdiéndose en el vicio, -en vez de alimentarse para el futuro en grandes ideales-, cuántas familias destrozadas, cuántas angustias de desaparecidos, cuánto dolor en aquellos cadáveres ambulantes de las mazmorras de nuestras cárceles, torturados, flagelados horriblemente, injustamente, desaparecidos, muertos vivos de nuestra propia patria. Esta es la imagen de un pueblo al cual se podría acercar Dios el 15 de septiembre y decirle a Moisés nuevamente: "Mi pobre pueblo salvadoreño, el pobre pueblo que se ha apartado de los caminos de la felicidad que yo le tracé". Y un retorno es lo que se impone, hermanos.

Por eso, el tema de mi homilía es ante estos antecedentes de la triste realidad de nuestro pueblo y de las grandes esperanzas de la palabra de Dios a este mismo pueblo. Enfoquemos esta bella parábola del hijo pródigo. La han llamado la margarita del evangelio. Es la joya preciosa de la misericordia de Dios. Más que predicar, yo quisiera ponerme en silencio con todos ustedes e invitarlos a una introspección. Que cada uno encuentre, yo también, la historia del hijo pródigo en mi propia vida, en tu propia vida; porque esta parábola de Cristo ha escrito la historia universal del hombre. Ningún hombre puede sentirse excluido de esta bella parábola. Analicémonos en cuál de las tres fases nos encontramos.


ALEJAMIENTO

Hay tres fases en la parábola: Primero, el alejamiento del todo; Dios es todo, Dios es la felicidad. Aquel hijo que le pide al padre: "Dame la herencia porque me voy", es el hombre, es la mujer, es el joven que les parece pesada la ley de Dios. Y se quiere ir y se retira. Nadie respeta tanto la libertad del hombre como Dios. Sólo Dios, que me ha hecho libre y respeta mi libertad: "Si te quieres ir, si no te alegra mi ley, si no te sientes feliz en mi casa, si te parece aburrido el consejo que tu mamá te dió en nombre mío, si te parece molestia la honestidad de tu esposa que te echa en cara tus adulterios, si te parece vergüenza que tus hermanos denuncien tu vicio de hermano mayor; entonces vete, vete a gozar tu vida". Y va el pobre hijo pródigo, feliz porque lleva dinero. Se aleja de aquel que es todo, de aquel que llena las aspiraciones más profundas del hombre.

El hombre ha sido hecho para Dios- decía San Agustín- y su corazón está inquieto mientras no descansa en Dios. Cuando descansa en Dios. Dichoso el inocente que jamás ha traicionado la ley de Dios, qué pocos son, pero los hay gracias a Dios. Dios me ha hecho para él y toda mi razón de ser, el cultivo de mis cualidades, el desarrollo de mis facultades, toda mi vida será feliz desarrollándose, si tiene como centro la gloria de Dios. San Ignacio de Loyola les dio como lema a los jesuitas: "Ad mayorem Dei gloriam", (a mayor gloria de Dios). Y por eso el jesuita trabaja, avanza hasta las fronteras peligrosas de la Iglesia, trabaja aunque lo amenacen de muerte si no se va; y se queda y no se va. Porque está trabajando por la gloria de Dios y si allí lo sorprende la muerte, la muerte no le quitará la gloria de Dios, que la seguirá gozando para siempre, en la medida en que la cultivó aquí en la vida. Dichoso el hombre que sabe trabajar para la gloria de Dios, que siente que en ninguna parte del mundo va a ser más feliz que bajo la ley del Señor. "Vale más -decía el salmo- un día en tu casa, Señor, que mil años en las casas de los pecadores".

Pero hay muchos que piensan al revés y se va la primera fase. Hay muchos que están en esta primera fase: Los que ya se están cansando de la fidelidad al Señor, los que están comenzando a tener los primeros conflictos en su hogar, los que están comenzando a sentir nieblas en su fe. ¡Cuidado, hermanos! No se vayan. Si no han roto todavía las relaciones con Dios, con la Iglesia, quédense, estúdienla, aguanten un poquito. La pasión de ese momento pasa. La eternidad de Dios permanece. La Iglesia, dándose vida, estará siempre hasta la consumación de los siglos. No le haces daño con tus calumnias, con tus persecuciones. Tú te haces daño, como cuando Cristo le decía a Pablo: "Qué duro es dar coces contra el aguijón". La bestia insensata que patea una roca, no le hace daño a la roca, se está haciendo daño a ella misma. Ese es el pecador. Está coceando el perseguidor de la Iglesia. El que mata a sacerdotes, el que expulsa a sacerdotes, el que tortura a catequistas está dando coces contra el aguijón. La Iglesia no se mueve. La Iglesia permanecerá, aunque no salga en los diarios, aunque se la critique. Será la Iglesia roca, la Iglesia que permanece para siempre. Por eso, mejor ser fiel a esta Iglesia que recibir paga para ser espías de la Iglesia. Mejor ser humilde hijo de la Iglesia que estar bien políticamente, económicamente, pero pisoteando a la pobre Iglesia. A tiempo estamos, hermanos, los que han partido todavía de la casa paterna. En esta primera parte hay que reflexionar mucho.


DESIGUALDADES

Pero muchos, la mayoría, se han ido, y comienza la segunda fase del hijo pródigo, una parte que la podemos dividir en dos modos: El primero, mientras tenía dinero; el segundo, cuando tuvo hambre y vino la desgracia. Este es el mundo actual, un mundo de desigualdades sociales, donde las riquezas hacen que muchos sientan las euforia del hijo pródigo. No hacía falta el padre, no hacía falta la casa paterna. Aquí hay amigos, aquí hay banquetes, aquí hay fiestas, todas las puertas se abren al dinero. Por eso Cristo decía sus amonestaciones más severas contra las riquezas, no porque las riquezas sean malas, sino porque el hombre, a imitación del hijo pródigo, pone todo su placer, todo su poder, toda su alegría en el dinero, y está como Dios le dijo a Moisés- fíjense qué bien ha definido el Señor en la primera lectura de hoy la posición de una riqueza que se convierte en idolatría: "Veo este pueblo de dura cerviz. Se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un toro de metal", un becerro de oro.

¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro, y lo están adorando, se postran ante él; le ofrecen sacrificios. Qué sacrificios enormes se hacen ante está idolatría del dinero; no sólo sacrificios sino iniquidades. Se paga para matar, se paga el pecado y se vende, todo se comercializa, todo es lícito ante el dinero. Y proclaman: "Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto. No le debes nada a esa religión falsa. Esa nos turba nuestra tranquilidad. Esa es comunista, ésa se ha desviado de su misión; que debía de predicarnos una espiritualidad que nos tranquilice, que nos adormezca en la felicidad dorada". He aquí la idolatría del dinero denunciada por la misma palabra de Dios, que se irrita porque Dios es celoso: "No quiero otros Dioses fuera de mí".

Y porque la Iglesia quiere permanecer fiel a su único Dios, y habla como Moisés contra los falsos dioses que los hombres están idolatrando, la Iglesia tiene que sufrir. Su misión profética es dolorosa, pero es necesaria. Reza como Moisés a Dios: "Señor, compadécete de este pueblo. Hazlo sentir la vanidad de sus cosas. No lo condenes, Señor". Queridos hermanos, jamás hemos predicado con resentimiento ni con odio. Estamos predicando con lástima, con amor, con dolor; porque la idolatría del dinero está haciendo perderse a muchos hermanos nuestros; porque el corazón del hombre se está metalizando. El mismo Señor Presidente ha dicho: "Es necesario humanizar el capital". Es necesario humanizarlo, porque un capital tenido con este sentido del Éxodo que se ha leído hoy, convertido en un becerro de oro, esclaviza al hombre.

El hijo pródigo, cuando tenía dinero, era engañosa su felicidad. Lo demostró la segunda manera de vivir lejos del padre. Cuando se acabó todo su dinero, comenzó a sentir hambre, tanta hambre que tuvo que buscar trabajo y no lo encontró más que como guardián de cerdos, y tanta era su hambre que envidiaba la comida de los cerdos y quería llenar su estómago con las bellotas que le daban a los cerdos, y hasta ésas se las quitaba el patrón. No se podría describir con pinceladas más amargas la situación del pecador, cuidandero de cerdos, alimentándose con alimento de cerdos.


SIN FELICIDAD

Hermanos, el evangelio es duro. Y ojalá no hubiéramos tenido la triste, amarga, agria experiencia de haber saboreado que las bellotas de los cerdos no llenan la felicidad del hombre. Jóvenes que me escuchan, no está allí la felicidad: en la droga, en el aguardiente, en la prostitución, en el robo, en el crimen, en la violencia. No, son bellotas de cerdos; jamás te vas a sentir satisfecho. Fíjense cómo hay una pobreza pecadora; la pobreza del hijo pródigo era fruto de su propia mala cabeza.

Y cuando la Iglesia se llama la Iglesia de los pobres, no es porque esté consintiendo en esa pobreza pecadora. La Iglesia se acerca al pecador pobre para decirle: "Conviértete, promuévete, no te adormezcas. Tienes que comprender tu propia dignidad". Y esta misión de promoción que la Iglesia está llevando a cabo también estorba; porque a muchos les conviene tener masas adormecidas, hombres que no despierten, gente conformista, satisfecha con las bellotas de los cerdos. La Iglesia no está de acuerdo con esa pobreza pecadora. Sí, quiere la pobreza, pero la pobreza digna, la pobreza que es fruto de una injusticia y que lucha por superarse, la pobreza digna del hogar de Nazareth. José y María eran pobres, pero qué pobreza más santa, qué pobreza más digna. Gracias a Dios tenemos pobres también de esta categoría entre nosotros, y desde esa categoría de pobres dignos, pobres santos, proclama Cristo: "Bienaventurados los que tienen hambre, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que tienen sed de justicia". Desde allí clama la Iglesia también, siguiendo el ejemplo de Cristo, que es esa pobreza la que va a salvar al mundo; porque ricos y pobres tienen que hacerse pobres desde la pobreza evangélica, no desde la pobreza que es fruto del desorden y del vicio, sino desde la pobreza que es desprendimiento, que es esperarlo todo de Dios, que es voltearle la espalda al becerro de oro para adorar al único Dios, que es compartir la felicidad de tener con todos los que no tienen, que es la alegría de amar. Aquel pobre pecador, en la profundidad de su miseria, siente el reclamo del amor.


MOVIMIENTO DE CONVERSION

Hermanos, hemos dicho muchas veces que la Iglesia grita a la conversión, que cuando proclama contra el pecado, contra el atropello, contra tantas formas de pecado en nuestro ambiente, no lo hace con triunfalismo, como sintiéndose ella superior; sino que lo hace ella también pecadora, pero sintiendo el llamamiento del amor, la conversión, la casa del padre que me espera. Oyeron el grito de angustia del hijo, pero al mismo tiempo lleno de confianza: "Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo". Esta es la hora de la conversión. Cómo quisiera yo, hermanos, que en vez de mis palabras fuera la voz de tu propia conciencia. Que allá en el antro de tu pecado -sea como adorador del becerro de oro; o sea como pobre víctima de tu propia mala cabeza, lamentando tu situación de pecador- sientas que Dios te llama, te espera el amor, el amor que triunfe; porque allá en el otro extremo, en la casita solariega, todos los días, el pobre anciano salía a otear los caminos a ver si volvía el hijo desgraciado. Y un día ve moverse por los caminos lejanos una figura escuálida, harapienta macilenta y su corazón le golpea. "¡Es mi hijo.!" y corre al encuentro.

Dichoso aquel momento. Nos lo describe el evangelio con palabras inigualables: "Cuándo todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo". Esta es la venganza de Dios. Y cuando el hijo quiso excusarse: "Padre he pecado", no lo dejó hablar. Llama a sus sirvientes que lo vengan a vestir de nuevo. Es su hijo que había muerto y ha resucitado. Y hay alegría, porque dice Cristo en las parábolas de este capítulo: "Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por 99 justos que no necesitan penitencia". Y la Iglesia está para los pecadores. Cristo ha venido por los pecadores, por mí el primero, decía San Pablo. Y ahora tenemos al hijo pródigo en la tercera fase, en la que yo quisiera para todos ustedes y para mí, queridos hermanos: el retorno, donde el amor espera con los brazos abiertos. No me rechazará, por más grandes que sean mis pecados. Y lo repito, hermanos, porque yo he recibido en estos días confidencias muy profundas de pecadores que me dicen: "¿Y a mí me perdonará el Señor, si son tan grandes mis pecados?" -Y yo les he dicho, hermanos, lo que aquí les digo en público-: "Claro que te perdona. Si grandes son tus culpas, mayor es su bondad", como cantan los misioneros. Ningún pecado puede anegar el incendio del amor de Dios. Al contrario, ese amor de Dios, como un incendio, apagará toda la maleza de los pecados que existen en el mundo.


CAMBIOS DE ESTRUCTURAS Y CORAZONES

Yo quisiera, queridos hermanos, como frutos de esta reflexión en vísperas del día de la patria, recordarles lo que la Iglesia enseña: que las estructuras sociales, el pecado institucional en que vivimos, hay que cambiarlo. Todo esto tiene que cambiar, esto no puede seguir así. Todos los atropellos que mencioné al principio. Cambian de nombre las víctimas; pero la causa es la misma. Vivimos una situación de desigualdad, de injusticia, de pecado; y no es el remedio reprimir con la fuerzas de las armas, pagar para matar la voz que habla. Eso no remedia nada; empeora, hace florecer más el grito profético de la Iglesia. Lo que funciona es ponerse a cambiar desde la posición de cada uno, del gobierno, del capital, del obrero, del mozo de trabajo, del propietario de fincas: más justicia, más amor.

Pero, como no bastará el cambio de estructuras, dice Medellín: "Mientras no tengamos hombres nuevos, no tendremos un continente nuevo". Mientras no tengamos salvadoreños nuevos, no tendremos una patria mejor, libre, verdaderamente independiente; porque la verdadera esclavitud está allí en el corazón del salvadoreño. Atado al pecado, no puede ser un agente de liberación. Tiene que romper la cadena del pecado. Tiene que imitar al hijo pródigo, sentir que no se puede llenar con bellotas de cerdo la situación injusta del país. No es poniendo parches, remendando, fustigando, torturando, reprimiendo; allí son bellotas de cerdo. Es necesario volver sinceramente a Dios: El pueblo, -como Moisés conduce a Israel-, arrepentido, a pedirle perdón a Dios; y el individuo, cada hombre, responsable de su propio destino; y todos juntos somos responsables de la realidad de la Patria. Que cada salvadoreño entre en la intimidad de su corazón y diga de verdad: "¿Soy yo un agente de liberación para mi patria? ¿Me he liberado de mis propios pecados en primer lugar? Mientras yo sea un esclavo de Satanás en el pecado, es demás que me agrupe, que me asocie, que grite liberación; no soy un agente de liberación".

Por eso, la Iglesia aporta a esta hora de necesaria liberación del pueblo la mística de su liberación del pecado, desde la profundidad del corazón del hijo pródigo- ¡y cuántos hijos pródigos habemos en El Salvador!- volver sinceramente. Y no importa que hayamos sido lo que hayamos sido; el hijo pródigo en el abrazo del padre, desaparece como el pecador y comienza a ser el hijo bueno otra vez. Y Pablo, perseguidor, violento y blasfemo como él mismo ha recordado, ya no es más que el apóstol; porque ha amado a Cristo, se ha dejado inundar por el amor. Creamos en el amor, hermanos, en el amor que me espera, en el amor que quiere esta patria más feliz, en el amor que quiere a cada salvadoreño más digno, en el amor que espera al hijo pródigo que todavía se está alimentando de bellotas, y que le quiere dar el verdadero pan de su dignidad humana, el verdadero despertar de una conciencia digna. Auguro para todos pues, que el próximo 15 de septiembre sea verdaderamente un día del encuentro del hijo pródigo y de la patria pecadora con Dios, que es amor y que perdona, y que nos quiere felices.
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 11 Sep 2010 06:29 AM PDT


Por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Domingo XXIV Ordinario – Ciclo C (Lucas 15, 1-32) – 12 de septiembre de 2010


Ya habían pasado las 9 de la noche cuando llegué a la casa cansado por el día de trabajo y de estudio que terminaba. Me llamó la atención oír ruido al acercarme al apartamento. Le pregunté al portero qué pasaba. Me contó que mi hermano menor había llegado y cómo mi papá y mi mamá habían organizado una fiesta para recibirlo. Habían invitado a algunos vecinos y familiares a comer. Quedé sorprendido porque ya habían pasado tres años desde el día en que mi hermano se había marchado sin dejar el menor rastro. Antes de desaparecer, había hecho sufrir mucho a mis papás, porque en su afán por conseguir con qué comprar la droga que lo tenía esclavizado, había ido desmantelando la casa de todo tipo de electrodomésticos y objetos de cierto valor. Lo último que hizo, antes de irse, fue robarse los pocos ahorros que mis papás habían logrado reunir a lo largo de toda la vida de sacrificios y esfuerzos.

Sentí mucha rabia al saber que se había organizado una fiesta para recibir a este zángano que no sabía sino gastar lo que otros trabajaban. Me negué a entrar. Mi papá y mi mamá salieron para tratar de convencerme de que me uniera a la fiesta. Confieso que mi reacción fue muy dura con ellos: “De ninguna manera pienso aprobar con mi presencia la alcahuetería de ustedes con este vago que no ha hecho otra cosa que hacerlos sufrir, primero con sus vicios y robos, y luego con una ausencia de tres años sin dar la menor señal de vida. ¿No se dan cuenta de lo que están haciendo? Le están diciendo que todo lo que hizo estuvo bien y que puede seguir con lo mismo siempre. En lugar de educarlo y hacerle ver su error, lo que están haciendo es premiarlo por lo que hizo. ¿Cuándo han organizado ustedes una fiesta para celebrar mis cumpleaños con mis amigos? Me he pasado la vida aquí al lado de ustedes sin desacatar la más mínima orden, estudiando y trabajando para ayudar a sostener los gastos de la casa, y nunca me lo han agradecido. En cambio, ahora, llega este muchachito y convierten esto en una fiesta”.

Los argumentos que me dieron no me convencieron. Decían de todas las formas que estaban contentos porque el hijo que se les había perdido había aparecido y que se alegraban por saber que estaba vivo el que ya daban por muerto. No lo podía creer. Era algo que desbordaba mi capacidad de comprensión. No entendía cómo podía ser posible que hubieran olvidado los muchos ratos amargos que habían tenido por su culpa, antes y después de su desaparición tres años atrás. Estoy seguro de que ustedes también comparten mis sentimientos y no tendrían agallas para celebrar la llegada de un hijo o un hermano que se hubiera portado así con la familia. No me cabe en la cabeza que haya alguien que no sienta lo mismo que yo. Después de todo, Dios no nos pide cosas que estén por encima de nuestras capacidades.

Las parábolas que nos presenta hoy la liturgia de la Palabra, son la manera como Jesús quiso revolucionar radicalmente la imagen de Dios que tenían sus contemporáneos. En lugar de un Dios justiciero y castigador, Jesús nos presenta un Dios que se alegra más por la conversión de un solo pecador, que por noventa y nueve justos que no necesitan cambiar nada de su vida. ¿Nuestra imagen de Dios se parece más al del hijo mayor que no es capaz de perdonar, o al padre que se alegra por encontrar al que estaba perdido?

* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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Lecturas y Liturgia de las Horas: 12 de Setiembre de 2010


DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


Lectura del libro del Éxodo 32, 7-11. 13-14


El Señor dijo a Moisés:
«Baja en seguida, porque tu pueblo, ése que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que Yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: "Éste es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto"».
Luego le siguió diciendo: «Ya veo que éste es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación».
Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que Tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa?
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: "Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia"».
Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.


Palabra de Dios.



SALMO RESPONSORIAL 50, 3-4. 12-13. 17. 19

R. Iré a la casa de mi Padre.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado! R.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu. .
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu. R.

Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio es un espíritu contrito,
Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.



Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a Timoteo 1, 12-17

Querido hijo:
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús.
Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en Él para alcanzar la Vida eterna.
¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.


Palabra de Dios.




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte».
Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado".
Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».


Palabra del Señor.


LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XXIV
Propio. Salterio IV


12 de septiembre


LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: ES LA PASCUA REAL, NO YA LA SOMBRA.

Es la Pascua real, no ya la sombra,
la verdadera pascua del Señor;
la sangre del pasado es solo un signo,
la mera imagen de la gran unción.

En verdad, tú, Jesús, nos protegiste
con tus sangrientas manos paternales;
envolviendo en tus alas nuestras almas,
la verdadera alianza tú sellaste.

Y, en tu triunfo, llevaste a nuestra carne
reconciliada con tu Padre eterno;
y, desde arriba, vienes a llevarnos
a la danza festiva de tu cielo.

Oh gozo universal, Dios se hizo hombre
para unir a los hombres con su Dios;
se rompen las cadenas del infierno,
y en los labios renace la canción.

Cristo, Rey eterno, te pedimos
que guardes con tus manos a tu Iglesia,
que protejas y ayudes a tu pueblo
y que venzas con él a las tinieblas. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dad gracias al Señor porque es eterna su misericordia. Aleluya.

Ant. 2. Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Aleluya. Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor. Aleluya.

Ant. 3. Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Todo ser que alienta, alabe al Señor. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Tm 2, 8. 11-13

Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. Si tenemos constancia en el sufrir, reinaremos también con él; si rehusamos reconocerle, también él nos rechazará; si le somos infieles, él permanece fiel; no puede él desmentirse a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es ésta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es ésta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Aleluya.

PRECES

Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta; invoquémosle, pues, diciendo:

Te bendecimos y en ti confiamos, Señor.

Te alabamos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad;
haz que te sirvamos con santidad y justicia.

Vuélvete hacia nosotros, Señor, tú que has querido abrirnos las puertas de tu misericordia,
y haz que nunca nos apartemos del camino que lleva a la vida.

Ya que hoy celebramos la resurrección del Hijo de tu amor,
haz que este día transcurra lleno de gozo espiritual.

Da, Señor, a tus fieles el espíritu de oración y de alabanza,
para que en toda ocasión te demos gracias.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Movidos ahora todos por el mismo Espíritu que nos da Cristo resucitado acudamos a Dios, de quien somos verdaderos hijos, diciendo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



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II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HACEDOR DE LA LUZ: TÚ QUE CREASTE

Hacedor de la luz: tú que creaste
la que brilla en los días de este suelo,
y que, mediante sus primeros rayos,
diste principio al universo entero.

Tú que nos ordenaste llamar día
al tiempo entre la aurora y el ocaso,
ahora que la noche se aproxima
oye nuestra oración y nuestro llanto.

Que cargados con todas nuestras culpas
no perdamos el don de la otra vida,
al no pensar en nada duradero
y al continuar pecando todavía.

Haz que, evitando todo lo dañoso
y a cubierto de todo lo perverso,
empujemos las puertas celestiales
y arrebatemos el eterno premio.

Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
que junto con tu Hijo Jesucristo
y con el Santo Espíritu Paráclito,
reinas y reinarás en todo siglo. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Ant. 2. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Salmo 111- FELICIDAD DEL JUSTO

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Ant. 3. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hay gran alegría entre los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Hay gran alegría entre los ángeles de Dios, por un solo pecador que se arrepiente.

PRECES

Alegrémonos en el Señor, de quien vienen todos los dones, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso,
fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles,
y sumisos a la fe verdadera.

Tú que amas la justicia,
haz justicia a los oprimidos.

Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz
lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuesto a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE

Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.

Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.

Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.

Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

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