- ORACIONES para la EUCARISTÍA: SENTIDO DE LA RENUNCIA (DOMINGO 23 TO)
- Evangelio Misionero del Dia: 5 de Setiembre de 2010 - DOMINGO XXIII DURANTE EL AÑO
- Domingo 05-09-10: No más reyes que van a la guerra, no más torres que construir
- IGLESIA DEL ESPÍRITU SANTO Y DE LA CRUZ - VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
- EL REINO TIENE UN PRECIO
- REALISMO RESPONSABLE
- Meditacion para el Domingo 23 del Tiempo Ordinario
- EVANGELIO DEL DOMINGO: SEGUIR A JESÚS COMO DISCÍPULO
- XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C: Hombres inacabados
- JESUS EXTREMA LAS CONDICIONES PARA SER DISCIPULO
- XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C: EXIGENCIAS MÍNIMAS PARA TODOS
- Lecturas y Liturgia de las Horas: 5 de Setiembre de 2010
Posted: 04 Sep 2010 02:33 PM PDT Publicado por Fe Adulta ANÁFORA Es evidente, justo y obligado darte gracias, Dios Padre de bondad, porque eres amor y nos has amado antes de que existiéramos. Por amor lo has creado todo y lo sostienes: en ti somos y en ti vivimos. Esa es nuestra fe, la que nos has dado y te agradecemos de todo corazón. Sentimos, Dios nuestro, que eres más Padre y Madre que Señor. Y sabemos que únicamente quieres de nosotros que nos respetemos y nos llevemos bien, y especialmente que cuidemos de los hermanos que sufren penalidades. Queremos prometerte que velaremos por garantizar el amor entre nosotros. Con cariño filial entonamos en tu honor este canto de agradecimiento Santo, santo… Gracias, Padre, porque hemos encontrado en tu hijo Jesús el mejor camino para dar sentido a nuestra vida y la fuerza necesaria para comprometernos en su seguimiento. Al recordar las enseñanzas de Jesús y cómo las plasmó en toda su vida, comprendemos que la cruz, el sacrificio personal, no es el objetivo, que el mandamiento del amor sólo persigue que seamos todos felices, aunque también nos pide que seamos capaces de asumir las renuncias que sean precisas para conseguirlo. Cuando estaba celebrando con sus amigos su cena de despedida buscó un signo que nos recordara su mandamiento y su mensaje. Lo encontró en un pan partido, entregado, compartido y en un vino, como una vida derramada, también compartida. Con la ilusión de hacer realidad su encargo en nuestra comunidad, tratando de ser conscientes del compromiso que contraemos, repetimos de nuevo sus gestos y palabras: El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía». Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía». Queremos ser fieles al mensaje que nos legó tu hijo Jesús, esa buena noticia que le enfrentó con el poder y le costó la vida. Envíanos tu Espíritu para que nos guíe y fortifique en nuestro caminar. Queremos imitar a Jesús, queremos copiar su estilo de vida, su forma de amar y entregarse a los demás. Si hemos de lograr que en el mundo no haya hambre, ni tampoco sed, tendremos que comprender que no será posible mantener a toda costa nuestro nivel de bienestar personal y familiar, que hemos de ser verdaderamente generosos, repartiendo nuestro tiempo y dinero, nuestro pensamiento y nuestro interés y no contentarnos con dar sólo lo que nos sobra. Inspíranos, Padre Dios, y convéncenos de la importancia de nuestra misión, para que dejemos de preocuparnos de los sacrificios que nos exija y nos alegremos contigo de la felicidad que habremos sabido repartir. Nos unimos ahora en espíritu a cuantos ya pasaron por este mundo y permanecen en ti, y con el aval de ser amigos de tu hijo Jesús y seguir sus pasos, levantamos este pan y este vino para brindar por ti, agradecidos, igual que haremos toda la eternidad, en Cristo, por Cristo, con Cristo. AMÉN. Rafael Calvo Beca ----------------------------- PRINCIPIO Te damos gracias, Padre, porque nos invitas a tu mesa y a tu Reino. Mueve nuestro corazón para que recibamos tu invitación con alegría, con entusiasmo. Por Jesús tu hijo, nuestro Señor. OFRENDA Nuestro pan y nuestro vino, nuestra carne y nuestra sangre, nuestra vida entera, ofrecidas en tu mesa, como Jesús mismo. Que sean una entrega completa a tu voluntad, a tu reino. Por Jesús tu hijo, nuestro Señor. DESPEDIDA Gracias Padre por tu palabra y tu pan. Gracias por Jesús, que nos invita al Reino. Gracias Padre por todos tu regalos, sobre todo por Jesús, tu hijo, nuestro Señor. José Enrique Galarreta ------------------------------ SER DISCÍPULO Quiero ser dueño de mi camino y vida, no renunciar a la libertad alcanzada, gozar de tantas cosas buenas, entregarme a los míos, y tener esa serena paz del deber bien cumplido. Pero también puedo ser… discípulo. Puedo cargar con mi cruz, quizá con la tuya; también complicarme la vida y complicársela a otros con osadía, hablar de la buena noticia y soñar nuevas utopías. Pero también puedo ser… discípulo. Anhelo hacer proyectos, proyectos vivos y sólidos para un futuro solidario; deseo ser eficaz, acertar, dar en el clavo y ayudar. Pero también puedo ser… discípulo. Soy capaz de pararme y deliberar, escuchar, contrastar y discernir; a veces, me refugio en lo sensato, otras, lanzo las campanas al vuelo y parece que rompo moldes y modelo. Pero también puedo ser…discípulo. No siempre acabo lo que emprendo; otras arriesgo y no acierto, o me detengo haciendo juegos de equilibrio; me gusta apuntarme a todo y dejar las puertas abiertas, por si acaso. Me asusta tu oferta, consejos y preguntas.... Pero también puedo ser…discípulo. Podría seguir así, tirando más o menos como hasta ahora: manteniendo el equilibrio prudentemente, justificando mis opciones dignas, diciendo sí cuando todo es a medias, dejándome llevar por la corriente, buscando seguridad en meras insinuaciones... Pero también puedo ser…discípulo. Florentino Ulibarri Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 02:28 PM PDT La libertad de los hijos de Dios Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33 Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre ya su madre, a su mujer ya sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar". ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras: el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo Compartiendo la Palabra Por Pedro Garcia cmf El Evangelio de hoy nos mete algo de miedo apenas lo empezamos a leer. Sin embargo, es un miedo infundado, como vamos a ver. Entendamos las expresiones de Jesús, y miremos cómo empieza, para no asustarnos cuando se nos proclame hoy en la Iglesia: - El que venga detrás de mí, y no empiece por odiar a su padre, a su madre, a su mujer, a los hijos, a los hermanos y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Nos cuenta Lucas que Jesús dirigía estas palabras tan duras a los muchos que le iban siguiendo por el camino. ¿Qué debió pensar la pobre gente? Y aún quedó más aterrada, cuando añadió el Señor: - Y el que no tome su propia cruz para seguirme con ella, no puede ser mis discípulo. Había para espantarse. Y la gente lo tuvo que comentar así: * Pero, ¿cómo es posible que nos diga esto el Maestro? ¿Tenemos que ponerle a Él por encima de nuestros seres más queridos? ¿Tendremos que dejar de quererlos, para seguir a este Profeta de Nazaret? Aunque sea el Cristo que esperamos, ¿tenemos que cargar con una cruz e ir a morir con Él, pues parece que nuestras autoridades lo quieren matar?... Así pensaban los buenos, aunque no entendían esta doctrina. Pero los enemigos, los fariseos de siempre, debían expresar su propia opinión: - ¿No estará loco este Jesús? ¿A quién se le ocurre decir y pedirnos semejantes barbaridades?... Jesús, sin embargo, no se tira para atrás en sus exigencias, y añade: - Quien no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo. ¿Qué quiere decir Jesús con todas estas expresiones tan fuertes? No hay para espantarse, sino para animarse cada vez más, para sacar de ellas nuevas energías, para entusiasmarse con renovados ardores en el seguimiento del Señor. Porque todo lo que Jesucristo nos viene a decir es esto: *Dios, y Yo su Enviado, el Reino de los Cielos, la vida eterna, todo lo que yo os ofrezco, valemos más que todas las cosas que el mundo os brinda y os da. Valemos más que vuestra propia vida, porque vale la pena perder hasta la vida para haceros conmigo y con todo lo que yo os prometo y os doy. Por eso, quien me sigue está dispuesto a todo: a cumplir todas las condiciones que yo ponga, a seguir todos mis mandamientos, a no ahorrarse sacrificio que imponga el propio deber. Como vemos, este lenguaje sería, y es, no para tirarnos atrás, sino para entusiasmarnos cada vez más en seguir de cerca a nuestro Salvador, a nuestro querido Jesús. El apóstol San Pablo nos decía esto mismo de sí mismo y se lo pedía a sus queridos fieles de Corinto, con la comparación magnífica de los deportistas: - Fijaos en los atletas del estadio en las Olimpíadas. Para ganarse la corona de laurel —nosotros decimos hoy la medalla de oro—, se privan de todos los gustos durante los entrenamientos y se someten a dura disciplina. Y total, para ganar una corona que se seca. Nosotros, en cambio, nos imponemos todos los sacrificios para hacernos con Jesucristo. Porque yo —añade a los de Filipos— lo quiero atrapar hasta hacerme con Él, ya que Jesús será mi premio eterno, pues estaré para siempre con Él en su gloria. Jesús y Pablo, los dos dicen lo mismo. Con las palabras de Pablo, tan enardecedoras, dejan de darnos miedo las palabras de Jesús, tan duras. Y las palabras de Jesús, tan fuertes, se convierten en entusiasmo al interpretarlas a la luz de Pablo. Sin embargo, una vez más que repetimos: el Evangelio no es una broma, sino algo muy serio; el Evangelio no es para cobardes y timoratos, sino para valientes y emprendedores. Ante tantos que no piensan hoy más que en gozar sin frenos, saltándose toda barrera moral, vemos cómo otros muchos siguen a Jesucristo con generosidad por el camino del deber. Por poner un caso: ¿qué no se practica para disfrutar en el matrimonio sin aceptar sus obligaciones? ¿Y cómo se recurre al aborto, cometiendo con ello —¡legalmente!— millones de asesinatos, cuando han fallado los cálculos previstos?... La sociedad lo toma ya como algo normal, aunque sea un renunciar total al seguimiento de Cristo por no aceptar su cruz... ¿Todos son así? No, gracias a Dios. El conocido iniciador de un movimiento o camino cristiano, decía de tantos seguidores: el término medio de hijos entre los nuestros, es de cinco por matrimonio, aparte de que la regulación la hacen conforme a las directrices de la Iglesia... Y una conocida dirigente política, soltera, muy joven y muy católica, tuvo un desliz y apareció esperando... Todos pensaban que ahora claudicaría. Pero respondió valiente: ¡No abortaré!... Hechos así, son el comentario mejor a un Evangelio como el de hoy. Católicos como éstos, nos siguen diciendo que Jesucristo vale más que todo. Y que no se ha acabado aún, por fortuna, la generación de los valientes... ¡Señor Jesucristo! Hay muchos que se espantan con algunas palabras tuyas. Aunque Tú sigues diciendo que tu yugo es suave y tu carga ligera... ¿A quién hemos de creer? ¿A los que nos dicen que el divertirse es fácil y el seguirte difícil, o a ti que nos dices lo contrario?... Nosotros nos atenemos a tu palabra, Jesús. Con apariencia austera, Tú brindas felicidad. Con un fruto bonito en la mano, el mundo, como la serpiente, ofrece remordimientos y muerte. ¡Que sepamos hacerte caso, Señor!... Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 02:06 PM PDT Publicado por El Blog de X. Pikaza Domingo 23. Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 14, 25-33. El evangelio de Lucas vuelve de manera monotemática al asunto de la renuncia, es decir, de la pobreza. Una asidua del blog me pregunta por la pobreza cristiana. Yo le puedo responder con el evangelio, comentándolo de nuevo, frase a frase. El mundo está hecho de hombres y mujeres que quieren hacer torres, y de otros que quieren tirarlas abajo (las Torres Gemelas, que un día pisé, y no volveré a pisar). El mundo esté hecho de reyes y reyezuelos, de presidentes y auto-caudillos que quieren ganar guerras… Pero Jesús no necesita torres, no tiene que ganar ninguna guerra. Nosotros tampoco. Pero queremos seguirle, y para estar con él tenemos que renunciar a todo, para poder tenerlo todo. Ya lo sé, nos sobran maletas y planes y plannings… sí, nos sobra todo. Sigamos leyendo. El texto es de una lucidez impresionante. El texto, un breve comentario. No necesita aclaraciones, está claro. Principio y final se corresponden (dos renunciar). El medio quedan los ejemplos de contraste (una torre un rey). Al fondo de todo, una experiencia más alta: el Reino. 1. Principio. Dejar todo, todo, todo En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así solía decir Juan de la Cruz: nada, nada, nada… Nada donde protegerme, nada de uno mismo, en pura cruz. Nada de nada, para poder tenerlo luego todo, pero de otra forma: en gratuidad compartida, en libertad gozosa. Nada de nada, para poder disfrutarlo todo (padre y madre, mujer e hijos…), para disfrutar de sí mismo (¡negarse a sí mismo, para así poder gozarse!). Éste es el camino. Vivimos sobre una tierra donde queremos gozar teniendo, poseyendo, con una familia “exclusiva”, hecha de egoísmo, con un deseo que nos cierra en nosotros mismos… Sólo una cruz que rompe ese “cierre” egoísta puede abrirnos al todo. 2. Primer contraste, la torre Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." Somos constructores de torres, desde el gran relato de Babel (cf. Gen 10). Cada uno hace su torres, todos juntos queremos hacer la gran torre de la cultura mundial capitalista, que se cuente y mide con dinero. Pero ¿tenemos dinero suficiente para hacer una torre donde resguardarnos para siempre? ¿Nos podemos salvar por lo que hacemos? La vieja tierra está llena de ruinas de torres caídas. Entre ellas caminamos, sin darnos cuenta de que caerá pronto la nuestra. Si, cayó la torre de Babel y el templo de Jerusalén. Caerá el Pentágono Imperial USA, lo mismo que Coppolone de San Pietro. Todas, todas las torres caerán. No tenemos refugio definitivo en este mundo, donde el Amigo Primero dijo que no tenía ni siquiera una madriguera, como las zorras. Al descampado estamos, así hemos de vivir, así morimos, así esperamos resucitar. 3. Segundo contraste, el rey que va a la guerra O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Aquí no se habla de reyes lejanos, emperadores, monarcas, presidentes de grandes naciones o multinacionales, siempre en guerra. Aquí se habla de nosotros: queremos ganar a los demás, cada uno nuestra guerra y después la guerra de nuestros grupo (los blancos o colorados, los civiles o los gudaris, miles y miles de soldados de guerras distintas, compradas a oro de metal o de petróleo o de otro tipo. Todos queremos hacer la guerra pensando que así podremos mantenernos. Había un canto de niños franceses e hispanos que decía: Mambrú se fue a la guerra, ¡qué dolor, qué dolor, qué pena! Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá” ((Malbrough s'en va-t-en guerre, mironton, mironton, mirontaine, Malbrough s'en va-t-en guerre, on n' sait quand il reviendra)). ¿No sería hermoso que la guerra fuera sólo tema de niños…? ¿No es más prudente calcular y decir que con la guerra no ganamos nada, a no ser seguir buscando tumbas pasados más de setenta años? 4. Final. Renunciar a todo Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. Ésta es la torre de Jesús, ésta su guerra: no necesita nada más que el amor de la gente, el amor y la vida de aquello que saben renunciar a todo… Sólo así, cuando no se apegan a nada, cuando no quieren nada para sí mismos pueden tenerlo todo… buscando el Reino, que es don y regalo, que es gracia… Jesús no pone ninguna condición (saber latín, hacer teología…), no quiere gente que tenga carreras ilustres (para hacer torres, para ganar guerras…). Quiere gente que sea capaz de renunciar a construir más torres y a ganar más guerras… Jesús quiere que aprendamos el único oficio que merece la pena: el ser personas, en respeto y amor mutuo. Buen domingo. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 01:57 PM PDT Homilía de Monseñor Oscar Romero 4 de Septiembre de 1977 Sabiduría 9, 13-19 / Filemón 9b-10, 12-17 / Lucas 14, 25-33 Junto al altar ven ahora a un grupo de niños y jóvenes. Es el grupo de cruzados montañeros, que cumplen hoy diez años de su fundación por Monseñor Alférez, en la Iglesia de Candelaria, de donde se ha esparcido por otras parroquias, donde grupos de niños y jóvenes fomentan, en una sana recreación, su educación cristiana. Yo quiero felicitarlos y desearles que sigan en las parroquias progresando ahora cuando es tan necesaria toda forma pedagógica de llevar al corazón de la juventud y de la niñez los principios de austeridad del evangelio. Precisamente hoy nos proclama. También en esta semana, hemos tenido que lamentar nuevas publicaciones difamatorias contra la Iglesia, hasta caricaturizando al obispo como que fomenta a los que siembran la guerrilla. Es calumnia vil y con todo el corazón los perdono y pido al Señor que se conviertan de verdad. Sin duda que me están escuchando, porque son nuestros perseguidores los que con más interés siguen nuestra palabra. Escúchenla, por favor, pero con la buena voluntad con que un hombre honesto quiere encontrar la verdad y no el pretexto para seguir sembrando el mal y la confusión. Ha habido muchas confusiones en estos días. Pero la Iglesia siente la serenidad de amar la verdad y proclamarla; y el pueblo encuentra en ella cada vez más, aquella columna de verdad que Cristo quiso de ella. Y precisamente, por este afán de poner en todas las posiciones de la diócesis los sacerdotes que, en comunión con el obispo, trabajen la verdadera misión actual de la Iglesia, hemos provisto nuevas parroquias: en la colonia Costa Rica, el padre Arturo García Velis. El párroco de esa colonia pasó a Quezaltepeque, y seguiremos estudiando cómo cubrir los campos que nos ha dejado la persecución con vacío de unos veinticinco sacerdotes. Le suplico a ustedes encarecidamente rogar mucho al Señor de la mies, para que envíe obreros a su mies. Los laicos, por su parte, van comprendiendo su papel; y llena de satisfacción el corazón mirar cómo el laicado en todos los estratos profesionales, universitarios, estudiantes, campesinos, obreros se están promoviendo, sintiendo una Iglesia cada vez más auténtica, que reclama de sus bautizados la cooperación que en esta hora difícil tiene que dar. Grupos de comunidades eclesiales de base surgen por todas partes y son verdaderas colmenas del quehacer de Cristo. Me da mucho gusto recibir las impresiones de toda esta gente, que a lo largo de la Arquidiócesis va surgiendo. Nuevas comunidades religiosas también irán a ocupar campos de apostolado directo en los pueblos, principalmente donde no hay sacerdotes. Creo, hermanos, que vivimos, como lo dije en mi primera carta pastoral, una hora pascual de la Iglesia, hora pascual que arranca de la cruz de Cristo, que es sufrimiento, pero que también es fecundidad. Y a esto nos invita la preciosa palabra de Dios que se ha proclamado hoy. Yo quisiera reducirla a estas dos ideas, siempre tratando de definir la posición, la naturaleza, de esta Iglesia, a la que tenemos la dicha de pertenecer, rogando a todos los que a ella pertenecen, queridos católicos, que tomemos conciencia de que esta Iglesia que poseemos, que hemos llegado a conocer por la gracia de Dios, no por nuestros méritos, y a la que tenemos el inmenso honor de servir, no es invento de sabiduría humana, sino que es la realización de los ideales de Dios en la tierra. Y para comprenderlos, nunca los comprenderemos en esta tierra, pero tratamos de por lo menos no oponernos como un pecado contra el Espíritu Santo, sino que tratamos de adentrarnos más y más, en ese misterio, cada domingo en que la palabra de Dios, nos diseña con más claridad qué quiere él de la Iglesia en el mundo, en medio de una humanidad a la que él ama, y a la que envía a su Iglesia a salvarla, a iluminarla. Y las dos ideas son éstas: primero, la Iglesia del espíritu Santo, y segundo, la Iglesia de la Cruz y del desprendimiento. Esto es lo que se me ocurre destacar en esta lectura que acaban de escuchar. Y como un botón de muestra, la segunda lectura, una breve carta de San Pablo a Filemón, que nos presenta la figura del auténtico cristiano, del auténtico promotor de la liberación humana y de la justicia social en la Iglesia. 1. LA IGLESIA DEL ESPIRITU SANTO En primer lugar, la primera lectura nos invita a elevarnos tras la sabiduría de Dios, porque: "Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles. ¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? ¿Quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá su designio si Tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? "Y esto es la Iglesia, un foco de la humanidad donde Dios derrama su Espíritu divino, para que desde ese foco, ilumine todo su contorno que es la humanidad entera. Cuando el Concilio Vaticano II analiza la complicada y profunda naturaleza de cada hombre, al referirse a la inteligencia, dice: "El hombre piensa muy bien cuando cree que su inteligencia lo hace superior a todos los seres creados. A lo largo de los siglos esa inteligencia del hombre ha hecho maravillosos progresos, en las ciencias positivas, en las artes liberales; y modernamente, la técnica de lo material está tan dominada por el hombre" que se corre hoy el peligro de que el hombre se quede únicamente en los fenómenos que él ha logrado dominar con su matemática, con su ciencia, con su técnica. Qué precisión, por ejemplo, la de una organización para hacer un viaje a la luna. ¡Qué técnica más preciosa! Y sin embargo, dice el Concilio, hoy más que nunca el hombre tiene que tener esa idea de que, más allá de los fenómenos concretos de sus ciencias técnicas, existe una verdad que él sabe en su conciencia que la puede adquirir con certeza; y que, aún más allá de sus capacidades intelectuales, existe un don del Espíritu Santo que lo hace capaz de compartir con el creador los diseños divinos que el tiene con su creación. Yo les invito, queridos hermanos, a que pongamos en juego esta capacidad de cada hombre y cuanto más científico se sienta, más lo invito yo, y le reto a que encuentre una oposición verdadera entre su ciencia y su orgullo, y la fe humilde de nuestro Dios, que nos ha revelado el designio de la salvación eterna. No es auténtica la ciencia mientras no congenie con esta fe humilde. Y el verdadero sabio es el que en aras de su ciencia alcanza esa sabiduría. El humilde la alcanza con su oración y su sencillez. El sabio y el rústico, si son hombres de fe, tendrán que encontrarse en aquél Dios y tendrán que ser humildes para acatar esos designios de la sabiduría divina que nos quiere salvar, no por la ciencia humana, sino por la sabiduría de la humildad, de la cruz, de la austeridad, del sacrificio. También, cuando Pablo VI clausuraba el Concilio Vaticano II, decía retando a esta civilización moderna: "Hoy, cuando los hombres aprecian las cosas únicamente por lo que valen, les invitamos a que estimen nuestro Concilio, porque vale, porque se ha puesto al servicio de la humanidad y, descubriendo desde su revelación divina el misterio del hombre, le ha dado al hombre moderno la clave para saber qué es el hombre, cómo se le debe servir, cuál es su naturaleza, cuál es su destino, cuál es su origen. En Dios, únicamente en Dios, podemos descubrir el misterio, el enigma del hombre". Y citando una palabra de Santa Catalina de Siena en una oración: "En tu naturaleza divina, conozco mi propia naturaleza", decía el Papa: "Esto es lo que ha hecho el Concilio en un tiempo casi de ateísmo universal. En un tiempo de hombres más inclinados a conquistar el reino de la tierra que el reino de los cielos, el Concilio ha tenido la audacia de predicar una religión que predica que Dios existe, que es inteligente, que es creador, que sólo en él podemos comprender la naturaleza, el misterio del hombre. Aún cuando el hombre termina su investigación con toda su ciencia, él mismo sigue siendo un misterio". ¿Para qué me hizo Dios? ¿Cuál es la razón de ser de mis luchas en la tierra? ¿Por qué trabajar tanto, si a veces los malos viven mejor que los buenos? ¿Cuál es el esfuerzo de ser honrados? Y como el Salmo, el Concilio responde que los que sirven a Dios son verdaderamente felices y en la luz de Dios, en la sabiduría infinita del Señor, sí se comprende que vale la pena luchar, tener esperanza, aun cuando todo el mundo parece que la ha perdido. Y por eso, es la gloria de la Iglesia de San Salvador en esta hora haber mantenido la esperanza, cuando muchos la están perdiendo, decirles que hay esperanza de un país mejor, cuando parece que todo conjura contra la patria, contra su verdadero bienestar, cuando hay tanta hipocresía, tantas tonteras que llevan a afearla cada vez más. He aquí que la Iglesia ha mantenido su serenidad a pesar de las calumnias. Ha mantenido su doctrina de fe y de esperanza, jamás la violencia, jamás la venganza. A pesar de que han sido bastantes las ofensas que le han hecho, siempre el perdón, siempre llamando a conversión, porque sabe que se apoya no en el vaivén de las cosas políticas, terrenales, sociales, sino que va descubriendo cada vez más y se va afianzando cada vez más en esa sabiduría de Dios. Y el Papa en ese mismo discurso decía: "Y en esta hora del ateísmo, en que parece anacrónico, ridículo, hablar de un Dios y llamar a las almas a rezarle, es cuando el Concilio ha dicho que la actividad del hombre se ennoblece más y llega a la cúspide de su dignidad, cuando clava sus ojos y su corazón en ese Dios, en un acto espiritual que se llama la contemplación. Los contemplativos, los que dejan todos los quehaceres materiales para dedicarse al gran trabajo de contemplar la belleza de Dios y de allá traernos las bellezas que encantan a la humanidad son un trabajo actual en la Iglesia. ¿Quién dijera que hoy en la era del activismo, hay monasterios de hombres y de mujeres contemplativos, y que las comunidades religiosas tienen horas profundas en que dejan sus quehaceres para dedicarse a la contemplación y que los sacerdotes, si queremos ser fieles a nuestra misión, sabemos que no todo consiste en predicar y en trabajar, sino que nuestras mejoras son cuando estamos de rodillas ante el Señor, en oración contemplativa. Es desde allí donde deriva lo que después decimos, como experiencia de felicidad, de satisfacción profunda, y es a lo que llama hoy la Iglesia, hermanos. El Cardenal Pironio, gran promotor de la auténtica liberación de América Latin, llega a decir que si esta ansia de liberación de los pueblos oprimidos, marginados en pobrezas, en hambres, en analfabetismos, claman por una liberación a la que tienen derecho, es el Espíritu Santo el que está clamando desde esas muchedumbres hambrientas, y que la Iglesia no puede ser sorda a esa voz del espíritu que clama en esa gente. ¿Por qué se va a llamar entonces a la Iglesia subversiva y todos los otros calificativos ya conocidos, cuando ella atraída por la voz del Espíritu que clama desde la miseria de nuestro mundo, llama a una justicia mejor, llama a un sentido fraternal a los hombres? Es la voz del Espíritu que la llama y para saber auscultar esa voz del Espíritu y saberle dar la verdadera respuesta, la Iglesia tiene que ponerse en oración ante el espíritu, el Espíritu Santo. Y gracias a Dios, también hay mucha oración en nuestra Iglesia. El equilibrio de esa voz del Espíritu que clama desde la miseria humana de nuestros pueblos y la voz del espíritu que clama desde la contemplación y la oración es la que hace a la Iglesia la auténtica liberadora de América Latina, liberadora sin demagogia, sin odios, sin luchas de clases, liberadora a base de la fuerza de la sabiduría de Dios, liberadora desde el Espíritu Santo. Hermanos, esta es la Iglesia del Espíritu Santo, es nuestra Iglesia. No la comprenderemos, como nos ha dicho la primera lectura de hoy, si queremos concebirla con criterios humanos, por eso jamás la comprenderá el lenguaje político, porque la política todo lo teje entre intrigas humanas, y la Iglesia está muy ajena a esas intrigas. Y si predican desde la luz del Espíritu la verdad, no es porque sea subversiva, sino porque aquellos que provocan la subversión con su intriga, con su alma voluntad, con su orgullo, son los que están tentando al Espíritu de Dios. Pero la Iglesia quiere proceder sinceramente, por la luz del Espíritu. Yo les invito a todos los que están en esta reflexión de la palabra de hoy, de la sabiduría divina, del Espíritu Santo, que todos, si queremos hacer honor a esta Iglesia, seamos gente de oración. Eso es lo que más hemos inculcado, hermanos, la oración. Les decía una vez que hay quienes ya dieron de mano a la oración, como algo anticuado, la oración sigue siendo válida, les decía, que pudiéramos hacer este ensayo, se lo repito ahora, de creerte tú lo más grande que te imaginas; todo es poco para aquello que es una imagen de Dios, qué eres tú, eres imagen de Dios, tienes mucho de infinito, mucho de inconmensurable, eres grande, no hay duda. La oración no te va a empequeñecer, la oración solo te pide una cosa, que cuando más analices tus cualidades, y en verdad las reconozcas, porque el humilde no es el que esconde sus cualidades, el humilde es aquel que como María la humilde dice: "Ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso". Cada uno de nosotros tiene su grandeza, no sería Dios mi autor si yo fuera una cosa inservible. Yo valgo mucho, tú vales mucho, todos valemos mucho, porque somos criaturas de Dios, y Dios ha hecho derroche de maravillas en cada hombre. Por eso la Iglesia aprecia al hombre y lucha por sus derechos, por su libertad, por su dignidad. Esto es auténtica lucha de Iglesia, y mientras se atropellen los derechos humanos, mientras haya capturas arbitrarias, mientras haya torturas; la Iglesia se siente perseguida, se siente molesta. Porque la Iglesia aprecia al hombre y no puede tolerar que una imagen de Dios sea pisoteada por otro que se embrutece pisoteando a otro hombre. La Iglesia quiere precisamente hermosear esa imagen, y por eso les digo: Cuánto más imagines tu capacidad intelectual, volitiva, de organización, de hermosura, etc., llega un momento en que tú dices: "Pero todo esto tiene término". En ese momento en que tú comprendes tu limitación, sabes que queda algo más de ti, ya estás orando, estás reconociendo que tú no eres Dios, que por más grande que seas, hay un límite en el que Dios comienza a ser tu necesitado. Tú lo necesitas, y entonces comienzas: "Señor, por lo que me falta, por mi pequeñez". Entonces comienzo a ver, desde el límite de mi grandeza, la infinita grandeza de Dios, y comienza mi contemplación, mi oración, mi súplica, mi petición de perdón porque le he ofendido, sobre todo la petición de gracias que necesito: "Sin ti no soy nada". Hacer eso, hermanos, muchas veces, vivir de esto, es responder a la palabra de hoy, cuando nos dice, al terminar la lectura de hoy: "Sólo serán rectos los caminos de los hombres, cuando aprendan lo que te agrada; se salvarán con la sabiduría los que te agradan, Señor, desde el principio". Qué fácil es ser agradable a Dios. Es reconocer su sabiduría infinita e inspirar en ella mi propia sabiduría, desarrollar todas mis capacidades, pero siempre sintiéndome necesitado de Dios. Este es el servicio que la Iglesia presta a la humanidad actual, y porque la Iglesia quiere limpiar de todo embrutecimiento esta sabiduría de Dios, que se quiere hacer sabiduría de los hombres, y porque la Iglesia llama a conversión y señala el pecado contra la sabiduría divina a los pecadores, a los que ponen en falsos ídolos su esperanza, por eso es perseguida, pero bien perseguida, porque es por la sabiduría de Dios, y porque se afianza más en su corazón que no vale la pena complacer a los hombres, sobre todo cuando son orgullosos, cuando son idólatras cuando corremos el peligro de perder la sencillez de la sabiduría divina. Una de las bellas páginas de Juan XXIII, cuando era representante de la Santa Sede allá en el Medio Oriente, escribió esta oración: "Señor, concédeme que conserve siempre la sencillez que aprendí en mi hogar, que no la vaya a perder, porque muchas veces se pierde en estos ambientes diplomáticos, políticos, consérvame, Señor, la sencillez de tu sabiduría". Esto debíamos de pedir al Señor, "consérvanos, Señor, la sencillez de tu sabiduría", que no la vayamos a perder, hermanos, por hacernos intrigantes, por querer ganar socialmente, políticamente por querer subir en la tierra. "Ay de aquellos, -dice Cristo-, que quieren salvar su vida. La perderán. En cambio, aquel que la expone por mí, la salvará". Y de éstos hay muchos en nuestra Arquidiócesis, hombres que están exponiendo su vida aunque la pierdan, como la han perdido y la siguen perdiendo nuestros queridos sacerdotes, catequistas, gente que, por mantenerse fiel a su misión de la sabiduría de Dios, se hacen desagradables, perseguidos de la sabiduría humana y perecen en formas crueles, como lo hemos visto en los últimos días. Queridos hermanos, esta es la Iglesia del Espíritu Santo, la Iglesia que con el Espíritu, dice el Concilio, clama, "Ven" a Jesús, su divino esposo, que la está esperando, que la está viendo luchar y que está para darle el abrazo definitivo de la eternidad feliz, allá donde la sabiduría redundará en toda la explotación de su éxito. Esto es lo que valía la pena vivir. Ya vislumbrábamos en la tierra, y por eso caminamos a la luz de esta sabiduría, y no nos importaban las intrigas y las persecuciones. Que seamos los cristianos que iluminan su quehacer en esta sabiduría de Dios, en el Espíritu Santo, que seamos una Iglesia muy devota del Espíritu Santo, que le pidamos mucho, hermanos. Yo quiero aprovechar este momento para agradecer las muchísimas cartas en que me dicen: "Le pedimos al Espíritu Santo para que le dé sabiduría, para que le dé luz, para que le dé fortaleza", y hago aquí una alusión especial a las bellísimas cartas de los niños de la Escuela San Luis, que hemos sometido a un concurso, donde verdaderamente Dios habla por los niños. Qué bellas expresiones las que allí, la infancia ofrece, como el mejor estímulo a un pastor. Un estímulo que muchas veces no lo recibe de los grandes lo ha recibido de los niños y de la gente humilde y sencilla. Muchas gracias, queridos niños de la Escuela San Luis, y queridos hermanos que me encomiendan en sus oraciones. Encomendémonos mutuamente, para que entre todos, obispos, sacerdotes, religiosas y fieles, formemos una auténtica Iglesia del Espíritu Santo, un círculo luminoso en la República, que sea luz del cielo, para iluminar los caminos de nuestra patria, para embellecer el rostro de esta patria que amamos sinceramente y por eso la queremos más feliz, más iluminada con la luz de Dios. 2. LA IGLESIA DE LA CRUZ Y DEL DESPRENDIMIENTO Y la lectura del evangelio, donde Cristo nos invita a seguirle, parece una página de locura: "Quién no -el original dice- odia", - una traducción más benigna propone "pospone", pero en su lenguaje original Cristo, entendido naturalmente en el sentido oriental-. "Quién no odia a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quién no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío". Y pone las dos comparaciones, el del que quiere construir una torre o llevar una guerra no se lanza sin una premeditación si podrá terminarla, si podrá llevar a la victoria. Es como para invitarnos. Y fíjense cómo comienza el evangelio: "Mucha gente acompañaba a Jesús". San Lucas va defiriendo en todo este trozo de evangelio el viaje de Jesús a Jerusalén y ya sabemos como terminó, y mucha gente lo seguía. Pero, él para no llamar a engaño a nadie, habla claramente: "Me pueden seguir, pero pregúntese cada uno" cuál es la condición para seguir a Jesús. Así como el que va a construir una casa pregunta; "¿Tengo suficiente dinero para terminarla?" O como un rey que va a llevar una guerra; "¿Tendré suficiente ejército para llevar a la victoria?" si no, se reirán de él. Así Jesucristo dice: "Ponte a meditar tu capacidad de desprendimiento, tu capacidad de cruz. No te estoy ofreciendo yo corona de rosas ni ventajas sociales o políticas. Estoy ofreciendo únicamente la cruz. El que se quiere venir conmigo tiene que estar tan desprendido que el mismo amor a su madre, a su esposa, a sí mismo, no debe ser un obstáculo para seguirme". Me preguntarán ustedes: "¿Y no ha predicado usted tantas veces que el amor es la fuerza de la Iglesia? Y aquí Cristo predica el odio contra el padre y la madre y la esposa. Les digo que hay que entenderlo en el sentido en que Cristo habla, y bien lo ha traducido el Evangelio que se ha leído, "posponer". El amor de Cristo es tan absoluto, la luz de la sabiduría divina que Cristo ha traído al mundo es tan nítida, que para seguirlo a él, no hay que seguirlo a medias; y que si es lícito amar a la madre, a la esposa, a los hijos, a la patria y todo lo de la tierra se puede amar, tiene que ser en un sentido jerárquico, bajo la jerarquía del amor absoluto, bajo la disposición de entregarlo todo, cuando Cristo llama a dejarlo todo. Yo creo que, ante esta invitación, la muchedumbre que seguía a Jesús se reduce a un pequeño grupo. Cuando Cristo también le pregunta al pequeño grupo: "¿Y ustedes también se quieren ir?". Y cuando Pedro contesta la respuesta de los valientes: ¿A dónde iremos, Señor, si sólo tú tienes palabras de vida eterna?", la multitud se dispersa, buscando esta tierra, en las seguridades, en la protección. Qué fáciles somos para buscar protección en la tierra, qué poca nos parece la confianza en la cruz. Y sin embargo, este es el desprendimiento que la fe nos pide. Es la Cruz de Cristo la clave de la verdadera liberación. Si hoy habla mucho de liberación, si hay muchos falsos liberadores, el liberador cristiano tiene que componer, como práctica y como clave, la cruz de Cristo. Así dice bellamente el Concilio: "Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, la Iglesia va peregrinando en el mundo, señalando la Cruz hasta que el Señor vuelva". Entonces es cuando la Cruz florecerá en pascua, así como la Cruz de Cristo el Viernes Santo florece en la resurrección, para darnos una idea de lo que es la vida: Cruz y martirio, pero luego resurrección y vida eterna. Sólo los amigos de la Cruz, sólo los que la abracen sin temor a perder amores en esta tierra, sólo los que se entreguen al seguimiento del absoluto, con un sentido, sólo éstos serán los valientes con quienes cuenta Cristo. Esta es la Iglesia que tratamos de forjar, queridos hermanos, y por eso les repito: me alegro de vivir en una Iglesia que no se apoya en las fuerzas de la tierra, sino que las fuerzas tienen que convertirse a ella para ser salvas. Porque la Iglesia no ama tampoco el conflicto, pero acepta el conflicto cuando las fuerzas de la tierra la desprecian y no tienen confianza en ella. Pero cuando la tierra se vuelve a la Cruz y se hace realidad aquello que dijo Cristo, "Cuando yo sea levantado en alto, todo lo atraeré hacía mí", la Iglesia acepta con amor a cualquiera que sea, aunque haya sido el más grande pecador, si abraza la Cruz; y la Cruz es la salvación. Pero la Cruz no tiene que apoyarse en cosas de la tierra, porque ella trae la sabiduría y la fuerza de Dios. Ella ofrece protección; no pide, no necesita, protección de la tierra ofrece protección a los que la quieren aceptar, para la eternidad, para lo absoluto; pero sabe ella que cuando se empaña el testimonio de esa Cruz desprendida, perseguida, amada por Dios, con apoyo de la tierra que hagan menos elocuente su credibilidad, ella tiene que estar dispuesta, dice el Concilio, a renunciar a todas las ventajas de la tierra, con tal de manifestarse desnuda, cruda como es la Cruz auténtica de nuestro Señor Jesucristo. Hermanos, esta es la Cruz que ofrece el evangelio de hoy. Este es el seguimiento al cual invita nuestro divino Redentor y Salvador. Esta es la sabiduría que todos los cerebros deben de iluminar para ser verdaderamente felices y leales a su Dios. Quiera nuestro Señor, pues, que este lenguaje que, como dice el libro de la Sabiduría hoy, no lo podrán comprender los hombres de la tierra, lo comprendamos por la fe y por el Espíritu Santo. Nuestro Señor, en la eucaristía que vamos a celebrar hoy, va a renovar, para manifestarnos en este domingo de septiembre de 1977, que su amor y su Cruz y su sabiduría siguen siendo lo que él ofrece al mundo. Desde el Calvario de cada altar de la misa dominical, sigue diciéndonos: "Este es el pan que se convierte en mi cuerpo, el cáliz de mi sangre, lo que dá el perdón a los hombres. Y únicamente desde el perdón de la Cruz se puede esperar la liberación de América Latina y de los pueblos. ¿Quién quiere ser colaborador mío? ¿Quién quiere abrazarse a esta Cruz para llevarla al mundo y plantearla como signo de única salvación?". Ojalá, hermanos, que desde el fondo del corazón cada uno de los que hacemos esta reflexión le digamos al Señor que nos abrazamos enteramente a su Cruz y queremos vivir una Iglesia que sea verdaderamente signo, sacramento, de salvación para nuestra patria y para nuestro tiempo. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 01:44 PM PDT XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C Por José Enrique Galarreta Estos capítulos de Lucas son una especie de cajón de sastre en que se alternan enseñanzas y actividades de Jesús, hasta cierto punto unificadas en el marco genérico de "la subida hacia Jerusalén". La lectura litúrgica nos ha privado de los versículos 15 a 24 de este capítulo 14, la gran parábola del banquete nupcial, quizá porque ya propuso esta parábola en su paralelo de Mateo 22, el domingo 28º del ciclo A. Se desarrollan dos temas diferentes, aunque conectados. El primero, la renuncia, enunciado al principio, posponer al padre... incluso a sí mismo, y al final, en la frase que cierra la lectura. El segundo tema se expresa en dos ejemplos: el que construye la torre y el rey que mide su ejército. El tema de la renuncia se expresaba antes en otra traducción más violenta: "el que no odia a su padre... ", que sería la traducción literal del original. La traducción actual "pospone" no es literal, pero da mejor el sentido que tendría la palabra "odiar" para los oyentes de Jesús. Por otra parte, "odiar" o "posponer" al padre, madre, mujer, hijos, hermanos, cobra sentido completo cuando se lee el último objeto de ese odio: "incluso a sí mismo". Esta expresión sitúa bien el sentido del pasaje entero: incluso lo más querido puede ser puesto en cuestión frente a las exigencias del Reino. En definitiva, la doctrina es la misma que la de "si tu mano o tu ojo te escandalizan...", de Mateo 9,47, y, en el fondo, la de la de la parábola del Tesoro. Pero en esta ocasión se insiste solamente en la parte de la renuncia, en el precio, no en el inapreciable valor de lo que se compra. (Volvemos a insistir: el mensaje del Evangelio es el Evangelio entero; fragmentarlo puede ser muy peligroso. La cruz es mensaje, pero separada de la resurrección puede ser fuente de toda clase de espiritualidades aberrantes). Esta renuncia, este precio, exige valor, hay que ser capaz de ello, hay que atreverse. Esto se subraya en los dos ejemplos, de la torre y del rey. Estas pequeñas parábolas van en la misma línea del episodio del joven rico: no quiso pagar el precio. (Lo cual no significa que no se salva, que no entra en La Vida, sino que no sigue a Jesús en el Reino, que es algo bien diferente) Los dos temas, por tanto, expresan desde ángulos diferentes un mismo mensaje: el Reino tiene un precio. Parece que el contexto interior de estas expresiones se ha de poner precisamente en el tiempo en que fueron dichas, que es muy probablemente el final de la vida de Jesús, cuando el Reino va a tener un gravísimo precio para él mismo. Jesús tiene que optar, ha hecho ya su opción; por eso va a Jerusalén, y sabe que va a Jerusalén a pagar ese precio. La invitación a seguirle cobra en consecuencia tintes extremos, y las fórmulas con que se expresa son especialmente disonantes. ¿Qué es lo que más quiero en este mundo? Mi madre, mi padre, mis hermanos, mis amigos, mi marido, mi mujer, mis hijos... Y, sobre todo, en lo más íntimo, yo mismo. Es muy inteligente la formulación del Gran Mandamiento: "Al prójimo como a ti mismo", porque del amor a nosotros mismos no nos cabe la menor duda. Poner el amor al prójimo a la altura del propio amor es un reto y una inversión profunda de valores: yo mismo ya no soy un absoluto. Yo mismo soy también para el Reino. Se invierte también el sentido de la religión: ya no es "Dios para mí", soy "yo para Dios". Lo cual no destruye que yo me ame a mí mismo, que yo busque como máximo bien mi propia felicidad, sino que posiciona correctamente esa aspiración, me libra de considerarme el centro del universo, de hacer orbitar a todos, Dios incluido, alrededor de mí. Esta liberación me lleva a una felicidad verdadera, mucho más plena, me libra de una limitación frustrante, porque revela lo mejor de mi ser, que es "ser con otros y para otros". "Ser para el Reino" es una dimensión humana superior al "ser para mí". Cuando el ser humano entiende que lo más íntimo y caracterizador de su propia persona es la misión, su papel en el Reino, su dimensión personal se engrandece, las limitaciones infantiles y empequeñecedoras de lo individual dejan paso a la responsabilidad del adulto, el placer del disfrutar aquí y ahora de lo que aquí y ahora me apetece deja paso a la satisfacción de encontrar profundo sentido a todo, de saberse querido personalmente por Dios y tenido en cuenta para el Proyecto común. El Reino es Misión y la misión sitúa correctamente al individuo y lo engrandece. A esto invita Jesús. Esto hizo cuando dejó Nazaret, su honrado oficio, probablemente respetable, su madre, su clan, sus hermanos y amigos. Todo esto era para el Reino. Quedarse en ello hubiera significado buscarse sólo a sí mismo. Bajar al Jordán, aceptar el Espíritu, pelear cuarenta días con la tentación en el desierto... Jesús tuvo que pagar un precio por aceptar la Misión. Tendrá que pagar más. Y lo pagará. ¿Mereció la pena? La doctrina de la resurrección significa entre otras cosas que sí mereció la pena. Que Jesús es "El Señor" porque pagó el precio, un precio que, aunque pareció grande en el momento, no lo fue respecto a lo que se compraba con él. Debemos aplicar todo esto a nuestra situación respecto al Reino. El Reino, aquí, es una sociedad en que reinen los criterios y valores de Jesús. El Reino, a nivel individual, es un conjunto de criterios y valores que se viven. El Reino es también la realidad definitiva, que supera a ésta y es su fruto. Y las tres son realidades que hay que construir: la invitación de Jesús es a intentarlo, a meterse en esa aventura, en todas sus dimensiones: convertirse al Reino, crecer para el Reino, construir el Reino, esperar el Reino. El Reino abarca todas las realidades vitales: mis cualidades, para el Reino; salir de mis pecados, porque estorban al Reino; trabajar, para el Reino; irse de vacaciones, para el Reino; casarse, para el Reino... Porque el Reino no es huir de la realidad humana sino dar pleno sentido todas las realidades humanas. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada sino dirigirlo todo hacia ese fin. ¿Y todo lo que no vale para ese fin, todo lo que estorba al Reino? A eso hay que renunciar. La fundamentación de la renuncia está en que el ser humano siente la tentación de conformarse con poco, con apariencias de felicidad. La invitación al Reino es una oferta más ambiciosa, de mayor plenitud humana. Pero todas las mediocridades atrayentes atrapan nuestra ambición, nos domestican, y acabamos viviendo para ideales superficiales que a la postre resultan deshumanizadores. En un extremo está el Reino, la plena realización humana; en el otro extremo está el fracaso, la deshumanización. En medio, el Espíritu, alentando, soplando, despertando, invitando... siempre a más. Jesús sabe que este dilema es muy radical. El ser humano se puede echar a perder. Diríamos que es el único viviente (que conozcamos) que puede no llegar a realizarse; por eso es libre, dignidad y riesgo, pero en todo caso, condición y destino. Por eso, puede realizarse y puede fracasar. Y por eso son radicales las expresiones de Jesús. El resumen final es el mismo de tantas parábolas: no tires tu vida; tú eres mucho más que todo eso; el Espíritu te invita a mucho más; se puede pagar mucho, incluso todo, por El Tesoro. Pero tampoco así está perfectamente enfocado el tema, porque no se trata de dejarlo todo a ver si consigo encontrar el tesoro, sino de encontrar el tesoro y volverse loco de alegría, de manera que el valor de las demás cosas palidece e incluso desaparece. Importante para la vida ascética, para el progreso espiritual: no es primero la renuncia para llegar a la alegría: es primero la alegría, de ella se derivan las renuncias... que no se sienten como renuncias sino como liberación. Ha sido muy frecuente que los directores espirituales y los libros de espiritualidad lo enfoquen al revés. Se pone el secreto de todo en la fuerza de voluntad, en el esfuerzo ascético. No es así. Lo que todo lo cambia no es mi voluntad ni mi esfuerzo: es la alegría de encontrar el Reino, que es regalo de Dios, no un logro de nuestra voluntad. Una vez más, la palabra clave es alegría: nada ni nadie puede hacernos más felices que el Reino: ya lo dijo, preciosamente, Pablo en Filipenses 3,6. “lo que era para mí ganancia, lo he considerado pérdida a causa de Cristo”. Más aún, juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas y las considero basura por ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene del cumplimiento de la Ley, sino la que viene de la fe de Cristo, la que viene de Dios, apoyada en la fe. PARA NUESTRA ORACIÓN SALMO 19 Reconocemos en este Salmo que la manera de vivir que Jesús nos propone es la verdad, que no hay modo de vida imaginable mejor que éste, y pedimos a Dios que sea El quien transforme nuestro corazón. Los cielos cantan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. No son misterios incomprensibles En toda la tierra resuena su Palabra hasta los confines del mundo. La Ley del Señor es perfecta, reconforta el alma. La Palabra del Señor es verdad, sabiduría de los sencillos. El Mandato del Señor es luminoso, luz para los ojos. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón. Los juicios de Dios son verdad, justos para siempre. Mucho más deseables que la riqueza, más dulces que la miel son sus Palabras. Cuanto más las conoce mi alma, más se alegra de cumplirlas. Pero ¿quién está libre de error? Líbrame de mis pecados más secretos. Preserva mi alma del orgullo, que no tenga poder sobre mí, entonces quedaré libre de mi peor pecado. Acepta las palabras de mi boca y el murmullo incesante de mi alma, ante Ti, Señor, mi roca, mi salvador. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 01:10 PM PDT XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C Por José Antonio Pagola Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando. Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio. A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa. Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar ¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús? Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer? Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la "torre inacabada" no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser "fermento" en medio del pueblo o puñado de "sal" que pone sabor nuevo a la vida de las gentes. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 01:00 PM PDT Por Angel Moreno Publicado por Ciudad Redonda “Jesús, se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos…, no puede ser discípulo mío».” Sentirte ante el rostro de Jesús, que te mira, que te habla con sus ojos e introduce dentro de ti su Palabra, que como espada de doble filo, llega hasta tus entrañas es la actitud que más afianza tu personalidad. El gesto que hace Jesús de volverse y de mostrar su rostro a los que le seguían es el secreto de toda vocación y la experiencia que produce la afectación más radical de la persona, hasta llegar a convertirla en discípulo. Así sucedió al comienzo: “Jesús se volvió, y al ver que lo seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.” (Jn 1, 38-39). Curiosamente, hasta que María Magdalena no hizo lo mismo, cuando ansiosamente buscaba a su Señor, no lo reconoció resucitado: “Se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». (Jn 20, 14-17). El secreto del discípulo es haberse encontrado con el rostro de Jesús, don de sabiduría. La posibilidad de entrar en el conocimiento de la voluntad divina es escuchar la Palabra de Dios. En Jesús nos lo ha dicho todo. Sólo desde la mirada que nos dirige Jesús, al volver sus ojos hacia nosotros, se comprende la radicalidad del seguimiento. Al vernos mirados por el Señor, nace el conocimiento, el reconocimiento y la experiencia de amor, por los que se llega a creer en Él como Salvador. “Jesús se volvió, y al verla (a la Cananea) le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento” (Mt 9, 22). Hoy la carta a Filemón nos narra cómo sólo desde la luz de la fe cabe tratar al siervo como a señor, y al esclavo, como hermano. Pero esta sabiduría es un don, que se recibe al saberse mirados por el Señor, que se vuelve hacia nosotros y nos revela su rostro. “¿Quién conocerá tu designio, si Tú no le das sabiduría, enviando tu santo Espíritu desde el cielo? Sólo así los hombres aprendieron lo que te agrada.” Sólo así, adquiriremos un corazón sensato. Sólo así descubriremos la presencia del rostro de Jesús aun en las mayores paradojas de la vida, como sucedió cuando Pablo, estando en la cárcel, convirtió a Onésimo de ladrón en seguidor de Jesús. Pidamos, al menos, que el Espíritu nos conduzca hacia el encuentro con la mirada del Señor. Santa Teresa cifró en esto su experiencia: “Mirad, que no está esperando otro cosa, sino que le miremos.” Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 12:56 PM PDT Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm Dice el evangelio que "mucha gente acompañaba a Jesús". El paso del Señor, con sus milagros admirables, con su enseñanza sorprendente, con su persona fascinadora, iba arrancando "seguidores", con toda la carga de entusiasmo y también de ambigüedad. Él criticó el espejismo de una euforia masiva, porque la comprensión de su Mensaje y la adhesión a su Vida no se mide por éxitos estadísticos, sino por la fidelidad del corazón que es completa mente transformado. Sí, había mucha gente que iba tras Jesús, pero no todos por la misma razón. Así, toda una gama de pretensiones ante Jesús: los curiosos de toda movida novedosa, los celantes de toda tradicionalista ortodoxia, los proscritos de todos los foros, los pudientes y satisfechos, los parias y empobrecidos... Él se vuelve y pregunta: y tú, ¿por qué me sigues? El seguimiento cristiano y eclesial de Jesús tiene unos claros identificadores: Seguir a Jesús posponiendo los afectos, incluso los más sagrados: padres, esposos, hijos, uno mismo. "Post-poner" significa precisamente "poner-después". No reprimir, ni sofocar, ni ignorar, sino situarlos después de Jesús, vivirlos en Él y desde Él. Todo lo amable de la vida, hemos de colocarlo en el Amor que el Señor es y que nos ha revelado. Ante Jesucristo, absolutamente todo lo demás será siempre menos importante. Seguir a Jesús renunciando a todos los bienes, porque nadie puede servir a dos señores con un corazón partido y dividido; allí donde está el tesoro de una persona, allí es donde ella pone su corazón. Incluso en este nivel meramente humano y administrativo de nuestros asuntos, la primacía de Dios nos humaniza, evita el que fácilmente seamos víctimas, cómplices o gestores de tanta corrupción campeante. Y por último, seguir a Jesús por su mismo camino, incluso ir con Él siguiéndole hasta la cruz. Ser cireneos no es seguir a un ausente o a un inexistente, arrastrando masoquistamente todos nuestros dolores y pesares o los de los demás. Ser cireneos es caminar con Alguien que es al mismo tiempo camino y caminante. Con todas las consecuencias, hasta el final. Quien se aventura a seguir a Jesús, aceptando su compañía de Maestro y Señor, comprobará que la vida no se le torna sombría y plomiza después de tanta "post-posición", sino que tendrá una alegría que nadie le podrá quitar. Seguir a Jesús perdiéndolo todo, es la apasionante y paradójica forma de encontrarlo todo, porque Jesús no es rival más que de todo lo que pervierte, idolatra y deshumaniza el corazón. Seguimos a un Dios vivo que ama la vida y nos enseña a vivirla. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 09:18 AM PDT Por Clemente Sobrado C. P. Cuando llegué a Lima hace ya más de cuarenta años, había un edificio en lo que se llama “obra negra”. Cada vez que paso delante de él siento pena. Todavía sigue incompleto. Han habilitado la mitad de los pisos, pero el resto sigue como cuando lo vi por primera vez. Y estoy seguro de que si nos damos una vuelta por la ciudad, nos vamos a topar con cantidad de edificios que se han quedado a medias. Esto me lleva al Evangelio de hoy, que no habla de edificios, pero sí de torres inacabadas, torres que se han quedado a medio camino, que no han podido llegar hasta arriba, el final. Una inversión que no ha servido para nada. Alguien que calculó mal sus posibilidades o que simplemente se cansó y decidió dejar las cosas sin ponerles ese ramo de remate y bendición. Pero mi preocupación va un poco más lejos. Miro luego a la gente y mi pregunta es siempre la misma. Una pregunta dolorosa. ¿Y estos hombres y mujeres, serán hombres y mujeres que se han realizado de verdad o serán también hombres y mujeres que se han quedado a medio andar? Hombres a medias. Mujeres a medias. Hombres y mujeres que nunca han llegado a ser hombres y mujeres de verdad. Nunca han llegado a su verdadera talla. Niños que nunca llegarán a ser hombres y mujeres maduros y se quedarán enamos y raquíticos toda su vida. Jóvenes que nunca lograrán salir de su adolescencia y por tanto nunca llegarán a madurar como personas adultas: Jóvenes dependientes de las faldas de la madre. Jóvenes que nunca han logrado su verdadera libertad. Jóvenes que toda su vida sufrirán el “mal de la mamitis”. Casados que nunca han experimentado su verdadera libertad y siguen pegados al tronco de su familia original: Tienen su casa propia pero su corazón sigue viviendo en la casa paterna. Tienen su esposa y hasta sus hijos, pero antes de llegar a casa tienen que pasar por la casa de “mami”. Esposos y esposas que no saben pasar el fin de semana solos, sino que necesitan salir a comer siempre con la mami, el papi, los hermanos. Esposos y esposas que antes de entregar su salario de fin de mes, tienen que repartirlo entre la mami, el papi y los hermanitos. Las consecuencias las vemos todos los días en los matrimonios y en las parejas. Nunca dejan que nazca lo nuevo porque siguen pegaditos a lo que han dejado. Hombres y mujeres que nunca llegan a ser ellos mismos y siguen siendo los eternos hijos “de mami y de papi”. Jesús es bien claro. Para seguirle a El hay que lograr la verdadera libertad de espíritu, la verdadera libertad sicológica, su madurez. “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. No se puede hablar de verdadero seguimiento mientras sigamos atados a nuestro pasado. No se puede hablar de verdadera fe y seguimiento mientras sigamos atados a lo que un día decidimos dejar, pero que lo llevamos arrastrando con nosotros, como esos presos que caminan arrastrando las cadenas en sus pies. Y aquí nos toca nuestra parte a todos: Sacerdotes y religiosos que decidimos “dejarlo todo”, pero en realidad lo llevamos todo en la maleta de nuestro corazón. Decidimos dejar nuestra casa, pero no podemos vivir sin ella. Decidimos dejar a nuestra familia, pero no podemos vivir sin el calor humano de la familia. Decidimos renunciar al matrimonio, pero llevamos el corazón cargado de afectos y de sentimientos que nos impiden vivir con libertad nuestro celibato. Decidimos renunciar a tener riqueza, pero luego no podemos vivir sin las comodidades que nos ofrecen las cosas. En el fondo, tenemos que reconocerlo, la inmensa mayoría de nosotros no logramos crecer y desarrollarnos hasta adquirir nuestra plenitud. Seguimos siendo hombres a medias. Seguimos siendo esposos a medias. Seguimos siendo sacerdotes y religiosos a medias. Seguimos siendo célibes a medias. Seguimos siendo pobres a medias. Todo a medias. Nos dan miedo los enteros. Nos da miedo “ser lo que tenemos que ser”. Nos da miedo “ser lo que Dios quiere que seamos”. Nunca llegamos al final del camino de nuestras vidas y nos quedamos siempre en el primer descanso que encontramos. www.iglesiaquecamina.com Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 09:03 AM PDT XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C Por Josep Rius-Camps En la primera parte (vv. 25-35), Jesús invita a las multitudes por triplicado a la renuncia total (vv. 26b.27a.33a) y al seguimiento (vv. 26a.27b), de otro modo no podrán llegar a ser discípulos suyos (vv. 26c.27c.33b). La primera condición dice así: «Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre... y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (14,26). Se trata de hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de valores que él propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares a la que es necesario renunciar, es común a toda sociedad humana.) Los valores del reino deben estar por encima de todo. Quien no hace opción por la Vida que él personifica, tendrá que contentarse con una vida raquítica y no conseguirá superar jamás los problemas que plantean las relaciones humanas. La segunda condición es consecuencia de la anterior: «Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (14,27). A imitación de Jesús, el discípulo tiene que estar preparado para afrontar el rechazo de la sociedad que tan segura se muestra de sí misma, si bien tiene los pies de barro como la estatua de Nabucodonosor. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a los ojos de los hombres, viene a decir, que no se apunte. Uno debe ir por el mundo sin seguridades de ninguna clase, llevando a cuestas como Jesús la suerte de los marginados y asociales. La tercera condición es reasuntiva: «Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (14,33). Después se formula una pregunta doble, donde se insiste en la absoluta necesidad de calcular/deliberar antes de tomar una decisión tan importante: «¿Quién de vosotros, en efecto, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos...? Y ¿qué rey, si quiere presentar batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente...?» (14,28-32). Los dos ejemplos propuestos sirven para demostrar que la decisión no puede hacerse a la ligera. Los medios humanos con que se puede contar son del todo insuficientes para acometer la construcción del reino de Dios y para afrontar las dificultades humanamente insuperables que se derivan de ello. La única escapatoria inteligente de este callejón sin salida es sopesar la gravedad de la situación, renun ciando a contar exclusivamente con los propios medios. Sola mente así se podrá hacer la experiencia del Espíritu, la fuerza de que Dios dispone para la construcción del reino. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
Posted: 04 Sep 2010 08:02 AM PDT Según algunos, hay dos clases de cristianos: la mayoría -la clase de tropa, que dijo uno que conocía poco el evangelio, que se limitan a ser buenas personas, no matan, no roban, van los domingos a misa... y hacen alguna que otra obra de caridad, y los selectos, los que aspiran a la perfección y deciden cumplir las exigencias más duras del evangelio, los llamados consejos evangélicos. Pero esta distinción, ¿está basada en el evangelio mismo? LO MAS IMPORTANTE Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Jesús va de camino (a enfrentarse con Jerusalén, lo ha dicho el evangelista un poco antes, 9,51) y lo acompañan grandes multitudes; no se trata de un grupo selecto de discí pulos, sino de una gran cantidad de personas que seguramente tenían motivos muy diversos para seguir a Jesús. A ellos se dirige Jesús, a todos, sin diferencias, sin ofrecer diversos nive les de exigencias. «Si uno quiere»... Jesús habla a la multitud toda, pero sus palabras se dirigen a cada uno de los oyentes en particular. Hace a todos la misma invitación, pero espera una respuesta personal de cada uno. El ser cristiano es una propuesta, una llamada, una vocación («la» vocación) que nos llega a todos. Y a esa llamada corresponde una respuesta persona¡, respon sable, adulta. Una respuesta que tiene que ser ejercicio prác tico de libertad personal. No podía ser de otra manera, puesto que se trata de una invitación a vivir y a construir la libertad: «A vosotros, hermanos, os han llamado a la libertad» (Gál 5,13). «... venirse conmigo». Y es una llamada para todo el que quiera ser discípulo de Jesús. No se trata de exigencias espe ciales para grupos selectos; Jesús no propone un camino de perfección, sino que plantea las exigencias mínimas para todo el que decida irse con él, seguirlo, ser cristiano. «...y no me prefiere...» La exigencia fundamental es que lo principal para quien decide ser cristiano es... ser cristiano. Ni siquiera algo tan grande como el amor al compañero o a la compañera, el amor a los padres o el amor a los hijos pueden ser considerados como valores más importantes que el ser cristiano. Atención: Jesús no está diciendo que para seguirlo a él hay que renunciar al amor o a la familia; lo que está diciendo es que, en caso de conflicto entre el compromiso cristiano y alguno de estos amores, deberá vencer la fidelidad al compromiso cristiano; incluso sobre los propios intereses, incluso sobre uno mismo. LOS RIESGOS Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío. El compromiso cristiano, seguir a Jesús, consiste en poner se de su parte y aceptar que la razón de nuestra vida sea contribuir a la realización de un proyecto: transformar este mundo y convertirlo en un mundo de hermanos. Este proyec to va a encontrar muchas resistencias (véanse comentarios núms. 48 y 49) y hay que estar dispuesto a todo, incluso a ser considerado reo de muerte: «Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío». Lo de cargar con la cruz no es aceptar pasivamente las injusticias (ni siquiera el dolor inevitable, como es el de la enfermedad, debe aceptarse pasivamente). Dios no quiere que sus hijos sufran. No es cierto que el dolor, por ser dolor, nos acerque a Dios. Dios es Padre bueno y quiere la felicidad para sus hijos. Por eso nos anima a luchar contra la injusticia, que tanto sufrimiento causa, y nos invita a incorporarnos a la tarea de construir un mundo en el que sea posible la felicidad para todos. Pero ese compromiso de lucha contra el dolor que unos hombres causan a otros nos enfrentará, como enfrentó a Jesús, con los injustos, con los opresores, con los explotado res... y con sus consejeros espirituales. Y eso nos puede llevar a la cruz, o a la hoguera, o al descrédito... Este sufrimiento, por lo que tiene de amor, sí es agradable a Dios. CALCULAR LAS FUERZAS Ahora bien: si uno de vosotros quiere construir una casa, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? Para evitar que, si echa los cimientos y no puede acabarla, los mirones se pongan a burlarse de él... La fidelidad a Jesús, por tanto, puede llevarnos al enfren tamiento con el poder de Jerusalén, el del imperio y el de sus colaboradores, el político y el religioso, el económico y el militar... Y a quien no utiliza en su lucha más armas que el amor le resultará difícil soportar la persecución de tantos poderes. Por eso hay que calcular las fuerzas. Primer dato a tener en cuenta: el dinero no sirve, estorba: «todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío». No se puede anunciar el evan gelio a golpe de millones. El capital y la fraternidad son incom patibles, y los servidores del capital no pueden ser seguidores de Jesús. La fuerza del dinero es nuestra debilidad. Segundo dato: hay que calcular las propias fuerzas o, quizá más bien, la propia generosidad, porque las fuerzas las suplirá, si es necesario, el Espíritu de Jesús. En cualquier caso, el que decida ser cristiano ya sabe a lo que se arriesga. Lecturas y Liturgia de las Horas: 5 de Setiembre de 2010¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias, porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones. Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo? ¿Y quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu? Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados. Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL 89, 3-6. 12-14. 17 R. ¡Señor, Tú has sido nuestro refugio! Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos». Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R. Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R. Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R. Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R. Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a Filemón 9b-10. 12-17 Querido hermano: Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Te lo envío como si fuera una parte de mi mismo ser. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo. Palabra de Dios. Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33 Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre ya su madre, a su mujer ya sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar". ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras: el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Palabra del Señor. LITURGIA DE LAS HORAS TIEMPO ORDINARIO DOMINGO DE LA SEMANA XXIII Propio. Salterio III 5 de septiembre LAUDES (Oración de la mañana) INVOCACIÓN INICIAL V. Señor, abre mis labios R. Y mi boca proclamará tu alabanza. INVITATORIO Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya. Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Himno: LAS SOMBRAS OSCURAS HUYEN. Las sombras oscuras huyen, ya va pasando la noche; y el sol, con su luz de fuego, nos disipa los temores. Ya se apagan las estrellas y se han encendido soles; el rocío cae de los cielos en el cáliz de las flores. Las criaturas van vistiendo sus galas y sus colores, porque al nacer nuevo día hacen nuevas las canciones. ¡Lucero, Cristo, del alba, que paces entre esplendores, apacienta nuestras vidas ya sin sombras y sin noches! ¡Hermoso Cristo, el Cordero, entre collados y montes! Amén. SALMODIA Ant. 1. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya. Salmo 92 - GLORIA DEL DIOS CREADOR El Señor reina vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder: así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. Levantan los ríos, Señor, levantan los ríos su voz, levantan los ríos su fragor; pero más que la voz de aguas caudalosas, más potente que el oleaje del mar, más potente en el cielo es el Señor. Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor es admirable en el cielo. Aleluya. Ant. 2. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya. Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3,57-88. 56 Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Ángeles del Señor, bendecid al Señor; cielos, bendecid al Señor. Aguas del espacio, bendecid al Señor; ejércitos del Señor, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecid al Señor; astros del cielo, bendecid al Señor. Lluvia y rocío, bendecid al Señor; vientos todos, bendecid al Señor. Fuego y calor, bendecid al Señor; fríos y heladas, bendecid al Señor. Rocíos y nevadas, bendecid al Señor; témpanos y hielos, bendecid al Señor. Escarchas y nieves, bendecid al Señor; noche y día, bendecid al Señor. Luz y tinieblas, bendecid al Señor; rayos y nubes, bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor, ensálcelo con himnos por los siglos. Montes y cumbres, bendecid al Señor; cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. Manantiales, bendecid al Señor; mares y ríos, bendecid al Señor. Cetáceos y peces, bendecid al Señor; aves del cielo, bendecid al Señor. Fieras y ganados, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Hijos de los hombres, bendecid al Señor; bendiga Israel al Señor. Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor; siervos del Señor, bendecid al Señor. Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor. Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos. Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos. No se dice Gloria al Padre. Ant. Tú, Señor, eres alabado y ensalzado por los siglos. Aleluya. Ant. 3. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya. Salmo 148 - ALABANZA DEL DIOS CREADOR Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles, alabadlo todos sus ejércitos. Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes. Alabadlo, espacios celestes, y aguas que cuelgan en el cielo. Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron. Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará. Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar. Rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes. Montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros. Fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo. Los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Alabad al Señor en el cielo. Aleluya. LECTURA BREVE Ez 37, 12b-14 Así dice el Señor. «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor. RESPONSORIO BREVE V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre. R. Ten piedad de nosotros. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Dice el Señor: El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser mi discípulo. Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Dice el Señor: El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser mi discípulo. PRECES Invoquemos a Dios Padre que envió al Espíritu Santo, para que con su luz santísima penetrara las almas de sus fieles, y digámosle: Ilumina, Señor, a tu pueblo. Te bendecimos, Señor, luz nuestra, porque a gloria de tu nombre nos has hecho llegar a este nuevo día. Tú que por la resurrección de tu Hijo quisiste iluminar el mundo, haz que tu Iglesia difunda entre todos los hombres la alegría pascual. Tú que por el Espíritu de la verdad adoctrinaste a los discípulos de tu Hijo, envía este mismo Espíritu a tu Iglesia para que permanezca siempre fiel a ti. Tú que eres luz para todos los hombres, acuérdate de los que viven aún en las tinieblas y abre los ojos de su mente para que te reconozcan a ti, único Dios verdadero. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir: Padre nuestro... ORACIÓN Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. --------------------------------------------- II VÍSPERAS Oración de la tarde V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Himno: SANTA UNIDAD Y TRINIDAD BEATA. Santa unidad y Trinidad beata: con los destellos de tu brillo eterno, infunde amor en nuestros corazones, mientras se va alejando el sol de fuego. Por la mañana te cantamos loas y por la tarde te elevamos ruegos, pidiéndote que estemos algún día entre los que te alaban en el cielo. Glorificado sean por los siglos de los siglos el Padre y su Unigénito, y que glorificado con entrambos sea por tiempo igual el Paracleto. Amén SALMODIA Ant. 1. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya. Salmo 109 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.» El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes. En su camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya. Ant. 2. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya. Salmo 110 - GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su poder, dándoles la heredad de los gentiles. Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud. Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya. Ant. 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya. Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7 El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa. Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios (R. Aleluya) porque sus juicios son verdaderos y justos. R. Aleluya, (aleluya). Aleluya. Alabad al Señor sus siervos todos. (R. Aleluya) Los que le teméis, pequeños y grandes. R. Aleluya, (aleluya). Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. (R. Aleluya) Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. R. Aleluya, (aleluya). Aleluya. Llegó la boda del cordero. (R. Aleluya) Su esposa se ha embellecido. R. Aleluya, (aleluya). Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya. LECTURA BREVE 1Pe 1, 3-5 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. RESPONSORIO BREVE V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo. R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo. V. Digno de gloria y alabanza por los siglos. R. En la bóveda del cielo. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. «El que no carga su cruz para venir en pos de mí no puede ser mi discípulo», dice el Señor. Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55 Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. «El que no carga su cruz para venir en pos de mí no puede ser mi discípulo», dice el Señor. PRECES Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó el mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle: Renueva, Señor, las maravillas de tu amor. Señor, tú que en el universo, obra de tus manos, nos revelas tu poder, haz que sepamos ver tu providencia en los acontecimientos del mundo. Tú que por la victoria de tu Hijo en la cruz anunciaste la paz al mundo, líbranos de todo desaliento y de todo temor. A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla, concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor. Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos y fortalece a los débiles, para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz. Se pueden añadir algunas intenciones libres. Tú que al tercer día resucitaste a tu Hijo gloriosamente del sepulcro, haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida. Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Cristo nos enseñó: Padre nuestro... ORACIÓN Dios nuestro, que nos has enviado la redención y concedido la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, y concédenos, por nuestra fe en Cristo, la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. -------------------------------------- COMPLETAS (Oración antes del descanso nocturno) INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. EXAMEN DE CONCIENCIA Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados. Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor. V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R. Amén. Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE Cuando la luz del sol es ya poniente, gracias, Señor, es nuestra melodía; recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría. Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece. Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina. Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén. SALMODIA Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno. Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE. Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío. Dios mío, confío en ti.» Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás: su brazo es escudo y armadura. No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía. Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará. Tan sólo abre tus ojos y verás la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, tomaste al Altísimo por defensa. No se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras, pisotearás leones y dragones. «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.» Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno. LECTURA BREVE Ap 22, 4-5 Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. RESPONSORIO BREVE V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V. Tú, el Dios leal, nos librarás. R. Te encomiendo mi espíritu. V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. CÁNTICO EVANGÉLICO Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32 Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz. ORACIÓN OREMOS, Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor. Amén BENDICIÓN V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte. R. Amén. ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar. Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros, pecadores. Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente. |
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