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sábado, 4 de septiembre de 2010

Lecturas del día 04-09-2010

4 de Septiembre 2010, SÁBADO DE LA XXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 2ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LA SAGRADA BIBLIA. Feria o SANTA MARÍA EN SÁBADO, Memoria, Libre. NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN. SS. Moisé Antiguo Testamento, Marcelo mr, Cándida mr, Rosalía vg, Marino di er.

LITURGIA DE LA PALABRA

1Co 4,6b-15: Yo los he engendrado para Cristo
Salmo responsorial 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Lc 6,1-5: Jesús es Señor del sábado

Esta semana culmina con los escándalos que provoca Jesús por sus prácticas desafiantes para el mundo cultural y religioso judío. Recordemos: la proclamación de su misión en la sinagoga de Nazaret provocando la ira de sus paisanos; la expulsión de espíritus inmundos incluso al interior de la misma sinagoga; la conformación del grupo de seguidores procedentes del mundo de la impureza; la controversia con los fariseos y escribas por las prácticas poco piadosas de sus discípulos. Ahora Jesús llega al colmo de su osadía al pretender cuestionar la sagrada institución del sábado. Pero no sólo la cuestiona, sino que se atreve a decir que el “Hijo del Hombre” es el Señor del sábado, siendo que el único que puede estar por encima de las instituciones religiosas es Dios. Con esta postura de Jesús queda claro que lo religioso ha de servir para humanizar y dignificar a la persona humana, y no para convertirla en factor de dominación esclavizante. Nuestros espacios religiosos deben ser lugares de vida, de esperanza, de fe y de amor que permitan a las personas sentirse amadas por Dios y por los hermanos. Nuestra gente está sedienta de espiritualidad; pero de una espiritualidad que humanice y construya personas libres y autónomas.

PRIMERA LECTURA.
1Corintios 4, 6b-15
Hemos pasado hambre y sed y falta de ropa
Hermanos: En el caso de Apolo y de mí aprended aquello de "no saltarse el reglamento" y no os engriáis en uno a costa del otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?

Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros, unos necios por Cristo, vosotros, ¡qué sensatos en Cristo! Nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnien, y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la humanidad, y así hasta el día de hoy.

No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; porque tendréis mil tutores en Cristo, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 144
R/.Cerca está el Señor de los que lo invocan.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;  cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R.

Satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. El Señor guarda a los que lo aman,  pero destruye a los malvados. R.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás. R.


EVANGELIO
Lucas 6, 1-5
¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: "¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?" Jesús les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados -que sólo pueden comer los sacerdotes-, comió él y les dio a sus compañeros". Y añadió: "El Hijo del hombre es señor del sábado".

Palabra del Señor 


Comentario de la Primera Lectura: 1 Co 4, 6-15. Hemos pasado hambre y sed y falta de ropa
Pablo desarrolla el discurso sobre la verdadera identidad de los ministros de Cristo y de los administradores de los misterios de Dios, y lo hace con algunas expresiones que merecen ser unificadas.

Los apóstoles están ligados ante todo, de manera indivisible, a los fieles-hermanos: no podéis pretender—parece decir Pablo— caminar por vuestra cuenta ni, mucho menos, llegar a puerto sin nosotros. La conciencia del apóstol se une a la de todos los fieles precisamente porque, como ellos y junto con ellos, se siente salvado por la gracia de Cristo. Por otro lado, prosigue Pablo, nosotros deseamos sólo llegar a la meta con vosotros. La expresión simbólica «ser reyes sin contar con nosotros» es extremadamente clara y expresa su deseo de compartir eternamente la alegría de la salvación con todos aquellos a los que ha podido prestar el servicio de la Palabra.

Los apóstoles son «condenados a muerte», como Cristo, después de Cristo: esta especie de condena pende sobre la cabeza de Pablo desde que encontró a Cristo en el camino hacia Damasco. Desde entonces sabe con toda certeza que no hay otro camino para recorrer que el de la cruz, que no puede usar otro lenguaje más que el de la cruz, que no hay otra perspectiva que se abra ante él que no sea la de un nuevo calvario. Esa condena se va realizando históricamente en diferentes tiempos y en diversos lugares: también aquí, en Corinto, por medio de vosotros —parece decir Pablo—, pero es algo que da la impresión de no asombrarle en absoluto. Los apóstoles son también padres respecto a los fieles, a los que consideran «hijos míos muy queridos»: se trata de una paternidad espiritual tal vez no menos comprometedora que la física; una paternidad que supera los límites de una familia humana y se extiende a las dimensiones de una comunidad sin fronteras. Esa fue la experiencia de Pablo.

Comentario del Salmo 144. Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Este salmo es un himno de alabanza. Con él se abre la gran alabanza que cierra el Salterio. De hecho, todos lo salmos, desde aquí hasta el final, pertenecen a este mismo tipo. Además es un salmo alfabético, esto es, cada uno de sus versículos comienza, por orden, con una letra del alfabeto hebreo (los demás salmos alfabéticos son: 9-10; 25; 34; 37; 111-112; 119).

Este salmo consta de introducción (ib-2), cuerpo (3.20) y conclusión (21). El cuerpo (3-20) puede, a su vez, dividirse en cuatro partes, cada una de las cuales comienza con una afirmación referida al Señor: 3-7 (el Señor es justo); 8-13a (el Señor es clemente y misericordioso); 13b-16 (el Señor es fiel); 17-20 (el Señor es justo).

En la introducción (b-2), el salmista hace tres cosas: exalta, bendice (dos veces) y alaba. La razón de esta alabanza es Dios, al que se llama «Dios mío, mi rey», y su nombre (ese nombre es «el Señor» —Yavé en hebreo, cf Ex 3,14— y aparecerá muchas veces a lo largo del cuerpo del salmo). Esta alabanza no cesará nunca. Encontramos tres referencias al respecto: se trata de las expresiones «por siempre jamás» (dos veces) y «todos los días». Por otro lado, resulta interesante constatar cómo este clima de totalidad y de perennidad recorre el salmo de un extremo a otro (véase, por ejemplo, la frecuencia de la palabra «todos» en 17-21).

La primera parte (3-7) desarrolla la cuestión «el Señor es grande» (3a). Este es el motivo de la alabanza. Encontramos algunos términos importantes que explican en qué consiste esa grandeza: obras, hazañas, maravillas, terrores, inmensa bondad y justicia. Detrás de todas estas expresiones se encuentran las grandes acciones del Señor; la creación y, sobre todo, la liberación de Egipto, calificada siempre de «maravilla» y «hazaña». La grandeza del Señor, por tanto, reside en su intervención en la historia, creando y liberando. El recuerdo de todas estas cosas, que pasa de generación en generación (4a), mantiene vivas la alabanza y la celebración. Cada una de las partes del cuerpo del salmo insiste en las obras del Señor (cf 4a).

En la segunda parte (8-13a), se alaba al Señor por su clemencia, su misericordia y su bondad (8-9). Se trata del convencimiento de que Dios permanece fiel al pueblo a pesar de las infidelidades de sus aliados, La clemencia y la misericordia del Señor se traducen en que es lento a la cólera y rico en amor (8b). Aparece de nuevo el tema de las obras de Dios (9b.l0a), de sus hazañas (11b.12a) y se añade el tema de la realeza o reinado de Dios. Tres veces aparece la expresión «tu reino», que desarrolla el título inicial «mi rey» (ib); y se afirma el carácter perenne de este reinado: «por todos los siglos», «por generaciones y generaciones» (13a). El motivo del reino o del reinado del Señor es interesante y se opone, en cierta manera, a los salmos reales. Se afirma la existencia de un Rey cuyo reinado es «para siempre». ¿Dónde estaban los reyes de Israel en la época en que surgió este salmo?

En la tercera parte (13b-16), se alaba la fidelidad del Señor, que se traduce en que es bondadoso en todas sus obras (13b). Hay cinco acciones que caracterizan esta bondadosa fidelidad: el Señor sostiene, endereza, da alimento, abre la mano y sacia. Aparece aquí el amor de Dios por los que caen y se doblan, es decir, su amor en favor de los oprimidos.

En la cuarta parte (17-20), se alaba al Señor justo en sus caminos y fiel en todas sus obras (17). Seis son los verbos que caracterizan su justicia: está cerca de cuantos lo invocan, satisface los deseos de los que lo temen, escucha su grito y los salva, guarda a los que lo aman y destruye a todos los malvados. La justicia del Señor es su alianza con quien lo invoca, lo teme, lo ama y dama a él. El Señor lo libera, destruyendo a los malvados.

La conclusión (21) retorna los temas de la introducción (ib-2). El salmista promete alabar a Dios con su boca (cf 2b), bendecir su nombre santo con todo el ser (cf ib), por siempre jamás (compárese esta expresión con la introducción).

Este salmo es el himno de alabanza de una persona que invita a otras a que se unan a su oración. El contexto es público y el motivo de la alabanza son las obras del Señor en la historia del pueblo. Dicho con otras palabras, este salmo quiere alabar a Dios a partir de los siguientes motivos: el Señor es grande, el Señor es clemente y misericordioso, el Señor es fiel y bondadoso, el Señor es justo. Estos cuatro títulos resumen todo lo que ha sido Dios en la vida de Israel. Sus hazañas y maravillas están relacionadas, principalmente, con el éxodo.

En este salmo hay algunos focos de tensión, lo que indica que surgió en medio de un contexto difícil y conflictivo. No se habla del rey de Judá, sino de la realeza y del reinado del Señor. Se dice que hay gente que cae y que se dobla (14), es decir, que padece opresión. También sabemos de la existencia de malvados a los que destruirá el Señor (20b).

Los títulos que se da al Señor sintetizan el rostro de Dios en este salmo: grande, clemente, misericordioso, bueno, compasivo, fiel, bondadoso y justo. La expresión «Dios mío» (ib) lo presenta corno el aliado que hace justicia, que defiende a los que ya se doblan de la ambición de los malvados. Su nombre (lb.21b) es «el Señor» (Yavé) y es un nombre vinculado al éxodo, a la liberación y a la alianza, hechos que se consideran «hazañas» y «maravillas». Dios aparece también corno creador y dador de vida para todos.

Este salmo resuena de muchas maneras en Jesús, sobre todo en sus obras y en sus maravillas. El sostuvo a los que caían y, literalmente, enderezó a los que estaban doblados (Lc 13,10-17). El Reino que él inauguró no tiene fin (Lc 1,34), cada vez está más próximo (Mc 1,15) y nos compromete (Mt 10,7).

Hay que rezarlo como alabanza, contemplando las obras de Dios, sus hazañas, sus maravillas, su grandeza, su clemencia, su bondad, su fidelidad y su justicia; hay que alabar al Señor cuando vemos cómo su Reino echa raíces en la sociedad, cuando la gente tiene pan para comer, cuando se sostiene a los que caen, cuando se libera a los que viven doblegados y cuando se escucha el grito de los que claman...

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 6,1-5 ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? 
Lucas nos refiere, en dos pasajes consecutivos, algunas polémicas que Jesús debió sostener con los fariseos respecto al sábado, día de descanso, y sobre las prácticas más o menos permitidas en ese día. Lo que más nos sorprende en esta página evangélica es el modo positivo y dialogante con el que Jesús entra en la polémica: en efecto, Jesús intenta desconectar a sus interlocutores de una mentalidad excesivamente jurídica, ligada de manera servil a una casuística que, de hecho, condujo a los fariseos, contemporáneos de Jesús, a recopilar un elenco de 613 preceptos (naturalmente además de los diez mandamientos), a los que querían permanecer fieles de una manera servil. Jesús intenta separarlos de esta mentalidad refiriéndose a un hecho veterotestamentario de la vida de David: una elección libre frente a una tradición que parece no admitir excepciones. Sabemos bien que el rey David constituyó para todos, y también para Jesús, un punto de referencia digno del máximo respeto y de la más fiel imitación. Un motivo más, en este caso para asumirlo como modelo de libertad frente a tradiciones que, si no son bien interpretadas (cf. Mc 7,1-15), amenazan con someter el hombre a la Ley en vez de hacer que la Ley sirva al hombre.

La afirmación final de Jesús es extremadamente clara e iluminadora: «El Hijo del hombre es señor del sábado». Por un lado, Jesús se compara a David y, por otro, con una afirmación que no deja lugar a dudas y manifiesta un tono apodíctico, afirma su propia superioridad con respecto a David y también, de una manera implícita, en cuanto «señor del sábado», su dignidad divina.

Según el evangelio, nuevo no significa «inédito», jamais vu (nunca visto), sino «originario», en el sentido de que Jesús ha venido a restablecer el proyecto del Dios creador para volver a entregarlo a todos aquellos que aceptan seguirle por el camino de la verdad. Tenemos un ejemplo claro de este proyecto de Jesús en Mt 19,1-12, donde Jesús, en polémica con los fariseos sobre la espiritualidad conyugal, les invita a superar la lógica de los permisos concedidos por Moisés, a causa de la dureza de sus corazones, mediante la lógica de la entrega recíproca total según el proyecto originario.

Nuevo, según el evangelio, no significa «actual», a la última, sino «auténtico», en el sentido de que Jesús, con sus propuestas de vida nueva, tiende a despertar en la persona, en cada persona, lo que en ella hay de genuino y de válido. Jesús ha venido a liberar la libertad; por eso, cuando fue necesario, no vaciló en contraponer su propuesta a las propuestas alternativas de otros falsos Mesías que prometían fáciles libertades baratas.

Nuevo, según el evangelio, no significa «genial», sino “esencial”, en el sentido de que Jesús —como aparece en casi todas las páginas del evangelio_ vino a suprimir; o por lo menos a aligerar; los excesivos fardos que amenazan con entristecer y tal vez incluso con mortificar el corazón de cada persona. Desde este punto de vista resultan extremadamente iluminadoras estas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo aprended de mi que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. Porque mí yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,28—30).

Comentario del Santo Evangelio: Lc 6, 1-5, para nuestros Mayores. El cumplimiento del reposo sabático.
Los dos relatos, que preferimos comentar unidos para ofrecer una visión más clara del problema, se refieren a la actitud que Jesús ha tomado frente al sábado. Por los textos contemporáneos sabemos que la vieja norma ritual y humanitaria de la observancia sabática se había convertido en tiempo de Jesús en ley suprema y absoluta. El cumplimiento del reposo sabático, obligatorio para el mismo Dios, se interpretaba como una de las expresiones supremas de la religiosidad israelita. Jesús, que ha desvelado la verdad de Dios por encima de los ritualismos ambientales, proclamando que la meta de la actividad religiosa se encuentra en la salvación del hombre, ha tenido que enfrentarse con los que absolutizaban el sábado. Ese enfrentamiento se ha reflejado en nuestros textos, en los milagros realizados en sábado y en las disputas subsiguientes.

Jesús sabe que el sábado ha sido instituido para el hombre y no al contrario (Mc 2, 27). Por eso parece haber curado en sábado, sin tener una necesidad apremiante de hacerlo (podría haber pospuesto la curación para otro día). Ha curado a pesar de que con ello ha suscitado la violenta oposición del orden religioso establecido (fariseos). Veamos el sentido de su actitud, tratando primero de los milagros y después de sus relaciones con el sábado.

a) Los milagros de Jesús han sido una expresión de la llegada del reino hacia los hombres. En ellos se trasluce la vida y libertad de Dios, que está irrumpiendo, Por eso no se debe absolutizar la realidad externa del milagro; hechos parecidos se contaban de rabinos y santones helenistas de aquel tiempo. Lo propio de Jesús es lo siguiente: a) interpreta los milagros como signo del reino que se acerca; b) los sitúa en relación con su mensaje y su persona (es decir, con el sentido de su pascua)

La Iglesia ha comprendido desde el principio que el verdadero milagro, Dios, se ha realizado en el destino de Jesús y de manera especial en su resurrección. En ella se compendian todos los prodigios que el judaísmo apocalíptico del tiempo aguardaba para el fin del mundo. La tradición evangélica sabe que los judíos han pedido a Jesús que realice signos (Lc 11 16 y par; 1 29; 11, 54-56 y par). Pablo recuerda también esa actitud (Icor 1, 22ss.). Se esperan los prodigios finales, en los que Dios, cambiando el ritmo de la naturaleza y aniquilando a los enemigos de Israel, hará que surja el reino.

Jesús no ha realizado los signos que le piden ni de muestra su mesianidad por los milagros. Por eso rechaza de manera abierta los prodigios típicos que buscaba el judaísmo del tiempo y que en la tradición evangélica aparecen como tentaciones diabólicas (Lc 4, 1ss.).

Junto a esto debemos añadir que Jesús ha hecho milagros. Los realiza para mostrar la grandeza del amor de Dios que cura y para indicar la verdad y el valor del reino que se acerca. Nunca aparecen como medio de castigo ni se emplean para imponer a nadie una exigencia. Mateo ha interpretado muy bien este sentido de los milagros al presentarlos como señales del Siervo de Yavé, que carga con la enfermedad y la miseria de su pueblo (Mt 8, 17). Por eso, el signo máximo, el verdadero signo de Jesús ha sido la muerte-resurrección, que se interpreta como una continuación de la figura de Jonás (Lc 11, 29-32).

El sentido más profundo de los milagros de Jesús se ha desvelado, por lo tanto, partiendo de la pascua. Si la resurrección es la victoria definitiva de Dios sobre la muerte, el mundo y el pecado, cada uno de los milagros de Jesús aparece como una anticipación de esa victoria, como una realización parcial de su misterio. Cada milagro en concreto va mostrando que Jesús es portador de vida y de esperanza: triunfa sobre la enfermedad del mundo, los poderes de Satán, la furia de un cosmos que se expresa de forma maléfica.

b) Pues bien, unido a los milagros aparece el tema del sábado. La disputa sobre la observancia sabática se ha mantenido en dos planos diferentes: pertenece, por un lado, a la historia de Jesús, que en ese día ha curado a los enfermos y ayudado a los pobres y oprimidos; pertenece, por el otro, a la experiencia de la Iglesia primitiva que, siguiendo el ejemplo de Jesús, ha dejado de considerar la observancia sabática como una exigencia primitiva y absoluta.

Con esto no se trata de negar sencillamente la validez y el sentido de un día consagrado a la alabanza y al descanso. Jesús no ha destruido el sábado, sino que ha superado su unilateralidad y ha dado su verdadero sentido. Veamos.

Jesús ha superado el sábado a partir de sus milagros. El cumplimiento sabático (entendido como descanso riguroso y obligado) se encontraran en un plano preparatorio; disponía a los hombres para que se encontraran atentos a la voz del Dios que viene. Los milagros, en cambio, reflejan la salvación ya realizada; por eso se puede curar los hombre en sábado) ofrecerle la esperanza definitiva, ponerle en contacto con la realidad del don de Dios que llega. El sábado (y todo el ritualismo judío) deja de ser la última palabra, porque el reino está llegando y en reino se concentra el misterio de Dios para los hombres. Tal es el contenido fundamental del segundo de los textos que comentamos (6, 6-11).

En la palabra y el don de Jesús se encuentra la plenitud del sábado. Desde aquí se comprende la afirmación fundamental con la que concluye el primer texto: “El Hijo del hombre es Señor del sábado” (6, 5). El Hijo del hombre ha dejado de ser la figura trascendente que, según la apocalíptica judía, vendrá en el fin del tiempo; tampoco puede interpretarse como el siervo que camina hacia la muerte. El Hijo del hombre, que concentra el sentido de Jesús, es desde ahora el Señor que dispone de poder sobre el mismo ritualismo de Israel. Lo que importa no es, por tanto, la fidelidad del sábado, sino el seguimiento del Hijo del hombre, que ofrece para todos el camino salvador definitivo.

Las observaciones precedentes se pueden actualizar y concretar de la siguiente forma: a) en el principio hay un dato cristológico la revelación definitiva de Dios no se identifica con ninguna ley ceremonial ni ritualista; Dios no se encuentra allí donde los hombres mantienen hasta el fin un orden sacro que viene a reflejar en prácticas de tipo social o religioso. La revelación definitiva de Dios en la persona de Jesús y el reino que proclama sobre el mundo (cfr. 6, 5). b) Este principio se traduce en una consecuencia de orden práctico: el cumplimiento del bien (la ayuda al necesitado) está por encima de todas las mismas, aun de aquéllas que puedan emanar del cristianismo (cfr 6, 9). c) Frente al viejo sábado de Israel pueden existir en la actualidad determinadas prácticas sociales que parecen intocables, aunque puedan ir en contra de las necesidades e intereses verdaderos de los hombres (sobre todo de los necesitados). Será quehacer de la Iglesia el descubrir la debilidad de esas prácticas destruyendo su obligatoriedad o su exigencia, si es que así se ayuda al hombre. De esta forma volverá a ser actual y eficiente la vieja disputa de Jesús sobre el sábado.

Comentario del Santo Evangelio: Lc 6, 1-5, de Joven para Joven. Lo que es o no es permitido hacer en sábado.
El pequeño episodio tiene como tema central la pregunta respecto a lo que es o no es permitido hacer durante el sábado. El sábado se caracteriza especialmente por el hecho de que no se debe trabajar. En el judaísmo constantemente existieron discusiones y controversias entre grupos acerca del sábado, con diversas conclusiones. Se sabe que las diferentes agrupaciones religiosas contestaban esa pregunta de manera distinta, llegando incluso a contradecirse al respecto. En tiempos de la sublevación de los Macabeos, a mediados del siglo 11 a.C, existían grupos creyentes que interpretaban la ley del sábado tan estrictamente que se dejaban matar por el enemigo sin oponer resistencia con tal de no infringir esas leyes. Entonces el jefe del levantamiento dispuso que era legítimo defenderse en caso de un ataque durante el sábado (ver 1 Mac 2,29-41). La tradición de los rabinos de corte farisaica nos hace caer en la cuenta de que ellos intentaban ajustar las restricciones del sábado según las posibilidades de la realidad y de acuerdo con las exigencias de la vida cotidiana. Los rabinos hablan de 39 actividades prohibidas durante el sábado; entre otras, hablan de levantar la cosecha en el campo, romper/cortar cualquier cosa, cargar cosas pesadas, viajar. Ayudar a un enfermo estaba permitido sólo en caso de que existiera peligro de muerte. Según los fariseos, las actividades de los apóstoles de cortar espigas para comérselas iba contra de la ley del sábado, por lo que los criticaban fuertemente. Ellos querían que los apóstoles adoptaran su misma visión respecto a la interpretación de dicha ley.

Jesús rechaza esta pretensión de los Fariseos haciendo referencia a las Escrituras. De esa manera, sigue la práctica judía de que una parte de las Escrituras puede ser interpretada a la luz de otra. Por ejemplo, su pregunta: “¿No leyeron ustedes qué fue lo que hizo David cuando él y sus acompañantes tuvieron hambre...?”, permite solamente una respuesta, la de: “Por supuesto que lo leímos”. En la narración mencionada el lema central también es lo permitido frente a lo prohibido. Porque tienen hambre, David y sus acompañantes comen de los panes reservados solamente para los sacerdotes ( Sm 21,1-7). Según las reglas descritas

en el Levítico se debían colocar un total de 12 panes como ofrenda en la mesa ante Yavé. Cada sábado, estos panes se tenían que cambiar por panes Frescos (Lv 24,5-9 y Nm 4,7). En su respuesta, Jesús coloca la actividad de sus apóstoles al mismo nivel que la acción de David. David fue mencionado afrontando una situación de emergencia y necesidad No por eso se elimina el hecho de que los panes eran sagrados, por lo que los apóstoles tampoco cometen ninguna falta a las reglas del sábado; de igual manera, sus actividades sirven para remediar una situación de necesidad y emergencia; así es como lo deben ver los lectores del episodio.

Jesús crea con eso una nueva relación y un nuevo orden entre el sábado y el ser humano. Lo que se puede o no se puede realizar durante e sábado lo tiene que decidir cada quien según su vivencia y su situación concreta, ya que no siempre es deducible de los principios generales. Es un hecho que mantener sin aliviar una situación de necesidad y emergencia va en contra de las reglas del descanso sabático. La preocupación de Jesús por el hombre en concreto se nota también en la forma de tratar las tradiciones religiosas de su pueblo e invita a los fariseos a participar en esa preocupación.

Elevación Espiritual para este día 
Reconoce, oh cristiano, la altísima dignidad de esta tu sabiduría, y entiende bien cuál ha de ser tu conducta y cuáles los premios que se te prometen. La misericordia quiere que seas misericordioso, la justicia desea que seas justo, pues el Creador quiere verse reflejado en su criatura y Dios quiere ver reproducida su imagen en el espejo del corazón humano, mediante la imitación que tú realizas de las obras divinas. No quedará frustrada la fe de los que así obran, tus deseos llegarán a ser realidad, y gozarás eternamente de aquello que es el objeto de tu amor.

Y porque todo será limpio para ti, a causa de la limosna, llegarás también a gozar de aquella otra bienaventuranza que te promete el Señor; como consecuencia de lo que hasta aquí se te ha dicho: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Gran felicidad es ésta, amadísimos hermanos, para la que se prepara un premio tan grande. Pues, ¿qué significa tener limpio el corazón, sino desear las virtudes de que antes hemos hablado? ¿Qué inteligencia puede llegar a concebir, o qué palabras lograrán explicar la grandeza de una felicidad que consiste en ver a Dios?

Reflexión Espiritual para el día
Recientemente he llegado a reconocer la necesidad del método de la no violencia en las relaciones internacionales. Como no estaba convencido de su eficacia en los conflictos entre naciones, pensaba yo que, aunque no puede ser nunca un bien positivo, la guerra podría servirnos como un bien negativo, para prevenir la difusión y el crecimiento de una fuerza malvada. La guerra, por muy horrible que sea, podría ser preferible a rendirse a un sistema totalitario. Ahora, sin embargo, veo que el potencial destructivo de las armas modernas elimina por completo la posibilidad de que la guerra represente a lo sumo un bien negativo. Si admitimos que la humanidad tiene derecho a sobrevivir, entonces deberemos encontrar una alternativa a la guerra y a la destrucción.

En nuestra época de vehículos espaciales y de misiles balísticos teledirigidos, la alternativa se sitúa entre la no violencia y la no existencia. No soy un pacifista doctrinario, sino que he in tentado abrazar un pacifismo realista, que considera la posición pacifista como el mal menor en las circunstancias actuales. No proclamo que estoy libre del dilema moral que el cristiano no pacifista debe afrontar, pero estoy convencido de que la Iglesia no puede permanecer en silencio mientras el género humano se encuentra ante la amenaza de la aniquilación nuclear. La Iglesia, si es fiel a su misión, debe pedir el final de la carrera armamentística.

El rostro de los personajes y pasajes de la Sagrada Biblia: Ministerio de la palabra. El profeta es también, y sobre todo, el “hombre de la palabra”. Podríamos decir que la palabra es la herramienta más característica del oficio profético. Por eso, Jeremías pretende escapar del encargo divino argumentando con su incapacidad de hablar (Jr 1,6) e Isaías descubre en sus labios impuros (Is 6,5) un obstáculo insalvable. Es muy significativo que los tres grandes profetas: Isaías, Jeremías y Ezequiel reciban como “investidura” de su misión un gesto que los habilita para el ministerio de la palabra (véase Is 6,6-7; Jr 1,9; Ez 3,1-3). De esta manera el profeta ya no hablará por su cuenta, ni dirá sus propias palabras, sino que se convertirá en un atento “oyente de la palabra” (Is 50,4-5) y en un fiel transmisor del designio divino: Yo pongo mis palabras en tu boca (Jr 1,9). A través del profeta y su ministerio, la palabra de Dios interviene en la historia y se encarna en ella para juzgarla, reconvertirla y salvarla.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: 1Co 4, 6-15. Hemos pasado miseria…
-Hermanos, pienso que, a nosotros los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar entre los hombres, como condenados a muerte, expuestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.

Al leer por primera vez este pasaje no podemos menos que encontrarlo excesivo.

¿Cómo? Los «Apóstoles», el Papa, los obispos, los sacerdotes... ¿serían los «últimos entre los hombres»? Y Pablo encarecerá todavía al final del pasaje: «hemos venido a ser basura del mundo, desecho de los hombres.» En la ciudad de Corinto, Pablo estaba lejos de ser un notable, una autoridad. Se compara a esos vagabundos lastimosos que las ciudades de la época mantenían para servir de víctima expiatoria en las calamidades públicas... o también a esos condenados destinados a las fieras en las anfiteatros ¡bajo la mirada de los «espectadores»!

¿Cómo entender esas fórmulas tan violentas, sino con referencia a Jesucristo? El verdadero apóstol ¿no tendría por criterio el parecerse a Jesús, que aportó la verdadera salvación muriendo en el Gólgota, como un condenado y a la vista también de los espectadores?, dando así testimonio de un amor absoluto...

Es pues Jesucristo crucificado a quién quiero contemplar, una vez más.

Me detengo en estas reflexiones, incluso si no van a la par con mis tendencias habituales, ni con las tendencias del mundo. ¿En qué puede esto hacerme reconsiderar mi modo de concebir el apostolado y la evangelización? ¿Cómo ilumina todo ello lo que hay de cruz en mi vida concreta? ¿Soy consciente de que tengo que participar en la redención?

-Nosotros somos necios, por seguir a Cristo..
.
Efectivamente, hay que ser loco o necio para lanzarse a una empresa tan insensata: anunciar a los hombres el escándalo de la cruz.

Y vosotros sois sabios, en Cristo...

Todo el pasaje siguiente es de una ironía chirriante, que, opondrá la suficiencia orgullosa de los corintios a la vida pobre y paciente de Pablo.

-Nosotros "locos"... vosotros sabios.

Nosotros "débiles"... vosotros fuertes.

Nosotros "despreciados"... vosotros alabados.

Bajo estas diatribas, afloran las bienaventuranzas. Si uno quiere ser cristiano, no ha de olvidarlas.

La satisfacción de sí mismo, la suficiencia farisaica, incluso la espiritual, son contrarias al evangelio.

-Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez, somos azotados, vagabundos, fatigados trabajando con nuestras propias manos.

Una vez más: ¡no!, los apóstoles no son los satisfechos, la gente poderosa, revestida de "poder", los triunfadores, los que no tienen preocupaciones, ni están sometidos a la prueba.

-Injuriados... bendecimos. Perseguidos... soportamos. Calumniados... consolamos.

Es la repetición, bajo otra forma, de la paradoja de las bienaventuranzas. Gente "pobre", que es "dichosa"... gente "que ha recibido daño de otros" y que pasan su tiempo "haciendo felices a los demás".

No olvidemos nunca esta cara del cristianismo. Es el rostro auténtico de Jesús. Y es una de las enseñanzas más importantes de la Epístola a los Corintios. No es discípulo de Cristo el que no reproduce alguno de sus rasgos.

-No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino para instruiros como hijos muy queridos... En Cristo, no tenéis muchos padres... Por haberos anunciado el Evangelio soy yo quien os ha engendrado. +

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