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sábado, 18 de septiembre de 2010

Lecturas del día 18-09-2010

18 de Septiembre 2010, SÁBADO DE LA XXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 4ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LA SAGRADA BIBLIA. Feria o SANTA MARÍA EN SÁBADO, Memoria libre. SS. José de Cupertino pb, Ariadna mr, Sofía, Domingo  Trach pb mr, Ricarda re rl.

LITURGIA DE LA PALABRA

1Co 15,35-37.42-49: Resucita lo incorruptible
Salmo responsorial 55: Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
Lc 8,4-15: Algunas semillas dieron fruto abundante 

Al terminar un año de trabajo se evalúan las tareas programadas al comienzo. Y a veces surgen el descontento y la sensación de fracaso porque después de muchos esfuerzos y recursos invertidos los resultados no fueron los esperados. Nuestra estructura mental está diseñada para el éxito. Estamos poco acostumbrados al fracaso o al ritmo lento de las personas y los procesos. Pero la realidad no funciona así, sobre todo en el campo de la evangelización y la promoción humana. Hace años pensábamos que la liberación de los pueblos oprimidos de Latinoamérica sucedería muy pronto; pero con el paso de los años nos dimos cuenta de que el cambio de estructuras no llegaba por ningún lado. Muchas personas, organizaciones sociales y eclesiales se desanimaron y retrocedieron. Pero con el tiempo se fueron dando cuenta de que la semilla sembrada brotaba por otros lados y de muchas maneras. Así es el reino de Dios: una semilla crece y produce mucho fruto en el lugar y momento menos pensados. Tal es el sentido de esta parábola.

PRIMERA LECTURA
1Corintios 15, 35-37. 42-49
Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible
Hermanos: Alguno preguntará: "¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?" ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: "El primer hombre, Adán, fue un ser animado."

El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.

Palabra de Dios

Salmo responsorial: 55
R/. Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,  y así sabré que eres mi Dios. R.

En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo;  ¿qué podrá hacerme un hombre? R.

Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida. R.


SANTO EVANGELIO
Lucas 8, 4-15
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando
En aquel tiempo se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: "Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto el ciento por uno". Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿Qué significa esa parábola?" El les respondió: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando".

Palabra del Señor


Comentario de la Primera lectura: 1 Corintios 15,35-37.42-49. Resucita lo incorruptible
Llevando hasta el final su enseñanza sobre la resurrección de Jesús y la nuestra, Pablo se plantea una pregunta: « ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo volverán a la vida?» (v. 35). Se intuye el tono triste y desconsolado del apóstol al constatar que los cristianos de aquella comunidad fueran secuaces de una mentalidad materialista, que tiende a disociar el cuerpo del espíritu. Tal insensatez no le parece soportable, sobre todo, porque no tiene presente ni cuenta con el misterio pascual de la muerte la resurrección. Los cristianos no pueden renunciar a esta verdad.

La resurrección, para Pablo, inaugura una novedad absoluta en la vida de Cristo y en la de los cristianos: el paso de un cuerpo animal a un cuerpo espiritual está inscrito en el designio salvífico de Dios. Por eso no es posible proyectar sobre el cuerpo espiritual nuestras experiencias relativas al cuerpo animal. La relación entre el primer hombre, Adán, y Cristo, el último Adán, es también bastante iluminadora: Pablo establece una clara relación entre la economía de la creación y la de la redención, para afirmar que la novedad de Cristo no consiste en tener la vida, sino en dar la vida nueva a todos. Será un don integral, en el sentido de que tendrá que ver con todo el hombre —cuerpo, alma y espíritu— para una experiencia de vida nueva y eterna, de suerte que, tras haber sido hermanos del primer hombre, Adán, y habiendo llevado la imagen del hombre de tierra, seremos asimismo hermanos del último Adán, Cristo, llevando la imagen del hombre celestial.

Comentario del Salmo 55. Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
Se trata de una súplica individual cargada de confianza (su autor expresa su confianza en tres ocasiones: 4.5.12). El salmista ha tenido que hacer frente a un conflicto mortal, una caída fatal (14a), y Dios lo ha liberado, haciéndolo caminar en la luz de los vivos.

Al leer este salmo, enseguida se distingue una especie de estribillo (5, 11-12), que divide el texto en tres partes: introducción (2-4), núcleo (6-10) y conclusión (13-14). La introducción (2- 4) está caracterizada por la presencia de la súplica: «Ten piedad» (2) y «levántame» (4). También se caracteriza por el comienzo de la descripción del conflicto, Se compara a los enemigos del salmista con un ejército, por las acciones que llevan a cabo: «atormentan» (2-3), «atacan» y «persiguen» (2), «vigilan» y «combaten» (3). Presionan constantemente al justo. De hecho, la expresión «todo el día» aparece en dos ocasiones.

El estribillo (5), ligeramente modificado en 11-12, presenta tres temas: la promesa de liberación por parte de Dios, la confianza del salmista y el alejamiento de cualquier miedo o temor.

El núcleo (6-10) desarrolla las acciones de los adversarios que planean el modo de quitarle la vida al justo (6-7). A continuación, el salmista se dirige a Dios para presentarle dos peticiones: que rechace a los malvados (8) y que tenga compasión del justo. El resultado es que los enemigos retroceden y el justo reconoce que el Señor es su Dios (10).

Tenemos aquí tres imágenes importantes. La primera presenta a los malvados como animales salvajes y feroces que están al acecho contra el justo, con intención de devorarlo (7). La segunda habla de un libro en el que Dios va anotando las continuas huidas del justo, su vida errante a causa del hostigamiento y la hostilidad de los malvados (9a). La tercera menciona un odre, el saco de cuero en el que los nómadas del desierto llevaban el agua para el viaje. El salmista le pide a Dios que recoja en su propio odre las lágrimas derramadas por el salmista. Con otras palabras, las lágrimas de quien lucha por la justicia se convierten en el agua que apaga la sed de un Dios peregrino que quiere una sociedad justa. Esta imagen también recuerda el modo en que los pastores contaban las ovejas: por cada una de ellas, metían una piedrecita en un saquito. Así pues, se le pide a Dios que no pierda ninguna de las lágrimas o gestos de quienes quieren la justicia.

La conclusión (13-14) supone que la súplica ha sido atendida, pues el salmista promete mantener los votos que ha pronunciado y cumplirlos mediante un sacrificio de acción de gracias (13). La razón de todo ello es esta: el camino de la muerte se ha visto interrumpido, y Dios ha puesto de nuevo los pies del fiel en el camino de la vida (14). En ocasiones los salmistas tienen tanta confianza, que dan por segura la intervención de Dios, su poniéndola ya realizada.

Este salmo manifiesta la existencia de un conflicto cotidiano entre el fiel y sus adversarios. En la introducción (2-4), encontramos seis acciones que caracterizan este conflicto: los malvados «atormentan» (2-3) al justo, lo «atacan», «persiguen» (2), «vigilan» y «combaten» (3). Son «muchos» (3), lo que viene a aumentar el dramatismo del texto, y combaten al fiel «desde lo alto», esto es, parece que se trata de personas importantes, de la alta sociedad, gente que tiene poder. Da la impresión de que es un ejército contra una persona, que ve cómo se acerca el «día terrible» (4). Es decir, esta persona siente que el día de su muerte se está aproximando (cf 14a). Por eso lleva una vida errante, siempre huyendo y llorando (9).

El conflicto se agudiza en el núcleo del salmo (6-10), sobre todo en 6-7 Aquí tenemos siete acciones de los malvados. Estas acciones ponen de manifiesto que están organizados, que son expertos y que carecen de escrúpulos a la hora de suprimir la vida del justo: «discurren», «planean», «maquinan hacer daño» (6), «se reúnen», «se esconden» «espían» y «vigilan» la vida del justo (7). ¿Por qué tanto odio contra el salmista? ¿Por qué tantos planes para acabar con él? El salmo no responde a estas preguntas. Pero califica a los adversarios como agentes de la «injusticia» (8), lo que viene a indicar que se trata, una vez más, del conflicto entre los malvados injustos y el fiel justo. Es una lucha desigual (muchos contra uno); los primeros están bien organizados y obran conforme a un plan; el segundo sólo cuenta con su clamor, con la huida, con las lágrimas y la ayuda de Dios.

El justo afirma tres veces que confía en Dios (4.5.12). Y le pide que se manifieste como enemigo de la injusticia (cf «recházalos», “derriba», v. 8), como el aliado en la lucha por la justicia («¡Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre!”, v. 9). Es el Dios de la Alianza, peregrino con su pueblo, que convierte las lágrimas de los justos en el agua que le acompaña en su caminar a Dios no le pasa desapercibida ni una sola de las lágrimas del justo.

Es el Dios liberador, Si no liberara al justo, entonces triunfarían sus enemigos (10). Por eso libra la vida de la muerte y los pies de la caída. Es el Dios que da vida, el aliado del justo, que le hace vivir en la luz de los vivos (14).

En este salmo se menciona la promesa de Dios (5.11). Es su promesa de fidelidad al compromiso de la Alianza. El justo también mantiene sus promesas (13). Se trata, pues, de dos aliados comprometidos de forma inseparable.

Jesús escuchó los clamores del pueblo, lo libró de la muerte y no permaneció indiferente a las lágrimas de la gente (Lc 7,13). Vino para que todos tuvieran vida en abundancia (Jn 10,10).

Este salmo se presta para esos momentos de súplica en los que la injusticia parece superar nuestras fuerzas y echar por tierra nuestras esperanzas; podemos rezarlo cuando necesitamos reforzar nuestra confianza en el Dios que ama y quiere un mundo justo; cuando contemplamos tanto sufrimiento y tantas lágrimas sin respuesta...
Otros salmos de súplica individual.

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 8,4-15. Algunas semillas dieron fruto abundante. 
Lucas va diseminando, a lo largo de todo su evangelio, una abundante enseñanza de Jesús en parábolas. Aquí refiere la primera, la más famosa, y, para él, también ciertamente la más importante: la parábola del sembrador. Sin embargo, para ser más exactos, habría que llamarla «la parábola de la semilla». En efecto, la atención del narrador parece concentrarse no tanto en los gestos del sembrador como en el destino de las semillas lanzadas por él. El comienzo de la explicación de la parábola va también en el mismo sentido: «La semilla es el mensaje de Dios» (v. 11).

De manera espontánea, surge una pregunta: ¿por qué quiso caracterizar Jesús el comienzo de su ministerio público con esta parábola? ¿Acaso había advertido ya las dificultades que tenían los hombres de su tiempo para escuchar su predicación, y tal vez también las dificultades que experimentaban sus oyentes para perseverar en la escucha y en la práctica? La respuesta parece ser afirmativa, si consideramos sobre todo la pregunta que le dirigen sus discípulos y la respuesta que les da Jesús (vv. 9ss). Pero la parábola tal vez tenga un alcance todavía mayor: en los diferentes destinos de la semilla lanzada podemos entrever no sólo los diferentes modos con los que sus contemporáneos reaccionaban a la oferta de la Palabra, sino también las diferentes actitudes con las que, a lo largo de la historia de la salvación, ha reaccionado y sigue reaccionando la humanidad a la presencia de los testigos de Dios y a su predicación. Leída así, la parábola de la semilla prolonga su mensaje a lo largo de todos los siglos de la historia, antes y después de Cristo, y llega hasta nosotros.

El mensaje de Pablo sobre el acontecimiento de la resurrección de Cristo, un mensaje que compromete a todo el hombre, nos lleva a meditar sobre el valor del cuerpo en la vida cristiana y en la historia de la salvación. Una meditación enormemente oportuna hoy; en una sociedad que, por un lado, exalta el cuerpo humano hasta idolatrarlo y; por otro, lo instrumentaliza hasta denigrarlo. Frente a esta mentalidad, bueno será recordar, aunque sea de una manera sucinta, el mensaje bíblico sobre el cuerpo humano.

Éste, el cuerpo humano, es, en primer lugar, un bien de la creación: Dios nos lo ha dado como signo de su bondad paterna, como algo capaz de hablarnos de él, además de ser instrumento para hablar entre nosotros. Según la mente del Creador, nosotros somos nuestro cuerpo: somos un cuerpo animado o, también, un espíritu encarnado. Ya desde este punto de vista el cuerpo humano es un bien precioso y digno del máximo respeto. El cuerpo humano está también en el centro de fe desde que Dios, para redimir a la humanidad, quiso encarnarse, esto es, asumir de una mujer (Gal 4,4) un cuerpo en todo semejante al nuestro. La encarnación de Dios es la demostración más clara de que, incluso después del pecado original y después de todos los pecados de toda la humanidad, el cuerpo humano constituye para Dios un instrumento siempre válido para alcanzar los fines más elevados de su providencia.

El cuerpo humano, gracias a la resurrección de Cristo, se encuentra también en el vértice de nuestra fe. El cuerpo de Cristo, en cuanto cuerpo resucitado, es primicia o anticipo de todos nuestros cuerpos destinados a la novedad de vida mediante la resurrección final. El cuerpo humano —este cuerpo nuestro—lleva en sí mismo, por tanto, los gérmenes de una esperanza de vida que no decaerá nunca. Se trata de una realidad santa y sacrosanta no sólo por las bendiciones que recibe, sino por el destino que le espera.

Comentario al Santo Evangelio: Lc 8,4-15, para nuestros Mayores. Los de la tierra buena son los que guardan la palabra y dan fruto perseverando.
Comparaciones y parábolas constituyen un medio de enseñanza normal en tiempos de Jesús. Las emplean los rabinos, las utilizan los escritores apocalípticos y las repiten los hombres de la calle Jesús no ha sido una excepción; es más, sus parábolas ofrecen una hondura humana y una limpidez literaria imposibles de encontrar el ambiente.

En principio, Jesús enseña en parábola por ser ésa la cumbre de los maestros de su tiempo. Las utiliza además como medio pedagógico, para lograr que los misterios del reino no se vuelvan accesibles para el pueblo embargo, su experiencia y la experiencia de la Iglesia le han mostrado que aquello que por sí mismo era un camino ha terminado por hacerse una barrera. Los de dentro (los discípulos, la Iglesia) aceptan el mensaje y avanzan a través de ese camino; los otros, aquéllos que prefieren quedar fuera, chocan contra la barrera de la parábola, no entienden e sentido de sus comparaciones y presuponen que todo es un enigma trazado en el vacío (8, 9-10).

Estas frases que en principio pudieran parecer terriblemente duras («A vosotros se ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan») nos transmiten una de las verdades más consoladoras de todo e evangelio. La palabra de Dios no es una fuerza que se impone y nos obliga la palabra es una invitación que se acepta de manera libre y puede, por lo tanto, rechazarse. Sólo cuando la posibilidad de ese rechazo se siente con toda su nitidez puede hablarse de un auténtico don de Dios. Pues bien, para aquéllos que no la aceptan, la palabra de Dios se viene a convertir en un enigma.

El evangelio ha precisado esta experiencia aludiendo al doble sentido que puede ofrecer el término parábola: a) para aquél que la escucha y la acepta, la parábola es un signo de la cercanía y transparencia de la gracia; b) para aquéllos que se cierran, la parábola (el mensaje de Jesús) termina siendo invento sin verdad ni realidad interna.

Este misterio del don de la gracia que se ofrece y de la posibilidad de un rechazo se ha visibilizado en la parábola del sembrador. La palabra de Dios se compara con una semilla arrojada a la tierra del mundo. Sólo cuando la tierra colabora ofreciendo su alimento y su cobijo 1a semilla fructifica. Sólo cuando el hombre lo recibe y lo cultiva de manera voluntaria puede florecer el germen de la palabra o la presencia de Dios sobre la tierra.

Parece que en la parábola original no había más que dos opciones: los que aceptan la palabra (8, 8. 15) y aquellos que prefieren rechazarla (8, 5. 12). En un momento posterior, quizá ya dentro de la tradición eclesial, se ha hecho patente la posibilidad de la aceptación inicial seguida de un fracaso. Para mostrarla se introducen los dos ejemplos intermedios: los que por falta de continuidad por exceso de problemas de este mundo asfixian y destruyen la tierna vida de la planta, que había comenzado a germinar

En situación eclesial la aplicación práctica se puede dirigir hacia estas dos posturas intermedias, tipificando la posibilidad de fracaso que ellas representan, Como riesgos que destruyen la urgencia salvadora del evangelio se señalan: a) la falta de una auténtica raíz (o profundidad y decisión humana); b) la superficialidad en la existencia (el moverse en el plano de las simples impresiones, los deseos y pasiones de la tierra).

Comentario al Santo Evangelio Lc 8, 4-15, de Joven para Joven. La semilla, es la Palabra de Dios.
Es una explicación que se cree que fue desarrollada en la Iglesia primitiva, ya que manifiesta un proceso de concreción y alegorización a partir de la vida diaria cristiana. Esto no quiere decir que se niegue una historicidad a la experiencia de la predicación de Jesús mismo.

Para la comprensión de a parábola no es importante la técnica del sembrado (que posiblemente fuera “al voleo”), sino el destino de la semilla. Lucas identifica a semilla con la Palabra de Dios.

Hay personas que oyen la Palabra de Dios, pero llegan enemigos de la Palabra e impiden que pueda plantarse. Lucas llama a este oponente el diablo. Su meta es impedir que el hombre tenga fe. Existen otros enemigos de la palabra, que la pisotean.

En otras personas que oyen la Palabra de Dios, ésta no puede echar raíces. En las impugnaciones a la fe, no pueden sostenerse. Lucas califica dichas impugnaciones como tentación. Jesús resistió a las tentaciones del Diablo (Lc 4,1—13). De igual manera, todos los que siguen a Jesús no quedarán libres de tentaciones. Se trata de algo decisivo en la vida cristiana.

Otros sofocan la Palabra de Dios con las preocupaciones de la vida cotidiana. Dos aspectos le parecen a Lucas dignos de mencionarse: la riqueza y las diversiones. Lucas ya había hecho alusión a los peligros de la riqueza en la predicación del llano (Lc 6, en el transcurso del evangelio, queda claro que el ambicionar riquezas se excluye mutuamente con el Señorío de Dios (Lc 12,13-21; 16, 19-31; 18,18-30). Pero las diversiones sin bienestar no son posibles; por ello, aquí lo mencionan junto con la riqueza. Finalmente, una actitud corno la del “querer tener más” brota de la vida egocéntrica.

Después de haber expuesto tres momentos negativos en la existencia cristiana, Lucas habla de los aspectos positivos: al lado de aquellos que se cierran a la palabra de Dios-o con el tiempo la pierden- están los que reciben la Palabra de Dios y, consecuentemente, dan fruto. “Dar fruto” es, en la tradición judía del Antiguo Testamento, una imagen de la buena conducta en la vida ante Dios (Sal 1,3). Lucas da importancia a la resistencia y a la constancia. Esto distingue la vida cristiana. El contenido de dar fruto está incluido en el contexto del evangelio en el tema del seguimiento.

a) La explicación de la parábola insiste en cuatro grados de aceptación de la Palabra. La realidad puede ser más compleja. Ésta es una invitación para el lector a fin de que se identifique o se compare con alguno de los grupos, a sabiendas de que sólo el último es el que sigue plenamente el plan de Dios. El lector es invitado a decidirse por la última opción. b) La tipificación de oyentes es una advertencia para el lector. La escucha de la Palabra es un proceso: se tiene que escuchar con atención, se tiene que escuchar con decisión, incluso ante la persecución y las dificultades; implica renuncia ante las riquezas y los goces de esta vida. El lector tiene que aceptar en su vida el Señorío de Dios y de su Hijo Jesús, y ninguno otro más, aunque esto implique renunciar.

Elevación Espiritual para este día
Al aprender y profesar la fe, adhiérete y conserva solamente la que ahora te entrega la Iglesia, la única que las santas Escrituras acreditan y defienden. Como sea que no todos pueden conocer las santas Escrituras, unos porque no saben leer, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que ninguna alma perezca por ignorancia, hemos resumido, en los pocos versículos del símbolo, el conjunto de los dogmas de la fe.

Procura, pues, que esta fe sea para ti como un viático que te sirva toda la vida y, de ahora en adelante, no admitas ninguna otra, aunque fuera yo mismo quien, cambiando de opinión, te dijera lo contrario o aunque un ángel caído se presentara ante ti disfrazado de ángel de luz y te enseñara otras cosas para inducirte al error Pues si alguien nos predica un Evangelio distinto del que os hemos predicado —seamos nosotros mismos o un ángel del cielo—, ¡sea maldito!

Esta fe que estáis oyendo con palabras sencillas retened ahora en la memoria y, en el momento oportuno, comprenderéis, por medio de las santas Escrituras, lo que significa exactamente cada una de sus afirmaciones. Porque tenéis que saber que el símbolo de la fe no lo han compuesto los hombres según su capricho, sino que las afirmaciones que en él se contienen han sido entresacadas del conjunto de las santas Escrituras y resumen toda la doctrina de la fe. Y, a la manera de la semilla de mostaza, que, a pesar de ser un grano tan pequeño, contiene ya en sí la magnitud de sus diversas ramas, así también las pocas palabras del símbolo de la fe resumen y contienen, como en una síntesis, todo lo que nos da a conocer el Antiguo y el Nuevo Testamento (Cirilo de Jerusalén, Catequesis 5 sobre la k y el símbolo, 12-13, en PC 33, 519-523).

Reflexión Espiritual para el día
Un sacerdote empezó así su homilía en un funeral: «Mi predicación tendrá como tema el juicio». Entre lo gente se produjo un movimiento de sorpresa atemorizada. Y prosiguió: «El juicio consiste en susurrar al oído de un Dios misericordioso y compasivo la historia de mi vida, esa historia que nunca he con seguida contar».

Muchos de nosotros tienen una historia propia —o al menos una parte de ella— que nunca han sido capaces de contar o nadie por miedo a no ser comprendidos o por su incapacidad para comprenderse a sí mismos: la ignorancia del lado más oscuro de nuestra vida escondida —a más sencillamente, la vergüenza— hace la cosa bastante difícil para mucha gente. Nuestra verdadera historia no la contamos nunca o la cantamos sólo a medias. Pero cuando estemos can Dios, podremos susurrarla libre y totalmente a aquel oído misericordioso y compasivo. Después de toda, es precisamente esa la que Dios ha querido siempre, mientras esperaba nuestra retorna a casa can él. Nos acogerá como a sus hijas pródigas, ahora arrepentidas y humildes, entre sus brazas. Entre esos brazos empezaremos a contar nuestra historia, y él dará comienzo a ese principio curativo y preparatorio que nosotros llamamos purgatorio.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: La parábola del sembrador.
-Salió el sembrador a sembrar. Una parte del grano cayó:

- en la vereda, lo pisaron y los pájaros se lo comieron...

- en la roca y al brotar se secó por falta de humedad...

- entre zarzas y éstas, brotando al mismo tiempo lo ahogaron...

Una siembra lamentable, laboriosa.

Todos los mesianismos judíos esperaban una manifestación brillante y rápida de Dios.

Jesús parece querer rebajar su entusiasmo: el "Reino de Dios" está sujeto a los fracasos... va progresando penosamente en medio de un montón de dificultades... ¡Mucha paciencia es necesaria! Como Jesús, ¿me atrevo yo a mirar de cara las dificultades de mi vida personal... de mi medio familiar o profesional... de la vida de la Iglesia?...

-Otra parte cayó en tierra buena, brotó y dio el ciento por uno.

Mateo y Marcos hablaban de rendimientos diferenciados según la calidad de la tierra: treinta por uno... sesenta por uno... ciento por uno...

Lucas se contenta con un sólo rendimiento: ¡el más elevado! ¡Cada grano de trigo produce otros cien! Un buen ejemplo, una vez más, de la adaptación del evangelio: La preocupación de Lucas no ha sido solamente reproducir, palabra por palabra, los menores detalles de sus predecesores. El evangelio es viviente. Quedando a salvo lo esencial del mensaje, cada predicador le da una vida nueva. Lucas se beneficiaba de una más larga experiencia de la vida de la Iglesia y podía ya poner el acento sobre tal o cual punto, según las necesidades de la comunidad a la que se dirigía.

Aquí, por ejemplo, en el crecimiento del Reino de Dios pasa del "nada" al "todo"... del fracaso total de la semilla, a su éxito total. Porque, a diferencia de Mateo y de Marcos, quiere insistir solamente sobre la perseverancia en el fracaso.
-Quien tenga oídos para oír, ¡que oiga! Jesús invita a estar atentos.

Lo sabemos muy bien: se puede soslayar... no oírle.

Señor, agudiza nuestras facultades de atención, de recogimiento, para poder oír.

-A vosotros, os ha sido dado el poder comprender los misterios del reino de Dios. A los demás, en cambio, se les habla en parábolas, así, viendo no ven y oyendo no entienden. Dios no es injusto; sino que respeta la libertad.

"La propuesta" divina no es tan evidente que llegue a forzar nuestro asentimiento. Es uno de los Pensamientos de •Pascal-B: "Hay claridad suficiente para alumbrar a los elegidos, y bastante oscuridad para humillarlos. Hay suficiente oscuridad para cegar a los réprobos, y bastante claridad para condenarlos y hacerlos inexcusables." (443) "Si hay un Dios, es infinitamente incomprensible... Somos pues incapaces de conocer quién es El, ni si El es".

"¿Quién censurará a los cristianos no poder dar razón de su creencia, ellos que profesan una religión de la que no pueden dar razón? Si la dieran, no serían consecuentes; y es siendo faltados de prueba que no son faltados de sentido" (343).

¡El mismo Jesús no ha querido convencer "a la fuerza"!

-Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído la Palabra, la conservan con corazón bueno y recto, y dan fruto con su perseverancia.

¡Perseverancia! ¡Uno de los más hermosos valores del hombre! ¡Ah, no! El Reino de Dios no es un "destello" estrepitoso y súbito: viene a través de la humilde banalidad de cada día, en el aguante tenaz de las pruebas y de los fracasos. Para mejor descubrir a Dios, para entrar en sus misterios, es necesario, cada día, con perseverancia, tratar de llevar a la práctica lo que ya se ha descubierto de Él: ésta es condición para entrar y adelantar en su intimidad. +

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