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domingo, 4 de julio de 2010

CAMINO MISIONERO 04/07/10

Posted: 03 Jul 2010 05:22 PM PDT

Publicado por Fe Adulta

ANÁFORA


Nos sale del corazón bendecir tu nombre, Padre santo,
y mostrarte nuestro sincero agradecimiento. Gracias, Señor.
Aunque apenas si somos capaces de vislumbrar tu sombra,
te sentimos como un Dios cercano, bueno y comprensivo.
Muchos de nosotros te hemos querido y respetado desde nuestra infancia
y querríamos que esta fe en Ti nos siguiera acompañando de por vida.
Pero te confesamos nuestro pecado, te creemos Dios exclusivo nuestro,
nos cuesta convencernos de que eres el Dios bueno de toda la humanidad,
el Dios y Padre de todos los seres humanos, creyentes y no creyentes.
Haznos comprender que quieres a todos tus hijos de la misma manera,
que no tienes preferencias con ninguna raza ni religión ni estatus.
Sintiéndonos fraternidad, unimos nuestras voces a todos los hermanos
para entonar en tu honor este canto de alabanza.

Santo, santo…

Te bendecimos una vez más, Padre y Madre de todos,
porque nos has regalado la experiencia vital de tu hijo Jesús
y su palabra profética, fiel reflejo del Espíritu que en él infundiste.
Optó por los pobres y oprimidos, para que dejaran de serlo.
Creemos en Jesús y aceptamos de corazón sus enseñanzas.
Por él sabemos que el único signo de identidad de los que le siguen
es hacer presente en el mundo su fuerza salvífica, seguir su misión,
continuar su tarea, liberando de ataduras a sus semejantes
para que no sufran penalidades y sean plena y felizmente humanos.
Ahora vemos que para pertenecer al grupo de los discípulos de Jesús
no basta con llamarse cristiano, porque la única acreditación válida
que sirve tanto a creyentes como a agnósticos o ateos,
es la dedicación efectiva a hacer más justa y digna la vida de todos.
Jesús, el liberador por excelencia, nos pidió que hiciéramos como él,
que nos diéramos a los demás sin reservas.

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Recordamos la vida de tu hijo Jesús, y nos proponemos imitarle.
Lamentamos su cruel muerte, paradigma de las injusticias humanas,
y nos alegramos de que viva ya contigo y por siempre, plenamente feliz.
Padre Dios, Te suplicamos nos infundas tu Espíritu, el que guió a Jesús,
para que vivamos comprometidos con la implantación de tu Reino
y colaboremos con todas las personas de buena voluntad
en hacer un mundo de iguales, donde impere realmente la justicia.
Verdaderamente es una tarea ingente, que nos supera, Señor.
Además cada día damos lugar a que haya más empobrecidos en la tierra.
No queremos reservarnos esperando que se presenten los grandes retos.
Como mínimo nos proponemos participar como uno más,
apoyando con nuestra firma y voz cualquier causa que nos parezca justa.
Prometemos hacer más felices a nuestros prójimos más próximos,
sin distingos, haciendo un favor cualquiera con una sonrisa,
o abriendo las puertas de casa a quien lo necesita.
Danos un corazón tan grande como el de Jesús,
para que nos sintamos de verdad hermanos de todos nuestros hermanos.
Vamos a rezarte ahora la oración que nos enseñó Jesús
y te invocaremos como Padre, Padre nuestro y de todos, sin excluir a nadie.
Queremos rendirte, Señor, un permanente homenaje de gratitud.
AMÉN.



Rafael Calvo Beca

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PRINCIPIO

Alrededor de tu mesa, agobiados por nuestra mediocridad, hambrientos,
acudimos a ti porque te necesitamos.
Gracias, Padre, porque siempre nos comprendes, nos acoges y nos invitas.
Por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.


OFRENDA

Hemos recibido tu Palabra,
y estamos aquí porque aceptamos la misión de Jesús.
Que nuestro pan y nuestro vino que ponemos en tu mesa
signifiquen nuestro deseo de entregarnos plenamente al Reino.
Por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Gracias, Padre, por el Pan y la Palabra.
Gracias por la Eucaristía, sin la cual no podríamos vivir al estilo de Jesús.
Te damos gracias por todo lo que nos regalas,
sobre todo por Jesús, nuestro Señor.


José Enrique Galarreta


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LIGEROS DE EQUIPAJE

Vivir soltando todo ese lastre
que hemos acumulado tan sensatamente
para una empresa que no conocíamos,
pero que nos infundía respeto,
si no inseguridad y hasta cierto miedo.

Porque solo el arte de vivir
ligeros de equipaje
nos abre el horizonte
para ser tus seguidores.

Vivir desintoxicándose
de los humos y drogas que flotan en el aire
y que nuestro cuerpo y espíritu ávidamente
respiran, y asimilan inconscientemente,
como si fuera medicina natural y saludable.

Caminar disfrutando el instante,
sin llevar a cuestas historias interminables
ni carteras con programas y billetes,
sólo empujados por la brisa del futuro
que remueve montañas y mojones.

Nadar como nos trajeron al mundo,
sólo con lo que somos y respiramos
y algún aceite protector y perfumado
para no enfriarnos ni perder el rumbo,
ora vayamos por la superficie o profundizando.

Volar por los aires como anhelamos:
vacíos de materia no espiritualizada
y de espíritu no encarnado en la historia,
dejando, al que viene a encontrarnos, hueco
para habitarnos y hacernos feliz el vuelo.

Soñar un mundo en paz y sin fronteras,
una iglesia sencilla y de perdones infinitos,
una familia de amores vivos y compartidos,
una jornada de encuentros creativos
y un descanso libre de sermones y cotilleos.

Porque solo el arte de vivir
ligeros de equipaje
nos abre el horizonte
para ser tus seguidores.



Florentino Ulibarri
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 03 Jul 2010 10:15 AM PDT

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Lc 10, 1-12.17-20) - CICLO C
Por José Enrique Galarreta

El texto que leemos es probablemente un resumen de doctrinas varias, instrucciones de Jesús pronunciadas en diversas ocasiones, reunidas aquí con el pretexto de la misión de los setenta y dos discípulos. Destacan de todas maneras varios temas:

* el encargo mismo de Jesús, la elección de personas que sean, como él mismo, anunciadores de la Buena Noticia.

* la misión en pobreza y el riesgo de la misión.

* la transmisión a los discípulos del poder de Jesús.

En nombre de Jesús, animados por su mismo Espíritu, sin medios materiales, armados sólo con la Palabra, en un medio hostil, más fuertes que los demonios … Es una maravillosa imagen de la Iglesia y un motivo de reflexión tan estimulante como inquietante.

Se ha fundamentado a veces la iglesia con el concepto de “fundación”, como una empresa cuyos estatutos y cargos directivos hubieran sido establecidos por Jesús mismo. Es más radical, y más real, el concepto de Misión: Jesús, ser temporal y espacial como cualquier humano, que terminará su vida mortal como cualquier humano, lanza un movimiento que le continúe, envía en su nombre a muchos para su misma misión.

La Iglesia/fundación es más legal y tiende a dárselas de “oficial”, con todos los derechos.

La Iglesia/misión atiende ante todo al trabajo, a la responsabilidad y al Espíritu de Jesús.

La autenticidad de la primera se funda más en sucesiones que parecen dinásticas. La autenticidad de la segunda se basa en el Espíritu, en la fidelidad al mismo Espíritu de Jesús.

La misión se representa siempre en la curación de enfermedades y la liberación de demonios. Es sorprendente leer los tres primeros capítulos de Marcos: sale Jesús a su misión y parecen despertarse todas las furias del infierno, en forma de enfermos, de endemoniados y de adversarios. Y es así: Jesús, presencia del bien, desata la hostilidad del mal, en todas sus formas.

Esto permite definir la actividad de Jesús como cumplimiento de su mismo nombre: el salvador, el libertador. Dios que salva. Y al ser humano como el esclavizado por el mal, por muchos males, el necesitado de la fuerza de Dios libertador.

Se utiliza una vez más la imagen física para representar la acción espiritual: “pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo” no es más que una imagen. Pero es una imagen que nos ayuda a leer el mundo. Nosotros tenemos la grave tentación de leer el mundo como indiferente, inocuo, ajeno a Dios y al mal. Nos han vendido una imagen aséptica de la vida, de la naturaleza, del trabajo, de la actividad cotidiana: nos han convencido de la profanidad del mundo, recluyendo a Dios y al mal en ámbitos estrictamente religiosos. Nada tan diferente de la mentalidad de Jesús.

El mundo entero es el escenario de la gran batalla que los hijos de Dios libran contra todos los males: la ignorancia, la explotación, la perversión, la humillación, la destrucción del medio y de lo humano… cada día, en cada circunstancia, se desarrolla un fragmento del gran drama: la construcción o la destrucción del Proyecto de Dios, el triunfo o el fracaso de los hijos de Dios.

Jesús lee el mundo sin ninguna ingenuidad. Jesús invita al Reino, es decir, a pelear. Jesús sabe que la pelea es cotidiana. Por eso los evangelistas pueblan sus narraciones de endemoniados que reconocen a Jesús y se resisten violentamente, aunque en vano, porque la fuerza de Dios vence siempre.

Es una profunda y significativa imagen del mundo y de la humanidad, una imagen de riesgos y de batallas, bastante ajena a la tibieza y componenda de nuestra manera de vivir el seguimiento de Jesús. Y es muy significativa la imagen de los enfermos y los endemoniados, porque no son ellos los malos, los enemigos, sino víctimas de sus demonios. Los enemigos de Jesús nunca son las personas, aunque le estén clavando en la cruz. Las personas son siempre víctimas de sus pecados; por eso se acerca a ellas Jesús, para curar y liberar.

Esta es la enorme misión de la Iglesia: ayudar a las personas contra todos sus males: liberar al ser humano de todo lo que le deshumaniza. Esta es la misión de Jesús, y la nuestra, como enviados suyos.

Esta misión se realiza con el espíritu, con el estilo, con las armas de Jesús. Jesús no necesitó más medios que la palabra y el ejemplo. Jesús renunció al dinero como medio de influir, renunció al poder como medio de imponer. Su prestigio es su modo de actuar, su compasión y su valor. Su fuerza es la Palabra. Su mayor poder, la Buena Noticia.

Jesús no dice que ama; Jesús ayuda. Jesús no crea sistemas filosófico-teológicos; muestra a Dios en parábolas. Jesús no predica desde la autoridad humana sino desde el servicio. Jesús se siembra, es grano de trigo enterrado y muerto; y resucita en la Iglesia, que no es una sociedad triunfal sino una levadura enterrada en la masa. La Iglesia hará florecer la humanidad del mundo si se siembra en un servicio fraternal, como Jesús mismo.

La eficacia de la iglesia está garantizada solamente por la fuerza del espíritu. La Iglesia, nosotros la iglesia, solemos ser más sabios que Jesús y le enmendamos la plana. Reducimos la noción de pecado a la culpabilidad personal, trabajamos por el prestigio externo de la Iglesia y su influencia social, nos despreocupamos de los males reales para atender “a lo espiritual”, valoramos la influencia política y económica, combatimos como enemigos a personas...

En resumen, no ofrecemos la imagen de “crucificados para el mundo”, ni el mundo nos considera como tales. Nos hemos convertido en una autentica religión convencional, con dogmas, ritos, jerarquías, prestigios, poderes, y hemos perdido la capacidad y la identidad de crucificados por la liberación de la gente.

Ante todo esto, debemos prestar atención no solamente a Jesús compasivo, sino a Jesús poderoso. Las curaciones, las liberaciones de los endemoniados, tienen un mensaje primero, sencillo y definitivo: en Jesús actúa Dios poderoso para liberar. La Buena Noticia es poderosa para liberar. Pero sólo es poderosa la Buena Noticia, sólo es poderoso el Espíritu de Jesús. Los poderes del mundo sólo pueden esclavizar, son los enemigos de la Buena Noticia.



¿CUÁL FUE EL PODER DE JESÚS?


Todo esto conduce a la pregunta más radical: ¿Cuál fue el poder de Jesús? Tuvo poder de sanar, de liberar de decir la verdad a la cara de todos; tuvo el extremo poder de ser consecuente hasta la cruz. Tuvo el extraño poder de denunciar todas las falsas imágenes de Dios, de no dejarse comprar por nadie, de desmontar las pomposas teologías de los escribas con la simple arma de las parábolas, de ridiculizar la falsa santidad de los fariseos con el “a mí me lo hicisteis”.

Jesús pisó inmune los escorpiones y las serpientes del falso mesianismo triunfal, del honor del sacerdote, del aprecio de los poderosos; Jesús fue más poderoso que los ejércitos de la Ley, del Templo, del Poder. Jesús caminó sobre todos esos, victorioso. Esos fueron, y sólo esos, los poderes de Jesús.

¿Qué significó Jesús para su mundo? Un loco peligroso, que debía ser, y fue de hecho eliminado. Su mundo lo crucificó y lo consideró como crucificado. Y los que él envía para anunciar “ya está aquí el Reino” no llevan al mundo una buena noticia para todos. Porque el reino no es buena noticia más que para los pobres, los enfermos, los pecadores, y no para los ricos, los sanos, los que se creen santos. Los ricos, los sanos, los fuertes, los que se creen santos, reciben lo de Jesús como una malísima noticia, como una locura peligrosa.

Es llamativa la imagen de Jesús: “como corderos en medio de lobos”. Desarmados, pobres, sin más poder que curar y liberar. Sin más sabiduría que las parábolas. Con la estupidez mental de preferir la pobreza, el camino empinado, la fraternidad, la solidaridad… ¿cómo se puede triunfar en la vida con esas armas? ¿Cómo se puede un joven abrir paso en la selva del mundo con esos criterios? ¿Cómo se puede andar por la vida prefiriendo a los últimos, prefiriendo ser último? ¿Cómo se puede mirar con aprensión el dinero, el éxito, el reconocimiento social? ¡La Buena Noticia es cosa de locos!

Hoy es un domingo para revisar valores y criterios, para revisar nuestra situación en el mundo. ¿Qué piensan de nosotros la iglesia el poder, el dinero, el éxito? ¿Qué piensan de nosotros la iglesia los creadores de opinión, los triunfadores de la sociedad, los gobernantes que crean constantemente opresión, injusticia y miseria, los manejadores del mercado, los que viven en la abundancia? ¿Nos tienen por locos peligrosos?

No puedo menos que recordar aquí una escena, retransmitida hace unos pocos años por televisión a medio mundo: una boda real, a la que asisten todos los poderes del mundo, los reyes, los príncipes, los magnates de las finanzas, los jefes de estado, los famosos de todos los ámbitos; dinero gastado a chorros, en vestidos, en coches, en fiestas, en alardes de todos los géneros. El edificio es suntuoso, las vestiduras sagradas son carísimas, el rito es solemne…

Solamente estorbaba una cosa en tan magnífica ceremonia: el enorme crucifijo que presidía la asamblea entera, sangriento y agonizante, desnudo y ridículo, disonancia intolerable; deberían haberlo cubierto con un paño, o retirarlo a la sacristía para evitar que estropease tan magnífica ceremonia. Porque allí estaban todos los poderes, los criterios y los valores del mundo, todos los que crucificaron y crucifican hoy a los hijos de Dios, dueños del templo, impávidos ante el crucificado al que ellos mismo están matando.

Pero eso es sólo una imagen circunstancial, pasajera, anecdótica. Una anécdota significativa: la iglesia entera está representada en ella, nosotros la iglesia, que vivimos en el mundo dando culto a un dios que no es el de Jesús, impertérritos ante los crucificados, dedicados a nuestras teologías y a nuestros poderes, nuestros prestigios, nuestras seguridades religiosas… A nosotros no nos crucifica nadie, por una sencilla razón: porque el mundo sólo crucifica a sus enemigos, a Jesús, por ejemplo.
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Posted: 03 Jul 2010 06:44 AM PDT

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 14. Tiempo ordinario. Ciclo C. El evangelio es un movimiento de paz que crece y se expande desde los más pobres, no en línea de pura contemplación (pero también de contemplación), ni de pacto de intereses (como la de muchos sacerdotes de Jerusalén), sino de una paz que brota y se extiende desde el mismo tejido social, a partir de unos campesinos galileos, que se elevaban activamente (sin armas, con la vida y la palabra) en contra de una oligarquía comercial y militar de funcionarios y cortesanos de Herodes Antipas, al servicio del sistema mercantil de Roma.

En ese contexto se sitúa el texto que Lucas nos ofrece este día, la palabra de Jesús, que dice a sus discípulos que vayan por doquier y que saluden a la gente con la paz, invitándoles a introducirse en su movimiento de transformación humana… Suenen por doquier en estos días los tambores de la guerra social y, sobre todo, económica; una guerra dirigida desde arriba, por el FMI y otras instancias de interés y control. Pues bien, desde abajo, Jesús sigue invitando a la gran marcha de la paz, a la movilización desde la base, para elevarse todos en amor y solidaridad de Reino.

Éste es el domingo de los setenta y dos voluntarios, enviados de Jesús, al servicio de la paz humana. Podríamos llamarles profesores y obispos de la paz. Quizá simplemente “testigos”. Buen tema, buen domingo.

Paz en Galilea y desde Galilea. Un texto clave (Lc 10, 1-12)

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."

.
El texto incluye otros detalles y elementos que no puedo hoy comentar. Quiero fijarme hoy en la paz, siguiendo en la línea de lo que he venido diciendo otros días sobre el tema.

Otros podràn comentar otros rasgos (del pasaje citado y del resto del evangelio del domingo (Lucas 10, 1-12, 17-20). Yo quiero resaltar sólo algunos, siguiendo en la línea de mi libro Camino de Paz (Madrid 2010), que he presentado en días anteriores...

Éste es el tren de la paz de Jesús... formado por 72 enviados, que son el signo de toda la humanidad (se decía que había 72 naciones en el mundo...). Un Tren de paz concretado en 72 trenes más pequeños, dirigidos a todos los continentes, con un único mensaje: la paz.

A este Jesús de la paz no le importa establecer un dogma especial, ni crear una iglesia propia... Quiere crear un movimiento de paz para todas las naciones... y para eso le basta con 72 pobres, sin nada... pero con ganas de ofrecer la paz y compartirla, desde abajo.

Introducción. La paz era difícil.

Los estudios económicos y arqueológicos confirman que en los años de Antipas, etnarca o rey vasallo de Galilea (del 4 a C. al 39 d. C.), que son en gran medida los de Jesús , se produjo la mayor revolución social de aquella tierra: gran parte de los antiguos propietarios perdieron sus tierras y quedaron sin trabajo. Creció la inestabilidad política y muchos empezaron a pensar y sentir que no había más solución que la muerte o la guerra.

En ese contexto se entiende el proyecto de paz de Jesús, que empieza de abajo y se expresa en forma de pacto entre itinerantes (sin casa ni tierra) y sedentarios (con casa). Los amigos y enviados de paz de Jesús eran itinerantes, portadores de un mensaje de Reino (Paz mesiánica), en medio de una sociedad duramente amenazada por la guerra. Así debían actuar esos mensajeros, que según Lucas eran setenta y dos, signo de todas las naciones y pueblos de la tierra (no simplemente Doce judíos, como en otras tradiciones).

Los que así ofrecen la paz, estos setenta y dos, no son simplemente judíos, ni cristianos, son hombres y mujeres de paz, que tienen la tarea mesiánica de ofrecer y expresar la paz en este mundo.

La paz que aquí se ofrece no es de tipo espiritualista, ni formalistas. Los enviados de Jesús vienen por todo Galilea y por los pueblos del entorno como promotores de una paz activa, en contra de los que colaboran con Roma en el campo militar, pero también en contra de los que se rebelan de un modo militar. Su mensaje es la paz mesiánica.

Ofrecer la paz. Un movimiento de pacificadores

Los enviados de Jesús empiezan ofreciendo por las casas “paz”, no una paz puramente interior, sino la paz social, política, económica, que ellos, pobres itinerantes, querían ofrecer, en nombre de Dios, como expresión y signo del Reino que viene. No eran los únicos, había otros que decían ofrecer la paz, pero lo hacían con otros medios y otros fines.

Roma quiso actuar como “pacificadora”; también los reyes herodianos y los sacerdotes se presentaron como portadores y garantes de paz, pero una paz del sistema, para beneficio de funcionarios y comerciantes. Pues bien, en ese contexto, Jesús envió a sus discípulos casa a casa, como portadores de un proyecto de paz, en una situación pre-bélica, sin seguridad externa (sin dinero, sin armas, sin garantías jurídicas). Sus mensajeros de su paz eran precisamente aquellos pobres, que han sido expulsados de los grandes proyectos de la pax romana. Por eso iban sin nada:

No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: 'Paz sea a esta casa…

Precisamente porque no tienen absolutamente nada, ellos pueden ofrecer la paz, viniendo a presentarse como portadores de un proyecto de pacificación real para Galilea y, de hecho, para todo Israel, y de hecho para todo el mundo… un proyecto de paz concreta, que debía ir creciendo desde abajo, un camino social de trasformación que brota de la tradición israelita y que no empieza con la toma de poder, ni con la destrucción de los adversarios, sino con el mensaje y testimonio de unos campesinos desposeídos, que expanden su ideal por aldeas y pueblos.

Por eso, Jesús elige y envía a sus “adelantados”, para que anuncien la paz con su vida (no sólo de palabra) en todo Galilea. Éste es el principio permanente, el punto de partida de la paz mesiánica, que Jesús entiende como Reino de Dios.

Estos discípulos de Jesús, adelantados de una paz social, en medio de un mudo conflictivo, dispuesto a la guerra, siguen siendo ejemplo para todos los cristianos posteriores. Iglesias y grupos de fieles han pactado muchas veces con las instituciones dominantes, con los poderes militares. En contra de eso, los primeros cristianos fueron unos verdaderos “objetores de conciencia”, unos promotores de paz, sin armas, ni seguridades (sin dinero, sin alforja), como seguiremos viendo. No tenían nada que defender, por eso pudieron ser y fueron portadores de la paz mesiánica de Jesús.

Conclusiones:

a) La paz es dialogar entre todos, desde abajo, no con el poder de algunos que lo tienen casi todo (políticos, dueños del sistema), sino con la palabra de aquellos que no tienen nada (o se han despojado de lo que tenían) para establecer las bases de la paz desde la palabra común, no desde instancias de poder más alto.

b) La paz es curar… curar a los enfermos “del cuerpo”, pero, sobre todo, a los enfermos del “alma”, es decir, a los que viven aplastados por el deseo de tener y de dominar a los demás. Sin curar a los enfermos de “violencia” social, ideológica, económica o militar no es posible la paz. Hace falta un gran “hospital” de campaña (de campos y pueblos) de pacificación.

c) La paz es trabajar y comer junto… “Comed lo que es pongan…”. Colaborar en la tarea de la humanidad, en contacto directo, desde la misma calle de la vida… sin lugares resguardados, coches blindados, seguridades y más seguridades policiales… Hay que aprender a compartir la vida desde la calle, que es la palabra, la conversación, la casa abierta… trabajando y comiendo juntos…

d) Crear una cultura de pan, sin mentiras de unos, sin imposiciones de otros… Ésta es la utopía de los setenta y dos de Jesús que siguen siendo mensajeros de su paz mesiánica. Esa es la tarea de la Iglesia.
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Posted: 03 Jul 2010 06:27 AM PDT

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Lc 10, 1-12.17-20) - CICLO C
José Antonio Pagola

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.

«Poneos en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. "La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad" (Benedicto XVI).

Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio.

«Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿Cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?

Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren... Sólo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos,

«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero, ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?





Comunica y difunde el Evangelio. Pásalo
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Posted: 03 Jul 2010 06:18 AM PDT
Por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*

“El reino de Dios ya está cerca de ustedes”

Una vez llegó un turista a visitar a un sabio maestro que vivía en una cabaña en medio de una montaña. Al entrar en su casa, se dio cuenta que la morada del viejo consistía de un colchón en el piso y unos pocos libros amontonados en desorden. El visitante, extrañado, preguntó: «–Disculpe, ¿dónde están sus muebles?» El anciano miró con calma al visitante y respondió: «–¿En dónde están los suyos?» «–Pero si yo sólo estoy aquí de paso» Replicó el turista. El maestro sonrió levemente y continúo: «–Yo también estoy de paso en esta vida, y mal haría en cargar mi existencia con todos los armarios de mi pasado».

Cuando Jesús envió a los setenta y dos discípulos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir, les dio estas instrucciones: “Ciertamente, la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni sandalias (...); coman y beban de lo que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga”. Jesús quería que sus discípulos fueran sin tantas seguridades para que pusieran su confianza sólo en él y no en los medios que tendrían para realizar su misión.

Parece haber una relación inversamente proporcional entre la cantidad de medios que tenemos para realizar nuestra misión, y la confianza que depositamos en Dios. Cuanto más medios, menos confianza en Dios. Cuantos menos medios, más confianza. No es que los medios sean malos. Seguramente son necesarios para realizar muchas cosas que consideramos necesarias y buenas para nosotros y para los que nos rodean. Pero no debemos olvidar el peligro que tiene andar tan preocupados por el dinero, las provisiones y las sandalias. La misión es del Señor. El es el Dueño de la cosecha y por eso no sólo tenemos que pedirle que mande trabajadores a recogerla, sino también que mande los medios necesarios para construir el reino en nuestro mundo.

Esto no significa que no tengamos que trabajar, y mucho menos que no tengamos que pedir a Dios por lo que nos pre-ocupa y ocupa. A Dios rogando y con el mazo dando, reza el adagio popular. En este sentido, tendríamos que vivir aquello que san Ignacio de Loyola tenía presente en todas las tareas que se proponía, según nos cuenta el P. Pedro de Ribadeneira, uno de sus primeros biógrafos: "En las cosas del servicio de Nuestro Señor que emprendía, usaba de todos los medios humanos para salir con ellas con tanto cuidado y eficacia, como si de ellos dependiera el buen suceso; y del tal manera confiaba en Dios y estaba pendiente de su Divina Providencia, como si todos los otros medios humanos que tomaba no fueran de algún efecto". Como quien dice: “Hay que hacer las cosas como si todo dependiera de nosotros y nada de Dios. Pero hay que confiar en Dios como si todo dependiera de Él y nada de nosotros”.

El mensaje central que debían llevar los setenta y dos discípulos era la inminencia del reino: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes”. Lo mismo debemos anunciar hoy a nuestros contemporáneos. Por eso, como el sabio maestro, deberíamos ir ligeros de equipaje, sin cargar nuestras existencias con todos los armarios de nuestro pasado.
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Posted: 03 Jul 2010 06:06 AM PDT

Homilia de Monseñor Oscar Romero
3 de Julio de 1977

DÉCIMOCUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Isaías 66, 10-14a / Gálatas 6, 14-18 / Lucas 10, 1-12.17-20

Queridos Hermanos, y a través de la radio, estimado pueblo que reflexiona sobre la palabra de Dios, que debe ser siempre la inspiración y fortaleza del verdadero seguidor de Jesucristo:

Un nuevo mensaje nos ofrece esa palabra divina, cada vez que nos congrega en la misa de cada domingo. No hay domingo igual. A lo largo del año litúrgico -repito y seguiré repitiendo- la Iglesia tiene un propósito: ir ahondando más en el alma del pueblo esa revelación divina que es la luz que clarifica todas las confusiones y que nos da el camino certero para conocer más el proyecto divino de Dios sobre nosotros. Dichosos los hombres que captan esa luz y la hacen motor de su vida. Tal es el mensaje de hoy, sobre un problema que responde a la angustia de nuestro tiempo: La paz.

La paz. Siete siglos antes de Cristo, anunciando el ambiente propio de la era mesiánica, el profeta Isaías escribió esa página bellísima que han escuchado hoy. Nos presenta a Jerusalén como la idealización de ese ambiente que va a crear el Mesías, como una ciudad alegre y feliz, porque en ella Dios ha desbordado como un torrente la paz. Me alegro mucho de proclamar esta palabra de Isaías, porque es la lectura que la liturgia también aplica a la misa de Nuestra Señora de la Paz, patrona de todo El Salvador. Y la invoco hoy, a esta querida Madre salvadoreña, porque ella dará a mi palabra y a vuestra inteligencia, la capacidad de captar eso que se encarnó en ella, la Reina de la Paz; porque Dios quiso derrochar sobre ella, sobre su alma, expresión bellísima de la Iglesia acabada en todas sus virtudes, lo que Dios quiere dar a cada corazón, a cada pueblo, a cada familia, como un torrente: La paz.

CRISTO TRAE LA PAZ

Y cuando Cristo vino a realizar esas profecías antiguas, resumió en esa palabra toda su redención. Hoy nos presenta el evangelio los primeros ensayos de evangelización del mundo. No es propiamente el grupo de los 12 apóstoles, que los prepara para ser la inspiración de todo el pueblo de Dios; es más bien un grupo de 72, en el cual yo veo, queridos hermanos, a ustedes los laicos, los bautizados, padres de familia, maestros de escuela, profesionales, estudiantes. Ustedes son los 72 que Cristo escoge y los envía con una misión semejante a la misión jerárquica: "Vayan al mundo y prediquen esto que es el resumen de mi redención: Paz a esta casa. Y si allí hay gente de buena voluntad, allí se quedará esa paz. Pero si hay soberbia, si hay orgullo, si hay rechazo de Dios, esa paz no se quedará allí, se irá con ustedes; y en un gesto de quien ha sufrido un rechazo, sacudan hasta sus sandalias frente a ellos, como para decirles: No fuisteis digno de este mensaje de Dios. Y la paz seguirá con ustedes y habrá gente que la acoja. Y siempre habrá gente que la rechaza también".

Y cuando San Pablo filosofa sobre esta paz, sobre este misterio de la redención de Cristo, sintetizado en esa breve palabra, paz, encuentra la fuente de donde deriva esa paz. Y él mismo se siente instrumento de esa paz que deriva de la cruz. "Soy un crucificado para el mundo. El mundo no me comprende. Yo tampoco quiero compaginar con el mundo, soy un crucificado para el mundo y el mundo es un crucificado para mí. Y llevo este tesoro de la paz en mi corazón, repartiéndolo a todo aquel que lo quiera recibir".

Esta es la Iglesia, hermanos. Personificada en San Pablo, puede decir ahora con mucha claridad a los católicos de la Arquidiócesis de San Salvador y a los que no quieren ser católicos porque voluntariamente han rechazado a Cristo y a su paz. Cada uno de los que siguen a esta Iglesia puede decir como San Pablo, hoy más que nunca: "Soy un crucificado para Cristo. Lejos de mí gloriarme en otra cosa que no sea la cruz de Cristo". Y les repito con inmensa alegría, que para mí, este es el momento glorioso de la Iglesia de San Salvador. Dichosos los que lo comprendan y lo vivan. No buscar sus glorias en los aparatos gloriosos del mundo. No buscar el poder y su fuerza en la fuerza del dinero o de las cosas de la tierra. Todas esas cosas son para mí crucificadas, no valen. Yo soy para ellas también un crucificado. Dichoso aquel que sepa desprenderse para constituirse en un verdadero instrumento de la paz.

El Concilio Vaticano II llega a decir esta hermosa frase, la problemática del mundo actual, que va reflexionando en ese sentido comunitario, y nunca como ahora el mundo había llegado a sentirse tan unido por lazos tan diversos; sin embargo, se encuentra frente a un problema insoluble, no puede crear un mundo lleno de paz. Y es que la palabra de Cristo permanece ahora y se siente como una feliz bienaventuranza: "Dichosos los artífices de la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Esta es la gran angustia de nuestro tiempo, y aquí estamos en El Salvador la estamos sintiendo: No hay paz. Y nos dio mucho gusto oír esta angustia en los labios del nuevo presidente, gritando paz para el pueblo, paz para la familia, paz para el propio corazón. Nos alegra que en el nuevo gobierno haya esa ansia de paz, pero nos preocupa, si no quiere seguir los verdaderos caminos para encontrar la paz. Y he aquí la Iglesia, dispuesta en diálogo con todos los hombres, principalmente con los que tienen en sus manos el poder político y el poder económico, para decirles qué es la paz y la gran capacidad de paz que ustedes tienen si quieran seguir la voz del evangelio.

QUE ES LA PAZ

Voy a abrir ante ustedes, hermanos -lo he estudiado esta semana para transmitírselo- dos preciosos pasajes de los famosos documentos que hoy iluminan el magisterio de la Iglesia. Hay un capítulo en el Vaticano II que trata de la paz y hay uno de los documentos de la reflexión de los obispos junto con el Papa en Medellín, que también hablan de la paz. De esos documentos que iluminan el magisterio actual de la Iglesia, quiero sacar el comentario más autorizado para las lecturas bíblicas de hoy, que precisamente quieren ser un mensaje de paz verdadera.

Dicen ambos documentos que la paz no es ausencia de guerra. Es una noción muy negativa. No podemos decir que hay paz, cuando no hay guerra. Actualmente no hay guerra en muchos países, en casi todo el mundo no hay guerra, y sin embargo, en ninguna parte hay verdadera paz. No basta, pues, que no haya guerra. Tampoco es paz el equilibrio de dos fuerzas adversas. Se amenazan Rusia y Estados Unidos, no es propiamente paz la que hay entre las dos grandes potencias. Lo que hay es miedo, miedo a quien es más poderoso. Eso no es paz. Dos muchachos, dos hombres que se amenazan a un pleito, todavía no hay pleito, pero tampoco hay paz. Hay miedo entre dos potencias. Y decía el Papa: "Nadie puede hablar de paz, con una pistola o un rifle en la mano; eso es miedo".

Tampoco hay paz, dice el Concilio, en la hegemonía despótica, queriendo someter a un pueblo, a un hombre. Es la paz de la muerte, la paz de la represión. Tampoco es paz. ¿Qué es pues, la paz? La paz, dice el Concilio, es la definición de Isaías, profeta, y que Pío XII lo hizo el lema de su precioso escudo: Opus justitae paz- la paz es el fruto de la justicia. Esto sí es paz. Paz solamente habrá cuando haya justicia. Y también nos gustó escuchar este concepto, en el mensaje presidencial. Cuando hay justicia, hay paz. Si no hay justicia, no hay paz. Paz es el producto del orden querido por Dios, pero que los hombres tienen que conquistar como un gran bien en medio de la sociedad: cuando no hay represiones, cuando no hay segregaciones, cuando todos los hombres pueden disfrutar sus derechos legítimos, cuando hay libertad, cuando no hay miedo, cuando no hay pueblos sofocados por las armas, cuando no hay calabozos donde gimen perdiendo su libertad tantos hijos de Dios, donde no hay torturas, donde no hay atropellos a los Derechos Humanos.

PAZ Y JUSTICIA

Por eso, se llena de esperanza la patria cuando el gobernante dice que no puede haber paz si no hay justicia. Pero, es necesario agregar obras a esas palabras. Es necesario que desaparezcan tantas situaciones injustas. En Medellín se describió la situación de Latinoamérica y se llegó a decir esta palabra que a muchos escandaliza: "En América Latina, hay una situación de injusticia. Hay una violencia institucionalizada". No son palabras marxistas, son palabras católicas, son palabras de evangelio. Porque dondequiera que hay una potencia que oprime a los débiles y no los deja vivir justamente sus derechos, su dignidad humana, allí hay situación de injusticia. Y dice Medellín esta frase lapidaria: "Si el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, los pueblos que viven en subdesarrollo son una provocación continúa de violencia". Y si la violencia existe, muchas veces -dice el Papa- procede de una aflicción, de una angustia. No decimos que la legitime, pero que puede dar su explicación. Y es natural, hermanos, que a una violencia institucionalizada, que se institucionaliza y que se hace ya un modo de vivir y no se quiere ver las maneras de cambiar esa institución, no es extraño que haya brotes de violencia. No puede haber paz. Se está provocando contra la paz. Si de verdad hay deseo de paz y se conoce de verdad que la justicia es la raíz de la paz, todos aquellos que pueden cambiar esta situación de violencia están obligados a cambiar.

Hemos visto en la lista de los nuevos colaboradores del gobierno a muchos cristianos, hasta cursillistas de cristiandad. Esperamos que sepan escuchar la voz del evangelio, que les dice que esta situación de El Salvador es provocadora de violencia y están obligados, desde sus puestos de gobierno, a empujar esos cambios estructurales que necesita el país para crear un ambiente propicio a la paz. Porque, dice también Medellín, que todo aquel que puede hacer algo por hacer más justo el orden de Latinoamérica, peca contra la paz, si no hace lo que está a su alcance. Ahora esperaremos que ese pecado de omisión que acusamos al principio de la misa, toque la conciencia de muchos que pueden hacer mucho y no lo hacen, tal vez por estar granjeando su situación bondadosa, por el sueldo, por no caer mal en política, por no perder la gracia de los poderosos. Serían traidores a la Ley de Dios, serían pecadores de omisión, si, por temor a perder su vida en la tierra, no hacen lo que deben hacer para dar a sus paisanos, al pueblo, a la sociedad, al bien común, un respiro de paz sobre una justicia más equitativa.

Tampoco justificamos la violencia. La violencia, el mismo Concilio y Medellín dicen con el Papa, no es cristiana ni evangélica. El cristiano es pacífico y no se ruboriza de ello. No decimos, pacifistas, porque hay un movimiento de violencia que no procede del cristianismo. Gandhi y otros seguidores de la no violencia, que ya son un movimiento en el mundo, tienen sus orígenes en una filosofía que más bien es una huida de la lucha, un olvidarse de los derechos oprimidos del hombre. El cristiano sabe que puede luchar y su evangelio le invita a la defensa de la justicia; es valeroso. Pero, sabe que la violencia solamente engendra violencia y que solamente será, como la guerra, el último recurso, cuando ya se han agotado todos los recursos pacíficos. Pero mientras tanto, agota los medios de la paz, que son mucho más fecundos y productivos, porque no podemos ceder a la pasión del odio y del resentimiento unas resoluciones tan trascendentales para el orden de la paz. Es necesario, pues, que la pacificación, los hijos de la paz, los hijos de Dios, que trabajan este mundo mejor, se inspiren, no en la violencia, tampoco en la no-violencia no cristiana, sino en una paz que es fecunda, que exige el cumplimiento del derecho, que exige el respeto a la dignidad humana, que no se conforma nunca por no tener problemas con los que atropellan estos grandes derechos de la humanidad.

Y aquí puede contar el gobierno con grandes artífices de la paz, mientras deje a la Iglesia la libertad para predicar su evangelio, la libertad para predicar la promoción del hombre. Ninguna colaboradora más eficaz y poderosa podrá encontrar ningún gobierno del mundo que la Iglesia, proclamadora de la verdadera libertad, de la justicia y de la paz.

PAZ Y AMOR

El otro concepto que sacamos de los documentos, es éste: No basta la justicia, es necesario el amor. Siempre hemos predicado esto, hermanos. Me da gusto constatar que todas las personas que han seguido el pensamiento de esta hora de la Iglesia, jamás han oído una palabra de violencia de mis labios. La fuerza del cristiano es el amor, hemos dicho. Y repetimos: la fuerza de la Iglesia es el amor.

El amor, el que nos hace sentirnos hermanos a todos. El que en la segunda lectura de hoy, San Pablo proclama, inspirado en aquel que nos amó hasta la muerte, y que por eso nos arrastra al amor de sentirnos crucificados por Cristo y por nuestros hermanos. Mientras no lleguemos a esta fortaleza del amor, no podemos ser los verdaderos pacificadores. No puede ser artífice de la paz el que tiene el corazón resentido, violento, con odio. Tiene que saber amar, como Cristo, aún a los mismos que lo crucifican: "Perdónalos, Padre, no saben lo que hacen. Son idólatras de su dinero, de su poder. Si te conocieran, te amaran. Por eso, más que odio y resentimiento, me dan lástima esos pobres idólatras que no saben la fuerza de este amor que Tú me has dado. Dales amor, Señor, a ellos también". Cuánto bien harían los poderosos, cuando amaran de verdad y no fueran egoístas y envidiosos. Qué hermoso sería el mundo, hermanos, si todos desarrolláramos esta fuerza de amor.

LA PAZ DE LA GRACIA

Y aquí, el Concilio Vaticano II tuvo el cuidado de deslindar dos clases de paz; y es necesario que la tengamos muy en cuenta. Una paz que Cristo se reservó para los más íntimos, para aquellos que comprendieran la redención, que comprendieran que tenían que arrancarse del pecado; porque mientras haya pecado en un corazón, no puede haber la verdadera paz: la paz divina, aquella que Cristo nos reconcilió con el Padre muriendo en la cruz, llevando en su cuerpo los pecados de todos nosotros. Y para nosotros cristianos, católicos, ésta es el culmen de la paz: la paz en la gracia de Dios, la paz del que sale del pecado y no siente las pasiones más que para dormirlas, la paz de las almas santas. Esta paz que Cristo decía: "Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como la del mundo".

LA PAZ DE HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD

Y aquí distinguimos la otra paz, la paz que la Iglesia habla con el mundo, la paz que pueden tener también los no cristianos, la paz de los hombres de buena voluntad que cantamos en el gloria de la misa: "paz a los hombres de buena voluntad". Quiere decir esa otra paz, la paz que procede de un amor natural; la paz del hombre que, aún sin conocer a Dios, es capaz de descubrir esta fuerza íntima de solidarizarse con el que sufre, de llevar un poco de bienestar al desconsolado, de denunciar las injusticias ante las riquezas injustas. Esta es la paz que todos los hombres... Y aquí hago un llamamiento yo, aún a aquellos que no creen en esta fe que nos ha congregado en nuestra misa del domingo. Muchos estarán oyendo allá por radio, sin ser católicos sin que les importe la misa de cada día; hasta les estorba la oración piadosa de su esposa, de su mamá, de los seres piadosos que han encontrado la paz divina. Ellos todavía no la han encontrado, pero les quisiera decir, queridos amigos: aún sin creer en ese Cristo y en esa paz del alma, ¿no sienten ustedes la capacidad de perdonar? ¿No sienten ustedes la fuerza de decir no a ese rencor que llevan hace mucho tiempo en su corazón? Ustedes incrédulos, sin Cristo, ¿no sienten que no se necesita creer en Cristo, basta ser hombre, para sentirse solidario del pobrecito, del que no tiene, y sentir que hay injusticias ante las grandes desigualdades de nuestra sociedad? Entonces, apelamos también a ustedes. Ustedes también pueden ser llamados artífices de la paz.

Por eso, cuando enterrábamos al inolvidable Padre Alfonso Navarro, decíamos en la parroquia de Miramonte que hacíamos un llamamiento a sembrar la paz, no solamente a los católicos, que acribillados por la calumnia podemos haber perdido tal vez el crédito, pero que quedaban muchas fuerzas vivas en El Salvador: los protestantes, la Cruz Roja, los Boy Scouts, todas las instituciones benéficas, bondadosas, de tantos corazones buenos, aunque sean laicas, aunque sean ateas pero pueden hacer mucho bien por esta paz. Es el deseo del evangelio de hoy. Y he aquí que cuando Cristo dice que nos amemos unos a otros, no está diciendo que sea necesario ser cristiano. A mí me parece que esa frase de Cristo: "Amaos los unos a los otros", es como un punto de contacto entre la fe y los que no tienen fe. Porque aún sin tener fe, se es capaz de amar al hermano y de ser artífice de paz.

DIALOGO POR LA PAZ

Mi llamamiento de hoy, pues, brota del corazón del evangelio, del corazón de la Iglesia; pero sus brazos se tienden a aquellos que no tienen fe, para prestar al mundo una colaboración sincera, la colaboración por una paz verdadera.

Y este es el diálogo que la Iglesia ofrece. Si el nuevo mandatario nos pedía que le tuviéramos confianza y que lo iba a demostrar, he aquí la Iglesia a la espera de ese diálogo. La Iglesia nunca ha roto el diálogo con nadie. Otros son los que lo han roto; otros son los que la han maltratado. Le diríamos que hay muchas palabras que no salen de la boca, pero que deben salir de las obras, para mostrar la sinceridad en esta búsqueda de paz para nuestra patria. Por ejemplo, la Iglesia necesita que le devuelvan sus sacerdotes que le han quitado. Muchas familias necesitan que le devuelvan a sus seres queridos que no saben dónde están. Se necesitan muchas obras para ganar la confianza y de verdad buscar en todos, con sinceridad, la paz que necesita nuestra patria.

Necesitamos, hermanos, una gran confianza mutua y esto es justicia. Y si no hay esto, El Salvador seguirá ansiando la paz que canta en su himno nacional, pero que no la ha sabido conservar. Nuestro Señor, pues, que hoy nos da este augurio de paz, señalándonos los caminos por medio de su Iglesia, nos dice que seamos todos artífices de la paz.

ARTIFICE DE LA PAZ

Y voy a terminar con aquella constatación de Cristo al principiar el evangelio de hoy: "Rogad al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies, porque la mies es mucha y los obreros son pocos". El gran problema de la paz es inmenso y necesita muchos artífices de la paz: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos situados en todas las situaciones de la política y de la economía, todos son llamados ahora. La mies es inmensa, El Salvador tiene un vigor, una exhuberancia maravillosa. Qué maravilloso pueblo sería El Salvador, si cultiváramos a los salvadoreños en un ambiente de paz, de justicia, de amor, de libertad. Cultivemos, hermanos, al menos cada uno, en la medida de sus alcances, procure hacerse artífice de la paz. Y Jesucristo describe en el evangelio, y San Pablo en su epístola de hoy, las condiciones del hombre que quiere ser artífice de la paz. Sería bueno que repasáramos esa página del evangelio donde Cristo nos predica como condición indispensable la pobreza de espíritu, el desprendimiento. "No llevéis alforja ni doble túnica; id como peregrinos". Esta es la gran aventura del hombre de hoy. Todo hombre que se quiere instalar cómodamente, y no quiere arriesgarse en la pobreza y no quiere desprenderse de sus situaciones bonancibles, por lo menos de corazón, no quiere prestar la colaboración a Dios.

Pero, no basta esa pobreza exterior. También quiero decir a los que predican la pobreza o una Iglesia de los pobres únicamente por demagogia, sin corazón, únicamente por alardes: eso no sirve tampoco. La pobreza que nos predica hoy el evangelio es la de San Pablo: "Yo soy para el mundo un crucificado". Es decir, una pobreza que arranca del amor a Jesucristo. Una pobreza que al mirar a Cristo desnudo en la cruz le dice: "Señor, te seguiré a donde quiera que vayas, por los caminos de la pobreza, no por demagogia sino porque te quiero, porque quiero ser santo a partir de mi propia santidad". Esta pobreza que me hace sentir las riquezas del mundo como crucificadas para mí y yo ser un crucificado para todos los criterios del mundo, esta es la verdadera pobreza. Bienaventurados los pobres de corazón, los que tienen el corazón necesitado de Dios, los que en la cruz y el sacrificio, encuentra la alegría de la vida, los que han aprendido en el crucificado el verdadero secreto de la paz, que consiste en amar a Dios hasta el exceso de dejarse matar por él, y amar al prójimo, hasta quedar crucificado por los prójimos. Este es el amor de los redentores modernos, el de Cristo, el de siempre. Sólo éstos serán verdaderos artífices de la paz, de los que dijo Cristo en el sermón de las bienaventuranzas: "Bienaventurados los que van sembrando la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios".

Prometámosle al Señor, mientras vamos a proclamar nuestra fe en él.
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para compartir y difundir el material brindado. Crremos que Dios regala Amor y Liberación gratuita e incondicionalmente.
Posted: 03 Jul 2010 05:53 AM PDT

Los envió con su amor al/para el mundo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».


Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf

El Evangelio de hoy parece que lo hubiera escrito Lucas para nuestros días. Porque hoy, más que nunca, Jesús mira al mundo y sigue repitiendo:
- La cosecha es muy grande, y son pocos los trabajadores.
Jesús contempla la Palestina de su tiempo, y ve a la pobre gente con hambre de Dios.
Quisiera ir Él personalmente a cada una de las ciudades y poblados a anunciarles la Buena Noticia de la salvación, pero no llega a todo. Ha escogido a los Doce que lleva siempre consigo, pero no bastan para tanta necesidad.
Y se decide por reunir a setenta y dos discípulos y mandarlos delante de Sí para que le preparen la llegada.
Los divide de dos en dos y les da instrucciones precisas.
- Os mando como corderos en medio de lobos.
Que es como decirles:
- No os ilusionéis. Tened presente que el mundo es malo, pero vuestra valentía, vuestra mansedumbre, vuestra bondad son más fuertes que la perversión de ellos.
Les recomienda la confianza ilimitada en el Cielo:
- No llevéis alforjas con provisiones, ni vestidos ni sandalias de repuesto.
Era igual que animarles a ser pobres de verdad para enriquecerse con los bienes del Cielo, además de poder dar testimonio de riquezas mayores que las buscadas con tanta pasión por el mundo:
- Vosotros, sed desprendidos. No pongáis vuestra confianza en el dinero, ni en los medios humanos, sino en la ayuda de Dios, que no os va a fallar.
No quiere Jesús que sus apóstoles pierdan el tiempo inútilmente con cumplidos sociales, sino que vayan a lo importante, como es anunciar la Palabra. La paz es el mayor regalo que pueden ofrecer:
- No saludéis a nadie en el camino. Saludad en las casas diciendo: ¡La paz sea en esta casa! Y os aseguro que la paz de Dios bajará sobre ellos si hay quien la acoja.
Con solicitud por su bienestar, les hace ver lo legítimo de su trabajo, digno incluso de recompensa humana:
- En la casa y en la ciudad en que entréis, comed lo que os ofrezcan, pues todo trabajador merece su jornal.
Como si les dijera:
- No sois ángeles del cielo, sino hombres de la tierra que necesitáis las cosas de la vida. Si trabajáis por el Evangelio, vivid también de vuestro trabajo por el Evangelio.
Ante los posibles fracasos, Jesús les tranquiliza:
- ¿Y si no os reciben en una casa o en una ciudad? Marchaos de allí. Un día les llegará el castigo. Lo que importa y tiene Dios presente es vuestro trabajo. El resultado no depende de vosotros. Dejadlo en la mano de Dios...
¿Qué ocurrió en aquella misión de los discípulos? Los enviados volvieron a Jesús lo-cos de alegría:
- ¡Mira, Señor, hasta los demonios se nos rendían en tu nombre!
Jesús se siente feliz y se alegra inmensamente con ellos, a los que dice:
- ¡Sí! Si yo mismo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Pero, no os alegréis precisamente por esto. Alegraos, sobre todo, porque vuestros nombres están escritos en el Cielo.
¿Dónde está la actualidad de este Evangelio para nosotros?... A nadie se nos oculta que el mundo moderno necesita muchos, pero muchos evangelizadores. Y así como
Jesús no tuvo bastantes con los Doce, sino que echó mano muy oportunamente de estos setenta y dos, así hoy la Iglesia no puede llegar, con solo los Pastores, Obispos y Sacerdotes, a toda la inmensidad del campo que hay que evangelizar. Y llama voluntarios. El apostolado seglar, a las órdenes de los Pastores, se ha hecho necesario del todo.
Y somos nosotros, los laicos, a los que Jesucristo nos encomienda también la misión de evangelizar. Cruzarnos de brazos cuando hay tanta necesidad de operarios, es una traición a Jesucristo y a la Iglesia. Nosotros nos enrolamos con legítimo orgullo y con gran sentido de responsabilidad en la obra del Reino. Los hombres como hombres, y las mujeres como mujeres, todos tenemos un campo extensísimo donde desarrollar una asombrosa actividad apostólica. Aunque, si nos decidimos a ser apóstoles, somos conscientes de las dificultades y de las exigencias del apostolado.
Nos preparamos para la contrariedad: los lobos no dejarán en paz a los corderos y las ovejas.
Queremos ser desprendidos: no miramos nuestro propio interés, sino los intereses de Jesucristo. Sabemos que unos acogerán nuestro mensaje y que otros lo rechazarán. Nos es lo mismo: nosotros ponemos el trabajo; el éxito lo dejamos en la mano de Dios.
De una cosa estamos ciertos: que si trabajamos por el Reino, si nos damos a la obra de la Iglesia, esa salvación que predicamos y queremos llevar a los demás es ante todo la salvación nuestra. ¡Porque nuestros nombres están escritos en los cielos! ¡Y qué caligrafía debe utilizar nuestro Señor para trazar con elegancia el nombre de los que así se empeñan en hacer algo por El!...
Es lo mismo que Pablo decía de sus colaboradores de Filipos: Sus nombres están escritos en el libro de la vida..
Ni pensar en recompensa mayor...
¡Señor Jesucristo! Queremos ayudarte en la implantación y desarrollo del Reino. ¡Señor Jesucristo! Danos generosidad. ¡Señor Jesucristo! Abre todos los corazones al mensaje de la salvación.
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Posted: 03 Jul 2010 05:48 AM PDT

DOMINGO XIV DURANTE EL AÑO

Lectura del libro de Isaías 66, 10-14

¡Alégrense con Jerusalén
I y regocíjense a causa de ella,
todos los que la aman!
j Compartan su mismo gozo
los que estaban de duelo por ella,
para ser amamantados y saciarse
en sus pechos consoladores,
para gustar las delicias
de sus senos gloriosos!
Porque aSÍ habla el Senor:
Yo haré correr hacia ella
la prosperidad como un río,
y la riqueza de las naciones
como un torrente que se desborda.
Sus niños de pecho serán llevados en brazos
y acariciados sobre las rodillas.
Como un hombre es consolado por su madre,
así Yo los consolaré a ustedes,
y ustedes serán consolados en Jerusalén.
Al ver esto, se llenarán de gozo,
y sus huesos florecerán como la hierba.
La mano del Señor se manifestará a sus servidores,
y a sus enemigos, su indignación.


Palabra de Dios.




SALMO RESPONSORIAL 65, 1-3a. 4- 7a. 16. 20

R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!» R.

Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres. R.

Él convirtió el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en Él,
que gobierna eternamente con su fuerza. R.

Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia. R.



Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Galacia 6, 14-18

Hermanos:
Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.


Palabra de Dios.




Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».


Palabra del Señor.



LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XIV
Del Propio. Salterio II


4 de julio


LAUDES
(Oración de la mañana)


INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: CRISTO, EL SEÑOR

Cristo, el Señor,
como la primavera,
como una nueva aurora,
resucitó.

Cristo, nuestra Pascua,
es nuestro rescate,
nuestra salvación.

Es grano en la tierra,
muerto y florecido,
tierno pan de amor.

Se rompió el sepulcro,
se movió la roca,
y el fruto brotó.

Dueño de la muerte,
en el árbol grita
su resurrección.

Humilde en la tierra,
Señor de los cielos,
su cielo nos dio.

Ábranse de gozo
las puertas del Hombre,
que al hombre salvó.

Gloria para siempre
al Cordero humilde
que nos redimió. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Salmo 117 - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Bendito el que viene en nombre del Señor. Aleluya.

Ant. 2. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Cántico: QUE LA CREACIÓN ENTERA ALABE AL SEÑOR Dn 3, 52-57

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito tu nombre, Santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres en la bóveda del cielo:
a ti honor y alabanza por los siglos.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantemos un himno al Señor nuestro Dios. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

Salmo 150 - ALABAD AL SEÑOR.

Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor por su inmensa grandeza. Aleluya.

LECTURA BREVE Ez 36, 25-27

Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

RESPONSORIO BREVE

V. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

V. Pregonando tus maravillas.
R. Invocando tu nombre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te damos gracias, ¡oh Dios!, invocando tu nombre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. En cualquier casa donde entréis, decid: «La paz sea en esta casa»; y que vuestra paz los inunde.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. En cualquier casa donde entréis, decid: «La paz sea en esta casa»; y que vuestra paz los inunde.

PRECES

Invoquemos, hermanos, a nuestro Salvador, que ha venido al mundo para ser «Dios-con-nosotros», y digámosle confiadamente:

Señor Jesús, rey de la gloria, sé tú nuestra luz y nuestro gozo.

Señor Jesús, sol que nace de lo alto y primicia de la humanidad resucitada,
haz que siguiéndote a ti no caminemos nunca en sombras de muerte, sino que tengamos siempre la luz de la vida.

Que sepamos descubrir, Señor, cómo todas las creaturas están llenas de tus perfecciones,
para que así, en todas ellas, sepamos contemplarte a ti.

No permitas, Señor, que hoy nos dejemos vencer por el mal,
antes danos tu fuerza para que venzamos al mal a fuerza del bien.

Tú que, bautizado por Juan en el Jordán, fuiste ungido con el Espíritu Santo,
asístenos durante este día para que actuemos movidos por este mismo Espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios; por ello nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



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VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ¿DONDE ESTÁ MUERTE, TU VICTORIA?

¿Dónde está muerte, tu victoria?
¿Dónde está muerte, tu aguijón?
Todo es destello de su gloria,
clara luz, resurrección.

Fiesta es la lucha terminada,
vida es la muerte del Señor,
día la noche engalanada,
gloria eterna de su amor.

Fuente perenne de la vida,
luz siempre viva de su don,
Cristo es ya vida siempre unida
a toda vida en aflicción.

Cuando la noche se avecina,
noche del hombre y su ilusión,
Cristo es ya luz que lo ilumina,
Sol de su vida y corazón.

Demos al Padre la alabanza,
por Jesucristo, Hijo y señor,
dénos su espíritu esperanza
viva y eterna de su amor. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cristo es sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Ant. 2. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Salmo 113 B - HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

Ant. 3. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que les teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Alabad al Señor sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE 2Ts 2, 13-14

Nosotros debemos dar continuamente gracias a Dios por vosotros, hermanos, a quienes tanto ama el Señor. Dios os eligió desde toda la eternidad para daros la salud por la santificación que obra el Espíritu y por la fe en la verdad. Con tal fin os convocó por medio del mensaje de la salud, anunciado por nosotros, para daros la posesión de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los discípulos llegaron llenos de gozo porque los demonios se les sometían. Jesús les dijo: «Alegraos más bien porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Los discípulos llegaron llenos de gozo porque los demonios se les sometían. Jesús les dijo: «Alegraos más bien porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

PRECES

Demos gloria y honor a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive para interceder en su favor, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

Señor Jesús, sol de justicia que iluminas nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche te pedimos por todos los hombres,
que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre
y santifica a tu iglesia para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz
y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Acoge, Señor, a tus hijos difuntos
y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestras preces con la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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