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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lecturas del día 22-09-2010


22 de Septiembre 2010 ,  MIÉRCOLES DE LA XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 1ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LA SAGRADA BIBLIA. SS. Mauricio y co mrs, Emérita mr. Beatos José Aparicio y 232 mártires de Valencia. 

LITURGIA DE LA PALABRA

Proverbios 30, 5-9. No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan
Salmo responsorial: 118 Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.
Lucas 9, 1-6.  Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos

PRIMERA LECTURA.
Proverbios 30, 5-9
No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan
La palabra de Dios es acendrada, él es escudo para los que se refugian en él. No añadas nada a sus palabras, porque te replicará y quedarás por mentiroso. Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: "¿Quién es el Señor?"; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 118
R/.Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. 

Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad. R.

Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R.

Tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo. R.

Aparto mi pie de toda senda mala, para guardar tu palabra. R.

Considero tus decretos,  y odio el camino de la mentira. R.

Detesto y aborrezco la mentira, y amo tu voluntad. R.

SANTO EVANGELIO
Lucas 9, 1-6
Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos 

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: "No llevéis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa".

Ellos de pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

Palabra del Señor.


Comentario de la Primera lectura: Proverbios 30,5-9. No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan 
El libro de los Proverbios reflexiona con una gran atención sobre la pobreza y sobre la riqueza. La oración que concluye el pasaje litúrgico de hoy constituye a este respecto un espléndido ejemplo. El ideal de la sabiduría no es la pobreza, sino el bienestar, que es una bendición de Dios. Procurárselo es un deber. Los Proverbios condenan con dureza la pereza y la holgazanería. Pero si bien es verdad que el bienestar es una bendición, eso no significa que el pobre sea un maldito o alguien castigado. Las recomendaciones en su favor son numerosas, y están diseminadas por todas las secciones del libro. Ayudar a los pobres es uno de los deberes principales. Sin olvidar, a renglón seguido, que la felicidad no está sólo en la riqueza, sino en una riqueza acompañada del temor de Dios, de la justicia y de la concordia: «Más vale poco con temor del Señor que un gran tesoro con preocupación» (15,16).

Por último, la sabiduría de los Proverbios advierte que el excesivo bienestar no está exento de grandes peligros morales, como el de creerse autosuficiente, sin sentir necesidad de Dios (y. 9). La riqueza material se transforma fácilmente en riqueza de espíritu. La posición del sabio es, por eso, la que se lee precisamente en la conclusión de nuestro pasaje: ni la miseria que conduce a la rebelión contra el Señor, ni la excesiva riqueza que conduce a olvidarlo.

Comentario al Salmo 118. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.
 
Aunque incluya muchas peticiones, este salmo —el más largo de todo el Salterio— es un salmo sapiencial. De hecho, comienza hablando de la felicidad («Dichosos...»), al igual que el salmo 1.

Es un salmo alfabético y está organizado en bloques de ocho versículos. Todos los versículos de cada bloque comienzan con la misma letra, hasta completar, por orden, el alfabeto hebreo (los demás salmos alfabéticos son: 9-10; 25; 34; 37; 111; 112; 145). En el que nos ocupa, tenemos un total de veintidós bloques (uno por cada letra). En todos ellos, el tema principal es la Ley. Todos y cada uno de los ciento setenta y seis versículos que lo componen, contiene alguna referencia a la Ley (en cada bloque hay siete u ocho de estas referencias). La Ley se designa con distintos nombres: palabra, promesa, normas, voluntad, decretos, preceptos, mandatos y mandamientos, verdad, sentencias, leyes. Resulta complicado exponer con claridad las características de cada bloque, pues los mismos temas aparecen y desaparecen con frecuencia. En muchos de estos bloques hay una súplica insistente; en otros se acentúa más la confianza. Vamos a intentar exponer, a grandes rasgos, el rasgo que caracteriza a cada uno de ellos.

1-8: Felicidad. El salmo comienza con la proclamación de una bienaventuranza: « ¡Dichosos los de camino intachable!… ¡Dichosos los que guardan sus preceptos!» (la.2a). Este es uno de los rasgos principales de los salmos sapienciales: que muestran dónde se encuentra la felicidad y en qué consiste.

9-16: Camino. Esta es la palabra que más se repite (9a.14a.15b). El ser humano alcanza la dicha y la felicidad cuando sigue el camino de los preceptos y los decretos del Señor. El autor del salmo pretende ofrecer una regla de oro a los jóvenes (9a).

17-24: «Haz bien a tu siervo» petición). Comienza la súplica propiamente dicha. El salmista expone los motivos por los que suplica: es un extranjero en la tierra 19a), está rodeado de «soberbios», «malditos» (21) y «príncipes» que se reúnen contra él para difamarlo (23a). El motivo de la calumnia o la difamación aparecerá en otras ocasiones.

25-32: «Reanímame» petición). Sigue el tema del bloque anterior. El siervo del Señor cuenta algo más de su situación: su garganta está pegada al polvo (25a) y su alma se deshace de tristeza (28a). Se menciona el «camino de la mentira» (29a), en oposición con respecto al segundo bloque (9-16), y se alude al conflicto de intereses que parece existir entre el salmista y los malvados que se dedican a calumniarlo.

33-40: «Muéstrame el camino» y «dame vida» (petición). Continúa la súplica y se repiten los temas de los bloques anteriores. Ha crecido la tensión social, pues ahora el salmista terne el «ultraje» de sus enemigos (39).

41-48: Petición y promesa. Sigue el tema del «ultraje» (42), pero el justo promete cumplir una serie de acciones si el Señor le envía su amor y su salvación, tal como había prometido (41). El salmista promete tres cosas: cumplir siempre la voluntad de Dios (44), andar por el camino de sus preceptos (45) y proclamarlos con valentía delante de los reyes (46).

49-56: Confianza y consuelo en el conflicto. El autor del salmo se siente consolado y lleno de confianza gracias a la promesa del Señor (50), Habla brevemente de su situación: está en la miseria (50a), se siente peregrino (54b) y se enfurece a causa de los malvados que abandonan la voluntad del Señor (53). Se hace mención de la noche (55a), momento para recordar el nombre del Señor.

57.64: Aplacar al Señor de todo corazón (58a). La persona que compuso este salmo cree en una nueva forma de aplacar al Señor, no ya con sacrificios, sino practicando su voluntad. Y esto en un contexto de conflicto, pues se mencionan los «lazos de los malvados» (61a). Esta persona asegura que se despierta a medianoche para dar gracias a Dios (62a).

65-72: Experiencia del sufrimiento. El sufrimiento, entendido como una prueba enviada por Dios, da resultados positivos en la vida de esta persona (67.7 1). De este modo, el Señor ha sido bueno con su siervo (65 a). El sufrimiento le ha hecho madurar y volverse sabio (71).

73-80: Confianza en el Dios creador. Las manos del Señor han modelado y formado la vida del salmista. Todo lo que le sucede va en este mismo sentido. El seguirá dejándose modelar cada vez más, a pesar de la presencia de los «soberbios» que levantan calumnias contra él (78); su vida, además, servirá de punto de ejemplo para los que temen al Señor (79a).

81-88: Aguardando la salvación. El salmista vuelve a hablar de su situación. Se compara a sí mismo con un odre que se va resecando a causa del humo (83 a) y teme que su vida se acabe enseguida (84a). La situación es grave. ¿Quién triunfará? Habla de sus «perseguidores» (84b) y de los «soberbios» que lo persiguen sin razón (86). Esto explica la súplica.

89-96: La palabra del Señor es Para siempre (89a). Los temas de la estabilidad de la palabra y de la fidelidad del Señor dominan en este bloque. El salmista habla de su miseria (92h) y de los malvados que esperan su ruina (95). Las cosas del Señor son para siempre, mientras que toda perfección es limitada (96a).

97-104: Amar la voluntad del Señor le vuelve a uno más sabio. La persona que compuso este salmo no es muy mayor (100a), pero sí que es más sabia (98a.99a) y sagaz (lO0a) que sus maestros y ancianos. El motivo es claro: es que él ama la voluntad del Señor (97a). Existe el peligro del «mal camino» (101 a. 104h), pero es un individuo juicioso, sabe discernir dónde se encuentra y rechazarlo.

105-112: La mediación de la palabra. Es significativa la imagen de la lámpara que ilumina el camino en medio de la oscuridad de la noche. Así es la palabra (105). El salmista explica en qué consisten las tinieblas»: son el «peligro» en que vive constantemente (1 09a), pues los malvados han tendido lazos para atraparlo (110a). Pero él confía en la palabra y formula sus promesas (100a).

113-120: El conflicto. Este bloque insiste en el conflicto que ha tenido cine afrontar el siervo del Señor. Habla de «los de corazón dividido» (113a), de los «perversos» que lo rodean (1 15a), de la gente cine se desvía de las leyes del Señor (118a) y de los «malvados de la tierra» (119a).

121-128: «No me entregues...» (Petición). Abrumado por las tensiones, el salmista eleva su súplica a Dios para que no lo entregue a los «opresores» (121b) y «soberbios» (122b), pues han violado la voluntad del Señor (126b) y andan por el camino de la mentira (128b).

129-136: «Rescátame» (petición). Las sentencias del Señor son «maravillosas» (129a). Lo maravilloso, en e1 Antiguo Testamento, siempre está asociado a la liberación. Por eso el salmista hace siete peticiones (132-135). Habla de su situación: vive en la opresión (134a) y su llanto es abundante (136a).

137-144: «El Señor es justo» (una constatación) (137a.142a.144a). Pero la persona que está suplicando está rodeada de «adversarios» (139b), se siente pequeña y despreciable (14 la), angustiada y oprimida (143a).

145-152: « ¡Señor, respóndeme! (petición). Es de madrugada (147a); el salmista no ha podido conciliar el sueño y clama de todo corazón (145a) a causa de los «infames que le persiguen» (150a).

153.460: « ¡Dame vida!» (Petición) (154b, 156h, 159b). La petición es fuerte e insistente. Se hace mención de los «malvados» (155a), de sus numerosos perseguidores y opresores» (157a) y de los «traidores» (158a).

161-168: «Mi corazón teme tus palabras» (confianza) (161 h), Continúa el conflicto con la aparición de los «príncipes» perseguidores (161a); no obstante, el clima es de confianza y de alabanza. Ya es de día (164a).

169-176: ¡Que mi clamor llegue a tu presencia, Señor! (petición final) (169a.170a). El salmista se siente extraviado (176) y, aun así, eleva su súplica.

Este salmo surge y no se hace mención del templo ni se habla de sacrificios o de sacerdotes. Toda la atención se fija en la Ley como única norma de sabiduría y corno único criterio para la vida en medio de una sociedad conflictiva. La ley lo es todo, abarca toda la vida del salmista, que sin ser aún anciano, ya es sabio; le invade de noche (55,62.147) y le ocupa de día (164). Vive en tierra extraña (19a) y como peregrino (54b). Se siente pequeño y despreciable, oprimido y perseguido, extraviado, pero sigue confiando y, por eso, suplica a Dios.

La Faz de Dios. En todos y cada uno de los versículos de este salmo se habla de la Ley, resultado de la alianza entre Dios y su pueblo. Se menciona al Señor veinticuatro veces (12 más 12). En este salmo, la Ley es sinónimo de vida. En tiempos de Jesús, la Ley ya no era fuente de vida (Jn 19,7).

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 9,1-6 . Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos
Predicar la conversión, expulsar toda clase de demonios y curar a los enfermos son las tres tareas del discípulo misionero (v 1ss). Son las mismas cosas que hizo Jesús. Las consignas de Jesús son tres. En primer lugar, una orden: el misionero ha de llevar sólo lo estrictamente indispensable, nada más (v. 3). Se trata de una invitación a la pobreza entendida como libertad (dejar todo para seguirle) y fe (el mismo Señor proveerá a sus discípulos). Viene, a continuación, una norma de sentido común: el discípulo itinerante no ha de ir de una casa a otra; ha de elegir una casa digna y hospitalaria, y quedarse en ella el tiempo necesario (v. 4). Por último, una sugerencia sobre cómo comportarse en caso de rechazo.

El rechazo, en efecto, está previsto: al discípulo se le ha confiado una tarea, pero no se le garantiza el éxito. Frente al rechazo ha de comportarse como Jesús: si lo rechazan en un sitio ha de irse a otra parte (v. 5). «Sacudirse el polvo» es un gesto de juicio, no de maldición: pretende subrayar la gravedad del rechazo, la ocasión malgastada.

Afortunados los Doce, que tenían «poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar las enfermedades». ¿Y cómo es que nosotros carecemos de poder y de autoridad? ¿Puede deberse a que llevamos con nosotros muchas cosas? ¿No irá ligada la entrega de tu poder, Señor, a la ausencia de todas esas muchas cosas en las que nos apoyamos? ¿Pero es que acaso no son necesarias estas cosas? ¿Hasta dónde llega la confianza en Dios y empieza el compromiso personal? Se trata de cuestiones que nos dejan pensativos y que parecen sin respuesta, salvo la venida de una oleada suplementaria del Espíritu Santo.

Una cosa es segura: el oficio de apóstol no es en absoluto fácil, expuesto como está a todos los vientos de las modas y a todas las tentaciones. Si carecemos de poderes, resulta fácil crearnos algunos suplementarios y refugiarnos en sucedáneos. Si la acción apostólica es «poderosa», resulta fácil autocomplacerse, como si todo procediera de nosotros.

No es fácil ser siervo y nada más que siervo. No es fácil no deprimirse con los fracasos y no exaltarse con los éxitos. Tal vez resida la debilidad en un arraigado individualismo, por el que sólo lo que hago yo está bien y sólo lo que pienso yo es justo. ¿Y si contáramos con una comunidad con la que confrontarnos, con la que crecer para apoyarnos, con la que valorar el carácter evangélico de nuestra acción, no de una manera abstracta, sino en el orden concreto de la vida cotidiana?

Elevación Espiritual para este día.
Para demostrar que no es la sabiduría humana, sino su propio poder el que convierte al mundo, eligió Dios como predicadores suyos a hombres incultos, y lo mismo ha hecho en Inglaterra, realizando obras grandes por medio de instrumentos débiles. Ante este don divino hay, hermano carísimo, mucho de qué alegrarse y mucho de qué temer.

Sé bien que el Dios todopoderoso, por tu amor, ha realizado grandes milagros entre esta gente que ha querido hacerse suya. Por ello, es preciso que este don del cielo sea para ti al mismo tiempo causa de gozo en el temor y de temor en el gozo. De gozo, ciertamente, pues ves cómo el alma de los ingleses es atraída a la gracia interior por obra de los milagros exteriores; de temor, también, para que tu debilidad no caiga en el orgullo al ver los milagros que se producen, y no vaya a suceder que, mientras se te rinde un honor externo, la vanagloría te pierda en tu interior.

Reflexión Espiritual para el día.
Aquí reside el misterio del ministerio: que precisamente nosotros, que somos pecadores, enfermos, vulnerables, necesitados de que se interesen por nosotros, precisamente nosotros, hemos sido elegidos para transmitir, mediante ese amor nuestro tan limitado y condicionado, el amor ilimitado e incondicionado de Dios. Porque el verdadero ministerio debe ser recíproco. Cuando los miembros de una comunidad de fe no pueden conocer y amar de verdad a su pastor, el oficio mismo de pastor se convierte muy pronto en un modo solapado de ejercer el poder sobre los otros, y empieza a manifestarse autoritario y dictatorial.

El mundo en el que vivimos —un mundo de eficiencia y control— no tiene ningún modelo que ofrecer a quien desee hacer de pastor como lo hizo Jesús. Hasta las llamadas «profesiones asistenciales» se han visto secularizadas de un modo tan radical que la reciprocidad sólo puede ser considerada como una debilidad y una forma de confusión de roles. El liderato del que habla Jesús es de una modalidad radicalmente diferente de la que ofrece el mundo. Es un liderato de servicio, en el que el líder es un siervo vulnerable, que necesita a los otros no menos de lo que los otros le necesitan a él. Por consiguiente, en la Iglesia de mañana, habrá necesidad de un tipo completamente nuevo de liderato, no modelado sobre los juegos de poder, sino sobre Jesús, líder-siervo venido a dar a vida por la salvación de muchos.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: “Concédeme mi ración de pan”
Los últimos pensamientos que leemos del Libro de los Proverbios se basan también en el valor de la Palabra de Dios, que es nuestro mejor tesoro y escudo.

Son muy breves pero muy densas las dos peticiones que el sabio le ha hecho a Dios:

- que aleje de él toda falsedad y mentira,

- que no le dé ni riqueza ni pobreza, sino "mi ración de pan".

La motivación es muy buena: si tiene demasiados bienes, se olvidará de Dios; si está en la miseria, tendrá la tentación de maldecir a Dios y empezar a robar.

¡Cuántas veces volvemos nosotros a la escuela de la Palabra de Dios! Puede que sus páginas no nos resulten cada día especialmente conmovedoras o estimulantes. Pero esa Palabra es la que, escuchada y obedecida día tras día, nos va conduciendo en la vida y va conformando nuestra mentalidad a la de Dios. En verdad la Palabra es nuestro tesoro y nuestro escudo, para no dejarnos manipular por otras palabras que nos llegan al cabo del día.

Haremos bien en escuchar el último consejo: ni buscar demasiadas riquezas, ni tampoco desear la miseria. Relativizar los bienes que la vida nos quiera dar, y que nos quede la libertad interior para hacer el caso que merece el valor mayor, Dios.

Todo el salmo 118 -que ya rezábamos ayer- es una oración poética que nos debería ir inculcando serenidad, sensatez, confianza. Digámoslo hoy, por ejemplo después de la comunión, personalmente: "apártame del camino falso y dame la gracia de tu voluntad... tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo...". Por si acaso tenemos experiencia que nuestros pies pueden tropezar a lo largo del día, digamos con fe: "lámpara, Señor, es tu palabra para mis pasos". +

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